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Hay que acabar con este gran mito (…) detrás de

todo saber o conocimiento lo que está en juego es


una lucha de poder.
Michel Foucault.

Quien quiere tener, en realidad, quiere dominar.


Brenda Lozano.

Dimensión Social.

Presentación.

¿En que radica la importancia de hacer presente bajo palabras y frases la


dimensión social del sentido? ¿Tendría a caso un valor tácito mediante el cual
se haga explícita la suficiencia y competencia de su denominación como
ámbito de plegamiento para la comprensión del mundo y de las cosas? Resulta
muy adecuado preguntarse este tipo de cuestiones porque en ellas se delimita
el para qué y porqué de su solvencia, más allá de una presentación de su
utilidad, estructura y génesis, habrá que considerar de medular importancia su
condición de posibilidad y despliegue.

Esto quiere decir que no es suficiente la representación de las teorías que


hablan de él como margen de posibilidad/virtualidad/facticidad/realidad;
requiere inferencias aun más sutiles y perspicaces, donde la forma simétrica
anterior sea aludida además de su condición óntica de aparición y nominación.
Resulta evidente que esto implica la conjugación de fuerzas que delimitan su
génesis específica como una dimensión de sentido donde se han plasmado las
relaciones y configuraciones societales que conocemos en nuestra sociedad
contemporánea.

Formas de socialidad, individualidad, comunicación, acción, denominación,


entre otras, son conjuntos de sedimentación morfológica1 que siguen una
brecha marcada por la marginalidad de la condición bivalente
filogenéticamente constituida a-través del tiempo. Génesis estructural y
fórmica que despliega figuras oblicuas donde el trazado de su geometría ha
sido deformado por una serie de característica muy propia de la apertura
societal. En otras palabras, su condición de aparición y existencia ha sido
trazada bajo una especificidad asimétrica.

Valiéndose de recursos un tanto bizarros la condición de existencia,


configuración, posibilidad, generación, aparición y extinción de las cosas y

1
Campos mórficos para ser más exacto, del cual se desprenden características como
limitación espacial en tanto germinación plástica de los elementos que lo constituyen,
dinámica autopoietica que específica su dinámica identitaria, su voluntad para
configurarse de cierta manera hasta que culminen (atractores) su formación
ontogénica y su proyección holomórfica mediada en tres tiempos pasando del “pasado
al presente”; es decir su resonancia mórfica. Ver en (Sheldrake, 2007a, 2007b,
1999,1990)
dicho sea de paso del sentido en su dimensión social, se ha forjado a fuerza de
presiones y aparatosas contradicciones emanadas en la civilización misma;
como concepto y como cuerpo, la civilización es producto de una ejecución
unívoca y monológica de operaciones que socavan toda armonía de
conjunción y presentación. Atendiendo lógicas colonizadoras que impiden la
resolución de la simetría como comienzo.

Sin más, esto indica que hay una configuración filogenética predispuesta
desde el comienzo, volición maquínica que reproduce sustancialmente su
lógica procesual posibilitando su aparición, su reproducción y su sistema
enajenativo de facto. Se proyecta desde la instauración de la civilización en
conjunto con la sedimentación de los dominios del cuerpo 2, una ambivalencia
procesual que invalida cierto corpus marginalmente denominado desde ese
punto como arcaico.

Dando lugar a la aparición de secuencias de exclusión emparentada con una


idea evolutiva ponzoñosa. Esto último alude principalmente a ese extravagante
éxtasis que sugerido es por la movilidad de la dinámica lineal implicada
transversalmente en todos los campos que constituyen lo social. Ciencia,
religión, cosmovisión, política, vida diaria; es decir: todo aquello que es
amalgamado entre esferas de individualidad y construcción macro-social.
Emergiendo formas que permean y moldean esta condición desgastante de
monología.

