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SEXUALIDAD Y DEPRESION

Luis Moreno Esparza


Médico Sexólogo
www.Medisexus.es.tl
morenoesparza@gmail.com

La depresión es una de las condiciones más frecuentemente observadas en la actualidad y es una de las que más
negativamente influye en nuestra sexualidad, por lo que podemos decir que prácticamente no hay disfunción sexual sin
depresión ni depresión sin disfunción sexual. Dependiendo de la patología sexual, no está claro cual es la causa y cual la
consecuencia, pero en todo caso, existe una clara relación entre una y otra, y es por eso que aún cuando no podamos
afirmar “quién fue primero” casi siempre vamos a conseguirlas juntas.

¿A QUÉ SE DEBE?
Nuestra Sexualidad, al igual que todas las áreas de nuestra vida, (tanto nuestra vida interior como nuestra vida
de relación) está regida por una serie de variables que aparentemente son independientes unas de las otras, pero que en
realidad forman una estrecha red que abarca todos los aspectos de nuestro diario vivir. En esta estrecha interrelación
conviven nuestras respuestas fisiológicas, motivaciones afectivas, errores de concepto, actitudes, aptitudes, habilidades
físicas, carencias afectivas, deficiencias alimentarias, hábitos disfuncionales, destrezas cognitivas, y en genera, todo cuanto
constituye la esencia de nuestra vida.

Es por eso que cuando debemos solucionar alguna disfunción física o mental o inclusive queremos mantener y/o
potenciar el buen funcionamiento de nuestro cuerpo y nuestra mente para lograr no sólo la ausencia de enfermedad sino el
adecuado equilibrio bio-psico-social, no podemos asumir la modificación de un solo parámetro de nuestra vida. Toda
evaluación y posterior alteración (siempre par bien) de nuestra vida, desde aprender una nueva actividad recreativa hasta el
tratamiento de la diabetes o la cura quirúrgica de una hernia inguinal implica la totalidad de nuestro organismo.

De igual forma, cuando algún aspecto de nuestra vida se ve afectado por una variación ambiental positiva o negativa,
no sólo esa área se verá afectada; por lo general el cambio va a incluir gran parte de vida tanto afectiva como fisiológica y
cognitiva. Estas variaciones son particularmente importantes y extensas en algunas áreas que dependen en mayor medida
de un adecuado equilibrio con nuestra mente, nuestro cuerpo y nuestro entorno. Una de las áreas más extensamente
afectadas por casi cualquier cambio (externo o interno) que se produzca en la diaria interacción con el mundo es nuestra
sexualidad. No olvidemos que la sexualidad es la manera como abordamos todo lo relacionado con el placer sexual y que
esta manera es aprendida y reforzada a lo largo de nuestra vida en función de la relación entre nuestras respuestas
fisiológicas y nuestras actitudes, juicios de valor, creencias, miedos y tabúes… y éstas son cosas que están fuertemente
teñidas de afectividad, o lo que es lo mismo:

Si me fue bien las primeras veces, lo acepto y es bueno; si me fue mal, lo rechazo y es malo.
Si es aceptado por mi entorno, es bueno; si es rechazado por mi entorno, es malo.
Si es bueno, puedo hacerlo; si es malo, no puedo hacerlo.
Si es bueno y lo hago, soy bueno; si es malo y no lo hago, soy bueno.
Si es bueno y no lo hago, soy malo; si es malo y lo hago, soy malo.
Si hago lo bueno y no hago lo malo, soy bueno.
Si no hago lo bueno y hago lo malo soy malo.

Parece un trabalenguas, pero si miramos de cerca y con calma, nos damos cuenta de que la progresión de
enunciados nos lleva desde un punto neutro en lo sociocultural (podríamos decir que químicamente puro) a una posición
con una gran carga de prejuicio (altamente contaminada), porque, ¿Qué es bueno o malo? O más bien: ¿Quién decide qué
es bueno o malo? Podemos entender que si una posición, maniobra o técnica nos genera incomodidad la rechacemos,
pero, ¿Qué pasa cuando alguien decide (sin consultarme!) que ciertas cosas que yo hago son malas y que algunas que no
me gustan son buenas?... Además, el hecho de que nuestra vida sexual esté ten cargada de afectividad y sociocultura
implica algunas cosas de lo más interesantes: En primer lugar, nuestro desempeño sexual está continuamente sometido a
escrutinio con respecto a ciertos parámetros dictados la sociedad; en segundo lugar la valoración que hagamos del mismo
se verá influenciada por nuestra percepción de lo correcto e incorrecto, bueno y malo, adecuado e inadecuado; en tercer y
último lugar, (¡y no por eso menos importante!), nuestro adecuado funcionamiento sexual es utilizado (por los demás y por
nosotros mismos) como una medida de nuestra calidad como seres humanos; en otras palabras:

Si las cosas salen bien, soy buena persona; si las cosas salen mal soy mala persona.

