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BIBLIOTECA DE CIENCIA POLITICA Sy ee NOAM CHOMSKY POR RAZONES Dit ESTADO -COLECCION DEMOS EDITORIAL ARIEL ) Titulo de la edicién original FOR REASONS OF STATE Cubierta: Alberto Corazén © 1973: Noam Chomsky © 1975 de la traducién castellana para Espafia y América: Editorial Ariel, $. A., Esplugues de Llobregat (Bareelona) Depésito legal: B. 18.091-1975 ISBN: 843441791 X Impreso en Espafia 1975. Arieh, S. A., Av. José Antonio, 134.132, Esplugues de Liobregat - Boreelona El Estado es la autoridad, la dominacién y el poder or- ganizados de las clases poseedoras sobre las masas... la negacién mds flagrante, mds cinica y més completa de la hu- manidad. Quebranta la solidaridad universal de todos los hombres sobre la tierra y hace que algunos de ellos se unan sdlo con el fin de destruir, conquistar y esclavizar a todos los restantes... La flagrante negacién de la humanidad que constituye la esencia misma del Estado es, desde su punto de vista, su deber supremo y su mayor virtud... Asi, ultrajar, oprimir, despojar, saquear, asesinar o esclavizar al préjimo es considerado habitualmente un crimen. En cambio, en la vida publica, desde el punto de vista del patriotismo, todo esto se transforma en deber y en virtud cuando se hace para mayor gloria del Estado, para la conservacién o exten- sién de su poderio... Esto explica por qué la historia entera de los estados antiguos y modernos es una mera secuencia de crimenes oprobiosos; explica también por qué los reyes y los ministros, del pasado y del presente, de todas las épo- cas y de todos los paises —estadistas, diplomaticos, buré- cratas y guerreros—, si se les juzga desde el punto de vista de la simple moralidad y de la justicia humana, se han ga- nado cien veces o mil veces de sobras la condena a trabajos forzados o a galeras. No hay ningin acto de horror o de crueldad, ningun sacrilegio, ningin perjurio, ninguna im- postura, ninguna transaccién infamante, ningun robo que sea fruto del cinismo, ningun expolio descarado ni ninguna 7 traicién ruin que no hayan sido o sean perpetrados diaria- mente por los representantes de los estados, bajo el mero pretexto de estas palabras elésticas, tan dictadas por la conveniencia y, sin embargo, tan terribles: “por razones de estado”, Mixuan Baxonw INTRODUCCION A comienzos de abril de 1972 el almirante Thomas Moo- ter, prestando declaracién ante el House Armed Services Committee, explicaba que “si se relajaran las restricciones in- ternas, los Estados Unidos tendrian la opcién de bombardear el puerto de Haifong en Vietnam del Norte y de lanzar ata- ques anfibios més alld de las Iineas norvietnamitas”.t Las restricciones internas en las que Moorer estaba pensando, segtin el congresista Michael Harrington, eran “las activida- des del movimiento pacifista y la prensa”. EI presidente del Mando Conjunto de Personal tenia sin duda razén. Hay pruebas, sobre las cuales volveré a hablar mas adelante, de que las actividades del movimiento pa- cifista y la labor de algunos corresponsales honestos han tenido como efecto limitar, en algtm grado desconocido, Ja violencia criminal del gobierno norteamericano en Indo- china. Los que han organizado marchas, protestado y resis- tido pueden comparar lo que ha sido con lo que hubiera podido ser, y atribuirse el mérito de la diferencia. Cada uno de nosotros podemos considerar lo que no hemos hecho y atribuirnos una parte correspondiente de la responsabili- dad por la agonia de Indochina. No hay demasiadas per- sonas que puedan someterse a un autoexamen de esta clase con ecuanimidad. La cuestién es més general. Un historiador norteamerica- 1. Thomas Oliphant, “Harrington Says Admiral Discussed N. Viet Tavasién”, Boston Gloke, 15 de abril de 1972, no destaca que “en 1971 todos los observadores advertian que los estudiantes de las universidades nortemaricanas, que habian estado luchando en los campus durante los dos aflos anteriores a causa de Vietnam, Camboya y el complejo militar-industrial, estaban olvidando casi completamente su celo y ya no consideraban interesantes estas cuestiones” 2 Que los estudiantes hubieran perdido interés por ello no es se- guro; es posible, simplemente, que no quisieran seguir aguan- tando las palizas, las detenciones, los vituperios y las de- nuncias estiipidas por lo que de hecho era una valerosa y Consecuente entrega a sus principios.? Pero la alusién ape- nas velada es clara. Bastaria con que sus “algaradas” termi- naran para que las guerras agresivas de contrainsurgencia y la dedicacién de unos recursos que son escasos al despilfarro y ala destruccién pudieran tener lugar sin obstdculos. Sea cual sea el desenlace en Indochina, el marco ideolé- gico y politico, de concepciones polfticas y de actitudes po- pulares, no habr4 resultado sustancialmente modificado por esta catdstrofe, y son muy improbables cualesquiera cambios en el sistema de instituciones y en la doctrina que le dieron origen. No podemos dejar de lado con ligereza la historia teciente con la esperanza de que vaya a resultar una mera aberracién demencial de escasa consecuencia para el or- den internacional que est4 emergiendo. Norteamérica est4 harta de esta guerra, y en los reducidos ntcleos que deci- 2, Robert H. Ferrell, “The Merchants of Death, Then and Now”, Journal of International Affairs, vol. 26, n.° 1, 1972. Para poner las cosas en su punto, Ferrell no est preconizando lo que esta enunciado en esta observacién. 3. Leemos que el activismo estudiantil es consecuencia de una ne- cesidad de gratificacién inmediata, una prdctica irracional o una explosién de fascismo de izquierdas. No hay duda de que se pueden encontrar casos a los que se aplican estas acusaciones, pero los que reprimen el movimien. to estudiantil por tales tendencias o bien son inconscientes de los hechos o juegan a un juego mds cinico, Para el examen de estas cuestiones, véase Julius Jacobson, “In Defense of the Young”, New Politics, vol. 8, n.° 1, 1970; y mi articulo “Revolt in the Academy”, Modern Occasions, vol. 1, ne 1, 1970, i 10 den la politica exterior hay muchos que la consideran ab- surda, que la ven como una aventura fallida que debiera ser liquidada. Sin embargo, prevalece la doctrina oficial. Esta es la que fija los términos del debate, hecho de impor- tancia considerable. Y mientras las victimas sean califi- cadas de “comunistas”, se tratard de juego limpio. Prdc- ticamente todas las atrocidades serdn toleradas por una poblacién que ha recibido un intenso adoctrinamiento. Un oficial aliado describe los ataques habituales con B-52 como “las incursiones més lucrativas hechas en cual- quiera de los periodos de la guerra”. Cada uno de los crdteres producidos por las bombas queda rodeado de cuerpos, de material destrozado y de gente aturdida y sangrienta. En uno de estos crdteres habia unos 40 0 50 hombres, todos con uniformes norvietnamitas pero sin armas, tumbados y en un estado visiblemente trau- mAtico. Alli mandamos helicépteros artillados, que pronto Jes liberaron de su estado miserable.+ No hay ningin discurso completo del presidenté sin una denuncia de los barbaros comunistas por sus supuestos malos tratos a los pilotos norteamericanos capturados, violan- do las convenciones de Ginebra, que estatuyen que “los miembros de las fuerzas armadas que han depuesto las armas y los que han sido puestos fuera de combate por enfermedad, heridas, detencién u otra causa, serdn tratados humanamen- te en toda circunstancia”. En el caso citado, las victimas eran soldados, norvietnamitas, personas movidas —segin pala- 4. Malcolm W. Browne, “B-52 Attacks on Highlands Slow Enemy and Buy Time”, New York Times, 6 de mayo de 1972. El jefe de los Gonsejeros norteamericanos en las zonas montafiosas, John Paul Vann, dijo a los periodistas que “los ataques de B-52 estén convirtiendo el te- treno en un paisaje lunar... Por el hedor pueden ustedes decir que los ataques han sido efectivos”. “Hay cuerpos por todas partes”, indicd, afia- diendo que “los norteamericanos dan mds valor a la vida que los vietna- mitas”. William Shawcross, “Vietnam: The Breakdown of Advice and Leadership”, Sunday Times, Londres, 30 de abril de 1972; “Life and Death of a Hawk”, New Statesman, 16 de junio de 1972. Bi bras de algunos intelectuales de Saig6n— por “los mismos sentimientos de nacionalismo que empujaron a los héroes del pasado a sacrificar sus vidas”.® Pero los B-52 no hacen sutiles distinciones entre vietnamitas, Atios atr4s el mando norteamericano dijo con toda claridad que dejarfa inhabita- ble toda zona puesta bajo control comunista,® Oficiales de alta graduacién sefialan desde el teatro de operaciones: “No queda nada sin violar”; “Esta vez no estamos fanfarroneando. Hemos dicho al mundo que vamos a ser los vencedores”.? Ninguna persona que sepa leer puede ignorar la naturaleza de la Guerra aérea en Vietnam del ®. Benjamin Cherry, “Balance of Weakness”, Far Eastern Economic Review, 1 de julio de 1972. Mientras, los helicépteros norteamericanos que transportan misiones médicas de evacuacién llevan gases lacrimégenos ¥ porras eléctricas antidisturbios [“electric cattle prods”] (“utilizados re- gularmente en misiones en la zona de An Loc”) para impedir que las ttopas sudvietnamitas, con escasa aficién a la guerra americana, “traten de soliviantar a la aviacién para huir del campo de batalla”, Las misiones peligrosas las realizan los norteamericanos, al mismo tiempo que los he- He6pteros sudvietnamitas “se reclinan perezosamente sobre cus propias huellas, mientras sus tripulaciones haraganean y duermen”. “Tienen una terrible falta de motivacién”, dice lamenténdose un ofcial norteamericano, En los aparatos del ejército sudvietnamita “algunas familias de vietnami- tas ricos cargan en los helicdpteros ventiladores eléctricos e incluso Hon- das”, mientras que “soldados del siército de Saigén sacan de los heli- cépteros a empellones a mujeres y nifios en Ianto para disponer de sitio aoe cus Compaiieros y para su equipaje”, dispuestos a desertar del frente. “US Copters get ‘Cattle Prods’ ”, UPL, Boston Globe, 17 de julio de 1972; Sydney H. Schanberg, “Saigon’s Pilots Shun Dangers of Anloc”, New York Times, 24 de junio de 1972; Judith Coburn. “Vietnam Refugees: Hostages of Kontum”, Village Voice, 18 de mayo de 1979, 6. Ver Sydney H. Schanberg, “Quangtri Villagers Tell of Fleeing Bombing”, New York Times, 5 de julio de 1972; Daniel Southerland, “Quang Tri Refugees: ‘B-52's-Terrible? ”, Christian Science Monitor, 7 de julio de 1972, Unas semanas antes, la agencia AFP habia informado en Le Monde (28-29 de mayo) que, segin algunos refugiados “es el miedo Provocado por los ataques constantes, dia y noche, de la aviacion note, americana, los cafiones de la 7." flota y la artillerfa, lo que ha motivado su huida, més que el miedo a los comunistas”. La potencia de fuego de los estadounidenses, tal como se ha utilizado tras las victorias del Frente Nat cional de Liberacién durante la ofensiva del Tet de 1968, ha aleanzady nuevos niveles y, como siempre, deja muy atrés lo que puedan hacer los vietmamitas de uno u otro bando. 7. Editorial, New York Times, 27 de mayo de 1972, 12 Norte y del Sur, y pocos pueden errar en cuanto a sus fines. En el pasado los norteamericanos han condenado justa- mente las atrocidades de los dem4s con pruebas mucho menos concluyentes. 2 De hecho, se condena a menudo el salvajismo de los ata- ques norteamericanos sobre el pueblo de Indochina, pero ra- ras veces se plantea otra cuestién més fundamental en el seno de la opinién publica. Cuando el presidente comenta que “tenéis que darles su merecido cuando se os echan en- cima”, pocos de los criticos de este lenguaje infantil sub- rayan lo que es esencial: que “se nos estén echando encima” en su propio pais, no en Kansas o Hawai, y ni si- quiera en Tailandia. Las intervenciones que enemy éxito pronto se olvidan. Mientras prevalezcan tales actitudes, cabe esperar nuevas intervenciones en el Sudeste asidtico y mas alla, y si de nuevo se calcula erréneamente la capacidad de resistencia del enemigo, las limitaciones internas que puedan imponerse seguir4n siendo la principal barrera al terror ili- mitado, P El testimonio del almirante Moorer fue formulado el dia de una de las primeras acciones de primavera contra la uerra. Esta accién resulté ser bastante tranquila. Cerca de un millar de personas se reunieron en el parque Lafayette de Washington, enfrente de la Casa Blanca. Con celeridad y cortesia, varios centenares fueron detenidos por reunirse pacificamente, sin tener permiso, para protestar contra los crimenes del estado. Los manifestantes, como de costum- bre, eran en su mayor parte jévenes. Habia entre ellos unos pocos veteranos de la guerra de Vietnam. Uno iba en una silla de ruedas: habia perdido todos sus miembros y no era mas que un tronco y una cabeza. Cuanzo los vehiculos de policia se llevaron a los manifestantes, éstos pudieron ver los despojos de este hombre, solo en el parque Lafayette, sin 8. Dada Ja manera en que se establece la politica nacional, cabe poner en cuestién la importancia de este hecho. que ni manifestantes ni policia montada obstruyeran ya su mirada sobre la Casa Blanca. La Casa Blanca, en su ma- jestad, estaba serena e incélume, ocupada de asuntos mds importantes que otra simple reunién de holgazanes, En la comisaria de policfa, pocas horas mds tarde, los manifes- tantes detenidos pudieron escuchar las dltimas noticias: los B-52 estaban bombardeando Haifong. Al dia siguiente la prensa nos informaba de que los aviones de guerra de los Estados Unidos habfan “destruido depésitos de petréleo y estaciones de gasolina en la ciudad de Haifong en 1966”, Eso habfan hecho, y, ademds, habfan destruido también fabricas, viviendas y las personas que vivian en ellas. Uno de los detenidos era Bob Eaton, que ha- bia salido en libertad no hacia mucho tiempo tras varios afios de presidio por resistir contra la guerra. Habia con- ducido su barco hasta el puerto de Haifong en 1967, y no mucho tiempo antes de que se recibiera la ultima noticia ci- tada estuvo casualmente describiendo los dafios producidos por las bombas que entonces vio: grandes zonas residenciales enteramente arrasadas, el barrio chino de la ciudad en rui- nas. La prensa norteamericana y extranjera publicé informes de corresponsales occidentales que habjan sido testigos di- rectos, segiin los cuales la zona occidental de Haifong no era “mAs que escombros” (abril de 1967), todos los barrios ha- bfan sido demolidos, las viviendas derribadas, una gran parte de la ciudad atestada de crateres, las f4bricas de esmaltes y de cemento totalmente destruidas y las factorias de in- dustrias alimenticias y descascarillado de arroz dafiadas.® Pero el gobierno de los Estados Unidos afirma que sélo fue- ton atacados objetivos militares, y la prensa, de memoria corta e inclinaciones serviles, ofrece debidamente como un hecho lo que el gobierno proclama. La primera incursién de B-52 sobre Haifong tuvo lugar 9, Véase Jon M. Van Dyke, North Vietnam's Strategy for Survival, pp. 148-152. 14 de noche sin ningun control desde tierra y sin aviones de xeconocimiento para dirigir la seleccién de objetivos. In- formes procedentes de testigos presenciales confirmaron lo que cualquier persona en sus sanos cabales sabia que debia ser cierto: Son visibles las consecuencias de los bombardeos ex- tremadamente intensos que Haifong ha estado sufriendo en el ultimo mes. Un visitante puede ver zonas arrasadas igual que las ciudades alemanas que estuvieron sometidas a los bombardeos estratégicos durante la segunda guerra mun- dial... Un gran conjunto de bloques de pisos... est casi totalmente derruido... Los tres edificios que constituian la escuela [Thai Fien] no son ahora mds que un montén de escombros... La escuela y las viviendas para los obreros estén quizés a una milla de distancia del puerto. Un hos- pital alcanzado por Jos recientes bombardeos no est4 cerca de ningin objetivo militar visible... Cientos de acres estén practicamente aplanados, con sdlo algtim trozo de pared erguido de vez en cuando.10 Un oficial veterano del ejército estadounidense informaba a los periodistas en Saigén de que los objetivos en Haifong son “todos de cardcter logfstico —zonas de almacenamiento de petréleo, algunos puntos de transbordo, puntos de em- palme ferroviario—, es decir, objetivos todos ellos importantes y alejados de las zonas populosas”.4 El vicepresidente, en una emisién televisada del mismo dia, afirmaba que los ata- ques contra “las comunicaciones y los sistemas logisticos” del Norte habian elevado la moral de los del Sur. Es una verdadera ldstima que Goebbels no haya podido vivir para contemplar su triunfo final sobre sus enemigos. El bombardeo de ciudades por los B-52 es otro de los 10. Anthony Lewis, New York Times, 18 de mayo de 1972. Véase también el informe de Claude Julien desde Haifong durante el bombardeo, Le Monde, 12 de mayo. 11. Crxaig R. Whitney, “B-52 Relied upon More Than Troops to Blunt Foe’s Offensive in Vietnam”, New York Times, 19 de mayo de 1972. 15 actos inaugurados por el presidente Nixon y su genial con- Sejero, aunque las ciudades y pueblos hubieran sido arra- sados en todo el Vietnam del Norte y las incursiones de B-52 sobre las zonas populosas del Sur tuvieran ya lugar en fecha tan lejana como 1965, Esto es una mera oi fel terror. La primera de las opciones del almirante Moorer fue puesta en prdctica el dia mismo de su proclamacién, Ni- xon y Kissinger, que son ya los mayores responsables de Eats de toda la historia de la guerra, pueden ahora e ee oe otro acto de “nervios de acero” y de “va- Uno podria pensar que es autodestructivo para los por- tavoces oficiales insistir en que sdlo se atacan objetivos mi- devastada? 