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Cuaderno

El arte de la Sofística

¿En qué consiste el arte de la sofistica y en qué se diferencia del saber


científico? Creo que primero deberé ir preparando el terreno para
clarificar algunas ideas ya que existe mucha confusión en torno a
estos temas, muchas suposiciones son aceptadas sin ser
cuestionadas. De todos los saberes el que más éxito ha tenido es el
científico, ¿por qué ha sido así? Por sus resultados. El saber científico
tiene por objeto de conocimiento la realidad, o porciones de ésta, y la
intención de este conocimiento es el de tener un mayor control sobre
la realidad. De esta manera el hombre ha desarrollado toda una
tecnología cuyos resultados son innegables. Pero el sofista-filósofo se
siente envidioso de este triunfo de la ciencia sobre la realidad, y
comienza a bombardearla con sus dardos envenenados, veneno que tiene el propósito
inicial de generar confusión. ¿Cómo comienza esta tarea el sofista para retomar el control
sobre quienes se han volcado al culto de la ciencia? Metiendo duda en las cabezas de las
personas, anulando el principio de realidad. La duda comienza de esta manera, primero
poniendo en tela de juicio la realidad, convirtiéndola en un concepto. Comienza
preguntando qué es la realidad, responde que la realidad es muy difícil de definir, que sólo
es una idea, una palabra creada por los hombres, un concepto. El proceso de introducir la
duda en la cabeza de las personas consiste en atacar sistemáticamente las certezas con
que estas se mueven en su cotidianidad, se ataca la noción de realidad, de verdad, de
experiencia, etc., llevando poco a poco a la persona a cambiar el sentido de realidad que
parte de su experiencia y de lo que ha hecho durante su vida, al campo de la
argumentación, lo real pasa a ser la palabra con la que supuestamente tratamos el
mundo, las cosas. Pero por sobre todo, la argumentación. Todo filósofo-sofista lo primero
que hace al entrar en contacto con alguien es emplear su capacidad argumentativa para
poner en duda las certezas de quien tiene frente a sí, para que el nuevo principio de
realidad termine descansando en él, y en la argumentación. La prueba de realidad pasa a
ser la lógica con que se realiza la argumentación. Pero estas dudas son completamente
inducidas por el sofista, introduce en la cabeza del otro la idea de que sólo existe aquello
que puede ser definido y explicado a través de una buena argumentación. Y como él es
quien tiene mayor poder argumentativo, entonces el principio de realidad no sólo
descansa en él, sino que hasta puede crear reales a través de su fuerza dialéctica. No, la
realidad es aquello con lo que nos encontramos todos los días, es el frío que nos conduce a
abrigarnos, es la comida que sacia nuestro apetito y nos salva de morir de hambre, es
todo aquello que transformamos en el curso de nuestras vidas, es lo que nos puede hacer
felices o infelices, etc. Sin embargo, luego que el sofista-filósofo logró poner estas ideas
en la cabeza de su manipulado, el manipulado deja de cuestionarlas, y acepta que no sabe
qué cosa es la realidad, ni la verdad, ni prácticamente nada de lo que creía saber. Ahora
bien, la ciencia tiene un propósito: producir conocimiento acerca de la realidad con el fin
de poder actuar sobre ella, por lo que la prueba de realidad de ese conocimiento se hace
cuando en verdad es posible poner a prueba el conocimiento. Las teorías que permiten
actuar sobre la realidad y prever lo que ocurrirá, son las que se van diferenciando, las
teorías que no pasan de ser puras explicaciones e interpretaciones de la realidad, se van
dejando de lado. En cambio, en la sofistica la prueba de realidad no pasa por poner a
prueba el saber, sino que descansa en la lógica de la demostración de las verdades
expresadas. Por eso el filósofo comienza por revisar cada idea, cada palabra, cada
concepto, porque sus construcciones dependerán de los conceptos básicos que se tomen
como pilares del desarrollo dialéctico. Basta con que tomen cualquier texto de
introducción a la filosofía y verán que es así, se dice que el método de la filosofía es el de
la duda sistemática, que se debe poner en entredicho todas las certezas, que todo debe
pasar por el filtro de la razón, para que luego que se obtengan los conceptos básicos
completamente definidos, sea posible comenzar a filosofar con ellos teniéndolos como los

