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El nivel consciente
de la memoria
Una hipótesis de trabajo
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Universidad de Lima
Fondo de Desarrollo Editorial
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Colección Ensayos
Primera edición 1998
© Pedro Ortiz Cabanillas
© De esta edición
Fondo de Desarrollo Editorial
Universidad de Lima
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Casilla postal 852, Lima 100, Perú
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Diseño, edición y
Carátula Fondo de Desarrollo Editorial
Impreso en el Perú
ISBN 9972-45-075-9
Índice
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Prólogo 9
Introducción 13
El modelo clásico de la memoria 17
El marco conceptual 25
1. Los sistemas vivos son sistemas de información
2. Los niveles de organización de la persona son sistemas de
memoria
Bibliografía 118
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Prólogo
Uno de los procesos básicos de la actividad mnésica que debe explicarse es el paso
y codificación de la información almacenada en uno de los tres componentes, en el
nivel subconsciente de la información, a uno de los planos de la actividad
epiconsciente: la percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación de la
personalidad, o también en el sentido inverso, todo ello en un momento dado de la
historia personal. En todos los casos el autor considera que la memoria adopta los
aspectos de representación y de procedimientos sobre la base de la información
contenida en cada uno de estos sistemas.
El autor concluye que el neocórtex cerebral es el verdadero sistema de memoria del
nivel consciente, cuyas redes codifican la información social en cada uno de los niveles
de su organización y, en consecuencia, es la única estructura cerebral que contiene
todos los niveles de organización de la personalidad, es decir, los niveles celular-
psíquico, tisular metabólico, orgánico-funcional, neocórtico-psíquico subconsciente y
neocórtico-psíquico epiconsciente. Esto refuerza la conclusión de que el neocórtex
codifica información social de nivel epiconsciente en redes neurales interconectadas y
distribuidas en paralelo en ambos hemisferios cerebrales, a nivel subconsciente,
funcional, metabólico y genético.
La memoria ha constituido siempre un importante tema de estudio para la
psicología, que ha sido investigado fundamentalmente como un proceso cognitivo
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Introducción
Los notables esfuerzos que los estudiosos del cerebro y la cognición han realizado en
este siglo por esclarecer la naturaleza de la memoria, con resultados valiosos por cierto,
demuestran claramente su importancia como uno de los aspectos de la actividad humana
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nuestras acciones dirigidas a la atención de sus déficit –en especial de los que afectan
su conciencia–, éstas deben cumplir sus objetivos superiores. Se exige, entonces, que
este trabajo se lleve a cabo sobre la base de una concepción lo más correcta posible
acerca del individuo humano en proceso o que ha llegado a ser una personalidad.
Es en este sentido que pensamos que los problemas de la memoria no deben
plantarse como si se trata de la memoria en abstracto y fuera de contexto, como un ente
que existe por sí mismo, sino como la memoria de una persona que ha sido o puede
haber sido afectada por los problemas que le crea la sociedad o la naturaleza en que
vive. Justamente, sobre la base de esta idea tenemos la pretensión de replantear la
cuestión de la naturaleza de la memoria en tanto es un aspecto primordial de la actividad
personal. Para ello habrá necesidad de reinterpretar las observaciones largamente
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Es ya de por sí interesante que en las dos últimas décadas del siglo pasado se sustentaran
los conceptos teóricos básicos sobre la memoria humana. Desde entonces, el esquema genérico
se ha mantenido hasta ahora, por cierto con modificaciones que han dependido principalmente
de los avances en la tecnología de la información más recientes. Como se sabe, estos avances
han sido mejor plasmados por la psicología y las neurociencias cognitivas, aunque no creemos
que éstas hayan cambiado en lo fundamental los conceptos tradicionales.
Así, Wernicke propuso –al explicar el fenómeno afásico– el concepto de memoria verbal;
Ribot describió el curso de la disolución de la memoria; Jackson asoció imagen y movimiento;
Ebbinghaus inició el estudio psicológico experimental de la memoria; Korsakoff describió una
de las formas más llamativas de amnesia; Sanger-Brown y Schaffer describieron la pérdida de la
memoria tras la lobectomía temporal en un animal; Bekhterev reportó la forma de amnesia
debida a lesión del lóbulo temporal en el hombre; William James señaló la diferencia entre
memoria primaria y memoria secundaria.
Gran parte de estos conceptos, como ha sucedido con otros aportes de la neuropsicología de
fines del siglo pasado, apenas han sido modificados en su enfoque y definiciones básicas. Y es
que las concepciones que tienen una base objetiva, y que en realidad son descripciones de
hechos reales –como son las alteraciones de la memoria que se observan en pacientes con
lesiones cerebrales–, no pueden ser refutadas en tanto las descripciones no van más allá de la
realidad que se observa y describe, o manipula en algún caso. Otra cuestión diferente es la
explicación del hecho comprobado. Así, para que un hecho objetivo tenga alguna importancia
científica debe ser enmarcado dentro de un modelo conceptual que explica el desarrollo esencial
de los hechos que sólo se dan en el tiempo real. Más aún, se tendrá en cuenta que así como
existe la necesidad de explicar los procesos subyacentes al desorden patológico que aflige a una
persona, existe también la necesidad de comprender y explicar la actividad normal de las
personas para optimizarla y hacerla extensiva a todos los hombres. Sabemos que para lograr
estos objetivos superiores se tiene que usar tanto los datos obtenidos durante la atención de los
enfermos, los obtenidos por observación de la actuación objetiva de personas normales, así
como los obtenidos por la descripción autoconsciente de los procesos mentales subjetivos del
propio investigador.
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la influencia del conductismo se ha preferido hablar de una memoria a corto plazo y otra a largo
plazo. Sin duda que el esquema es central en la teoría de la memoria y por eso se ha mantenido
como la base conceptual de prácticamente todos los modelos de la memoria humana elaborados
hasta la actualidad. Es lo que se puede apreciar en las teorizaciones clásicas de, por ejemplo,
Neisser (1967), Ervin y Anders (1967), Norman (1969), Craik y Lockhart (1972), Werner
(1974). Una recopilación de la literatura clásica ha sido hecha por Pribram (1969). Nos parece
pues que el esquema se mantiene aún en las propuestas y discusiones más recientes, por ejemplo
de Salamé y Baddeley (1982), Squire (1982), Baddeley (1983), Tulving (1986), Bailey y Kandel
(1986), Schacter (1987), Tulving y Schacter (1990), Jacoby (1991), Kupfermann (1991), Perani
et al. (1993); Agranoff y Uhler (1994); Kandel, Schwartz y Jessell (1995); Squire y McFee
(1995), Delis y Lukas (1996). Revisiones desde un punto de vista más crítico se puede encontrar
en Rogovin (1970); Luria (1980); Catacora (1994); Gazzaniga (1995), y una visión más actual y
comprensiva de los aspectos neuroquímicos, fisiológicos y anatómicos en las revisiones de
Wang, Ko y Kelly (1997) y de Poldrack y Gabrieli (1997).
Aunque no es nuestro interés principal discutir los modelos vigentes, tenemos que señalar
por lo menos la confusión conceptual en que se sustentan, enumerando algunas de sus
limitaciones que a nuestro modo de ver destacan más en ellos. Con este fin sólo haremos alusión
a un modelo genérico como el del Cuadro N° 1 (tomado de Perani et al. 1993), que es una
síntesis de la conceptuación actual acerca de la memoria.
En primer lugar, el modelo trata de explicar todo el fenómeno de la memoria en abstracto
dentro del método de las ciencias naturales, y por lo tanto sin tomar en cuenta la diferencia que
hay entre la memoria animal y la de las personas, lo cual hasta cierto punto es lógico dentro del
dualismo, que al separar el psiquismo del organismo, considera la memoria como parte de la
cognición propia del psiquismo, un compartimiento superior al de la emoción que sería propia
del organismo sin mayores precisiones.
En segundo lugar, como se ha dicho, es interesante notar que el modelo es lo
suficientemente objetivo como para no ir más allá de la descripción de situaciones que podemos
comprobarlas en la vida diaria, y por eso la memoria se describe sobre la base del sentido
común, cambiando apenas los términos de uso familiar por los de la tecnología de la
experimentación cognitiva.
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Puede notarse claramente que en este esquema se toma como componentes esenciales de la
memoria los aspectos más externos o superficiales, que corresponden a los hechos objetivos de
aprender y recordar. Esta situación explica por qué hasta ahora no se ha podido definir si las
memorias de corto y de largo plazo son dos o una sola, ni ha sido posible relacionar de modo
concluyente los datos obtenidos experimentalmente en los invertebrados y cuanto se sabe sobre
la pérdida de la memoria debida a lesiones cerebrales, así como tampoco se ha podido explicar
las relaciones entre memoria y conciencia, memoria e inteligencia u otras.
Cuadro N° 1
Componentes de la memoria humana
bien una memoria práxica y otra verbal como modalidades de la memoria implícita?
La cuestión es que en la clasificación de las memorias no se ha tomado en cuenta la
verdadera naturaleza de contenidos y procesos, y ambos han sido considerados como dos clases
separadas de memoria. En consecuencia, mientras de un lado se tiene una memoria con dos
clases de contenidos, episodios y relaciones, de otro se tiene algunas clases de memoria que son
sólo formas de adquisición de información bajo las circunstancias creadas en un experimento.
Por eso cuando se clasifica la memoria implícita sólo es correcta la inclusión de las destrezas, y
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no tiene sentido ubicar aquí las técnicas de condicionamiento, mientras el status lógico de la
primación no queda definido.
En cuarto lugar, se supone que el esquema es un modelo general de la memoria, y sin
embargo no es en modo alguno exhaustivo, pues implícitamente da por hecho que la memoria
es un proceso puramente cognitivo. De esta restricción surge la idea de que la memoria es una
caja negra más ubicada en algún punto de la trayectoria que sigue la información entre la
sensación y el movimiento, o entre la percepción y el pensamiento. De allí la idea de que las
emociones –que son ubicadas dentro de otro compartimiento– sólo pueden favorecer o impedir
el proceso cognitivo de memorización. Esta división del cerebro en compartimientos o módulos,
si bien se explica por su analogía con la estructura de los instrumentos informáticos, en el fondo
sigue la tradición de las facultades de Galeno y Agustín (Changeux, 1985), llevada al campo de
las ciencias naturales por Francis Gall (Gall y Spurzheim, 1809), rescatada para las
neurociencias cognitivas por Fodor (1986), y aparentemente sancionada por el juego lógico, aún
no superado completamente, de tomar la función normal de un área del cerebro como el aspecto
inverso del déficit funcional causado por una lesión del área en cuestión.
En quinto lugar, dentro del esquema cognitivo ya resulta interesante por sí misma la
enorme dificultad que significa sostener cuál de las oposiciones es la fundamental dentro del
esquema de la memoria cognitiva: la oposición entre memoria primaria y memoria secundaria,
entre la de corto plazo y la de largo plazo, entre la declarativa y la de procedimientos, entre la
explícita y la implícita, entre la semántica y la episódica o entre la automática y la intencional.
Por lo tanto, no está claro si es correcto decir que hay dos tipos de memoria a largo plazo,
explícita e implícita, o que la memoria explícita puede ser a corto plazo y la implícita a largo
plazo.
En el mismo sentido, ¿por qué no se puede clasificar la memoria episódica en memoria
explícita e implícita? En todo caso, ¿en qué se basa el teórico de la memoria para decidir en
qué nivel de una hipotética escala debe ubicarse una de estas oposiciones, y cuáles son sus
componentes? Y desde otro ángulo, ¿en qué sentido estas formas de recuerdo son esenciales
para diferenciar los verdaderos componentes de la memoria humana?
Aunque sin tomar en cuenta todas estas consideraciones, desde hace poco tiempo hay por lo
menos la intención de evitar esta manera de oponer los distintos aspectos o formas de memoria.
Así, por ejemplo, Tulving (en Gazzaniga, 1995) propone una separación de cinco sistemas de
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como parte de la actividad de una persona, es decir, de la actividad social de los hombres, en
especial de sus procesos formativos y del desarrollo de sus capacidades. El modelo deberá
facilitar, entonces, la comprensión de los procesos cerebrales que subyacen al almacenamiento
de la información social por parte de una personalidad.
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El marco conceptual
Desde el punto de vista de su estructura y actividad, los seres vivos son sistemas abiertos que
intercambian materia y energía –estructurada y no estructurada– con el ambiente y los demás
seres vivos que los rodean, y así se automantienen, se reproducen y cambian como individuos y
como especie. Sin embargo, su actividad individual es autogenerada en el sentido de que se
inicia a partir de sus condiciones o necesidades internas, las que deben ser satisfechas desde el
medio exterior. Esto significa que todos los animales tienen atributos y características
fundamentales que son de la misma naturaleza o traducen una misma esencia. Desde un punto
de vista diferente, Monod (1971) a expresado lo mismo diciendo que desde la colonia de
bacterias hasta la sociedad humana, el principio que rige la organización de los seres vivos es
esencialmente el mismo, a tal punto que al aparecer el hombre no se crea una situación de
naturaleza diferente, sino únicamente una forma más compleja de organización, siempre dentro
de los límites del sistema vivo.
Debemos destacar que el grado de complejidad del sistema social humano, que es el
sistema dentro del cual nos formamos y desarrollamos como personas, no sólo es mucho mayor
que el de todos los demás niveles de organización que le precedieron, sino cualitativamente
diferente. Por esta razón no compartimos la idea de que la sociedad humana pueda ser una
simple característica emergente, abstracta de la especie homo sapiens. Pero este requiere de una
explicación.
tisular, orgánico, psíquico en que se organizan los animales, y el social que corresponde a los
hombres– es la información. Pensamos que la información es lo que en esencia mantiene la
organización, la unidad, supervivencia y capacidad de cambio a niveles superiores de
complejidad del sistema vivo. Con esto queremos decir que únicamente dentro de estos sistemas
materiales, las leyes causales son superadas por otras por las que la actividad de una cierta
estructura es modelo de desarrollo de los procesos que le dieron origen, procesos que son
convertidos en el soporte activo de la unidad y continuidad, de la integridad y reproducibilidad
de los individuos que componen el sistema.
La información se puede concebir como una superestructura que se origina a partir de un
conjunto de procesos más elementales, y cuya actividad es el modelo de desarrollo de estos
mismos procesos a los que reestructura y convierte en el soporte activo del conjunto del sistema.
Por lo tanto, en cada nivel de organización del individuo o del conjunto de individuos la
información debe permanecer como una estructura más estable que se mantiene dentro del
individuo, o del conjunto organizado de individuos, como es el caso de la sociedad humana, aun
cuando la estructura y la actividad de todo el sistema fueran modificadas por contingencias
internas del mismo o externas a él (como sucede, por ejemplo, con la enfermedad y la muerte).
Dentro de esta forma de conceptuación podemos sostener que en un sistema vivo de varios
niveles de organización, las interrelaciones entre un nivel de información y otro son procesos de
determinación que no tienen que ser sólo de curso ascendente –como son los conocidos
procesos epigenéticos–, sino también descendente –lo que hemos denominado cinéticos–, de los
cuales depende la reestructuración de los individuos que así mantienen su propia integridad y la
de todo el conjunto de la especie de la que forman parte. Es decir que desde que los procesos
biogenéticos dieron origen a las células, sólo la actividad de una estructura de un nivel superior
de organización puede determinar cinéticamente el mantenimiento de la integridad, unidad,
continuidad y reproducibilidad de estas células. En otras palabras, la actividad de aquella
estructura esencial de nivel superior que determina la existencia de la célula no es sino la
información genética.
La estructura de los individuos dentro del sistema vivo no es invariable, y, de hecho, han
surgido nuevas especies a partir de las ya existentes. Esto quiere decir que durante el desarrollo
del individuo pueden ocurrir cambios más o menos duraderos por medio de estas dos formas de
determinación, y que las modificaciones en la actividad de uno o varios de sus niveles de
organización puede significar un incremento de información o el surgimiento de nueva
información. Por esta razón, cada nivel de organización del sistema vivo es, en realidad, un
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sistema de memoria dentro del cual las instrucciones o los datos que corresponden a tales
modificaciones pueden mantenerse por tiempo más o menos prolongado; de este modo pueden
reproducirse y usarse como parte de la actividad del individuo, y en algún caso transmitirse a las
generaciones que le siguen.
Durante los procesos de organización de los sistemas animales, que son lo que nos
interesan, cada nivel superior de organización significa la codificación epigenética de las formas
de información ya existentes en los niveles inferiores que le preceden, para constituirse en una
clase más compleja y avanzada de información. Ejemplo de esta clase de memoria es la
codificación del estado metabólico del medio interno en información neural y ésta en
información afectiva no consciente, o la codificación de información cognitiva elaborada por
una persona en información social, codificada en las palabras que deja escritas en un papel.
