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posmodernidad1
1. Introducción.
La idea de frontera, tan convocada en estos tiempos para dar cuenta de las inestabilidades,
transiciones, a veces equívocas y a veces muy ciertas, nos permite introducirnos en un debate
que consideramos actual: la relación modernidad-posmodernidad. Se trata de suspender el
pensar en términos binarios, para percibir las continuidades y las hibridaciones que se producen
en estos territorios inciertos y liminares.
Las democracias modernas al instituir un nuevo polo de identidad mediante la figura del “pueblo
soberano”, pretenden acotar y controlar bajo un aspecto de “unidad sustancial” la
indeterminación radical que habita en toda experiencia colectiva, o lo que Spinoza llamaría
“multitud”. Sin embargo, sabemos que esa búsqueda de identidad no se separa nunca de la
experiencia de la división (Lefort, 1990). De ahí que el carácter conflictivo de las democracias
modernas y el riesgo de que eso conduzca a regímenes totalitarios estén en el centro de la
filosofía política, tal como la entienden, con matices, Arendt y Lefort (Belinsky, 2009). De este
modo vemos cómo la independencia de ese espacio liminar, de creación, que llamamos “lo
político” es decisivo para la emergencia de subjetividades políticas.
Desde la teoría social clásica es habitual pensar lo social estableciendo dicotomías como por
ejemplo, individuo y sociedad, naturaleza y cultura, estructura y acontecimiento (Fernández,
1989), lo cual ha llevado a construcciones ficcionales que fueron performando dispositivos de
subjetivación o políticas de subjetivación -modos de pensar, de sentir y de hacer- también
dicotómicos. La ficción del individuo atraviesa desde el ámbito teórico (teoría jurídica, teoría
política liberal, y otras tantas) hasta las prácticas cotidianas, y constituye una forma política de
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Presentado en Primeras Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea. 2010
subjetivación muy arraigada.
Tanto lo individual como lo social son dos ficciones instituidas en el imaginario social de la
cultura occidental y que hoy en día siguen operando. Individuo y Sociedad componen una
antinomia que propone maneras de ver y de pensar las cosas. Esta forma de ver, es hegemónica y
está inscrita como un cliché fijador con medios de expresión, comunicación y performatividad
bien definidos.
Las experiencias de frontera permiten empezar a cuestionar las instituciones que legitiman,
mantienen y sostienen dichas ficciones. Nos referimos a todas aquellas formas en que el Estado
se hace/ía presente en nuestras vidas cotidianas, es decir, las formas que tiene/ía de configurar
el poder político, la educación, el control, y por qué no también los modos de hacernos gozar. En
este sentido, las experiencias de frontera se mueven en el territorio de las luchas por la
autonomía, en tanto que aperturas ontológicas y posibilidad de sobrepasar el cerco de
información, de conocimiento y de organización que caracteriza a los seres autoconstituyentes
como heterónomos (Castoriadis, 1998).
La conceptualización “cultura de masas”, nos da a ver, nos muestra, enfoca sobre y hace un
énfasis insistente, en las homogeneidades a través de la producción a gran escala ocultando esta
tendencia bajo variaciones superficiales destinadas a fundar la ficción de nuevos productos y de
nuevos prometedores escenarios a habitar. De este modo, el cliché parece engullir la vida y los
territorios transicionales donde es posible la creación común y su sentido político. Pareciera que
nuestra “agencia” como “ciudadanas/os libres” de las democracias modernas occidentales, se
limita a poder elegir entre posibilidades ya propuestas.
Es por ello que nos interesa arrojar una mirada crítica sobre el sistema actual de producción
capitalista, y la lógica del mercado globalizado, centrándonos en los procesos de producción de
subjetividad y sus correlatos políticos. En tanto hablamos de subjetivaciones políticas y políticas
de subjetivación, nos preguntamos: ¿cómo pensar en términos “colaborativos” -al modo que lo
enuncia Maurizio Lazzarato con la llamada “colaboración de mentes”- en un contexto de
apropiación, acumulación, y generación planetaria de pobreza?; ¿cómo pensar subjetivaciones
políticas que no queden entrampadas en las políticas de subjetivación que nos impone la lógica
del mercado?.
Asimismo, con el ejemplo que citamos antes de la “cultura de masas”, vemos también cómo es
precisamente en la cotidianidad, en el día a día, donde se articula la lucha permanente contra
el cliché, contra las formas hegemónicas de mirar que pretenden reinar sobre la vista, y que
pretenden aplastar la sensación contra un único nivel. Es en la lucha permanente de la
pragmática de la convivencia, donde podemos encontrar uno de los territorios en los que es
posible desmantelar la idea moderna de individuo y sus consecuencias políticas.
