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Más allá del artículo mencionado de la Ley Orgánica Municipal no existe otra norma
emanada de los órganos estatales que regule el funcionamiento del presupuesto participativo.
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Es la propia sociedad, de manera autónoma, quien dicta su reglamento. Ello por cuanto no
entiende al presupuesto participativo como una obra acabada, perfecta e indiscutible7, sino
—muy por el contrario— un proceso en constante mutación y superación de lo nuevo sobre lo
viejo.
De este modo, año a año el ejecutivo y los representantes de la sociedad civil efectúan
una evaluación crítica del proceso a través de una Comisión Paritaria. Asimismo el Consejo
del Presupuesto Participativo discute y eventualmente introduce, sin condicionamientos del
Ejecutivo –sus representantes en el CPP no tienen derecho a voto- o del Legislativo,
modificaciones en el reglamento, los criterios de distribución de los recursos entre las
regiones, etc.
Por esta vía se fueron incorporando criterios como los consejeros con delegación
imperativa, la sustitución o revocatoria de mandatos cuando los consejeros abandonan o no
cumplen las funciones asumidas, la incompatibilidad para ser funcionario y consejero, la
utilización de criterios de proporcionalidad ante la falta de consenso para elegir a más de un
consejero, o el espíritu de solidaridad a la hora de definir variables (población, carencia de
equipamiento público) para jerarquizar obras y servicios8.
2.2 El desarrollo
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La base institucional: se trata de la propia Intendencia, que tiene sus planes directores
e iniciativas para las diversas áreas, pero que debe discutirlas con la ciudadanía.
Las deliberaciones se desarrollan en cuatro etapas. En la primera de ellas (primera
ronda), el Ejecutivo rinde cuentas del Plan de Inversiones del año anterior ante las asambleas
barriales y comisiones temáticas, y presenta el plan del año siguiente. Se presentan los
criterios y métodos para el presupuesto y se eligen los delegados. En la siguiente fase (rondas
intermedias) se discuten y definen en los barrios y comisiones temáticas las prioridades de
inversión, con la información otorgada por el gobierno. A continuación (segunda ronda) se
elige el Consejo del PP y se entregan las prioridades y obras definidas por las regiones y las
comisiones temáticas. Por último, el CPP compatibiliza las propuestas con el gobierno y se
discute y elabora el plan de inversiones del año siguiente.
La base normativa del instituto viene dada en la Ciudad de Buenos Aires en primer
término por el artículo primero de su Constitución, que aquélla “organiza sus instituciones
autónomas como democracia participativa”, en tanto el artículo 11 impone al estado local la
obligación de remover “los obstáculos de cualquier orden” que impidan “la efectiva
participación en la vida política, económica o social de la comunidad”.
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10
Respecto al tema que nos ocupa, el artículo 52 de la Constitución de la Ciudad
establece “el carácter participativo del presupuesto” y agrega que “la ley debe fijar los
procedimientos de consulta sobre las prioridades de asignación de recursos”11.
De allí se aprecia que el convencional no ha previsto un modo en particular para
concretar la intervención de la ciudadanía en la elaboración del presupuesto, elección que
reservó al legislador12, con la sola condición de no utilizar los mecanismos de iniciativa
popular, referéndum vinculante y consulta popular no vinculante13.
Tampoco surge de la norma citada el carácter de la consulta, esto es si es a mero título
informativo o si se trata de un expresión vinculante de la voluntad ciudadana, que implica
algún tipo de obligación para la administración. No resultaría compatible con el espíritu que
abriga el estatuto porteño interpretar que el término “consulta” necesariamente implica una
opinión no vinculante14, por lo que la cuestión será zanjada oportunamente por el legislador,
quien no encontraría óbice constitucional en conferirle carácter vinculante al producto del
procedimiento que en definitiva se adopte15.
