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El estatuto del discurso ideológico y las paradojas políticas.

Fabiana Parra

Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación- UNLP.


Contacto: fadelsur@yahoo.com.ar.

Introducción:

En este trabajo me propongo demostrar que la noción de ideología está construida


por un conjunto de afirmaciones o tesis que resultan plausibles consideradas
individualmente, pero que son conjuntamente inconsistentes1. Este carácter aporético se
manifiesta especialmente en el estatuto problemático de la crítica de la ideología, que
puede caracterizarse en términos de una tensión interna o inmanente a la que se ve
sometida la noción, como consecuencia del presupuesto representacionalista del
pensamiento.
Pero las dificultades para clarificar el estatuto de la crítica de la ideología no se
manifiestan sólo como un problema teórico, sino también como un problema práctico.
Cabe así hablar también de una “tensión externa” o de una “paradoja política”: la crisis
de la noción de ideología ocurre en el momento de mayor auge del fenómeno
ideológico, del cual la crisis del concepto no parece ser sino un momento constituyente.
Mientras, la paradoja política impele por recuperar la noción de ideología, la paradoja
teórica aboga por clarificar su estatuto.
Ahora bien, en este trabajo me interesa poner de manifiesto que los vínculos entre las
tensiones principales de la noción de ideología encuentran un correlato iluminador en la
polémica acerca del estatuto de la violencia política revolucionaria conocida como “No
matarás” iniciada por una entrevista a Héctor Jouvé y una carta pública de Oscar del
Barco2, lo cual fue la punta de lanza para desatar una de las polémicas intelectuales más
profundas que atraviesan la historia de nuestro país.

1
* Presentado en las Primeras Jornadas Debates Actuales de la Teoría Política Contemporánea. 2010.
1.En el sentido metafilosófico que lo plantea Nicholas Rescher respecto del carácter aporético que atañe a
los conceptos filosóficos. Ver Rescher, N. (1995), La lucha de los sistemas, México, UNAM.
2
Dicha intervención pública se inicia en 2004 en la revista cordobesa La Intemperie. El debate puede
rastrearse en revistas tales como: La Intemperie, Conjetural, Confines, El ojo mocho, Lucha Armada; así
como en libros: la novela de Jorge Lanata Muertos de amor (Alfaguara, 2007) y en la reciente
recopilación parcial de los textos de esta discusión en forma de libro en Sobre la responsabilidad: No
Matar, publicado por la Universidad Nacional de Córdoba.

1
En efecto, al analizar la polémica nos encontramos con las tensiones clásicas que
aquejan a la noción de ideología. Me interesa articular tanto el aspecto conceptual como
el práctico-político, para enriquecerlos. La dimensión conceptual puede brindarnos la
claridad necesaria para formular con mayor claridad los problemas de una polémica que
es fundamental para la historia de nuestro país.
A su vez, el análisis de la polémica concreta en la que intervienen distintas posiciones,
puede brindarnos los elementos necesarios para la elaboración teórica de nuevos
horizontes políticos.

Genealogía de la noción de ideología:

El concepto de ideología es un neologismo acuñado por Destrutt de Tracy (1754-


1836) para nombrar a una nueva ciencia que debía dedicarse el estudio científico de las
ideas para poder fundar un orden social racional, impedido hasta el momento por los
prejuicios- ideas ilegítimas. Según Destrutt de Tracy, las ideas tienen su fuente en la
sensación, y su estudio debía permitir vislumbrar el origen de las ideas, y a su vez,
distinguir las ideas legítimas de las ilegítimas. Este racionalismo es criticado duramente
por Napoleón Bonaparte, quien en el plano político acusa duramente a los ideólogos
como Destrutt de Tracy, por colocarse fuera de la historia concreta y abstraerse del
corazón del pueblo. A partir de entonces el término ideología adquiere un carácter
peyorativo, que se intensificará en la tradición marxista3.
Precisamente, con la formulación de la noción de ideología en La ideología alemana,
se inicia la tradición más problemática para el desarrollo de esta noción. En esta obra,
Marx y Engels presentan un concepto multifacético, constituido por tres tesis, donde la
primera socaba el desarrollo de las otras dos. En efecto, la noción de ideología que se
acuña en esta obra fundacional de la tradición marxista, presenta una tesis radical, que
podríamos denominar “ontológica” o “materialista”, acerca de la determinación social
de todo pensamiento (“el ser social determina la conciencia”) y otras dos tesis, que
podríamos llamar respectivamente “epistemológica”, acerca del carácter falso,
distorsivo o mistificador del conjunto dominante de ideas y concepciones en una
sociedad, lo que debe complementarse con una tercera tesis, llamémosla “sociológica”,

3
Para una lectura más amplia respecto al desarrollo de la noción de ideología desde su acuñación, ver
Eagleton (1997); Lenk, K. “Introducción” a Lenk, (2007); Williams, R. “Ideología” en Williams (1980);
y Barth (1954)

2
que comprende a este fenómeno de distorsión epistemológica como una función
indispensable en las sociedades divididas en clases, en las que la dominación requiere
de una instancia de legitimación por la cual las concepciones que expresan el interés
particular de una clase deben presentarse, para poder promover este interés, como
representantes del interés general.
Es la “tesis ontológica” la que parece socavar algunos de los requisitos exigidos por
las otras dos. En particular, la “tesis ontológica” plantea, de manera radical, la cuestión
del estatuto de la crítica de la ideología. El estatuto problemático de la crítica ideológica
puede caracterizarse en términos de una tensión interna o inmanente a la que se ve
sometida la noción, ya que el mismo remite desde su formulación a la de crítica y
muchos de sus problemas son los de la legitimación de la crítica social. La noción de
ideología funciona excluyendo lo no ideológico (científico, verdadero, etc.) lo que, a su
vez, parece requerir de una posición neutral desde la que se levantaría la mirada
científica de lo social, posición que, paradójicamente, se ve socavada por la necesaria
localización social de cualquier posición crítico-práctica-intelectual.
Ahora bien, los vínculos entre las dificultades teóricas de la noción de ideología con
cuestiones de la práctica política, tienen un correlato interesante en la discusión sobre la
violencia política y la responsabilidad de las organizaciones armadas de nuestro país en
los años 60 y 70. Y se nos revela que una vez planteado el debate fue recorriendo uno a
uno, casi en su totalidad, los aspectos problemáticos que señalamos a propósito de la
noción de ideología.

El debate en torno al “No matarás”:

La polémica aludida-conocida como la polémica del “No matarás”- es desatada por una
carta pública de Oscar del Barco, motivada por una entrevista realizada a Héctor Jouvé,
participante en la primera experiencia guerrillera implantada en el país en la zona norte
de Salta. Jouvé relataba en la entrevista la dramática situación por la cual dos de sus
compañeros en esta experiencia fueron ejecutados por la propia organización. Oscar del
Barco, reconociendo haber apoyado esta experiencia, asumía en esta carta su
responsabilidad por estas dos muertes y esgrimía el principio de no matar como
principio rector absoluto de la vida social.

