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De cualquier forma tenía muchos detalles del mundo por los cuales preocuparse,
por ejemplo: Desde su regreso a la tierra su familia se estaba alejando, no sólo de
ella sino de todos los demás, aunque ya estaba comenzando un poco antes de ser
transportada en contra de su voluntad.
Lo mismo pasaba con los compañeros de su clase, el distanciamiento entre sus
compañeros no era normal, sobre todo con Reiko, parecía como si un muro de hielo
se levantara sobre las dos "inseparables" amigas... en fin, todos los seres humanos a
su alrededor se portaban de la misma manera. Haruka se preguntaba si ella era la
que no actuaba de forma "normal".
Parecía como si todos se hubiesen olvidado de lo que significa ser humano... estar
vivo gracias a los sentimientos. ¿Acaso Haruka era la única persona que se daba
cuenta que poco a poco la humanidad se estaba muriendo? Sin sueños, sin deseos,
sin amor... ¿O es que acaso su viaje a Gaia la salvó de comportarse como las demás
personas?
-Qué lejanos aquellos días- se dijo a sí misma. Se encontraba frente al mar sentada
en la playa mirando hacia el atardecer... recordando sus días en Gaia,
preguntándose por sus compañeros de combate. ¿Qué sucedía en este mundo?
¿En qué cosa estaban pensando sus habitantes?
Poco más de trescientos sesenta días habían transcurrido desde su retorno y desde
entonces fue testigo de cómo los seres humanos olvidaron lo más valioso que
poseían: ese amor y compasión que los llegó a caracterizar moría lentamente.
Guerras arrasaron países enteros; armas de destrucción masiva acabaron ciudades
y aniquilaron habitantes.
-¿Acaso regresé a la tierra sólo para verla morir?- se preguntó. Ella vivió una guerra
con devastadoras consecuencias en Gaia, por la ambición de unos cuantos
poderosos. Se puso de pie y sus ojos se posaron sobre el agonizante ocaso en la
lejanía. Era increíble ver que aún quedaban cosas que admirar en la tierra, cerró los
ojos y se fue de aquel lugar. Regresaría a su casa, aunque lo que fuera una otrora
ciudad poderosa como Tokio se convirtiese en ruinas al ser alcanzada por una de las
incontables guerras. Muchos murieron: sus padres, su hermano, Reiko... además de
millones que ni siquiera ella conocía, pero igual Haruka lloró por sus muertes.
Esa noche durmió profundamente, y como hacia muchas noches antes. Aquel
extraño sueño regresó, aunque de una forma más real...
Veía la figura de una mujer entonando la profética canción, Haruka corrió para
alcanzarla, corrió como nunca había corrido, pero por más que intentaba
alcanzarla no podía, aquella figura femenina envuelta en un manto se alejaba más
y más. Hasta que dejó a Haruka en una profunda oscuridad, mientras la canción
seguía escuchándose...
Ultra Somnia, Ultra Memoria (Más allá de los sueños, Más allá de la memoria)
Arbor Sacra, Mala Dulcem maturum ferens (Árbol sagrado, Mala dulzura, casi
maduro)
Ultra Somnia, Ultra Memoria (Más allá de los sueños, Más allá de la memoria)
Arbor Sacra, Mala Dulcem maturum ferens (Árbol sagrado, Mala dulzura, casi
maduro)
Maturum ferens (casi maduro)
Cada palabra, cada estrofa, emanaba sus tristes tonos Haruka se cubría sus oídos
para no escuchar lo que ella ya sabía. Había entendido que estaba escuchando el
destino de la tierra: la destrucción total, la que había comenzado desde que el
mundo es mundo y que nadie podía evitar. Las sombras se despejaron de su mente
y la dejaron ver una atmósfera diferente. Como un macabro espectáculo de
diapositivas, se mostraban una a una, las escenas del actual estado del planeta.
Había perdido toda esperanza. No era como las visiones de Gaia y su destrucción
porque en ese planeta hubo quienes lucharon para que la salvación llegara. Pero
no aquí en la tierra. Las guerras acarrearon más guerras y la paz se perdió por
completo. Sin darse cuenta, los humanos se estaban venciendo a sí mismos.