1? Qué finalidad se abriga al insistir sin demasia- do vigor én que los aviones norteamericanos solo golpean ob- jetivos militares en Laos cuando hay pruebas an eee Tas de que “los bombardeos iban destinados a la destruc- ¥ presas en Vietnam del Norte. Pero la administracién afir- ma que los informes son inexactos y tiene la miserable preten- sion de que si hay una catdstrofe serA por culpa Ee los norvietnamitas, por no haber reparado convenientemente 12. Anthony Lewis, “The Cost oa: 5 of Phucloc”, New York Tis Bala je 1972. Véase también su “Death in Phucloe”, wep eee ee ls mayo de 1972, acerea de las consecuencine ie ee B-52 en esta aldea, situada “en medio de ninguna cane acetie 18. El consejero bel i lga_de las N i i véase las referencias del capitulo 2, parte 1.) SS Geese Chapelier; 16 i los diques después de las riadas del ultimo afio. Se desafia a los periodistas a que prueben que los aviones que ellos han visto bombardeando diques no estaban apuntando a algin pipe-line oculto destinado a la conduccién de petréleo, cosa que desde luego no pueden probar.!4 El gobierno no espera, en realidad, convencer a nadie con sus argumentaciones y protestas, sino sélo sembrar confusién, confiando en la tendencia natural a creer en la autoridad y a evitar los asuntos complicados y turbado- res. {Cémo podemos estar seguros de la verdad? El ciuda- dano confundido se occupa de otros asuntos y paulatina- mente, a medida que se van reiterando dias tras dia las men- tiras del gobierno, y afio tras afio, la falsedad deviene verdad. El mecanismo ha sido descrito con gran clarividencia por James Boyd en relacién con la extrafia historia de Dita Beard, Richard Kleindienst y la ITT. Las falsificaciones eran “transparentes y ridiculas”, pero esto es irrelevante: “Lo esencial es llevar al publico a un estado de encantamien- to...” El abogado no pretende “convencer, sino confundir y cansar”.1® De modo semejante, el estado se conforma con perder cada uno de los debates con tal que gane la guerra de la propaganda. Poco después de que aparecieran los documentos del Pentégono, Richard Harwood escribié en el Washington Post que un lector cuidadoso de la prensa habria podido 14. Seymour Hersh, “French Newsman and U.S. Differ on Bombing of Dikes”, New York Times, 13 de julio de 1972. El embajador Jean-Chris- tophe Oberg a su regreso a Estocolmo desde Hanoi afirmé que “no tiene ninguna duda acerca de que estos ataques [sobre presas, diques y com- puertas con cohetes y “bombas astutas”] son deliberados y realizados con toda precisién”. Afirmé que los Estados Unidos estén practicando “una politica de aniquilamiento”, no sélo bombardeando objetivos industriales sino también arrojando bombas antipersonales en zonas residenciales, es- cuelas y hospitales. Dagens Nyheter, 29 de junio de 1972; “Civilian Tar- gets?” Reuters, Christian Science Monitor, 29 de junio de 1972; “Bombing Criticized by Swedish Envoy”, New York Times, 30 de junio de 1972. 15. James Boyd, “Following the Rules with Dita and Dick”, Was- hington Monthly, julio de 1972. 17 2, — cHomsEY conocer todos los hechos, y citaba casos en los que habfan sido difundidos con toda’ fidelidad. Pero se olvidaba de afiadir que la verdad habia sido sumergida, en las mismas pa- gimas, por una marea de propaganda estatal. Con raras excep- ciones, la prensa y el publico acabaron aceptando el marco general de las mentiras gubernamentales en practicamente todos los puntos cruciales. Tanto los halcones como las palo- mas hablan del conflicto como de una guerra entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur, en la que los Estados Unidos van en defensa del Sur, quizds inoportunamente, dicen las palomas, y con unos medios desproporcionados a los justos fines perseguidos. Era un tragico error y, con un tal diag- néstico, la conelusién es que si hubieran bastado otros me- dios mAs limitados la intervencién norteamericana habria sido legitima. La situacién es compleja: “en Viemam se dan los elementos de una tragedia griega; dos derechos entran en conflicto el uno con el otro: el valor de la paz esté a la grefia con el valor de la democracia” 1° O leemos también en un fuerte comentario editorial contra Ja guerra: Esto no obsta para que los norteamericanos, incluidos los tmandos politicos y militares y los propios G. I., no con- cibieran originariamente su papel con toda honestidad como el de libertadores y aliados en la causa de Ja libertad; pero tales motivos idealistas tenian pocas oportunidades de prevalecer contra unos dirigentes locales avezados en el arte de manipular a sus protectores extranjeros.27 Aqui tenemos la imagen de los dirigentes politicos nor- teamericanos, nobles y virtuosos, seducidos y convertidos en victimas, pero no tesponsables, jam4s responsables de lo que ocurre. La corrupcién intelectual y la cobardia moral 16. Michael Harrington, presidente del Partido Socialista, Villa; se Voice, 2 de julio de 1970. Hartington no prosigue explicando quien, a es Ojos, representa el “valor de la democracia” en Vietnam, Para un examen de esta cuestién, ver mi articulo “Revolt in the Academy”, 17. Editorial, New York Times, 7 de mayo de 1972. 18 manifestada por tales afirmaciones, que son abundantes,1® desafian todo comentario. Lo que simplemente manifiestan es que no ha cambiado nada fundamental en la opinién publica a medida que van amonton4ndose mas y mas cadaveres en Indochina. Otros merecerfan condena; los dirigentes politi- cos norteamericanos han sido simplemente victimas de fac- tores que escapan a su control y no agentes activos de los conflictos en el mundo. Por esta razén, est4n libres de repe- tir la prueba otra vez en otra parte, cuando las circunstan- cias sean més propicias. En la tradicidn politica norteamericana ha sido durante mucho tiempo una premisa profundamente arraigada que los Estados Unidos tienen derecho a intervenir en los asun- tos internos de otros, En 1947 A. A. Berle, un personaje ti- pico de la élite dominante de los Estados Unidos, presentaba la “revolucionaria” tesis de que el mundo esta entrando en una nueva etapa en que los derechos de los pueblos ad- quieren preeminencia sobre los de los gobiernos soberanos. Los Estados Unidos deben servir como garantes de los dere- chos de los pueblos, interviniendo si es necesario para de- fender estos derechos, actuando con la misma solicitud que siempre han mostrado para con las naciones protegidas del mal por la doctrina Monroe (“durante casi un siglo” los Es- tados Unidos han mantenido su “objetivo dominante” de garantizar la paz mundial). gQué es lo que justifica que asu- mamos este excelso papel, sustituyendo incluso a las Na- ciones Unidas si esto resulta efectivo? La razén es sencilla. Junto con la Gran Bretafia, los Estados Unidos son més re- presentativos del pueblo que otras potencias, y de esta 18. Por ejemplo, el ex embajador de las Naciones Unidas Charles W, Yost escribe que los Estados Unidos han “sufrido un revés en Viet- nam”, pero que el error “no es nuestro, salvo por cuanto hicimos un error de apreciacién... El error decisivo es achacable a nuestros aliados viet- namitas, los cuales, por falta de voluntad politica y dedicacién no sacaron la suficiente ventaja de Ia enorme ayuda que les hemos estado proporcio- nando durante un perfodo de siete [sic] afios” (Christian Science Monitor, 12 de mayo de 1972). 19 manera aspiran de un modo natural a la demanda popular de paz mundial (lo que, de paso, es una refutacién de la doctrina. marxista, segin observa agudamente). Para ilus- trar la necesidad de intervenir en defensa de los derechos de los pueblos, Berle cita el caso de Grecia, en que la “agresion inspirada por los rusos” era levada a la prctica por “bandas subvencionadas de renegados irregulares del pais que ac- tian a las érdenes de dirigentes locales pero que son diri- gidos desde el extranjero”.1° Pese al desafio que ha sido lanzado a la ideologia conservadora norteamericana en los P0Cos afios pasados, tales puntos de vista siguen teniendo mu- cha fuerza en la opinién publica norteamericana, y el desdén de Berle por la realidad histérica no es menos tipico de los “lideres de opinién” contempordneos, Respecto a la guerra del Vietnam, hay los “optimistas”, gue creen que podemos ganar si somos tenaces, y los “pe- simistas”, que sostienen que los Estados Unidos no pueden garantizar a un coste razonable el dominio del régimen de su eleccién en Vietnam del Sur, Estas son las dos pos- turas que se ponen de manifiesto en los “documentos de Kissinger” secretos, publicados por el Washington Post del 25 de abril de 1972. Los pesimistas confian en que se aleance “Ja pacificacién en 13,4 afios”, mientras que la interpretacién de los optimistas “supone que se tardarA 8,3 afios en paci- ficar los 4,15 millones de Personas supuestamente bajo con- trol del Vietcong en diciembre de 1968”, Como siempre, los Ppesimistas difieren de los optimistas en su estimacién del tiempo que ha de tardarse en vencer la resistencia de los vietnamitas y en someter a éstos; en nada més, Por eso no es demasiado sorprendente que en el Consejo Nacional de Seguridad no haya nadie que exprese la opi- nién de que los Estados Unidos no debieran pacificar Viet- 19. A. A. Berle, “The Formulation and Implementation of American Foreign Policy”, en la obra colectiva de J. C. Vincent y otros, America’s Future in the Pacific, Sobre el papel de Berle, véase William Domhof, The Higher Circle. 20 ¢ nam o asegurar el dominio del régimen quisling que aes establecido (independientemente de que puedan ° ae ee si es a veces sorprendente que fuera del gobiemo el del ie se mantenga por lo general dentro de los mismos oe cho que ya he documentado en otra parte. aa los ee Alsop que creen que la victoria est4 a nuestro al cance, Re lo: Arthur Schlesinger que “ruegan para que el sefior sop tenga razén”, pero que lo dudan. Al parecer, ors slg muy parecido en la Gran Bretafia. Un periddico i ne ; izquierda da el siguiente andlisis editorial de la fase actual del conflicto: Los anticomunistas han sostenido que los norvietna- mitas podrian perfectamente perder en este ultimo nee desesperado, y que a partir de este momento sex: ee capaces de repetirlo o no deseardn hacerlo. a cr! a de la politica norteamericana han argumentado que : perdedores mAs probables son las sudvietnamitas, x ae Vietnam del Sur puede derrumbarse como un castillo si naipes. Ambos argumentos tienen su valor; cada uno pu : de hacerse con el uno o con el otro segiin la propia po Iitica.2° Los supuestos de la propaganda gubernamental de e Estados Unidos son recogidos aqui sin ninguna valoraci mn. El Norte esta luchando contra el Sur: desde hace Heme se ha olvidado el hecho de que la guerra ha sido lanzada por los Estados Unidos y las fuerzas locales que éstos Ey dieron agrupar contra una gran parte de Ja pee tural de Vietnam del Sur. De acuerdo con la politica de : a uno, se puede ser halcén o paloma, un Alsop o un Sc! ee un pesimista o un optimista en el sentido del Consejo i: cional de Seguridad. Pero la politica de cada ae a puede reflejar la adhesién al principio | de que los s ‘ 0 Unidos no tienen derecho a desempefiar ningiin papel en los asuntos internos de Indochina. 20. “War with No End”, New Society, 13 de abril de 1972. 21 sane oe que para una parte ancial de la opinién angloamericana la oposicién eZ la mh eneen violenta por parte de los Estados Unidos e fui- “8 a un punto de vista “radical” 0 “extremista”. H ears el Canal de la Mancha Para encontrar la opi ee os ae esta oposicién no es més que una erada —Io cual es mds exacto—, b: 1 [ ou asada 12y, internacional y las obligaciones solemnes de ane oe 1 Oo ende, también en las leyes internas de los » Hes nidos. Tal es la fuerza que tienen las mentiras pa las becca cuando est4n ligadas a una netza avasalladora contenida en un icid : co ‘a tradicién politic soe oe tanta facilidad las duraderas eric de e dee ae e es esquemas mentales del imperialismo nape ee de a culturas que estén firmemente ntroles ideolégicos consiste ¢ oF “ontrol ; n que lo que h. Tee para justificar la politica estatal seek crelda ied ae ne de los hechos. La guerra norteamericana en 2 Soa ico Heuiplos notables, desde el comien. » Stados Unidos emprendieron |, : : ‘ ara a tarea eee el soning occidental. El que fue jefe a i. oi encargada del Sudeste asidtico : en el Departa: Estado (1945-1947) ha afirmado Fedententeee pasa inién ofrecta la Mejor esperanza ‘0 vietnamita, Pero i ue Sp para el pueblo vietn: Pt dochin: a era sorprendente ver cémo los funcionarios fran- ceses de més alto ra As petentes tenfan cas: di ngo y mas competent i x ‘ompetentes undnimemente Ia misma opinién,21 21. Testimonio mime i ografiado de Abhi de Relaciones Exteriores del Senado, 11 Es 22 f Moffat ante el Comité le 1972. Ver el estudio Los documentos del Pentdgono revelan que los analistas del gobierno de los Estados Unidos admitian que la inter- vencién occidental debe destruir el movimiento nacionalista més poderoso de Indochina. Pero una victoria de las fuerzas del nacionalismo revolucionario en Indochina aparecia como algo no coherente con los objetivos globales de los Estados Unidos, y por esto resultaba necesario definir el Vietminh como un agente de una agresién extranjera, mientras que los franceses estaban defendiendo la independencia de Indochi- na. La premisa necesaria pronto quedé incorporada a la ideologia estatal y de entonces en adelante raramente se puso en entredicho en los documentos internos o en Ja pro- paganda oficial. Dicho sea de paso, quiero advertir que es completamente falso caracterizar los documentos del Pentégono como una sarta de mentiras, como han hecho algunos comentaristas. Hay una semejanza sorprendente entre el lenguaje interno por una parte y el lenguaje externo y las creencias explici- tas por otra. Lo que debia creerse para justificar la politica norteamericana era interiorizado con una gran eficiencia apa- rente. “Mentir” no es el término correcto para caracterizar esta clase de conducta. colectivo hecho para el Comité por Robert Blum y otros, The United Sta- tes and Vietnam: 1944-47, donde hay una recapitulacién informativa de las actitudes de los Estados Unidos durante estos afios. En el capitulo 1, partes V y VI (apartado 7), volvemos a ocupamos de Jos documentos del Pent4gono, que revelan que los planificadores norteamericanos estaban perfectamente al corriente del cardcter de as fuerzas que tenfan el encargo de destruir. Es sorprendente que un observador bien informado pueda es- cribir ain que Ja polftica norteamericana lev al “desastre en Vietnam” porque “como nacién no supimos percibir las circunstancias peculiares de la versién del comunismo de Ho Chi Minh”. (Chalmers M. Roberts, “How Containment Worked”, Foreign Policy, vol. 2, n.° 3, 1972). La gente sobre quien recae la responsabilidad de Ja propaganda que determiné en gran medida lo que “nosotros como nacién” percibimos tenia una amplia infor- macién, y en momentos cruciales de su labor de planificacién, escasas ilu- siones, si bien facilmente se defaban mecer por los mitos que ellos mismos fabricaban, 23 Los Estados Unidos se Propusieron en seguida violar los acuerdos de Ginebra de 1954, de una manera totalmente ex- plicita, como veremos més adelante. Pero era necesario. creer que este gobierno entregado a la implantacién del im; erio de la ley sdlo iba a proceder a restablecer el statu aa tal como se habia establecido en Ginebra. La premisa reque- tida se convirtié en doctrina oficial, interminablemente Te petida por los comentaristas politicos. ‘ Para justificar la escalada norteamericana bajo Kenned: era necesario creer que una victoria norteamericana era de importancia césmica. Asi, se adopté la premisa adecuada ea ello. Segin palabras del “legendario” general Lans- Si el Vietnam libre es ganado por los comunistas, Jo que quede del Sudeste asiético seré un bocado facil para nuestros enemigos, ya que la fuerza local més poderosa de todas las que estén de nuestro lado habré desaparecido, Una victoria comunista serfa también un golpe importante Para el prestigio y la influencia de los Estados Unidos, no sélo en Asia sino en todo el mundo,,. 2 i . Los Pronunciamientos oficiales elevaron el Vietnam a un caso ejemplar”; el desenlace de la lucha alli iba a deter- minar practicamente el curso de la historia mundial. Cuan- do el miembro canadiense de la Comisién Intemacional de Control Blair Seaborn transmitié a Hanoi las advertencias estadounidenses en julio de 1964, “confirmé que el interés de los Estados Unidos Por impedir una victoria norviet- namita era muy elevado, Puesto que los Estados Unidos veian el conflicto del Sudeste asiatico como una parte de 22, Memorindum para el secretari ce f tario de la defensa d ite a Vietnam del Sur en enero de 1961, en US. pees: Det Bene see Relations, 1945-67 (citado en adelante on las siglas , libro 2., IV.A.5, tab. 4, p. 66. Se t cién gubernamental de los documentos del Beige. oy ah araiee Ba ¢ una confrontacién general con la subversién guerrillera en otras partes del mundo”.?? Més adelante, el supuesto ex- pansionismo agresivo de la China comunista fue enarbolado como justificante para la escalada estadounidense. Las fan- tasfas se iban acumulando unas sobre otras de acuerdo con las exigencias de la politica. Existen amplias pruebas de que el éxito del Frente Nacional de Liberacién (FNL) puede atribuirse al atractivo ejercido sobre el campesinado por sus programas construc- tivos (véase el capitulo I, nota 215). Pero admitir esto desa- creditarfa la empresa norteamericana (aunque se puede con- ceder esta posibilidad retrospectivamente; sélo los fandticos se aferran a Ja historia pasada). De acuerdo con esta posi- cién, los portavoces del gobierno y la prensa en general ha- blan s6lo del “control” del Frente sobre los campesinos. La misma incapacidad para percibir hechos que sean incom- patibles con las exigencias de la propaganda oficial es tam- bién un rasgo propio de los andlisis de los servicios secretos,2+ de quienes cabria esperar que fueran inmunes a tales distor- siones de la verdad. Por poner un ejemplo, se Hegé a reco- 23. DOD, libro 4.°, p. 2. Seaborn advirtié ademas de la “mayor de- vastacién” a que se arriesgaba Vietnam del Norte si persistia “la presién propiciada por la RDV contra Vietnam del Sur”. Los planificadores de los Estados Unidos eran conscientes de que “pricticamente todos los infil- trados en el periodo 1959-1964 eran gente del Sur” (DOD, libro 2.