Vous êtes sur la page 1sur 36
Aor ol is adanzas de Marl ri Lar Etre no ran y mo ‘enmveren? Torque Violeta Déguez ba said inyactarles 0 ontinent sano y capontaan,porg la velaiba qu rae evi la protagoirta y lx pinlinr ‘rarurta anor 9 enforces an or mondo coma olde astro day, tan ano al retire, dnd a cided heaps predoay aln inl frente poeta afar materi, garace vw epacio and nr recliners, or sertinr majored vetnart derniba barreras y paramos a integra la gran ‘anlar si exci (car Frochet de la Bara tN A partir de 9 anes DARTH MAGNUS rEcOMPARTE.CL Diracclon eater: ME. Angélica Fuster Ihustraciones y ublers: an Espinoza . Diagramacisn: Mauro Fresard Disa cs oubiera: Mauro Fresard © Vella Disque © Eidciones um Chie S.A, Poouro 2067, Prowoncia, Santiago. ieenrase-s0ttne-s Seré feliz con todas y cada una Depssio tga 25.922 de las cosas que poseo y Pemere cade’ mao ds 202, 3.000 samples. fomaré todas las oportunidades ‘ para ser mejor. Impresion, impronta Saletan S.A utes 1, Slag. IMPRESO EN GHILE/ PRINTED WV CHILE. "No esta perm la veprodclon total o parcial de 1 ‘ete loro, €u tratamiento informatica. Su teanssién de ringuna forma 9 por cualquor modi, F ya ea olocténice, mecdnie, por Totoco9ta, por | Fegisto u ciros méiodos. sin el permiso previo y or esorite de os tiuiares cel copyright \ Llegada a la Antartica Ara DESPUES de haber termina- do un largo, larguisimo viaje por tierra aire y mar, al fin llegaron a su destino, a la isla Rey Jorge, en pleno territorio antértico chileno. Marisol habia pensado muchas veces en. este momento: primero, en que enfrentaria una helada mafana desconocida y sus pies tocarian los verdes liquenes tan suaves como alfombras, como estaba sucediendo ahora mismo que respiraba un aire tan diferente y puro, No hacfa tanto frio después de todo, no tanto como esperaba. Lo que la impresio- 16 fue la blancura que veia por todas partes: nieve, tsmpanos de hielo gigantescos y agua transparente dominaban el paisaje, Unas pocas manchas verduscas interrumpian el inmaculado color blanco impregnado de si- lencio, un silencio que permitia oir claramen- te las voces de su vacio de pasajeros, en la pista helada de la base Teniente March. ~ Este es el sefior Matus -presenté su padre muy contento-. El nos guiaré hasta nuestra casa. Esta es mi valiente familia que me ha acompaitado hasta aca. = dremosa ver las focas? Vamos a jugar en la nieve, jquiero hacer un mono inmen- sol- exclamé Panchito, como de costumbre, alborotado. = Primero nos instalaremos, niiios, hay mucho que hacer y espero que todos pon- gan el maximo de su parte- aclaré dona ter; sonriendo, al mismo tiempo que in- tentaba ordenar sus cabellos colorines agi- tados por la ventisca. ~Ya llegamos-anuncié el senor Matus, deteniéndose frente a una pequefa casa roja con la puerta y las ventanas azules. — Nuestro hogar en la Antartica~ afir- m6 la sefiora Ester con los ojgs himedos y brillantes, entrando a la casa. ~jUna casa roja sobre la nieve! -|Mi casa ena Villa Las Estrellas!- grité Panchito dan- do un salto. Habian liegado entusiastas con la son- risa a flor de labios y las miradas curiosas, intentando hacerse cargo de ese lugar de maravillas, en el que a pesar de su majes- tuosidad no se sentian extraftos, sino invita- dos de honor. Era casi como estar en la Juna, algo misterioso que prometfa aventuras fan- tdsticas en un lugar de ensuefo. Marisol recordaba paso a paso como ‘cruzaron el hall de entrada donde se saca- ron la ropa de abrigo, en una casa que al- guien habia calefaccionadoy que desde el comicnzo los acogia. Luego todos se movi- lizaron para desempacar y ordenar en pocas horas la cantidad de cajas que los habian precedido. Y sobre todo ella tenfa muy claro el preciso momento en que abrié por prime- ra vez la puertecilla blanca que la condujo a su pieza, una pequena pieza de paredes amarillas que seria su dormitorio. Primero desempacé la caja de libros y los fue ponien- do uno a uno sobre el estante también blan- 10 