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«Estuve preso

ST 97 (2009) 721-732

y vinisteis a verme,
salí de la cárcel
y me acompañasteis»
José SESMA LEÓN*

Introducción

El Concilio Vaticano II proclama la solidaridad de la Iglesia con el gé-


nero humano y su historia, asumiendo como propios «los gozos y las
esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro
tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren»1.
Sin duda alguna, entre los pobres, tristes y angustiados de nuestros
tiempos están también los presos, puesto que –en expresión de Bernar-
dino de Sandoval– «no hay nadie más triste ni más pobre que el preso
encarcelado»2, ya que se ven privados hasta de la limitada libertad de
que disfruta el pobre.

La pastoral penitenciaria

Cristo defendió y promovió la dignidad del hijo pródigo, de los publi-


canos, de los leprosos, de la adúltera, de las prostitutas... como perso-
nas e hijos de Dios, asumiendo voluntariamente la experiencia peni-

* De la Orden de La Merced. Director del departamento de Pastoral Penitenciaria


de la Conferencia Episcopal Española. Madrid.
<penitenciaria@conferenciaepiscopal.es>.
1. VATICANO II, Gaudium et Spes (Proemio, 1).
2. Bernardino de SANDOVAL, Tratado del cuidado que se debe tener de los presos
pobres, 2-3. Impresor Miguel Ferrer, Toledo 1564 (Reproducción facsímil).
54 páginas.
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tenciaria (detenido, encarcelado, juzgado, sentenciado, condenado y


ejecutado). Afirmó la dignidad inviolable de cuantos la sociedad de ca-
da época condena, aísla y margina en las prisiones.
La Iglesia, fiel a Cristo (Mt 25,35ss) y solidaria con los más po-
bres, desde sus mismos orígenes trata de salvar con su acción pastoral
la persona del hombre todo entero, con su cuerpo y alma, con su cora-
zón y conciencia, con su inteligencia y voluntad, como miembro do-
liente de una sociedad humana que renovar3.
La Pastoral Penitenciaria en España, entendida como «acción de la
Iglesia particular o diocesana en el mundo penitenciario, a favor de
las personas que viven, han vivido o se hallan en riesgo de vivir pri-
vadas legalmente de la libertad, y de sus víctimas»4, es relativamente
joven y se halla en pleno desarrollo.
El proceso se inició con el escrito de los capellanes funcionarios de
prisiones al Presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE)
solicitando su integración en el organigrama pastoral de la CEE (Ma-
drid, 17 de septiembre de 1970), y se fundamentó mediante la firma del
Acuerdo Jurídico entre la Santa Sede y el Gobierno español (Roma, 3
de enero de 1979), con el que se finiquitó la larga etapa (142 años) de
Asistencia Religiosa Carcelaria realizada por los capellanes funciona-
rios, y se reasumió por las diócesis españolas la atención pastoral en
los Centros Penitenciarios mediante capellanes nombrados por el
Obispo respectivo.
La atención pastoral en las cárceles se halla actualmente regulada
por los Acuerdos firmados con la Conselleria de Justícia de la Comuni-
dad Autónoma de Cataluña5 (Barcelona, 10 de julio de 1987) y el Mi-
nisterio de Justicia (Madrid, 20 de mayo de 1993).

3. Cf. Vaticano II, Gaudium et Spes (Proemio, 3).


4. VII Congreso Nacional de Pastoral Penitenciaria (Madrid, 16-18 septiembre de
2005), en Corintios XIII 114-115, p. 494).
5. Nota: Las competencias penitenciarias fueron transferidas a Cataluña median-
te Real Decreto 3482/1983, de 28 de diciembre.
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Ámbito de la pastoral penitenciaria

La Pastoral Penitenciaria, que, en razón de su concreta localización y


la exclusividad de sus destinatarios, comenzó a denominarse Pastoral
Carcelaria, encuentra ya estrecha esta denominación (Pastoral Peni-
tenciaria) y se halla en búsqueda de una nueva que exprese mejor su
naturaleza y misión en los Sectores de Prevención, Prisión e Inserción,
realizada por las Áreas Religiosa, Social y Jurídica en cada uno de di-
chos Sectores. Frecuentemente se la denomina ya Pastoral de Justicia
y Libertad, incluyendo en esta denominación a todos los destinatarios
de dicha Pastoral: delincuentes y víctimas.