°, IV.A.5, tab. 3, p. 32) y de que la insurgencia tenia sus raices en el Sur. 24. Para un ejemplo sorprendente, ver capitulo 1, parte V, p. 124; véase también la nota 202. Cuando se pueden consultar informes de los servicios secretos, a veces se descubren comentarios significativos que de- saparecen de los registros de segundo orden. Asi, se hace mucho ruido acerca de la supuesta agresién norvietnamita en Laos a partir de 1959, pero cuando se investigan las fuentes mas de cerca, aparece un cuadro dis- tinto, Véase mi articulo “The Pentagon Papers as Propaganda and as His- tory”, en The Pentagon Papers, edicién del senador Gravel, vol. 5, Cri- tical Essays, recopilado por Noam Chomsky y Howard Zinn. Por citar otra ejemplo no mencionado alli, descubrimos que lo que se lama “335 Divisién del ejército de Vietnam del Norte”, cuyo puesto de mando de Ja RDV estaba supuestamente instalado en 1959 cerca de la frontera lao- siana, “se habia constituido con los ‘voluntarios Iaosianos’ reagrupados en la RDV en 1955” (DOD, libro 2.°, IV.A.5, tab. 3, p. 62). 25 nocer que el descontento campesino era uno de los factores del deterioro de la posicién de Diem en 1960, pero de una manera muy reveladora. Segiin los servicios secretos, “la mayoria de los campesinos vietnamitas son politicamente in- diferentes”, Pero sienten descontento hacia el gobierno, con- cretamente “falta de proteccién efectiva Tespecto a las exi- gencias del Vietcong”.25 Los andlisis del Departamento de Defensa consideraban que esta “falta de seguridad” era el “tinico motivo de descontento significativo que mostra- ban los campesinos, o el que predominaba de un modo abru- mador 0, también, la base de todos los demés”, seguin dice el historiador del PentAgono; pero la CIA y el Departamen- to de Estado, mostrando més clarividencia, reconocieron que el cardcter opresivo del régimen de Diem era otro factor.2° Entonces se planteaba el problema de saber si la incapaci- dad del gobierno Para proteger a los campesinos del Viet- cong no era més que uno de los motivos de descontento 0 si era el fundamental, Que los campesinos pudieran tener alguna raz6n_ positiva para apoyar al FNL era una posibi- lidad demasiado remota para tomarla en consideracién, aun- que hubo algunas insinuaciones al respecto, Por ejemplo SNIE 63.1-60 informa de que el Vietcong “ha explotado la tendencia de una poblacién bastante pasiva a acomodarse 4 su presencia con el fin de evitar represalias”, si bien “en algunas zonas de operaciones... han logrado la colaboracién activa de la poblacién local” 27 Por razones que no se es- Pecifican, por lo menos en la copia de que se dispone, Seguramente la efectividad de los programas del FNL era tacitamente reconocida. En Vietnam, como en Laos, los Estados Unidos han tratado de copiar algunas de las rea- lizaciones de los nacionalistas revolucionarios en un es- fuerzo por lograr apoyo para sus cémplices. Este carActer 25. SNIE 63.1-60; DOD, libro 2, 1V.A.5, tab. 4, p. 49. 26. Ibid., p. 54, Sobre este factor, ver la observaniba fy general Lansdale, citada en le p. 28 de ste likag or wes Racha or al 27. Ibid., p. 51 26 homeopético ?® de los programas estadounidenses destina- dos al tratamiento del virus del Vietcong tiene algunas con- secuencias enigméaticas. Una investigacién reciente, por ejemplo, muestra que la reforma agraria bajo el régimen de Saig6n progresa en zonas donde “el Vietminh y el Vietcong quebrantaron afios atr4s el dominio de los terratenientes”, de tal manera que el programa “parece a los ojos de algunos limitarse a corroborar una distribucién de la tierra ya efec- tuada por los comunistas”. Alli donde los comunistas no habian dispuesto ya el camino, “los terratenientes han in- timidado a los campesinos y han hecho tratos con los fun- cionarios locales”, y las reformas est4n en el aire. La reforma agraria difiere de la de los comunistas en que excluye a los jornaleros, que son los més pobres de todos los trabajadores del campo.” Aunque debe todo el éxito que ha aleanzado 28. Alexander Woodside es el autor de esta ajustada expresién. “Ideology and Integration in Post-colonial Vietnamese Nationalism”, Pa- cific Affairs, vol. 44, n.° 4, 1971-1972. 29. Daniel Southerland, “Saigon Land Reform: Still Doubtful”, Christian Science Monitor, 1.° de abril de 1972. Véase tambiém Jeffrey Ra. ce, War Comes to Long An, pp. 279-273. Es comtin referizse ‘a los horro- zes de la colectivizacién totalitaria bajo el comunismo, pero mientras que estos eriticos condenan las matanzas en los primeros estadios de la reforma agraria en la RDV, raramente sefialan las circunstancias o el hecho de que la reforma agraria senté las bases para la superacién de un hambre y de una injusticia generalizadas. Para un examen de esta cuestién, ver mi obra At War with Asia, pp. 280-282 [hay traduccién castellana: La guerra de Asia, Ariel, Barcelona, 1972], y “Revolt in the Academy”. En At War with Asia ya advert{a que la obra de Hoang Van Chi, From Colonialism to Communism, sobre la que se basa una gran parte del debate sobre Ja reforma agraria, es una fuente extremadamente dudosa, con muchos erro- res y una tendenciosidad irremediable. En aquella época yo no sabia hasta qué punto era “dudosa”. Chi cita muchos supuestos documents y slogans de origen norvietnamita para apoyar sus conclusiones, y otros comentaristas han confiado en esta documentacién. D. Gareth Porter ha investigado re- cientemente los originales y ha descubierto que una gran parte de la do- cumentacién de Chi esté falsificada de pies a cabeza o traducida con serlos errores, incluyendo las partes més perjudiciales. Al ser confrontado con estas constataciones, la respuesta de Chi fue que traté de “dar Ja sig- nificaci6n real m4s que traducciones literales”, y no es nada arriesgado predecir que los partidarios del gobierno de los Estados Unidos confiaran en esta defensa ahora que se ha hecho otro esfuerzo més por hacer un lavado de cerebro al ptiblico estadounidense. El libro de Chi fue escrito 27 al Vietminh y al FNL, el programa es saludado como una realizacién importantisima de los Estados Unidos y del go- bierno de Saigén. “Uno de los rasgos de la nueva ley que se considera altamente Ptogresivo y revolucionario”, escribe un observador desde Saigén, “es que da a aquellos campe- sinos una titularidad formal sobre una tierra que han estado cultivando en los ultimos afios”,20 es decir, sobre la tierra de la que se dice que les ha sido cedida en el curso de la distribucién de tierras hecha por el FNL. Hay que advertir que otros “motivos de descontento” populares son directamente imputables a la intervencién de los Estados Unidos. Por ejemplo, el Can Lao, que en rea- lidad es la policia secreta del régimen,®! “era en gran me- dida el producto mental de un profesional altamente tes- petado y con veterania del Servicio del Exterior de. los Estados Unidos”, afirma el general Landsdale; “realmente no puedo sentir ninguna simpatia por los norteamericanos que ayudan a construir un estado fascista”, afiade, “y que luego se enojan cuando éste no acttia como una democra- cia” 82 Hacia 1964 era evidente que, incluso con una amplia Participacién de los Estados Unidos, el régimen implan- tado por los norteamericanos seria incapaz de controlar la insurgencia del Sur.3? Por consiguiente, los Estados Unidos con una subvencién del Congreso para la Libertad de la Cultura y su publicacién fue financiada secretamente por la USIA, Anteriormente habia sido empleado de la USIA en Saigén y del ministro de Informacién del gobiemo de Saig6n, que subvenciond parcialmente su primer Ubro sobre Ja reforma agraria. Véase Porter, “The Myth of the Bloodbath: North Viet. nam's Land Reform Reconsidered”, mimeografiado, Ithaca, Nueva York, 1972. 30. Phi Bang, “Land: Theory and Practise”, Far Eastern Economic Review, 23 de abril de 1970, 31. Cf. Dennis Dunecanson, Government and Revolution in Vietnam, p. 402; Joseph Buttinger, Vietnam: A Dragon Embattled, vol. 2, p. 947, $2. Memordndum citado en la nota 22; otra pequefia revelacién de los documentos del Pentdgono. 93. Ver capitulo 1. Esta afirmacién es admitida de manera general, Véase At War with Asia, capitulo 1, p. 41, nota 72. 28 asumieron directamente el peso de la guerra, invadieron Vietnam del Sur y trataron en ultima instancia de des- truir la sociedad campesina. Al hacer esto, defendfan de nuevo el Vietnam libre de la “agresién del Norte”. Al mismo tiempo, los Estados Unidos iniciaron un bombardeo Soste- nido de Vietnam del Norte en un esfuerzo por empujar al gobierno norvietnamita a usar su supuesta “influencia de- cisiva” para hacer desistir a los insurgentes. Cuando la RDV [Republica Democratica de Vietnam] mandaba fuer- zas armadas regulares hacia el Sur, esta reaccién era incor- porada a la estructura de la propaganda estatal, de un modo muy efectivo, como prueba de Ja agresién norvietnamita. La prensa y el publico, por lo general, se. conformaban. Durante la primavera de 1972, el “enemigo” —entonces el FNL-Gobierno Revolucionario Provisional [GRP] y la RDYV, después de siete afios de guerra norteamericana a toda marcha— estuvo una vez mas al borde de la victoria. La ad- ministracién, entonces, opté por una confrontacién més am- plia, de caracter internacional, en la que esperaba salir ga- nando. E] hundimiento de un buque ruso durante el primer ataque aéreo a Haifong, el ataque contra dos buques Tusos varias semanas después ** y el minado del puerto de Haifong indicaron que los dirigentes del mundo libre estén dis- puestos a asumir el riesgo de una guerra general para al- canzar sus objetivos. El presidente busca la cooperacién de la Unién Soviética y de China para poder implantar un régimen no comunista. Igual que sus antecesores, rechaza toda idea de acuerdo entre vietnamitas. No es posible pre- decir si la diplomacia Nixon-Kissinger tendra éxito, pero es muy improbable que China y la Unién Soviética sean tan temerarios como para probar la disposicién del presidente y de su principal consejero —quienes hace tiempo instaron e i i g i Wider 34, William Beecher, “Washington, Discouraged, Hints at Bombings”, New York Times, 3 de mayo de 1972; Claude Julien, Le Monde, 12 de mayo; Joel Henri, “Thirty Minutes in Hanoi: A Sky Alive with Planes”, AFP, New York Times, 11 de mayo de 1972. sistencia no sea aplastada y |. i y los Estados Unidos si - zando un acuerdo entre vietnamitas. (oad con * gael igual que en 1985, los Estados Unidos in- ‘nsifican sus ataques contra Indochina en el contexto de una confrontacién més agudizada, y la Propaganda estatal Samente ausente de estos ealeulos, y en cuanto al FNL-GRP se ahorra al lector norteamericano toda noticia acerca d su_existencia. Examinando los archivos nazis pers . ae indignadas denuncias de los envacone sane ae en 1944, que Perpetraron su agresién con bru- s ataques a la poblacién civil en la pacifica campiiia francesa.*® éDe qué sorprenderse entonces si ecard norteamericanos denuncian con indignacién la agresién a amis agresién efectuada sobre regiones devastadas mos antes por la violencia norteamericana, sobre regiones donde un coronel de la Marina, a propésito de una a Ta: Rondon: mas suaves realizadas por los mon oameeings ae ae no se trataba de una guerra sino de un geno- ee fae me testigo pretenciel de un ataque con napalm z “ que produjo f re oie, Vietnam: The Logie of Sitio oy de muertos, ver Ho- tacloney ae oa Corson, The Betrayal, p. 71. Corson se refiere a depor- 1967, Comp ea blancs cerca de la zona desmilitarizada en mayo de presente “pesteses ne, tue Binguno de los fincionarios estadounidenses Ibe dessa Guo se cit6 el hecho de que de entre las 13.000 ‘adas] sdlo un centenar aproximadaments : edades comprendidas entre los dieciséis y los cuarents 6 Gem eet OE 380 Indudablemente, no hay que llevar demasiado lejos la analogia. Los invasores anglonorteamericanos eran fuerzas extranjeras. Es mas, trataban efectivamente de conquistar Francia, mientras que el supuesto objetivo de los norviet- namitas de conquistar Vietnam del Sur o siquiera una parte de su territorio se afirma, de nuevo, no sobre la base de ninguna prueba realmente aportada, sino mds bien debido al necesario papel que le toca desempefiar a una tal hi- potesis en el sistema de la propaganda del estado. La t4c- tica norvietnamita muestra coherencia con la empleada afios antes: 7 arrastrar a las fuerzas de los Estados Unidos y del ejército que éstos crearon fuera de las zonas populosas, de tal manera que las guerrillas indigenas tuvieran la posibili- dad de reconstruir la estructura organizativa que habia quedado seriamente perjudicada por la tdctica terrorista de los programas de “pacificacién” posteriores a la ofensiva del Tet, con sus innumerables atrocidades, de las cuales My Lai es el ejemplo mejor conocido®® Mas reveladora atin 87. Ver Frances FitzGerald, Fire in the Lake, pp. 307, 342-343, [Existe trad. east.: El lago en Hamas, Muchnick, Barcelona,-1975.] Pa- xece poco plausible que Giap esperara que las fuerzas regulares se ale- jaran de las bases, dada la ventaja abrumadora de los estadounidenses en cuanto a potencia de tiro y en cuanto a control total del aire. La unica capital de provincia tomada, Quang Tri, parece en realidad haber sido abandonada antes del combate. La politica norteamericana durante la ofensiva de Tet consistié en aniquilar en seguida las zonas urbanas cap- turadas por el FNL. La politica sigue basdndose en la fuerza, y aspira a disuadir al FNL de que tome ciudades, Judith Cobum, “Vietnam Re- fugees”, cita unas palabras del venerable budista Tu Quang de Kontu “gQué ocurrird cuando los comunistas entren en la ciudad? El ejército de Saigén serd evacuado y Kontum serd destruida por las bombas y la artilleria, Esto es lo que ha ocurrido ya en An Loc, y los refugiados de Tan Canh y Dak To nos dicen que acaba de ocurir también alli”. 38. Esta matanza no fue la de mayor envergadura en aquel contexto, pero fue muy instructiva. Mientras que Ja nacién agonizaba en toro al veredicto de Calley, una nueva operacién terrestre de limpieza sacd de sus hhogares una cantidad de personas que quizds ascendia a las 16.000. Un afio mds tarde, el campo en que fueron instalados los supervivientes de My Lai fue en gran parte destruido por los bombardeos de la aviacién y de la artilleria del ejército sudvictnamita; la destruccién se atribuyé al Vietcong. Henry Kamm, “New Drive Begins in Area of Mylai”, New York 31 fue la matanza en la poblacién cercana de My Khe, con ele- vadas cifras de muertos civiles, puesta de manifiesto por la investigacién Peers-Panel de My Lai. El general Peers afir- mé falsamente a los periodistas que no se hab{an presen- tado pruebas de ninguna otra matanza. Los trdmites contra el oficial a cuyo cargo habia estado la operacién fueron cancelados sobre la base de que no habia habido matanza, sino simplemente una operacién normal en la que un pueblo habia sido destruido y su poblacién deportada a la fuerza.%* Tal exoneracién por aquella operacién de rutina dice més so- bre la guerra de Viemam que una docena de libros. El descubrimiento accidental de la matanza de My Khe tam- bién es todo un simbolo. Imaginese la densidad probable de atrocidades, dada la manera en que este acontecimiento fue descubierto. Aun més significativa fue la tdctica del general Ewell en el delta del Mekong, donde miles de per- sonas fueron asesinadas en operaciones de rutina en zonas controladas por el FNL (véase capitulo 1, nota 149). El hecho es que después de la ofensiva del Tet de enero- febrero de 1968, el mando estadounidense, que habia ya hecho jirones el pais en su esfuerzo por erradicar el FNL, emprendié campafias con un salvajismo sin precedentes. Pro- bablemente jamas sabremos la envergadura de estos ataques frenéticos. Junto con el terror de masas implantado por el programa Phoenix y otras operaciones norteamericano-sud- vieamitas, esta guerra de aniquilacién devolvié supuesta- mente la “seguridad” a las zonas turales, debilitando se- riamente al FNL, En este contexto es donde debemos considerar las con- dimes, 1° de abril de 1971; Martin Teitel, “Again, the Suffering of Mylai”, New York Times, 7 de junio de 1972. 89, “Ten Get Jail for Raiding a Draft Offices [sic]” (“Diez van a la siseel por atacar una oficina de reclutamiento [sic]”), New York Times, 20 de junio de 1970; Seymour Hersh, Cover-up; Hersh, “The Army's Secret Inguiry Describes a 2nd Massacre, Involving 90 Civilians”, New York Times, 5 de junio de 1972. 32 i tribuciones de los sutiles moralistas que condenan ambas partes. Véase este ejemplo, que es bastante tipico: Los ataques del Norte no eran sélo inmorales: han de- mostrado que Hanoi no ha convencido al pueblo del Sur de quitarse de encima el yugo de los “titeres” de Washing- ton instalados en Saigén y abrazar la causa de sus “libe- radores”. Los ejércites norvietnamitas estén logrando la hhegemonia en el Sur por derecho de conquista, no por acla- macién popular (los refugiados se dirigen hacia el Sur y no hacia el Norte).4° El presupuesto tacito de estas palabras es claro: la “ac- titud moral” para la RDV habria tenido que ser la de quedarse a] margen mientras los Estados Unidos imponfan el dominio de sus colaboradores con los medios recién des- critos, aplastando los restos de la resistencia del Sur cuya victoria fue bloqueada por la fuerza de los Estados Unidos en 1965. En cuanto a los pobres refugiados, una vez més sacados de sus hogares, no me atreveria a asegurar sus preferencias y deseos, puesto que no tengo de ellos mAs in- formacién que la procedente de quienes hablan tan confiada- mente de sus mds profundos deseos. El hecho de que pre- firieran huir hacia el Sur antes que permanecer en sus casas o huir al Norte para ser aplastados por los ataques aéreos més destructivos de la historia parece una prueba bien poco concluyente de sus preferencias por el régimen de Saigén 40. “Cohorts in Immorality”, editorial, Far Eastern Economic Review, 6 de mayo de 1972. Elijo este ejemplo entre otros muchos porque el perid- dico es uno de los més independientes y mejor informados. Acerca del en- foque objetivo del que se enorgullecen los redactores, ver capitulo 3, nota 25. 