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¿Perciben de igual modo los padres y los hijos las interacciones disciplinares?
AUTORES: Sorribes, S.; Clemente, R.A y García Bacete, F.J.
E- mail: sorribes_sus@gva.es, membrado@psi.uji.es
Teléfonos: 964728000/ 964358435
Departamento de Psicología Evolutiva y Educativa, Social y Metodología.
Universitat Jaume I
Edificio: Facultad de Ciencias Humanas y Sociales
12080 Castellón
Resumen:
Uno de los primeros trabajos que plantea la similitud entre las percepciones de los
padres y la del hijo ha sido el trabajo de Wolfe, Katell, y Drabman (1982). En este
estudio, cuarenta preescolares (18 niñas y 22 niños de 4 a 6 años) veían cinco escenas
de treinta segundos en las que aparecían un encuentro disciplinar entre un padre y un
hijo (a.- el niño no quiere comer, b.- el niño no quiere irse a la cama, c.- el niño se porta
mal en la escuela, d.- el niño no quiere entrar a la consulta del médico, e.- el niño busca
y demanda atención a la madre). A continuación, el entrevistador les preguntaba a los
niños que harían ellos para resolver la situación disciplinar y qué harían sus madres.
Posteriormente, se preguntó a las madres que harían ellas para resolverlas. Las
respuestas de los padres y de los niños eran codificadas en dos categorías: a.- empleo de
una técnica de coerción verbal o física y b.- empleo de técnicas no coercitivas de
disciplina. Los resultados del estudio indicaron que los niños preescolares solían
resolver la situación disciplinar de la misma manera y con la misma técnica que ellos
perciben que utilizaría su madre. Por ejemplo, ellos resolvían la situación “no querer
comer” diciendo que le castigarían y luego indicaban que su madre emplearía la misma
técnica, lo cual era congruente con lo que posteriormente decía la madre ya que
indicaba utilizar el castigo físico o una técnica coercitiva. Por lo tanto, existía
concordancia entre la acción disciplinar de los padres y la percepción filial disciplinar.
Este resultado es explicable en base a dos teorías: la teoría del aprendizaje social de
Bandura (1977) y la teoría del desarrollo cognitivo y moral de Hoffman en la década de
los 70. Bandura sugiere que el aprendizaje social requiere imitación, pero también
siguiendo a Hoffman, el proceso de socialización implica el desarrollo en el niño de
una serie de representaciones cognitivas y perceptivas del ambiente y de su yo,
introduciendo las nociones de auto-regulación y auto-eficacía. En este sentido, los
sujetos desarrollan a través de la visión de la actuación de otros en una determinada
área o domino y de la persuasión verbal sobre sus propios resultados, una serie de
creencias sobre la eficacia de su conducta en un área como una función de su propia
historia de refuerzo y resultados en esa área. La óptima socialización será descrita en
términos de las oportunidades creadas por el niño para ver que sus acciones son
eficaces.
Desde estas dos teorías, Wolfe et al. (1982) sugieren que los métodos disciplinares
pueden ser vividos y aprendidos por los niños en edades tempranas (entre los 4 y los 6
años) y en definitiva están relacionados con los modelos de aprendizaje que utilicen los
padres en casa. Estos resultados proveen apoyo empírico a la idea de recíprocas
relaciones entre padres e hijos y a la influencia de los dos miembros de la díada en el
otro, puesto que la acción del progenitor es percibida por el niño, el cual responde
posteriormente ante una situación similar de forma parecida, rememorando las
actuaciones de sus padres. Esta similitud, además, se confirma en esta investigación,
con la congruencia de la acción materna, la cual es idéntica a la del hijo.
2.- MÉTODO.
3.- RESULTADOS
Gráfico nº1
Puntuaciones medias de padres e hijos en las técnicas disciplinarias.
14 11.57 12.47
12 9.78 hijos
progenitores
10 8.06 7.99
8
6 3.73 3.51
2.78 2.9
4 2.37
2
0
coerción razonamiento premio afecto permisividad
Tabla nº2:
Resultados de la prueba “T” para muestras emparejadas utilizando las técnicas
disciplinares
Técnicas Medias Medias T P
filial parentales
Coerción 2.37 3.75 -5.54** 0.00
(castigo, amenaza y multa)
Razonamiento 8.06 11.57 -9.11** 0.00
(inducción y modelado)
7.99 2.78 11.72** 0.00
Premio
Afecto 9.78 12.47 -6.15** 0.00
(apoyo emocional y alabanza)
Permisividad 2.90 3.51 -2.04* 0.04
(pasividad y ningún
procedimiento)
Como podemos apreciar se han producido diferencias significativas en todas las
técnicas por lo que podemos concluir que a nivel global no existe concordancia
disciplinar. Podríamos indicar que padres e hijos perciben el empleo de las prácticas
educativas de diferente modo en función del papel que ocupan en la díada disciplinar.