co: los libros de Enid Blyton que tanto la en- tretenfan porque en ellos las niftas hacian cosas divertidas y peligrosas como ella to- davia no se atrevia a realizar; los poemas de Gabriela Mistral que la habian hecho mirar la Naturaleza de una forma distinta, como escuchando las voces de los arboles, de la tierra, de_ las flores del bosque, incluso de sus ra{ces; sus antiguos libros de cuentos, en cuyas paginas revivia siempre sus dias de nifia, y el més reciente, la biografia de Michael Jackson, su cantante preferido. Tam- ign colocé en la segunda tablilla Ta caja del tesoro, es decir, la coleccién de fotos y ar- ticulos de revistas sobre Michael, obtenida pacientemente a lo largo de un afto de inter- cambios con Anita, su mejor amiga, y otros compafieros de curso. Tenia ya cincuenta y cuatro fotos del cantante y en el momento que quisiera podia sofar miranda Michael, el bailarin y cantante que la habia deslum- brado con su aterciopelada voz, con su in- creible agilidad al bailar y por supuesto las canciones que tenia grabadas en cinco cassettes. Después acomodé un poco de ropa " en cl closet y cuando todo estuvo en orden, «cada cosa en su lugar y un lugar para cada cosa como decia su madre, Marisol se diri- gid animosamente a la cocina. Estaba hambrienta y tiritaba de frio, Su madre y sushermanos disfrutaban ya de una colacién caliente. Ella se sirvié un pedazo de torta de chacolate que le ofrecié el sefior Matus y una humeante taza de café, que la hizo entrar rapidamente en calor, Luego, a pesar del aire frio, salieron juntos conocer la isla acompafiados ce sus vecinos. -Marisol, no te quedes atrés— le advir- ti6 su padre alzando la voz, aunque no era necesario. Pero Marisol estaba demasiado concentrada en sus propios pensamientos. —En mi vida he sentido tanto frio~ anun cié ‘Tomés, su hermano mayor, con la nariz enrojecica, = La caminata te quitara cl frio~ se dig- n6 a decitle Marisol, interrumpiendo sus cavilaciones al mismo tiempo que estiraba enérgicamente sus piernas. 12 El encuentro con los pingiiinos _ jMara, MIRA los pingiiinos! {Qué lindos son! Parece que nos estén espe- rando y nos quieren saludar— express Tomas absolutamente embobado-. Sefiores pingili- nos, desde hoy tengis nuevos vecinos y muy. simpaticos:la familia Reyes De la Fuente com- pleta ante ustedes, en su nombre y el mio os saludo con todo respeto y afecto. He dicho. — 2Cémo se las arreglan con tanto hie- Jo? Ni siquiera tienen una parca como yo =pregunt6 Panchito- Se morirén congela- dos en el invierno, papa? =No, hijo, qué va, la Naturaleza es una madre muy sabia y los ha preparado conve- nientemente. Los pingiiinos han adaptado su organismo para soportar temperaturas bajisimas. Si ti los miras bien verds que tie- 13 nen un plumaje muy tupido, pero lo que més Jos protege cs una capa de grase que funci na como aislante, mucho mejor que una par- ca. $i hiciera calor se morirfan sofocados. Ahora, cuando la temperatura baja demasia- do, ellos simplemente se tiran al agua, por- que nadan muy bien, y buscan por instinto, condiciones mejores. {std claro? = No los veremos més, entonces ~dijo Panchito preocupado. — Los pingilinos siempre vuelven al lu- gar donde nacieron- agregé don Esteban-, Cuando llega la primavera regresan otra ver para reproducirse y formar una familia. ~ Eso sera si no se los comen los tiburo- nes, las orcas o los capturan los cazadores de pingiiinos~ puntualiz6 doctamente To- més-. Lo sé, lo lef en un libro, cuando era tan pequefiito como Panchito. — No te creo nada, estés inventando Tomy, y no soy chico- alegé el nifo enfu- rrufiado. — Cudntos pingiiinos alcanzas a ver? pregunté el padre, mirando hacia los tém- panos donde estaban las pingiiineras. —No podria contarlos—contesté Tomas. Son demasiados, més de mil, mucho més, podria decir multitudes. ~ Son tantos, porque han vuelto a su hogar, a los témpanos de hielo antartico, han sobrevivido al viaje de atofo y por es0 po- demos gozar de su presencia. Los veremos a menudo. No estan en peligro de extincién todavia, Esta soledad los ha protegido. Luego volvieron lentamente a su casa sin dejar de contemplar ese mundo tan dis- tinto que los recibia en un dia de primavera que quedaria para siempre grabado en sus memorias. 