2 41. En otra parte, los redactores explican que “Nixon habfa demostra- do que queria abandonar la guerra” (ibid., 13 de mayo de 1972). La de- mostracién fue incapaz de convencer siguiera a los propios corresponsales de la Review, entre otros. Ver capitulo 4, nota 1. Pero la direccién es- taba convencida, y los dirigentes de la RDV, al negarse a dar su acuerdo, se hicieron cémplices de la inmoralidad. 33 3. — cHomsky antes que la dominacién comunista, como lo indica una teflexién elemental, A lo largo de todo el Yazonamiento, el supuesto subya- cente, que se expresa de diversas maneras, consiste en afirmar que la intervencién de los Estados Unidos es inobje- table si logra vencer sin un costo demasiado alto. Asi pues, es inmoral para los vietnamitas resistir frente a la agresién norteamericana o ir en ayuda de fuerzas resistentes que no pueden aguantar su salvajismo, Tendria que estar claro que insistir sobre el cardcter maligno de este omnipresente Suptiesto no supone prejuzgar en nada la tActica empleada Por uno u otro grupo de vietnamitas, No hace falta decir que este supuesto es un lugar co- miin de todos los estudios técnicos. Por no citar més que un ejemplo, véase los comentarios de Dennis Paranzino so- bre una investigacién aparecida para poner de manifiesto la correlacién entre la desigualdad en el régimen de tenencia de la tierra y el control gubernamental en Vietnam del Sur. Las conclusiones le parecen molestas: “Lo primero y més importante es que ponen en tela de fuicio la conve- niencia de toda una serie importante de programas de re- forma agraria”.®® sPor qué? Evidentemente, la preocupacién por la justicia social debe subordinarse al principio supremo de que el dominio del régimen apoyado por los Estados Unidos debe ser impuesto. Afortunadamente, Paranzino con- cluye, después de wn cuidadoso andlisis de los datos que “una mayor igualdad guarda una correlacién positiva con ef control gubernamental”. Por consiguiente, no necesitamos reforzar la tradicional injusticia y podemos proceder a ra- tificar algunas partes del programa del FNL. Desde la época en que se abandoné la esperanza de poder empujar al Vietminh hasta Vietnam del Norte, la po- litica norteamericana se ha dirigido a destruir todos los 42. Dennis Paranzino, “Inequality and Insurgency in Vietnam: A Further Re-analysis”, World Politics, vol. 24, n.° 4, 1972, e 34 centros de poder salvo dos: Vietnam del Norte y los Esta- dos Unidos representados por regimenes compuestos de colaboracionistas extraidos de la élite urbana. Por ahora, una gran parte de la poblacién ha sido concentrada a la fuerza en zonas que los Estados Unidos pueden esperar de un modo u otro controlar, mediante la policia y las fuerzas militares locales que han establecido, Para vencer, los Estados Unidos tienen que ofrecer ahora a los residuos de la sociedad sudvietnamita, como tmico medio de su- pervivencia, la absorcién en el sistema del Pacifico que es- peran dominar. Al mismo tiempo, los Estados Unidos deben tratar de crear un conflicto regional de los que siempre exis- fieron, segiin su propaganda, al tiempo que desencadenan sus ataques directos contra la sociedad rural de Vietnam del Sur. Volveré sobre el tema aportando més detalles (véase el capitulo 4), Mi intencién aqui se limita a subrayar lo que es evidente: los halcones que creen que la estrategia im- perial muestra indicios de éxito y aplauden este desenlace son por lo menos honestos. Por el contrario, es bastante cini- co exigir que se adopte un “punto de vista equilibrado”, condenando a la vez la “agresién norvietnamita” y la escala- da bélica aérea de los norteamericanos en “respuesta” a esta “agresién”. Nixon y Kissinger han practicado una variante de la estrategia implicita en la politica a largo plazo de los Es- tados Unidos consistente en la imposicién de regimenes pro- occidentales, una variante que se prefiguraba en los debates politicos de 1967-1968. Igual que sus predecesores, han go- zado de plena libertad para asesinar y destruir sin temor a las represalias. Como una gran parte de la critica “res- ponsable” es facilmente neutralizada, por razones ya exa- minadas, las limitaciones imputables a presiones internas han sido escasas. Mucho antes de la expansidn de la guerra aérea de 1972, se ha demostrado que el nivel de violencia nortea- mericana tiende a aumentar a medida que disminuyen las limitaciones internas. En el caso limite, cuando las res- 35 tricciones sean nulas, la destruccién ser4 total. Considérese la llanura de Jarros, en el norte de Laos. La prensa no co- nocia el caso 0 lo silenciaba. Las actividades militares nor- teamericanas no eran el punto de mira de ningin movi- miento pacifista. La lanura de Jarros es ahora un yermo desértico, probablemente inhabitable por muchas décadas en ’ el futuro. Nixon y Kissinger pueden o no ser capaces de Ievar a término sus planes, pero ya han demostrado ampliamente que pueden cobrar un precio horrendo por la negativa a someterse, Si sus esfuerzos fallan, la carniceria puede exce- der todos los limites. Unos hombres limitados y tmaliciosos, atrapados en el naufragio de sus esquemas mentales, pueden ser llevados a extremos inimaginables de violencia. Los acon- tecimientos de los ultimos afios proporcionan una ilustracién apropiada y apremiante de lo que es capaz de hacer un sis- tema de poder centralizado, relativamente libre de limita- ciones e inmune a las represalias. Los que se sienten res- ponsables de evitar a Indochina aim mayores destrucciones deben escuchar atentamente las palabras del presidente del Mando Conjunto de Personal cuando habla de las limita- ciones interiores que tanto le desesperan. Y si el tormento del pueblo de Indochina Iega de un modo u otro a su fin, los norteamericanos que puedan emanciparse del adoc- trinamiento oficial recordardn estas palabras cuando el nuevo Vietnam se vaya configurando, sea cual sea su carActer. Algunos creen que la diplomacia de Nixon y Kissinger se- Hala un punto final en el intervencionismo global del perfodo de la postguerra, pero esta interpretacién parece sumamente dudosa. La nueva diplomacia es un esfuerzo por institucio- nalizar el sistema de la guerra frla mediante controles mAs racionales. La guerra fra nunca ha sido un juego de suma cero, un conflicto entre las superpotencias en el que la ganan- 43. Ver capitulo 2, parte I. Véase también la informacién de los do- cumentos del Pentégono respecto a los bombardeos de Vietnam del Norte y del Sur, examinada en el cap{tulo 1, partes I y IV. 36 cia de una es la pérdida de otra. Ha funcionado més bien como un truco maravillosamente efectivo para movilizar el apoyo popular, en cada una de las superpotencias, a aven- turas lastradas por un costo econémico y moral significativo. El ciudadano ha de dar su acuerdo a la carga que le imponen las guerras imperiales y una produccién despilfarradora inducida por el gobierno, piezas cruciales de la organizacién de la economia.“4 Se le mantiene en pie con el miedo de ser sumergido por un enemigo externo si bajamos la guar- dia. Una vez més, el caso de Vietnam es instructivo. Serfa dificil convencer a los norteamericanos de que Ho Chi Minh representaba una amenaza a su bienestar o a su superviven- cia. La Unién Soviética 0 los mil millones de chinos de gue hablaba Dean Rusk son otro asunto. Por esto, la doc- trina del gobierno identificaba a Ho como a un agente de una conspiracién dirigida desde el Kremlin o del expansio- nismo militante de los chinos. Este esquema ha sido tan per- sistente en los asuntos internacionales como el engafio re- ferente a las diferencias de nivel en cuanto a bombarderos y misiles. La utilidad de los enemigos exteriores fue de nuevo ilustrada al término de la ofensiva de la primavera de 1972. La respuesta automatica de la administracién con- sistié en advertir que los Estados Unidos no se quedarian quietos mientras la Unién Soviética instiga la agresién. De hecho, los servicios de inteligencia de los Estados Unidos estiman que la ayuda militar rusa a Vietnam del Norte en 1971 era menos de una quinta parte de lo que habia sido en 1967; la ayuda militar y econémica a la RDV de todos los paises comunistas era de 775 millones de délares en 1971 (y de 1.020 millones en 1967), sumas irrisorias si se comparan con las costos de defensa frente a los ataques 44, Para conocer mis puntos de vista al respecto, ver mi obra At War with Asia, capitulo 1. Ver también Michael Reich y David Finkelhor, “Capitalism and the Military-Industrial Complex: The Obstacles to Con- version”, Review of Radical Political Economics, vol. 2, n.° 4, 1970. 37 aéreos y los de reconstruccidn, 0 con los enormes gastos nor- teamericanos en Indochina. Los Estados Unidos estén gastan- do, segtin las cifras conocidas, més de mil millones al aio en su esfuerzo por “neutralizar” la “infraestructura del Viet- cong”, una pequefia parte de la guerra norteamericana en Vietnam. Hay un programa de ayuda militar de 2.250 mi- Tones para Vietnam y Laos que ni siquiera est4 incluido entre los gastos para Indochina del presupuesto guberna- mental (surndndose a los muchos miles de millones que si estan incluidos). En dos meses y medio de combates, en 1972, los Estados Unidos gastaron mas de 400 millones sélo en municiones.*® Pero tales hechos no hacen desistir a los portavoces de la administracién, que echan las culpas al gran enemigo global por el colapso de las fuerzas militares de Saigén, explotando la consabida técnica propagandistica de la dominacién imperial mediante la guerra fria. Una alianza conservadora de grandes potencias, libre ca- da una de ellas de controlar sus propios dominios, con ciertos arreglos (como los recientes acuerdos SALT) para una ex- pansién controlada del sistema de produccién militar, ofrece ventajas muy coneretas a las grandes potencias. Sus con- secuencias internacionales son muy claras. La era de los estados mostrencos —Vietnam del Norte y Corea del Norte, Albania y Cuba, Egipto e Israel— parece estar llegando a su fin; las aventuras agresivas que amenazan la paz general no pueden seguir confiando en que los gigan- tes comunistas les presten autométicamente un apoyo ideo- 45. “Soviet Arms Aid to Hanoi is Down”, AP, New York Times, 13 de abril de 1972; capitulo 1, parte VI, apartado 3, p. 195 més adelante; testimonio de Earl Ravenal, Comité de Relaciones Exteriores del Senado, 19 de abril de 1972; John W. Finney, “Laird Projects Big Rise in Cost of Vietnam War”, New York Times, 6 de junio de 1972. R. H. Shackford subraya que “la ayuda militar rusa y china a Vietnam del Norte durante los diltimos siete afios es tan pequefia que apenas podria pagar los intereses de un afio de la suma de més de cien mil millones de délares que los Estados Unidos han gastado en la guerra del Sudeste de Asia” (Washington Daily News, 21 de abril de 1972). ¢ 38 légico y material. Las pequefias naciones que han aspirado a desempefiar un papel en los asuntos internacionales si- milar al de los piratas del aire se estén encontrando con que ya no tienen carta blanca para amenazar la coe de la mayoria en pos de sus fandticos fines minoritarios. Aqui vemos una clara expresién de la ideologia del im- perialismo: es Vietnam del Norte el agresivo y fandtico, y no el pais que desplegé medio millén de soldados de tie- ra para destruir al FNL y arrojé més de seis millones de toneladas de bombas sobre Indochina. Es adem4s —y esto es aun mds importante— un buen testimonio de los propési- tos de la diplomacia de Nixon y Kissinger procedente de un observador informado que simpatiza con estos fines. Los fandticos que aspiran a la independencia y a cambios sO- ciales tienen que ser aplastados por sus respectivos amos imperiales, sin ningin temor a un conflicto entre las grandes potencias. ' ‘ Un control racional del sistema de guerra fria por la di- plomacia de mas alto nivel puede reducir el peligro de guerra nuclear, que sélo osar4 plantearse friamente -quien sea un insensato criminal.*? A la vez, este control perjudicar4, en cuanto a condiciones de negociacién, a los paises mds dé- biles, que de otra forma podrian haber esperado enfrentar a unas potencias con las otras en pos de sus “fandticos fines minoritarios”. Pero también hay dificultades potenciales. Pue- de que ya no sea tan facil invocar al enemigo externo en épocas de necesidad. Este problema es mas dificultoso en una sociedad més democratica, donde la opinién publica es una fuerza potente y un freno potencial para la accién 48. Editorial, Far Eastern Economic Review, 24 de junio de 1972. El andlisis no mereceria ser desestimado s6lo sobre la base de los ejem- plos citados. (¢Acabarh Albania con sus aventuras agresivas? ¢Deberd 1 dejar de contar con la ayuda comunista?) : ear Bas excluye que hayan sido asumidos los peligtos de Arma- geddon, Véase mi obra Problems of Knowledge and Freedom, pp. 106 ss. Sobre los notables puntos de vista de Kissinger, ver Virginia Brodine y Mark Selden, eds., Open Secret. 39 del gobierno. Una posible solucién estriba en transformar los Estados Unidos en una sociedad més disciplinada y contro- Tada. La administracién Nixon ha dado pasos en esta direc- cién, con su desafio flagrante de las orientaciones del Con- greso, la reconstitucién autoritaria del Tribunal Supremo y los ataques contra los medios de difusién por sus ocasiona- les desviaciones respecto a la doctrina oficial. Es util, no obstante, tener presente que la inclinacién hacia una sociedad rigidamente dirigida y centralmente con- trolada también se encuentra entre Ios defensores de ideolo- gias liberales (y en algunas de las Iamadas “socialistas”), Véase, por ejemplo, algunas de las concepciones de Robert McNamara sobre la organizacién social: “Los centros de- cisorios vitales”, sostiene, “particularmente en asuntos poli- ticos, deben situarse en la cispide”, Al parecer, se trata de un imperativo divino. 5 Dios, contrariamente a lo que dicen los comunistas. es claramente democrdtico. Distribuye las capacidades cere- brales universalmente, pero espera de nosotros con toda raz6n que hagamos algo eficiente y constructivo con este don Inapreciable. Esto es lo que se propone la ciencia de la direceién (management). Su instrumento es la capacidad humana, Y su tarea mds importante consiste en ocuparse del cambio. Es la via de acceso por Ja cual el cambio so- cial, politico, econémico y tecnolégico, en suma, el cambio 2 ee os dimensiones, se extiende racionalmente por toda --- la verdadera amenaza a la democracia no viene de un exceso de direccién sino de una deficiencia de la misma Mantener un bajo nivel de control y de direccién en la realidad no equivale a dejarla libre. Es simplemente dejar que una fuerza que no és la razén configure las cosas... y Sino es la razén Ia que gobierna al hombre, entonces el hombre no despliega todo su potencial. es la razon ha de identificarse con la centralizacién de las instaneias decisorias en la cumbre, entre las manos de los ¢ 40 dirigentes. La participacién popular en la toma de decisio- nes es una amenaza a la libertad, una violacién de la razén, un rendirse a la “emocién irrefrenable”, a la “avidez”, ala “agresividad”, y as{ sucesivamente. La alta direccién es “un mecanismo a través del cual los hombres libres pueden ejercitar con la maxima eficiencia su razdn, su iniciativa, su creatividad y su responsabilidad personal”. Por consiguiente, debemos reforzar las instituciones a través de las cuales la funcién directiva puede actuar con éxito en su “tarea in- trépida y enormemente satisfactoria”.** Esta es, en realidad, la voz auténtica de la intelectualidad técnica, que esta ya sea al servicio del capital privado, del poder del estado bajo el capitalismo de estado de la variante norteamericana o asociada con Jas fuerzas estatistas de la izquierda, El marxista holandés Anton Pannekoek observé, poco antes de la segunda guerra mundial; El fin del Partido Comunista —que éste designa como revoluci6n mundial— consiste en llevar al poder, por me- dio de la lucha de los obreros, a una capa de dirigentes que entonces implantan la produccién planificada mediante l poder del estado; en su esencia, coincide con los fines de la socialdemocracia. Los ideales sociales que ahora se estan gestando en las mentes de la clase intelectual a medida 48. Robert §. McNamara, The Essence of Security, pp. 109-110. Otros ofrecen justificaciones igualmente persuasivas para la autoridad del personal directivo. El historiador William Letwin explica que “absoluta- mente ninguna sociedad puede funcionar sin dirigentes de negocios [bu- siness managers]”, cuya funcién consiste en “efectuar las tltimas elec- ciones arbitrarias en materia de produccién”. No dice que en su teoria el directivo puede ser sustituido por una tabla de mimeros aleatorios (“The Past and Future of the American Businessman”, Daedalus, invierno de 1969). La endeblez de los argumentos que suelen darse a favor del con- trol centralizado tiene un cierto interés, De hecho, se sabe poco y hay un amplio campo para la experimentacién social. Es una ldstima que una tal experimentacién se efectite en gran medida en paises que estin apenas s0- brepasando los primeros estadios del desarzollo, y no en los Estados Uni- dos, que podxian fAcilmente sostener los costes de los eventuales fracasos y que, bajo una organizacién social distinta, podria Hevar sus éxitos hasta resultados draméticos. 4) que va sintiendo su creciente importancia en el Proceso de la produecién —a saber, una organizacién bien estructura- da de los procesos productivos bajo la direccién de expertos técnicos y cientfficos— apenas se diferencian de aquellos otros.4® La intelectualidad técnica halla sy lugar natural en una administracién estatal que organice la sociedad para fines supuestamente liberales y humanos. EI punto central de mira de los ensayos que siguen no es Indochina sino més bien los Estados Unidos. El més ex- tenso est4 dedicado ptincipalmente a los documentos del Pentagono, que tienen un valor considerable como fuente para el estudio del ejercicio del poder por parte del eje- cutivo de los Estados Unidos, asunto de una enorme impor- tancia para el futuro. El registro documental asi como la propia historia del Pentdgono, se refieren sélo indirectamen- te a la “desagradable” guerra de Indochina, segin expre- sién de Cyrus Sulzberger,®° y ofrece una oportunidad apre- ciable para dirigir nuestra atencién hacia Washington, que €s para nosotros un asunto mucho mds importante, Los otros ensayos también tienen que ver con el poder y la ideologia del estado y con la imagen de los Estados Unidos segtin se refleja en la guerra del Sudeste asidtico, imagen que afortu- nadamente resulta distorsionada, ya que de no ser as{ habria pocas esperanzas para el futuro, pero que revela facetas de la realidad que ninguna persona seria puede ignorar. Tienen que ver con ciertos problemas de la ley y la justicia y con la responsabilidad del ciudadano frente a los crimenes del estado; con las universidades, el principal centro de la vida 49. Anton Pannekoek, Lenin as Philos. 