No sería nada novedoso que dentro de estos elementos que emergen y se


implican como partituras y sinfonía, encontremos la presencia del poder, no
poder entendido en sentido político (aunque también) sino como constitución
trans-fórmica impregnada en todo proceso que se suscita, tiene lugar, es
posible, acontece de facto, “se muestra así” en esa plasticidad denominada “lo
social”. Siguiendo a Foucault tenemos entonces que las relaciones de poder
son sutiles, múltiples y se dan en distintos niveles,3 relaciones que pasan por
nuestra carne, cuerpo, sistema nervioso…4

Más que exceso es una aseveración que peca por su aplastante veracidad, el
poder, la condición de asimetría que se despliega en todo ámbito societal
direcciona su flujo como imperativo fórmico; que da forma, que sedimenta, que
moldea y deforma a su antojo toda actividad, actitud y desplazamiento. Toca
con amplitud y sencillez monstruosa todo ámbito que corresponde a nuestro
proceso de formación, evolución, socialización; desde lo más profundo de
nuestra intimidad hasta lo más placentero de nuestra filogenia. De tal suerte
que hacemos de ello una práctica que se hace cuerpo.5

2
Trabajo, control, vigilancia, producción, saber, clases sociales, estado.
3
Foucault, Michel, La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, pp. 169.
4
Ibíd. Pp. 166.
5
Recurro a ideas de suma utilidad pedagógica como “habitus”, “campo ontológico”,
“forma” y “campo morfogenético”. Es posible que se encuentren más y mejor
apremiados conceptos, sin embargo estos son los que considero de mayor riqueza. De
acuerdo a mi secuencia consúltese: (Bourdieu, 2002), (Lahire, 2006); (Rojas, 2006);
(Maffesoli, 2005b, 2005c), (Jokisch, 2002), (Luhmann, 2007, 1998b), (Simmel, 1900);
(Sheldrake, 2007a, 2007b, 1990)
Conocimiento, acción, experiencias, expectativas, educación, socialización,
destrezas, actividades físicas, etc. Todas y cada una de estas múltiples y
variadas especificidades (dimensiones) se emplazan como condiciones de
existencia sobre la que nosotros podemos inferir de algún modo. Somos parte
de una familia, ingresamos a la escuela, pertenecemos a algún club deportivo,
nos relacionamos con nuestros vecinos, etc. Nuestra incumbencia quizá esta
marcada más por un flujo de obligatoriedad que por voluntad propia, pero eso
cambia a lo largo de nuestra vida.

Primero no tenemos absolutamente nada que decir ni opinar porque no


sabemos, o al menos eso es lo que se ha reforzado a través del tiempo; y a
medida que uno crece y forja su carácter y personalidad, las responsabilidades
aumentan y se es parte (porque antes parece que no se era) ahora del
atractivo existencial como hombre de provecho. Hombre (o mujer) capaz de
desarrollarse y ser alguien en esta vida, y como es demás sabido útil a sí
mismo y a la sociedad porque ahora puede hacer en ella lo que antes se le era
negado por su indulgente precariedad de atributos; trabajar, insertarse en la
dinámica que hace ser al más insolente de los condenados alguien que hace y
produce.

De lo contrario uno es tan sólo un ajeno a eso que es considerado como


normal, una patología que debe ser eliminada tan pronto como sea posible ,
algo desechable sobre lo que es fácil e imperiosamente necesario echar mano
de nuestro alago por hacerlos ver como lo más grotesco que alguien pudo
haber imaginado; de pronto esta otredad deviene en eso a lo que tenemos más
miedo, aquello a lo que debe de ponérsele algún adjetivo porque
nominalmente queda limitada nuestra vaguedad léxica circunstancial para
hablar de ellos.