Ingadar los modos socio-históricos de subjetivación constituye una de las tareas más desafiantes
del proyecto foucaultiano (Dreyfus y Ravinow, 1988) de poder pensar la subjetividad sin apelar a
un sujeto trascendental, ni a un sujeto psicológico. En este sentido, interrogar las narrativas que
desde la teoría social clásica han prefigurado la dimensión de la subjetividad encasillándola en
los límites de la individualidad nos parece una tarea que debe acompañar a los debates actuales
sobre teoría política contemporánea.
Se trata de buscar otro modo de entender la subjetividad articulada a los contextos que
nombrábamos en nuestra introducción, tanto sea el de la llamada “cultura de masas” y la
producción de subjetividades miserables, como el de “frontera” -refiriendonos a todas aquellas
experiencias que cuestionan las leyes de existencia que fijan las ficciones modernas- y las
formas posibles de disidencia y autonomía.
Tras las sucesivas crisis en las ciencias sociales, las cuales traducían lo que en las calles iba
sucediendo -movimientos obreros y estudiantiles, luchas de liberación en países colonizados,
guerras infames, etc-, fuimos asistiendo a una profunda transformación de la idea de
subjetividad, ya no ligada a aspectos negativos o poco objetivos, sino como una herramienta útil
y necesaria para avanzar en el conocimiento -la perspectiva de Investigación Acción Participativa
en la Psicología Comunitaria es también un buen ejemplo de esta transformación.
Ahora bien, con los nuevos movimientos sociales vemos surgir un giro más radical en esta noción
de subjetividad, no ya como aquello que inextricablemente constituye todo conocimiento, sino
como la dimensión estrictamente semiótico-material necesaria y fundamental para que la vida
social y política sea posible. El territorio de la subjetividad y de su producción es un espacio de
lucha, que abarca desde las dimensiones ecológicas, políticas, sociales y económicas que la
determinan hasta las formas en que dichas dimensiones se conectan unas con otras para la
emergencia de sujetos.
Boaventura de Sousa Santos sostiene que lo “nuevo” de estos movimientos sociales consiste “en
que construyen tanto una crítica de la regulación social capitalista, como una crítica de la
emancipación social socialista tal y como fue definida por el marxismo. Al identificar nuevas
formas de opresión que sobrepasan las relaciones de producción, y que ni siquiera son
específicamente de ellas...” y más adelante especifica “Sin querer entrar en el debate sobre la
continuidad o la ruptura entre los viejos y los nuevos movimientos sociales me parece innegable
que sin la experiencia histórica de la dominación en la esfera de la producción, hoy no sería
social y culturalmente posible, pensar la reproducción social en términos de relaciones de
dominación. Y la verdad es que los países con fuertes NMSs, tienden a ser países donde fueron, y
quizás todavía son fuertes los viejos movimientos sociales” (de Sousa Santos, 1995).
Pero también sabemos que donde hay poder hay resistencia. Es por ello que ponemos atención
en las subjetivaciones políticas que subvierten estas políticas de subjetivación miserables, ya
que todo modo histórico de subjetivación es inseparable no sólo de las estrategias de poder que
en él intervienen sino también de los modos de disidencia, y éstas también, como decíamos más
arriba, se materializan en los cuerpos.
En este apartado haremos una breve referencia a aquellas experiencias, de las cuales hemos
participado y que consideramos instituyentes de nuevos modos de articulación social y de
emergencia de sujetos en estos territorios de frontera. Nos referiremos al surgimiento de las
asambleas barriales y la toma de fábricas en Argentina.
En diciembre de 2001, Argentina vivió una de las crisis institucionales más contundentes de su
historia política. La sucesión de cinco presidentes en pocos meses ha sido un buen ejemplo de
ello. Con la frase “que se vayan todos, que no quede ni uno sólo”, se sintetizaba el hartazgo de
gran parte de la población respecto de la clase política. Surgen en ese momento, las llamadas
asambleas barriales.
Las esquinas de los barrios, las plazas, los clubes, las calles, se transforman visiblemente en
territorios de encuentro, de articulación, y de creación. El espacio público retoma su sentido
político y las personas ven transformar su existencia en el encuentro con otras/os. Surgen
proyectos de economia solidaria, también huertas comunitarias, discusiones comunes, como por
ejemplo el tema del agua, la deuda externa, y otros. En esta dinámica, en los lugares comunes
de tránsito se hace disponible la coordinación de la que deviene el tiempo de la “táctica”, para
luchar contra la administración gerencial “estratégica” (De Certeau, 1999), es decir, para
organizar la astucia, para tejer acciones calculadas que funcionen como actos de resistencia y
construcción de autonomía colectiva.
La democracia, como forma política, muestra su cara más ficticia. La representación, como
forma de poder, se revela insufciente y falaz. La toma de decisión a través de las asambleas, se
convierte en un modo de construir el sentido político de la existencia social, y personal. La
potencia del encuentro con otras/os, posibilita la creación conjunta de diferentes relatos que
cuenten qué nos pasó -las murgas son otro buen ejemplo-, pero también y sobre todo, que nos
cuenten un porvenir. Construir colectivamente relatos, narrarnos, y narrar en el intercambio con
otras/os abre posibilidades a la colaboración y a la puesta en marcha de proyectos.