4 A 35 sopher, pp. 78-79. P: consideracién mas extensa del tema, ver mi obra American Botner qa the New Mandarins [hay traduccién castellana: La responsabilidad de los See Ape casio: 1974], capitulo 1; “Knowledge and er, en Priscilla Long ed., The Ne : Fea ig @ New Left; Problems of Knowledge and 50. C. L. Sulzberger, “Through the ”, i EPS ee oe rougl Looking Glass”, New York Tj- 42 intelectual en la fase actual de la sociedad industrial; con las contribuciones del fraude académico a la ideologia del control y con algo que tiene aim mayor interés: la justifi- eacién de Jas injusticias elaborada por cientificos que no son capaces de darse cuenta de que la fuerza de sus argumentos proviene de su aceptacién tacita de los principios més vul- gares de la ideologia predominante. Finalmente, abordan la critica libertaria del poder politico y econédmico centralizado, y las posibilidades de uma teorfa social que se funde en una ciencia de las capacidades, las necesidades y el com- portamiento de los seres humanos que hoy atin no existe, contraria a las pretensiones petulantes e irresponsables de ciertos cientificos que siempre rehiiyen el simple desafio. Elaborar un sistema de hipdtesis empiricas no triviales sobre el comportamiento o los factores que lo determinan, basado en pruebas empiricas, con alguna relacién demostrable con asuntos de interés humano. Las barreras culturales e institucionales que bloquean el camino hacia una sociedad mds justa y humana son inmen- sas. Existen, sin embargo, tendencias a largo plazo que amenazan la hegemonia de las instituciones e ideologias coercitivas. Es probable que grupos importantes del Tercer Mundo se den cuenta del impacto destructivo que tiene la integracién en la economia global dominada por las poten- cias industriales y organicen luchas revolucionarias contra las potencias imperiales y sus colaboradores en cada pats. Considérese también, como otro ejemplo que asimismo viene a propdsito, el problema de los limites del crecimiento, ahora materia de muchos debates. A medida que nos apro- ximemos a tales limites, se ird perdiendo una técnica efec- tiva de control social. No es irracional para el especimen, culturalmente producido, de homo oeconomicus aceptar el sistema existente de desigualdad cuando se contempla la posibilidad de que, a medida que el pastel vaya creciendo, su parte de pastel vaya creciendo también. En cuanto tales posibilidades disminuyan, dejara de tener estas razones para 43 tolerar un sistema injusto y puede proceder a un examen mds cuidadoso de sus supuestos ideolégicos, como, por ejemplo, la idea segin Ja cual todo el mundo sale ganando cuando unos pocos reciben una gratificacién, o que las recom- ensas corresponden a los que sirven de uno u otro modo el bienestar publico. Es posible, ademas, que los supuestos degradantes de la ideologia capitalista sean puestos seria- mente en cuestién por Personas que se vayan dando cuenta de que hay algo més de interés en la vida que el consu- mo de productos, y que un trabajo creador ¢ intrinsecamente satisfactorio, libremente elegido, es una necesidad humana fundamental, Junto con otras, que no puede satisfacerse en un mundo de individualidades competitivas. La exigencia de redistribucién de la riqueza y el poder, si va més all4 de su forma puramente retérica, no serA4 tolerada por los privilegiados. Si la exigencia se hace més seria o si el desafio se hace aim més profundo, sélo la fuerza masiva —que es posible hallar— impedir4 una mu- tacién social en las sociedades industriales. E] desenlace ven- dré determinado por el estado de consciencia y de efec- tividad alcanzado por las organizaciones populares adheridas a los principios de una nueva sociedad, quizAs a alguna forma de socialismo libertario, No sé de ningin Programa concreto y sustantivo capaz de provocar un cambio social que responda a las necesida- des y que sea técnicamente realizable. El sistema politico ofrece pocas posibilidades. Los centros de poder residen en otras partes, y seguiran poniendo limites a los posibles cam- bios “desde dentro” del sistema mientras su autoridad y su dominacién persistan incélumes. Existen pequefios grupos involucrados en serios esfuerzos de cara a la organizacién comunitaria y al control obrero. Si su eficacia llega a mul- tiplicarse bastante, estos esfuerzos pueden Iegar a brindar alguna esperanza en cuanto a poner en pie una alternativa seria y de amplia base frente al control centralizado de las instituciones econdémicas y polfticas, A 44 E] fermento de la década de 1960 dio oportunidades para anilisis criticos de las instituciones de la sociedad industrial y del consenso a la politica imperialista, y algunas posi- bilidades limitadas a la participacién popular en la planifi- cacién social. La negativa dogmética a analizar la politica exterior de Norteamérica con los criterios aplicados a todas las demas potencias no puede acallar ya la polémica. Be bido al debilitamiento de los controles ideolégicos, los tadi- cales° han dejado ya practicamente de estar proscritos de la vida académica, hecho que ha suscitado la exclamacion de alarma de que la izquierda se ha aduefiado de las uni- versidades, de modo an4logo a como las propuestas para limitar el presupuesto de “defensa” son calificadas de exi- gencia para un desarme unilateral. Los centros superiores son instituciones de masas y sin duda seguiran siéndolo. En toda sociedad industrial avanzada, los cientificos, ingenieros y profesionales de distintas clases tienen evidentemente un papel social critico. Estos estratos sociales Henen ne par- ticipar en cualquier proceso de cambio a de. ae ze portancia, aunque si tuvieran que alcanzar la AGE una nueva “vanguardia” dominante o de una nueva élite o clase dominante, la promesa de revolucién o de reforma en profundidad habria resultado traicionada una vez més. ii i i “radical” equivale a “iz- © En el vocabulario polftico anglosajén, ra quierdista” o “extremista”. En la presente traduccién se ha conservado el término “radical”. (N. del #.) 45 CariruLo PRIMERO LOS ANONIMOS MUCHACHOS DE LA RETAGUARDIA I, INTRODUCCION Si la préxima edicién de los documentos del Pentégono tuviera que contener un epigrafe, yo sugeriria una observa- cién hecha por un corresponsal de guerra, que es infrecuente, si no tnica, por el interés que manifiesta por los vietnamitas y por la descripcién detallada que hace del significado de la guerra para ellos. El espectdculo, durante un aiio, de la guerra de Nixon y Kissinger —la que ahora sigue su curso— le dejé “un profundo e irritado sentimiento de recelo y des- precio” hacia la Casa Blanca, el Pentagono, el ejército, los diplom&ticos, los expertos en asuntos del Vietnam, “porque entre ellos se cuentan algunos lundticos y embusteros atur- didos que han causado mucho perjuicio a su pais y que casi han aniquilado esta nacién”.1 Los documentos del Pentégono tienen un cardcter frfo y aséptico que los lectores pueden juzgar indignante si tienen alguna informacién de las realidades que parecen tan aleja- das de las cabezas de los dirigentes de Washington. Por lo menos, ésta fue mi reaccién personal. Quizds sea ésta la ra- z6n por la cual, después de cerrar el volumen IV, me en- 1. Gloria Emerson, del New York Times, “Viemam Diary”, McGall’s, agosto de 1971. 46 contré hojeando un estudio sobre el Vietnam real, obra del fotégrafo y escritor britanico Philip Jones Griffiths. Su técnica es sencilla y eficaz. En una pagina hay una fotogra- fia de un piloto norteamericano de mirada seria con una calavera en su casco, y ante él una victima del napalm, con un breve texto: Un piloto me explicé en 1966 algunas de sus cualida- des més apreciables: “estamos muy contentos con el tra- bajo de esos muchachos de Dow. el peiues inicial no era tan caliente: si los vietcong eran rdpidos, se lo podian quitar rascando, Por esto los muchachos de la retaguardia empeza- ron afiadiéndole poliestireno de manera que ahora se pega al cuerpo como una chinche a una manta, Pero también ocu- trla que si los vietcong se sumergian bajo el agua, dejaba de arder, de manera que le afiadieron fosforo blanco para que ardiera mejor. Asi incluso arde mejor bajo el agua. Y basta con una gota, y sigue ardiendo hasta penetrar hasta el hueso, de tal forma que se mueren igualmente de envenenamiento por fésforo”. Los documentos del Pentégono no tratan de asesinatos y destruccién. No son —ni se proponen ser— una historia de la guerra o de la intervencién norteamericana en Indochina. Pero arrojan mucha luz sobre la manera de pensar y las ma- quinaciones de los anénimos muchachos de la retaguardia sobre quienes recae la responsabilidad principal por una ca- tAstrofe de la que no parecen conscientes. E] estudio trata no de la guerra, sino de la manera cémo es percibida la guerra en Washington, que es un asunto bastante distinto. Las re- ferencias son a veces inexactas y desorientadoras, al reflejar lo que los creadores de la politica han Iegado a creer por autopersuasién, La atencién relativa prestada a las diversas fases del conflicto refleja también el modo en que Washing- ton percibe las cosas mas que la significacin de los propios acontecimientos. 2, Philip Jones Griffiths, Vietnam Inc. AT Hay, por ejemplo, muchos comentarios atormentados acerca de la guerra a¢rea en Vietnam del Norte. En cam- bio, el bombardeo del Sur, de proporciones mucho mayo- res, apenas es mencionado. “Tomar decisiones duras lleva mucho tiempo”, escribié John McNaughton. “Nos Ilevé casi un afio tomar la decisién de bombardear Vietnam de] Nor- te.”® La toma de decisién es estudiada con un cuidado esmeradisimo. Apenas hay, en cambio, una sola palabra acerca de la decisién de bombardear Vietnam del Sur, que hacia 1966 era bombardeado con una intensidad m4s de tres veces mayor (IV, 49). Unas escasas observaciones ante- tiores a febrero de 1965 indican un cierto interés por “un uso explicito de la aviacién de los Estados Unidos en Viet- nam del Sur” (III, 618; el empleo no explicitado de helicép- teros y de apoyo aéreo tactico a las operaciones de combate se registra desde 1960 y se generaliz6 a comienzos de 1962).* 3. The Pentagon Papers, Senator Gravel Edition, vol IV, p. 48 [IV, 48] (la cursiva es suya). De ahora en adelante las referencias son de esta edicién, al modo indicado entre corchetes, salvo cuando se indica otra cosa. Otras citas se refieren a: Department of Defense, United States-Viet- nam Relations, 1945-67, edicién a offset hecha por el gobierno de los documentos del Pentagono [Pentagon Papers], censurados pero con valio- sos documentos que no se hallan en ninguna otra parte; en adelante se aludiré a ella con Jas siglas DOD. Para una comparacién entre las diversas ediciones, ver L. Rodberg, en The Pentagon Papers, Senator Gravel Edi- tion, vol. 5, Critical Essays, editados por Noam Chomsky y Howard Zinn. 4. II, 360, En noviembre de 1961 el presidente autorizé “la pres- tacién de apoyo aire-tierra”, y el 1.° de febrero operaban tres compaiiias de helicépteros con 22 unidades cada una (II, 656-657). También fueron desplegadas algunas unidades de las fuerzas aéreas para suministrar ayuda aire-tierra y fueron enviados les primeros C-123 para misiones de desfo- liacién. Los equipos de consejeros norteamericanos fueron extendidos hasta el nivel de batallén, En una semana de mayo las unidades de la aviacién y de los helicépteros de los Estados Unidos hicieron unas 350 salidas (II, 656-658, 677). Durante los afios 1962-1963, los Estados Unidos “suminis- traron compafifas de helicbpteros para el transporte tdctico rdpido™ y “apoyo tdctico de la aviacién y la artilleria para asegurar la superioridad del ejército sudvietnamita sobre los insurgentes en cuanto a potencia de fuego”. Esto suscité varias quejas, como la de que “los ataques aéreos y artilleros eran un estimulo para confiar en uma potencia de fuego indiseri- minada como sustituto de la agresividad” (II, 455). Sobre algunos de los efectos en la poblacién, véase mds arriba, - 48 Estas observaciones son tan insignificantes que los histo- tiadores del Pentégono —con una interpretacién bastante estrecha de las tareas que les corresponden— no las incluyen en su descripcién de los planes desarrollados desde Was- hington. En febrero de 1965, “por vez primera, los aviones a teaccién de los Estados Unidos fueron autorizados a dar apo- yo a las fuerzas armadas de la Republica de Vietnam en ope- taciones de tierra en el Sur sin restriccién alguna” (III, 391), y el cielo se hundié sobre las cabezas de la poblacién rural de Vietnam del Sur. Desde la tercera semana de febrero, bombarderos a reaccién empezaron a efectuar ataques con- tra objetivos del Sur a un ritmo diario”.® Esta fue la decisién politica fundamental de comienzos de 1965. Como sefialé Bernard Fall no mucho después, “lo que cambié el cardcter de la guerra de Vietnam no fue la decisién de bombardear Vietnam del Norte, ni la decisién de utilizar tropas de in- fanterfa norteamericanas en Vietnam del Sur, sino la de Pp. 80-81. Roger Hilsman describe como un “trégico error” una opera: cién, efectuada en enero de 1962, en la cual los pilotos americanos bom. bardearon una poblacién camboyana (To Move a Nation, p, 437). _A efectos comparativos, los franceses tenfan unos 10 helicépteros ope- racionales en tiempos de Dien Bien Fu, y en los 56 dias de la batalla de Dien Bien Fu los franceses emplearon menos bombas que Jos Estados Uni. dos en un solo dia de 1966-1967 (Bernard Fall, Street Without Joy, p. 242; Last Reflections on a War, p. 231). Fall afiade: “La aviacién militar france. sa en toda Indochina era, en conjunto..., de 112 cazas y 68 bombarderos. Esto es lo que los Estados Unidos envia en una sola misién”. Siguiendo un modelo imperial mds tipico, los franceses confiaban primordialmente en mercenarios m4s que en ciudadanos franceses, y jamis mandaban soldados de conscripeién a Vietnam. Habfa unos 20.000 franceses luchando en toda Indochina en febrero de 1949, y unos 51.000 (més 6.000 consejeros) en toda Indochino en abril de 1953 (DOD, libro 8, p. 179; I, 400). Con la “vietnamizacién” Jos Estados Unidos estin volviendo al modelo clésico, y se estd creando un ejército mercenario asidtico que incluye a personas de muchos paises. Ver la nota 198 para estadios anteriores. Ver también Fred Branfman, ed., Voices from Tthe Plain of Jars, y Alfred W. McCoy, et al., The Politics of Heroin in Southeast Asia. : 5. George McY. Kahin y John W. Lewis, The United States in Viet- nam, p. 186. 49 4. — cHousey llevar a cabo una guerra aérea ilimitada en el interior del pats aunque fuera al precio de machacarlo y dejarlo reducido a escombros”.® Pero de esta decisién no se nos dice apenas nada. Y sdlo algunas referencias escasas y dispersas describen los efectos de los bombardeos. El contraste es tanto m4s notable cuanto que Vietnam del Sur, a comienzos de 1965, estaba sometido no sélo a ataques aéreos masivos, sino también a bombardeos de ar- tilleria, que pudieron haber sido aun més destructivos. Exis- te un estudio extenso de la RAND Corporation, todavia secre- to, que da informacién detallada sobre la tactica de la avia- cién y la artillerfa norteamericanas y sus efectos sobre las actitudes de los campesinos y “la moral del Vietcong”, ba- sado en entrevistas a prisioneros, desertores y refugiados. Puede que sea una ampliacién del estudio presentado por Robert McNamara en su testimonio ante el Congreso en enero de 1966." Este informe tiene por objeto “poner espe- cialmente de manifiesto ciertas vulnerabilidades del Viet- 6. Berard Fall, “Vietnam Blitz”, New Republic, 9 de octubre de 1965. 7. “Vietcong Motivation and Morale”, junio-diciembre 1965, reim- preso en Vietnam Perspectives, mayo de 1966, de las actas del Comité de Servicios Axmados y Consignaciones del Senado, enero-febrero de 1966. Partes del estudio de la RAND que trata de las atrocidades cometidas por las fuerzas mercenarias coreanas en Vietnam (diciembre de 1966) fueron hechas piblicas por el Altemative Features Service, P. O. Box 2250, Berkeley, California, 9 de junio de 1972. Anthony Russo, que trabajaba en los estudios de la RAND en Saigén, de febrero de 1965 a septiembre de 1966, sefiala que Jas entrevistas ponian de manifiesto que los cuadros del Frente Nacional de Liberacién eran idealistas entregados, intensa- mente interesados en liberar Vietnam del dominio extranjero. Pero inde- pendientemente del contenido de las entrevistas, el director del proyecto (Leon Gouré, que fue probablemente el autor del memor4ndum antes ci- tado) habfa de interpretarlas de tal manera que sustentaran su prejuicio a favor del uso de la fuerza aérea norteamericana para debilitar el FNL. La conclusién de Gouré del yerano de 1965, segin la cual Ja produccién de refugiados perjudicaba al FNL por privarles de “apoyo estratégico”, se convirtié pronto en politica militar general de los Estados Unidos. Ant- hony Russo, “Inside the RAND Corporation and Out: My Story”, Ram- parts, abril de 1972. Para una seleccién del estudio de RAND, reciente- mente publicada, véase Ramparts, noviembre de 1972. 