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ciudadanía y, en caso de apartarse total o parcialmente del resultado de la consulta, fundar tal
circunstancia.
c) Establece que la participación no se limita a la elaboración del presupuesto sino que
incluye el posterior seguimiento de su ejecución. Se trata de la necesaria otra cara de la
moneda, el monitoreo durante la ejecución del presupuesto por parte del ciudadano del
cumplimiento efectivo de las prioridades oportunamente definidas.
Sin perjuicio de lo expuesto, pareciera que estas pautas sólo resultarán válidas en
tanto no esté sancionada la ley específica de presupuesto participativo, toda vez que el
legislador podría apartarse de ellas al reglamentar el instituto en particular.
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El proceso de asambleas barriales consta, sintéticamente, de tres etapas. La primera
está dada por el Plenario de Apertura en el cual se informa sobre la metodología de trabajo y
se recopilan los diagnósticos existentes el barrio. Asimismo los interesados pueden anotarse
en las comisiones temáticas que les interesen.
La segunda etapa consiste en el trabajo de las comisiones temáticas –en cada área
barrial- que definen las acciones y proyectos prioritarios del respectivo núcleo temático –de
escala local y de escala urbana con incidencia local- para su posterior tratamiento en la
asamblea de cierre. Cada comisión elige un delegado temático.
El Plenario de Cierre constituye la tercera etapa, en la cual pueden participar –previo
registro- quienes residan, trabajen o desarrollen su actividad de interés en el área barrial
correspondiente a la Asamblea. Allí los delegados temáticos exponen los resultados de sus
comisiones y los participantes votan acerca de qué propuestas escogen priorizar. Este es el
insumo principal a partir del cual se elaborará la matriz del presupuesto participativo. Aquí
también se procede a la elección de un consejero titular y un suplente que representarán al
área barrial en el Consejo del Presupuesto Participativo.
El Consejo del Presupuesto Participativo está integrado por el Secretario de
Descentralización y Participación Ciudadana, cincuenta y ún consejeros barriales elegidos en
los plenarios de cierre, nueve consejeros designados por el Gobierno de la Ciudad y cuatro
representantes de organizaciones no gubernamentales, sociales, vecinales o redes socio-
gubernamentales.
Son sus funciones coordinar, difundir y organizar el procedimiento, dictar y modificar
su reglamento, compatibilizar las propuestas y prioridades provenientes de las asambleas,
elaborar la matriz presupuestaria del presupuesto participativo y proponer modificaciones o
reformas en el sistema tributario.
GARCÍA DE ENTERRÍA reconoce tres formas de actuación ciudadana sobre las funciones
administrativas: una actuación orgánica, ordenada sobre el modelo corporativo, en que el
ciudadano se incorpora a órganos estrictamente tales de la administración; una actuación
funcional, en que el ciudadano desempeña funciones administrativas desde su propia posición
privada, sin incorporarse a un órgano administrativo formal; y, en tercer término, una
actuación cooperativa, en que el administrado, sin dejar de actuar como tal y sin cumplir
funciones materialmente públicas, secunda con su actuación privada el interés general en un
sentido específico que la administración propugna19.
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Si bien en eso términos la participación que plantea el presupuesto participativo podría
encuadrarse como una actuación funcional 20, las particularidades del instituto revelan que se
trata de una forma distinta. Es que, el presupuesto participativo implica una importante
transferencia de ejercicio de función administrativa a una esfera pública no estatal —
constituida por un complejo entramado de asambleas barriales, comisiones temáticas y
consejo del presupuesto participativo— en lo que respecta a la definición de prioridades
presupuestarias y su posterior seguimiento y control. Allí el ciudadano no actúa en forma
individual por afuera de la administración, sino que interactúa con ella en órganos que le son
externos.
