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LENGUAJE, PODER Y SOCIEDAD DEL CONOCIMIENTO

Sócrates inició en el siglo IV a.C. en Occidente, la reflexión sistemática respecto del


conocimiento (“Conócete a ti mismo”), dando pie a dos de las grandes corrientes bases
de actuales modos de ordenar el mundo desde el lenguaje y la acción: el racionalismo
y el hedonismo. Desde este último, con Epicuro como su mayor exponente, la filosofía
se funda en la convicción de que el placer es máximo bien y el dolor, máximo mal;
mientras que desde el racionalismo se instalan los pilares de las cosmovisiones de
Platón y sus dos mundos, el ideal y el sensible; y Aristóteles, como el de una realidad
última que se despliega en los fenómenos merced a la experiencia sensorial.

En estas tres visiones que forjaron buena parte del pensamiento y conocimiento
occidental, podemos observar cómo la experiencia del lenguaje es interpretada desde
lo propiamente somático (Epicuro); como prueba de un mundo de ideas y
abstracciones perfectas que explican el mundo de los hechos (Platón); o como
nominación de fenómenos clasificables por el intelecto por las percepciones
(Aristóteles). Tras el auge de la cultura griega y la posta que respecto de aquella
realizó el Imperio Romano Occidental y Oriental, en la temprana Edad Media (siglos V
al X), cuando los focos de educación del antiguo orden imperial se habían extinguido
no quedaba en pie otro almacén del conocimiento que el que ofrecía la Iglesia Católica.

Este bagaje, expresado curricularmente en Trivium y Cuadrivium1, había sido


recolectado y resistematizado pacientemente desde los trozos de la pulverizada cultura
greco-romana, reformulada desde Oriente tras la alianza que, en el siglo II, se había
producido entre el cristianismo y la nueva corte bizantina de Constantino, y que la
Iglesia logró mantener tras su caída ante el avance del Islam. Sus currículos centrados
en una resistematización de los lenguajes natural y matemático cumplieron papel
sustantivo en la educación de los sectores dirigentes de una Europa dividida en reinos
tribales bárbaros y que marcaron un período de siglos en el que el conocimiento,
transportado por dichos lenguajes, se hizo teocéntrico.

Si hemos de considerar a la Escuela –reunión de maestros, contenidos y alumnos-


como la institución que a través de la historia ha comunicado conocimientos por
1 El currículo de la Escuela en la Edad Media partía con lo que se denominaba iniciación, en el que se
enseñaba lectura, escritura, elementos de latín y textos bíblicos. Luego venía la Trivia o Trivium, que incluía
gramática, retórica y dialéctica y el Cuadrivium, que en las primeras universidades europeas agrupaba la
música junto a la aritmética, geometría y astronomía. Finalmente, había un nivel superior, en el que se
estudiaba la escritura con comentarios gramaticales, históricos y teológicos.
antonomasia y, por lo tanto, fuente social nutriente del desarrollo de un lenguaje
cultivado que ordena el mundo, habrá que señalar que tras las experiencias griegas,
romana y de la temprana Edad Media, fue nuevamente un avance tecnológico, la
imprenta de tipos móviles de Gutemberg (1450) y posterior publicación masiva en
idiomas vernáculos de la Biblia y otros libros, lo que abrió las puertas a una era
cualitativamente distinta en el desarrollo del saber e impulsó el cambio de relaciones
sociales establecidas bajo la lógica del discurso teocéntrico, un orden divino expresado
en la Tierra por la mancomunión de Iglesia, señores y monarcas.

La imprenta es resultado de un período de renacimiento de la cultura, la búsqueda


laica de mayor conocimiento de la naturaleza y un proceso de reorganización de los
Estados nacionales europeos. La expansión de dichos Estados y descubrimientos de
nuevos mundos marcaron una época en los que desde una cultura básicamente oral
(muy pocas personas sabían leer), sustentada por la Iglesia que predicaba normas y
conductas desde los pulpitos, se evolucionó hacia al reino del texto impreso masivo,
escrito en lenguas seculares, hecho que puso fin al monopolio interpretativo de la
palabra sagrada sostenido por centurias por la Iglesia y el uso exclusivo del latín para
tales efectos.

