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cherquesas de Pushkin y por Lermontov, a los que Boris Nemtsov tena sin
duda en mente durante nuestra entrevista de hace 14 aos
Nadie sabe, en el momento de escribir estas lneas, quin ha ordenado el
crimen.
Y podemos confiar en que el tortuoso Putin mostrar, llegado el momento,
al culpable idneo, cuya personalidad vendr a confirmar las furiosas teoras
de la conspiracin con las que nutre a su pueblo.
Pero lo que s sabemos ya es que semejante horror tan slo era posible en
una Rusia abandonada, desde hace 20 aos, a una violencia de Estado
impune.
Lo que es seguro es que Boris Nemtsov seguira an con vida y habra
encabezado este domingo la manifestacin contra la guerra a la que
acababa de convocar, tres horas antes de sucumbir, en la emisora de radio
Ekho Moskvy, si no estuviramos saliendo de 20 aos de cacera de
opositores en la que todo el que profesa su fe en la democracia ha sido
metdicamente arrastrado por el barro y reprimido.
Y cabe decir lo mismo de este asesinato que del de Jean Jaurs, del cual la
historia recuerda menos el autor directo que el viento de locura que lo hizo
posible y que soplaba, desde haca aos, en la prensa de extrema derecha,
nacionalista y antidreyfusiana.
Ojal pueda la comparacin detenerse aqu.
Y ojal pueda la muerte de Boris Nemtsov no tener el mismo significado
retrospectivo que la del ltimo poeta del internacionalismo anterior a 1914.
Es el deseo que ha formulado el pueblo, no slo de Mosc, sino de
numerosas ciudades del pas, que sali en masa a la calle el domingo
pasado para rendir un ltimo homenaje al hroe ruso asesinado.
Podramos haber imaginado una oposicin atontada, paralizada, intimidada
por esos cuatro tiros de pistola (tantos, en palabras de su amigo Kasparov,
como hurfanos ha dejado tras de s).
Pero no.
Sucedi lo contrario.
Lejos de entrar en vereda y ceder al terror, fueron decenas de miles de
hombres y mujeres que, como en el caso de los franceses y Je suis Charlie,
acudieron a decir Je suis Boris a un Vladmir Putin que jams ha tenido un
adversario tan vivo como este muerto.
Estas marchas dignas y hermosas en las que vimos banderas ucranias
entrelazadas con banderas rusas es el primer retroceso real del partido de la
guerra en Europa.
Bernard-Henri Lvy es filsofo.
http://elpais.com/elpais/2015/03/04/opinion/1425475422_135656.html