Es posible suponer también que cuando la información de un nivel de organización superior
determina cambios en un nivel inferior, estos pueden retenerse y codificarse cinéticamente
como datos que contienen la información del nivel superior, y así ésta se convierte en
información del nivel inmediato inferior. Tal es el caso de las modificaciones que se producen
en la expresión genética de las neuronas de un invertebrado cuando se le sensibiliza a un
estímulo novedoso, o la codificación que se produce en la red nerviosa del cerebro de una
persona cuando ella aprende la información codificada en un libro. Es lógico pensar entonces
que estas formas de codificación cinética de nueva información en ciertos individuos explican
las mutaciones que han dado lugar a las especies.
Desde el punto de vista de una explicación de la naturaleza de la memoria humana
interesan, pues, no sólo los procesos genéticos que determinan la reproducción y la
modificación de la expresión genética de las células, ni siquiera sólo los epigenéticos que fueron
el punto de partida de los sistemas más complejos que hicieron posible el desarrollo progresivo
de la especie homo sapiens y su transformación en sociedad humana, sino también los procesos
cinéticos (una versión temporal de la retroacción de los objetos mecánicos) por medio de los
cuales, cualquiera fuese el nivel de organización de los sistemas individuales, la información es
el modelo de desarrollo de su actividad total.
Dada la importancia de estos conceptos, antes de plantearnos el problema de la naturaleza
de la memoria consciente, exclusivamente humana, debemos reseñar, aunque sea muy
someramente, la naturaleza de la memoria en los distintos niveles de organización de los
sistemas animales, es decir, desde la que corresponde al núcleo de las células hasta la que
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corresponde al cerebro de los animales superiores. Así quedara esbozado el razonamiento lógico
que nos llevara a explicar el surgimiento de la información social de cuya actividad depende la
reestructuración de los miembros de la sociedad humana y de la naturaleza puesta a su servicio.
Si conceptuamos el nivel de organización genético de la célula como un sistema de
memoria, podremos explicar como el código genético almacena la clase de información que le
permitirá no sólo retener ciertos cambios favorables en su actividad sino reproducirlos en su
estructura, en la forma de una mutación. Esto significa que la célula es capaz de generar y
mantener nuevas formas de respuesta frente a cambios que ocurren de modo regular, tanto a
partir de su medio interno como basado a los cambios de su ambiente exterior, cambios que
debe “reconocer” si ha de usarlos en el futuro. De este modo se explica la capacidad de una
célula para anticiparse a situaciones que de algún modo le atañen, una capacidad que
lógicamente implica la generación de una copia de la situación novedosa, que en esencia
consiste en la generación de un código interno por el cual dicha situación se convierte en
información propia de esa célula. La retención de este código y la posibilidad de usarlo, no es
sino esta otra forma de memoria cuya existencia es resultado de una modificación cinética de la
célula sobre la base no sólo de aquellas condiciones que han podido afectarle, sino a las que de
algún modo le favorecen.
Respecto de esta memoria celular, tendremos en cuenta entonces que las células disponen
de dos tipos de “reconocimiento”: uno mediado por receptores nucleares y otro por receptores
de superficie. Por medio de los primeros, la actividad genética intranuclear “se da cuenta” del
estado interno de la célula, esto es, respecto de los elementos que necesita. Por medio de los
segundos, la célula “reconoce” estos elementos que necesita o que le afectan y ha de
encontrarlos en su medio exterior. Todo aumento en esta segunda capacidad de
“reconocimiento” ya no puede depender sólo de procesos genéticos, sino también de los
procesos cinéticos por los cuales los cambios que ocurren fuera de la célula determinan la
modificación de su expresión genética tendente a la síntesis de nuevos receptores que serán
capaces de reconocer cada nueva situación que le afecte reiteradamente.
En los animales multicelulares sin sistema nervioso, suponemos que la actividad metabólica
intercelular (paracrina, endocrina) de sus tejidos ya depende del tipo de información que hemos
llamado metabólica, que se codifica en la red molecular intercelular que contiene las moléculas
mensajeras que comunican a las células entre sí. También existe la posibilidad de que esta
estructura metabólica se reorganice por contingencias internas y externas al individuo. Esta
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Hasta aquí el cerebro animal tiene mucho en común con el cerebro humano. Pero lo que
debemos destacar respecto de los hombres no es sólo la telencefalización de su sistema
nervioso, sino lo que es muchísimo más característico de ellos: la neocorticalización de su
cerebro. En tal sentido será imprescindible dilucidar en qué consiste este salto superior, así
como también será importante precisar en qué consiste la diferencia que hay entre la
información psíquica animal y la humana, que no es sino la diferencia que hay entre las formas
de determinación de la estructura psíquica inconsciente de los animales superiores y de la
estructura psíquica consciente de los hombres.
Si se ha concluido que los sistemas vivos son sistemas informacionales, también se puede
podrá concluir que la estructura de la actividad de sus distintos niveles de organización depende
de la clase de información que es inherente a cada uno de ellos. Se debe diferenciar entre
aquellas formas de memoria que se generan a partir de la actividad epigenética, y aquellas que
se generan sobre la base de la actividad cinética de cada nivel de organización del sistema vivo,
y que así como existen clases de información que generan otras de nivel más complejo –a partir
de la estructura celular, tisular, neural o psíquica, en sentido epigenético–, que luego se
almacenan en sistemas de memoria a un nivel superior de organización dentro del individuo, así
también cierta clase de información de nivel superior puede ser codificada en sentido inverso, es
decir cinéticamente, en los sistemas de memoria de los niveles inferiores. A estas dos formas de
modificación persistente de la información debe añadirse, por simple lógica, la posibilidad de
que la información de un determinado nivel se modifique por acción directa de procesos que
ocurren a su mismo nivel, tal como sucede en los procesos de transcripción de información. Por
ejemplo, las señales neurales generadas en una red afectiva, pueden interactuar y confrontarse
con señales que se procesan en una red cognitiva del mismo nivel.
Por medio de estas modificaciones que se mantienen en cada uno de sus niveles de
organización entendidos como su sistema de memoria, los seres vivos aumentan su capacidad
de organizar su actividad ante nuevas contingencias, pues la codificación cinética de
información de un nivel de organización en otro, de hecho constituye un incremento real de la
información en el sistema del individuo. Insistimos pues en que la mejora en el diseño de la
actividad de los seres vivos depende de modificaciones, por lo general favorables, en sus
sistemas de memoria, que codifican la clase de la información en el correspondiente nivel de su
propia organización.
Se puede concluir que todo individuo animal dispone de tantos sistemas de memoria como
niveles de organización tiene, y que sólo así puede codificar y almacenar las clases de
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de las personas desde sus etapas formativas. No hay pues la menor duda de la importancia que
tiene para el desarrollo humano esta acumulación de información social por parte de los
hombres, ya que de ella depende, según pensamos, la transformación de cada uno de éstos en
una personalidad. Tampoco cabe duda de que la retención de la información social requiera de
una capacidad de memoria que no tiene paralelo en la historia de los sistemas vivos. Será por
esta razón que cuando hablamos de “la memoria humana”, en general, hacemos referencia sólo
al sistema de memoria de nivel psíquico consciente que hace posible la acumulación de esta
información a partir de la actividad individual inconsciente, pero sobre la base de la información
del sistema de memoria supraindividual más complejo que es propio de la sociedad humana.
En nuestro intento por esclarecer las diferencias esenciales entre los hombres y los animales
(Ortiz, 1994, 1997a, 1997b), no nos ha quedado otra alternativa que plantear el principio según
el cual el neocórtex cerebral humano es la estructura neural que codifica estas formas complejas
de información jamás elaboradas por sistema vivo alguno, esto es, la información social que ha
sido y es creación y producto exclusivo de la sociedad humana. Esta es una clase de
información que no existe en los animales y es, por lo tanto, propia de los hombres. Es la clase
de información que debe ser incorporada por cada individuo posiblemente desde su concepción,
pero con toda intensidad desde su nacimiento hasta su muerte (si es que el individuo no es
excluido de la sociedad). Hemos sostenido que toda esta información, una vez incorporada, se
constituye en la conciencia de la personalidad. Justamente aquí trataremos de explicar que el
único lugar donde puede codificarse y almacenarse esta clase de información dentro de cada
persona es en el neocórtex cerebral.
De ser así, el soporte neural de la conciencia de los hombres no puede ser otro que el
neocórtex homotípico eulaminar de su cerebro. Hemos sustentado la idea de que la información
social incorporada y retenida en estas redes neurales se transcribe en información psíquica
consciente y así se convierte en el modelo de desarrollo que determina cinéticamente –no
epigenéticamente, ni mucho menos genéticamente– la reestructuración de todo el conjunto de la
actividad del individuo. Es decir, sostenemos que la información psíquica consciente es el único
modelo de desarrollo que reestructura la integridad de los individuos humanos, y que es así
como el sistema de la sociedad convierte a cada uno de los hombres en una personalidad.
En el Cuadro N° 2 resumimos nuestra concepción de la organización del sistema de la
personalidad, en el que cada uno de sus niveles es considerado un sistema de memoria que
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Cuadro N° 2
Niveles de Organización de la Personalidad
Será fácil de imaginar que durante la gestación, en los humanos, las redes neocorticales de
su cerebro pueden codificar epigenéticamente información psíquica inconsciente que procede de
las estructuras alocorticales, pero que también la información social –que existe al mayor nivel
de complejidad de la sociedad humana– se codifica y retiene sociocinéticamente en el neocórtex
cerebral.
En realidad, la información social que cada individuo humano encuentra vigente, desde el
momento de su concepción, es la que masivamente incorpora en el curso de su actividad desde
que nace hasta que queda formado el sistema de su conciencia y él se convierte en personalidad.
Es un principio ampliamente aceptado que los procesos de organización de los sistemas
animales que han surgido en el curso de la filogenia se repiten de modo similar en el curso de la
ontogenia de cada individuo. Este principio nos permite sustentar la conclusión anterior, y
asegurar que los distintos niveles de organización del individuo humano son otros tantos
sistemas de memoria que repiten aquellos que son propios de las especies animales que le
precedieron.
Pero debemos añadir el principio por el cual la información de un cierto nivel superior
determina cinéticamente la reestructuración de los niveles inmediatamente inferiores, y que de
este modo la acumulación de la información por parte de una persona determina su desarrollo
repitiendo la historia de la sociedad humana. Por lo tanto, en cada uno de los hombres tenemos
que diferenciar entre la información específica a cada sistema de memoria que ya viene
codificada epigenéticamente y las modificaciones que se generan cinéticamente desde la
sociedad.
En resumen, podemos sugerir que en el sistema de la personalidad habrían por lo menos
cinco sistemas de memoria: 1) una memoria genética, que corresponde a cada una de las células;
2) una memoria metabólica, que corresponde a los tejidos; 3) una memoria funcional, que
corresponde a las redes neurales de tipo nuclear; 4) una memoria psíquica inconsciente, que
corresponde a las redes neurales del alocórtex, y 5) una memoria psíquica consciente, que
corresponde a las redes neurales del neocórtex cerebral.
En lo que sigue sólo desarrollaremos nuestros conceptos acerca de la estructura y la
actividad del sistema de memoria de nivel consciente: el que corresponde a las redes neurales
del neocórtex cerebral de las personas.
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Creemos que va a ser imposible salir de los límites de los esquemas tradicionales de la memoria
humana si es que no se superan las contradicciones derivadas del dualismo, que se expresan en
las oposiciones cuerpo/alma, soma/psique, cerebro/mente, holismo/localizacionismo,
organismo/psiquismo, temperamento/personalidad, emoción/cognición, inclusive la oposición
memoria/inteligencia tan destacada en la educación formal. El problema es que estas
contradicciones están vigentes en las neurociencias ubicadas dentro de las ciencias naturales que
se aplican de modo idealista en la atención de salud de las personas.
Aunque es loable que la mayor parte de estos dilemas ya se vienen replanteando en la
dirección correcta, como cuando la controversia entre holismo y localizacionismo –o como se
dice en términos actuales, el dilema de si el cerebro funciona como redes nerviosas conectadas
en serie o como campo agregado de conexiones en paralelo– se intenta resolver diciendo que en
realidad funciona de ambas maneras. Así, se afirma que “sólo durante la última década, con la
convergencia de la psicología cognitiva moderna y las ciencias del cerebro, se ha empezado a
apreciar que todas las funciones mentales son divisibles en subfunciones. Cada proceso mental
–percibir, pensar, aprender, recordar– parece continuo e indivisible. En realidad, estos procesos
están constituidos por varios componentes de procesamiento de información independientes, y
aún la tarea cognitiva más simple requiere de la coordinación de varias y distintas áreas
cerebrales.” (Kandel, 1991, pág. 15).
Sin embargo, no nos cabe la menor duda de que la solución de estos problemas ya no podrá
lograrse en el ámbito de las ciencias naturales (excepto tal vez para explicar la naturaleza
animal). Ellas ya dieron su cuota en el ámbito de las ciencias de los siglos XIX y XX. Por tanto,
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así como no hay duda de que la explicación de la memoria humana es uno de los objetivos
centrales de la ciencia del cerebro, tampoco creemos que la esencia de esta memoria pueda ser
explicada por la neurociencias naturales, sino por las ciencias expresamente humanas, como son
o deben ser las ciencias de la personalidad. En lo que respecta a la atención de los problemas de
salud y educación, una teoría de la memoria tiene que estar en el centro de las ciencias aplicadas
a la promoción de los hombres reales y de la sociedad en su conjunto, y en lo que nos atañe, en
el centro de las ciencias aplicadas al diagnóstico y el tratamiento de los trastornos del cerebro
humano que están entre los menos comprendidos, a pesar de ser los que más limitan el
desarrollo integral de las personas.
En este contexto es que intentaremos demostrar que el neocórtex cerebral homotípico de los
hombres es el sistema de memoria que contiene la información social, que una vez allí
incorporada constituye el sistema de la conciencia de la personalidad, y que es la actividad de
esta estructura, la que organiza todo el conjunto integrado de la actividad personal. Trataremos
de demostrar, entonces, que la memoria de nivel consciente es la memoria individual
exclusivamente humana, cuya existencia depende de la estructuración social de las redes
neurales del neocórtex eulaminar que se produce al almacenar y procesar señales que contienen
la clase de información que llamamos social.
La memoria es usualmente definida desde dos puntos de vista: de un lado, como el conjunto
de procesos de almacenamiento de la información, y de otro como el curso espaciotemporal de
la información en el cerebro. Desde el primer punto de vista, la memoria consistiría en la
codificación neural de los datos que contienen dicha información. Desde el segundo, sería el
conjunto de aquellos procesos que establecen las condiciones bajo las cuales una persona
adquiere y retiene información, procesos que también se denominan de aprendizaje. Estos
conceptos se repiten en los esquemas más actuales, por ejemplo cuando Tulving (en Gazzaniga,
1995) distingue los sistemas y los procesos de la memoria.
Pero si nos planteamos el principio según el cual la memoria es el aspecto de codificación
de información a cada nivel de organización del sistema del individuo –tanto en sentido
epigenético como cinético–, y que por lo tanto la definición anterior solamente hace alusión al
sistema de memoria de nivel consciente, tendríamos que deducir que no se puede hablar de la
memoria en general, sino que es necesario precisar la clase de información y el nivel de
organización en que se codifica, retiene y usa en el individuo. Bajo este principio, definiremos
la memoria humana de nivel consciente como el sistema de redes nerviosas neocorticales que
39
codifican la información social como información psíquica consciente, y que de este modo es la
clase de información que organiza cinéticamente la actividad del cerebro, del sistema nervioso
y de la totalidad de la persona.
En otras palabras, al codificarse esta clase de información en este sistema de memoria, o lo
que es lo mismo, al estructurarse de este manera las redes del neocórtex cerebral por la
información social, es la actividad de las redes neocorticales la que determina la
reestructuración de todas las demás redes neurales que son la base del desarrollo del individuo
total. Por lo tanto, pensamos que el aprendizaje de nueva información, en el nivel consciente,
debe ser mejor considerado como el conjunto de estrategias por medio de las cuales cada
individuo incorpora información social y, de este modo, amplía el sistema de su conciencia y se
desarrolla como personalidad.
Sostenemos también que a esta forma de actividad se debe añadir la de los procesos por los
que una persona elabora –en sentido epigenético– nueva información, como ocurre en los
procesos de creación, invención y producción de nueva información social; lógicamente que en
esta actividad la personalidad se transforma a sí misma y contribuye al mismo tiempo al
desarrollo social.
Estos planteamientos traducen nuestra idea de que únicamente dentro del sistema de la
personalidad –estrictamente sólo en el neocórtex cerebral humano– existe un sistema como el de
la conciencia que refleja, en sentido epigenético, el interior del individuo, y en sentido cinético
el sistema de la sociedad humana. Sabemos que los sistemas sociales de memoria tienen sus
propias formas de codificación físico-química de la información social, y en una cantidad que
está muy por encima de lo que cada persona pueda ser capaz de retener. Es lógico suponer que
de toda esta inmensa cantidad de información social, cada persona asimila o incorpora toda la
cantidad a la cual ella tiene posibilidad de acceder, y en la magnitud que la misma sociedad le
permite adquirir.