Las escrituras bíblicas traducidas y desintermediadas originaron una nueva diáspora


interpretativa universal, impulsada por la creciente incomodidad emocional que
generaba un poder dual de Iglesia y reyes, fundado en una visión de mundo estable e
inmodificable, que no se ajustaba a los conocimientos que seguían avanzando según
las necesidades del hombre, así como por la conducta de dichos liderazgos,
desacoplada de su discurso, que hizo surgir los primeros relatos rebeldes que
culminaron en la Reforma protestante (Siglo XVI-1560). Desafiado así el poder e
intereses de la Iglesia desde dentro, su unidad con los poderes temporales comenzó a
fracturarse, dando paso a una reconfiguración del mapa de Europa.

Montados en los nuevos discursos y significaciones, los Estados desarrollaron sus


propias estrategias de expansión y para asegurarlas crearon las primeras escuelas
públicas. Dichos establecimientos se fueron secularizando como consecuencia de una
lucha que, en función de sus objetivos locales, se enfrentaban a un poder eclesial
universalista. Las nuevas naciones incitaron a la homogenización patriótica de sus
súbditos y a la reorganización curricular educativa, en competencia con una Iglesia
que, en este ámbito, seguía aún fuerte y prominente en su afán internacionalista.
La Revolución Industrial, hija del desamarre normativo de la investigación y el
conocimiento de los siglos XV y XVII, con todo su arsenal de tecnologías y ciencia
recopilada desde la Antigüedad, los viajes y los contactos interculturales incorporados
a las primeras máquinas mecánicas y productos (1760-1850), desencadenó un nuevo
ciclo de cambios paradigmáticos y, por consiguiente, educacionales, que dieron paso a
una gestión de la Escuela, de carácter racional, masivo y estandarizado, que copiaba el
modelo industrial para generar los cuadros adecuados frente a las nuevas exigencias
del proceso productivo.

La incorporación de las ciencias a la industria tuvo consecuencias radicales, en la


medida que, en lo sucesivo, el sistema educacional sería cada vez más decisivo para el
desarrollo industrial y viceversa. Gracias a la industria, Inglaterra, matriz del nuevo
modo de producción y la primera nación que se había desligado del poder ideológico-
religioso del Vaticano conformando la Iglesia Anglicana (1534), alcanzó, desde la
periferia europea, su máxima dimensión a través de colonias en África, China, India,
América del Norte y enclaves como Singapur y Hong Kong.

Fue el período del uso del vapor (extraído de descubrimientos realizados ya en la


Grecia antigua) en locomotoras y barcos que movilizan mercaderías estandarizadas por
todo el mundo; de telares movidos a carbón; de los inicios de las telecomunicaciones
mediante la telegrafía, aplicación de la recién redescubierta electricidad, transformada
en pulsos cortos y largos (puntos y rayas) que dieron luz al Código Morse (1844); de la
imprenta rotativa (1851) transformada en prensa periódica, del desarrollo de la banca,
la expansión del crédito y las finanzas, que cambiaron la faz del mundo de la época.

La Revolución Industrial, propiamente económica, pragmática, expresión del avance


del conocimiento y la técnica, y la Revolución Francesa y su posterior expansión
napoleónica, con un discurso ideológico, político y social, consolidaron el Estado
moderno, aún en su forma monárquica constitucional, mediante un largo proceso de
ajustes normativos, luchas y división de poderes que se institucionalizaron y
democratizaron paulatinamente, hasta la fundación de las primeras Repúblicas
propiamente tales.
Ambas fuerzas, empero, también produjeron una caótica migración del hombre del
campo a la ciudad, en busca de oportunidades, despoblando el agro. Las nuevas ideas
y prácticas impulsaron inicialmente una masiva pobreza urbana que no sólo generó el
contingente potencial de mano de obra barata para la industria, sino un problema
social que, habiendo sido crónico desde la Edad Media, se hizo notable al concentrarse
en las ciudades y que los Gobiernos abordaron mediante la preparación educativa de
estas poblaciones para la buena nueva económica.