16 Planes y dudas Mas tape cenaron todos juntos una tallarinata improvisada en pocos mi- niutos, pero muy exquisita, regada con abun- dante queso parmesano, después prepara ron lo necesario para integrarse al dia si- guiente a clases. Sus padres irfan con ellos a la escuela ya que trabajarian alld. Don Esteban era sicélogo y les habia contado hace meses que se encontraba tra- bajando en un interesante proyecto deinves- tigacién sobre la conducta humana. La hipétesis que sustentaba era que el ser hu- mano en armonia consigo mismo y con sus semejantes es capaz de adaptarse satisfacto- riamente a situaciones dificiles y gqué mejor que la Antértica para comprobarlo? En esta regi6n el hombre y por cierto la mujer, de- 7 ben enfrentarse a los rigores del clima, con temperaturas bajisimas, normalmente varios gradios bajo cero, al aislamiento y, en gene- ral, a un medio que obliga a cambiar drés- ticamente los hébitos de vida, poniendo a prueba la capacidad de resistencia de las personas, Marisol entendia la idea de fondo, le parecia muy sencilla, porque todo es posi- ble con amor. Asi lo sentia ella, aunque su papa debia comprobarlo de un modo mas largo y complicado, con observaciones, apuntes y conclusiones irtebatibles. La tarea de don Esteban era observar a lagenteenel terreno, sus emociones, gestos, relaciones humanas y comportamientos en diversas circunstancias para llegar a una con- clusion definitiva sobre la capacidad de adaptacién del ser humano. 2Qué sucederia mafana? Marisol se sentia inquieta, un poco asustada también, no le era ficil conocer a sus nuevos compa- fieros, en cambio su madre estaba fascinada con este viaje ala Antartica, lo vela como una oportunidad extraordinaria no s6lo para co- 1B nocer un lugar maravilloso, como ella lo des- cribfa, sino también para pintar y dejar pias- mado en lienzos todo ese mundo blanco lle- node vida y misterio. Ester sesentia tan feliz, lebrillaban los ojos y una sonrisa le iluminaba el rostro, mientras hablaba de los talletes de dibujo y pintura que aria en la escuela, de la exposicién que pre- pararia para que las personas de cualquier otro lugar del mundo pudieran, a través cle esos cuadros, apreciar la majestuosidad y pureza de esta regién, diferente a todo paisaje que hubiesen visto antes. Un lugar donde la paz se respira en forma natural. —No se rian de mi, sé que puedo hacer- lo y no es vanidad de mi parte. Estoy muy ilusionada con este proyecto, tanto que ya lo veo en mi cabeza. Sélo tengo que onganizarme y ponermea trabajar. ‘Todos tenfan planes, esperanzas y sue- ‘ios, pero Marisol no estaba segura de nada, Una sola pregunta rondeba su cabeza: .vol- verian alguna vez a la civilizacién? Es decir, a las autopistas, las calles atestadas de gen- te, los malls y las escaleras mecanicas. 19 Su ingreso a la escuela al dia signien- te, fue vivido con expectacién por toda la familia, Era un moderno establecimiento, con calefaccién por supuesto, alfombras de colores célidos en el piso, computadores en las salas ce clascs, pizarras blancas mév les, una interesante biblioteca en cada sala. Lo més curioso fue la edad de los compa- Aeros, s6lo cinco alumnos eran del nivel de Marisol, es decir séptimo basico, tres cursaban ensefianza media, y cuatro pe- quetios que estaban recién aprendiendo a leer. Fue un misterio para ella cémo s6lo dos profesores podrian hacerse cargo de tan distintos alumnos. Camila, la menor de Ia escuela, fue la primera en acercarse a Marisol con un libro de cuentos en la mano y le pidis: ~Lee para mi, yo escucho. Sorprendida por la peticién, Marisol abrié el libro y empezé a leerle a la nitia. A ella le encantaba leer y lo hizo con gusto, igual como le leia