Vous êtes sur la page 1sur 12

Buenos Aires, Argentina

Auditorio San Agustín, UCA


15 setiembre de 2009

La fe ¿creencia o evidencia?
Encuentro público con Julián Carrón

Pensando en el tema de hoy: fe, ¿creencia o evidencia? y en el lema de hoy “en el modo de
afrontar las circunstancias se pone de manifiesto lo que uno más ama”, constataba en mí que
pese a concebirme un hombre de fe, lo cierto es que al pararme frente a las circunstancias o de
frente al futuro, se cuela como una cierta incertidumbre, como si la esperanza estuviera puesta –
en mi caso- en una situación tranquila en lo laboral, familiar, etc., en el no cambio de las
circunstancias -a otros les puede pasar que la esperanza esté puesta en el cambio de las
circunstancias. Por eso, cuando me daba cuenta de esto, pensaba “¿qué pasa si estas
circunstancias que hoy son de alguna forma buenas, cambian? ¿seguiré en pie?” Entonces caigo
en la cuenta de que es necesario dar un paso más, descubrir algo más, en esta situación en que
veo que para mí la fe no es una evidencia, sino tan sólo una creencia, y por lo tanto
absolutamente separada de la realidad, de aquello que me interesa. Quería pedirte si me podías
ayudar en este paso.

Buenas tardes a todos. Estoy aquí, feliz de poder compartir con vosotros esta tarde,
estos 25 años de vuestra historia en los que ha crecido entre vosotros la experiencia cristiana
como vuestra presencia aquí hoy testimonia. Quién habría podido pensar, hace 25 años, sólo
lo que estamos viendo aquí hoy, y otras muchas cosas que no podremos ver hoy.
Respondiendo a la pregunta que me hacía Fernando, el problema de que cambien las
circunstancias es sólo la apariencia del problema. El problema verdadero, el problema radical,
es el que la canción que hemos apenas cantado, pone delante todos: “¿adónde van las palabras
que no se quedaron, adónde van las miradas que un día partieron…?”, ¿adónde va todo? “¿acaso
nunca vuelven a ser algo? ¿A dónde van, a dónde van?”1
¿Tenemos alguna respuesta razonable a estas preguntas? Porque ése es el gran desafío
que un hombre, en la plenitud de su razón, tiene que afrontar: ¿va todo hacia la nada? ¿la
última palabra sobre todo es la nada? Que cambien las circunstancias es una anécdota
respecto al verdadero problema, a la verdadera cuestión.
Entonces se plantea verdaderamente la auténtica cuestión: ¿existe una respuesta
razonable, una respuesta que sea digna de la razón del hombre? Es difícil encontrar donde
está el problema mejor que en esta frase de Dostoievski que citaba a veces don Giussani: “Un
europeo culto de nuestros días, puede creer -verdaderamente creer- en Jesucristo?” Con un
hombre culto ¿qué quería decir Dostoievski? Con un hombre culto quería decir un hombre no
ignorante, no un hombre que no esté en condiciones de usar toda la capacidad de su razón, no
uno que no pueda tomar en sus manos toda la exigencia de significado que tiene para poder
dar una respuesta adecuada al problema. Un hombre culto, un hombre verdaderamente digno
de su razón, no un hombre que renuncia a su razón para dar una respuesta creyente, sino una
fe que está llena de razón, que está llena de racionalidad. Que es como decir: un hombre -
cuando dice un hombre europeo, quiere decir un hombre de nuestro tiempo- con toda su
razón, que usa verdaderamente la razón ¿puede creer? La fe, ¿tiene algo que ver con la razón o
es enemiga de la razón? ¿Es sólo una creencia, es algo que a lo que nosotros irracionalmente