Son los procesos de almacenamiento de la información social, en la forma de información
psíquica consciente en el interior de la personalidad, a los que el estudioso del sistema nervioso
humano debe prestar la mayor atención. Sólo entonces se podrá hablar de “la memoria”, pues
implícitamente estaremos haciendo referencia a la memoria consciente, la que corresponde al
nivel superior de organización del sistema de la personalidad, una memoria desde luego
inexistente en los animales, por más superiores que éstos sean.
Como veremos más adelante, será de sumo interés comprobar que el neocórtex cerebral es
el único sistema del cuerpo humano donde es posible diferenciar todos los niveles de organiza-
40
ción del sistema de la personalidad, y que sobre la base de esta comprobación podemos decir
que todos los niveles de organización de ésta última se reflejan en el neocórtex, y
recíprocamente, que la actividad de esta capa superior del cerebro humano se refleja en todos
los niveles de organización del sistema del individuo. Es pues lógico suponer que la
codificación de información psíquica de base social debe repetirse en todos los niveles de
organización de la red neocortical, que de este modo ha sido convertida en el sistema de
memoria de nivel consciente.
Por esta razón, con el fin de sistematizar la comprensión y la explicación de la memoria de
este nivel superior de organización de la personalidad, es indispensable enfocar el asunto
asumiendo que existen dos aspectos complementarios de la memoria: de un lado, debe
explicarse la forma como las diversas modalidades de información psíquica consciente se
configuran dentro del sistema de la conciencia para luego, sobre la base de este conocimiento,
explicar los aspectos representacional y de procedimiento de los sistemas de memoria que
corresponden a este nivel de la actividad personal; y de otro, debe explicarse tanto la estructura
como la actividad de este sistema de memoria en sí, teniendo en cuenta la forma como se
organizan las redes nerviosas del neocórtex cerebral sobre la base de las clases de información
social que codifican. Por lo tanto, la exposición de nuestros planteamientos acerca de la
memoria de nivel consciente la haremos desde la perspectiva de estos dos puntos de vista, es
decir, respecto de los sistemas de memoria de nivel psíquico, y del cerebro humano como
sistema de memoria.
En tal sentido, en el nivel psíquico habrá necesidad de diferenciar los sistemas de memoria
de nivel inconsciente de los sistemas de memoria de nivel consciente. En cada caso veremos que
la información puede ser experimentada subjetivamente como representación o como
procedimiento (por su mismo doble aspecto de estructura y actividad). Sólo en este sentido
puede decirse que disponemos de dos tipos de memoria: una memoria de representaciones y una
memoria de procedimientos. En todo caso, no caeremos en la concepción a todas luces
mecanicista de tomar estos aspectos de la memoria como si fueran cajas negras separadas.
Siguiendo el mismo razonamiento, podremos comprobar que el cerebro, como cualquier
otro sistema de memoria, en un momento nos puede mostrar su aspecto estructural y en otro el
aspecto de su actividad, y a partir de esta diferenciación se podrá comprender la extensión y los
límites de los distintos componentes estructurales que codifican y almacenan sus respectivas
modalidades de información psíquica, esto es, comprender la forma cómo éstas se distribuyen
41
en el espacio-tiempo de las redes neurales del cerebro, y explicar así en primer lugar la
estructura de la memoria de nivel consciente y la codificación de los datos de memoria en el
cerebro, y, en segundo término, la actividad mnésica de nivel consciente y sus respectivos
procesos de adquisición, retención y utilización de dicha información.
Cuadro Nº 3
Los sistemas de memoria humana de nivel psíquico
Al hacer esta diferenciación, creemos, de otro lado, que se resuelve el problema planteado
por la teoría de la evolución que desde Darwin sólo ha podido decir que los hombres somos
animales superiores, situación que no ha cambiado a pesar de los varios intentos por definirlo en
términos sociales. Creemos que se supera también el problema planteado por el dualismo,
dentro del cual el psiquismo, o la mente, queda separada del organismo, o del cerebro;
planteamiento que hacía difícil, por no decir imposible, una comprensión y una explicación
cabal de la naturaleza de la memoria humana. Quedará también claro en lo que sigue, que no se
equipara la memoria con el aprendizaje o el recuerdo, tal como sugieren el sentido común y la
introspección antes de definir en qué consiste realmente la estructura de la actividad consciente
de una personalidad.
Al respecto, solamente recordaremos nuestro esquema (Ortiz, 1994, 1997) según el cual el
nivel psíquico de organización de una personalidad comprende en realidad dos niveles: uno
inconsciente, de tipo animal superior determinado epigenéticamente, y otro consciente, de tipo
específicamente humano, determinado sociocinéticamente.
Es evidente que en el nivel inconsciente se dispone –como los animales superiores– de dos
subsistemas psíquicos: uno afectivo-emotivo (paleocortical límbico) y otro cognitivo-ejecutivo
(cortical granular-agranular). En cambio, en el nivel consciente, los hombres disponemos de tres
subsistemas psíquicos: uno afectivo-emotivo (neocortical límbico), otro cognitivo-productivo
(neocortical de asociación posterior) y uno tercero conativo-volitivo (neocortical de asociación
anterior).
43
En otras palabras, si como hemos propuesto, sólo el psiquismo humano dispone de dos
niveles psíquicos de organización, tendremos también dos sistemas de memoria: uno de nivel
inconsciente con sus dos componentes, y otro de nivel consciente con los tres componentes
respectivos. De otro lado, mientras en el nivel inconsciente sólo es posible una integración
afectiva-cognitiva como actividad premotora de anticipación del animal, en el nivel consciente
recién es posible un nivel superior de integración, como es el que corresponde a los planos de la
percepción, la imaginación, el pensamiento y la actuación, que resultan de la integración de
aquellos tres sistemas de memoria en el curso de la actividad personal.
Desde nuestro punto de vista, en cambio, hemos propuesto que una explicación de la
organización de los sistemas de memoria –que almacenan y procesan información psíquica en el
nivel neocortical-consciente– debe basarse en una explicación de la estructura de la actividad
consciente correspondiente a este nivel. Es decir que para explicar la naturaleza del sistema de
memoria neocortical, como se dijo líneas arriba, se debe tomar en consideración la idea de que
en el nivel superior del sistema de la personalidad, es preciso diferenciar dos subniveles o
planos de la conciencia: uno subconsciente y otro propiamente consciente, que para
caracterizarlo mejor se le ha llamado epiconsciente (Ortiz, 1997). Es posible apreciar que el
primero expresa más el aspecto estructural de la conciencia, mientras que el segundo expresa
más el aspecto de su actividad. Pero como un nivel puede disociarse del otro, su comprensión se
facilita si los descubrimos como subniveles relativamente aislados de la consciencia que tienen
su propia estructura y actividad.
Podemos afirmar que la memoria en el nivel consciente comprende dos subniveles o
planos, uno subconsciente y otro epiconsciente, y así se deduce que la información almacenada
en el nivel subconsciente se puede integrar en los planos de la actividad epiconsciente de la
persona. Llamaremos información en uso a la información que se mantiene activa en el curso de
la historia de una persona, mientras está despierta o soñando, y mientras sirve de base para la
organización de la actividad personal actual. Esto significa que no puede confundirse la forma
como está retenida la información fuera de uso en el nivel subconsciente (o como se dice, sin
base lógica alguna, fuera del campo de la conciencia), por ejemplo mientras se duerme (o se está
en coma reversible), y como se retiene la información en uso o en elaboración actual en el nivel
epiconsciente, como sucede en el momento de resolver un problema recordando los datos
necesarios de modo autoconsciente.
De otro lado, en el mismo nivel consciente, cualquiera que fuese el sistema que estudiemos,
la memoria también nos mostrará sus dos aspectos más objetivos, el de su estructura y el de
actividad, que a su vez se expresa en los aspectos de representación y procedimiento que adopta
la información dentro del sistema de la conciencia. Por ello en el nivel subconsciente se tendrá,
de un lado, estructuras como sentimientos, conocimientos y motivaciones; y de otro, actividades
como emociones, producciones y voliciones.
Podemos notar claramente que las imágenes y los conceptos que se procesan en el plano
epiconsciente son información que se genera a partir de los datos que contiene la memoria de
nivel subconsciente. Por eso es que, en realidad, en el curso de la actividad personal, la imagen
48
epiconsciente ya no es sólo una imagen cognitiva tipo copia que refleja la realidad concreta del
mundo exterior, sino una representación integrada respecto no sólo del estado del mundo
exterior, sino de la propia persona en un momento dado de su historia.
En otros términos, en este nivel las imágenes se organizan a partir de sentimientos,
conocimientos y motivaciones. Por eso, las imágenes en este plano de la conciencia ya no
reflejan sólo el objeto o hecho objetivo en sí, sino también sus aspectos afectivos y espirituales
que se integran en la propia imaginación. Por ejemplo, la imagen del amigo ya no es sólo un
conjunto de líneas, contrastes y colores, sino mucho más que eso, y aunque parece ser una
representación estática, contiene admiración, respeto, y hasta las intenciones de lo que haríamos
por él.
De igual modo, los conceptos en el nivel epiconsciente tampoco son los conceptos de tipo
puramente cognitivo, como son las formas de generalización y de clasificación que sólo reflejan
la realidad objetiva del mundo exterior: son más bien procedimientos integrados de reflexión
que se generan a partir de emociones, producciones y decisiones volitivas respecto de los
procesos reales del mundo exterior y de uno mismo, tal como surgen en el curso del
pensamiento dentro de la propia historia personal. Así, el concepto de amigo, en este nivel, ya
no corresponde solamente a un ente de ciertas características que le hacen miembro de una clase
de personas, sino que es la representación de la historia de una persona determinada por las
condiciones en que se la conoce, la jerarquía de valores que se adscriben a sus actos, los planes
de acción que se proyectan con ella; en todo caso, el concepto hace referencia a un proceso que
posiblemente se generó en la satisfacción de ciertas necesidades, y que incluso refleja el proceso
de servir y actuar ante y por esa persona.
El aspecto de representación de la información psíquica consciente también es deducible de
las estructuras sensoriales que generan los procesos de la sensibilidad. En tal caso, la
información aparecerá como una representación estática que refleja en un instante dado la
estructura del espacio personal, peripersonal y telepersonal. De tales representaciones unas son
determinadas desde el nivel inconsciente y otras desde el consciente. En el nivel consciente,
unas son representaciones subconscientes y otras epiconscientes; de las primeras, unas son
afectivas, otras cognitivas y otras conativas, y de las segundas, unas son representaciones
preceptúales y otras imaginativas.
De modo similar, el aspecto de procedimiento de la información psíquica se puede deducir
de los procesos que se reflejan en las salidas de la motilidad. En tales casos la información
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aparece como procedimientos dinámicos que se desarrollan en el curso del tiempo personal,
peripersonal y telepersonal. Igual que en el caso anterior, los procedimientos informacionales se
determinan unas veces desde el nivel inconsciente, otras desde el nivel consciente. Por lo tanto,
los procedimientos subconscientes serán de tipo emotivo, productivo y volitivo, y los
procedimientos epiconscientes, serán tanto procedimientos conceptuales como de actuación.
A modo de síntesis, podemos decir que la memoria de imágenes facilita las
representaciones concretas de los aspectos espaciales de la realidad, mientras que la memoria de
conceptos facilita el conocimiento abstracto de la misma realidad, al reflejar sus aspectos
temporales que están más allá de la experiencia. Sin duda que esta diferenciación era necesaria y
hasta imprescindible, pero debe precisarse su verdadera naturaleza intrínseca si es que hay que
explicar la memoria de nivel consciente de modo más coherente.
Es posible, en todo sentido, separar los aspectos de representación y de procedimiento de la
información y analizarlos en consecuencia. Así, respecto del mencionado sistema de memoria
de nivel consciente podemos convertir el esquema conceptual genérico del Cuadro N° 3 en el
Cuadro N° 3a, y obtener un esquema acerca de una memoria de representaciones, y también en
el Cuadro N° 3b, para disponer de un esquema respecto de la memoria de procedimientos.
Tomando como referencia estos dos esquemas ya podemos reinterpretar y explicar las
observaciones clínicas acerca de los desórdenes de la memoria humana, aunque nuestra
intención va más lejos, y es que el esquema conceptual que proponemos sirva para enfocar los
estudios experimentales de la memoria psíquica humana de modo más humanista, concibiéndola
esencialmente diferente de la memoria psíquica inconsciente propia de los animales o del recién
nacido.
Cuadro N° 3a
2r. Memoria de representaciones de nivel consciente
_____________________________________________________________________________
2r.1 Memoria de representaciones de nivel subconsciente:
2r.1.1 Memoria de representaciones afectivas
2r.1.2 Memoria de representaciones cognitivas
2r.1.3 Memoria de representaciones conativas
2r.2 Memoria de representaciones de nivel epiconsciente:
2r.2.1 Memoria de representaciones perceptuales
2r.2.2 Memoria de representaciones imaginativas
_____________________________________________________________________________
r = representaciones
50
Cuadro N° 3b
2p. Memoria de procedimientos de nivel consciente
_____________________________________________________________________________
2p.1 Memoria de procedimientos de nivel subconsciente:
2p.1.1 Memoria de procedimientos emotivos
2p.1.2 Memoria de procedimientos productivos
2p.1.3 Memoria de procedimientos volitivos
2p.2 Memoria de procedimientos de nivel epiconsciente:
2p.2.1 Memoria de procedimientos conceptuales
2p.2.2 Memoria de procedimientos de actuación
_____________________________________________________________________________
p = procedimientos
lidad toda esta información psíquica consciente quedará organizada adoptando una estructura
más o menos estable que comprende las disposiciones afectivas, las aptitudes cognitivas y las
actitudes conativas, sobre cuya base se organizan los estados mentales de la percepción, la
imaginación, el pensamiento y la actuación que constituyen el modelo sobre el cual se organiza
a su vez todo el conjunto de la actividad personal.
Es lógico pensar que estas tres clases de información se aprenden y retienen en redes
neurales específicas, tal como se supone ocurre con la información del componente cognitivo.
Todas ellas pueden entonces recuperarse, reconstruirse y olvidarse de modo similar; y así como
la cognitiva, las otras clases de información también pueden recodificarse y retenerse en el
lenguaje hablado y en otros de carácter igualmente social.
Entonces, si tomamos en cuenta únicamente la clase de información, y por tanto del sistema
que lo contiene, podemos decir que la información que corresponde a cada uno de estos tres
componentes de la conciencia se codifica y almacena en la forma de representaciones afectivas,
cognitivas y conativas, y en la forma de procedimientos emotivos, productivos y volitivos, en
cada uno de los sistemas de memoria neocortical, esto es, en la corteza homotípica o eulaminar
de asociación.
Suponemos que existen formas diferenciadas de codificación de los datos de memoria de
nivel subconsciente en uno y otro hemisferio. Así, es posible que los aspectos de representación
de la información en este nivel se codifiquen preferentemente en el hemisferio derecho, y que
los aspectos de procedimiento lo hagan en el hemisferio izquierdo. Dicho en otro sentido, es
posible que en los sistemas de memoria del hemisferio derecho se codifiquen los datos que se
recuperan en la forma de representaciones afectivas, cognitivas y conativas, y en el hemisferio
izquierdo, los datos que se recuperan en la forma de procedimientos emotivos, productivos y
volitivos. En otros términos, hay suficiente evidencia para suponer que los datos mnésicos que
codifican los aspectos estructurales de la información se almacenen en el hemisferio derecho y
se procesen a partir de él, y que los datos que codifican el aspecto de actividad de la misma
información se almacene en el hemisferio izquierdo y se procesen a partir del mismo.
Haremos sólo una muy breve enumeración de algunas clases de información que almacenan
cada uno de los tres componentes del sistema de memoria de nivel subconsciente.
relación con la sorpresa: admiración, incredulidad, estupor, éxtasis, asco. 2. En relación con la
angustia: alarma, susto, horror, terror, tensión, preocupación, pavor, pánico.
Recordaremos que cada uno de estos sentimientos tiene su aspecto procesal emotivo que se
expresa en los gestos y la actividad autonómica y metabólica general durante el comportamiento
personal.
Respecto de esta clasificación debemos notar que sólo es una manera de categorizar los
sentimientos a fin de recordarlos mejor; y que muchos de ellos podrían ser en un momento de
tipo intrapersonal, en otro interpersonal, y en otro extrapersonal, y como ellos se vivencian en el
plano epiconsciente tienen además connotaciones cognitivas y motivacionales.
MEMORIA DE TRABAJO
dando la impresión de que se mide sólo la capacidad de ese canal, o la capacidad de atender
(usando el concepto de atención en su sentido tradicional).
Al respecto, nos parece más apropiado pensar que estas mediciones se refieren a la cantidad
de información que se puede mantener en el nivel epiconsciente como un estado mental o un
objeto mental que se estructura en el espacio-tiempo del cerebro bajo ciertas condiciones. En
efecto, la memoria en el nivel epiconsciente, además de los contenidos y de la configuración
que adopta la información en cada uno de los planos de este nivel de la conciencia, tiene varias
propiedades que pueden ser estudiadas objetivamente, como es en este caso la cuestión del
volumen o capacidad del sistema para retener o almacenar información.