Ahora, ya no había otra cosa que hacer más que mirar la autodestrucción y esperar
el final como única solución al dolor que invadía el planeta. Pronto el astro azul,
caracterizado por ser el único en el sistema solar por tener el milagro de la vida
estaba escribiendo las últimas páginas de su historia.
Historia donde sus habitantes tuvieron bastante culpa, fueron los creadores de su
propio fin, no tuvieron cuidado con lo que deseaban. Miles de años de evolución
para convertirse en los seres vivos más capaces y dejar de llamarse a sí mismos
animales. Al descubrir el fuego y labrar sus herramientas comenzó un infinito proceso
de modernización a través de los siglos. Pero tanta modernización trajo el caos. Con
el cerebro más grande pudieron pensar. Pero no entender lo que significaba
razonar, de cambiar su medio ambiente. Por no ser responsables, destruir sus
hogares, no respetar la naturaleza. Y por darse cuenta de todo eso muy tarde, la
humanidad estaba destinada a desaparecer. Y sólo por su ambición de poder, se
condenó a extinguirse por su cuenta.
Al planeta, mejor dicho, a sus habitantes, no les quedaba más de dos meses de
vida. Como su destrucción arrasó con todo, la salvación se aproximaba: una dulce
muerte que muchos anhelaban con esperanza.
Entre sus sueños tétricos y realidad aun más tétrica, Haruka tenía una duda: Millones
de personas murieron. ¿Por qué ella no? ¿Cómo pudo sobrevivir? Su experiencia en
Gaia no se comparaba en nada al horror que estaba viviendo aquí
Fue demasiado para ella, ni en los campos de batalla en Gaia había estado tan
cerca de la muerte. Todo tenía un halo de fantasía, misticismo, criaturas mágicas y
hechiceros. Acá sólo era autodestrucción, el último rastro de bondad e inocencia
habían muerto con aquellos desconocidos que buscaron la esperanza en vano.
Haruka se llevó las manos a la cabeza y se dejó caer al suelo. Sus lágrimas lavaron la
sangre que quedaba en su rostro. En un grito desesperado que sonó más fuerte que
todo el ruido bélico a su alrededor, maldijo a todo ser vivo en la tierra y se maldijo a
sí misma por no entenderlo y por no haber hecho nada para evitarlo, por dejar a
Gaia y regresar a lo que hasta hace poco pensaba que era su casa.
-¡Quiero irme de este maldito infierno! - gritó y como atendiendo su llamado, un halo
de luz se impulsó desde el suelo y la desintegró en brillantes partículas que se
elevaron por los cielos para sacarla del lugar.
La columna de luz apareció tras las montañas que rodeaban y protegían el reino de
Apotegma, el más importante de los siete reinos del planeta Gaia, la noche cubría el
lugar y la brillante visión fue fácilmente identificada por muchos ciudadanos, entre
ellos, el hechicero Gamul quien sabía quien era la que regresaba de tan
esplendorosa manera. Nada más y nada menos que Haruka Shiriashi.
Al llegar al lugar del aterrizaje, Gamul fijó la mirada sobre la débil figura femenina
que flotaba en la ribera del pantano en donde la dejó la luz, se apresuró a
alcanzarla, la llevó a un lugar seco y la agitó para que recuperara la conciencia. Ella
aun sin volver en sí misma, giró su rostro cubierto por cabellos enmarañados y cuerpo
untado de lodo. Gamul dudó al verla. Su peinado era diferente, su cabellera era
más larga que cuando se fue, su cara cubierta de rasguños y sus labios cubiertos de
un ligero color Rosado perla. ¿Acaso esa chica empantanada, semidesnuda y de
rostro horriblemente manchado (Gamul no conocía el maquillaje y la pobre Haruka
lo extrañó en su estadía en este planeta) era ella? Un par de enormes ojos castaños
que se abrieron de repente disiparon sus dudas.