50 cong que parecen aprovechables”, por ejemplo, la vulne- rabilidad ante los bombardeos con B-52, “las armas més de- vastadoras y terrorificas empleadas hasta la fecha contra el Vietcong”; “los soldados y los civiles del Vietcong decian tener la impresién de que no tenfan ninguna proteccién fren- te a estos ataques”. El informe afirma: “Los ataques de la aviacién y de la artilleria —estos tltimos mucho més fre- cuentes que los primeros—, a la vez que bloquean las acti- vidades del Vietcong e intensifican el distanciamiento entre la poblacién y el Vietcong, parecen provocar a menudo da- fos y bajas [tachado] a los aldeanos [tachado]”. Los dafios y las bajas [tachado] empujaban a los aldeanos a “trasladar- se a lugares donde estarian a salvo de esos ataques... inde- pendientemente de su actitud respecto al gobierno sudviet- namita”. Esto es muy util. “Empiezan a sentirse los efectos de la huida de grandes cantidades de aldeanos hacia las zo- nas controladas por el gobierno sudvietnamita”, con la con- siguiente reduccién de la mano de obra disponible para el Vietcong y la amenaza de “un mayor deterioro de su base econdmica”. El informe cita las palabras de: un cua- dro del Vietcong: “Cada persona que se marcha [de una zona del Vietcong] haré que se muera de hambre un miembro del Vietcong”. Las unidades del Vietcong constatan que “no pueden comprar alimentos en las aldeas abandonadas”, De esta manera, el mar popular en el que Ja guerrilla nada como un pez “se esta retirando”. Las cosas son favorables a nuestro bando.® 8. Segiin el informe, “las entrevistas, no ponen de manifiesto resen- timientos ni odios profundos hacia el gobierno sudvietnamita o hacia los norteamericanos debido a los ataques de la aviacién o Ia artilleria contra las aldeas [Tachado]”. Como sefiala Russo (“Inside the RAND Corpo- ration”), puede haber perfectamente una divergencia entre el contenido de las entrevistas y las conclusiones del encuestador. Sin embargo, puede ser que la afirmacién anterior sea correcta. Es decir, puede ser verdad que los refugiados entrevistados por agentes de la potencia militar que les ha expulsado violentamente de sus hogares digan que en realidad esto no les importa. Yo mismo adverti el mismo fenémeno, perfectamente previsible, al entrevistarme con refugiados procedentes de la Llanura de Jarros en 51 E] informe publico da abundantes pruebas de que a fina- les de 1965 el mando estadounidense apreciaba la légica de este andlisis. En diciembre de 1965, el general Westmoreland, en unas instrucciones para corresponsales de guerra, explica- ba que previamente el campesino tenfa tres opciones: podia “seguir su instinto natural” y quedarse en su hogar, irse ha- cia una zona controlada por el gobierno o unirse al Vietcong. Pero ahora, con la escalada bélica, “si se queda deberé arros- trar peligros adicionales”. “El Vietcong no puede curar las heridas”, y “ya no tiene zonas seguras” debido a los bom- bardeos de B-52 y a otras medidas tdcticas, Al preguntarsele si esto hacia que al aldeano “sélo le quedara la posibilidad de convertirse en refugiado”, Westmoreland replicaba: “Es- pero que se produzca un aumento espectacular en el nimero de refugiados”,® expectativa que se cumplié rapidamente. El contraste en los documentos del Penta4gono entre la atencién dedicada a la decisién de bombardear el Norte y Ja de levar a efecto bombardeos extensos con la aviacién y la artilleria sobre el Sur es sorprendente. La razén parece bastante clara. El bombardeo de Vietnam del Norte era algo muy visible, muy costoso para los Estados Unidos y Laos, poco después de que hubieran sido trasladados a miserables cam- pos de concentracién cerca de Vientian. Unos pocos dijeron, al principio, que no abrigaban el menor resentimiento contra los norteamericanos que habian bombardeado sus pueblos tan intensamente obligindoles a esconder- se_en profundos tineles en el bosque para sobrevivir, cultivando la tierra sélo de noche —en caso de que decidieran hacerlo, a causa del terror nunca interrumpido desde el cielo. Los refugiados, al fin y al cabo, no son imbéciles. Ver mi obra At War with Asia, pp. 69, 241. 9. Citado por Richard Critchfield, The Long Charade, p. 173. Refi- riéndose a la ultima cita, Critchfield dice que “evidentemente, Westmore- Jand trataba de hallar un equilibrio entre el humanitarismo y la necesidad militar”. M&s adelante, Critchfield acus6 al “Politburé de Hanoi” de ser el culpable de la produccién masiva de refugiados. “fste era exactamente el efecto que trataban de producir; era una explotacién hAbil, calculada y Igica del sufrimiento humano” (p. 177), Muchos otros observadores nor- teamericanos han adoptado una postura semejante: que los Estados Uni- dos hayan expulsado violentamente de sus hogares a los habitantes de Vietnam del Sur es algo imputable a Hanoi, es consecuencia de la perfidia comunista. 52 ¢ muy peligroso, por entrafiar un riesgo constante y manifiesto de guerra general. El bombardeo, mucho més depravado, del Sur, por otra parte, se limitaba a destruir la sociedad rural de Vietnam del Sur, y por esto no merecfa la atencién de los anénimos muchachos de la retaguardia. Los documentos del PentAgono son un estudio de las tomas de decisién, y nada més que esto. No se ocupan de los resultados de las decisiones, salvo en lo que atafie a los éxitos militares y a los costos, esto es, a los costos que repre- sentan para los planificadores y para los intereses que éstos representan. No contienen memorandums sobre esas bombas que despedazan la carne con mimisculas flechas ideadas para. causar el maximo dolor e imposibles de extraer sin. grandes. dafios. En ellos no se describen campos Ilenos de ordteres ni arrozales envenenados;*® no hay olor a carne quemada. Tampoco hallamos Ja descripcién de una anciana buscando entre los escombros de su barraca destruida por el napalm, ni de una nifia, encadenada a su lecho de hospital, que en- loquecié a la edad de dos afios, al morir su madre por los disparos de un helicéptero mientras la sostenfa en ‘sus bra- 10. Seis afios después de su inicio, el criminal programa de destruc- cién de las cosechas fue evaluado en un informe secreto de la RAND y considerado “ineficaz” contra el Vietcong. Véase Russo, autor del infor- me, “Inside the RAND Corporation”. El programa siguié adelante. Como era enteramente de prever desde el comienzo, la destruccién de las cosechas “tuvo sus mayores efectos entre las poblaciones civiles con- troladas por el enemigo” y “creé una miseria generalizada y gran niimero de refugiados” (L. Craig Jonhstone, jefe del Grupo de Estudios para la Pa- cificacién, Mando de Asistencia Militar, Vietnam, 1956-1970, “Ecocide and the Geneva Protocol”, Foreign Affairs, vol. 49, n° 4, 1971). Como “el programa de destruccién de cosechas y el de desfoliacién no han sido més que una obligacién que ha habido que pagar para la pacificacién”, ambos han quedado desfasados. Ademés, los arados romanos son un ins- trumento de destruccién més eficaz. Sobre esta cuestién, ver Arthur H. Westing, “Leveling the Jungle”, Environment, noviembre de 1971. En cl estudio del Pentdgono no hay mAs que una referencia casual y- carente de elementos informativos a los programas de destruecién de cose- chas y de desfoliacién. Los militares lo consideraban una “estratagema” desde el comienzo, o en el mejor de los casos un “esfuerzo de I y D” (iI, 658). Las victimas, si se les hubiera pedido su opinién, habrian escogido términos diferentes, 53 zos. Ni hay tampoco una sola palabra sobre la destruccién de Ja sociedad rural del Vietnam ni sobre la vida en los suburbios de las ciudades, donde se hacinan los campesinos que han huido de sus aldeas porque “no les gustan nuestra artilleria ni nuestros ataques aéreos”,!! porque se morian de hambre o porque han sido expulsados por la fuerza. Un sen- timentalismo semejante esté muy lejos de las cabezas de los hombres cuyos pensamientos se registran en el estudio del Pentdgono. La sensacién de alejamiento respeoto a Ja realidad que suscita el registro documental queda acentuada por el and- lisis que le acompafia. Dos de los autores han emitido co- mentarios sobre Ja _tranquilidad y el aislamiento bien alfombrados de las oficinas gubernamentales donde fueron escritos por vez primera algunos de los documentos del Pentégono. El stac- cato eficiente de la m4quina de escribir, la aséptica blancura de los memorindums de bonitos mérgenes, asi como los hombres afables, Henos de aplomo y siempre educados que los escribieron, constitufan un mundo que, tanto desde el punto de vista espiritual como desde el geografico, es algo totalmente ajeno al mundo de los montones de cadi- veres en descomposicién en una zanja de las afueras de Hue? 0 en una aldea bombardeada de Laos, de la sec- cién de quemaduras de un hospital para nifios en Saigén © incluso de un cementerio o de un hospital para veteranos de guerra de nuestro pajs.13 . il. Coronel Charles Smith, de la 196 Brigada de Infanteria Ligera, citado por Griffiths, Vietnam Inc., p. 67. J.C. Pomonti de Le Monde in- forma de que “han eparecido una serle de ghettos urbanoa” deede 1965, donde vive “por lo menos la mitad de la poblacién, mientras que en 1960 ol pals ora todavia rural en un 85 por ciento” (“The Other South Vietnam”, Foreign Affairs, vol. 50, 2.° 2, 1078). 12. Referencia a la matenza que tuvo lugar en febrero da 1968, des. pués de la toma de Hue por los comunistas. Sobre esta cuestién, véase el capitulo 3, pp. 356-360. 13. Anthony Lake y Roger Morris, “The Human Reality of Realpoli- tik”, Foretgn Policy, vol. 1, n.° 4, 1971. 54 ica La esencia de los documentos del PentAgono se pone de manifesto en un resumen y anilisis de la situacién posterior a la ofensiva del Tet de 1968 (II, 414-415). El autor se plan- tea la pregunta de si los Estados Unidos pueden superar Ja realidad aparente segin la cual el Vietcong se ha “apoderado” del movimiento nacionalista vietnamita mientras que el gobierno de Vietnam del Sur se ha conver- tido en refugio de los vietnamitas que fueron los aliados de Jos franceses en la batalla contra la independencia de la nacién? Los intentos por contestar a esta pregunta se com- plican, naturalmente, por el dificil problema de la lealtad del Vietcong hacia la China comunista y el control de aquél por ésta. El autor sigue meditando sobre “la cuestidn de la adecua- cién de la teorfa y de la doctrina de la contrainsurgencia” y el problema de “su transformacién en realidad operativa”, que es un “asunto dificil y frustrante”, en el cual “no existe ningun «control» por el cual puedan hacerse comparaciones de laboratorio entre cursos alternativos”, pero que debe es- tudiarse “para poder determinar mejor la politica del fu- turo”. En suma, los Estados Unidos est4n apoyando a los an- tiguos agentes del colonialismo francés contra el movimiento nacionalista, que ha sido asumido —se supone que ilegiti- mamente— por el Vietcong, igual que antes lo habia sido por el Vietnam. Veinte afios antes, en una declaracién poli- tica del Departamento de Estado se senalaba que los comu- nistas, bajo la direccién de Ho Chi Minh, habian “tomado el control del movimiento nacionalista”, determinando asi que el “objetivo a largo plazo” de Jos Estados Unidos fuera “la eliminacién, en la medida de lo posible, de la influencia comunista en Indochina”.1¢ Las biografias de Thieu, Ky y 14, DOD, libro 8, pp. 144-145. Para un examen mds detenido denn esta importante afirmacién, ver pp. 95.96. Sr Khiem indican la continuidad de una politica; todos ellos ha- bian servido en las fuerzas francesas.15 Esto no plantea nin- gan problema moral, sino més bien uno técnico. Como lo ex- plicé en una ocasién Dean Acheson, “la cuestién de saber si Ho es tan nacionalista como rojo es irrelevante”. Es un “Tojo sin paliativos”, y esto es lo que importa (ademés, “to- dos los stalinistas en las zonas coloniales son nacionalistas”; DOD, libro 8, pag, 196). En el peor de los casos, este hecho plantea uno de aquellos problemas de la contrainsurgencia, y como lo sefialan diligentemente los teéricos, “todos los pro- blemas son prdcticos, y tan neutros desde el punto de vista ético como las leyes de la fisica”.1® Si los nifios que estén en la sala de quemaduras del hospital de Quang Ngai no estén de acuerdo, bien, probablemente es que tampoco entienden las leyes de la fisica, Al definir los problemas como técnicos, uno aparece como una persona pertinaz y realista, toda con- sideracién moral queda desplazada y ademds el publico que- da excluido de los debates, puesto que las cuestiones técnicas deben dejarse a los expertos. Ademis, el experto que tiene la misién de transformar Ja teorla de la contrainsurgencia en una realidad operativa fue- ra del control de laboratorio no necesita ocuparse del ori- gen que pueda tener la idea de que los vietcong pueden ser agentes chinos. Este “tema”, que es una hipétesis que se ori- gina en algiin otro departamento, se limita a sentar las pre- misas del problema téenico, con el que el tedrico de Ja con- trainsurgencia es libre de enfrentarse sin comprender nada. Los hechos no son para él mds significativos que para Dean Acheson cuando reclamaba ayuda y reconocimiento para el gobiemo de Bao Dai en mayo de 1949 para salvaguardar 15, Para datos biogrdficos, ver Eqbal Ahmad, “Revolutionary War and Counterinsurgenoy”, Journal of International Affairs, vol. 25, n.° 1, 1971. 16, George K. Tanham y Dennis J. Duncanson, “Some Dilemmas of Counterinsurgency”, Foreign Affairs, vol. 48, n.° 1, 1969; es una ob- servacién esclarecedora, con implicaciones que habria que examinar cui- dadosamente. 56 Vietnam de “los propésitos agresivos del comunista Chi” (DOD, libro 8, pags. 180-191). De hecho, Ja funcién de la hipétesis es transparente: al aceptarla, uno puede afrontar honestamente Ja tarea de re- primix el movimiento nacionalista de Vietnam sin verse per- turbado por escripulos sentimentales o morales, puesto que el enemigo es realmente China (0 quizds el Kremlin, que di- tige una “ofensiva coordinada” contra el Sudeste asiAtico).2” y no Vietnam. Esta manera de pensar, si es que cabe em- plear esta palabra, contribuye bastante a explicar el salvajis- mo de la guerra de Vietnam, en que la tecnologia mds avan- zada del mundo es utilizada en la lucha contra el movimiento nacionalista “capturado” por el Vietcong. Si los anénimos muchachos de la retaguardia se vieran obligados a pasearse por la sala de quemaduras de un hospital infantil quizas pen- sarian mas detenidamente en lo que hacen en sus labora- torios. Cabria imaginar incluso que el moderno Metternich resultara conmovido en caso de verse confontado cara a cara con refugiados de la Ianura de Jarros, si uno de SUS paseos acertara a conducirle al sitio donde la broma y los juegos se “transforman en realidad operativa”. Esto mismo es valido, més en general, para todos los planificadores de Washing- ton y del mundo académico, que estén aislados de la realidad y se presentan como expertos técnicos capaces de solucionar problemas.*8 El estudioso antes mencionado es, en definitiva, clariyi- dente al reconocer que el problema debe ser estudiado “pa- ra poder determinar mejor la politica del futuro” en Indo- china y en todas las otras partes, en busca de un orden mundial estable en el que estén garantizados los derechos de los privilegiados. Vietnam era considerado como un gran experimento, atractivo y casi estimulante, como un labo- 17. NSC 48/1, 23 de diciembre de 1949; DOD, libro 8, p. 248, Vet, ms arriba, pp. 90-92, donde hay citas extensas. 18. Ver Ja descripcién hecha por Anthony Russo de la “actitud inge- nuamente despreocupada” en RAND, “Inside the RAND Corporation” . 57 ratorio de la contrainsurgencia y un campo de pruebas de las “guerras de liberacién nacional”, inspiradas, por defini- cién, por el “comunismo internacional” cuando se desen- cadenan en el “mundo libre”. Bajo la administracién Ken- nedy “se ponfa el acento en el adiestramiento en la lucha antiguerrillera y contrarrevolucionaria”.® La doctrina de Kissinger de la “guerra limitada”, abstraida de su raciona- lizacién en términos de conflicto de grandes potencias, es un tema natural de la estrategia politico-militar global de los Estados Unidos, dadas las relaciones entre los paises indus- trializados y el mundo en desarrollo, La tecnologia avanzada hace una coniribucién dual. Por una parte, aporta las armas antipersonales, la guerra electrénica, los sistemas de control de fuego automatizados y otras cosas por el estilo, concebi- das todas para guerras en contra del débil. También aporta un marco intelectual con el cual proteger al que toma las de- cisiones de toda toma de conciencia de lo que esté hacien- do y para desviar la atencién del publico, lo cual constituye un asunto importante, puesto que la mayoria de personas no son gangsters por naturaleza y tienden a reaccionar con un sentimiento de infelicidad a la vista de las matanzas y destrucciones. Es dificil maquinar la agresién “bajo los fo- cos potentes de una democracia”.2° Es mucho mas conve- niente afrontar sélo problemas técnicos, tan neutros desde el punto de vista ético como los de la fisica. La pretensién técnica permite también a los historiado- 19. General de divisién George S. Beatty, jefe de la misién militar estadounidense en Brasil, declaraciones ante el Subcomité [Church] para los Asuntos del Hemisferio Occidental del Senado de los Estados Unidos, mayo de 1971, p. 86. Citado a partir de ahora como Aotas del Subcomité Church. 20. III, 648; William Bundy, on un msmor4ndum en el que pre gunta, el 24 de noviembre de 1964, si la opcién con mds patHdarios (op- eién C) que detexminaba la escalada podia ser Mevada a la prdctica, “con vistas a su requerimiento de que mantengamos una amenaza verosimil de acciones importantes tratando al mismo tiempo de negociar, aunque sea seoretamente”. Sobre la seriedad de los intentos de negociacién, ver Vion7 58 in tes del Pentdgono deslizarse hacia la aceptacién acrftica de los supuestos que gufan el pensamiento de los propios pla- nificadores de la politica. Siguiendo las orientaciones del secretario McNamara, los historiadores del Pent4gono no se plantean el reflexionar seriamente sobre el papel de los Es- tados Unidos en los asuntos mundiales ni en sus motivacio- nes y objetivos a largo plazo, ni tratan siquiera de colocar el material que investigan en el contexto general de la his- toria de la postguerra. Los estudiosos, por ejemplo, descri- ben las multiples variantes de la “teoria del dominé” que aparecen a lo largo del informe. El director del estudio, Leslie Gelb, subraya que “esta teorla, en formas més o me- nor articuladas, aparece en los documentos relevantes del Consejo Nacional de Seguridad del perfodo de Ja guerra de Indochina, y subyace a todas las decisiones polfticas nor- teamericanas importantes con una u otra sigunificacién pa- ta aquella zona”.