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Workers, animales políticos y fin del mito de izquierda

A veces resulta simpático mirar las revistas de izquierda de los años 70 y


encontrarse con una parafernalia de adrenalina y heroicidad relativa a la clase
obrera. Con el paso del tiempo aquella ilusión socialista se ha difuminado y hoy
pertenecemos todos a la clase media. O por lo menos ese es el sentimiento.
Nuestras preocupaciones descansan en llegar a fin de mes, pagar la hipoteca,
salir el fin de semana, tener un buen coche y si tenemos hijos en darles una
buena educación.

Términos tales como, conciencia de clase, acumulación capitalista, poder


obrero, tan utilizados en su momento, están en su recorrido final. La iglesia de
los socialistas o comunistas que tantos adeptos cosecho hace años, esta
perdida y su imán, que ejerció sobre las generaciones pasadas esta corroída e
inútil.

Por citar por ejemplo a Rosa Luxemburgo, sus discursos, suenan a un cañón
inerte e ineficaz, al decir: “cuando más violentamente acabe el capitalismo con
la existencia de capas no capitalistas, fuera y dentro de casa, y cuanto más
rebaje las condiciones de vida de todas las capas trabajadoras, más se
transformara la historia [...] en el mundo en una cadena ininterrumpida de
catástrofes y convulsiones políticas y sociales”. Es una afirmación que no deja
espacio para el debate. En los años de la lucha antifranquista, no está de más
recordar que las elites, se alimentaban de estas frases, de estos sueños que
descansaban en el mal humor, en la coincidencia perversa respecto a un
capitalismo, representado como maquina autónoma y a los lideres políticos
considerados como una prolongación miope de los intereses de aquel. Fueron
años de sueños, mentiras y alguna increíble fantasía, generadas al interior de
la maquinaria política.

Un pensador, premio Príncipe de Asturias de 2001, George Steiner(1), nos


advierte que: “si no encontramos otro ideal, el dinero acabará con nuestra vida
espiritual”. Para este autor, no existe en la actualidad la posibilidad de ofrecer
“una esperanza de futuro”. El asocia este fenómeno a que el espacio de
izquierda se ha convertido en el último territorio de los acomodaticios. La crisis
de los modelos defendidos en el pasado han llevado a los jóvenes a responder
cuando se les critica por su inacción: “que no se dejarían engañar otra vez
entre el estalinismo abyecto” y el “fascismo pro americano de la CIA”.

Es en este momento delicado, de inocencia amarga, en la cual los jóvenes


renuncian a enfrentarse al cambio de la sociedad, cuando una aparición
mediática, tal como la Al Gore con su circo millonario pro ecológico, suena a
instante difícil, ante la crisis de nuestro entorno. Ante ello, los jóvenes asumen
con cierta displicencia los augurios del futuro, que les afectaran más, que a las
generaciones a la que pertenece este cronista y el famoso político
hollywoodiano.

¡Es hora de actuar!. ¿No piensa esta generación que es mejor equivocarse?.
¿De enfrentar a los valores y estilos de una sociedad que os ofrece una prima
mileurista, como bocado de pez rancio y salado dentro de la barra de 1 euro?.

La esperanza no encuentra su ideología. Alguno dirá que es mejor un cierto


nivel de relativismo. O de abstemios que ven pasar la bola del tenis camino de
la línea exterior. O que el cansancio vital que ha dejado Mayo del 68 y sus
monsergas de revolución ya están pasadas y bien pasadas.

¿Maybe?. Pero una cierta dosis de revancha, de sublevación contra los valores
no estaría mal. Y nos daría un soplo de felicidad incomoda.

“Me puse de pie, una asamblea de 300 personas, estaban dispuestos a


lincharme. ¿Y si mi argumento era débil?. Un silencio se estableció entre el
coro y mi voz. Deje escapar unos minutos de brega, solté mi discurso de fuego.
Y me senté. Detrás un tipo rubio y delgado empezó a desmenuzar mi alegato.
Pérfido y ruin su coro le acompaño el recital con un aplauso. Al salir se
acercaron tres personas y me agradecieron haber dicho lo mismo que ellos
pensaban”.(1)

(1) Recuerdos de una vida acelerada. Juan re-crivello (en preparación)

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