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EL CUENTO

DEL GATO
JESÚS EN LA BODA

N'ick Butterworth y Mick Inkpen


Traducción: Mario Larriba Barroso
¡Hola! Soy el gato que vive en la
puerta de al lado, en el número tres.
Supongo que alguna vez me habrás visto
tomando el sol en el tejado.
Me gusta estar aquí arriba. Domino la
situación y puedo ver muchas cosas.

Estaba aquí arriba el otro día cuando


ocurrió una cosa muy sorprendente.
Yo sabía que algo iba a pasar en cuanto
vi a los criados barrer el patio...
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Ahí me tienes viéndolos preparar
la fiesta. Alguien se casa y todo el mundo
está invitado. Va a ser la fiesta del año.

Allá abajo, los criados se dan prisa


con mesas y sillas.

-Ponedlas aquí -dice Samuel, el


encargado.
En este momento llega la comida.

¡Qué banquete! Hay tartas, pasteles


y carne asada, toda clase de pescados
y hogazas de pan; hay tarros de miel,
frascas de vino y cuencos colmados de
nueces y uvas.

Enrosco el rabo y me relamo los


labios. ¡Qué bien me sentaría un trozo
de pescado!
Pronto llegan los invitados. Uno o dos
al principio; luego, muchos más que
pasan en tropel la puerta, riendo y
charlando.

Uno de ellos se llama Jesús. Viene


con una gran comitiva. Cuando él habla,
todo el mundo se pone a su alrededor
y escucha.

Yo sabía que algo iba a pasar


en cuanto le puse los ojos encima.
Ya está aquí todo el mundo. La fiesta
puede empezar. Iré allá abajo y me
esconderé bajo una mesa. Puede que me
acomode en el regazo de alguien y pille
algunos trocitos de comida.
Todo el mundo está feliz. Todos
ríen y bromean. Cada cual tiene
una historia que contar. Todo el mundo
está disfrutando de la fiesta. Todos...
menos una mUJer.

La oigo que conversa con una amiga


suya.
-María, ¿qué vamos a hacer? El vino
se está acabando y no hemos hecho más
que empezar. ¿Qué les vamos a dar de
beber? Se va a echar a perder la fiesta.

-Déjame hablar con Jesús -dice


la otra mujer.

Se acerca en un segundo a la mesa


de él y le susurra algo al oído. Yola sigo
pegadito y con las orejas bien tiesas.
En el patio hay seis enormes tinajas
de piedra.

-¡Vamos, pronto! -dice Jesús a los


criados-. Llenad estas tinaj as de agua.

-¿Agua? ¿Qué pinta el agua en una


boda? Vino es 10 que necesitamos,
no agua.
Los criados hacen lo que les manda.
Al pozo y a las tinajas una y otra vez,
con cubos, jarras y odres.

¡Plis! ¡Plas! Un viaje y otro,


hasta que se llenan las tinajas.

¡Seiscientos setenta y cinco litros! Es un


trabajo que hace sudar.
-Sacad un poco -dice ]esús- y
probadlo.

La mujer mete una jarra y se queda


asombrada. En su mano no tiene el agua
que los criados han traído, sino vino
tinto.

¡Vino! Suficiente para que todo el


mundo beba y además sobre.
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Samuel cata el vino y dice:

-¡El mejor vino se ha guardado para


el final!

y todos aplauden y pasan la ronda con


la jarra.

i Cuánta excitación en un solo día!


Yo salgo y me voy a echar la siesta.

Me enrosco en el tej ado y pronto me


encuentro soñando.
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Cuando me despierto, está ya
oscureciendo. Los invitados se han ido.
Ha salido la luna. ¿Se cambió el agua
en vino, o todo fue un sueño? Miro hacia
abajo y veo las tinajas. Una de ellas se ha
quedado por la mitad. El reflejo de
la luna en la tinaja es rosa.

Así que Jesús cambió realmente el agua


en vino ... ¡Qué hombre tan sorprendente!
y no será lo último que oigamos de él.
Me apostaría los bigotes.

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