Objetivos pastorales

El Papa Juan Pablo II concretó en su Mensaje para la celebración del


Jubileo en las Cárceles6 los objetivos de la Pastoral Penitenciaria:
1. Llevar a los hombres y mujeres privados de libertad la paz y se-
renidad de Cristo resucitado (1-b)
2. Ofrecer a quien delinque un camino de rehabilitación y reinser-
ción positiva en la sociedad (5-b)
3. Hacer todo lo posible para prevenir la delincuencia (5-b)

Connotaciones de la pastoral penitenciaria


Según Juan Pablo II7, las principales connotaciones de la Pastoral Peni-
tenciaria (fundamentada –entre otros– en los principios de: a] la pre-
sencia amorosa de Dios en nuestras vidas, b] la perfectibilidad huma-
na, c] la justicia restaurativa, y d] la opción por alternativas a la priva-
ción de libertad) son éstas:
• Pastoral de encuentro personal con Cristo.
• Pastoral de libertad y esperanza.

6. Ciudad del Vaticano, 24 de junio de 2000.


7. JUAN PABLO II, Mensaje para el Jubileo en las Cárceles, Ciudad del Vaticano,
24 de junio de 2000.
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• Pastoral de reconciliación y perdón.


• Pastoral de comunión e integración.
• Pastoral de animación y promoción.
En la Pastoral Penitenciaria, al igual que en todas las Pastorales
sectoriales, se hallan y realizan (a través de los agentes pastorales de-
signados por el Obispo: capellanes, delegados/as, voluntarios/as) todas
las dimensiones de la Pastoral:
1. Desde el Área Religiosa, las dimensiones:
• Profética (anuncio de la Palabra, formación catequética, ex-
tensión de la fe).
• Litúrgica (eucaristía, sacramentos, oración).
2. Desde las Áreas Social y Jurídica, la dimensión:
• Caritativa (visitar, acoger, conocer, atender, escuchar,
orientar, informar, formar, ayudar... a las personas presas y
a sus familias).

Perfil personal y tipología delictiva

Para la atención pastoral individualizada de las personas encarceladas,


en sus demandas y necesidades, es conveniente conocer el perfil de su
personalidad, respetando absolutamente la confidencialidad, la causa-
lidad y la tipología específica de su delito.

A. Perfil de las personas encarceladas8


• Sexo: Varón (92,91 %) – Mujer (7,09 %).
• Edad: Joven menor de 31 años (36,87 %) – Adulto menor de
41 años (34,67 %) – Adulto mayor de 42 años (28,46 %).

8. Datos y porcentajes tomados, como aproximación a la situación religiosa en las


cárceles de España, de lo publicado por Juan C. FORTÓN LEDESMA en La Iglesia
y los presos (Semana de Pastoral Penitenciaria, 18-24 septiembre de 2006) ba-
jo el título «¿Cómo ven los presos a la Iglesia?», pp. 6-9; C. MARTÍNEZ DE
TODA, Marco para un Plan de Pastoral Penitenciaria, Fundación «Agape»,
Madrid 2005. pp. 142-143.
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• Origen: Español (64,66 %) – Extranjero (35,34 %).


• Situación sanitaria: Enfermos mentales (25 %).
• Situación económica: disponibilidad máxima de 1000 eu-
ros/mes (30%).
• Situación familiar: Sin familia (20,00 %) – De ambiente fa-
miliar deteriorado y económicamente muy bajo (80,00 %).
• Situación cultural: Analfabetos totales (17,00%) – Analfa-
betos funcionales (34,00 %).
• Situación laboral: Sin trabajo al ingresar (59,00 %).
• Situación religiosa: creyentes (40%); no creyentes (31%);
con experiencia positiva en su relación con la Iglesia (57%);
sin experiencia de relación alguna con la Iglesia (38%).