3
La carta pública de Oscar del Barco actúa como un ejercicio de reflexión
colectiva, que abre las puertas a un debate en el que interviene un sector amplio de la
intelectualidad- que tuvo algún grado de participación en la experiencia revolucionaria
de los años 60 y 70 – y que ha considerado necesario revisar las causas que llevaron a la
derrota del proyecto revolucionario que defendieron antaño.
Al introducirnos en la exposición que realiza O. Del Barco en su carta podemos
intuir que estaba dirigida a todas las conciencias involucradas en el apoyo por la causa
revolucionaria. De hecho, el autor dispara: “¿se libera realmente de la violencia el ser
humano que mata por la liberación?”4 De tal modo, del Barco pretende interpelar a
quienes justifican el asesinato político a favor del triunfo del proyecto revolucionario, a
lo cual replica que “quienes lucharon contra la violencia, atrajeron aún más violencia: el
rebelde, por la propia lógica de la violencia, siempre puede convertirse en el otro, en el
verdugo”. Este argumento- que utiliza para oponerse radicalmente a lo que él llama
“violencia asesina intencional”, va acompañado del planteo de hacer un pacto de
resistencia no homicida, una contraviolencia que no mate porque “cuando la culpa y la
violencia sólo pueden ser pagadas con nueva culpa y nueva violencia, el terror no tiene
fin; sin razón porque el pasado del que quería huir está aún vivo”.
Resulta sumamente revelador analizar las tensiones fundamentales de la polémica,
a través de lo expuesto por O. del Barco, y la crítica profunda que realiza León
Rozitchner5, quien sostiene que el principio antropológico no es el “no matarás” sino el
“vivirás”, discutiendo así, la sustantividad de la tesis de O. del Barco.
Asimismo, Rozitchner sostiene que del Barco levanta la incondicionalidad de un
principio abstracto, enmarcado en la in-política, perdiendo así el horizonte político.
Frente a lo cual Rozitchner propone elaborar un nuevo discurso político.
Ante las críticas de Rozitchner, del Barco le retruca con las siguientes palabras:
“Respecto a mi posición, que Rozitchner considera “abstracta”, propia de un intelectual
al margen de la “verdadera” acción, no puedo sino preguntarle: ¿cómo sabe que estaba al
margen de la “acción” y que era “abstracta”? Pero además ¿qué quiere decir que una
acción es “verdadera” o que es “abstracta”? ¿Sólo la militancia política es verdadera?
¿La creación cultural, el arte, la filosofía, la religión, la ciencia, no son verdaderas por
ser “abstractas”?”. Con estas palabras, del Barco advierte que “las opciones autoritarias”
en el seno de la práctica emancipatoria han estado vinculadas con la noción de ideología,
4
AAVV No matar. Sobre la responsabilidad, Córdoba, Edit de la Univ. de Córdoba, 2008.
5
Ver, ensayo Primero hay que saber vivir. Del Vivirás materno al No matarás patriarcal, de León
Rozitchner, publicado en la revista El ojo mocho nº20, 2006.

4
particularmente cuando se considera que su contrario es la “ciencia”. En efecto, cierta
construcción de la noción de ideología como opuesto a ciencia, tiende a generar la
construcción de un otro radical. El convencimiento en la cientificidad de la propia
posición, son la fuente de posiciones que con cierta facilidad devienen autoritarias y se
revisten de un aire paradójico.
En efecto, el énfasis puesto en los vínculos existentes entre las polémicas acerca de la
noción de ideología y la discusión centrada en las concepciones de la vanguardia
armada revolucionaria responde a mi interés en demostrar que además de las tensiones
internas o los problemas conceptuales que atañen a la noción de ideología, debemos
reconocer sus “tensiones externas”, es decir, los problemas prácticos y políticos que se
siguen de aquéllos. Esto es, si la crisis de la noción de ideología (problema conceptual)
es un momento efectivo del auge del fenómeno ideológico, la clarificación teórica del
estatus del discurso crítico intenta ser un momento de su recuperación efectiva
(problema práctico). Y esto, como veremos, es un rasgo característico de una noción
cuyas posiciones teóricas estuvieron siempre ligadas a posiciones políticas. Tal es el
caso de la polémica acerca de la violencia armada para fines políticos.