1
Hace referencia a la canción ¿A dónde van? de Silvio Rodríguez, que fue cantada en el comienzo del encuentro,
luego de que el coro de CL cantase Se Tu mi Accogli.
adherimos o es conocimiento, un conocimiento fruto de una evidencia que hemos tocado con
nuestras manos? Porque nosotros sólo podemos responder al verdadero desafío de estas
preguntas -que un hombre que se toma en serio su vida no puede menos que hacerse-, si uno
usa verdaderamente la razón y éste es el desafío que la fe cristiana pone a cualquier hombre
que la encuentra.
Porque la fe cristiana no es una creencia, como un hombre que se tira al vacío
abandonándose en un simple sentimiento de abandono, no es un salto al vacío -como lo es
para tantas personas- como teniendo que renunciar a su razón para confiarse en algo de un
modo absolutamente irracional.
La fe cristiana nace en un hecho, tiene su origen en un hecho histórico, en el encuentro
con una persona humana cuya excepcionalidad es tan absolutamente imponente, tan evidente
a cualquiera que tenga los ojos abiertos, que no puede evitar tener que decir: ‘nunca hemos
visto una cosa igual’. La fe cristiana nace de esta evidencia, de haber visto, no en el más allá, no
en la imaginación, no en mi sentimiento, sino en la realidad. Una persona, un hombre de carne
y hueso del cual uno está obligado a decir, por la evidencia de su excepcionalidad: ‘nunca
hemos visto una cosa igual’. Y alguien que sea verdaderamente razonable, que no quiera
renunciar a su razón, que esté comprometido con toda su razón, como aferrado de este hecho,
no puede evitar que se desencadene todo el dinamismo de su pregunta hasta decir: ‘¿quién es
éste?’. La razón que sale a flote como exigencia para comprender esa excepcionalidad que
tengo delante, que toco con mis manos. Y es sólo respondiendo a esta pregunta: ‘pero ¿quién es
éste?; así como los discípulos de Jesús, que no pudieron evitar hacerse esa pregunta
tomándola en serio, con toda la exigencia de su razón, porque no podían evitarlo, no pudieron
darse otra respuesta a esa excepcionalidad, sino que, que aquel hombre era Dios.
Tanto es así, que la gente cuando lo veía hacer estas cosas y tratar la realidad de una
forma que nunca habían tocado, ni habían visto ni habían podido imaginar, se alegraron –dice
el Evangelio- de que Dios hubiera dado a los hombres tal poder. Y ¿por qué pensaron en Dios,
si sólo veían un hombre? Porque la única forma razonable, la única explicación adecuada a la
exigencia de la razón, que aquella excepcionalidad pone delante, es reconocer que aquello es
de otro mundo en este mundo, que aquello es lo divino en el hombre que están tocando y que
están viendo con sus ojos.
La fe cristiana es esto, la fe no es algo genérico, una genérica creencia en Dios, un
sentimiento más o menos religioso en el más allá o en el misterio. Es el fruto, el
reconocimiento de una presencia que la razón no puede -si es leal consigo misma- no
reconocer. Eso sí, como nos ha enseñado siempre don Giussani, el cristianismo tiene un
inconveniente: que necesita un hombre. Hace falta un hombre, que acepte el desafío que una
presencia tan excepcional pone ante la razón y de la libertad del hombre, para poder estar a la
altura de esa excepcionalidad. Si no hay un hombre que tome en serio la excepcionalidad, o
que se contente con cualquier respuesta que no sea digna de su razón, que no sea digna de la
exigencia de su razón, de su racionalidad, entonces no podrá reconocerlo. Para poder
reconocerlo hace falta poner en juego toda la humanidad. Por eso no hay nada más
absolutamente lejano de la fe que una fe que no sea verdaderamente humana, digna de la
razón y de la libertad.
Por eso lo que ha hecho perder la fascinación a la fe cristiana es que tantas veces la fe ya
no tiene esta humanidad dentro. Los cristianos hemos pensado tantas veces que nosotros
podíamos ahorrarnos este camino de la fe, que nosotros podíamos ahorrarnos este camino de
la razón, que bastaba repetir con sinceridad el contenido de la fe. Y hemos sucumbido a la
ilusión de que nosotros no necesitábamos hacer este recorrido y esto ha llevado a muchas
personas a no percibir la conveniencia humana de la racionabilidad de la fe y a pensar que no
era digna de la exigencia de la razón y se han perdido lo mejor que ha sucedido en la historia.
Por eso nosotros, amigos, estamos frente a un desafío si no queremos que nuestra fe
tenga una fecha de caducidad. Porque una fe que es sólo formal es como una cáscara que poco
a poco se desprende y se cae; muchos se han ido porque la fe ya no les resultaba interesante,
humanamente interesante, fascinante. Para que resulte fascinante hacen falta dos
condiciones: que uno encuentre una modalidad de cristianismo no formal, un cristianismo que
esté en condiciones de impregnar la vida, la inteligencia, la libertad, la imaginación, el gusto, el
interés, el sentimiento, el gozo, la satisfacción, todo, todo lo que es humano; porque Cristo ha
venido a responder a toda exigencia humana y sólo cuando uno encuentra algo así, esta
Presencia es capaz de despertar todo el dinamismo para poderLo reconocer. Sólo así, nosotros
podemos dar nuestra contribución al bien del mundo, al bien de nuestros hermanos, porque
no necesitan la repetición formal de los contenidos de la fe, necesitan ver personas donde la fe
se convirtió en algo tan interesante que los desborda, lo manifiestan, lo trasmiten con su
forma de vivir, con su interés, que lleva a preguntar hoy: ¿pero, por qué vives así? ¿por qué eres
capaz de afrontar las circunstancias con esta novedad? Es así como surge en el presente la
misma pregunta que surgió en el pasado. Ahora, no delante de Jesús sino delante de su cuerpo,
de aquellos que pertenecen a su cuerpo, que viven con la misma intensidad, con la misma
novedad que Él ha introducido en la historia.
Si el cristianismo no es esto para nosotros podemos seguir posiblemente siendo
cristianos pero el interés de la vida se habrá desplazado. Como se desplaza, si no sucede otra
cosa, respecto al amor: de querer llegar a casa para poder ver a tu mujer, a retrasarlo lo más
posible para no verla. Se desplaza, a lo mejor no se separan, pero el interés ya no coincide con
ella. Lo mismo puede pasar con la fe. Podemos seguir en el ritmo cotidiano, participando en
ciertos gestos religiosos, cristianos, pero el interés ya no coincide con Él. Y si no coincide con
Él ¿qué significa Cristo? ¿por qué tiene que interesarnos? El único problema de la vida es
encontrar algo que pueda ser interesante, para el tiempo de la vida y para la eternidad. Esto es
lo verdadero. Si no sucede esto nosotros somos una mina flotante en valía de cualquier
circunstancia, esperando que la nada triunfe.
Pero nosotros, esta perspectiva no la podemos aceptar. No la presunción de una
afirmación voluntarista contra la nada -que sería ya la confesión de nuestra derrota porque no
tenemos una racionalidad que proponer-, sino porque nosotros hemos visto uno del que
hemos tenido que decir: ‘nunca hemos visto una cosa igual’.

Buenas tardes. Soy Agustín.

Buenas tardes Agustín.