B. Tipología delictiva
Si se toma como referencia la tipología mínima que, ya en abril de
1992, se establecía en el Cuaderno 45 de la Colección «Cristianismo y
Justicia»9, en los conglomerados humanos de las cárceles hallamos a
«delincuentes profesionales (personas que voluntariamente han optado
por la actividad delictiva y viven la cárcel como accidente laboral), ac-
cidentales (personas que por irreflexión o accidente se han visto invo-
lucradas en hechos delictivos sancionados con prisión), ideológicos
(personas que actúan contra el orden legalmente establecido, indepen-
dientemente del trato o cualificación que reciban desde la legalidad vi-
gente) y forzados (personas que por circunstancias ajenas a su volun-
tad –familiares, sociales, culturales, etc.– han podido sobrevivir vi-
viendo al margen de la ley). Estos “delincuentes forzados” constituyen
el grupo más amplio (aproximadamente las dos terceras partes de la
población reclusa) y el que merece mayor atención por nuestra parte,
ya que es el colectivo más desesperanzado, “nacidos para perder”,
“los abandonados de Dios” o, simplemente, los continuadores de los
antiguos esclavos de la sociedad».

9. AA.VV., La fábrica del llanto. Cárceles y sociedad democrática, Barcelona,


abril 1992, p. 8.
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TIPOLOGÍA DELICTIVA DE LA POBLACIÓN RECLUSA PENADA


CÓDIGO PENAL VIGENTE
VARONES (V) - MUJERES (M)

31-12-2006 31-12-2007 31-12-2008


Delitos
V M Total V M Total V M Total

Homicidio y sus formas 2.179 148 2.327 2.404 172 2.576 2.572 147 2.719

Lesiones 1.983 83 2.066 2.177 117 2.294 2.413 127 2.540

Contra la libertad 483 23 506 496 20 516 621 29 650

Contra la libertad sexual 2.690 28 2.718 2.975 41 3.016 3.277 36 3.313

Contra el honor 9 1 10 7 0 7 10 0 10

Contra las relaciones familiares 738 19 757 911 19 930 1.282 20 1.302

Contra el patrimonio y el orden 19.747 1.295 21.942 19.568 1.292 20.860 20.993 1.361 22.354
socioeconómico

Contra la salud pública 11.165 1.624 12.789 11.641 1.756 13.397 12.752 2.000 14.752

Contra la seguridad del tráfico 210 7 217 270 5 275 597 7 604

Falsedades 414 53 467 532 65 597 562 63 625

Contra la Administración Pública 43 3 46 37 2 39 56 6 62

Contra la Administración de Justicia 577 17 594 752 33 785 1.035 45 1.080

Contra el Orden Público 999 54 1.053 1.164 71 1.235 1.306 80 1.386

Resto de delitos 956 51 1.007 1.220 70 1.290 1.428 94 1.522

Por faltas 91 5 96 63 5 68 99 7 106

No consta 347 47 394 380 58 438 344 31 375

Total 42.631 3.458 46.089 44.597 3.726 48.323 49.347 4.053 53.400

Fuente: Instituciones Penitenciarias. Servicio de Planificación y Seguimiento


(Diciembre 2008)

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Preocupaciones y ocupaciones de la pastoral penitenciaria