*t Pero los historiadores del Pentégono no analizan el contenido implicito de la teorfa del dominé: es decir, el hecho de que, segin expresién de Gabriel Kolko, “para decirlo en términos concretos, la teorfa del dominé era una doctrina contrarrevolucionaria que definfa la his- toria moderna como un movimiento del Tercer Mundo y de las naciones dependientes (es decir, las que poseen algin valor econémico y estratégico para los Estados Unidos o sus aliados capitalistas) en lucha para liberarse del colonia- lismo y el capitalismo y para acceder a una revolucién nacio- nal y a una u otra forma de socialismo”. Tampoco toman nota del hecho importante de que la misma teoria del do- miné fue formulada también para otras regiones del globo, en términos muy semejantes, como cuando el secretario de estado Marshall dijo a un grupo de dirigentes del Congreso 21, I, 187. La “carta do transferencla” (I, xv1) identifica a Gelb como autor de las secciones de resumen y de anélisis, incluida la ante. riormente mencionada, p. 47 (II, 414-415), 22. Gabriel Kolko, “The American Goals in Vietnam”, en Chomsky y Zinn, Critical Essays. 59 de significacién muy relevante, en febrero de 1947, que, “si Grecia caia en la guerra civil”, Turquia podia también caer y “la dominacién soviética podria entonces extenderse por todo Oriente Medio y por Asia”.28 Por otra parte, la interpretacién dada por los comenta- ristas revela por lo general una adhesién no formulada pe- ro muy real a Ja creencia de que la posicién de los Estados Unidos era defensiva y equivalfa a una respuesta a un ata- que; de que este pais no era un agente activo de crisis en los asuntos mundiales. A veces esta actitud general lleva a serios errores de interpretacién del material documental. Por mencionar un caso crucial (véase pdgs. 207-211), los documentos reyelan lisa y lanamente que los Estados Uni- dos trataron de hacer naufragar los acuerdos de Ginebra desde el principio, pero los historiadores del Pentaégono no reproducen con exactitud el contenido del documento bisi- co y hablan sdlo de la “réplica” de los Estados Unidos a la Situacién vigente, dando una informacién inexacta de los acontecimientos en Vietnam y Laos en aquella época. And- logamente, la historia del Pentégono minimiza o deja de men- cionar completamente las actividades clandestinas de los Estados Unidos en Indochina. No registra, por ejemplo, el hecho de que a finales de 1963 y a comienzos de 1964 hu- bo una acentuada expansién de las acciones militares de los norteamericanos o las patrocinadas por ellos en todos los paises de Indochina, ni la coincidencia de Ja subversién pa- trocinada por los Estados Unidos en Laos y en Camboya a fines de la década de los afios cincuenta. Tampoco se regis- tran las iniciativas norteamericanas en los restantes paises del Sudeste asidtico, particularmente en Tailandia, pese a que sdlo abarcando un horizonte de esta amplitud puede esperarse tener una visién auténtica sobre la evolucién de los planes norteamericanos en ol Sudeste asidtico. 23, Ibid. Kolko advierte que en este caso, como en Indochina, los dominés mds remotos eran los realmente importantes. Ver Joyce y Gabriel Kolko, The Limits of Power, p. 340. 60. No obstante, estas limitaciones de los documentos del Pentagono para la historia, igual que la preocupacién ex- clusiva por la cuestién del costo de la guerra para el poder imperial, proporcionan unos elementos de reflexién fieles y a menudo reveladores de los limites dentro de los cuales actian los propios autores de la politica, por lo menos al nivel secundario que esté profusamente ilustrado por el re- gistro documental presentado aqui. No es sorprendente que quienes elaboran la politica no se planteen preguntas acer- ca de las gentes cuyas vidas y cuyos destinos manipulan, acerca de la validez de sus propias creencias o de su propia vision de una sociedad bien organizada o acerca de su de- recho a actuar sobre estas creencias para imponer formas sociales y econémicas a otros. En consecuencia, los planifica- dores no tienden a verse a s{ mismos como a agresores im- peialistas, como una fuerza hostil y destructiva en un. pais extranjero; antes bien, se consideran defensores de los va- lores civilizados y del statu quo. Buscan la paz y el orden. Son victimas y no verdugos, y no hacen més que replicar a los actos de las grandes potencias rivales suyas 6 a los de los elementos obstinados, recalcitrantes y perversos de los paises extranjeros que no se inclinan a la voluntad de la superpotencia, que rechazan la visién que ésta tiene de su futuro y que incluso resisten por la fuerza a sus intrusiones, convirtiéndose de esta manera en agresores violentos en su propio pais. El técnico que se limita a examinar dia por dia las decisiones de los cerebros imperiales puede también evi- tar facilmente las preguntas dolorosas que se le plantean a cualquiera que se salga del marco de la ideologia oficial. Las cuestiones suscitadas por los documentos del Pen- t4gono entran en varias categorfas. En primer lugar, hay cuestiones referentes a la publicidad dada a los materiales y a la respuesta del gobierno: el asunto del privilegio del poder ejecutivo, el aleance de la Primera Enmienda de la Constitucién, los derechos y deberes del ciudadano (véase, a continuacién, la sec. II). Los contenidos del estudio afectan 61 también directamente a problemas de ley y conciencia y de accién social legitima (sec. III). También es importante ex- plorar el valor mas general de esta serie de documentos y de andlisis como contribucién a la documentacién histérica (see. IV) y a la comprensién de los objetivos de la estrategia global norteamericana (sec. V), asi como por la visién que proporciona de la mentalidad de los planificadores y del fun- cionamiento del gobierno (sec. VI), Todas estas cuestiones merecen un estudio extenso. Me gustaria comentarlas todas ellas, en el orden indicado. II. SOBRE LA PUBLICIDAD DADA A LOS DOCUMENTOS DEL PENTAGONO El senador Sam Ervin, que ha estado efectuando una investigacién sobre la separacién de poderes, observaba re- cientemente: A lo largo de toda la historia, los gobernantes han im- puesto el secreto en torno a sus acciones con el fin de es- clavizar a los ciudadanos con las eadenas de la ignorancia. Por el contrario, el gobiemo cuyas acciones son comple- tamente visibles para todos los ciudadanos es el que mejor protege las libertades incorporadas en Ja Constitucién.24 Ervin se est4 refiriendo concretamente a la doctrina del pri- vilegio del poder ejecutivo, doctrina invocada con frecuen- cia cada vez mayor como truco para ocultar ciertas infor- maciones al Congreso y al publico en general, de tal modo que “los que gobiernan no deben responder de sus actos”. En este asunto, el senador Ervin adopta una posicién siguien- do la trayectoria de una tradicién distinguida. Thomas Je- fferson advertla que si los ciudadanos “dejan de estar aten- 24. Sam Ervin, “Executive Privilege: Secrecy in a Free Society”, The Nation, 8 de noviembre de 1971. 62 tos a los asuntos publicos”, el gobierno “se convertird en una guarida de lobos”,”* lo cual constituye una observacién clarividente y una prediccién exacta. La situacién puesta al descubierto por los documentos del Pent4gono es exac- tamente la que cabria esperar de un sistema de poder cen- tralizado aislado de la vigilancia publica y del control de- mocratico, asi como despreocupado por las consecuencias humanas de sus actos y quizd4s ignordndolas incluso. Durante una generacion se ha producido una falta de interés proyocada por los asuntos publicos en el dmbito de la politica exterior. El secreto en que se ha movido el go- bierno ha sido uno de los factores que ha contribuido a ello, aunque lo ha rebasado con mucho en importancia el inten- so adoctrinamiento que ha hecho que el publico estuviera pasivo hasta muy recientemente, en que la resistencia viet- namita ha suscitado un cierto grado de escepticismo y de apertura de espiritu con respecto al comportamiento del poder ejecutivo y a sus pretensiones oficiales. Gracias al co- lapso parcial del consenso ideoldégico de los arios de la post- guerra, es mucho més facil emprender investigaciones se- xias acerca del papel de los Estados Unidos en los asuntos mundiales. La publicacién de los documentos del Pentago- no son en parte un resultado de este clima intelectual més sa- no, y deberia contribuir a desarrollarlo atin mis; eso es, por lo menos, lo que cabe esperar. Naturalmente, la respuesta del gobierno consiste en tra- tar de apuntalar los diques. La administracién de Nixon y Kissinger ha ido atin més lejos que sus antecesores en la tarea de invocar el “poder inherente al ejecutivo”, en parti- cular el derecho proclamado a ocultar informacién al Con- greso y a la opinién publica. Esto es coherente con la ideo- logia nixoniana de un autoritarismo radical (que a menudo se califica erréneamente de “conservadurismo”) y con la 25. Thomas Jefferson, en una carta de 1787, citada por Hannah Arendt, On Revolution, p. 241. 63 creencia de Kissinger en la necesidad de una direccién cen- tral rigida de la politica exterior.2 Un aspecto relacionado con el anterior es el flagrante menosprecio por la ley por parte de la administracién de Nixon, que quizés supera el de sus predecesores, Como ejemplo xevelador, aunque de escasa importancia, consi- dérese el empleo de mercenarios tailandeses en Laos, que ha suscitado recientemente comentarios asperos en el Con- greso. En una sesién ejecutiva del Senado se puso a conside- racién Ja guerra de la CIA en Laos, y en particular el hecho de que “los Estados Unidos estan sufragando los gastos co- trientes de tropas extranjeras, de mercenarios si se quiere, a pesar de la legislacién que tenfa como fin impedir todo tipo de practica de esta clase”.27 Pese a los reiterados es- fuerzos del senador Fulbright, la informacién fue ocultada hasta que los periodistas hicieron patente que miles de sol- dados tailandeses, reclutados y pagados por la CIA, luchaban en Laos a las érdenes de oficiales tailandeses en una nueva fase de la guerra prolongada levada bajo la direccién de la CIA “sin la autorizacién del Congreso; y en gran medida sin el conocimiento —yY por consiguiente, por supuesto, sin el consentimiento— ni del Congreso ni del pueblo norteame- ticano”.28 Con estos actos, la administracién da otro paso hacia la realizacién de lo que propuso George Ball en 1965: “Asegurar el valle del Mekong ser4 un factor critico en toda la solucién a Jargo plazo, ya sea mediante la par- 26. Sobre esta cuestién, ver Virginia Brodine y Mark Selden, “The Kissinger Nixon Doctrine”, en Brodine et al., Open Secret. 27. Senador Stuart Symington, Congressional Record, 3 de agosto de 1971, p. § 12,991. 28. Ibid., 4 de octubre de 1971, p. S 15.763. Los soldados tailande- ses dicen de si mismos que son tropas regulares del ejército que sirven en Laos para cobrar pagas extras. En 1.° de marzo de 1972 se registraban 12.000 de ellos “a punto para entrar en combate”. Ver los relatos de Don Ronk y Tammy Arbuckle, reimpresos en Congressional Record, 4 de octubre de 1971, pp. § 15.768-15.769. “Fuentes veteranas de los EE. UU.” en Bangkok confirman estas informaciones (ver Washington Post-Boston Globe, 22 de enero de 1972). ¢ 64 ticipacién de Laos con tropas tailandesas y norteamerica- nas ocupando su mitad occidental o con algin otro arre- gio” (IV, 618; Ball ha recibido muchos elogios por su apre- ciacién, en este memorandum, de las dificultades que hay para librar una guerra impopular contra una gran parte de la poblacién de Vietnam del Sur). t En las vistas del Senado, se pregunté a Alexis Johnson, que hablaba en nombre de la administracién, si conside- taba que los tailandeses presentes en Laos eran fuerzas Jo- cales, como la ley exige. “Los considero fuerzas locales”, contesté. Al serle preguntado mas adelante si creia que se- gan los términos de la ley seria permisible “reclutar cam- boyanos y malasios, australianos o a cualesquiera otros, ca- lificdndoles de fuerzas locales”, el sefior Johnson dijo que si; de modo que se convertirian entonces en “fuerzas lao- sianas 0 fuerzas locales”, tal como lo requiere la legislacién que limita la cesién de fondos a las fuerzas laosianas lo- cales.?° Ante una violacién tan estridente de la ley, el, senador Symington planted el siguiente problema: “Si aprobamos una ley y esta ley puede ser honorada con su quebranta- miento, iqué razon hay para ser senador de los Estados Uni- dos?”.*° Y el senador Fulbright advirtid:; “Yo y algunos de mis colegas nos vemos casi reducidos a una situacién en que no importa lo que la ley diga, puesto que la administracién no esté dispuesta a sujetarse a ello”, afiadiendo que quizds algan dia “este pais recuperard su juicio y entonces tendre- mos una oportunidad de devolver a la vida los Principios ba- sicos de la legalidad sobre los cuales se fundé esta nacién”.2 29. Declaraciones ante el Comité sobre los Servicios Armados del Senado de los Estados Unidos, julio de 1971, pp. 4.275-4.277. 30. Congressional Record, 3 de agosto de 1971, p. S 12.956. $1. Ibid., 4 de octubre de 1971, pp. S 15.773-15.774. Se dejé que el senador Hart observara que “todo el griterio acerca de la ley y el orden en este pais no es mds que una futilidad si se determina, que de hecho una rama del gobierno ignora Ja ley de quienes la dictan” (3 de agosto, p. § 12.955). 65 El ejemplo es, sin duda, insignificante en el contexto de la ilegalidad general del poder ejecutivo en su actuacién en Indochina, pero sirve para mostrar por qué Ja administraci6n debe seguir “esclavizando a los ciudadanos [y también al Congreso] con las cadenas de la ignorancia”. Por esto no es demasiado sorprendente que hubiera un esfuerzo por im- poner restricciones a la informacién, el primero en la histo- tia de los Estados Unidos, seguido por un auto de proce- samiento que pretendia establecer la existencia de una cons- piracién en la que se hallaban supuestamente involucrados Daniel Ellsberg, Anthony Russo y otros, con otras acusa- ciones pendientes. El asunto era recogido sucintamente en una caricatura humoristica del dibujante Mauldin en la que se veia a Nixon preocupado susurrando a L. B. Johnson: “Si les dejo publicar la verdad acerca de ti, yo seré la pré- xima victima”. Lo que la administracién teme es un hundi- miento del sistema de secretos que ha dado tantas facilida- des a la preparacién y a Ja ejecucién de una politica que no puede ser defendida abiertamente ante la opinién publica. En un importante estudio de la Primera Enmienda a la Constitucién, Thomas Emerson sefiala que “las limitaciones de expresién son, por su naturaleza misma, un intento de evitar que ciertos acontecimientos se produzcan, mas que un castigo de la conducta incorrecta después de que haya ocurrido”.*? En el caso presente, esta observacién se aplica con una ligera modificacién. El castigo esta destinado a im- pedir los esfuerzos para informar al publico acerca de acon- tecimientos que atin no han ocurrido. Repasando los inten- tos anteriores por restringir los derechos estatuidos por la Primera Enmienda, Emerson concluye —creo que correc- tamente— que en cada caso la supuesta necesidad de res- tringir la libertad de expresién habia sido fuertemente exa- gerada, que la administracién creé a partir de las limitacio- 32. Thomas Emerson, Towards a General Theory of the First Amend- ment, p. 20. 2 66 nes un “odioso” aparato de coercién y que —lo que es atin més significativo— “en la prdctica las restrieciones se em- plearon para lograr objetivos completamente distintos de los fines tedricos de las leyes”, provocando perjuicios sociales que resultaron significativos. La respuesta a la publicacién de los documentos del Pentagono es un caso a propésito. La cuestién central en este caso es que, dejando aparte los legalismos, hay algo absurdo en toda investigacién o per- secuci6n contra los que brindaron los documentos del Pen- tagono a la opinién publica de los Estados Unidos. Toda acu- sacién contra los que estén involucrados en Ja publicacién de estas informaciones representa, ni més ni menos, un es- fuerzo por la parte del gobierno por castigar la exhibicién publica de sus crimenes. Podemos preguntar si es la ley misma la que es absurda por permitir tales procedimientos, o si la ley esta siendo de nuevo violada. Puede sostenerse con plausibilidad que la Primera En- mienda proporciona un marco adecuado para exponer lo ab- surdo de los procedimientos. El gobierno alega que la publi- cacién de este material viola varios reglamentos, como por ejemplo la Ley sobre el Espionaje, que prohibe la transmisién de documentos “relativos a la defensa nacional” o de “infor- maci6n relativa a la defensa nacional de la cual el poseedor tiene razones para creer que puede ser empleada en detri- mento de los Estados Unidos o en beneficio de alguna na- cién extranjera”.