Al respecto se ha afirmado que con el presupuesto participativo tanto el legislativo ha
perdido poder, pero no para concentrarlo en el ejecutivo. Ambas instituciones cedieron poder
a una tercera parte, que no es una institución del estado, sino un ámbito mediador entre la
sociedad y el estado. Que trabaja por fuera del ámbito estatal con la función de organizar las
demandas de la comunidad y canalizarlas hacia las instituciones del estado. El amplio proceso
de consulta y negociación popular que precede a la definición formal y la ejecución de los
proyectos garantizan una legitimidad mucho mayor para las decisiones y las instituciones que
las toman. En otras palabras, el presupuesto participativo crea un vínculo que reduce la
distancia entre la sociedad y los órganos estatales, volviendo más legítimo y transparente el
proceso de toma de decisiones21.
Aquí radica, en nuestra opinión, el carácter profundamente innovador del presupuesto
participativo para el derecho administrativo. No se trata ya de la cesión del ejercicio de
función administrativa a personas públicas no estatales o inclusive a personas jurídicas del
ámbito privado, sino de su ejercicio por parte de algo más inasible y dinámico: la propia
sociedad civil autoorganizada.
Por otra parte, estimamos que se trata de un procedimiento esencial que debe
cumplirse con carácter previo a la emisión del acto administrativo22 que constituye la remisión
a la Legislatura del proyecto de presupuesto, en los términos del artículo 7º, inciso d) de la
Ley de Procedimientos Administrativos. Para el dictado de tal acto la administración deberá
ineludiblemente cumplir previamente con este complejo procedimiento especial, previsto en
la constitución de la Ciudad y en la ley 70, cuyo resultado podrá o no tener carácter vinculante
para la administración, conforme lo determine la legislación específica que oportunamente se
sancione23.
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5. Presupuesto participativo y Poder Judicial
6. Algunas conclusiones
A poco más de veinte años de la restauración democrática en nuestro país surge como
uno de los numerosos déficit que el aniversario resalta24, el de la construcción de una
administración sustancialmente democrática.
Resulta necesario efectuar una aclaración preliminar respecto a qué consideraremos
una administración democrática a los fines de nuestro planteo. Adoptamos sobre el punto
como un prerrequisito básico y formal la designación por medio de elecciones libres de su
titular y de los representantes que sancionan las leyes que dan cauce a su actuación.
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Desde un aspecto sustancial exigimos la presencia de otros dos requisitos para tener
por configurada una administración democrática. El primero de ellos está dado por la
incorporación de diversos mecanismos que permitan someter al escrutinio de la ciudadanía la
marcha cotidiana del gobierno25. No sólo una vez cada dos años —lo que convierte a la
elección de representantes en una suerte de test plebiscitario sobre la gestión—, sino
cotidianamente y sobre decisiones puntuales de la administración.
El segundo requisito radica en la presencia de un eficiente sistema de control que
impida que los recursos del estado se vuelquen —legal o ilegalmente— a fines distintos de los
que el bienestar de la población requiere. Ello por cuanto, una administración con controles
deficientes deja de servir al bien común y funciona -de hecho- para satisfacer intereses
particulares26, por lo tanto deja de ser democrática27. Por el contrario, un estado con controles
eficientes resulta profundamente democrático, pues permite volcar la totalidad de los recursos
disponibles a la satisfacción de sus cometidos relacionados con las demandas de la sociedad28.
Analizadas estas dos décadas a la luz de dicho prisma, es posible concluir que más allá
de lo que respecta al proceso de designación de los máximos jerarcas del estado29, poco y
parcialmente se ha avanzado en tal sentido democratizador. Así, no es posible afirmar
categóricamente que, en líneas generales y en lo sustancial, el funcionamiento cotidiano de la
administración en la etapa institucional inaugurada en 1983 presente fuertes rasgos distintivos
respecto de períodos anteriores30.