En el ámbito de la prevención, se promueve la sensibilización de las


comunidades cristianas en lo ya constado por el IV Congreso Nacional
de Pastoral Penitenciaria (Sevilla, 29 octubre – 01 noviembre de 1992):
«La gran mayoría de los internos/as han vivido ya con sus Derechos
Humanos conculcados antes de su ingreso en prisión: salud, educa-
ción, trabajo, familia, vivienda, igualdad de oportunidades, etc.»10.
Con respecto a la posibilidad de conocer a tiempo las causas y ac-
tuar con eficacia para prevenir la delincuencia, la periodista Ana
Macpherson divulgó en la prensa de Barcelona11 las conclusiones del
estudio realizado y presentado por el profesor de Psicología Criminal
de la Universidad de Cambridge, Dr. David Farrington, sobre los «seis
factores de riesgo que duplican las posibilidades de que un niño acabe
pasando por la cárcel antes de los 32 años: hiperactivos, mal compor-
tamiento en la escuela, baja inteligencia, escasos ingresos familiares,
padres en la cárcel, crianza deficiente». Sin embargo, «entrenar a los
padres para educar, mejorar la enseñanza y ayudas económicas redu-
cirían a la mitad la delincuencia».
En consecuencia, y dado que siempre es «mejor prevenir que cu-
rar», la Conferencia Episcopal Española creó12 –a petición de la Comi-
sión Episcopal de Pastoral Social, e integrada en el Departamento de
Pastoral Penitenciaria– la Sección de Menores para la atención pasto-
ral de los infractores en España menores de edad.
Con respecto a lo que podemos llamar antesala de la prisión, pre-
ocupa la carencia de una legalidad que posibilite y normalice en co-
misarías o cuarteles la atención pastoral a las personas detenidas por
las Fuerzas de Seguridad, de las que un 90%, aproximadamente, que-
dan en libertad, pero con el trauma de la detención sufrida y la ficha
policial.
A modo indicativo, he aquí las personas que fueron detenidas en la
ciudad de Barcelona en los años 1991, 2001, 2004 y 2007 y las que ter-
minaron ingresadas en prisión:

10. Cf. «Conclusiones del Congreso», en Corintios XIII 68 (octubre-diciembre


1993), pp. 275-276
11. Cf. Diario La Vanguardia, Barcelona, 10 de abril de 1994. Página de «Sociedad».
12. Reunión n. 321 del Comité Ejecutivo de la CEE. Madrid, 10 de enero de 2008.
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B AR C ELO NA 1991 2001 2004 2007

Detenidos 26.067 22.879 23.603 29.435

Puestos en libertad 11.246 6.940 10.617 16.263

Pasan a Juzgado de Guardia 14.821 15.939 12.986 13.172


56,85% 69,66% 55,01% 44,74%

Puestos en libertad 11.202 13.586 10.913 11.251

Ingresan en prisión 3.619 2.353 2.073 1.921


13,88% 10,28% 8,78% 6,52%

Fuente: Memoria Anual del Juzgado Decano de Barcelona

En la prisión, se lleva a cabo la misión pastoral mediante las activida-


des establecidas en el Art. 2º del Acuerdo sobre asistencia religiosa
católica en los Establecimientos penitenciarios13 (Madrid, 20 mayo
1993), hechas efectivas por 146 capellanes y 2.821 voluntarios/as, con
el apoyo y la ayuda de 65 Delegaciones diocesanas.
Las actividades realizadas por la Capellanía (capellanes y volunta-
rios/as) en el interior de las prisiones, previamente aprobadas por el
Centro Penitenciario14, son –según necesidades (perfil personal y tipo-
logía delictiva de los internos/as) y características de cada Centro– las
siguientes: celebraciones litúrgicas; oración; acompañamiento peda-
gógico-pastoral; catequesis; cursos bíblicos; formación varia; activi-

13. Art. 2: «La asistencia religiosa católica comprenderá las siguientes actividades:
• Celebración de la santa Misa los domingos y festividades religiosas y, potesta-
tivamente, cualquier otro día.
• Visita a los internos, así como recepción en su despacho, por parte del sacer-
dote encargado de la asistencia religiosa; atención a los que deseen hacer algu-
na consulta o plantear sus dudas o problemas religiosos.
• Instrucción y formación religiosa y asesoramiento en cuestiones religiosas y
morales.
• Celebración de los actos de culto y administración de los sacramentos.
• Aquellas otras actividades directamente relacionadas con el desarrollo religio-
so del interno.
• Colaboración en la humanización de la vida penitenciaria».
14. Cf. Instrucción 4/2007 sobre «Intervención de organizaciones no gubernamen-
tales, asociaciones y entidades colaboradoras en el ámbito penitenciario», Ma-
drid, 7 de febrero de 2007.
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dades deportivas; talleres ocupacionales; terapias de grupo; teatro y


