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MUNECA DOS ACTOS CORTOS Pansowa yes * Perla Mufieca Estela Carlota Anselmo Enrique Chiquitin Nicolés Mora Gotardo Sebastién La aceién en Buenos Aires, 1920, Derecha ¢ izquierda de] director. A José Antonto Saldias, José Antonio: Son dos actos éstos hechos con amor. Tt sabes que te quiero, Para ti son. © Estrenada el 20 de mayo de 1924 en el teatro Naclonal de Bue 0s Aires por Ia compan de Pascual Carcavallo, Aetuaron Olinda Bo- xin, Carmen Lamas, Mita Bottaro, Carla Smith, Domingo Sap, San- tiago Arrieta, Jot Otal, Pancho Lépes, Kfrain Castelo, Valerio Castella ¥ José Cag, 48. Anatanno ~ XTI-2A 4a | i ACTO I El ala izquierda de la casa de Anselmo, Sala en pros- cenio, dormitorio al fondo, Un pasillo estrecho divide ainbas habitaciones en tercer término, La riqueza del uciio y sw ambular de curioso entendido por paises en que el lujo es comodided y la comodidad arte, imponen un sello de refinamiento personal al um biente, En el lienzo mural derecho gran chimenea; mis atrds, la puerta que da al vestibulo. En ol iz. quierdo amplia abertura Weve a le salita de mvisica, amueblada. con piano Mignon, violoncelo y banguctas. Asientos cémodos, recostaderos, rincones de charla y de besos. Detrés de ta cortina de foro, la arcada del dormitorio cubierta de finlsimo tapiz. transparente. La cama, baja, ancha, oscura, montada sobre tarima, Al levantarse el telén, la tenue luz de los dos velado- res sume al local en penumbra discreta, Por la puerta de derecha entra Anselmo. Viste amplio gabdn; Ta bufanda le oculta el rostro. Cuarda las Ula- ves en el bolsillo det panialén, Va hasta la salita de ‘misica, Tiene los hombros muy levantados y los pies rigidos, con las prentas hacta. adentro, Atraviesa el proscenio, sin dirceciin determinada, Ientamente, en- corvado, la nariz escondida... Es simiesco, Sube has- ta el dormitorio, Enciende un cigarvillo, Baja. Se echia en el sofé, frente al fuego. Se atraganta con el humo. Tose, de espaldas a las candilejas. Arroja el pitilo, Llama un timbre. : 9 Cmgumin —(Adentro.) gDon Anselmo?... (Aparece, prest- 7080, por la derecha de] pasillo.) Anse ao — Dénde estabas? Cingumuin — En Ta cocina, mateando con la vieja Leticia. gHa- ce mucho que Negé? Ansetmio — No. Caiguinin — (Indicando un aplique.) gEnciendo? (Ejecuta.) Qué temprano, don Anselmo! gPoco interesante el espec- tdculo? Awsetmo — Poco. Coguuuix — ;Se vino antes de que terminara? Hizo bien, Ya slusten, Esta don Enrique en la biblioteca, leyendo; hace como una hora, Le aviso? ‘AnseiMo—Dejalo. (Pausa.) Curguuy — Recuerda que tiene partida esta noche? (Ansel- “mo afirma.) Claro; asi se distrae un poco. (Anselmo lo mira, tiernamente.) No. No hubo novedades desde que salié, (El duefio se pone de ple.) 2E1 fumuar? (Le quite el sombrero, gabdn y echarpe, Anselmo es feo. Sélo en sus ojos, en €l mirar de sus ojos, hay tna dolorosa dulzura. Con su mascara, inméoil, ausente, espera que Chiguilin eve las prendas y ouelva, Deja que el criado le siique el smoking y le ponga el “fumoir”. Tose. Secéndose tna lé- grima con el paiiuelo del fumador.) Permitame, don An- selmo... Ansexao— (Reaccionando,) gQué? Curgumin — (Indiferente.) Mojado. Axsezmo —El fri Cmguuix ~ Si; es una noche brava, (En el muis.) {Qué me- tejénl (Anselmo aviva el fuego de Ia chimenea. Chigui- lin reaparece.) Cungunuix — jDeje, don Anselmo! (Zo suplanta.) gCebo mate? Ansetato. —No. 450 Cingumin — Quiere la mesita? (Acerca una mesita baja con botellones y copas.) ¢Mélaga? Anseato — Whisky. Cinguuin — (Aparte,) jZis! (Sirve,) gSoda o...? Ansetmo—No. (Bebe puro, de un sorbo.) Cirgunix —(Aparte.) zTe lo digo? (A él.) ¢Llevo? Avsexa1o—Dejé. (Chiguilin se aparta, Pousa.) Caroumix—Don Anselmo... gVamos otra ver a Europa? AnseiM(o— zY eso? Cmounty— Ast... Hace un rato, en Ia cocina, pensaba en todo lo que vimos. Sevilla, Madrid, Roma... La Plaza de San Pedro... el rio... las colings.., el hotel... las mu- jeres... {Qué macanuda que es Romal... (Se esfuerza para distracrlo,) 2X la campifia romana?... ;Se acuerda de aquel seiior que lo invité a visitar su hacienda? “Tl bes- tiame” —decia—; ‘il bestiame”, Se le lenaba la boca: “Guardate il mio bestiamel”... Y nos enseiiaba, com- padreando, un patinelo de campo con cien novillos fla: 0s, cansados, rezongones, con unos euernos de este por- te... Se acuerda? Una novillada cocoliche, jLo que se 1i6 usted, don Anselmo! Cuando el italiano le oyé decir que en la Argentina cualquier estanciero pobre tenia tres mil vacunos, lo dejé que se fuera casi sin saludarlo, Creyd que lo farreaba. {Qué macanuda la campifia romanal... Y a pesar de todo, me gustaria volver a verla, gA usted no, don Anselmo? A mf, si “Il bestiame”... (Rie con es- fuerzo, Calla),

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