En tal sentido, podemos imaginar que en el nivel epiconsciente, la información en uso
conforma un “mapa” mental, cuya estructura puede medirse tomando alguno de sus aspectos
observables como objetos reales que, por ejemplo, se retienen por un cierto período de tiempo, o
tienen una amplitud o volumen (span) determinados.
Podrá notarse que el espacio-tiempo que ocupa la información en el nivel epiconsciente es
bastante restringido y difícil de medir. Así, aunque fuese sólo de modo experimental, es posible
medir el tiempo de retención de información sensorial (una vez registrada de modo consciente).
Más fácil de aplicar clínicamente es la medición del volumen de memoria inmediata, que es el
número de ítem (principalmente imágenes) que puede detectarse y retenerse durante la
percepción. Teóricamente es posible medir también el volumen de la memoria operativa o de
trabajo en los planos del pensamiento y la actuación.
En resumen, después de que la información –cuyos datos están codificados en los sistemas
de memoria en el nivel subconsciente– se recupera, reconstruye o accede al plano epiconsciente,
su utilización como modelo de la actividad personal actual requiere de la retención de dicha
información en este nivel de la actividad consciente y su permanencia en uno de sus planos de la
percepción, la imaginación, el pensamiento o la actuación.
Recién en este nivel todos los datos que una persona acumuló en el curso de su historia se
puede esperar que se organicen en dos grandes bloques o categorías, y que la información en
uso la interpretemos como si formara parte de uno u otro de dos sistemas relativamente aislados
de memoria. Por eso es posible, en apariencia, diferenciar en el nivel epiconsciente dos tipos de
memoria: una que parece procesar sólo imágenes y otra que parece procesar sólo conceptos.
59
Estos sistemas, sin embargo, no son otra cosa que los aspectos de representación o de
procedimiento de la información psíquica que, a su vez, se expresan en el modo de
funcionamiento de los hemisferios cerebrales derecho o izquierdo, respectivamente.
Respecto de la memoria inconsciente de los animales superiores, podemos afirmar que las
sensaciones afectivas y las sensaciones cognitivas son representaciones tipo copia de la realidad,
en el sentido de que reflejan el aspecto más aparente de la situación interna de su cuerpo y de las
cosas que el animal tiene que detectar, distinguir y aprovechar para satisfacer sus necesidades.
Pero respecto de la memoria consciente de los hombres, podemos decir que tales sensaciones
afectivas y cognitivas se incluyen en las representaciones subjetivas que se han generado como
vivencias y experiencias cuya base o modelo de desarrollo se encuentra en la información social
que cada uno de ellos ha acumulado previamente. Por todo esto, en la percepción –definida
como un proceso exclusivamente humano y consciente– tales sensaciones son estructuradas por
la información previamente adquirida por la persona.
Esta estructuración es efecto de un proceso de apreciación, confrontación, valoración y uso
de la información respecto de situaciones intrapersonales, peripersonales y extrapersonales. La
retención de información sensorial –afectiva o cognitiva– para su procesamiento perceptual,
requiere de una red neural distribuida e interconectada en paralelo en ambos hemisferios
cerebrales, cuya actividad debe mantenerse todo el tiempo necesario para su confrontación
consciente. Es decir, la permanencia de una imagen perceptual, que resulta de la yuxtaposición
de la imagen sensorial con las imágenes subjetivas autogeneradas desde el plano subconsciente
requiere de una memoria activa en este plano de la actividad personal.
eso podemos decir que esta memoria de imágenes nos proporciona información autobiográfica,
pues reproduce la categoría de datos que corresponden a la propia experiencia, es decir,
información respecto de los acontecimientos en que tomó parte uno mismo, y respecto de las
cosas que uno manipula o usa directa y prácticamente.
Se trata de vivencias y experiencias que reflejan hechos realizados por uno mismo, o cosas
hechas o experimentadas por uno mismo. Hablar de memoria de imágenes significa, por tanto,
hablar de la retención en el nivel más activo de la conciencia de una clase de información
psíquica que refleja la historia de uno mismo en el plano de la imaginación. Estas imágenes
pueden relacionarse, confrontarse, yuxtaponerse con las imágenes objetivas centradas en la
situación externa real, como también pueden procesarse como parte del pensamiento que refleja
el curso del tiempo.
Es difícil, pero no ilógico, suponer la existencia de una memoria de representaciones
conceptuales, es decir una memoria que retiene los conceptos como si fueran imágenes que se
desarrollan en el tiempo. En efecto, cuando se reconstruyen los sucesos no vividos
personalmente, como son las idealizaciones abstractas, tal como sucede con la explicación de la
realidad no sensible que se efectúa en el curso del pensamiento, el aspecto de representación de
los conceptos puede volverse tan evidente al examen autoconsciente como la misma
imaginación, tal como podríamos imaginar la explicación de los agujeros negros de la física
estelar.
Por supuesto que también la información semántica puede reproducirse como parte de la
autobiografía, como cuando una cierta operación de cálculo trigonométrico la efectuamos
recordándola como un hecho adquirido en un lugar y un momento determinados. ¿Y quién no
intenta imaginar conceptos tan abstractos como el de enfermedad?
sucesos que no fueron experimentados por uno mismo y que se incorporaron como ideas
abstractas, lucubraciones, especulaciones y especialmente explicaciones respecto de los sucesos
menos observables o accesibles de la realidad.
Por su misma naturaleza, esta información respecto del mundo no sensible se aprende
necesariamente codificada en alguno de los lenguajes creados socialmente para este fin, tal es el
caso de las teorías científicas y los procedimientos de la técnica. Debido a que los conceptos se
comprenden y usan mejor una vez codificados en el lenguaje hablado, o algún otro afín, se ha
supuesto que el habla es el contenido real de la memoria explícita –sobre todo semántica– y se
lo considera inherente al pensamiento abstracto.
Nuestro planteamiento no niega la importancia de los lenguajes sociales –el habla, la
lógica, la matemática, la computación– en la organización de la memoria de conceptos y su
procesamiento en el nivel epiconsciente (como también su codificación en el nivel
subconsciente), pero no los consideramos esenciales, sino como el sistema de signos por medio
del cual se adquiere y elabora información sobre sucesos que están más allá de la experiencia, es
decir, acerca de los fenómenos menos accesibles a la sensibilidad cognitiva.
Es harto conocido que las personas disponen de habilidades o destrezas prácticas por las
cuales pueden actuar externamente, es decir, conducirse, desempeñarse y comportarse
efectivamente. Al respecto, debemos diferenciar entre la habilidad como aptitud, el proceso
productivo y la ejecución práctica. En primer lugar, una destreza en tanto aptitud existe
almacenada en el sistema de memoria cognitiva en el nivel subconsciente, y está por tanto en el
mismo plano de las disposiciones emotivas y las actitudes volitivas potenciales de la actividad
consciente. Pero hemos sustentado la idea de que en el nivel epiconsciente se integran tales
disposiciones, aptitudes y actitudes para constituir el plano de la actuación. Entonces recién en
este nivel diremos que se organiza el proceso productivo (o creativo), esto es, la producción
psíquica de tipo cognitivo se integra dentro del plan de actuación anticipado (mental) que es el
modelo que organiza la actividad personal que se realiza en la ejecución práctica en la forma de
conducta, desempeño o comportamiento efectivo u objetual de la personalidad en tanto agente
que influye sobre los demás o sobre las cosas.
62
en la secuencia de las acciones por realizar si ese fuera el caso. Ya sabemos que este plano de
los procedimientos de actuación, que de un lado refleja el plano del pensamiento y de otro se
refleja en la actividad práctica, se construye o reconstruye desde el hemisferio izquierdo,
muchas veces también con la ayuda del lenguaje.
cómo sobre la base de la información psíquica consciente se organiza la actividad del sistema
integrado de la personalidad.
Por lo tanto, si todos los niveles de codificación de la información propios del individuo
total se repiten en el interior del neocórtex, ésta es la única formación cerebral que puede
codificar información desde sus redes distribuidas en paralelo de ambos hemisferios hasta sus
neuronas individuales. Por la misma razón hemos concluido que el neocórtex cerebral es el
sistema de memoria que codifica la clase de información social que hace posible la existencia de
la conciencia como el único nivel de organización que refleja la totalidad del sistema de la
personalidad y se refleja en ella.
Habrá que recordar también que estos niveles de organización del neocórtex cerebral,
igual que el sistema total del individuo, se determinan tanto epigenética como cinéticamente
entre sí. Así, podemos decir que las redes neurales neocorticales no sólo contienen información
que refleja epigenéticamente la actividad de las redes inferiores del cerebro –es decir,
información que refleja la actividad interna del individuo–, sino que al codificar cinéticamente
la información social, la información psíquica que la refleja lo hace en el mismo sentido en los
niveles inferiores del tejido nervioso y a través de éste en la actividad de todo el sistema de la
persona.
Dentro de esta concepción del cerebro humano como sistema de memoria, que
almacena y procesa información psíquica consciente de base social, no habrá dificultad en
diferenciar los dos aspectos del cerebro que, como cualquier otro sistema material, puede ser
visto como estructura o como actividad, para deducir de la misma concepción cómo se
organizan tanto la estructura de la memoria como la actividad mnésica de nivel consciente, ya
que la memoria no es sino el mismo cerebro en tanto la propia actividad de sus redes
neocorticales ha sido estructurada por la información psíquica de base social.
Cuadro N° 4
Niveles de organización del cerebro humano
Nivel Individuo Estructura Actividad Información Codificación
V. Personalidad Neocortical Consciente Psíquica En macrorredes interconectadas
consciente en paralelo
IV. Animal Alocortical Inconsciente Psíquica En macrorredes interconectadas en serie
superior inconsciente
III. Organismo Subcortical Funcional Neural En redes interconectadas en núcleos
64
Cuadro N° 5
Niveles de organización del neocórtex eulaminar
Nivel Individuo Estructura Actividad Información Codificación
V. Personalidad Epiconsciente Percepción Psíquica En macrorredes supramodales
holocortical Imaginación epiconsciente interconectadas en paralelo
Pensamiento
Actuación
IV. Animal Subconsciente Afectivo-emotiva Psíquica En macrorredes multimodales
superior multimodular Cognitivo-productiva subconsciente interconectadas en paralelo
humanizado Conativo-volitiva
III. Organismo Modular Funcional Neural En redes unimodales
interconectadas en serie
II. Tisular Columnas Metabólica Metabólica En microrredes submodales
“cristales” interconectadas
“burbujas” metabólicamente
I. Celular Neuronal Expresión Genética En neuronas interconectadas
genética anatómicamente
0. Molecular Física Química No existe
Ya hemos visto que este doble aspecto estructural y de actividad de la memoria, y por lo
tanto del cerebro, se torna evidente cuando se relaciona el uso de la información con sus
entradas sensoriales y sus salidas motoras. En tal caso, el almacenamiento de los datos que
contiene la información en la estructura de la red, y su procesamiento en el curso de su
actividad, nos permite apreciar la estructura cerebral como actividad, y al revés, la actividad
cerebral como una estructura, recordándonos que el problema de los corpúsculos y las ondas
respecto de los sistemas materiales como la luz, abarca todos los niveles de organización de los
sistemas existentes en el universo, incluidos nosotros mismos como personas cuya estructura
activa y su actividad estructurada intentamos describir y explicar.
Es pues en estos términos que veremos ahora la organización del cerebro humano en tanto
sistema de memoria, haciendo un claro distingo entre estructura y actividad del sistema y los
65
Sin pretender hacer un examen exhaustivo del asunto, es necesario definir los conceptos de
codificación y de código, así como los de señal y dato, términos que ya hemos usado, dando por
entendido que sabemos lo que realmente significan. En efecto, sabemos, o creemos saber, en
qué consiste, por ejemplo, tener hambre o ver un color; imaginar un pan cuando se tiene
hambre, pensar cómo el pan se convierte en calorías, o tener el deseo de comer (que se puede
convertir en la operación de llevar el pan a la boca y masticar). También sabemos qué significa
lo que acabamos de decir al leer las letras dibujadas en este papel. Hemos sugerido que debe
llamarse información psíquica a todas éstas y otras formas similares de reflexión acerca de la
66
realidad –tanto de la realidad interior como la del mundo exterior– que los animales superiores y
las personas generan en su cerebro. Son, pues, formas de reflexión psíquica de la materia que se
producen únicamente en el cerebro de los animales superiores y de las personas.
Al respecto, estaremos de acuerdo en que ni el color, ni el hambre, ni la imagen del pan, ni
las ideas sobre el metabolismo del pan, ni el deseo de comer los podemos observar como cosas,
aunque sí las experimentamos en tanto estructuras de nuestra mente, de cuya actividad depende
nuestra propia actividad objetiva externa. Se sabe que estas clases de representaciones y de
procedimientos son mucho más que un conjunto de señales neurales más simples, y que bien
podríamos considerarlas como superestructuras de señales neurales organizadas en un nivel de
mayor complejidad.
Imaginemos, por ejemplo, un conjunto de trenes de impulsos nerviosos que se generan en
los conos de la retina: son señales que reflejan la superficie que emite energía electromagnética
de supongamos 570 µ de longitud de onda; al propagarse a la capa 4c de la corteza visual
primaria siguen siendo simples señales sensoriales que codifican un rango de energía luminosa
(no el color). En tal caso, estas señales son el punto de partida de la actividad de una
superestructura de redes neocorticales –las “burbujas” de color– interconectadas entre sí. Recién
esta estructura una vez activada se convierte en el modelo en base al cual aquellas señales se
convierten en el soporte funcional de un sistema psíquico que llamamos color.
Los idealistas clásicos tuvieron razón hasta cierto punto al decir que todo lo que creemos
ver en el mundo está en nuestra mente. Ahora podemos decir que la información psíquica es un
sistema de redes neurales que se organizan en el cerebro de los animales superiores y de los
hombres y así reflejan múltiples conjuntos de señales nerviosas que a su vez representan
cambios que se generan en la membrana de receptores sensoriales que transducen las
propiedades físicas o químicas de entes espacio-temporales exteriores a ellos.
De modo similar, una sensación afectiva como el hambre es una clase de información
psíquica que se genera cuando un conjunto de señales sensoriales que reflejan ciertas
condiciones de los tejidos del individuo, activan una estructura de redes neurales límbicas cuya
actividad es el modelo por el cual las señales de entrada son reestructuradas y convertidas en
soporte funcional del sistema igualmente psíquico así constituido.
En efecto, dentro del sistema vivo que conocemos y del que formamos parte, la
información es una forma de reflexión de la materia que restringe los grados de libertad y el
indeterminismo de los procesos materiales, ya que en todo sentido impone una organización
67
espacio-temporal a las estructuras vivas dentro de las cuales la incertidumbre se reduce hasta
cierto punto en cada uno de los niveles de su propia organización. Por eso hemos sugerido que
la esencia del sistema vivo es la información, cuya existencia presupone procesos de
determinación tanto epigenéticos como cinéticos por medio de los cuales cada sistema vivo
–cada individuo, especie o sociedad (animal o humana)– se automantiene y se reproduce, y por
lo tanto retiene en su memoria aquello que significa un nuevo orden dentro de la tendencia
normal de la materia hacia el desorden y la uniformidad. En tal sentido, podemos definir la
información psíquica como aquella estructura de redes neurales cuyo punto de partida fueron las
señales neurales, y cuya actividad es el modelo de desarrollo que reorganiza y mantiene estas
mismas señales como su soporte funcional.
La cuestión es saber ahora qué clase de información es la que diferencia realmente a los
hombres de los animales superiores. Por nuestra parte, hemos asegurado que únicamente los
hombres han sido capaces de crear y producir el nuevo tipo de información que denominamos
social. En efecto, durante la sociogenesis humana –es decir, durante el proceso formativo de la
sociedad humana que tuvo su punto de partida en la actividad psíquica inconsciente de los
miembros de la especie homo sapiens– los hombres empezaron a sustituir sus formas de
comunicación por medio de señales iguales a las de los animales por la trasmisión de señales
que codifican información psíquica inconsciente en mensajes cifrados tanto en artefactos como
en los signos del habla. Así suponemos se generó la estructura de la actividad productiva, la
estructura de la actividad lingüística y, en general, la estructura de la actividad supraindividual
que en conjunto constituye el sistema de la sociedad humana. De ese modo, una vez que fue
posible la codificación de información psíquica en ciertos medios materiales físicos y químicos,
apareció esta clase de información social, y así se hizo posible la comunicación por medio de la
escritura, y más recientemente por medio del teléfono, la radio, y fue posible almacenar, guardar
o archivar información en todas las cosas y objetos, utensilios y herramientas, instrumentos y
máquinas que ha creado la humanidad, como también toda clase de mensajes en libros, discos,
disquetes, cintas de sonido, cintas de video más recientes. Por eso decimos que estos artefactos
contienen una clase de información –la información social– que es común al conjunto de la
sociedad, o que estos artefactos codifican información social, y que la organización, la unidad y
la reproducción de la sociedad humana actual depende de esta clase de información.