Te quiero contar una experiencia que hice hace un mes o dos atrás, en el viaje de
“egresados” con mis compañeros de curso. El viaje de egresados es un viaje a modo de cierre de
cursada del secundario. Nos fuimos a Bariloche con una empresa de turismo.
Hace un par de semanas atrás, nos juntamos con algunos amigos del movimiento a cenar y
estábamos leyendo un libro tuyo -el del Retiro de la Fraternidad- y me llamó mucho la atención
cuando dice que “todo es pequeño para la capacidad del alma”. Porque me acordé de un
momento del viaje, habíamos subido a la montaña y -como hacemos en vacaciones del
movimiento donde hacemos silencio y miramos un momento el paisaje- me puse a mirar el
paisaje y justo pasaba una chica y le dije que no se lo perdiera porque estaba buenísimo, y me
daban muchas ganas de abrazar todo, pero era imposible, no se podía abrazar todo. Y me di
cuenta que aunque no era posible abrazar todo, no perdía valor el paisaje.
Lo que quería decir es que me di cuenta que está muy bueno estar educado así, porque así
puedo ser yo. Yo no me quiero perder nada, yo quiero ir y vivir todo. Y más allá de dónde esté o
con quien esté, quiero ser yo, no me quiero perder de nada.
Yo conocí a uno que cuando le pasaban estas cosas, delante de una cosa tan bonita decía
“a mí que me lo envuelvan que me lo llevo”, lo mismo te pasa a ti. Tú querías abrazarlo ¿no?,
para no perderte nada, te deseo que tú sientas la misma vibración de la frase que has citado.
Porque la frase que has citado es de Leopardi, el gran amigo de Giussani, que delante del
mundo infinito, del universo infinito, se daba cuenta de que todo es pequeño –no delante de
las cosas que tú has visto, sino delante del universo infinito-, decía: “todo es poco, pequeño,
para la capacidad del alma”. Por eso, decía otra cosa que te responde, porque aunque hubieras
podido abrazarlo, amigo Agustín, hubiera sido inútil. ¿Por qué? porque todo es pequeño para
la capacidad del alma, para lo que tú deseas. Decía Leopardi, continuaba Leopardi después de
esta frase: “y acusar a las cosas de insuficiencia y de nulidad, y sentir el vacío y el
aburrimiento”… porque las cosas no satisfacen, ni siquiera delante de algo espectacular (ni
aunque te lo hubieran empaquetado y te lo hubieras podido llevar a casa.
Y esto, como decía Leopardi, no es una desgracia, es el signo más grande de la grandeza
del hombre. Por eso, Agustín, la cuestión más importante es entender esto, que tú reconozcas
la grandeza de tus deseos, cómo todo lo que deseas es infinitamente más grande de lo que
puedas abrazar y que cuando muchas veces… ¿cuántas veces te ha pasado en la vida que has
deseado una cosa con todo tu ser y dices ‘el día que lo consiga estaré encantado, estaré feliz’… y
no siempre la vida te ha tratado mal… a veces lo has conseguido ¿no?, y ¿qué ha pasado? que
no basta. Tanto es así que has podido tener esta experiencia, que te hubiera gustado abrazar
todo y si lo hubieras podido abrazar, te habría pasado lo mismo, igual que los juguetes que te
regalaban de pequeño o igual que con otros regalos.
El problema es éste, por eso cuando uno lo entiende, cuando se da cuenta, empieza a
entender cuál es el problema de la vida. Porque todo lo que encuentres será poco, pequeño,
para la capacidad del alma, en relación a lo que tú deseas. Entonces, tú dices ‘yo no me quiero
perder nada’. Yo les decía a mis estudiantes, dando clases de religión a los chicos de tu edad:
‘os conviene, os conviene encontrar a Cristo, para que las cosas más bellas que os sucedan en la
vida no decaigan’. Porque si tú no haces el camino que he descrito antes, tú no podrás
encontrar algo que con el tiempo no te decepcione. Aunque no te lo pierdas, puedes
conseguirlo, como me dicen a veces las personas: ‘pero ¿por qué teniendo todo no me basta,
todo lo que deseo y no me basta? Tengo todo: una casa, un trabajo, una familia, una esposa
preciosa, los hijos… ¿por qué no me basta?’ Porque si no llega a descubrirse la respuesta a esta
pregunta, en el fondo, aunque lo tengas, con el tiempo pierde el interés. Cuanto más uno es
leal con esta frase de Leopardi “todo es pequeño para la capacidad del alma”, tanto más se
despierta en uno: ¿pero qué es? ¿qué es lo que puede responder a tanto deseo, a tanta
grandeza de deseo?
Esto es lo que te deseo que no decaiga, porque esto es lo que hace que uno sea joven,
que están todavía frescos, sin marchitar, los deseos. Que uno se mantenga con este deseo es la
única posibilidad de encontrar una respuesta que verdaderamente satisfaga, sino, te
contentarás con cualquier cosa que después te decepcionará. Hace falta audacia para vivir a la
altura de los deseos, para vivir a la altura de toda la exigencia que tenemos todos. Por eso es
tan difícil encontrar personas adultas que no sean escépticas. Porque se conforman y después
se decepcionan. Por eso, si no te quieres perder nada, la cuestión es descubrir aquello que
pueda hacer permanecer todo. Cuando lo encuentres me lo dices.

Soy traductora de inglés. Yo conocí el movimiento mientras estaba en la universidad y en


este momento lo vivo con los Jóvenes Trabajadores. Participé en los Ejercicios de la Fraternidad
de este año, y estoy tratando de seguir el recorrido que nos marcaste en los Ejercicios, pero
siento que me falta algo para llevarlo hasta el final.
Este año para mí tuvo un comienzo muy complicado, y con el tiempo se fue volviendo más
satisfactorio, y ahora que es así, me queda la sensación de que no logro ver cómo las
circunstancias son la oportunidad para un encuentro con Otro. Porque ahora que finalmente me
pasan muchas cosas lindas, me queda un sabor amargo. Al final del día lo que me pasó se agota
en lo que me pasó. Con más razones ahora, después de haber empezado el año de una manera
difícil, tengo el deseo muy fuerte de que las cosas lindas tengan un valor más importante, que no
dejen sabor a poco. Quiero entender qué es lo que me falta para ver en mi experiencia, que a
través de esas circunstancias, pasa Cristo. Tengo la sensación de que me estoy perdiendo algo, y
no me quiero perder nada.

¿y cómo puedes no perdértelo?


Y si tú tienes dolor de muelas y tomas una pastilla y no se te pasa ¿qué haces?