actividades lúdicas; atención y acompañamiento a hijos de internas;
salidas programadas; acompañamiento en salidas terapéuticas; aten-
ción a familiares ...
Además de estas actividades, he aquí algunas de las principales
preocupaciones de la Pastoral Penitenciaria:
• El constante aumento de la población penitenciaria, que, sin nu-
merus clausus establecido, desborda día a día la capacidad de los
Centros Penitenciarios y, dada la masificación deshumanizadora
existente, dificulta la atención pastoral individualizada. En coordi-
nación con otras muchas instituciones eclesiales y no eclesiales, la
Pastoral Penitenciaria se esfuerza en la búsqueda y oferta de alter-
nativas a la prisión.
• La posible situación de indefensión o de discriminación en cuanto
a medios ordinarios para una justa defensa, en que puedan hallar-
se personas que, detenidas en determinadas provincias, terminan
ingresando como preventivas en Centros Penitenciarios más o me-
nos limítrofes, pero siempre alejadas del Juzgado que instruye la
causa y del abogado, mayoritariamente del Turno de Oficio, que
procura su defensa (En Aragón: Huesca (varones y mujeres) y
Teruel (mujeres); en Baleares: Menorca (varones y mujeres); en
Canarias: El Hierro (varones y mujeres), Fuerteventura (varones y
mujeres) y La Gomera (varones y mujeres); en Castilla-La Man-
cha: Guadalajara (varones y mujeres) y Toledo (mujeres); en Cas-
tilla-León: Burgos (mujeres), Segovia (mujeres), Soria (mujeres) y
Zamora (varones y mujeres).
• La situación de los penados/as extranjeros que, cumplida su conde-
na, vienen siendo expulsados. Desde el Área Jurídica se realizan es-
tudios y gestiones con la esperanza de que, en aquellos casos en los
que se da un buen pronóstico de vida honrada en libertad (emitido
por la propia administración penitenciaria), cabría abrir un período
de «residencia a prueba» que posibilitase su estancia legal en Es-
paña en el caso de que el proceso continuase satisfactoriamente.
• La situación de los enfermos mentales que, internados en Hospita-
les Psiquiátricos Penitenciarios, se hallan alejados de su entorno
familiar y social. Desde el año 2002, el Área Social de Pastoral
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Penitenciaria organiza anualmente Encuentros nacionales sobre


«Enfermos Mentales – Prisión» para informar y sensibilizar a la
sociedad (eclesial y civil) acerca de esta dolorosa realidad, nor-
malmente desconocida, y hallar entre todos soluciones sanitarias y
legales que faciliten la inserción normalizada de estas personas en-
fermas en la sociedad.
• La formación de capellanes y voluntarios/as para la misión pasto-
ral específica en los Centros Penitenciarios, con conocimientos bá-
sicos de la legalidad penal y penitenciaria vigente y dotados de
cualidades (personas de fe y con sentido eclesial, orantes, voca-
cionadas, equlibradas psicológica y emocionalmente, en proceso
de permanente formación, con capacidad de coordinación y, a po-
der ser, dotadas de buen humor...) y actitudes (las manifestadas
por Cristo en la parábola del buen Samaritano15 y en la enseñanza
póstuma del lavatorio de los pies16) que les capaciten para acoger,
escuchar y atender en sus necesidades espirituales (fe, sacramen-
tos, oración) y no espirituales (familiares, culturales, sociales, la-
borales, jurídico-penales, jurídico-penitenciarias...) a cuantas per-
sonas libremente acudan a ellos en los espacios y tiempos de li-
bertad procurados por la Capellanía en los Centros Penitenciarios.
• La defensa y promoción permanente (dentro y fuera de las cárce-
les) de la libertad como don confiado por Dios a cada persona, de
la dignidad de hijos/as de Dios y de la reconciliación consigo mis-
mo, con el prójimo (familia, víctimas...) y con Dios.
Y en la post-prisión, frecuentemente temida por personas que
cumplen largas condenas, la Pastoral Penitenciaria procura facilitar en
las diócesis los necesarios «puntos de apoyo» (acogida, acompaña-
miento, orientación, ayudas psicológicas...) para hacer efectivas las es-
peranzas despertadas por la acción pastoral de las Capellanías en las
personas encarceladas: integración familiar; cualificación y ocupación
laboral; autonomía personal y económica; vivienda de alquiler o pro-
pia; vida sana y sin adicciones... para que pueda «conquistar» por sí
mismas su inserción o reinserción social con dignidad y credibilidad.