En este enfoque tan particular y complicado discurre nuestra sexualidad, y como podemos apreciar, no es
un camino fácil: Cuando las cosas salen mal –por la razón que sea- soy malo y esto hace que me deprima, pero
además, si estoy deprimido –por la razón que sea- abordaré el mundo de manera negativa y las cosas saldrán mal.
Por tanto puede decirse que la Depresión como entidad clínica es la comorbilidad (quiere decir enfermedad asociada)
más frecuente en ciertas enfermedades sexológicas, como la disfunción eréctil en el hombre y el Vaginismo en la
mujer y que en el caso de la Depresión como padecimiento primario, es muy frecuente conseguir como comorbilidad
algún trastorno de nuestra sexualidad.
Desde el punto de vista de comportamiento, la cosa funciona más o menos así: Para un desempeño adecuado en nuestra
función sexual, debemos estar relajados y no tener ningún factor que pueda generar ansiedad, miedo, repulsión rabia o, en
términos generales, que pueda distraernos del proceso de activación y respuesta sexuales. La actitud adecuada es la de
una persona con alta autoestima, que se siente atraída sexualmente por su compañer@, que tiene una mentalidad
relativamente amplia con respecto a las necesidades de su pareja, que confía en su propia capacidad para “dar y recibir
placer” (primer principio de Bianco) y que es capaz de desconectarse del entorno en el momento de la relación para poder
“sentir y no pensar” (segundo principio de Bianco). Todas estas cosas dependen de cómo nos vemos a nosotros mismos,
cómo nos ven los demás, cómo CREEMOS que nos ven los demás, y cómo vemos a los demás. Todo lo anterior tiene un
importante componente subjetivo, pues depende un aprendizaje social que se dio a lo largo de una gran parte de nuestra
vida y que siempre estuvo relacionado con respuestas emocionales.

Si somos emocionalmente estables, seremos capaces de evaluar nuestro potencial, es decir, nuestras fortalezas y
debilidades, sacando provecho de unas y aceptando e intentando minimizar las otras; además seremos capaces de
comprender las necesidades de nuestra pareja y trataremos (dentro de lo posible) de complacerla, no tendremos miedo de
expresar nuestras necesidades y valoraremos adecuadamente la capacidad de entrega de nuestra pareja. Finalmente
seremos capaces de entregarnos a la actividad de una manera integral, dejando por fuera temporalmente cualquier factor
distractor… El problema está en que un paciente deprimido ha perdido temporalmente su estabilidad emocional. Puede
ser una breve depresión reactiva o un prolongado desbalance de neurotransmisores cerebrales, el hecho es que el paciente
deprimido tiene una percepción negativa de su entorno y de su propia capacidad de interacción, así como una pobre
apreciación de su valor intrínseco (es decir, como persona, como ser humano único e irrepetible). Esto explica porque una
actividad que depende tanto de la premisa YO ESTOY BIEN, TU ESTÁS BIEN no pueda llevarse a cabo de manera
adecuada (a veces no pueda llevarse a cabo y punto) cuando la persona está en una situación emocional DE YO ESTOY
MAL TU ESTÁS BIEN. Es así como la depresión como entidad clínica va a afectar negativamente TODA nuestra
sexualidad, pero sus efectos serán más notorios en la excitación (Disfunción orgásmica tipo I en la mujer y baja de deseo en
el hombre) y la respuesta (Disfunción eréctil en el hombre y Déficit de lubricación en la mujer).

Adicionalmente, los medicamentos para tratar la depresión pueden afectar negativamente la función sexual del
paciente. Es importante entender que estos efectos son temporales y totalmente reversibles, lo que implica que van a
desaparecer una vez que se termine el tratamiento (¡otra razón para hacerle caso al psiquiatra o al psicólogo!). En la
mayoría de los casos estos medicamentos retardan la eyaculación, lo que en pacientes con Eyaculación precoz (también
llamada Eyaculación rápida) es una ventaja, pero en el caso de pacientes un tiempo de eyaculación satisfactorio para ellos
puede representar un verdadero problema.
En todo caso, la Depresión como entidad clínica es una patología que debe ser tratada de manera rápida y
adecuada tratando de minimizar el efecto de condiciones asociadas, y la depresión como consecuencia de una falla en
nuestra vida sexual debe ser también tomada en cuenta, bajo la premisa de que en cuanto se logre la remisión de la
patología sexual, es muy posible que la depresión mejore por sí sola. En ambos casos, la buena noticia es que no importa
como vengan las cosas, si acudimos prontamente al especialista y seguimos sus indicaciones, el problema desaparecerá
rápidamente y podremos seguir adelante con nuestra vida como antes…
O mejor que antes!

Dr. Luis Moreno Esparza

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