Por tal razón, la información social que encontramos los hombres desde el momento de
nuestra concepción, en esta etapa del desarrollo de la humanidad, tiene que ser incorporada por
68
cada uno para formar nuestra conciencia y por eso decimos que la información social viene a ser
el modelo de desarrollo de los hombres y los grupos humanos. De este modo, quienes en forma
individual hace miles de años fueron su punto de partida, ahora han sido convertidos en el
soporte activo del sistema de la sociedad. No será difícil imaginar que la cantidad de esta clase
sensoriales que activan la superestructura de redes neurales que contiene la misma información
aunque codificada de otra manera.
De otro lado, también sabemos que la información puede almacenarse en datos. En este
sentido vamos a llamar dato a una estructura material que tiene los mismos atributos de la señal,
pero que por su propia naturaleza se mantiene como estructura material que se guarda y en
algún momento se usa, y por lo menos en ciertos casos, se activa o se desactiva. Por ejemplo,
las letras escritas en este papel son datos que contienen cierta información; pero en el momento
de leerlas, la luz que refleja el papel ya tiene una estructura detectable por quien las mira, y de
este modo los datos se convierten en señales que se trasmiten hasta la retina del lector.
Entonces, señales y datos contienen información. En el mismo sentido, en el genoma del núcleo
de la célula, las secuencias de bases del ADN son los datos que contienen la información
genética; en el momento de expresarse los genes, estos datos se transcriben en señales de las
moléculas de ARNm que escapan del núcleo de la célula, y así la información genética se
trasmite al citoplasma, y es en el sentido que la actividad de la estructura genética es el modelo
que reorganiza la actividad celular, como ocurre con los procesos de síntesis proteica.
También una cierta información psíquica, como el concepto que tenemos acerca del libro,
puede codificarse en la palabra articulada “libro” que al pronunciarse constituye una señal; esta
señal puede transcribirse en la palabra escrita “libro”, que será el dato que contiene la misma
información respecto del objeto en cuestión. Pero así como esta figura escrita representa el
sonido de la palabra pronunciada, esta palabra podemos representarla también en una cinta
magnetofónica, en un disco o en un disquete.
Esto quiere decir que debe haber una estricta correspondencia entre todas estas
representaciones, que no son sino formas materiales de reflexión que se producen únicamente
como parte de la actividad de sistemas de alta complejidad, como es el sistema vivo, y mucho
más el humano, en tanto la información ya no se almacena y procesa sólo dentro de sus
individuos, sino en estructuras materiales que ellos mismos han construido a su imagen y
semejanza. Pues si bien una máquina electrónica no se parece al órgano del cerebro, no hay
duda de que refleja algo de su estructura interna, y hasta es capaz de procesar la misma
información, aunque en códigos muy diferentes.
Entonces, si la misma información puede mostrarse como estructura y actividad –es decir,
como representación y procedimiento–, ya no llamará la atención que pueda codificarse en datos
y señales, pues estará claro que los primeros son sólo el aspecto estructural de las señales, y
70
éstas el aspecto de actividad de los datos. No hay pues sólo una estrecha correspondencia lógica
entre todas estas formas de reflexión, sino que son aspectos de un mismo proceso y por eso
puede decirse que las relaciones que hay entre estas representaciones y procedimientos
dependen de ciertos códigos que los relacionan entre sí, con la información que contienen y con
el usuario.
Debe ser por esta misma razón que es lógico decir que un conjunto de señales o de datos
codifica información, o que la información se codifica en conjuntos de señales o de datos. O que
un código es un sistema de señales y datos que dan forma material a la información. Por
ejemplo, si la imagen o el concepto acerca de un objeto es información psíquica acerca de este
objeto, y esta información se puede reflejar en varios medios simultánea o sucesivamente,
diremos que la imagen o el concepto se puede codificar en varios medios de codificación. Por
eso decimos que las sensaciones, las imágenes, los conceptos que reflejan ciertos sucesos
objetivos, o se reflejan en ellos, son formas de información que en las distintas fases de su
procesamiento se codifican en diversos medios formando estructuras que se corresponden entre
sí, puesto que reflejan una misma información.
En el mismo sentido, la información social que se ha podido y se puede codificar fuera de
los individuos en diversos medios físicoquímicos, también puede ser codificada dentro de las
personas en señales o datos psíquicos, funcionales, metabólicos y genéticos. De este modo, la
correspondencia que hay entre estas estructuras consiste en que ellas codifican la misma
información. Sin embargo, en todo este proceso la información como tal no ha sido, como
decíamos, una cosa visible o palpable: lo único que hemos podido apreciar acerca de ella son los
datos o las señales que la contienen, es decir, estructuras físicas reales –como son las letras,
palabras, un código electromagnético–, y en igual sentido las estructuras de impulsos nerviosos
o las estructuras químicas que codifican la información psíquica.
Al respecto es posible que surja alguna confusión cuando se dice que una señal se codifica
en otra señal, o un dato se codifica en una señal. Así por ejemplo, puede decirse que la voz se
codifica en los surcos de un disco, o una palabra hablada en una palabra escrita. La confusión
surge al no haberse precisado la diferencia que hay entre dos formas posibles de procesamiento
de información: a) el procesamiento de los datos y señales que contienen una clase de
información en procesos de un mismo nivel de organización del sistema vivo, y b) el
procesamiento de una clase de información de un nivel en otro superior o inferior dentro de la
71
organización del sistema. Pero una vez que se ha notado la diferencia, ya será más fácil
diferenciar entre un proceso de codificación y un proceso de transcripción.
Por ejemplo, cuando se organiza la información funcional que refleja una mancha luminosa
y orienta los ojos hacia el mismo estímulo, podemos decir que los rasgos del estímulo –como
son contraste, tamaño, movimiento, orientación–, se encodifican en señales sensoriales; que las
ciertos artefactos físicos o compuestos químicos, el sistema así formado es información en tanto
es modelo que estructura la actividad del sistema de un individuo o de un conjunto de ellos.
Es pues el momento de superar la explicación de la actividad personal por medio de simples
reglas de correspondencia cuantitativas que miden las relaciones de entrada-salida en términos
de funciones continuas, pues tanto la psicofísica como la psicometría ya cumplieron su
cometido. Y en especial respecto del almacenamiento y procesamiento de la información dentro
del sistema humano, lo que el estudioso de la actividad humana debería comprender y explicar
es cómo se codifica y procesa en primer lugar la información social en el cerebro de los
hombres, para luego explicar cómo esta información reestructura los demás niveles de
organización del sistema del individuo hasta convertirlo en personalidad.
Una manera elemental de comprender cómo una cierta información se codifica en un
sistema de memoria consiste en describir la forma como se representa un dato en otro, una señal
en otra, explicando: a) cómo una estructura material se refleja en un campo de entrada, y éste se
refleja luego en un campo de salida, y b) cómo cada representación de un determinado nivel se
refleja en otro, superior o inferior, en el interior del sistema del individuo o de la sociedad.
Supongamos una situación S constituida por una cierta configuración de sucesos s, de modo
que S = {s1, s2, s3, ... sn} que ha de reflejarse en un campo de entrada en el interior de un sistema
vivo. Sea C el conjunto finito de elementos del sistema vivo (por ejemplo, bases nitrogenadas,
potenciales de acción, trenes de impulsos nerviosos, fonemas) en que debe codificarse la
información respecto de dicha situación, como, por ejemplo: C = {0, 1}.
La codificación respecto de S viene a ser entonces un sistema I conformado por un conjunto
de señales i respecto de cada elemento s, donde cada conjunto de señales i es un mapa, es decir
una configuración específica de los elementos de C. De este modo, por ejemplo: el código I
respecto de una S vendría a ser el sistema I(S) = i1(s1) → 1100, i2 (s2) → 1001, i3 (s3) → 0111,
i4 (s4) → 1010; que se lee: “la codificación I respecto de S es un conjunto de mapas, donde la
señal in respecto de un suceso sn es una secuencia de 0,1 en diferentes combinaciones”.
En términos más generales diremos que el código I en que queda reflejada cierta S, es un un
conjunto de señales i respecto de los sucesos s, donde cada i respecto de un s es una estructura
espacio-temporal constituida por los elementos C del sistema vivo. También podemos decir que
la relación entre S e I depende de un código que establece las reglas de correspondencia por las
que cada s se refleja en una i; así, el código establece que la señal i1 de s1 es una y sólo una
73
secuencia de los elementos de C, 1100; que la señal i2 de s2 es otra única secuencia diferente,
1001, y así sucesivamente.
De manera simplificada, respecto de nuestro ejemplo diremos que el código I respecto de S
está dado por S → I = {1100, 1001, 0111, 1010}, donde, además, cada código difiere de otros no
sólo por la secuencia, el locus, sino también por la distancia, la duración, el momento, la intensi-
dad, disposición espacial en 2 ó más dimensiones, etc. de cada uno y entre cada uno de los
elementos de C
Así tendremos un conjunto de reglas de codificación de la información respecto de una
situación en un determinado nivel de organización de un sistema vivo; en el caso que nos ocupa,
serán reglas de codificación de la información social en el neocórtex cerebral cuya estructura y
actividad nos interesa comprender y explicar en tanto es el soporte funcional de la información
psíquica consciente.
Debemos definir ahora en qué consiste realmente la estructura de los llamados estados
mentales y de la memoria en el nivel epiconsciente. O mejor, debemos explicar la verdadera
naturaleza de las estructuras psíquicas que se organizan en los planos de la percepción, la
imaginación, el pensamiento y la actuación de la personalidad. Al respecto, hay suficiente
evidencia como para interpretar de otro modo la organización funcional del neocórtex cerebral
en tanto sistema de memoria de nivel epiconsciente.
Así, podemos imaginar la totalidad del neocórtex cerebral como una estructura activa
organizada de un cierto modo en un instante dado de la historia de la persona basada en
información psíquica consciente en uso. El manteniendo de este estado en el nivel epiconsciente
debe producirse por codificación de dicha información en señales neurales en macroredes
neocorticales activas distribuidas e interconectadas en paralelo en todo el espacio-tiempo que
conforman ambos hemisferios cerebrales. Esta estructura neocortical activa será entonces el
modelo sobre el cual se organiza, a su vez, todo el conjunto de la actividad nerviosa y del
individuo total en el instante aludido. Esta última deducción nos permite imaginar el sistema
nervioso humano como un espacio-tiempo organizado en tres dimensiones: verticalmente en
niveles de cada vez menor complejidad, transversalmente en sentido póstero-anterior, y
transversalmente de derecha a izquierda.
74
izquierdo los aspectos procesales de la misma, en realidad no se sabe aún; pero sí sabemos que
es una peculiaridad que ha alcanzado su máximo desarrollo en el cerebro humano.
Ciertamente podemos apreciar que los datos acerca de los afectos y los aspectos espaciales
de la realidad parecen estar íntimamente relacionados, y esto podría explicar por qué los datos
respecto de los sucesos personalmente vivenciados y experimentados tienden a codificarse en el
hemisferio derecho.
Del mismo modo, los datos acerca de las acciones y los aspectos temporales de la misma
realidad, dentro de los cuales están los sucesos del universo que se conocen casi exclusivamente
a través del lenguaje hablado, tienden a codificarse en el hemisferio izquierdo. Ésta puede ser
una peculiaridad que a lo mejor sólo refleja la concepción del mundo que el sistema de la
sociedad humana actual ha impuesto a la mayoría de sus miembros, esto es, una separación del
espacio respecto del tiempo que de hecho la asumimos como natural.
Al delimitar una memoria en el nivel epiconsciente hacemos referencia a la situación en
que la información psíquica consciente se mantiene codificada después de su ingreso sensorial o
de su recuperación al plano activo de la conciencia, o antes de su salida motora, por un período
finito aunque por lo general muy breve, después del cual desaparece como tal, aunque puede
reconstruirse después de una fracción de segundo, varios segundos, minutos u horas después.
Nos referimos pues al tiempo en que las imágenes y los conceptos se mantienen como
estructuras activas en el plano superior de organización actual de la actividad personal, o como
se dice también, en la forma de memoria operativa o de trabajo.
Es lógico pensar que durante el intervalo de tiempo que media entre la desaparición de un
estado mental activo y su reaparición, la información se codifica de modo distinto en el nivel
subconsciente. Por lo tanto, y en sentido estricto, no podemos decir que existan dos clases de
memoria: la memoria de trabajo y la memoria que se retiene “fuera del campo de la conciencia”,
sino que se debe explicar cómo se retiene información –tanto en el nivel epiconsciente como en
el subconsciente– en el neocórtex cerebral, además de explicar cómo se produce esta
descodificación y encodificación de la información de uno a otro nivel de la consciencia.
Por ahora veremos sólo el primer aspecto del problema, y supondremos que la información
psíquica que se retiene y procesa en el plano epiconsciente –repetimos, las imágenes y los
conceptos– se mantiene codificada en estructuras cerebrales formadas por macrorredes
76
nivel subconsciente en tales imágenes y conceptos, y así éstos adoptan la forma de “estados” o
“mapas” que ocupan justamente los planos de la percepción, la imaginación, el pensamiento y la
actuación.
Sobre la base de nuestra argumentación, podemos afirmar que las tres estructuras de
memoria de nivel subconsciente de la personalidad son las tres áreas neocorticales de asociación
–límbica, posterior y anterior–, que son las que codifican las correspondientes modalidades de
información –afectiva, cognitiva y conativa– de base social.
Por consiguiente, ya no podemos decir que el soporte funcional de las emociones de una
persona son las áreas límbicas paleocorticales, y que las áreas neocorticales son el soporte de la
cognición, que como hemos visto se sostiene tradicionalmente desde Darwin. Será preciso
diferenciar entre las áreas límbicas paleocorticales y las neocorticales, no sólo sobre la base de
su citoarquitectura, sino de la clase de información psíquica que contienen, siendo así que las
áreas paleocorticales contienen y procesan información psíquica inconsciente y constituyen, por
lo tanto, el sistema de memoria inconsciente, y que las áreas neocorticales que contienen y
procesan información psíquica consciente son el sistema de memoria de nivel subconsciente.
Efectivamente, sostenemos que las áreas límbicas corticales –que ya fueron mejor
delimitadas por Livingston y Escobar (1971)– comprenden no sólo el área orbitaria posterior y
del polo temporal como simples extensiones del paleocórtex límbico, sino que en realidad son
áreas neocorticales que abarcan toda el área orbitaria del lóbulo frontal, el lóbulo de la ínsula y
el tercio anterior y lateral del lóbulo temporal. Por lo tanto, es perfectamente lógico afirmar que
estas áreas, que incluyen las áreas mudas de la corteza temporal, constituyen el sistema de
memoria afectivo-emotivo de nivel consciente. Más aún, se sabe que esta área se extiende en el
77
hemisferio derecho hasta abarcar las áreas simétricas a las de Broca y Wernicke del hemisferio
izquierdo, como han demostrado las observaciones de pacientes con disprosodia emotiva debido
a lesiones de estas áreas (Ross, 1993). Son las áreas para las cuales no se han hecho las
preguntas correctas, o mejor dicho, las áreas a las que nunca se les ha hecho preguntas, ni
siquiera incorrectas.
En realidad, tiene sentido pensar que se requieren áreas neocorticales más extensas de lo
que se supone para codificar la enorme variedad de los sentimientos humanos. Sabemos que
como macrorredes difusas, pero que dentro de ellas se organizan las trayectorias que siguen las
señales especialmente sensoriales procedentes de las áreas receptivas primarias. Es así que el
neocórtex cognitivo es un área formada por redes submodales, modales e intermodales bastante
más definidas, donde las cascadas jerárquicas que forman sus redes facilitan la codificación y
reproducción de representaciones cognitivas y procedimientos productivos, especialmente en el
hemisferio izquierdo. La información codificada en estas áreas se adquiere dentro de las
relaciones culturales que el niño emprende durante su etapa escolar. Hemos sugerido que en este
período la actividad cognitiva determina la formación del intelecto como segundo componente
de la personalidad.
Respecto del neocórtex prefrontal dorsolateral, hay razones suficientes para concluir que
esta área que se ha extendido marcadamente en el hombre, ha soportado una profunda
modificación en su función. En efecto, en los animales superiores es sólo una extensión anterior
del área premotora que integra los sistemas cognitivo y afectivo inconscientes (paleocorticales).
En cambio en las personas se ha convertido en el sistema de memoria que codifica las
necesidades sociales que se generan en las relaciones económicas de la sociedad. Sostenemos
que estas necesidades se codifican en la forma de motivos y de reglas de decisión sobre todo de
tipo moral, de modo que una vez almacenada esta información en este sistema de memoria, su
actividad determina la organización autoconsciente de la actividad personal. Creemos que la
adquisición de los motivos y valores debe producirse durante la adolescencia, y la estructuración
de este componente superior de la conciencia debe culminar con la formación del carácter de la
personalidad.