Vivimos una vida donde los modelos para hacer las cosas, siguen un molde que
escribe y describe hasta el más ínfimo de los detalles una secuencia que sigue
una línea guía que origina un principio y un fin específicos; un principio de todo
y un final para ese desarrollo que ha sido forjado a fuerza de voluptuosas
imposiciones sobre la forma de ser y estar en el mundo, un exceso que culmina
con la más fina de las sensibilidades sobre esa apropiación del mundo.

Se presentan como indeseables sobre los que se debe decidir lo mejor y más
conveniente para ellos, puesto que es notorio que no saben como hacerlo ni
porque hay que hacerlo de este modo; de eso contamos con una de las más
fascinantes historias conocida de mejor modo como occidente. La historia de la
civilización occidental está llena de maravillosos ejemplos sobre como tratar al
extraño, y siguiendo a Emma León podemos decir que:

Esto es así porque Occidente tiene poder, en cuanto a nombre en sí


mismo. Su fuerza descansa en ser la medida y referencia
permanente: en el hecho de que su nombre <<es el nombre de un
origen>> a partir del cual se establecen los criterios de identidad de
conductas, se imponen creencias y se revelan certidumbres (…) De
ahí que Occidente, como cualquier nominación con funciones
<<modélicas>> y paradigmáticas, sea el nombre para la claridad, la
diferencia, el análisis, la racionalidad, la cultura y la civilización. En
suma, que sea el gran vocablo para encumbrar las cualidades que,
desde su peculiar colocación, caracterizan la condición
verdaderamente humana. Lo Otro, es Otro que el poder de nombrar
deja exiliado en el reino de los reflejos especulares, será sombra,
misterio, desorden, caos, debilidad, tinieblas: material en bruto a la
espera de un esfuerzo de domesticación y, por tanto, de salvación
que comienza precisamente allí, con su propio bautismo en
negativo.6

Referencia acogedora que disloca y trasgrede toda posibilidad de presentación


como alguien con capacidades para hacer y aprender, alguien que en su
especificidad hace suyo el mundo e intenta bajo los medios que le son
accesibles “dar-de-sí”/”aprehender-de-otro”. Dinámica que implica todo
acercamiento de lo que es alguien como persona donde se pone en juego y
pone en juego la misma composición ontológica de sí mismo y de otro al que
accede; desafortunadamente aun no es posible ese tipo de contacto que
acaricia la simetría relacional y es socavada por una aspereza oblicua de poder
hecho sujeto.

Dificultades displacientes que terminan por excluir la problemática a otros


ámbitos donde las salidas son un tanto endémicas, aunque los avances y los
intentos son ejemplares, aun no son suficientes. Términos, conceptos y todo el
eje reflexivo y epistémico bajo el cual se formalizan ideas como “mundo de la
vida” o “intersubjetividad” no son lo suficientemente competentes como para
poder precisar toda la connotación que el término Otredad trae bajo de si.
Suponen demasiadas cosas que desde mi punto de vista y valiéndome de
Emma León no precisan que es eso ajeno, además que difícilmente podrían
soportar la carga de responsabilidad ontológica que:

Para hacerlas manejables, así como una forma de paranoia


consistente en darles nombres con significados precisos de identidad
ya que, si no se pueden eliminar <<…ontológicamente […] se tienen
los medios para capturar(las), tratar(las), describir(las), mejorar(las),
alterar(las) radicalmente>>. La nominación del mundo ajeno y, con
ellos, las formas de designación de su identidad, comparten con al
geografía imaginaria (…), el papel de legitimar vocabularios y
universos del discurso, figuras representativas o tropos que se
asumen declarativos y evidentes, existentes desde un tiempo
inmemorial; transmiten tales impresiones de repetición y fuerza, que
cada vez que aparecen realidades en nuestro campo de experiencia,
independientemente de su expresión inédita, obligan a hacer
imputaciones de identidad ontológica ya establecidas.7