En este sentido, recuérdese que recién en 1994 se incorporaron a la constitución
nacional los mecanismos de democracia semi-directa, el habeas data y la posibilidad de
defender los derechos de incidencia colectiva mediante el amparo31; y que respecto a los dos
primeros, fue menester esperar varios años más para acceder a su restrictiva reglamentación
32
legal . Trabajosamente se ha logrado también en la década pasada instalar en algunos
ámbitos la obligatoriedad de realizar audiencias públicas con carácter previo a determinadas
decisiones33.
Más reciente aún, es la sanción de las leyes que consagran el acceso público a la
información a nivel local34. A nivel federal se demora un proyecto similar en el mar de los
sargazos del senado nacional, en tanto el Poder Ejecutivo dictó el decreto 1172/2003, pleno de
buenas intenciones pero que no subsana la necesidad de una ley al respecto35.
Resulta difícil determinar si este aislamiento de la administración es parte de la causa
o de las consecuencias de la grave crisis de legitimidad que sufre el estado en general y que
hiciera eclosión en diciembre de 2001. Como señala GARCÍA DE ENTERRÍA36, la falta de
confianza en la clase política es la expresión más nítida de que un pueblo se siente,
literalmente, alienado por un poder extraño, que no es capaz de interiorizar o sentir como suyo
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y cuya actuación no considera que se realiza en su propio beneficio, sino en el de los propios
titulares de la gestión, que han pasado así a apropiarse de ésta y de sus fines. Supone, así, la
ruptura de la legitimidad del sistema mismo, la más grave pues de las deficiencias
imaginables de una democracia.
Lamentablemente, como apresurado balance en lo que a la construcción de una
administración de funcionamiento realmente democrático, vienen a cuento parafrasear a
Gardel: veinte años no es [casi] nada.
La situación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires no es demasiado diferente. Tras
la conquista de su autonomía en 199437, la Ciudad se dio en 1996 una moderna Constitución,
que abunda en novedosos mecanismos participativos y de control, y realiza una profesión de
fe en lo que a transparencia y austeridad republicana se refiere. Asimismo, consagra
numerosos derechos sociales y establece en un extenso capítulo las políticas especiales que
conforman el programa de gobierno fijado por el constituyente a los sucesivos gobernantes de
la Ciudad.
Pese a ese auspicioso comienzo de la vida institucional autónoma de la Ciudad, a más
de siete años de esa fecha, el grado de avance efectivamente observado en materia de
participación dista mucho del previsto por el constituyente y permite, en líneas generales,
asimilar la situación de Buenos Aires a la descripta precedentemente. Esto es, una
administración —acompañada aquí por el legislativo38— con deficientes sistemas de control y
escasa vocación en los hechos por la participación ciudadana39.
Por ello, resulta indispensable señalar que en las ciudades en que se ha aplicado con
éxito el presupuesto participativo, ello ha sido merced a administraciones que hicieron de él
un eje central de su gestión. La administración debe de algún modo suscribir al respecto con
la sociedad civil ese “pacto político no escrito” que mencionábamos al comienzo, y atenerse
a cumplirlo. Además, se trata como quedó expuesto de un procedimiento complejo, cuya
construcción exitosa se adivina gradual y a mediano plazo.
El presupuesto participativo nació y se practica de un modo flexible, pasible de
permanentes reajustes y no consagrado en leyes o decretos de modo detallado. Esta no parece
ser la intención del legislador de la Ciudad que, con una limitada experiencia concreta previa,
se apresta a consagrar determinadas formas y procedimientos que quizás no resulten los más
adecuados para Buenos Aires. Se corre así el riesgo de fosilizar el mecanismo, y restarle
autonomía a la sociedad civil en la deliberación y participación, elemento que ha sido
determinante en el éxito de la experiencia en otras ciudades.
Sin lugar a dudas la adecuada implementación del procedimiento denominado
presupuesto participativo, puede constituir en un elemento transformador del funcionamiento
11
cotidiano del estado local en un sentido profundamente democrático, a la vez que en un eficaz
mecanismo de control de la administración en manos de la sociedad civil. Pero ello requiere
de una ciudadanía activa, a la altura de las circunstancias y dispuesta a asumir la
responsabilidad y el compromiso que implica el involucrarse directamente en el diseño,
gestión y control del propio destino colectivo.
