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El diplomtico extranjero no est exento de cualquier jurisdiccin; slo lo est de la jurisdiccin del Estado que lo alberga, debiendo
someterse en todo caso a la jurisdiccin del propio Estado. Por tanto, al encontrarse un ciudadano espaol ante una supuesta violacin del
derecho local, en los casos en los que la inmunidad diplomtica despliegue sus efectos, deber dirigirse a su propio Ministerio de Asuntos
Exteriores, el cual, reconociendo la validez de las razones expuestas, podr declarar "persona no grata" al representante del Estado
extranjero y obligarle a abandonar el pas, informando al Estado de origen, el cual iniciar inmediatamente las acciones legales, de oficio o
a instancia del sbdito espaol, contra el interesado, al objeto de restablecer el orden jurdico vulnerado.
Por otro lado en el segundo caso, al ser una actividad pblica de representacin y no destinada
a actividades comerciales, no podra reclamarse, ya que al ser un acto in iure imperii goza de
inmunidad. Si bien podra tratar de denunciarse, si cupiera la posibilidad de que la naturaleza
o finalidad de la compra fuera in iure gestionis.
en nuestra STC 107/1992, fundamento jurdico 3, se declar que "el rgimen de inmunidad de ejecucin de los Estados extranjeros
no es contrario, cualquiera que ste sea, al derecho a la tutela judicial efectiva consagrado por el art. 24.1 C.E.", otro tanto cabe decir
ahora respecto a la inmunidad de la jurisdiccin civil de los Agentes diplomticos.
En efecto, esta limitacin ha de reputarse legtima desde un punto de vista constitucional pues posee un doble fundamento
objetivo y razonable: en primer lugar, en el principio de igualdad soberana de los Estados consagrado en el art. 2.1 de la Carta de
las Naciones Unidas y al que expresamente se refiere el Prembulo del Convenio de Viena de 1961. En segundo trmino en el
principio de cooperacin pacfica, que tambin se deriva de aquel tratado internacional. Pues si el primero implica la igualdad
jurdica de todos los Estados y el mutuo respeto de su personalidad, de ello se sigue que un Estado soberano no puede, en principio,
someter a otro Estado sin su consentimiento a la justicia de sus Tribunales (par in parem non habet imperium).