Voy al médico.

Este es el punto de partida, que hace que te muevas, porque el sabor amargo
permanece, continúa en nosotros y para la mayoría de las personas sentir que las cosas son
insuficientes, que me generan aburrimiento, es una desgracia; para Leopardi era el signo de su
grandeza de hombre, porque su grandeza se pone de manifiesto en que lo que deseaba era tan
grande que las cosas no le satisfacían; es el sabor amargo. Eso puede ser algo que hace que te
pares, te frena, algo triste, o puede ser algo que tú puedes reconocer -como te decía con el
ejemplo banal- que te hace buscarlo, que hace que no te pares en el recorrido.
Porque ¿qué es lo que nos pasa muchas veces? nosotros tenemos el encuentro cristiano,
se nos propone hacer un recorrido pero como tú dices: ‘me falta algo para hacer el recorrido’.
Y esto se pone de manifiesto en lo que tú explicas, ¿qué es lo que te impide detenerte en el
recorrido, lo que hace no dejar el recorrido –como decía un amigo italiano-, lleno de agujeros?
Que la vida urge, que la vida aprieta, que el sabor amargo no te corresponde. Entonces, esta
pregunta es la que te hace buscarlo continuamente, para poder encontrar, para poder saber
quién es Cristo. Cuando eras pequeña y te sentías sola, ¿qué hacías?, ¿o cuando llorabas o
tenías hambre o tenías otra necesidad? ¿esto era un obstáculo para buscar a tu madre o era lo
que te urgía a buscarla? Todas estas cosas que te han pasado en la vida, ¿han sido un
obstáculo para buscar a tu madre o era lo que te hacía buscarla? Y ¿cómo tu madre se ha
convertido en tu madre, en lo que ha sido y lo que significa tu madre? Tú no puedes pensar en
tu madre en abstracto, decir ‘madre’ está lleno de hechos, de evidencias, de cuidados, de
respuestas a todas las necesidades que has tenido. Sin esas necesidades, sin el dolor, sin tus
necesidades más particulares, tu madre no sería tu madre, como es ahora. ¿Te lo ha impedido
algo? Todas las cosas que te han pasado ¿han sido un obstáculo o han sido lo que te ha
impulsado, una y otra vez, a buscarla? Para esto son las circunstancias. Las circunstancias se
nos han dado para esto, para que todo se convierta en un camino, en algo –el Señor no te
manda un ángel- que hace que desde dentro de tu experiencia te des cuenta que te falta algo y
lo buscas, como buscabas a tu madre. Es así como después de hacer el encuentro cristiano,
continúas tu camino, para dar la oportunidad a Cristo de mostrar quién es Él. Porque si tú no
hubieras buscado a tu madre, no le habrías dado a tu madre la posibilidad de expresar todo lo
que te quería, y poder darte la posibilidad de alcanzar sobre ella una certeza que antes no
tenías.
Si tú dejas esta pregunta, si tú dejas este sabor amargo como si no tuviera nada que ver
con tu fe, con tu relación con Cristo, si tú prescindes de lo humano que tú tienes, no podrás
saber quién es Cristo. Sólo podrás decir Cristo, como si fuera una definición, o algo que has
aprendido en un libro, pero no como el resultado de una experiencia que has hecho, como la
verificación de que es Él el que responde a todo lo amargo, a cualquier sabor amargo que
tengas. Sin hacer esto nuestra fe es irracional y por eso ¡claro que falta algo en el recorrido!.
Para eso son las circunstancias, para que cualquier circunstancia –como con tu madre- pueda
ser una ocasión de descubrir más. Porque lo que hemos descubierto de Cristo es mínimo
respecto a lo que nos queda.
Porque ¿tú podías imaginar cuando eras pequeña lo que era tu madre? Cuanto más
tiempo has tenido, más ocasión le has dado a ella de manifestar todo lo que era, de
desplegarse delante de tus ojos. Si tú no le permites a Cristo desplegarse ante de tus ojos -
porque vas constantemente ante de Él con toda tu necesidad- no lo conoces, repites lo que
otros te dicen de Cristo, como un loro, pero no experimentas quién es Cristo; y como Cristo se
descubre sólo en la experiencia que hacemos de Él, tú podrás descubrir por qué es razonable,
por qué es conveniente la fe en Cristo sólo si usas todo, el sabor amargo y las cosas lindas para
buscarLo. Pero muchas veces a nosotros nos cuesta entender, porque digo ‘si yo ya tengo la fe,
si ya conozco a Cristo ¿por qué no tengo ya resuelto esto?’ Si yo ya conocí a mi madre ¿por qué
tengo que pasar por todo esto? No es que tengas que pasar por esto, es que pasa esto en la
vida, la vida es esto y tú teniendo que vivir esto empiezas a descubrir qué valor tiene tu madre
para vivir las cosas que te pasan en la vida. Tú has encontrado a Cristo, pero el haber
encontrado a Cristo no elimina la vida, no te elimina los problemas, no te elimina las
circunstancias y esto es lo que te permite conocerLo. Porque si tú no lo conoces, si tú no
verificas que sirve, que responde a cada una de las circunstancias, no lo conoces, lo conoces
según tu imaginación. Pero Cristo puede responder a mucho más de lo que cabe en tu
imaginación y esto es lo que hace que si la vida se vive así, crezca el afecto a Cristo como crece
el afecto a tu madre, como crece el amor a tu madre. La vida no derrota a Cristo, la vida no nos
hace desconfiar. Como sucede con la madre: cuánto más tiempo, cuántas más circunstancias
pasan, más se pone de manifiesto y por tanto, más crece la certeza. Si tú usas cada
circunstancia, cada circunstancia te da la oportunidad de crecer más en la certeza de lo que es
Cristo y por tanto quedarás cada día más fascinada por Él. La vida es este recorrido, la vida se
nos ha dado para conocerlo, para entrar en una relación cada vez más profunda. No
desconectada de la realidad, no pensando en abstracto. Cristo es el Señor de la historia se
manifiesta en la historia, no en mis pensamientos, no en la meditación que hago en abstracto,
es el Señor de la historia, y por tanto es en la historia donde yo puedo verificar su realidad,
que es real, que es el Señor. Y esto es lo que acaba tocando el corazón ¿te interesa?