La educación de Estado –elevado a nuevo poder secular– fue tras la formación de un


trabajador orientado a las máquinas. El filosofo y educador norteamericano William T.
Harris (1835-1909) como dijéramos, señalaba que “en la sociedad industrial moderna
la conformidad con el tiempo del ferrocarril, con el comienzo del día laboral en la
fábrica y con otras actividades características de la ciudad, requiere total precisión y
regularidad. El alumno debe cumplir sus deberes en el tiempo fijado, debe levantarse
al sonido de la campanilla, moverse en línea, retornar, en suma realizar todos los
movimientos con igual precisión.”2

La industrialización, de la mano del empirismo inglés, se extendió como idea matriz de


progreso, primero muy lentamente y luego a la velocidad del vapor, carbón y
electricidad, en una lucha feroz por ganar mercados, iniciando un período de la historia
humana en que la producción de bienes y servicios se disparó a niveles no vistos y la
educación se resignificó como necesidad y derecho humano, mecanismo de igualación
para expandir el consumo. La competencia internacional entre las principales potencias
líderes del proceso las arrastró durante el siglo XX, a dos guerras mundiales, así como
al enfrentamiento de dos grandes modelos de desarrollo económico-social con
pretensiones de universalidad, surgidos del industrialismo y la democratización: el
capitalismo liberal y el socialismo igualitario.

Con la eclosión de las NTIC, hacia el último tercio del siglo recién pasado, y la
emergencia de la Sociedad de la Información y el Conocimiento, se inició una tercera y
aún no concluida gran revolución educacional, cuyos efectos recién comienzan a
expresarse, pero que, como en los cambios anteriores, también están impulsados por
las nuevas tecnologías que han masificado un bien que hasta hace apenas un siglo era
inaccesible para muchos.

2 Curso “Inclusión Digital” Magister en Comunicación y Educación Pontificia Universidad Católica de Chile.
2008. Luz María Zañartu.
En nuestro actual modo de organización social, la generación, procesamiento y
transmisión de la información se han convertido en las fuentes fundamentales de la
productividad, conocimiento y poder, hecho que se demuestra en la extraordinaria
acumulación de capital que observa la empresa asociada a las NTIC3.

Desde el advenimiento de las NTIC, la Internet y la World Wide Web (WWW), este
proceso de transformación tecnológica se ha ido expandiendo de manera exponencial
gracias a su capacidad para producir interfaz entre diversos campos científico-
tecnológicos a través de un lenguaje digital común, mediante el cual la información se
genera, almacena, recupera, procesa y retransmite, sin importar las barreras de
lenguajes naturales y/o culturas en los que estos se desenvuelven, incidiendo en las
vidas de los hombres en casi todas sus dimensiones. Pareciera que la hipótesis de
Noam Chomsky, formulada hace más de 40 años, de que el lenguaje natural proviene
de una base común que es innata y que permite, gracias a un conjunto de normas, el
trasvasije entre idiomas, se materializara en este lenguaje binario, anclado en las
cualidades filogenéticas de la especie.

A contar de esta última revolución de las fuerzas productivas, la humanidad comienza


a habitar un mundo que, según expresión de N. Negroponte, se vuelve “digital”; y tal
digitalización está posibilitando tipos de lenguaje y comunicaciones desde los cuales
surgirán nuevos universos virtuales que terminarán por establecer una suerte de
“tercer sistema de señales”, a través del cual los hombres accederán a construir –a la
manera del escritor, poeta o investigador- sus propios órdenes hipotéticos, con el
añadido que las NTIC posibilitarán que éstos no sean simplemente individuales,
cerrados, sino invitar a otros a compartirlos directamente, sin la intermediación del
lenguaje natural, suscitando un impacto en nuestras concepciones de realidad y
relaciones sociales, de inimaginables consecuencias.