En general, los padres señalan una mayor intensidad en el uso de las técnicas positivas
(afecto y razonamiento) pero al contrario de la percepción de los niños señalan una
escasa utilización del premio. Los niños/as perciben una elevada utilización del premio
como medio de trueque por la modificación de sus acciones y como un recurso
disciplinar utilizado ampliamente. Los padres consideran que esta es una técnica que
emplean en menor frecuencia que la coerción.
Se llevó a cabo una prueba T para muestras emparejadas tomando como variables las
técnicas disciplinares para cada grupo de edad de niños y sus padres. Los resultados los
exponemos a continuación.
Tabla nº 3:
Resultados de la prueba “T” para muestras emparejadas utilizando las técnicas
disciplinares en el grupo de familias con hijos con 4 años.
Técnicas Medias Medias T P
filial parentales
Coerción 1.92 4.08 -6.74** 0.00
(castigo, amenaza y multa)
Razonamiento 8.33 12.10 -5.88** 0.00
(inducción y modelado)
Premio 9.67 3.06 8.55** 0.00
Afecto 10.25 13.31 -4.29** 0.00
(apoyo emocional y alabanza)
Permisividad 2.50 3.60 -2.37* 0.04
(pasividad y ningún procedimiento)
Tabla nº4:
Resultados de la prueba “T” para muestras emparejadas utilizando las técnicas
disciplinares en el grupo de familias con hijos de 5 años.
Técnicas Medias Medias T P
filial parentales
Coerción 3.44 3.47 -0.05 0.95
(castigo, amenaza y multa)
Razonamiento 6.33 11.47 -7.40** 0.00
(inducción y modelado)
7.33 2.69 6.14** 0.00
Premio
Afecto 8.28 12.69 -5.16** 0.00
(apoyo emocional y alabanza)
Permisividad 3.56 3.47 0.12 0.90
(pasividad y ningún procedimiento)
Tabla nº5:
Resultados de la prueba “T” para muestras emparejadas utilizando las técnicas
disciplinares en el grupo de familias con hijos de 6 años.
Técnicas Medias Medias T P
filial parentales
Coerción 2.04 3.58 -3.79** 0.00
(castigo, amenza y multa)
Razonamiento 9.00 11.13 -3.49* 0.01
(inducción y modelado)
Premio 6.88 2.58 5.90** 0.00
Afecto 10.38 11.54 -1.71 0.09
(apoyo emocional y alabanza)
Permisividad 2.81 3.44 -1.35 0.1
(pasividad y ningún procedimiento)
Como indican los resultados a medida que los niños se hacen más mayores obtienen
menos diferencias a la hora de percibir las técnicas con sus padres.
- Los hijos/as de 4 años y sus padres tienen una percepción diferencial completa del
empleo de las prácticas disciplinares, señalan diferencias significativas en todas las
técnicas comparadas.
- Los niños de 5 años coinciden con sus padres al considerar que estos tiene un escaso
empleo de la permisividad. Padres e hijos consideran que los progenitores son
activos e intervienen en la acción disciplinar intentando resolverla.
- A los 6 años los niños perciben a sus padres y coinciden con ellos como más
apoyativos y afectivos, al tiempo que la escasa permisividad es igualmente percibida
como los padres.
4.- CONCLUSIONES.
Los resultados han indicado en primer lugar una percepción filial positiva basada en el
afecto (apoyo emocional y alabanza). En segundo lugar, el razonamiento y el premio
fueron percibidos de forma equivalente, por padres e hijos, como técnicas disciplinares
de los progenitores. Las técnicas negativas de poder y la permisividad fueron percibidas
escasamente por los hijos. Esta percepción filial resulta del cúmulo de interacciones con
los padres desarrollando una visión de cómo son disciplinarmente (Delval, 1995, Barca
y Santorum 1997). En contra de la autopercepción inductiva parental, los hijos
anteponen en su percepción disciplinar el afecto (alabanza y apoyo emocional) a
técnicas cognitivas (inducción). Podemos plantear que esta visión positiva es necesaria a
esta edad para desarrollar en el niño lazos afectivos estables (Dadds et al, 1987; Siegel y
Barclaey, 1985, Van Gils, 1999) pero también permite asimilar normas y valores de los
padres, creando mayores beneficios como muestras las investigaciones más recientes.
(Durning y Fortin, 2000; Romano, 2000; Gómez, Ferreiro, Domínguez y Rodríguez,
1995). La escasa percepción de la permisividad puede estar justificada por la necesidad
de los niños de entender que sus padres son activos con ellos, una postura pasiva o de
no intervención no puede ser asumida (Dadds et al 1987, y Siegel y Barclaey, 1985), ya
que los padres deben interactuar con sus hijos.