Soy Augusto de Buenos Aires. Desde hace quince años soy empresario, fabricamos
exhibidores, muebles. La pregunta la hago también de parte de varios amigos empresarios que
desde hace varios años, nos acompañamos ayudándonos a emprender y caminar juntos.
Hoy vivo una realidad complicada, con gran fatiga. Aunque la empresa funcione, logre
éxitos, no alcanzo la satisfacción, hay problemas de todo tipo: problemas sindicales, financieros,
de estructura, con los clientes, etc. La pregunta es qué trabajo tenemos que hacer, para que
dentro de estas circunstancias, dentro de esta realidad compleja, encuentre significado, un
sentido para seguir navegando.

Y ¿por qué sigues en esta situación?


No es una broma, porque para seguir hace falta una razón. Dices: ‘no me satisface”, te
digo de antemano: aunque te fuera bien no te satisfacería. El problema es que siempre
pensamos que Cristo es como un tapa-agujeros, cuando las cosas van mal. Aunque te fuera
bien, aunque tuvieras un éxito total, sería pequeño para la capacidad del alma.
Por tanto, la satisfacción que encuentras, no es la razón para seguir. Si yo encuentro la
satisfacción en otra cosa, entonces yo puedo seguir, si yo encuentro la satisfacción en Cristo,
tengo la razón adecuada para seguir arriesgando. A muchos amigos nuestros se le ofrecen
todas las oportunidades, todas las tentaciones, los buitres aprovechan la situación. Los bancos
le dicen ‘cierra, te damos el dinero y vives como un dios’. Y si no son los bancos son los
sindicatos por lo que ganan ellos -los buitres pueden tener muchas caras. Y uno dice y ¿por
qué tengo que seguir? Una circunstancia como ésta pone de manifiesto quién es Cristo para
nosotros, si uno ha hecho experiencia de Cristo, y si uno es libre de estas circunstancias. No es
que nosotros hagamos la teoría en abstracto, es aquí, cuando llegan estas circunstancias
cuando pongo de manifiesto, en el tapete de la realidad, delante de los demás compañeros
empresarios, si tengo una razón para vivir y para arriesgar y para seguir haciendo la empresa.
Sólo si uno se da cuenta que lo que verdaderamente satisface es Cristo, como una
experiencia real, yo puedo seguir teniendo la razón de seguir arriesgando para poder dar
trabajo. Si yo cerrara podría estar mucho más cómodo, podría vivir como dios, olvidándome
del mundo, pero si tú vivieras como un dios, no podrías olvidarte del mundo, porque mientras
tanto los demás están en la nada… tú no puedes estar contento si prescindes del mundo. Aquí
nos damos cuenta de que lo que dijimos al principio no son juegos florales, o brindis al sol,
como si no tuviera nada que ver la fe con la realidad.
Una fe que es sólo añadido, que es sólo un sombrero, cuando llegan estos momentos no
sirva para nada porque actuamos con la misma lógica de todos, católicos y no católicos, todos
pertenecemos a la misma religión: el poder, el éxito, la ganancia. Aquí, en estas circunstancias,
es cuando se pone de manifiesto la diferencia. Entonces, esta diferencia se convierte en el
testimonio de Cristo porque para hacer esto tú -que no eres estúpido- tienes que tener una
razón adecuada a tu exigencia humana. Sin vivir la fe como una experiencia, nosotros no
podemos contribuir al bien del mundo y formamos parte del problema y no de la solución.
Las etiquetas, amigos, ya no sirven mucho. La gente ya no cree en las etiquetas, cree en
algo que toca con la mano, en una experiencia vivida. Tampoco tienes la fórmula para salir de
la crisis, ni te puedes agarrar a no sé qué, no. ¿Por qué es razonable seguir arriesgando en una
situación en la que lo que te pide el cuerpo, lo que te pide el banco, lo que te piden los
sindicatos, es que cierres? Sólo una razón adecuada como experiencia de vida puede darte la
oportunidad de esto. ¿Y qué trabajo hay que hacer? El que dijimos antes, porque sin la fe
vivida como una experiencia esto es imposible. Tú, a esta pregunta no es que no sepas la
respuesta, ya sabes la respuesta, la respuesta es cerrar y sólo es cuestión de tiempo, ver hasta
cuándo resistes. Porque sin una razón adecuada, es un problema de generosidad, de
voluntarismo, no de razón. Si yo no tengo una razón adecuada, que me sostenga en la travesía
del desierto, cuando todos los buitres me rodean… es aquí donde una compañía entre amigos
empresarios puede ser decisiva para poderos acompañar y sostener.

Soy abogado, trabajo en el Poder Judicial, me ha tocado participar de dos situaciones


bastante problemáticas de dos compañeras de trabajo, una de ellas está en una situación
familiar muy difícil, otra tiene un hijo con un cáncer. Ha sido muy provocativo para mí en este
tiempo, porque lejos de asistir como espectador, podía verificar que ellas dos y yo compartíamos
la misma exigencia de significado. Hubiera querido acompañarlas mucho más de lo que logro
hacer, y claramente me doy cuenta que no puedo resolver las circunstancias de ellas. No puedo
más que acompañarlas y estar al lado de ellas.
Sin embargo la diferencia es que yo soy depositario de una hipótesis de significado que
ellas no tienen. Y yo he visto como posibilidad en mi relación con ellas, hacer esto más evidente.
¿Crecer en mi humanidad significa hacer que brote el significado de las cosas, apoderarme
del significado de las cosas? para que esta certeza pueda ser buena para mí, buena para las
personas con las que me encuentro y con eso construir una realidad humana más evidente.