A su vez las autoridades de los distintos niveles de la administración deberán
incorporar el cambio cultural que implica el someterse permanentemente al confronte de
opiniones y al escrutinio de la sociedad civil, sin adoptar conductas que entorpezcan o
dificulten el proceso, so pena de incurrir en una grave violación al mandato constitucional de
remover los obstáculos que impidan la efectiva participación en la vida política, económica o
social de la comunidad (art. 11, tercer párrafo de la CCABA).
1
A cargo desde esa fecha y hasta la actualidad del Partido dos Trabalhadores (PT).
2
UTZIG, JOSÉ EDUARDO, “El presupuesto participativo en Porto Alegre: análisis basado en el principio de
legitimidad democrática y el criterio de desempeño gubernamental”, www.worldbank.org/participation/spanish
3
LENCINA, VIRGINIA, “Presupuesto participativo”, www.farn.org.ar
4
Se diferencia así claramente de nuestro artículo 22 que reza que “el pueblo no delibera ni gobierna, sino por
medio de sus representantes y autoridades creadas por esta Constitución.” Esta norma, motivada en razones
históricas, fue utilizada como fundamento para oponerse –previo a la reforma constitucional de 1994- al uso o
reglamentación de institutos de democracia semi-directa a nivel nacional.
5
El artículo 116, primer párrafo, reza textualmente: “Queda garantizada la participación de la comunidad, a
partir de las regiones del Municipio, en las etapas de elaboración, definición y acompañamiento de la ejecución
del plan plurianual, de las directrices presupuestarias y del presupuesto anual”.
6
La acción fue impulsada por diputados y concejales de Porto Alegre y desestimada por considerarse que el
accionar de la Intendencia se ajustaba a lo normado por la Ley Orgánica Municipal (PONT, RAÚL, ex –
intendente de Porto Alegre, “¿Qué es el presupuesto participativo?”, en “Presupuesto Participativo – De la
democracia representativa a la democracia participativa”, Ed. CGP13, 2001, pág. 97).
7
GENRO, TARSO Y DE SOUZA, UBIRATÁN, Presupuesto Participativo – La experiencia de Porto Alegre, Buenos
Aires, Eudeba, 1998, p. 56.
8
PONT, RAÚL, “Democracia representativa y democracia participativa”, en Por una nueva esfera pública – La
experiencia del Presupuesto Participativo, FISCHER, NILTON BUENO Y MOLL, JACQUELINE [compiladores],
Buenos Aires, Ed. El Farol, 2002.
9
Artículos 2, 3 y 4 del Reglamento Interno del Consejo del Presupuesto Participativo 2001/2002.
10
Incluido en el capítulo XVII, Economía, Finanzas y Presupuesto del Título II, Políticas Especiales, del Libro I,
Derechos, Garantías y Políticas Especiales.
12
11
Al momento de interpretar la norma habrá de tenerse presente la mención que hicieron diversos
convencionales constituyentes en el debate respectivo a la experiencia de presupuesto participativo desarrollada
en la ciudad brasileña de Porto Alegre (cfme. Convención Constituyente de la Ciudad de Buenos Aires -
Versiones taquigráficas y textos sancionados, Edición en CD-rom compilada, ordenada y sistematizada por la
Dirección General de Taquígrafos de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires, 2002), lo que la convierte en
una referencia obligada a la hora de analizar el instituto en nuestro medio.