*® El Congreso, sin embargo, no ha apro- 83. United States Code, vol. 18, sec. 793 d, e. Constantemente se deja filtrar a los corresponsales informaciones secretas para los fines par- ticulares de la administracién, y es corriente entre los ex funcionarios dar al ptiblico estas informaciones y estos documentos en sus memorias, Un ejemplo significativo para el caso que nos ocupa ¢s la obra de Lyndon Johnson, The Vantage Point, que contiene, entre otras cosas, material secre- to que aparece en los documentos del Pent4gono, que el autor presenta presumiblemente en beneficio propio. Un ex presidente no tiene derechos especiales a este respecto. De modo andlogo, los secretos son libremente violados por el poder ejecutivo para sus fines particulares, como cuando Nixon decidié revelar las negociaciones secretas sobre Indochina el 25 de enero de 1972, Los volimenes sobre las negociaciones del estudio del 67 bado ninguna ley que prohiba la publicacién de documen- tos o de informaciones relativas no a la defensa nacional, sino a la historia de una agresién (el poder ejecutivo, como es natural, caracterizar4 siempre una agresién como “de- fensa nacional”); ni que prohiba lla publicacién de informa- cién de la cual el poseedor pueda tener razones para creer que ser4 usada en beneficio de los Estados Unidos, esto es, del pueblo y el Congreso de los Estados Unidos. Si el fin de la Ley sobre el Espionaje no era proteger el poder ejecutivo de indiscreciones embarazosas ni permitirle que encubra sus acciones ante la opinién publica y ante el Congreso, no hay ninguna razén para suponer que la publicacién de los docu- mentos de] Pentagono, en un intento por informar al pueblo norteamericano acerca de los actos —quizas criminales— de las sucesivas administraciones, sea una violacién de la Ley sobre el Espionaje. Puede argiiirse también que, bajo el imperio de la Pri- mera Enmienda, ningtin decreto del Congreso puede res- tringir el paso de informacién a la prensa. Los tribunales, sin embargo, nunca han adoptado una interpretacién es- tricta de la Primera Enmienda. Mas bien han sostenido que la prensa no puede, por ejemplo, hacer publicas “las fechas de los transportes de tropas o la cantidad y la localiza- cién de las mismas” ** invocando la Primera Enmienda fren- te a toda posible persecucién por la justicia. En los documen- tos del Pentagono se citan varios casos que podrian incluirse en esta prohibicién, La Casa Blanca suspendié un ataque PentAgono siguen ain suprimidos por el gobierno como materia sumamente delicada, pero algunos de sus participantes dejan filtrar sus versiones par- ticulares a Ja prensa (como lo hizo Johnson), con nombres y fechas. Ver Benjamin Welles, New York Times, 14 de febrero de 1972. Con el aliento entrecortado, esperamos la detencién de Lyndon Johnson. y de otros. 34. Near contra Minnesota, 1931, citado por el magistrado Brennan, que concurre en la decisién tomada contra toda restriccién anticipada en el caso de los documentos del Pentagono. Ver Gerald Gold et al., eds., The Pentagon Papers, p. 656, a 68 que se habia preparado contra los cuarteles de Tchepone, en el sur de Laos, en diciembre de 1964 (fue “suprimido como misién secundaria”) “porque un articulo de Hanson Baldwin habia hecho referencia a él como a un objeto pro- bable” (III, 255). Mas adelante, fueron cancelados temporal- mente ataques contra las reservas de petréleo de Vietnam del Norte en Haifong cuando la agencia de noticias Dow Jones informé de los planes, lo cual constituyé “un escape muy serio por el elevado riesgo en que incurrian las fuer- zas aéreas estadounidenses en caso de que las defensas an- tiaéreas de Vietnam del Norte estuviesen oportunamente dispuestas” (IV, 106). En otro incidente, el presidente pa- rece haber anunciado el “ataque de represalias” del golfo de Tonkin antes de que los aviones norteamericanos hu- bieran sido interceptados por el radar norvietnamita. Segiin el importante estudio de Anthony Austin, la razén para ello reside en que, aunque “si el presidente hablaba demasiado pronto podia poner en antecedentes a Hanoi”, no obstante, “si tardaba algin tiempo més, iba a perder su audiencia en todo el litoral oriental” (eran las 11 de la noche, hora de Washington).®> En afios recientes los tribunales han sostenido que los derechos establecidos por la Primera Enmienda tienen que estar equilibrados frente a otros intereses. Emerson apunta que este criterio “equilibrador” ha sido elaborado con tanta amplitud que la Primera Enmienda puede quedar reducida a “una formalidad coja y sin vida... amenazada de desinte- gracion”.§* Cualquiera que sea la idea que uno se haga de la doctrina del equilibrio, en el caso presente sdlo se aplica en caso de que el gobierno represente algin interés publi- 35. Anthony Austin, The President's War, pp. 313, 297-298. Este no es, sin embargo, el rasgo mds grotesco de la historia del golfo de Ton- kin. 36. Emerson, First Amendment, introduccién. Para un resumen de la historia de este asunto, ver Edward G, Hudon, Freedom of Speech and Press in America. co legitimo en sus esfuerzos por perseguir a quienes dieron a conocer los documentos del Pent4gono al piblico norte- americano. Si es asi, cabe entonces preguntar si este interés, sea cual sea, rebasa la Primera Enmienda. Pero la cuestién ni siquiera se plantea si el gobierno no representa ningun interés publico legitimo. En tal caso, el interés publico resi- de en la interpretacién estricta y literal de la Primera En- mienda, que proporciona al ciudadano alguna proteccién frente al estado, por cuanto una investigacién puede revelar planes secretos que pueden ser criminales 0 que pueden sim- plemente recibir la condena de una opinién publica infor- mada. Estas consideraciones son particularmente importan- tes en un sistema politico sin ningtin partido de oposicién en el dmbito de los asuntos exteriores y sin sistema de inter- pelacién parlamentaria. Al verse privado de la informacién de una prensa que es sustancialmente libre, al ciudadano no le queda ninguna defensa frente al poder ejecutivo del estado. Por esto es esencial que la prensa desempefie un papel antagonista, como lo permite la Primera Enmienda. Los derechos fundamentales son violados en la misma me- dida en que la prensa es inhibida por coerciones ideoldgi- cas, por intimidaciones o simplemente por la concentracién de riqueza y de poder. El gobierno no puede reclamar le- gitimamente la reduccién de estos derechos con objeto de “esclavizar a los ciudadanos con Ja cadenas de la ignoran- cia”. La Primera Enmienda basta por si sola para bloquear los esfuerzos corrientes del gobierno por intimidar a la pren- sa y limitar la prosecucién de sus pesquisas mediante accio- nes judiciales y otras medidas de hostigamiento contra los individuos que exhiben sus secretos desagradables. En el caso de los documentos del Pentégono, la cosa es particularmente clara porque el gobierno trata de castigar la publicacién de informaciones del pasado. Pero seria igualmente valido en el caso mas interesante de planes para el futuro. Por ejemplo, el 26 de febrero de 1966 el presiden- te afirmé: “No tengo de momentg sobre mi despacho ningu- 70 na peticién del general Westmoreland que no haya sido sa- tisfecha”.87 De hecho, habia en aquellos momentos una peti- cién para duplicar el ntimero de soldados norteamericanos, y el presidente tenia sobre su despacho un memordndum hecho por el secretario de defensa en el que se afirmaba que con un despliegue de fuerzas del nivel recomendado (que prevefa aleanzar aproximadamente los 400.000 hacia fi- nales de 1966 y quizds mds de 600.000 el afio siguiente), ca- bia esperar que los norteamericanos muertos en accién al- canzarian 1.000 al mes (IV, 309, 623-624). El presidente y sus consejeros no creyeron apropiado que el pueblo norte- americano estuviera al corriente de lo que se le preparaba. Por citar otro caso, cuando el secretario Rusk hablé por television el 3 de enero de 1965 “descartando... una mayor expansién de la guerra” (III, 138, 263), la base para Ja esca- lada que pronto se produjo habia sido ya sdlidamente esta- blecida, y 41 lo sabia perfectamente. También sabia las con- secuencias posible de tal cosa, cualesquiera que fueran sus estimaciones personales de las probabilidades. Un grupo de trabajo del Consejo Nacional de Seguridad habia predi- cho que la decisién de “salvaguardar a Vietnam del Sur del comunismo” supondria “elevados riesgos de conflicto importante en Asia”, que “casi inevitablemente supondria 37, Citado en Gold et al., Pentagon Papers, p. 467. El comentarista del Times (Fox Butterfield) afirma que “ni los requerimientos del general ‘Westmoreland ni las aprobaciones del presidente Johnson fueron hechas publicas”. De hecho, como era habitual, la informacién se habia filtrado hasta la prensa, y el requerimiento (aunque no la aprobacién) era men- cionado en un articulo del Times desde Saigén que, segin el historiador del Pent&gono, “reflejaba el modo de pensar de muchos funcionarios de niveles inferiores y medios pertenecientes tanto a la Misién de los Estados Unidos como al gobierno sudvietnamita” (II, 544), Este es uno de los muchos ejemplos que indican que un observador con tiempo y energia ilimitados, que fuera suficientemente realista para tratar con sumo cinismo las declaraciones del gobiemo, era capaz de seguir el desarrollo de los acontecimientos a medida que se fueran produciendo. Otro ejemplo es el informe de Hanson Baldwin sobre los ataques aéreos de Laos en 1964 conocidos por la denominacién VUELTA DE AVION (“BARREL ROLL”), citado anteriormente en p, 59, WW acciones terrestres de la envergadura de las de la guerra de Corea y quizds incluso el empleo de armas nucleares en uno u otro punto”.®8 Anteriormente, el propio secretario Rusk habia subrayado ante el general Khanh que los Estados Unidos “no volverian a enredarse jam4s en una guerra por tierra en Asia que se limitara unicamente a las fuerzas con- vencionales”, y que si la escalada provocara ataques impor- tantes por parte de los chinos, también supondria el uso de armas nucleares” (II, 322, mayo de 1964). A los que estén en el poder les parece obvio que la po- blacién debe ser mimada y manipulada, asustada y mante- nida en la ignorancia, de tal manera que las minorias recto- ras puedan actuar sin impedimentos guiados por “el interés nacional”, segiin expresién por ellos determinada. El ciuda- dano sélo debe ser informado de “las cosas que necesita sa- ber para ser un buen ciudadano y para delegar sus funcio- nes”, segiin palabras de Maxwell Taylor enunciadas a pro- dsito del “derecho a saber” del pueblo tras la publicacién. de los documentos del Pent4gono.*? Si hubiera que modificar 38. III, 217, 623; 8 de noviembre de 1964. El Mando Conjunto comentaba a propésito de esto y con el fin de tranquilizar, que el principal riesgo no lo corremos nosotros sino los chinos. “‘Posiblemente el empleo de armas nucleares sdlo en alguna circunstancia muy especial’ sea desde luego la razén por la que gastamos miles de millones para tenerlas.” Por consiguiente, crefa que el riesgo de guerra nuclear era escaso, Afiadia que la pérdida de Vietnam seria un desastre, peor alin que Ja pérdida de Berlin (III, 628), rechazando la opinién del grupo de trabajo del Consejo Nacional de Seguridad de que “la pérdida de Vietnam del Sur” sélo “podria” ser tan seria como la pérdida de Berlin. 39. Citado, con algunos comentarios muy oportunos, por James Aron- son, “The Media and the Message”, en Chomsky y Zinn, Critical Essays. Taylor desarrolla una opinién semejante en su obra Swords and Plowshares, al comentar “la nueva técnica propia de la guerra fria dirigida contra las fuentes de nuestro propio poder”, més aguda que en ninguna otra ocasién “debido a la creciente fuerza’ y arrojo del movimiento revolucionario in- ternacional y la potencia adormecedora dela prensa y Ia television, que actia sobre la capacidad critica del piblico”. Para “hacer frente a esta amenaza, necesitamos un nuevo concepto de la seguridad nacional que tenga la suficiente amplitud para asegurar que se tomen medidas defensivas contra la subversién en esta forma” (p. 418). Viene citado y criticado en “The Mind of the Ruling Class”, Monthly Review, junio de 1972. Para 72 la politica, entonces seria necesario “un condicionamiento de la opinién publica norteamericana”, y alli donde no sea posible hacer esto de manera expeditiva, el ejecutivo puede verse cogido en su propia tampa a causa de sus anteriores falsificaciones.*? Pero los funcionarios del gobierno no tienen autoridad legal alguna para actuar de acuerdo con su desprecio por el publico y para mentir impunemente.** Y de acuerdo con una interpretacién razonable de la Primera Enmienda, tampo- co tienen autoridad alguna para actuar judicialmente con- tra la exposicién de sus engafios y de sus actos. Los documentos del Pent4gono dan pruebas documen- tales de la existencia de una conspiracién destinada a usar la fuerza en los asuntos internacionales violando la ley. Se una expresién de preocupaciones semejantes por parte de intelectuales aca- démicos, ver At War with Asia, pp. 60-63. Las quejas por la parcialidad de los medios de comunicacién —es decir, por muestras ocasionales de independencia con relacién a la propaganda gubernamental— son ahora frecuentes entre los militares. Ver, por ejemplo, el articulo ‘del coronel Wesley W. Yale (retirado), “On Ignorance of Armies”, Army, junio de 1972, Teme que “la politica de prensa no vuelva probablemente a regirse por los médulos de responsabilidad vigentes durante la segunda guerra mundial, en virtud de los cuales se rechazaba la impresién de materiales perjudiciales al interés nacional” tal como lo define el ejército, con toda propiedad puesto que “el ejército es el publico”, Esto es un asunto serio en una época en que “la expropiacién de bienes estadounidenses estd produciendo perjuicios tanto psicolégicos como econémicos”, y en que la poblacién debe Iegar a entender “la dolorosa verdad de que cuando se desea influencia econémica y prosperidad para uno mismo y para los hijos de uno, no sdlo hay que estar preparado a luchar por ello, sino que hay que exhibir la voluntad de lucha”; “una sociedad armoniosa y préspera debe ser levada al convencimiento de que la guerra total es la via mds ldgica hacia la paz permanente”. 40. William Bundy, comentarios sobre los problemas del mentir, IV, 611. 4l. Por el contrario, “las afirmaciones o representaciones falsas, fictioias o fraudulentas” por parte de funcionarios del gobierno en el Ambito de su jurisdiccién es un crimen punible con fuertes multas o con penas que pueden Megar hasta los cinco afios de cdrcel (United States Code, vol. 18, sec, 1,001). Para un examen de esto, ver Peter Dale Scott, The War Conspiracy, examen detallado del fraude y la mentira en el curso de Ja guerra de Indochina. 73 puede discutir acerca de si las pruebas son o no suficientes, pero no acerca de su existencia. E] departamento de Jus- ticia, que ha iniciado una investigacién criminal y un ex- pediente contra los que les han dado publicidad, esta al servicio de los conspiradores. Como es natural, en vez de inyestigar sobre la posible existencia de una conspiracién para involucrar a los Estados Unidos en una guerra cada vez mds seria de agresién en Indochina, con riesgos continuos y reconocidos de guerra nuclear (véase, més atrés p&g 62) # intentaré més bien proteger a los herederos de esta politica de la fiscalizaci6n de la opinién publica y perseguird a quie- nes den conocimiento de los hechos al ptblico, que debe conocer estas realidades para poder poner coto a la actua- cién del poder ejecutivo. En suma, tratar4 de probar que Proudhon tenfa toda la razén cuando escribia que las leyes son “telarafias para los poderosos y los ricos, cadenas que ningun acero puede romper para los pequetios y los débiles y tedes de pesca en manos del gobierno”.** La Declaracién de Derechos representa un esfuerzo de gran significacién histérica para proteger al ciudadano del poder del estado. El contenido real de estos derechos for- males viene determinado por la disposicién del publico a 42. En diciembre de 1965 la “cormunidad de los servicios de in- teligencia” estimé en aproximadamente el 50 por ciento la probabilidad de que la escalada de los Estados Unidos levara a la participacién de fuerzas chinas, que siempre se consideré como ¢l disparador de unas eventuales “represalias” nucleares. A excepcién del INR del Estado, los servicios de inteligencia siempre se mostraron favorables a la escalada, incluyendo ataques contra los depésitos de petréleo de Vietnam del Norte (IV, 64-65). El senador Symington, que durante mucho tiempo ha sostenido la necesidad de un empleo mds amplio de la fuerza aérea, ha manifestado recientemente la opinién de que las incursiones de B-52 en Laos del Norte, lefos de la ruta Ho Chi Minh y efectuadas secretamente, “son peligrosas para la seguridad de los Estados Unidos” y que “toda actividad aérea en tomo a Lads septentrional lleva consigo el peligro incipiente de desenca- denar una guerra de mds envergadura” (Congressional Record, 3 de agosto de 1971, pp. S 12.939, § 12.951). 43. Proudhon, citado en la obra de Daniel Guérin, ed., Ni Diew ni Maitre, p. 115. ; 74 defenderlos. Un elemento esencial en la proteccién del ciu- dadano lo constituye su acceso a informacién sobre los actos y los planes del poder ejecutivo. Se necesitara ener- gia y decisién para superar la tendencia natural del poder ejecutivo a ocultar sus acciones. Esta es, a mi juicio, la cues- tién mas importante planteada por la publicacién de los do- cumentos del Pentagono y por los acontecimientos subsi- guientes a esta publicacién. Ill. CRIMENES CONTRA LA PAZ Los contenidos de los documentos del PentAgono, y no solamente las circunstancias de su publicacién, tienen que ver directamente con problemas de las relaciones entre ley y c-../.2cia o de lo que sea una accién social legitima. El estudio del Pentégono no se ocupa del cardcter de las acti- vidades militares y policiacas de los Estados Unidos en Indochina y por esta razén da poca informacién acerca de los crimenes de guerra en sentido estricto: evacuacién for- zosa, destruccién del pais, matanzas, etc. Pero ofrece docu- mentacién importante con respecto a una segunda categoria de posibles crimenes, a saber, la “planificacién, preparacién, iniciacién o participacién en una guerra agresiva o en una guerra que viole tratados, acuerdos o garantias internaciona- les”, 0 cualquier conspiracién tendente a este fin, segiin la terminologia de Nuremberg. Es importante tener claridad acerca de las cuestiones que estdn en juego en una investigacién acerca de la lega- galidad de la guerra norteamericana en Indochina. Entre las personas de espiritu racional con un minimo conoci- 44. Mis opiniones al respecto, basadas en materiales anterlores al estudio del Pentdgono, se presentan en

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