Precisamente el dilema del asesinato político radica en sí alguna justificación,


del orden que fuera, puede ser suficiente para reclamar la suspensión deliberada del
principio “No matar”, es decir, ¿hay razones que justifiquen suspender este principio?
Esta justificación es algo que una generación de revolucionarios creyó encontrar,
básicamente, en la promesa de una revolución asequible. Ahora bien, si se considera que
la experiencia histórica ha llevado al derrumbe y al desencanto con algunas de las
revoluciones exitosas que sirvieron de modelo a aquella justificación, el encuentro con
lo universal que aquella generación creyó lograr en la revolución se revela como un
particular histórico contingente.
La reacción a este planteo, ha sido, frecuentemente, insistir en la constitución
histórica de los horizontes políticos. Frente a esto la contrarréplica indica certeramente
que la tesis de los “valores en la historia” acaba en el relativismo. Pero, por su parte, la
defensa del carácter absoluto del principio “no matar”, que apela al carácter
trascendental del mismo, ha recabado sobre sí la acusación de colocarse fuera de la
historia. La frecuente imputación de anacronismo atribuye implícitamente un carácter
ideológico de este principio. Tal es el caso de la crítica al anacronismo de Jouvé y del
Barco que realiza Rozitchner.

5
A su vez, Rozitchner distingue entre violencia asesina y resistencia, colocando la
posición de O. del Barco como opuesta a toda forma de violencia en general. A lo que
del Barco, retruca que, en sus libros de política plantea como “esencialmente válida” la
resistencia de todos aquellos que luchan por una sociedad más justa. No obstante
sostiene que “los seres humanos pueden oponerse a cualquier clase de violencia e
incluso de contra-violencia, vale decir de llevar el pacifismo, en caso de ser necesario,
hasta el martirio”. Comprensiblemente, estas palabras suscitaron la crítica de aquellos
sectores más radicalizados de la izquierda, que advierten que del Barco coloca al mismo
nivel la violencia ejercida por el aparato estatal, o los crímenes de la dictadura militar,
con la violencia ejercida por los sectores populares. Con lo cual del Barco no haría otra
cosa que reaccionar frente a todo intento de transformación social. Del mismo modo,
Héctor Schmucler que se situaría en la misma posición de defensa incondicional del
principio del “no matar”, es acusado de reaccionario por equiparar el crimen intencional
con la violencia revolucionaria.
Efectivamente, Schmucler sostiene que no tiene sentido discutir los medios sin
discutir los fines; y ya que la idea de revolución contiene ineludiblemente una instancia
de violencia en masa, y de autoritarismo, debe ser una idea desechada. Y del Barco
remata sosteniendo que el principio del “no matar” es un principio inherente a los
sujetos.
Ahora bien, el interrogante que se nos presenta es: ¿por qué Oscar del Barco se
opone a la violencia revolucionaria a la que adhería antaño como miembro de la primera
experiencia guerrillera de nuestro país?
La respuesta podemos encontrarla en la la carta a “La Intemperie”, donde O. del Barco
“atribuía al terror que se instauró en los países socialistas una responsabilidad
fundamental en el fracaso de los ideales revolucionarios de nuestro siglo”. El argumento
se enraiza en sostener que el fracaso político de estos proyectos revolucionarios se
deriva de que ejercieron una violencia aún mayor que la de sus oponentes. Según del
Barco estos países socialistas se constituyeron en regímenes de dictaduras totalitarias
porque “crearon campos de concentración y exterminio”, esto último evidencia el
carácter aporético de la crítica ideológica con una claridad ejemplar.
Por ello considero ilustrativo mencionar que, debido a las experiencias de crisis o
desencanto, el pensamiento político y filosófico de la izquierda se ve envuelto en una
situación que dificulta enormemente su desarrollo. Tal situación configura una aporía,