12
La temática del presupuesto participativo no se encuentra incluida entre aquellas para las cuales la
Constitución establece un sistema de mayorías agravadas y doble lectura (artículos 81, 82, 89 y 90), por lo que
sólo requiere una mayoría simple para ser aprobada. En la actualidad existen numerosos proyectos al respecto
con estado parlamentario, ver en www.legislatura.gov.ar, y en nuestro artículo “El Presupuesto Participativo y la
emergencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, en AHE, DAFNE SOLEDAD [coord], El derecho
administrativo de la emergencia, II, Buenos Aires, FDA, 2002.
13
Ver arts. 64, 65 y 66 de la Constitución de la Ciudad, que excluyen de sus disposiciones la materia
presupuestaria.
14
A favor de esta interpretación, obsérvese que el constituyente creyó necesario aclarar expresamente al reglar
los institutos de participación ciudadana que la consulta popular no es vinculante (art. 66).
15
En este sentido se pronuncian algunos de los proyectos de ley en trámite en la Legislatura. Creemos que el
grado de carácter vinculante debería estar dado más que por la imperatividad de una norma, por la masividad y
legitimidad que el procedimiento alcance entre la ciudadanía.
16
Sancionada el 27/08/98, promulgada por Decreto N° 1843/98 del 21/09/98 y publicada en el BOCBA N°
539 del 29/09/98. Disponible en www.cedom.gov.ar
17
Estimamos que ello no resultaría cuestionable en primer término pues los lineamientos generales de la
consulta presupuestaria ya habían sido esbozados por el legislador en la ley 70, y en segundo lugar por la
disposición constitucional incluida en el artículo 10, por la cual “los derechos y garantías no pueden ser
negados ni limitados por la omisión o insuficiencia de su reglamentación y ésta no puede cercenarlos”.
18
Ver nuestro artículo “El Presupuesto Participativo y la emergencia en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”,
en AHE, DAFNE SOLEDAD [coord], El derecho administrativo de la emergencia, II, Buenos Aires, FDA, 2002.
19
EDUARDO GARCÍA DE ENTERRÍA Y TOMÁS RAMÓN FERNÁNDEZ, “Curso de Derecho Administrativo”, Tomo II,
Ed. Civitas, 7º Ed., Madrid, 2000, pág. 87 y ss.
20
Para GARCÍA DE ENTERRÍA “aquí el ciudadano, sin dejar de serlo, adopta una posición puramente individual
de colaborador de la administración”, op. cit.
21
UTZIG, op. cit.
22
Como sucede en muchos casos con la audiencia pública (ver GORDILLO, Tratado de Derecho Administrativo,
Tomo II, 4º Edición, FDA, Buenos Aires, 2000, Cap. XI).
23
Con la normativa vigente hasta la fecha (art. 52 de la Constitución y artículos citados de la ley 70), el efecto es
no vinculante para la administración.
24
Sin que por ello dejemos de tener presente, la capital importancia que reviste el hecho tratarse del período
más extenso de “normalidad” institucional en nuestro país bajo el imperio del sufragio universal.
25
Desde mecanismos de transparencia y acceso a la información, pasando por aquellos institutos que
permiten verter opiniones previo al dictado de un acto administrativo hasta las más avanzadas formas de
democracia que permiten a la ciudadanía decidir sobre determinadas cuestiones puntuales.
26
Ya sean partidarios, de sectores económicos determinados o del propio aparato estatal.
27
En tanto no sirve a la mayoría sino a grupos minoritarios.
28
No se nos escapa que existen otras importantes variables para determinar el nivel democrático de un estado,
como por ejemplo cuál es el origen de sus recursos, sobre qué sectores sociales recae proporcionalmente en
forma mayor la presión fiscal, si favorece la desconcentración de la riqueza, el grado de libertad que otorga, etc.
Tales interesantes cuestiones exceden el marco del presente trabajo.
29
En sus distintos niveles federal, provincial y municipal.
30
Ya sea de dictaduras o de acotadas o turbulentas democracias.