Dada la diferenciación psíquica y funcional de los hemisferios cerebrales, es necesario
pensar que la codificación de los aspectos estructurales de cada uno de estos tipos de
información en sus respectivos sistemas de memoria del hemisferio derecho, debe acompañarse
de la correspondiente codificación de los aspectos procesales de la misma información en cada
uno de los sistemas de memoria del hemisferio izquierdo. Es decir, los sentimientos deben
codificarse también en la forma de esquemas o programas de expresión emocional, en los cuales
se ejecutan los gestos respectivos; los conocimientos en los programas de las acciones
productivas que se ejecutan a través de las operaciones motoras de uso de instrumentos y la
producción de objetos; y los motivos en los programas volitivos, por medio de los cuales se
decide la realización de los actos personales.
Suponemos que en este nivel la información psíquica consciente se codifica
multimodalmente en la forma de datos mnésicos que quedan disponibles para su activación,
79
Suponemos entonces que los datos de memoria se codifican en varios módulos, efímeros o
duraderos, esto es, en los módulos o puntos nodales de las diversas modalidades ya referidas,
pero sólo potencialmente interconectados en paralelo. Estos módulos deben ser redes neurales
locales ubicadas dentro de las áreas neocorticales de las distintas modalidades de información.
Es pues del todo posible que la retención de la información en uno de estos sistemas de
memoria, o en dos o tres de ellos, requiera de redes distribuidas en serie dentro de cada área de
asociación, donde cada red codifica un aspecto unimodal de la información, o toda la
información psíquica consciente en un solo módulo.
Esta concepción es, por lo tanto, similar al modelo holográfico de la memoria de Pribam
(Pribam y Ramirez, 1980), y las attractor neural networks de memoria simulada (por ejemplo,
Ruppin y Reggia, 1995). En efecto, estas redes deben estar interconectadas para que se facilite
la recuperación de la información lo más completa posible (ver: Miyashita, 1993, para un punto
de vista algo similar, y Ruppin y Reggia, op. cit., para comparar nuestra sugerencia con los
modelos derivados de la simulación de la amnesia), por lo que, siguiendo la misma idea de
Pribam (op. cit.), bastaría la activación de uno de estos módulos para que se reproduzca toda la
estructura de la información en los planos subconsciente o epiconsciente de la actividad
personal.
inducción de cambios en la expresión genética de las neuronas neocorticales por medio de los
mensajeros intracelulares activados metabólicamente. Se sabe bien que así se produce la síntesis
de nuevas ramificaciones del axón terminal presináptico y la formación de nuevas sinapsis con
las dendritas postsinápticas.
Esta plasticidad neuronal es un atributo de la red nerviosa que se expresa mucho más
fácilmente en las etapas iniciales del desarrollo personal, por lo que, al parecer, las redes
neocorticales pueden modificarse de modo persistente por la entrada simultánea más que
sucesiva de señales. En cambio, conforme se envejece, el proceso de codificación genética
tiende a efectuarse predominantemente en serie, diríase de modo más analítico que sintético.
Puede decirse que la permanencia más o menos prolongada de la información social,
codificada como información psíquica consciente a lo largo de la historia de la persona, y sobre
todo la probabilidad de su recuperación y uso eficiente, parecen depender de la mayor o menor
actividad plástica de las redes neurales, del grado de modificación de las redes nerviosas
comprometidas, el número de redes involucradas en diversas áreas del neocórtex y seguramente
también de la forma en que se reordenan las redes alocorticales y subcorticales, así como de la
mayor o menor coherencia lógica –es decir, compatible con la realidad– de las interconexiones
paleocórtico-neocorticales que se producen durante la adquisición y el uso de dicha información
social.
de este mecanismo persiste aún dentro de los modelos conceptuales más recientes, y se
considera que al lado de los “sistemas de almacenamiento de la información”, hay un “sistema
de búsqueda y lectura de la memoria” (Kupfermann, 1991). Es importante notar la insistencia en
esta clase de conceptos que siguen la línea del pensamiento energetista –de la relación entre la
gasolina y el motor de Piaget–, pues así como se supone habrían mecanismos activadores del
despertar, la vigilia y la atención en el tronco encefálico, centrales ejecutivas en el lóbulo
frontal, así habría un sistema de activación de la memoria anatómicamente separado de los
sistemas de almacenamiento de los datos: los candidatos de mayor fuerza para ejercer esta
función activadora son el hipocampo, los cuerpos mamilares, el núcleo dorsomedial del tálamo
y el núcleo basal de Meynert; recientemente se ha añadido la amígdala temporal.
Ya hemos visto que al conceptuarse de este modo los procesos de la memoria, se ha tenido
que hacer diversos intentos para diferenciar entre memoria primaria y memoria a corto plazo, de
un lado, y entre memoria secundaria y memoria a largo plazo, de otro, por lo menos dentro de
los enfoques pioneros de las décadas del cincuenta y el sesenta (Véase, por ejemplo, Peterson y
Peterson, 1969). En la actualidad, se ha terminado por asimilar los clásicos conceptos
subjetivistas de James a los de corte conductista –del corto y el largo plazo– como si fuesen dos
componentes de la memoria en general, como puede verse en el esquema de Perani y
colaboradores (1993) en el cuadro N° 1 de la página 20.
Pero, por lo que hemos visto hasta aquí, se nos hace difícil imaginar la memoria organizada
en compartimientos de esta naturaleza. Por eso hemos concluido en que los componentes o
sistemas de la memoria personal de nivel neocortical consciente tienen que verse primero
respecto de su organización por niveles, para luego diferenciar los subsistemas que constituyen
cada nivel de la actividad psíquica consciente. De este modo, si es que debemos mantener los
conceptos de retención a corto plazo y a largo plazo, tendremos que asumirlos como descripción
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si se tiene en cuenta que estos procesos deben explicarse dentro de las condiciones más reales de
la actividad personal, y no sólo en situaciones experimentales de tipo cognitivo o de estímulo-
respuesta. En realidad, lo que debemos hacer es seguir el esquema del cuadro N° 3 que aparece
en la página 42, y explicar cada sistema de memoria en términos de sus procesos de adquisición
y de utilización de la información social.
Desde otro ángulo, tenemos que imaginar la actividad de la estructura cerebral como un
sistema personal, y por lo tanto tan único y singular como es la misma personalidad, ya que el
individuo total es estructurado cinéticamente por la información social que él mismo incorpora
desde su concepción hasta su muerte por medio de su propia actividad concreta. Por lo tanto, los
procesos de adquisición y de utilización de la información psíquica que se producen el curso de
la actividad personal no son procesos que empiezan, como se acostumbra decir, en un momento
dado frente a un estímulo, una tarea o un experimento.
Tampoco se inician, como veremos, por acción de un mecanismo ubicado en algún
primitivo núcleo de células que los pone en marcha por su propia decisión, o por contingencias
de naturaleza no precisada. Preferimos ver el curso de la actividad mnésica consciente como
parte de la vida misma de la persona, o mejor, como base y fundamento de la propia historia de
cada personalidad.
Es de esperar, entonces, que durante el análisis de los procesos de la actividad mnésica
surjan detalles tal vez más llamativos de los distintos sistemas de memoria de nivel consciente
en tanto están en la base misma de la actividad personal. Así, por ejemplo, se tiene que ligar los
procesos de la memoria a los del aprendizaje, y sobre todo a los procesos formativos de la
personalidad. Esto es, los procesos de adquisición y utilización de la información social tendrán
que volverse a explicar, ahora como los aspectos más esenciales de la actividad consciente.
85
organización del cerebro humano. Por eso, antes de pasar al análisis de los procesos de la
memoria consciente en los niveles epiconsciente, subconsciente, funcional, metabólico y
genético, haremos una breve reseña de estos procesos de la actividad mnésica. No negamos que
este análisis se facilita si se toma en cuenta que estos procesos son explicitados en términos de
la adquisición, retención y almacenamiento de la información, los que se inician a partir del
registro de la información en los sistemas de la sensibilidad interoceptiva y exteroceptiva que
terminan en las áreas receptivas, y de recuperación y uso que se expresan a través de los
sistemas de la motilidad visceral y somática que se inician en las áreas motoras de la corteza
cerebral.
decisión de la propia persona. En todo caso, dicha incorporación se realiza desde los planos de
la actividad perceptual y de la actuación de la personalidad, primordialmente en las fases de
desarrollo formativo, como también en la plenitud de su madurez. En lo esencial, la adquisición
de nueva información social presupone su ingreso y retención inicial en el plano epiconsciente
para pasar en seguida al plano subconsciente (aunque el acceso a esta última puede hacerse en
forma directa, como sucede durante la primación, por ejemplo).
Respecto a la retención de la información psíquica consciente en el necórtex cerebral,
recordemos que la medida del tiempo de retención de información ha sido uno de los aspectos
más importantes, y más estudiados, del procesamiento mnésico. Por eso ha sido decisiva la
diferenciación entre la retención y reproducción de información a corto plazo y la retención y
reproducción de la misma a largo plazo. Desde el punto de vista que venimos sosteniendo,
podría suponerse que la retención a corto plazo se aplica sólo a la memoria de nivel
epiconsciente, y la retención a largo plazo sólo a la memoria de nivel subconsciente.
Pero es teóricamente posible considerar una retención a corto plazo en el nivel
epiconsciente y otra distinta en el nivel subconsciente, teniendo en cuenta que en el caso de la
primera se debe medir la retención de información como información activa o en uso actual; y
en el de la segunda el tiempo que media entre la “desaparición” de la información del plano
epiconsciente y su posterior recuperación o reingreso desde el plano subconsciente (incluso
durante el rehearsal).
De otro lado, si bien la medida de la retención a corto y a largo plazos es posible y
relativamente fácil cuando se aplica a la retención de información cognitiva, debe suponerse
teóricamente posible la medida del tiempo de retención de información en los sistemas de
memoria afectiva y conativa. En todo caso, no creemos que el tiempo de retención defina por sí
mismo un tipo especial de memoria, sino que éste es sólo el aspecto temporal medible del
proceso mnésico, como de cualquier otro, en tanto puede ser importante para deducir en qué
nivel de codificación se encuentra el proceso de consolidación de un dato mnésico (ver más
adelante), o definir la capacidad máxima de la red nerviosa para retener información en el
tiempo, o al revés, medir el tiempo de olvido. En cualquier caso, respecto de la memoria de
nivel consciente se ha podido determinar varios tiempos de retención de información (cuadro
Nº 6), trátese de información nueva de entrada o de información actualmente recuperada.
Respecto de la retención de información en el neocortex cerebral lógicamente interesa
explicar el proceso mismo de codificación como complemento de la descripción de las
88
estructuras neurales que ya han codificado cierta información. En efecto, uno de los aspectos
esenciales intrínsecos de la memoria humana que debe explicarse prioritariamente son los
procesos de codificación de la información social como información psíquica consciente, y
cómo es que con el paso del tiempo y la reiteración en el uso de la información en el nivel
epiconsciente se consolidan los datos en códigos de los niveles de organización más profundos
de dicho neocortex.
Como hemos visto, una primera aproximación al problema ha consistido en diferenciar los
niveles de organización de la actividad neocortical –los niveles psíquico consciente, psíquico
subconsciente, funcional, metabólico y genético de las redes y las células nerviosas– en los
Cuadro Nº 6
Tiempos de retención de la información en la memoria
1. En el nivel subconsciente:
1.1. La retención a corto plazo sin ensayo (18 a 25 segundos)
1.2. La retención a corto plazo con ensayo (3 a 10 minutos)
1.3. La retención a largo plazo (más de 10 minutos, por horas, meses o años)
1.4. La retención a muy largo plazo (toda la vida)
2. En el nivel epiconsciente:
2.1. La retención en el plano perceptual (200 mseg para la memoria icónica, 2 segundos para la
memoria ecoica)
2.2. La retención en el plano de la imaginación, el pensamiento o la actuación (de una fracción
de segundo a varios segundos)
Según hemos podido deducir (ver cuadro Nº 5), la información psíquica consciente puede
mantenerse en el nivel epiconsciente –codificada en señales nerviosas– en redes nerviosas
interconectadas activamente en paralelo. La retención a corto plazo sin ensayo de la misma
información en el nivel subconsciente parece requerir de la codificación de la misma en redes
interconectadas por procesos de PLP u otro mecanismo similar; la retención a corto plazo con
ensayo podría requerir una codificación de la información en las mismas redes pero con
89
facilita no sólo el curso del pensamiento y la planificación que antecede a la actuación efectiva
de la personalidad, sino también sus procesos perceptuales e imaginativos con los que se
representa la realidad.
Por consiguiente, a partir de lo que hemos señalado respecto de la organización de la
conciencia, podemos decir que la encodificación verbal no es privativa del componente
cognitivo, sino que el habla tiene un papel similar respecto de los procesos afectivos y conativos
en el nivel subconsciente, y por lo tanto respecto de los procesos de la percepción, la
imaginación, el pensamiento y la actuación en el nivel epiconsciente. Aquí también se requiere
una reinterpretación y reelaboración de los conceptos acerca de los procesos de recodificación
verbal de la información psíquica en el cerebro.
que existen por sí mismos, y hasta parecen delimitarse solos, sobre todo cuando se “corta” el
curso actual de una información para dar paso a otra sobre la base de un motivo o contingencia
diferente o novedosa. Así, durante una conversación o un discurso el pensamiento es fluido y las
ideas parece que no fueran producto de recuerdos que se suceden a cada instante; pero si en un
momento se nos pide el nombre de alguien, el esfuerzo por reconstruir el nombre delimitará la
operación de recordar como si fuera un proceso especial diferente de los que ya venían
sucediendo. Otros procesos de uso de la información ocurren en el nivel subconsciente, como
los que se manifiestan en la forma de fenómeno de ahorro durante el aprendizaje, y de
interferencia proactiva o retroactiva durante el recuerdo.
En realidad, cuando una persona incorpora información social a través de su actividad ella
construye su propio sistema de memoria personal, almacena los datos respectivos en distintos
sistemas de memoria en el nivel subconsciente, y a partir de ellos vuelve a reconstruir la misma
o parecida información en el plano epiconsciente de su propia actividad. Por eso, como se ha
dicho, nos parece imposible imaginar un mecanismo que active los datos de la memoria para
que la información pase de un sistema de almacenamiento a largo plazo a otro a corto plazo. Ni
siquiera el concepto de memoria operativa suple esta deficiencia conceptual. Suponemos, más
bien, que todo proceso de utilización de la información previamente adquirida y retenida en el
plano subconsciente de las redes neocorticales del cerebro es una reconstrucción, reproducción
o recuperación de la información hacia el plano epiconsciente de la actividad personal, es decir,
un proceso inverso al de su adquisición. Este es el proceso que trataremos de explicar en
seguida.
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modo que si bien una señal sensorial puede ser seguida a lo largo de una trayectoria, como
describen las neurociencias cognitivas (basándose, por ejemplo, en las imágenes tomográficas
que reflejan el nivel metabólico de redes nerviosas más –o mucho más– activas que otras), de
ningún modo podemos decir que la información en uso refleja la actividad de una región de la
corteza cerebral solamente –como cuando se relaciona la memoria de trabajo con el área
prefrontal sin mayores especificaciones–, sino la de todo el cerebro.
Para facilitar el análisis de los procesos mnésicos en el nivel epiconsciente, haremos
referencia a las relaciones más directas que parecen existir entre los procesos de adquisición y
los procesos preceptúales. En igual sentido veremos los procesos de utilización de la
información en términos de la elaboración de la información dentro de la imaginación y el
pensamiento, y el uso de la misma información durante los procesos de la actuación personal.
Por lo que hemos dicho hasta aquí ya podemos colegir que la percepción no es el registro
pasivo de los rasgos superficiales de un estímulo, como sucede con los procesos sensoriales
cognitivos de los animales, sino la actividad consciente de confrontación e integración actual de
la información sobre la realidad presente y la información en uso en el plano de la imaginación,
el pensamiento y la actuación de la personalidad. Desde el punto de vista de vista de su aspecto
mnésico, diremos que la retención perceptual es en realidad el procedimiento fundamental del
aprendizaje consciente, y por ello un proceso de adquisición de sentimientos, conocimientos y
92
Hasta aquí, como habrá podido apreciarse, poco hemos hecho por definir los conceptos de
aprender y recordar, pero debemos tratar de precisarlos mejor, pues son ampliamente usados en
las descripciones clínicas y en los estudios experimentales de la memoria (y hasta han servido
para definir la memoria en sí). En primer lugar, siguiendo a Vigotsky, quien sentenció que
“recordar es pensar” (Wertsch, 1988), podemos argüir en el sentido de que aprender es percibir.