Los ajustes neurobiológicos del hombre moderno a su habitat cada vez más artificial
son actualmente motivo de amplias investigaciones, especialmente con focos en salud
y educación, aunque también por inquietudes culturales más generales. Como vimos,
las nuevas generaciones educadas en un entorno de información y telecomunicaciones
que invaden el conjunto de las actividades diarias (“nativos digitales”), muestran una
serie de cambios en sus procesos de cognición que están siendo analizados por
3 M. Castells. La era de la información. 2000
neurólogos, psicólogos, educadores, sociólogos y antropólogos. Según aquellos, el
impacto de las NTIC ya se expresa en algunas modificaciones cognitivas, emotivas y
conductuales en los modos de aprendizaje.

En efecto, para buena parte de las nuevas generaciones, la comprensión del lenguaje
hablado y textual presenta dificultades como consecuencia del tsunami audio-visual al
que están expuestos, generando en ellos un tipo de almacenamiento mnémico
fragmentado y aparentemente caótico, que exige un modo diferente de procesamiento
mental. Como hemos visto, el lenguaje textual (hablado y escrito) es lineal y lógico
secuencial, lo que obliga a una especial disciplina intelectual para su buen uso en
términos conceptuales, pues requiere conocer debidamente la definición y usos de las
palabras para una buena comunicación, así como sus correctas relaciones. Pero las
imágenes-concepto adheridas a las ideas-definiciones en el momento de su
aprendizaje representan, como vimos, sólo el fenómeno específico nominado (siendo la
nominación misma una generalización) y exigen de un salto cognitivo para abstraerlas
a nivel de “clase”, paso que hace recién posible el intercambio comunicacional de
significantes con similares significados para emisor y receptor.

Debido a su cada vez más alta exposición a ordenadores, televisión, MP4 y otros
adminículos audiovisuales NTIC fijos y nómades que operan mensajes a alta velocidad
por “cuadro”, con el objetivo de sostener la atención del observador (el paradigma
videoclip)4, su capacidad de procesamiento de imágenes se ha tornado superior al de
generaciones anteriores. Pero esta nueva facultad parece estar incidiendo en una
menor habilidad para los usos conceptuales de las palabras que designan las cosas y
fenómenos en sus hablas, lecturas e interpretación textual de las imágenes percibidas
en el proceso de construcción de esta meta-realidad continua que imbrica lenguaje y
comunicaciones.

Así, el nativo digital parece estar tendiendo a almacenar buena cantidad de imágenes
sin nominación específica –como cuando se recuerdan caras, pero no nombres- y sin
dar demasiada importancia al hecho, enfrenta la necesidad cognitiva de comunicación
respecto de tales imágenes innominadas, aunque incorporadas por el hemisferio

4 Se ha establecido en experimentos de laboratorio que el movimiento captura con mayor eficacia la


atención de las personas, debido, probablemente, a una capacidad filogenética heredada de sus ancestrales
necesidades de caza. Esta es la razón del aumento sostenido en la velocidad del montaje y edición de
encuadres y escenas desde los años 1950 al 2000 y su uso masivo en publicidad audiovisual, lo que ha
llevado a incrementar esta técnica de sucesiones rápidas en la que cada cuadro pueden durar hasta menos
de un segundo.
derecho, acudiendo a la Web. En ella hace coincidir imagen mental con imagen digital,
pudiendo así rescatar la definición-idea textual para su descripción escrita o hablada, o
simplemente enviar al receptor, objeto de su comunicación, la propia imagen digital
coincidente con su imagen mental, cerrando el proceso.

