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“OTRO MUNDO
ES POSIBLE”
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José M. Castillo
2. LA EXPERIENCIA HUMANA: TRAICIÓN Y SOLEDAD
La primera eucaristía
La experiencia humana
¿Y qué fue aquella cena? Por consiguiente, ¿qué pasó allí aquella
noche y qué experiencias humanas se vivieron en aquella ocasión?
Ante todo, Jesús no mandó que digamos lo que él dijo, sino que
hagamos lo que él hizo. No es lo mismo “decir” que “hacer”. Como “no es
lo mismo predicar que dar trigo”, según dice el antiguo refrán y es cosa
que comprende cualquiera. En cada misa, cuando llega el momento que
llamamos de “la consagración”, el sacerdote tiene buen cuidado de
“decir” exactamente las palabras que Jesús dijo. Pero lo que no está tan
claro es que, en cada misa y en cada parroquia o en cada convento, el
sacerdote que preside la misa (y los cristianos que están allí con él)
tengan también el mismo cuidado de “hacer” lo que hizo Jesús.
Exactamente, lo que hizo Jesús en aquella cena. Lo cual es mucho más
serio de lo que parece a primera vista.
En efecto, se trata de hacer lo que hizo Jesús para que eso sea y
se constituya en la “memoria” o, para decirlo con la palabra que se
utilizaba en aquel tiempo, el “memorial” (en griego, anámnesis) de lo que
es y lo que representa Jesús en nuestras vidas. Hay que insistir en esto:
hay que hacer lo que hizo Jesús aquella noche. Y de esa forma, cuando
hacemos eso, lo que hacemos es para nosotros el “memorial” que hace
presente a Jesús en nuestras vidas. Aquí es fundamental tener en cuenta
que, para los judíos, era (y es) muy importante el tema de la “memoria”,
una palabra que viene de la raíz hebrea zâkar, que no es un simple
“recuerdo”, sino una “acción” que hace presente lo que recordamos o
aquel a quien recordamos.
Ahora bien, lo que ante todo recordamos y hacemos presente en
la eucaristía es el “recuerdo”, el “memorial”, de lo que hizo Jesús aquella
noche de despedida y lo que allí se vivió. Pero, como es lógico, lo que allí
se vivió no fue solamente la comida del pan y del vino, sino, además de
eso, las experiencias y sentimientos de Jesús y de quienes compartieron
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aquella comida con él. Como los judíos cuando cada año, en la noche de
Pascua, hacen “memoria” de lo que Dios realizó con ellos (Deut 5, 15; 8,
2; 26, 3-10), no se limitan a tener presente que los israelitas mataron un
cordero y se lo comieron la noche aquélla en que (según sus creencias)
salieron de Egipto, sino que, sobre todo, lo que recuerdan y quieren
hacer presente es lo que aquello significó, que fue la liberación de un
pueblo de esclavos. De la misma manera, en cada misa, es importante el
recuerdo de la comida del pan y de la bebida del vino. Pero no nos
podemos quedar en eso. Lo importante es hacer presente lo que la
comida del pan y el vino representan, que es la presencia en nuestras
vidas del mismo Jesús. Y, más en concreto, la presencia de Jesús que se
hace actual mediante una comida compartida. Ahora bien, ¿qué significa
eso?