¿Qué significa apoderarte del significado de las cosas, qué quieres decir? ¿Será más bien
el significado que acontece en ti?
Salir de la incertidumbre. Porque es evidente que esta posibilidad de disfrute o de dolor,
que no la elijo yo, yo lo que veo es que ni el dolor extremo ni el gozo inmediato me definen como
presente. Quiero saber si cuando habla de crecimiento humano, de mi humanidad, se dice en
estos términos, si crecimiento humano es esto.

El crecimiento humano es –no que crecen los pelos, no que crece la piel, crece el
hombre- la capacidad de la razón, la capacidad de descubrir un significado, la capacidad de
moverse en la realidad, de amar más todo lo que tocamos, lo humano en el sentido mas noble
del termino. Que lo humano crece significa que todo lo que vivimos nos sirve para
incrementar nuestro propio yo. Esto es que crezca que lo humano, y por tanto yo estoy en
condiciones de poder mirar más la realidad, de poder arriesgar con más razones –como decía
antes a Augusto-, poder afrontar las circunstancias de la vida con un peso –un peso específico
decía don Giussani-, un peso específico, una memoria, como una persona a la que le ha
sucedido algo, cuanto más vive, más está determinado por ese peso específico que determina
la vida. Todo sirve para crecer, todo es útil. Para mí, una de las cosas más decisivas es
descubrir que todo es útil para crecer en esta experiencia si nosotros lo vivimos y lo
juzgamos, porque todo se me ha dado para crecer, todo se me ha dado para incrementar mi
vida. La vida no es para decrecer, no para arrugarse, no para acabar en un rincón casi
pidiendo perdón o esperando a que se acabe, la vida es para vivir una aventura apasionante
en la que todo –absolutamente todo, con los aciertos y errores- todo sirve como camino al
destino. Eso es crecer, y por tanto, que la vida pueda adquirir cada vez más una intensidad que
era desconocida.
El problema es que la mayoría de las personas, en un cierto momento, no habiendo
encontrado aquello que les permite dar un significado, se detienen decepcionadas y son
escépticas. Basta ver a un padre con su hijo adolescente, al que le dice ‘bueno, la vida ya te
acomodará, es un problema de tiempo’. Esta es muchas veces, la imagen del adulto delante de
la explosión de los deseos del adolescente, que tendrá todo el carácter de la imaginación que
se quiera, pero ¡son verdaderos!, son frescos, tienen la exigencia de totalidad todavía dentro.
Muchas veces encontrar un adulto es encontrar una persona que ya ha decaído de esta
posición original. Por eso el problema de la vida es encontrar algo que en vez caer de esta
posición original, sea un incremento de una aventura en que cada día uno tenga más ganas de
entrar en la realidad, de dar batalla, de levantarse por la mañana para descubrir más, para
poder participar en un crecimiento, es una intensidad de la vida para consigo mismo y con los
demás, que pueda convertir la vida en algo apasionante. Ésta es la cuestión. Si no es así, cada
circunstancia nos va arrugando.
El problema es qué es lo que hace posible una experiencia así. Sólo si uno encuentra un
lugar que constantemente - cualquiera sean las circunstancias- pueda hacerle surgir toda la
energía. No hay otra modalidad. Sólo hay una posibilidad para esto -siendo nosotros frágiles,
que por tanto decaemos- sólo existe una posibilidad, y es que aquella novedad que Cristo ha
introducido en la historia, por la cual uno ha quedado fascinado y que ha introducido una
vida, una fiebre de vida que ha crecido con el tiempo… si esto que introdujo Cristo en la
historia continúa presente como una realidad en un lugar donde uno pueda participar, que
uno pueda ver en rostros concretos, donde encontrando esos rostros, encontrando esa
humanidad, pueda volver a resurgir del decaimiento. Sólo si Cristo permanece entre nosotros,
sólo la contemporaneidad de Cristo hoy puede hacer posible el incremento de lo humano, sin
esto, como estamos viendo delante de nuestro ojos, cuanto menos incidencia tiene la tradición
cristiana –por el formalismo a lo que la hemos reducido muchas veces- vemos como lo
humano decae.
El interés por las cosas decae, cada vez hay menos interés. De este decaer de lo humano
¿cuál es la razón histórica? Que cuanto menos incidencia tiene la tradición, más el hombre
está desamparado y más depende de sus energías. Y como las energías son las que son, las
conocemos todos, no es un misterio que decaigan, que acaben agotándose. Ningún misterio, es
simplemente que nosotros hemos sido tan presuntuosos como para pensar que todo esto
dependía de nosotros, nacía de nosotros, tenía su origen en nosotros, y hemos pensado que
podíamos desengancharnos de la tradición cristiana sin que pasara nada. Ahí lo vemos, lo
tenemos todos delante. O uno reconoce que sólo si es verdad que “yo estaré con vosotros
todos los días hasta el fin del mundo” y hace posible el renacer de esto, podrá incrementarse
el yo, o sino inexorablemente, asistiremos al decaer del yo.