15. Lc 10,29-37.
16. Jn 13,1-15
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De este modo, la Pastoral Penitenciaria diocesana colabora con


sus recursos (Centros de Acogida, Servicios Sociales, formación la-
boral y capacitación profesional, etc.) en la reducción progresiva de la
reincidencia, mayoritariamente causada por la vuelta del liberto al
medio y las circunstancias que posibilitaron su ingreso en prisión; y,
en no pocos casos, por la seguridad que tiene el reincidente de encon-
trar en la cárcel lo que no consigue como persona libre en la sociedad:
satisfacer sus necesidades de comida, cama, salud, compañía, amis-
tad, reconocimiento...

El síndrome de «muerte social»

Con harta frecuencia, los servicios diocesanos de Pastoral Penitencia-


ria atienden a personas que viven en libertad con una sensación íntima
de «muerte social»: marcadas por la cárcel, se sienten «selladas» por
los antecedentes policiales y penales.
Saben que la sociedad desconfía de ellas; que los puestos de traba-
jo les serán en muchos casos sistemáticamente negados; que por falta
de trabajo no dispondrán de medios económicos suficientes para sus-
tentar a su familia ni a sí mismas; que sin aval o garantía suficiente no
podrán ni siquiera alquilar un piso, por modesto que sea...
Son hombres y mujeres que, injusta y desgraciadamente, terminan
por sentirse muertos vivientes que deambulan por las calles de nuestra
sociedad.
Síndrome que, con el título «Cuando la libertad da miedo», des-
cribía una mujer presa en estos términos:
«Si estoy aquí, mucha gente dirá que una santa no soy, y yo tam-
poco les quitaré la razón. Pues llega un momento, desde que estoy
aquí dentro, en que, aunque no te lo merezcas, llegas a creerte que
sí, que tienes que estar y que tienes que luchar para que no te vuel-
va a pasar más, cuando cumplas tu condena y salgas en libertad. Yo
tengo aquí dentro unas “más conocidas”, a las que tampoco puedo
llamar “amigas”... Me comentan que cuando llegue ese día de li-
bertad, por el que tanto suspiran y tanto deseamos, les da miedo.
Miedo a la sociedad, miedo al rechazo de la gente, miedo a no sa-
ber adaptarse después de tanto tiempo aquí... Dicen que aquí las
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encerraron en su día, con o sin razón, pero que aquí están. Y cuan-
do les llegue la libertad, ¿qué podrán hacer? ¿Les darán trabajo?
¿Tendrán en la vida una segunda oportunidad? Pues una vez que
pisas estos muros ya quedas marcada como un bicho raro. Vas a
buscar trabajo, y nada más que vean tu expediente te dicen que no
te pueden coger. Me paro a reflexionar por qué la sociedad es así.
Por qué no nos dan la oportunidad de ser gente normal, de volver
a poder sentirnos útiles para nosotras, y también para la sociedad...
Quisiera pedir algo en voz alta. Que si alguien lee estas líneas que
escribo, tenga corazón y piense que la gente que estamos aquí no
somos bichos raros. Somos personas que tuvimos mala suerte, o un
mal momento, o que nos metimos en sitios equivocados. Y seguro
que la mayoría de nosotras no tuvimos las oportunidades suficien-
tes parea ser una mujer buena. Os pido que esa libertad que yo tam-
bién deseo y espero me llegue cuando me corresponda, no me ha-
ga volver aquí, porque no sepa cómo hacer para incorporarme a la
sociedad, porque aparezca como un bicho raro por haber estado
aquí... Cuando salimos, no encontramos esa oportunidad que a gri-
tos pedimos y que no nos dan. ¿Por qué?...»17.

Pregunta que de todos, comunidades cristianas y sociedad, reclama


y espera una respuesta de inserción positiva, posibilitando la «resu-
rrección social» a cuantas personas viven «socialmente muertas» en
nuestra sociedad del bienestar.

17. M.A., «Cuando la libertad da miedo»: La Puerta 48 (septiembre-octubre 2005),


pp. 8-9.

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