-¡Ga... Gamul! - dijo ella poco antes de lanzarse a los brazos del sorprendido
hechicero y llorar desconsoladamente. La consoló como pudo y en una forma
calmada la muchacha dijo:
Al decir esto la chica se desmayó en sus brazos, soltando un pedazo de papel que
apretaba en su mano izquierda... Gamul lo leyó, era la traducción de aquella frase
que ella dijo y que él no entendió al no conocer el idioma latín:
"En alguna parte, en lejanas memorias / Algo dentro de mí despierta, / Amor
indulgente, / Dolor unido a la tristeza, / Todo ha terminado."
-¿A que se debe eso?- preguntó Nelson después de separar sus labios de los labios
de la chica.
- No quiero cometer el mismo error de todos ellos -respondió- olvidar lo que es el
amor...
-¿De qué estás hablando?
- Sólo... sólo abrázame
El chico obedeció y se abrazaron en silencio, algo le decía que no estaba bien y
que por lo pronto no debía de molestarla.
Después de volver de una batalla victoriosa, -si así se le puede llamar a librar una
pelea sangrienta con resultados que a la larga se desconocen - Haruka y Nelson
quienes habían estado juntos, perdieron contacto uno del otro al ser asignados a
diferentes lugares de Apotegma. Creyendo que había muerto y pensando en su
familia, Haruka regresó mientras que Nelson siguió combatiendo y cada vez que se
dejaba llevar por el miedo o la soledad, recurría a idealizarla como su "Ángel del
Oriente" y de la esperanza de volver a encontrarse con ella, para levantarse, seguir
adelante y tener una razón para seguir con vida.
La chica cerró los ojos mientras disminuía la fuerza de su abrazo, explicó todo lo
sucedido en su visita a la tierra y de cuantas veces miraba al cielo y preguntaba a
las estrellas si lo volvería a ver. Nelson se sintió halagado y en agradecimiento, buscó
los labios de la joven para depositar varios besos pequeños y seguidos, el encanto
de aquel momento fue breve, ambos estaban gravemente heridos, tanto del
cuerpo como del alma.
Haruka tuvo una gran revelación cuando despertó al día siguiente, en su mano
derecha tenia una imagen: una estampa de la Virgen Maria (llamada "Kamisama
Mary" por los japoneses) la cual dejó Nelson antes de retirarse. La imagen era la
silueta femenina de sus sueños. Quería buscar a Nelson, al salir de su cuarto lo
encontró triste, su torso lleno de vendajes mostraba que si él no murió, estuvo muy
cerca de la muerte. Puso su mano en el hombro del joven mientras con palabras
pausadas dijo:
- Conque malas noticias de la tierra... aquí tampoco hay noticias alegres... no ha
quedado ninguno de los nuestros- tomó la mano de su hombro y la besó con
reverencia -... el reducido grupo de terrícolas fue diezmado horriblemente – dice
tratando de contener el llanto – los que no fallecieron en la guerra fueron atacados
en una expedición de paz para ayudar a victimas del enemigo, dicen que fue una
emboscada por confusión, que las “inofensivas víctimas” estaban asustadas por
tanto horror sufrido y no podían distinguir. Eso dirían si pasara allá en la tierra. La
verdad es que fue una maldita masacre. Chicos y chicas que deberían estar
gozando la vida, no perdiéndola en un campo de batalla en mitad de la nada.
-Te entiendo, -dijo Haruka sentándose a su lado -- , pero ellos dieron su vida para la
paz de este planeta, vi morir a miles de millones en vano. ¿Por qué me das la
imagen?