Efectivamente, no precisamos de mayores argumentos para sostener, basados en lo expresado
hasta aquí, que el paso de la información de uno a otro nivel de la conciencia, del nivel
subconsciente al epiconsciente, o al contrario, no es sino el devenir de la historia de una persona
tal como se organiza desde el plano de la conciencia. Pero también diremos que no se recuerdan
sólo conocimientos o experiencias, sino también sentimientos y motivaciones. Cuál de estas
Lo real es que la información que ingresa al plano perceptual o la que se elabora en los
planos de la imaginación y el pensamiento, se utiliza finalmente en la actividad práctica de la
persona. En tal caso la información se construye en el plano de la actuación sobre la base de la
integración de emociones, producciones y voliciones, que así se convierten en planes de
actuación. Éstos se expresan, a su vez, en la conducta, desempeño y comportamiento efectivos
de la persona. Ya no carecerá de lógica decir que tales planes (que organizan la praxis) pueden
mantenerse en la memoria de nivel epiconsciente mientras dura el control autoconsciente de la
actividad práctica, una forma de actividad que depende de las redes del hemisferio izquierdo,
como se sabe. Por supuesto que ésta es también una memoria de trabajo al mismo nivel que la
de la imaginación o del pensamiento.
Acabamos de decir que es tradicional que el concepto de imaginación se restrinja sólo a los
aspectos creativos de la fantasía y la inventiva extraordinarios, desvirtuando el carácter
universal de las capacidades creativas, que comprenden todas las formas de elaboración
consciente de nueva información, necesaria hasta en las condiciones más rutinarias de la
actividad personal, como hace una madre todos los días, por ejemplo, al preparar la comida de
sus hijos. De modo similar, debemos decir que la elaboración del pensamiento no es sólo
producción científica o técnica, ni solamente la solución de problemas extraordinarios, como
tampoco el trabajo es únicamente actividad manual.
La solución de la tarea más simple del iletrado, la simple colocación de un ladrillo sobre
otro por el constructor, exigen de una elaboración de información en el nivel epiconsciente, y
luego la retención de esta información en tanto es usada como modelo de la consiguiente
actividad personal. El mantenimiento de esta información así elaborada y la recuperada en la
forma de conceptos o algoritmos de actuación en las redes holocorticales del cerebro es la
memoria de procedimientos que tanto se destaca como un sistema aparte de la memoria de
representaciones. Lógicamente que esta memoria es fenoménicamente más evidente durante la
adquisición y uso de las habilidades prácticas: de allí por qué podemos hablar de una memoria
de procedimientos prácticos, pero también estará claro que existe una memoria de imágenes
prácticas, como son las que en un momento pueden organizar el plano de la actuación que
hemos discutido.
95
región a otra del cerebro, sino como estados cerebrales integrados, estados que en realidad son
los momentos en que la información consciente organiza o reorganiza la historia de la
personalidad.
Son aquellos procesos por los que la información psíquica previamente almacenada se
recupera, reproduce o reconstruye y usa en el curso de la actividad subconsciente. No es fácil
imaginar el proceso mnésico en este nivel, aunque, como ya hemos dicho, la apariencia estática
Debemos revisar aquí los procesos neurales de adquisición y uso de la información psíquica
consciente a nivel funcional de la red neural, saliendo lógicamente del marco del procesamiento
cognitivo, para abarcar las formas de procesamiento afectivo y conativo.
Sólo en el nivel funcional creemos que es posible seguir las diversas trayectorias que
cursan las señales neurales, tanto en serie como en paralelo, a lo largo, lo ancho y lo profundo
de las redes neurales que constituyen el espacio-tiempo cerebral que media entre la superficie
receptora y la superficie efectora del sistema nervioso.
Es lógico que éste parezca ser un proceso de entrada-salida cada vez que se le aísla y
abstrae del conjunto integrado de la historia de una persona (bajo condiciones experimentales,
por ejemplo). En esta situación podemos hacer el seguimiento de la trayectoria que conecta una
entrada sensorial con su salida motora. Sin embargo, sabemos que esta trayectoria es sólo una
abstracción que sigue el esquema del arco reflejo –“una ficción útil”, como decía el mismo
Sherrington– que ayuda a comprender los procesos que sigue una señal sensorial hasta su
codificación como dato mnésico en la corteza cerebral o tal vez su extinción en una forma de
olvido fisiológico en sentido estricto.
En realidad, en el nivel puramente neuronal y de la red nerviosa, los procesos de la
memoria se pueden explicar mejor como procesos de consolidación y activación de la
información en el neocórtex cerebral. Pero antes de intentar una explicación de estos procesos,
debemos aislar el curso de las señales nerviosas en el sistema nervioso en general. En este caso,
el curso que parecen seguir las señales neurales que codifican una cierta información –como son
las señales sensoriales y las motoras–, y que se puede abstraer en términos del registro,
retención y reproducción de dichas señales como independientes de la actividad psíquica.
98
sería toda una secuencia de procesos por medio de los cuales las señales neurales distribuidas e
interconectadas en paralelo en las redes neocorticales del cerebro que codifican una cierta
información en el nivel epiconsciente en el instante T1 configuran un estado cerebral E1, luego
en el curso de su permanencia hasta el instante T2 se convierten en un estado cerebral E2.
Esto significa que en el intervalo T2 – T1 se habrán generado toda una serie de procesos
cinéticos de encodificación desde el nivel supramodal hasta el nivel celular de la red nerviosa,
de modo que cualquiera que sea el nivel de codificación, la consolidación de los datos se
produce necesariamente en redes y en neuronas distribuidas en múltiples sistemas de todo el
neocórtex como ya se ha señalado más arriba.
En otras palabras, dependiendo de la duración de este intervalo de tiempo en que dicha
información ocupa el espacio cerebral, o de la recurrencia de un estado cerebral anterior, tales
procesos de consolidación irán alcanzando niveles de codificación cada vez más “profundos” en
los sucesivos niveles de organización de la red neocortical.
extraneurales, de otros órganos y tejidos, hasta las gónadas de la persona inclusive, a través de
señales neurales y endocrinas de salida.
Es razonable pensar que la retención de los datos, o de sus aspectos más distintivos, y su
configuración simultánea en redes nerviosas distribuidas en paralelo, requiere de una intensa
interrelación de las señales como parte de una reorganización de toda la estructura neocortical
–que abarca sin duda todo el cerebro– por efecto de la nueva información.
Entonces, no es que un núcleo subcortical de unas 30 ó 90 mil neuronas tenga que activar
tales procesos, sino que basta la continuidad de la actividad personal, la continuidad de la
actividad consciente, la continuidad de las interconexiones neocórtico-neocorticales, neocórtico-
alocorticales, neocórtico-subcorticales para garantizar la retención y posibilidad de uso de toda
nueva información.
Esta continuidad de la actividad cerebral, que no es sino el aspecto neural de la historia de
una persona, es suficiente para que se mantengan las interrelaciones neocorticales, entre los
sistemas psíquicos de la conciencia de ambos hemisferios.
Sin duda que los llamados sistemas de activación de la memoria –que en realidad son
sistemas de integración de la actividad mnésica–, así como de las entradas sensoriales y las
salidas motoras, juegan un papel importante, pues el mantenimiento de toda esta actividad
consciente seguirá dependiendo de la integración de las unidades funcionales del cerebro, cada
una de las cuales tiene su mayor predominio en el curso de la vida de la persona: el afectivo
durante la infancia, el cognitivo durante la niñez y el conativo durante la juventud. En la
personalidad madura, el predominio de uno de estos componentes dependerá de sus propias
estrategias y de las exigencias sociales de su vida.
Desde el punto de vista de la utilización de los datos codificados en cualquiera de los
niveles señalados, el curso de la reproducción o descodificación de la información para alcanzar
el nivel epiconsciente, debe seguir un proceso de sentido inverso a los de su adquisición. Al
parecer, la recuperación de la información puede empezar en cualquiera de las redes que
componen el sistema cerebral que codificó los datos.
Sucede como si la reconstrucción de dicha información fuese un proceso que comienza en
el instante T2, a partir del estado cerebral E2, en un proceso que continúa hasta la total o casi
total reconstrucción del estado cerebral anterior E1, y se regresara así al instante T1 de la historia
del sistema.
En tal caso, lo que parece suceder es la activación de los datos, que se inicia desde el nivel
genético neuronal, “asciende” al metabólico de la microrred interconectada anatómicamente,
101
“emerge” al plano funcional de las señales activas, y éstas se integran en paralelo para
reconstruir la información psíquica original, o algo parecido.
Entonces, así como durante la encodificación de los diversos aspectos de la información,
durante la descodificación de la misma información, las señales correspondientes abarcan, se
extienden y distribuyen en varias redes neurales simultáneamente, es decir, también a partir de
la trayectoria que siguen ciertas señales neurales, o de una sola de ellas, podrá reconstruirse la
totalidad de la información, tal como sugirió Bartlett (1964), o tal vez por un mecanismo similar
al sugerido por Pribram (Pribram y Martín Ramírez, op. cit.)
En otras palabras, la utilización (recuperación, reproducción, elaboración y uso) de la
información, significa que los procesos psíquicos pueden ser activados a partir de necesidades
orgánicas internas, de necesidades sociales externas o desde los procesos psíquicos en curso.
De este modo, el procesamiento consciente de la información será resultado de la
activación de las microrredes nerviosas que han codificado específicamente los datos
un supuesto sistema de memoria a corto plazo a otro de largo plazo, o al revés, simplemente
porque como en todo sistema de memoria cuyos procesos internos son parte esencial de la
historia de cualquier sistema vivo, la actividad mnésica del cerebro empezó con la codificación
epigenética de la información inconsciente; continúa en un desarrollo sociocinético, incesante y
progresivo, que consiste en la incorporación y uso de la información social, y vuelve a una
actividad epigenética de elaboración de nueva información que regresa y se integra a los
procesos de la sociedad.
Son procesos que se automantienen y desarrollan como estados cerebrales de menor o
mayor intensidad o amplitud que sólo han de terminar con alguna enfermedad irreversible del
cerebro o con la muerte.
Sabemos perfectamente que las formas de actividad genética neuronal, metabólica
interneuronal y funcional de las redes nerviosas no cesan ni siquiera durante el sueño, y
despertar es volver a recordar lo sucedido en el pasado real y volver a recordar lo que se ha
anticipado respecto del futuro imaginario.
demás clases de información son los motivos y valores de la persona que asumen el papel rector
de la actividad consciente en un momento dado de la actividad personal.
En general, la idea de homúnculos ubicados estratégicamente, pero justo en los niveles más
primitivos y animales del cerebro, sólo refleja la ausencia de verdaderos conceptos explicativos
de la actividad psíquica humana, y de la memoria de nivel consciente en consecuencia. El uso
de términos en sentido figurado, metafórico, antropomórfico, claramente demuestra nuestra
ignorancia al respecto.
Así, cuando se dice: “La corteza prefrontal ha sido caracterizada como una central ejecutiva
o sistema de memoria operante que es responsable de coordinar los procesos de planificación,
elaboración y organización que facilitan las funciones de encodificación y recuperación que son
efectuadas por el hipocampo” (Rapp y Heindel, 1994) la pregunta necesaria es entonces: ¿De
qué naturaleza es esta parte del cerebro como para comportarse como si fuera una persona real?;
o más explícitamente: ¿Qué o quién está dentro de la central ejecutiva con capacidad para
asumir tales responsabilidades y tomar las decisiones respectivas? ¿Se está haciendo acaso
alusión a un “yo” sentado dentro o encima del cerebro? Lógicamente que hacer todo lo que se
dice requiere de parte de la red nerviosa aludida una enorme capacidad de decisión, que de
hecho no puede tener dicha red por sí misma por más compleja que fuera.
Muy por el contrario, ante la necesidad de explicar los procesos de la memoria del nivel
superior de las personas, creemos que es conveniente imaginar que la historia de cada
104
retenida, pero ya no diremos por el hipocampo, por el núcleo de Meynert, ni siquiera por el
lóbulo frontal, sino que debe construirse y reconstruirse en el sistema de memoria neocortical
siguiendo el curso de la historia de la personalidad, que a su vez sigue el curso de la historia de
la sociedad humana más inmediata y accesible donde ella desarrolla su propia vida.
105
Qué duda cabe, el examen de la memoria es parte fundamental de todos los esquemas o
planes de estudio clínico de un paciente, no sólo en la práctica neurológica o psicológica, sino
médica en general, y del examen pedagógico de un estudiante, en la evaluación del
rendimiento escolar, y también en la actividad rutinaria de todas las personas. Pero la memoria
no es una facultad, ni siquiera una clase de procesos que puedan aislarse del contexto de la
actividad psíquica en general, ni mucho menos un compartimiento que ocupa un lugar especial
en el cerebro, como ocurre con la percepción visual, la solución de un problema, u otro proceso
similar.
106
Hemos argumentado más bien que la memoria es una propiedad más de todo el conjunto
del sistema de la persona, como lo es de todo el sistema vivo; y más todavía, que en cada
historia personal podemos encontrar varios niveles de memoria –genética, metabólica,
funcional, psíquica inconsciente y psíquica consciente–, todos los cuales también corresponden
a la organización del sistema nervioso, del cerebro y del neocórtex cerebral en especial. Por eso
hemos sostenido que el neocórtex cerebral es el sistema superior y primordial de memoria de
toda persona, pues de él depende la actividad consciente y social de la misma. Después de haber
sustentado estas aseveraciones, debemos preguntarnos qué es entonces lo que realmente se
examina cuando se dice que se debe examinar la memoria de un paciente
Para responder tendremos en cuenta que las ciencias médicas, así como todo el conjunto de
las ciencias humanas, no son las ciencias del hombre en general y en abstracto, sino básica y
primordialmente las ciencias del hombre individual y concreto. Desde este punto de vista, a los
científicos de la salud y la educación –médico, psicólogo, pedagogo–, lógicamente que les
interesa tener una teoría acerca de cómo funciona el cerebro en general y en abstracto; pero más
debe interesarles saber cómo se explica la actividad de una persona, cuando por ejemplo sus
capacidades de aprender y de recordar no alcanza los criterios esperados, o en alguna parte de su
cerebro ha ocurrido una falla que le ha puesto en riesgo de morir, o, en general, algo le impide
desarrollar la integridad de sus capacidades.
En este mismo contexto, de otro lado, para que cualquier hipótesis acerca de la función
normal de un área del cerebro sea realmente útil, no debe ser planteada como la función de un
ente aislado, abstraído de la integridad del sistema en cuestión, sino planteada como la
explicación de la actividad de un componente relativamente aislado en el interior del cerebro,
del sistema nervioso, e inclusive del sistema integrado del individuo, es decir, de la personalidad
real.
Más aún, tendremos en cuenta que respecto de la persona singular que necesita ser
atendida, al médico o al psicólogo no debe interesarle la explicación del déficit única y
exclusivamente, sino principalmente la explicación de la actividad personal en ausencia de esa
107
función, mejor dicho, cómo es la actividad integral de esta persona a pesar de la falla funcional
que se ha logrado delimitar.
Bajo esta exigencia, lo que nos muestren las observaciones clínicas previamente
verificadas, o los datos estadísticos, bien pueden servir como reglas de inferencia para
comprender, explicar y resolver los problemas de la salud o la educación del sujeto individual.
Así, por ejemplo, si éste no puede recordar lo que sabía, o no puede aprender lo que se le indica,
dispondremos de suficientes procedimientos de diagnóstico como para poder descubrir dónde se
encuentra y de qué naturaleza es el trastorno celular, metabólico, funcional, psíquico o social
que impide o desvía el curso normal de los procesos internos de dicha persona. Y siempre habrá
la posibilidad de que ese hallazgo contribuya a explicar cómo es la actividad del cerebro en
general, sólo en cierto sentido independiente de la persona que lo contiene.
Por lo tanto, sería mejor replantear estos problemas de otra manera y con otros objetivos.
En primer lugar, sería conveniente convencerse de una vez por todas de que el objetivo
fundamental de un acto médico es explicar y modificar los procesos internos que de algún modo
afectan o limitan el desarrollo integral de una persona. En el caso que nos ocupa, en
consecuencia, el problema no es cómo está su memoria en general, sino por qué esta persona no
percibe, imagina, piensa o actúa como lo hacía antes, o como lo hacen las demás personas real o
supuestamente normales: y si el problema clínico es que aquella persona no puede aprender o
recordar, el objetivo será delimitar qué aspectos o procesos de la actividad consciente están
afectados para deducir a partir de sus características la correspondiente explicación de sus
limitaciones –mnésicas, por ejemplo– en términos de una falla determinada epigenéticamente
desde el nivel neuronal en algún punto del cerebro, o cinéticamente desde el nivel psíquico
consciente de su actividad cerebral, o inclusive sociocinéticamente desde las condiciones
sociales que de alguna manera impiden que esta persona se forme y se desarrolle.
En tales personas ya se sabe que será preciso indagar acerca de las características
específicas de sus procesos de adquisición y utilización de información social, observando su
actuación en tareas de reconocimiento y recuerdo u otras afines. Pero será preciso tener en
cuenta al respecto la diferencia que existe entre la adquisición realmente inicial o por primera
vez de la información, y las formas de adquisición que son sólo una reorganización o
modificación de la información previamente aprendida. Por ejemplo, en las etapas formativas de
la personalidad, en algún momento de su vida el infante adquiere por primera vez los
108
sentimientos que le trasmiten las personas mayores; el niño adquiere el habla y una serie de
habilidades cognitivas, y más tarde el adolescente aprende a valorar el fruto de su trabajo.