Quiero agradecer mucho la oportunidad que nos das, de estar tan cerca tuyo. Soy de una
comunidad que está naciendo, hace cuatro años. Empieza a pasarnos una cosa -que un poco
fuiste ya respondiendo- que ante esto maravilloso que vamos descubriendo nosotros, y que nos
convencemos cada vez más que tenemos que estar profundamente agradecidos por el
movimiento por lo que nos hizo descubrir, nos causa también un gran dolor que es lo que
mencionas en el retiro –todavía no pudimos pasar de la introducción porque es muy profundo-
que es el tema de la anestesia. Lo vemos muchas veces ante gente que tiene la necesidad de hacer
nuestro mismo camino, pero por ignorancia, porque todavía no tenemos claro el mensaje,
porque no hemos llegado… nos quedamos ahí viendo como dan media vuelta y se van, o nos
miran con una incomprensión total como diciendo ‘ni siquiera se entiende lo que ustedes están
pretendiendo vivir’ como ese bombardeo del que hablaba don Giussani, que ha calado tan hondo,
que esta anestesia total… Si bien estoy convencido que como decís vos, no puede durar siempre,
la veo como que en muchos casos dura tanto que pasa como en El Señor del mundo, donde la
esposa de este gran político finalmente se suicida. Y en muchos casos, nosotros vemos ese ‘pero
sí…”…

Me parece que lo que decía en la anterior respuesta sirve también. Que yo decaiga o que
esté anestesiado ¿qué misterio hay? Es como asombrarse de que el agua moja. Que la
fragilidad sea frágil ¿qué misterio existe? ¿dónde está el misterio en eso? Aquí la única cosa, es
si existe otra cosa, que cualquier cosa suceda, aunque yo caiga en la anestesia, que suceda
algo que yo pueda tocar con mis manos de un modo impredecible y que me pueda hacer
resurgir de mis cenizas. Esta es la única esperanza para nosotros. Que decaigamos es normal,
¿dónde está el asombro? Aquí la única cuestión es esto: si uno… veamos a Pedro, apenas había
reconocido que era Cristo, ‘tú eres el Mesías’, y no había acabado de hablar y ya Jesús le estaba
diciendo ‘apártate de mí, que piensas como los otros y no como Dios’. ¿Qué misterio existe?
Jesús no se asombra de esto.
La única cuestión es que Jesús permanece, también para Pedro. Eso no le ahorra a Pedro
ser el primero que piensa como los demás, que tenga la presunción de pensar que puede ser
fiel por su energía y que acabe negándole… todo esto, después de haberlo encontrado,
después de haberle reconocido. A nadie se le ahorra esto. Pero ¿qué es lo que permanecía para
Pedro? ¿Cuál era la esperanza para Pedro? ¿Que no fallara?, ¿que no decayera? La esperanza
pera Pedro era Él, que permanecía y que ninguno de los errores de Pedro le hacía cambiar de
actitud hacia Pedro y esto fue lo que salvó a Pedro. Esta paciencia infinita de Cristo, esta
ternura sin límites, en esta relación con Él que sin alejarse a pesar de todos los límites, sin
escandalizarse de nada… es como si el afecto a Cristo, el amor a Cristo fuera más grande que
todos sus errores.
El problema es que cuando reducimos el cristianismo sólo a ética, no tenemos nada. El
cristianismo no será jamás esta reducción ética, moralista, será esta presencia, y cualquier
error es desafiado de nuevo por Su Presencia. Cualquier equivocación, o cualquier mal o
cualquier negación, es desafiada de nuevo por Cristo: ‘Pedro, ¿me amas más que estos? ¿me
amas?’ Sólo así Jesús generó a Pedro. Un Pedro que el instante después de reconocerlo, ya
estaba hablando a Jesús como Satanás, pero que poco a poco le fue generando hasta dar la
vida por Cristo.
La cuestión hoy es si el cristianismo es capaz de generar a un Pedro. No sin límites, no
sin goteras, no sin fallos, sin escandalizarnos de nada, sino si es capaz de generar a un Pedro,
que puede ser una roca en medio de la realidad. Esto es lo que os deseo para los próximos 25
años.

¡Última!

Soy Perico Huerta, de Córdoba, tengo una consultoría que hace obras de infraestructura.
Eso significa una relación permanente y tortuosa con el gobierno de turno… Lo único que me da
certidumbre en todo esto, es esta seguridad de que las circunstancias –como Don Giussani y vos
nos han repetido y lo he verificamos- son siempre una evidencia del camino que el Señor quiere
para nosotros, como El quiere. Sin embargo, en este tiempo de tanta convulsión en nuestro país
por algunas cosas me ha impactado fuertemente que está pasando a un amigo querido que con
mucho esfuerzo montó una red de radios, más conocida como Cadena 3 en el interior, que hace
un servicio a la comunidad y que por las circunstancias… El Estado dice, dice la nueva ley, “esto
lo vamos a desarmar, si se aprueba esta ley”. A este amigo, que yo respeto bastante y para
nosotros hace un servicio ¿cómo lo podemos acompañar? ¿Cuál es la actitud de nosotros como
amigos, participantes de esta experiencia en una circunstancia de éstas? ¿Cuál es el paso que
debemos dar ante esta circunstancia?

Soy Myriam de Buenos Aires. Yo tengo una entrañable amiga, que ha estudiado física y se
dedica a la fotografía. Yo también me dedico a la fotografía y estoy haciendo su camino inverso
porque me estoy empezando a adentrar en la física. Y bueno, es una persona muy inquieta, que le
interesa todo excepto la Iglesia. Pero vive una relación conmigo muy linda, muy atractiva. Y a mí
me pasa que para mí Cristo es algo vivo y lo reconozco y lo constato todos los días en la realidad.
Y es esto lo que a mí me sostiene y me hace vivir y me lo hace comunicar, no importa a quien.
Pero a veces pasa que cuando yo leo algo, por ejemplo, el retiro de la Fraternidad o algún otro
texto, en algunos puntos es tan radical, que yo digo, ‘no, esto no se lo entrego porque voy a
provocar el efecto contrario’. Y bueno, de hecho me pasó, como en el último retiro de la
fraternidad citaba a unos físicos, entonces le di esa parte del texto para que lo leyera y me
defenestró, o sea, te defenestró a vos, mejor dicho...

¡Dile que venga!

Frente a esta cosa tan radical que para mí, yo la vivo, es así, yo pienso que al comunicarlo
no puedo hacer así, porque provoco el efecto contrario. Yo amo a esta chica y para mí es un dolor
pero también la acompaño, es como un ansia.