6
ya que parece que no hay modo de avanzar sin crisis y revisión, pero también parece
que la crisis y revisión son partes constituyentes de un retroceso.
De esta manera la aporía es ineludible: Por un lado, la crítica a la lectura de lo
sucedido bajo el cristal del “no matar” deriva en un relativismo histórico, que
consecuentemente concluye en la desarticulación del aspecto crítico, es decir, la crítica
ideológica termina por deconstruirse a si misma. Por otra parte, el reclamo del estatuto
del principio del “no matar” como principio trascendental, ha sido comprensiblemente
calificado de ideológico.
De tal modo, se evidencia que la tensión interna de la noción de ideología oscila entre el
reconocimiento de lo social, y el carácter meramente obstructivo de lo social respecto al
pensamiento.
Pero no menos problemático, es la tensión externa o paradoja política de la polémica del
“no matarás”: por un lado, parece no haber posibilidad de reactualizar el proyecto
político transformador de la izquierda sin revisar las causas que llevaron a su fracaso
político. Pero, por otra parte, la propia revisión al interior de la izquierda, parece
coincidir con el discurso de la derecha, constituyendo así, objetivamente, un momento
de retroceso en el desarrollo del proyecto político transformador.

Es sumamente traer al caso el ejemplo paradigmático que ilustra Slavoj Žižek al


señalar la paradoja que representa el hecho de que el desencanto con la noción de
ideología coincide con el momento de mayor efectividad de uno de los fenómenos
ideológicos más claros y peligrosos que se hayan conocido hasta la fecha. La toma de
conciencia del daño ecológico, el reiterado registro de su consolidación como tendencia,
parecen ser inevitables, pero el menor análisis muestra que su inevitabilidad se deriva de
la incuestionabilidad que ha adquirido en el pensamiento contemporáneo el modo de
producción capitalista como modo reproducción social y la aceptación de los estándares
de consumo que le son adjuntos.
Žižek apuesta a reconocer la naturaleza irrebasable, el carácter de medio
universal de la ideología,6 sin embargo, en su opinión: “…la ideología no lo es todo; es
posible sostener una posición que nos permita mantener una distancia en relación a ella,
pero este lugar desde el que se puede denunciar a la ideología debe permanecer vacío,

6
Su compromiso con el carácter de “medio universal” de la ideología queda claro cuando analiza el rol
de la noción de lucha de clases, fuera de ésta, sostiene este autor, “no queda ningún lugar neutral desde
donde ubicar a la lucha de clases dentro de la totalidad social” Žižek, S. Ideología, p. 33.

7
no puede ser ocupado por ninguna realidad definida positivamente. En el momento en
que caemos en esa tentación, volvemos a la ideología.”7.

Finalmente podríamos concluir que, el concepto de ideología, por su efectividad en la


práctica política; y por los problemas teóricos y prácticos que acarrea, es un terreno fértil
para emprender la tarea de revisar y recuperar los conceptos necesarios para repensar los
horizontes de una actividad política transformadora. Ocuparnos de ello, es para mí,
nuestra tarea política.

Bibliografía utilizada:

AA. VV. (2006) Marx y Foucault, Bs. As., Nueva visión.

Barth, Hans (1954) Verdad e ideología, México, FCE.

Eagleton, Terry (1997) Ideología. Una introducción, Barcelona, Paidós, 1997.

7
Žižek, op. cit, p. 26.

8
Karczmarczyk, Pedro (2007) “El problema del límite según Hegel” Revista eletrônica
estudos hegelianos, Ano 4 - nº 06 Junho de 2007 url: www.hegelbrasil.org/rev06.htm.

Lenk, Kurt (comp.) (2007) El concepto de ideología, Buenos Aires, Amorrortu.

Marx, K, y Engels, F. (2005) La ideología alemana, Bs. As., Santiago Rueda, 2005.

Marx, K. El capital, tomo I (3 Vols.), México, siglo XXI, varias ediciones.

Rescher, Nicholas (1995) La lucha de los sistemas, México, UNAM.

Williams, Raymond (1980) Marxismo y literatura, Barcelona, Península, 1980.

Žižek, S. (1992) El sublime objeto de la ideología, México, Siglo XXI, 1992.

Žižek, Slavoj. (Comp.) (2003)Ideología, un mapa de la cuestión, México, FCE, 2003.

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