Lo que ha sucedido en este caso, respecto del estudio clínico de la memoria, es parte de una
larga tradición por la cual los conceptos de las ciencias básicas se mantienen muchas veces
totalmente divorciados de los conceptos que se usan en la atención práctica de los enfermos.
Es interesante notar que respecto de la memoria los conceptos clínicos parecen haber
primado hasta imponerse en las teorías de la memoria, aunque, como ya se ha comentado, al
ocurrir esta situación se han mantenido dos errores propios del sentido común: el de equiparar
memoria y recuerdo, y el de restringir la memoria sólo a la actividad cognoscitiva. El sentido
Respecto del uso consciente de la información, entonces, se tendrá que diferenciar entre la
activación de los datos de la memoria previamente almacenados a partir de la situación exterior
(el estímulo presentado), tal como sucede durante la actividad perceptual, y la activación interna
de tales datos en el curso de los procesos psíquicos de la imaginación y el pensamiento, los
cuales, a su vez, pueden activar los programas o esquemas que se expresan en la actuación
personal efectiva. Por eso es preferible decir que los tests clínicos exploran solamente la forma
como una persona usa la información en cualquiera de los planos de su actividad epiconsciente,
y cómo a partir de ella esa persona actúa objetivamente: solo así podremos calificar su
conducta, desempeño o comportamiento, para inferir cómo es que ella percibe, imagina, piensa
y organiza todo el conjunto de su actividad personal.
los individuos. Hasta durante el sueño no sólo el procesamiento subconsciente sino también el
epiconsciente de la información prosigue. Por eso es que no podemos llamar recuerdo sólo
cuando se hace difícil reproducir o reconstruir en el plano epiconsciente una cierta información
desde el plano subconsciente por efecto de una situación que interrumpe el flujo espontáneo de
la actividad de una persona; por ejemplo al decir “lo tengo en la punta de la lengua”, cuando no
se sabe ubicar una cierta información en el tiempo en que fue adquirida, si ésta es muy poco
usada por la persona puesta a prueba, o cuando el pedido está fuera de contexto, situaciones que
son típicas del alumno que rinde su examen en el colegio, y del paciente que mientras piensa en
su enfermedad tiene que recordar o elaborar cuántas semanas tiene un año.
Aceptamos, pues, como natural que las pruebas del examen clínico actual se apliquen
como fuera de contexto. En esta situación, no es de extrañar que “recordar” tenga aspectos que
lo diferencian de lo que llamamos “pensar”. De modo que si la diferencia existe, ella debe estar
sólo en el nivel de los fenómenos, porque, en realidad, lo único que ha variado es la estrategia
para el procesamiento consciente de la información, estrategia que en gran medida depende de
la forma y el nivel en que los datos de la memoria han sido codificados. Así, cuando se desea
reproducir un dato aislado –como ocurre, por ejemplo, al tratar de recordar el nombre de una
comida durante el examen clínico– la estrategia será diferente a la empleada para reproducir la
misma palabra en el momento de sentir hambre, aunque se trata de un mismo concepto.
En efecto, debería parecernos extraño que cuando le pedimos a un paciente que repita la
serie de palabras que se le mostró unos minutos antes, que diga lo que hizo el día anterior, o que
responda a una pregunta de geografía, aseguramos que se está examinando su memoria, cuando
lo objetivo y real es que estamos pidiéndole que recuerde algo que está fuera del curso de su
imaginación o pensamiento actuales; estamos simplemente forzándole para que interrumpa el
curso de sus propios recuerdos y recuerde lo que se le ha pedido.
Por otro lado, ésta es la misma exigencia cuando se exploran otros aspectos del procesamiento
consciente de la información, con la diferencia de que en tales casos ya no se nos ocurre hablar de
recuerdo o de aprendizaje. Así, cuando pedimos a un paciente que diga de inmediato la serie de
tres o cuatro palabras que acaba de escuchar, no decimos que debe recordar las palabras, sino que
las debe repetir; del mismo modo, cuando nombra un objeto, la tarea ya no es de recuerdo de
palabras, sino de designación de objetos; cuando debe resolver un problema aritmético, si bien
110
sabemos que el sujeto debe recordar las reglas de cálculo y los números y las relaciones entre
ellos, no decimos que es una prueba de memoria aritmética sino de cálculo aritmético; cuando
se le pide que diga el día o el mes no decimos que debe recordar estos datos acerca del tiempo,
sino que debe demostrar si está orientado. Y si se trata de ejecutar una operación manual, por
ejemplo usar un instrumento o hacer una pantomima acerca de su uso, no se dice que el sujeto
debe recordar el procedimiento respectivo, sino que debe demostrar su habilidad práxica.
Además de todas estas consideraciones será necesario pensar que si todo el examen clínico
está orientado a obtener información respecto de los procesos internos de una persona, todo el
examen es en realidad y por necesidad el estudio de la capacidad de su sistema de memoria
consciente. Y es que el examen de todo el conjunto de la actuación personal observable ya es un
análisis objetivo de los procesos de la actividad consciente. Lo que un sujeto pueda reconocer o
aprender a reconocer durante el examen es entonces parte de su actividad perceptual; lo que el
sujeto pueda recordar en la forma de imágenes respecto de los sucesos de su vida personal, es
parte de su capacidad de imaginar su pasado; lo que pueda decirnos en la forma de conceptos
respecto de los sucesos no personales que él podría conocer, sólo refleja su capacidad de pensar,
y lo que pueda haber aprendido a hacer con sus manos, se podrá observar como parte de su
actuación objetiva en el momento del examen. Todo esto sin olvidar que la narración de su
propia historia personal, incluidos los aspectos sintomáticos de su enfermedad, ya de por sí
reflejan todas estas capacidades de percibir, imaginar, pensar y actuar. En toda esta actividad,
los datos almacenados tienen que pasar necesariamente del plano subconsciente al
epiconsciente, y también en sentido inverso, como sucede a cada instante en el curso de la vida.
base conceptual correcta acerca del hombre real, concreto, lo cual incluye una conceptuación
igualmente correcta acerca de sus procesos cerebrales internos. Por lo tanto, la comprensión
humanista del estado de memoria de una persona –de un enfermo, por ejemplo–, tiene que
partir del examen del curso de su propia historia.
Y todo el conjunto de datos que se obtenga por medio de este examen hecho en el
momento de atenderle nos permitirá hacer una apreciación acerca de la cantidad de la
información social almacenada en su memoria –que constituye lógicamente su conciencia–, y
de cómo del conjunto de sus capacidades superiores, esto es, de la clase de información que le
había convertido en personalidad, una pequeña o gran parte de ellas han sido afectadas por una
enfermedad.
Desde luego que no vamos a repetir aquí las hipótesis anatómicas, fisiológicas y
bioquímicas sustentadas para explicar los desórdenes de la memoria. Revisiones autorizadas
sobre el tema se encuentran en Bauer, Tobias y Valenstein (1993); Gordon (1993); Warrington
112
y McCarthy (1993); Agranoff y Uhler (1994); Thompson y Kruppa (1994); Kandel, Schwartz y
Jessell (1991, 1995); Squire y Mckee (1995); Delis y Lucas (1996); Wang, Ko y Nelly (1997);
Poldrack y Gabriela (1997). En realidad, sólo queremos dejar abierta la posibilidad de que todas
estas observaciones puedan ser reinterpretadas dentro de una concepción que conceptúe el
neocórtex cerebral humano como el sistema de memoria consciente al nivel superior de
organización del sistema de la personalidad.
investigar en aquella persona que por alguna razón –por lo general una enfermedad grave–
requiere de una explicación acerca de los efectos que ha producido la estructura lesionada sobre
el conjunto de la actividad personal que la encontramos ya limitada o mermada por esta causa.
El problema en este caso es puramente clínico.
Al decir esto no estamos en contra de que se sustente o intente una explicación general o
abstracta de la amnesia causada por la falla funcional de cualquiera de las redes neurales cuya
lesión se sabe produce una alteración de la capacidad de retener o reproducir información en el
nivel epiconsciente o subconsciente. En todo caso la explicación del curso de la historia de la
persona afectada tiene que ser consistente con una explicación más general y abstracta.
Así, por ejemplo, la idea de que la amnesia causada por una lesión del hipocampo puede ser
vista como efecto de una falla de un mecanismo que convierte el aspecto espacial de la
información en su aspecto temporal (Kupfermann, 1991), parece calzar con el esquema
conceptual aquí propuesto, pues podríamos decir que se trata del efecto de la lesión de una
estructura funcional que integra los aspectos de representación y de procedimiento de la
información psíquica. Pero con igual razón se puede decir que se trata de la falla de una
estructura funcional que integra información afectiva, cognitiva y conativa, como también de la
falla de una estructura funcional que interrelaciona los niveles subconsciente y epiconsciente de
113
la actividad neocortical entre sí y con los demás niveles de la actividad nerviosa del individuo
total.
Según está hipótesis, podría imaginarse que la amnesia se debe a la falla funcional dentro
del sistema límbico paleocortical, bajo el supuesto de que este circuito, con sus redes
subcorticales incluidas, es el sistema funcional que junto a las redes transcorticales distribuidas
en paralelo (que incluyen las del cuerpo calloso) interconecta a otro nivel ambos hemisferios a
fin de garantizar la unidad de los aspectos estructurales y de actividad del sistema de memoria
de nivel consciente, tanto entre sí como con la actividad psíquica inconsciente, y a través de
ésta con la del resto del sistema nervioso y del individuo total.
Esto presupone que el papel que desempeñan las formaciones alocorticales y subcorticales
bajo las condiciones señaladas puede ser el de facilitar la encodificación y la descodificación de
la información en el nivel neocortical, en cuyo proceso las señales deben mantenerse activas y
sobre todo debidamente integradas para su consolidación o reconstrucción.
Se conocen bien las estructuras anatómicas cuya lesión puede producir amnesia, definida
ésta como un desorden psíquico caracterizado por dificultades para recordar o reconocer –o
También podemos decir que las áreas paleocorticales de los animales superiores constituye
el sistema de memoria que retiene información psíquica inconsciente, un sistema que en las
especies superiores debe extenderse a las áreas neocorticales vecinas, naturalmente para
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Sabemos, de otro lado, que las diversas formas de discapacidad psíquica que se producen
por lesiones intrínsecas del neocórtex cerebral, tal como puede verse en pacientes que presentan
demencia cortical, son de naturaleza diferente a la causada por las lesiones de las formaciones
mencionadas, aunque más ilustrativos que los efectos de una disfunción difusa son los efectos
de las lesiones locales restringidas del neocórtex de uno u otro hemisferio cerebral.
Por ejemplo, si se interpretan de otro modo estos disturbios, se puede ver que hay razones
suficientes para sostener que los desórdenes debidos a lesiones focales del neocórtex son
Por eso debe llamar la atención que con excepción de la amnesia topográfica, la afasia
amnésica y el olvido, las diversas formas de afasia, agnosia, apraxia y los desórdenes del
esquema corporal no sean considerados como desórdenes amnésicos, ni siquiera en sentido
figurado. Y sin embargo, ¿cómo podría negarse que las lesiones y los consiguientes desórdenes
funcionales del neocórtex cerebral todos producen en realidad una pérdida de información
psíquica, una limitación para adquirirla o recuperarla, dentro de una determinada modalidad en
cada caso?
Por supuesto que ésta no es la situación de los pacientes con “síndrome amnésico” debido a
lesiones de las formaciones alocorticales y subcorticales mencionadas. Aunque también en
115
estos pacientes se puede diferenciar varios tipos de amnesia –ya que tanto las lesiones
hipotalámicas, como las del tálamo, del núcleo de Meynert y sobre todo del hipocampo, parecen
tener algunos rasgos diferenciales–, es evidente que el neocórtex cerebral está indemne, lo que
induce a pensar que los datos se mantienen codificados en su lugar, y que el déficit provocado
por la lesión alocortical o subcortical de algún modo los torna imposibles de descodificar para
reconstruir o reproducir la información; o, en otro caso, hace difícil o imposible la
encodificación de nueva información en el mismo neocórtex.
Desde luego que esta situación es reminiscente de la idea de una “represión”, es decir, de
algo o alguien que reprime, y por lo tanto se puede suponer que cada uno de los núcleos
involucrados tiene la función específica de activar la memoria, y que por eso se puede decir que
mientras la lesión de uno de ellos impide la consolidación de los datos, la de otro provoca un
olvido demasiado rápido y la de otro impide su reproducción. A la inversa, se especula que en
condiciones normales un núcleo activa la consolidación y otro la reproducción de los datos, o
que otro podría impedir y otro facilitar el olvido.
Pero cabe preguntarse cómo es que estos núcleos tan primitivos podrían tener tales
atributos por sí mismos. Para aclarar con sentido lógico esta cuestión debe tenerse presente más
que nunca el principio por el cual se diferencia entre el efecto de la lesión de una formación
El problema actual es que al tratar de explicar la función mnésica, la amnesia causada por
las lesiones subcorticales se interpreta de tal modo que la corteza cerebral se presenta como un
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ente pasivo que sólo se activa o desactiva por los mecanismos del hipocampo, de los núcleos
subcorticales o de algún otro del tronco encefálico. Dentro de este razonamiento habría que
preguntarse qué es lo que activa estas estructuras, y así al infinito. Esta situación explica por qué
se apela a constructos como el Yo, el self, un central executive o cualquier homúnculo que
podría estar situado inclusive fuera del cerebro.
Nadie niega que según las comprobaciones clínicas o experimentales, estas formaciones
anatómicas son importantes y hasta indispensables para la continuidad de los procesos de la
actividad consciente, incluidos los de la retención y uso de los datos de la memoria. Pero de
aquí se sigue que la cuestión principal es explicar cómo funciona el cerebro en general y en
abstracto, cuando, en realidad, quien atiende a otra persona lo que necesita saber es cómo se
organiza y se determina la actividad de esta persona, y dentro de ella la de su cerebro, por
cuanto, en este caso, es preciso ayudarla a recuperar sus capacidades mnésicas; y ello no podrá
lograrse si es que no se conoce cómo alguna de sus estructuras cerebrales han sido afectadas por
la enfermedad.
Podríamos sostener, entonces, una primera hipótesis en el sentido de que la amnesia se debe
a la falla funcional del sistema cortical de nivel inconsciente, que interconecta entre sí tres áreas
nodales: cingular anterior, cingular posterior y parahipocámpica anterior. Sabemos que a través
de este circuito se integra el sistema límbico paleocortical, y podemos deducir de aquí que a
través de él se interconectan también las tres unidades funcionales del neocórtex –las áreas
órbito-temporal, parieto-occipito-temporal y dorsolateral prefrontal–, y que de esta manera se
garantiza la integración de la actividad funcional, metabólica y genética de las redes nerviosas
respectivas, cada una de las cuales codifica su respectivo tipo de información.
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Si esta hipótesis es correcta, podríamos explicar la amnesia en unos casos por un defecto
de encodificación de información de nivel epiconsciente en las redes neurales en el nivel
subconsciente, y en otros como una falla de sentido opuesto que impide la descodificación de
dicha información para su procesamiento epiconsciente a partir de los códigos que la contienen
en el nivel subconsciente.
Pero también podemos explicar cómo en los pacientes con amnesia debida a lesión del
hipocampo, en una situación, sus dificultades son consecuencia de un defecto en la
encodificación de la información en uso desde los planos de la imaginación o el pensamiento
en los datos de memoria que deben quedar almacenados en el nivel subconsciente; y en otra, su
defecto es una falla similar que impide la descodificación de los datos almacenados en el nivel
subconsciente y su integración para la reconstrucción de la información en dichos planos de la
imaginación y el pensamiento.
Por otro lado, la misma hipótesis nos permite explicar cómo, en otra situación, los datos de
la memoria subconsciente pueden ser descodificados por efecto de la información en uso
Hasta donde es posible deducir, la dificultad de todos estos pacientes está en mantener
información únicamente en los planos de la imaginación y del pensamiento. A todos ellos les es
posible usar información en los planos perceptual y de la actuación, es decir, siempre y cuando
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estén frente a una situación o un contexto actual, objetivo, real. Por qué en un caso la falla se
produce en el momento de incorporar (y no se encodifica) la información de los planos
perceptual o de actuación en el nivel subconsciente, y en otro la dificultad está en recuperar la
información previamente almacenada en los planos de la imaginación y el pensamiento, quizás
dependa de alguna función diferenciada de los sistemas funcionales alocorticales y
subcorticales de integración involucrados.
Una deducción final es que, al parecer, para retener y usar información social en el nivel
consciente es indispensable su procesamiento al mayor grado de actividad de la persona, en los
mencionados planos de la imaginación y el pensamiento. La realidad concreta puede aún
monitorear la actividad personal sólo desde los planos perceptual y de la actuación. Pero
todavía necesitamos de una explicación fisiológica y bioquímica coherente con la explicación
psicológica.
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