La narrativa estatal y los sujetos que la performaban se desfondan, el agujero de sentido parece
inevitable, y las condiciones para la creación se tornan evidentes. La defensa de los puestos de
trabajo a través de la toma de fábricas y la puesta en marcha de la autoorganización y
autogestión por parte de las/os trabajadoras/es devino otra forma de enfrentar el abismo de la
desocupación. Es por ello, que elegimos hablar de las prácticas, los usos y las subversiones que
hacemos respecto de las disponibilidades semiótico-materiales propugnadas y distribuidas desde
los estratos de poder.
4. La frontera
Lo que la razón moderna ignora, lo que la razón moderna pretende eliminar le retorna una y mil
veces como destructividad y violencia, pero también le retorna en el contexto actual
¿posmoderno? en la emergencia de subjetividades disidentes y autónomas. Los nuevos
movimientos sociales, esas multitudes anónimas que en el encuentro con la/el otra/o producen
sentidos y esperanzas, están creando otros mundos posibles. La referencia a Otros mundos
posibles sin dudas plantea la comparación con lo que ya conocíamos: el orden y el progreso
liberal, pero también la emancipación en clave socialista.
Los nuevos movimientos sociales no anuncian una revolución a nivel macro social, tampoco
surgen con el objetivo de avanzar hasta la toma de poder del Estado. La diferencia es notoria y
una nueva existencia política, cargada de la experiencia material de quienes protagonizan estas
luchas disidentes y autónamas, la carateriza. La contradicción se disputa en los espacios
cotidianos, donde la hegemonía del mercado y sus atributos y exigencias alcanzan un nivel de
naturalización social que parecen impensables sin él (de Sousa Santos, 1995).
En este sentido, las experiencias de frontera se caracterizan por vivir sin duplicidad y con igual
intensidad la hegemonía del mercado y la lucha contra ella. Como señala de Sousa Santos, “La
concreción de esta posibilidad depende de muchos factores. Por ejemplo, se puede decir con
certeza que la difusión social de la producción contribuyó a desenmascarar nuevas formas de
opresión y que el aislamiento político del movimiento obrero facilitó el surgimiento de nuevos
sujetos sociales y de nuevas prácticas de movilización social”.
En nuestro país, Argentina, un ejemplo de ello son las experiencias de lucha de las/os
trabajadoras/es que se desmarcan de las viejas prácticas burocráticas sindicales, surgiendo un
vital movimiento que encarna prácticas disidentes o lo que se llama “sindicalismo
independiente”. Entre estas experiencias podemos nombrar la de las/os trabajadoras/es del
Subte de Buenos Aires.
Para finalizar, la emergencia de subjetividades políticas -en épocas de defondamiento del Estado
por el mercado y de destitución de las ficciones que clásicamente sostenían prácticas de
gobierno, educativas, culturales, económicas, jurídicas, etc.- es un acontecimiento que creemos
digno de subrayar, seguir, sentir, escuchar, palpar, tantear en las experiencias de frontera entre
modernidad-posmodernidad. Puede que en ella nos encontremos.
Bibliografía citada
− Belinsky, Jorge (2010): “Horror vacui, horror loci: Claude Lefort y los psicoanalistas”. En
revista de literatura y pensamiento Afinidades, núm. 3, Granada, España.
− Castoriadis, Cornelius (1998): “La cuestión de la autonomía social e individual”. En
revista Contra el poder, núm. 2, Madrid.
− De Certeau, Michel (1999). La invención de lo cotidiano. México: Universidad
Iberoamericana.
− de Sousa Santos, Boaventura (1995). De la mano de Alicia. Lo social y lo político en la
postmodernidad. Santafé de Bogotá: Siglo del Hombre Editores, Facultad de Derecho
Universidad de los Andes, Ediciones Uniandes, pág. 312-331.
− Dreyfus, H. y Rabinow, P (1988). “El sujeto y el poder” en Michel Foucault: Más allá del
estructuralismo y la hermenéutica. México: Universidad Nacional Autónoma de México.
− Fernández, Ana María (1989). El campo grupal. Notas para una genealogía. Buenos Aires:
Nueva Visión.
− Fernández, Ana María (1996). “Notas para la constitución de un campo de problemas de
la subjetividad”. Revista Investigaciones en Psicología, del Instituto de investigaciones.
Facultad de Psicología de la UBA, Buenos Aires, 1996.
− Lacan, Jacques (1987). Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis. Buenos
Aires: Paidós.
− Lazzarato, Maurizio (2006). Por una política menor. Acontecimiento y política en las
sociedades de control. Madrid: Traficantes de Sueños.
− Lefort, Claude (1990). “Democracia y advenimiento de un lugar vacío” en La invención
democrática. Buenos Aires: Nueva Visión.