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LOS FAROS
EL MUERTO ALEGRE/
EL MUERTO JUBILOSO
En una tierra grasa, de caracoles llena,
yo quisiera cavar una profunda y sola
fosa, donde dejar mis huesos fatigados
durmiendo en el olvido como el pez en la ola.
Odio los testamentos como las sepulturas,
antes que mendigar una lgrima al mundo,
preferira, vivo, invitar a los cuervos
para que se cebaran en mi esqueleto inmundo.
Gusanos! Silenciosos y ciegos compaeros,
mirad cmo hoy un muerto gozoso viene a veros,
hijos de podredumbre, filsofos despiertos,
moveos sin escrpulos aqu en mi sepultura,
decid si todava le falta una tortura
a este cuerpo sin alma, ya muerto entre los muertos.
CORRESPONDENCIAS
La creacin es un templo donde vivos pilares
hacen brotar a veces vagas voces oscuras;
por all pasa el hombre a travs de espesuras
de smbolos que observan con ojos familiares.
Como ecos prolongados que a lo lejos se ahogan
en una tenebrosa y profunda unidad,
inmensa cual la noche y cual la claridad,
perfumes y colores y sonidos dialogan.
Laten frescas fragancias como carnes de infantes,
verdes como praderas, dulces como el oboe,
y hay otras corrompidas, gloriosas y triunfantes,
de expansin infinita sus olores henchidos,
como el almizcle, el mbar, el incienso, el aloe,
que los xtasis cantan del alma y los sentidos.
Versin de Ignacio Caparrs
SPLEEN (IV)
Cuando el cielo bajo y grvido pesa como una losa
sobre el espritu gimiente vctima de largos enojos,
y que del horizonte abrazando todo el crculo
nos depara un da negro ms triste que las noches;
Cuando la tierra est cambiada en un calabozo hmedo,
donde la esperanza, como un murcilago,
se va batiendo los muros con su ala tmida
y golpendose la cabeza contra los techos podridos;
Cuando la lluvia extendiendo sus inmensos regueros
imita los barrotes de una vasta prisin,
y que un pueblo mudo de infames araas
viene a tender sus hilos en el fondo de nuestros cerebros,
Las campanas de sbito saltan con furia
y lanzan hacia el cielo un horrsono aullido
como los espritus errantes y sin patria
que se ponen a gemir obstinadamente.
Largos coches fnebres, sin tambores ni msica,
desfilan lentamente en mi alma; la esperanza,
vencida, llora, y la angustia atroz, desptica,
en mi crneo abatido planta su bandera negra