a Panchito para que se durmicra, cambiando las voces segiin el per- sonaje. Sélo le falt6 terminar el cuento, pues 20 Camila le dijo «ahora yo soy la tia y ti, Camila, me escuchas ya?» Con este recibimiento la nifia se sintié muy pronto parte del grupo de comparieros, que en honor a la verdad la rodearon y la acogieron con entusiasmo, contandole infi- nidad de detalles sobre la vida en la escuela e inviténdola a una fiesta csa misma noche. Camila la Nev tomada de ta mano casi toda la mafiana, para mostratle las instala- ciones de la escuela, y le iba presentando a las personas que encontraban en su recorri- do. ~ Ahora yo soy Camila, tu amiga, y ti cres amiga mia también. ;Cémo te llamas? Todavia no lo sé. = Marisol. Mary sol, mar y sol -repiti6 cerrando los ojos y girando sobre si misma-. Me gus- ta tunomibre, es lindo. ~ Eres muy simpética y gracias por ser mi guia hoy. —Maiiana jugaremos otra ver, me voy a mi casa—agregs la nifta tomando su abrigo de lana rojo. 24 ently = El rayo de sol apagado Lespias pasaron répidamente para los nifios entre tareas y excursiones. Tomas y Pancho se acostumbraron muy pronto al rigor del clima y a Las limitaciones que éste imponia, incluso hicieron amistades muy rapido, Ademés de las clases diarias se las arreglaron para asistir regularmente al gim- nasio a practicar voleibol con sus compafie- 108. S6lo Marisol se sentia extraiia ¢ incémo- da, Algo todavia no estaba claro y ella nece- sitaba tener todo en orden para sentizse real- mente bien. Pero nisiquiera entendia lo que le pasaba. A veces se sentia contenta y toma- ba su guitarra para canturrear con su madre y sus hermanos. Otras veces se entretenia bailando las canciones de Michael, mientras Ja miisica vibraba en los audifonos, o bien 23 ayudaba a su mamé en Ja cocina preparan- do su especialidad culinaria: exquisitos panqueques rellenos con manjar, que eran Ja delicia de sus hermanos. Hasta miraba con interés los bocetos de su mam. Mas, en oca- siones se encerraba en sus pensamientos y una tristeza que no sabia de dénde venia la abrumaba, como ahora mientras dibujaba en tun papel una casa de campo, con una hu- meante chimenea, rodeada de dlamos y na- ranjos cargados de frutas y entre el pasto las rojas afafiucas florecidas. Pens6 en poncrle también unas ovejas blancas y unos pajaros para que alegraran el dia uniéndose a las canciones del viento entre los Arboles, del suave viento que pasa cantando su secreta melodia. De pronto sintié unas ganas terri- les de lorar, de ver @ su abuelita Rosa, con- versar con ella y quedarse acurrucada en sus dulces y gordos brazos. :Donde estarian sus amigos? Qué harian’en ese momento Isa- bel, Anita, Pedro, Rodrigo y su primo Se- bastidn? Cudnto deseaba estar con ellos y contarles las novedades de esta nueva vida fria y solitaria. 24 Seguramente sus amigos todavia se jun- taban por las tardes, después de hacer las lareas, para andar en bicicleta, escuchar ma- sica o simplemente ver televisién, aunque ella ya no fuera parte de esas entretenidas reuniones. {Qué serfa de Paxi? Donde estaria la gente que pasaba por las calles? Seguirian caminando apurados alld lejos? ;Qué ga- nas de escuchar el ruido de los autos! Qué ganas tenia de ver la huella de los hom- bres en la tierra: un papelito arrugado en el suclo, el humo de las chimeneas en el ciclo, las campanadas de la iglesia aman- do a misa los domingos. Algo, cualquier cosa que rompa el silencio blaneo que todo lo cubre como si fuera el hechizo de una bruja perversa que quisiera congelar tam- bién su alegri Extrafiaba con intensidad los verdes ar- boles cargados de frutas, las flores con su compaiiia de abcjas, chinitas de la suerte y mariposas bailarinas, el trino chillén de los loros. Hasta ansiaba ofr el arrullo kigubre de las palomas en el techo. Sentia el dolor pun- 25 zante de la nostalgia subiéndole por el cue- lo hasta humedecerle los ojos. Ya no la debieran Hamar Marisol, era demasiado absurdo nombrar al sol, si