- Es una costumbre -dijo Nelson- las damos a las personas que queremos, mi madre
me la regaló para protegerme "de todo mal" y ahora te la entrego. Es la santa
patrona de nuestro país en cuyas manos encomendamos nuestro destino, sea la
Virgen Morena, la de la Sal, la del Agua, la de Chiquinquirá, Fátima o la de la
conchinchina. Es la madre de nuestro Señor Jesucristo y... todo parece indicar que
por más rezos y plegarias que se alzaron al cielo, no nos salvaron de ésta.-dice con
una amarga sonrisa. (A pesar de su tristeza, hacía lo posible para que no se perdiera
el humor, como cuando en una charla teológica él dijo que el colombiano
promedio se encomendaba al Sagrado Corazón de Jesús y ella en un comentario
inocente dijo: ¿y que hay de los órganos restantes? ¿Quiénes confiaban en el
sagrado cerebro o en sus sagrados pulmones?...) A pesar de venir de un lugar donde
la violencia es el pan de cada día y se ha librado una guerra desde hace mas de
cuarenta años, producto de otra guerra, desencadenada por otra guerra, -un claro
ejemplo de que si la historia se escribe con sangre, nunca dejará de escribirse-, nada
preparó a Nelson para Gaia, pero no perdió ni la alegría ni la fe, pierdes eso y lo
pierdes todo.
- ¿La tierra destruida? -preguntó el nuevo rey de Apotegma quien siendo príncipe,
había peleado al lado de los terrícolas para defender su reino -¿cómo que ellos dos
son los únicos sobrevivientes?, Es decir, la tierra es un lugar enorme, hay muchas
posibilidades, ¿y que se sabe de los terrestres aliados?...
Uno de los oficiales sacó una bolsa de cuero la cual vació en presencia del rey.
Cayeron en la mesa varias placas doradas de identificación, muchas deformadas y
otras teñidas de sangre, -los terrícolas son los únicos de sangre roja- todos guardaron
silencio al ver entrar a Haruka y Nelson con el mensajero real, quién anunciaba de
una nueva guerra: los enemigos supervivientes se habían aliado con quien sabe que
reino, ya que no se habían dado por vencidos y no se iban a rendir tan fácilmente.
Con sus heridas sanadas y a pesar de que el rey se opuso, ambos aceptaron el
cargo de altos oficiales varios días después, pelearían otra vez para que no volvieran
a someter a tan hermoso reino y no le pasara lo que a la tierra, solo que no pisarían
el campo de batalla. Ante Dios y ante la proyección de su planeta, el cual ahora
estaba bastante callado y oscuro. Nelson Rincón y Haruka Shiriashi unieron sus vidas
en una ceremonia sin altar, sin sacerdote, sin testigos, sin invitados, sin pomposidades
y sin hipocresías.
No olvides no,
Nunca jamás
Que cielo y tierra el mar y el sol, vida nos dan
Cuando el color, de la maldad
Llene esta tierra, veras el Dies Irae, (Ira de Dios)
Y todo acabará
Dijo Haruka al cantarle toda la canción a su esposo, el cual la oyó con toda
atención. y mirando a haruka con reverencia. “¿cómo podías saber que oías el
mensaje de que el mundo se iba a acabar día tras día de una manera tan
aterradora y no perder la razón?”-- pensó Nelson -- Ambos se sumieron en la tristeza.
Pero la chica sonrió de pronto, recordó de donde provenía aquella voz tan extraña,
esa era la voz de su madre Amakusa, nunca la escuchó hablar en español, pero
antes de que naciera, ella le cantaba canciones de cuna como "Duérmete Niño".
Sólo por complacer a su esposo Hiroshi quien enseñaba este lenguaje a los
empresarios y su hija fue la única persona en la familia que se preocupó por
aprender a hablar español perfectamente. No es que su madre le hubiese cantado
tan macabra profecía cuando estaba en el vientre, pero esa voz guardada en su
subconsciente fue el medio para recibir el mensaje. De quién había venido el
mensaje no importaba ahora, la palabra se ha dicho y la acción se ha realizado.
Con cosas que hacer en su nuevo hogar, la pareja sólo tuvo tiempo para escribir la
canción en un papel, Haruka la puso en un pedestal y Nelson le prendió fuego. Dolía
en el alma saber que la tierra había llegado por fin a su salvación de semejante
forma, el papel se consumió lentamente y sus cenizas fueron esparcidas como si se
trataran las de un cadáver, el viento las regó por toda Apotegma...
FIN