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pilares sobre los que se asentará el edificio dialéctico que se irá construyendo. A
los científicos las palabras y los conceptos no les importan tanto, sino lo que con
ellos se pueda hacer en materia de transformación de la realidad, porque el saber
verdadero es el que tenemos sobre la realidad y consiste en el cómo se desarrollan los
distintos procesos para poder actuar sobre ellos. Este saber, también permite construir
artefactos donde el valor útil de estos proveerá otra prueba acerca de lo verdadero de las
concepciones que permitieron desarrollar el artefacto. Ahora bien, un científico demuestra
una teoría científica con una prueba sobre la realidad, pero el sofista no, demuestra con
un argumento y la fuerza de su lógica la verdad que quiere demostrar. Pero vean esto,
si un científico no puede probar en lo real sus teorías, si la realidad no apoya la teoría
del científico, esa teoría se desmorona, por lo que el científico debe trabajar mucho,
hacer infinidad de experimentos, para obtener su saber y probarlo y hacer carrera. Pero
el sofista no. Mientras el sofista pueda defender dialécticamente sus proposiciones, se
supone que es verdad lo que dice. La verdad del sofista descansa en la fuerza de sus
argumentos, no en el principio de realidad. El mejor argumentador sería el poseedor de
la verdad. Quien mejores trucos dialécticos pueda desplegar, será quien más cerca de
la verdad se encuentra. Esto libera al sofista de tediosas investigaciones de campo, le
basta con sólo disponer de su habilidad dialéctica para embrollar con palabras al otro
y conducirlo hacia donde quiere. Uno de estos sofistas, que además de su capacidad
dialéctica haya leído mucho, puede defender todas las teorías que quiera. Pero ¿cuál es
el verdadero interés del sofista? Es claro que su interés no es el de alcanzar la verdad,
porque ni siquiera la verdad es algo real para él, es sólo una palabra-convención social,
una idea útil para algunas cosas, pero sin poseer un estatus ontológico privilegiado, salvo
que quiera que así sea. Entonces, ¿qué es lo que quiere el sofista? Muy sencillo: colocar
ciertas ideas en la cabeza de las personas. Mientras que el científico pretende controlar la
realidad, transformarla, el sofista busca controlar las mentes de las personas colocando
las ideas que quiere que se desarrollen en sus mentes. El sofista quiere posicionar ciertas
ideas en la mente de las personas, por lo que su tarea es de simple marketing de ideas.
El proceso es muy sencillo: primero se introduce la duda en la mente de las personas,
luego se destruyen todas sus certezas con frases de este tipo “¿estas seguro de eso?”.
Y traten ustedes si no poseen la capacidad dialéctica de dar cuenta de las certezas más
evidentes, verán que no pueden hacerlo. Una vez que se convence a las personas que
sus certezas no tenían un correcto asiento en la dialéctica, de que no pueden confiar
en sus experiencias, y de que el principio de realidad ya no descansa en lo que hacen,
quedan completamente preparados para aceptar la siguiente idea: es verdad aquello que
ha pasado por el principio de razón, que ha sido analizado completamente hasta que
se ha comprendido, y, por sobre todo, aquello que puede demostrarse dialécticamente.
Mientras que el científico debe demostrar en la práctica sus teorías, el sofista no, sólo
debe poseer una lógica perfecta, una argumentación a prueba de todo. La idea, entonces,
es que la verdad descansa en la fuerza de la lógica argumental. Si esta idea es aceptada,
se produce un desplazamiento, la persona sin fuerza dialéctica no posee acceso a la
verdad, especialmente porque ya no puede confiar en sus experiencias. El principio de
realidad se desplaza desde la realidad a la dialéctica, a la capacidad para demostrar
argumentalmente lo que se sostiene. Por lo tanto, el sumo sacerdote del saber pasa a ser
el sofista-filósofo, ya que él es quien puede demostrar argumentalmente lo que dice. Pero
repito, la intención básica consiste en colocar ciertas ideas en la mente de las personas.
Entonces, dada la idea que se quiere colocar, comienza el sofista a darle vueltas a la idea
de forma de ir poco a poco arrancando al oyente o lector de su sensación de lo real, poco
a poco va confundiendo, cita cosas dichas por otros pensadores que tienen cierto parecido
con lo que sostiene aprovechando la autoridad de estos, y poco a poco va construyendo
un texto que sólo se sostiene en ideas que se sostienen en otras ideas de las que ya se ha
perdido el rastro. En síntesis: se va creando un clima a favor de las ideas que se quieren
implantar, clima que provoca una especie de trance hipnótico, ya que el oyente ya no
puede distinguir qué es real de lo que no lo es, y si las ideas expresadas son coherentes,
si el discurso es armónico y bello, se termina persuadiendo al escucha de las ideas que se
quieren imponer.

Fuente: El Arte de la Sofística

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