nun- cacalienta lo suficiente y se oculta casi siem~ pre detrds de montafias de hielo, tormentas de nieve o ventiscas; mejor serfa que la la- maran Soledad, porque eso cra lo que sen- tia: soledad de juegos y amigos, soledad si- lenciosa, blanca, helada. «Y ahora mismo», se dijo Marisol decidida. Mama, quiero pedirte algo—interrum- pié agitada la nifia. Pues habla y veremos, si yo puedo y es bueno para ti y para todos, te lo daré, no Jodudes ni un segundo-coniest6 doita Ester, apagando el televisor y mirdndola con aten- cién. —No te costar nada, te lo aseguro. No quiero que me digas mas Marisol. Mi nom- bre es ahora Soledad. {Qué te parece? = Si ti lo quieres, asi lo haremos, hijita. Aunque para papé y para mi, td serds siem- pre nuestro rayito de sol, y ya sabes que nun- ca estés sola, aunque entiendd que esto no 26 sea facil para tia tu edad, En realidad para nadie ahora lo es. Hay cosas que a mi tam- bién me cuestan mucho, como el asunto del agua, conseguir fruta y verdura, hasta freir un huevo y evitar que se congele es un acto tan complejo que da risa, cn fin, gpara qué te digo més? Aunque a pesar de esos proble- mas, la balanza se inclina a lo positivo. Pero te entiendo, Soledad, mas de lo que ti crees. Ahora aytidame a poner la mesa para cenar- Pidié, poniéndose de pie. ~Con mucho gusto, mamita, y gracias por comprenderme. Que no se te olvide ija se Llama Soledad, Soledaaad —dijo Marisol riéndose y recupe- rando su buen humor-. Voy a llamar a papa. Ta nia asomé apenas su cara por la puerta entreabierta, pero el frio viento an- tartico golpes sus mejillas obligandola a en- trar répidamente. Al cabo de unos minutos lleg6 don Es- teban con sus hijos varones y cenaron todos juntos al calor de la estufa y de la conversa- cin hecha de recuerdos y el comentario de Jos acontecimientos de Jos tiltimos dias. 28 ‘Aun asi, con la caldera funcionando al méximo, hacia mucho frio, afuera cafa la nieve y el viento soplaba fuertemente, espan- tando los suefios. 29 Una nueva amistad La MANANA siguiente aparecié des- lumbrante, la tormenta habia terminado en las horas de la noche y era ciertamente un lindo dia, una temperatura agradable para la Antartica: cero grado y el sol brillando débilmente entre las nubes. —Después de clases saldremosa dar una vuelta— propuso don Esteban mientras de- sayunaban-. Tal vez podamos alcanzar aver Jos murallones de hielo y con suerte divise- mos una ballena azul. Estercita, ti qué ha- rds esta tarde? — Les advierto que yo me quedaré en casa, quiero terminar de pintar un paisaje maritimo y la transparencia del agua me esté costando mas de lo que pensaba— aclaré dofia Fster echando una bolita de mantequi- Ila en su tostada crocante. No cuenten con- migo esta vez. = gQué te parece llegar al cementerio de huesos de ballenas?- pregunt6 Tomas a su padre-. Me interesa sacar unas fotografias de ese jugar. Estoy haciendo un diario de nuestra vida en la Antartica y las fotos mos- trarén mejor que las palabras su paisaje tan excepcional y tan, especialmente, desolado ¢ imponente. Aunque debo confesar que a mi me fascina, podria pasar afios acé. ~ Ya veremos, todo depende del tiem- po- aclaré su padre, bajandose el grueso gorro de lana para proteger su frente del helado aire antartico. — Pues esperemos que el dios del tiem- po nos regale un hermoso dia lines para comenzar la semana, sin tormentas ni ven- tiscas sorpresivas, desed Tomas, guardando lacémara fotogréfica en su mochila. Y en el camino, durante esa entrete- nida excursién, encontraron varias focas pe- quefias de blanco pelaje jugueteando en el hielo, mientras al otro lado unos cuantos péjaros de ojos azules buscaban alimento 3 entre las rocas. TomAs disparaba la ciara de derecha a izquierda atrapando veloz- mente el movimiento de los animales y sus expresiones de asombro. ~.Quiénes son, papa?—pregunts curio- so Panchito, levantando la cabeza para ad- mirar el albo plumaje de los pajaros-.

Vous aimerez peut-être aussi