6
León Vega, Emma, Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad, Anthropos-
CRIM-UNAM, pp. 75-76.
7
León Vega, Emma, ibíd. Pp. 72. Extraído del original: Said, Eward W, Orientalismo,
Madrid, Libertarias, al Quiba, 1990, pp. 100 y 126.
Por tanto, este trabajo tiene como eje central esta discusión que oscila entre la
posibilidad de nominación, existencia, esencia, presencia y configuración de
sentido como Otredad contrastándolo con una nominación, existencia, esencia,
presencia y configuración de sentido de un Nosotros. De un Propio a diferencia
de un Ajeno, dando pie a una reflexión que necesariamente tendrá que echar
mano de trabajos que propicien una apertura epistémica, arqueológica,
sensible, cognitiva y ontológica.

Enfocando la génesis de procreación de las sensibilidades existenciales de


ambas competencias ontológicas: Los otros y Los propios; dando pie a un
entramado morfológico de la configuración hegemónica que ha tenido como
punto fuerte la construcción de sentido que hemos hecho a lo largo de la
historia, en pocas palabras, vislumbrar los cimientos de nuestra forma de
inferir, estar, actuar, y saber en el mundo. Que resumido queda fijado por una
oración un tanto simple: Voluntad para Dominar.

Haciendo del dominio un juego de control y predisposición para continuar


formalizando todas las dimensiones constitutivas de la vida como actualmente
las conocemos. Por otra parte, a medida del avance de la discusión, se
entreverá la conjugación de una segunda parte que haga de esta posibilidad de
existencia de esos otros como Otros que observan. Si en un principio sólo se
hará énfasis en su existir, en éste segundo segmento se propondrán lo más
satisfactoriamente posible la forma en como estos otros nos han observado.

De cómo hemos sido para con ellos y como es que esta voces pasivas son casi
siempre condición infructuosa de nuestro allanamiento, nuestra trasgresión,
nuestra impune y celebre resistencia a ceder un poco de lo nuestro a los
demás. Que hemos sido excesivamente injuriosos envileciendo toda posibilidad
para lidiar de una mejor manera con lo que nos es extraño. A la par se irán
colando aspectos como la capacidad de relacionalidad de las redes de los Otros
con Nosotros y si es que el trabajo lo permite, lidiar con una posibilidad de
entendimiento de lo extraño desde lo nuestro, de lo extraño hacia lo nuestro, y
desde lo extraño hacia lo extraño.

Bibliografía:

Bourdieu Pierre, 2002 (1982) La distinción criterios y bases sociales del gusto, Taurus,
Madrid.

Foucault, Michel, 2001 (1978), La verdad y las formas jurídicas, Gedisa, España, 8ª re.

Habermas Jürgen, 1999, La inclusión del otro. Estudios de teoría política; Paidós Básica,
España.

León Vega, Emma, 2005, Sentido ajeno. Competencias ontológicas y otredad,


Anthropos-CRIM-UNAM, España.

Luhmann, Niklas, 2007 a, La sociedad de la Sociedad. Herder-UIA. México.


-------------------, 1998 b (1984), Sistemas Sociales. Lineamientos para una teoría general,
UIA-Anthropos-Ceja, 2ª ed. España.

Maffesoli, Michel, 2005b (1997), El nomadismo. Vagabundeos iniciáticos, FCE,


Breviarios, México.

---------------------, 2005c, (1985), El conocimiento ordinario. Compendio de sociología,


FCE, México,

Sheldrake, Rupert, 2007 (1981), Una nueva ciencia de la vida. La hipótesis de la


causación formativa, Kairós, 3ª edición, Barcelona.

Watts, Alan, 2008 (1990), Qué es la realidad, Kairós, Barcelona, 2ª ed.

Watzlawick Paul (Comp.), 2002 (1981), La realidad inventada, Gedisa, 2ª ed. España.

Wilber, Ken, y otros, 2007 (1972) El paradigma Holográfico. Una exploración en las
fronteras de la ciencia, Kairós, Barcelona, 7ª ed.

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