El análisis de contenidos semánticos del texto en las escuelas, así como la enseñanza
de fenómenos y procesos en otras áreas del saber ha ido derivando hacia lo icónico.
Esta práctica se explica educacionalmente, tanto por exigencia para la enseñanza y
aprendizaje de los currículos mínimos obligatorios pertinentes para introducir a los
educandos en el paradigma científico-tecnológico vigente, como para precaver posibles
distorsiones provocadas intencional o inconcientemente por agentes emisores
individuales, locales o de cadenas de telecomunicación internacional respecto de
visiones de mundo que el espectador –bombardeado por datos de todo tipo- pueda
hipotetizar respecto de su entorno virtual y las consecuencias que este fenómeno
puede acarrear en los próximos años.

Epistemológicamente, superado el paradigma mecanicista-determinista, las ciencias


han redefinido los conceptos de sujeto y objeto o “cosa en sí”, pues las evidencias
surgidas de los avances del conocimiento muestran que todo parece estar relacionado
con todo, de modo sistémico, donde causas y efectos no son lineales, sino que hechos
y procesos parecen suceder en oleadas multidireccionales que recorren el conjunto de
los sistemas en que aquellos se presentan.

Esta nueva mirada tiene profundas implicancias en el modo de conocer inercial actual y
por consiguiente, en la educación, en la medida que la comprensión de la naturaleza
está transitando desde una visión de procesos y fenómenos observados de corte
mecánico-estático de causa-efecto secuenciales y determinados, a una más compleja,
de carácter holístico, multireactiva, que si bien es posible describir textual y
linealmente, desde el punto de vista del lenguaje y la comunicación tiene en las
imágenes, fijas o en movimiento, mapas mentales, gráficos y demás iconografía, una
más simple manera de comunicarse.

Esta tendencia a más imagen y menos texto es estimulada, a su vez, por las propias
NTIC, muchas de cuyas aplicaciones incentivan el uso de un lenguaje corto, directo,
descriptivo, como en el caso de chats, mails, mensajerías y el modelo Twitter de
miniblogs gratuitos on line, donde la comunidad debe expresar sus puntos de vista en
menos de 140 letras, llevando esta práctica incluso al arte de los microcuentos, varios
de los cuales, empero, son de extraordinaria calidad.

Por lo demás, el enorme cúmulo de información acopiada en la Web y sus


características multimediales parecen estar impulsando un proceso necesario de
revisión de las estructuras, formas y contenidos de la información almacenada, lo que
podría incidir en el inicio de un cambio desde un modo de pensamiento básicamente de
dos dimensiones (largo y tiempo) hacia formas de pensamiento de tres y cuatro
dimensiones (volumen y tiempo) sistémico, holográfico, para poder explicar fenómenos
cada vez más complejos de que nos está dando cuenta hoy el avance científico. Este
salto constituye una revolución epistemológica de proporciones que más temprano que
tarde modificará significantes, significados y hasta la gramática de los modos
consagrados de comunicarnos.

Las personas cada vez más buscan entender procesos por la vía de mapas mentales,
gráficos, dibujos, representaciones e imágenes fijas o en movimiento, acorde con las
cada vez mayores facilidades que las NTIC proporcionan para estos efectos. El
fenómeno de YouTube (banco de imágenes) es otra muestra de cómo están
evolucionando las preferencias de las personas para conocer, entender y aprender de
su entorno social y natural. Estos cambios perceptivos, por lo demás, ya han influido a
contar de las antiguas TIC (TV, radio, cine analógicos) en diversas industrias en el área
de las comunicaciones y el rediseño gráfico de sus productos (periódicos, revistas),
hecho que tiende a profundizar el proceso de avance desde lo textual-lineal a lo
espacial volumétrico. Los avances en 3ª Dimensión en el cine y la TV, así como en las
investigaciones para perfeccionar imágenes holográficas incrementarán la tendencia.

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