La justificación de esta diferencia perceptiva entre padres e hijos debe estar implícita en
la díada interactiva progenitor–hijo, puesto que la interacción entre los dos miembros de
la misma no es simétrica. La variable edad del niño determina la visión que este pueda
tener de la acción disciplinar de sus padres. Nuestros datos constatan una evolución
perceptiva, basada en el afecto, a través de las tres edades evaluadas. En este sentido
esta percepción afectiva cambia desde una visión infantil centrada en el premio a los
cuatro años, a una percepción más coercitiva y castigadora a los 5, con menor
razonamiento, y por último una visión centra en la explicación y el modelado a los 6
años. Esta evolución hacia una percepción más positivas y responsiva de los padres
algunos autores defienden que se lleva a cabo a los 8 años (Barnett et al. 1984). Otros
como Rodrigo y Ceballos, (1999), Rodrigo Janssens y Ceballos, (1999), Rodrigo,
Janssens y Ceballos, (2001) consideran que los cambios perceptivos de la disciplina
familiar están ligados a tres procesos de relación paterno filial. En la primera infancia
(hasta los 5 años) los niños desarrollan un papel asimétrico (heteroregulación) en la
relación paterno filial por lo que su visión de la acción disciplinar de sus padres se
produce desde esta posición desigual, dado su parcial nivel de comprensión de las
intenciones y emociones de los padres y la necesidad de crear lazos afectivos y de apego
con sus padres. Sobre los 6 años en adelante, la mayor capacidad cognitiva y la
comprensión de las intenciones de los padres permite a los niños comenzar a entender
algunos de los puntos de vista de sus padres. La comunicación y la explicación a través
de la negociación son los mecanismos básicos para el conocimiento mutuo en las
interacciones paterno-filiales (co-regulación). Por último, a partir de los 11 años su
mayor capacidad cognitiva y comprensión de intenciones y emociones de los padres
permite avanzar al niño y al futuro adolescentes a desarrollar un proceso de
autoregulación de su comportamiento. Dsto se asocia a una percepción más exacta de
las prácticas de control y de los objetivos y demandas de los padres permitiendo una
mayor asunción de normas y autocontrol del niño.
Por lo tanto podemos concluir que los niños de 6 años comienzan a tener una visón más
exacta de la acción de sus padres, puesto que sus capacidades y desarrollo evolutivo así
como su papel en la interacción les permite desarrollar una percepción más veraz de la
acción disciplinar de sus padres. No debemos olvidar que los niños de 6 años muestran
una percepción más semejante a la descrita por los padres puesto que destacan las
técnicas afectivas junto con la inducción y modelado de igual modo que los padres. La
edad permite al niño reconocer las conductas usuales e inusuales de sus padres, como
normas o excepción a su estilo disciplinar, al tiempo que interpretar las claves afectivas
que indican la significación de una transgresión para sus padres (Grusec y Goodnow,
1994, Molpeceres, Musitu y Lila, 1994). Así los factores evolutivos son una variable
muy importante a tener en cuenta para lograr una percepción lo más nítida a la conducta
parental.
Al considerar, este último factor, la edad, hemos encontrado que los niños de 6 años son
los que manifiestan un mayor acercamiento a los padres en su percepción. El mayor
cumulo de experiencias disciplinares con sus padres (Bandura, 1973) y su mayor
capacidad cognitiva (Hoffman, 1970) les ha llevado a desarrollar una percepción más
nítida de las interacciones disciplinares. Esta mayor coincidencia también se muestra al
analizar la variable edad junto con la variable situación siendo los niños de 6 años los
que coinciden más con sus padres. El paso del tiempo permite al niño identificar las
técnicas y prácticas parentales. En este sentido Chilamkurti y Milner (1993) plantean
que este proceso se produce entre los 6–10 años, mientras que nosotros planteamos que
podría iniciarse a los 6 años cuando el niño, como indican Ceballos y Rodrigo (1999),
comienza a ser un elemento participe en las interacciones con sus padres,
manifestándose procesos de co-regulación de la acción. La transmisión de las técnicas
de una generación a otra (Van-Ijzendoorn, 1992) y la asimilación de las mismas puede
ser un proceso rápido y claro cuando el niño comienza a identificar las prácticas
educativas de sus padres y a poder comprenderlas. Se hace necesario una serie de
variables como son mayor edad y capacidad cognitiva, una mayor comprensión de las
intenciones paternas y un índice mayor de experiencias, para que este pueda asimilar la
transmisión disciplinar de sus padres.
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