Gracias Myriam. Las dos preguntas están muy relacionadas. Empiezo por ésta. Como
veis, es evidente, lo que dices es cierto, uno tiene que tener una racionalidad en lo que puede
considerar adecuado para otra persona. Como Jesús la primera vez no les habló de la
Trinidad. No es que Jesús renunciara a algo para hacerlo digerible, sino que simplemente los
introdujo en un modo humano en el misterio total de lo que quería revelar. No les dijo
inmediatamente que era Dios, simplemente se empezó a poner delante con una presencia
para poder despertar en ellos la curiosidad de quién era, hasta hacerles surgir la pregunta.
Por eso la mejor forma de comunicarlo eres tú. Y aquí es donde también es interesante darnos
cuenta en la celebración de los 25 años del movimiento en Argentina, ¿cómo es posible que el
movimiento pueda seguir siendo interesante? Me venía estos días -que estoy de celebraciones,
antes en Paraguay y ahora aquí, y hablando con otros amigos, antes, en Brasil- que quién iba a
pensar, quien iba a poder imaginar, en 1954, cuando veían a un cura con la sotana andar por
Milán con un gramófono que aquella modalidad era la forma de transmitir el cristianismo a
través de la belleza de la música y de interesar a los jóvenes laicos, milaneses, por Cristo.
Giussani inventó una modalidad de comunicación de la fe que no podía ser reducida a las
cosas ya sabidas, que uno podía decir inmediatamente ‘esto ya me lo sé, no me interesa’.
Inventó, recreó, generó una modalidad de vivir la fe y de transmitirla, que fue lo que atrajo el
interés, como lo ha atraído para nosotros. A nosotros el movimiento nos ha fascinado porque
hemos encontrado a un hombre que vivió la fe en un modo que ha sido irresistible, tanto que
estamos aquí. Nosotros ahora, podemos repetir, ser repetidores de Giussani, pero así no
ganamos nada. Nosotros tenemos que recrear, para que el carisma continúe tenemos que
recrearlo. Y entonces esta amiga se te da a tí para que lo recrees, para que veas -como se da a
Pedro el compañero- cómo se puede acompañar. No es que Giussani nos de instrucciones para
el uso en cada una de las circunstancias. Nos ha mostrado un modo, que si nosotros lo
seguimos, nos convertiremos en hijos y como hijos generaremos constantemente el carisma.
Si no lo generamos constantemente nuevo, el carisma con el tiempo empezará a morir,
empezará a no interesar porque será solamente la repetición de gestos aprendidos. Por eso, el
desafío que tenemos en este momento preciso, todos nosotros, es que tenemos que tenemos
que tomar una decisión delante de Giussani. Vosotros habéis llegado a los 25 años y cada uno
tiene que tomar una decisión delante de Giussani: ‘pero, para mí ¿qué relación quiero tener
con Giussani, con lo que él ha hecho y con lo que nos ha dejado?’ ¿Me explico…? No es que
ahora uno tenga que imaginarse no sé qué cosa, o reducirlo al sentimiento que produce... No,
Giussani nos ha dejado una autopista para caminar en estos momentos, en las circunstancias
que estáis describiendo. Pero nosotros muchas veces a Giussani nos lo hemos tomado
deportivamente, hemos leído alguna cosa, después repetimos alguna frase ¿no? Pero
tomarnos en serio, una confrontación y un seguimiento para aprender de él, para ser
verdaderamente sus hijos y que él nos genere como un padre, me parece que todavía tenemos
mucho que aprender. En los próximos 25 años no sé si lo conseguiremos.
Nosotros lo que hemos aprendido de Giussani es un cinco por ciento. Por eso si nosotros
no seguimos, a este tipo de preguntas, que cada vez serán más, porque la situación cambia
cada vez más y muchas de las cosas son distintas para los desafíos que la realidad nos está
poniendo, si nosotros no seguimos, y por tanto cuanto más hijos más libres para recrear el
carisma, siendo fiel a su padre, no tendrá interés, ni para nosotros, ni para los otros, porque
no basta que le des el texto, como veis. Hace falta que tú, que viéndote a ti, se pueda preguntar
pero tú ¿por qué eres así?, entonces tú le puedes enseñar quién es tu padre. No es una
repetición. Porque tú le puedes llevar el texto y ves… te ha defenestrado… y ahí está tu
desafío: ¿la primera que pasa te defenestra? Tú ahora lo puedes tomar como una derrota o
como un desafío. ¿Es verdad lo que hemos dicho en los Ejercicios? ¿es verdad? ¿puede estar en
pie delante de mi amiga la física? ¿o es sólo para consumo interno? ¿esto es verdad sólo para
nosotros o se puede poner delante de la plaza pública delante de cualquier hijo de vecino?
Sólo podemos afrontar la realidad si nosotros tenemos esta certeza y hacemos el camino no
formalmente, de repetición formal, que cuando la primera que nos pone una objeción nos
derrite…. No nos basta esto para estar en la realidad como ves. Porque si tú de ésta sales
derrotada, no vuelves a abrir la boca. Si tú esto no lo aprovechas para hacer todo el camino:
‘¿es verdad lo que me ha dicho? ¿por qué es verdad?…’
Como hago yo, no es que don Giussani me haya dejado instrucciones para el uso… no es
distinto lo que tenemos que hacer cada uno de nosotros. Esto es lo apasionante de la aventura
y lo apasionante del momento histórico que nos ha llamado a vivir porque no nos basta
repetir. No nos basta manejar el discurso y habernos apropiado de su contenido. Primero
porque no nos lo hemos apropiado, porque lo reducimos, y segundo porque tampoco sirve, ni
a nosotros, y menos a los demás.
Por eso, lo mejor está por venir; si nosotros aceptamos ser hijos verdaderamente,
podremos ver como Giussani continúa siendo padre.

Vous aimerez peut-être aussi