31
Que a criterio de ROBERTO A. GALLARDO constituyen “mecanismos constitucionales de efectividad” [...] “que
actuando en forma ordenada y coordinable, permiten activar la participación popular en la decisión política y de
esta forma pueden concretar efectivamente (al menos en términos potenciales) los derechos y garantías
reconocidos constitucionalmente” (GALLARDO, ROBERTO ANDRÉS, Teoría y Praxis del Estado Participativo,
Buenos Aires, CEDyCS, 2000, p. 57.
32
Huelga recordar que, desde su creación nunca se han utilizado los mecanismos previstos en el artículo 40 de
la Constitución nacional. Respecto a su reglamentación legal ver, COLAUTTI, CARLOS E., “Una restricción
inconveniente”, LL, 25/07/01.
33
Previsión legal en los regímenes de la electricidad y el gas (leyes 24.065 y 24.076) e interpretación
jurisprudencial en otros casos (Youssefian, LL 1998-D, 712).
34
En la Ciudad de Buenos Aires, ley 104. Ver al respecto nuestro artículo “Ley 104 de Acceso a la
Información de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”, junto a los Dres. AURELIO AMMIRATO Y PABLO TRÍPOLI,
publicado en el Suplemento de Jurisprudencia de Derecho Administrativo de La Ley, 29 de septiembre de 2003.
13
35
Incluye entre sus anexos un reglamento general de audiencias públicas, de acceso a la información pública,
de elaboración participativa de normas, entre otros. Se ha cuestionado incluso su constitucionalidad en base a la
imposibilidad de reglamentar derechos constitucionales por decreto.
36
GARCÍA DE ENTERRÍA, EDUARDO; Democracia, jueces y control de la administración, Madrid, Civitas,
2000, 5ª ed., p. 105
37
Que consideramos inconstitucionalmente restringida por la ley 24.588.
38
Recordar, a modo de ejemplo, que un grupo de vecinos de la Ciudad de Buenos Aires se vieron obligados a
requerir el auxilio de la justicia para poder presenciar las sesiones de la Legislatura ante una disposición que
establecía que los 120 lugares disponibles en las galerías serían distribuidos a través de “dos invitaciones de las
que dispondrá cada legislador para cada sesión”, lo que claramente constreñía el carácter público de la sesiones
que expresamente enfatiza la constitución de la Ciudad en su artículo 74. Lo que se vio agravado por las
agresiones que sufrieron las magistradas intervinientes (ver SPISSO, RODOLFO R., El Poder Judicial de la Ciudad
agraviado y amenazado, Periódico Económico Tributario – La Ley, 2 de diciembre de 2002).
39
Para citar sólo algunos ejemplos, la Legislatura incumplió el plazo constitucional para sancionar la Ley de
Comunas (las elecciones de sus integrantes debían realizarse a más tardar en octubre de 2001), lo que motivó un
fallo judicial que ordenó su sanción durante el período legislativo 2003 (Cámara de Apelaciones en lo
Contencioso Administrativo y Tributario, Sala I, autos “García Elorrio, Javier María contra GCBA s/amparo (art.
14 CCABA)”, resueltos el 19 de mayo de 2003). Ver al respecto comentarios al fallo de FLORENCIA GRIGERA Y
ROBERTO HERMIDA en el SJDA de LL del 30 de marzo de 2004. Cabe destacar que aún no se aprobó la ley en
cuestión. Por otra parte en casi ocho años de autonomía nunca se convocó a consulta popular (y cuando se lo
pretendió hacer el Tribunal Superior de Justicia debió anularla ante la clara desviación de poder que tal
convocatoria importaba, Acordada Electoral Nº3/99), y el presupuesto participativo comenzó a implementarse
seis años después de sancionada la Constitución de la Ciudad. No resulta un dato menor en este análisis que las
fuerzas políticas que con su acuerdo mayoritario sancionaron la Constitución de la Ciudad, son las mismas que la
gobiernan desde 1996, y que tuvieron mayoría en el Legislativo hasta el año 2003.
14