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UNA PEQUEÑA REFLEXIÓN

SOBRE EL POPULISMO Y
LA CONCEPCIÓN POLÍTICA MARXISTA
(Después de oír un poco a Dussel en la UBV)

Allí donde la clase obrera no ha desarrollado


su organización lo bastante para emprender
una ofensiva resuelta contra el poder
colectivo, es decir, contra el poder político de
las clases dominantes, se debe, por lo menos,
prepararla para ello mediante la agitación
constante contra la política de las clases
dominantes y adoptando una aptitud hostil
hacia ese poder
Marx a F. Bolte 1871

Una introducción invitando


Hay un interesante desarrollo que parte de la presencia y palabras expresadas por
el profesor Enrique Dussel en el salón Simón Bolívar de la Universidad Bolivariana de
Venezuela. Seguramente muchas personas que escucharon con atención, y al terminar la
exposición, volvieron a sus actividades, algunas, “mascando” las ideas del sentido
común característico de estos momentos que fueron puestas en escena con la intención
de no asumir posturas muy polémicas; y otros, quizá algún lector atento, satisfizo su
espera al reconocer en el simpático señor al autor de tantos libros, o, como sucede con la
discreta comunidad de marxistas ubevistas –autodenominados a la manera de
Mariátegui-, pensando en respuesta y debate.
Valga además una crítica: suponiendo la existencia de razones para hacer un
evento pago, donde, sin moralismos básicos, no pudo asistir una cantidad de personas,
el realizar un encuentro en la UBV, sin la posibilidad de intercambiar preguntas, de
hacer críticas, me parece un exceso –por defecto- que pudo haber permitido, de haber
sido posible, de igual manera, a algún seguidor del amigo filósofo aportar desde la voz
de la universidad, como permitir a uno de nosotros, poner el tono polémico en la tensión
de responsabilidad que hay entre un autor y su obra. Creo que el profesor José Romero
del PFG de Estudios Jurídicos de la UBV dejó claro, en su corta intervención, el
carácter unilateral de una conferencia: cuando oímos a otro, y no, a nosotros mismos.
Pero vamos a algunos granos.
Y así ha sido la academia tradicional desde siempre: escuchar a algunos para que
otros callen; pero, ¿puede haber un espacio donde todos hablen y todos escuchen?
Seguramente, pero no es el presente, no digo que sea una utopía, pero no está realizado.
El proceso para construir ese espacio, es justamente el proceso histórico-económico-
político-social que llamamos Socialismo. Por eso no acompañamos el todos hablan-
todos escuchan, y preferimos la dinámica en la que se organiza el hablar y el escuchar
de acuerdo a la pelea de ideas, el espacio para los conflictos, que, bajo el peligro de
dejar de lado la pelea material por el socialismo, en función de un lema que la hace
parte de una pelea política sin proceso crítico, -es decir, sin anclaje con lo real material
de la lucha de clases-, estamos obligados a darla desde la confrontación contra los
elementos que, salvados en las alturas epistemológicas y académicas, esconden a la
reacción y a la desviación en la lucha terrenal. ¿O es que no se trata de una lucha en la
que intervienen sectores bien identificados de la sociedad?
Voy a adelantar un tema, muy a propósito de nuestra realidad política: El
“populismo” como concepto político. Ésta va a ser una reflexión corta. Lo que busco
primeramente es poner en el escenario, respecto al concepto más amplio de “poder
político” las deficiencias del planteamiento de Dussel presentadas en su libro 20 tesis de
Política, de La editorial Siglo XXI, edición 2006. La intención segunda –
segundamente- , es abrir el espacio de crítica y dirigirla, no a vanos procesos donde se
compite por gritar, sino del espacio que estamos dispuestos a abordar los marxistas en la
UBV por poner en evidencia la actualidad de las propuestas y la potencia explicativa,
las fortalezas de análisis, el ímpetu prospectivo y el compromiso militante que su
estudio aporta a la construcción de un socialismo proletario, donde, quien hable, no sean
los académicos en sus zancos epistemológicos, sino, las clases explotadas.
El poder político según Dussel
Vamos a desarrollar esto con cuidado. ¿Cuál es el fin del libro? En principio, es
un libro para jóvenes –me recuerda un poco la “ética a nicómaco” de Aristóteles-, pero
es, además de un libro para formar, un libro para una forma específica de lucha, un
aporte que pretende fundamento para las luchas y está dirigido “(…) a los de abajo, a la
comunidad política nacional, al pueblo de los pobres, oprimidos y excluidos,
(…)” (Dussel, 2006, p.7). No se si ser joven es equivalente a los “otros” sectores de una
sociedad, pero es un asunto fundamental, porque, no es lo mismo el poder político desde
una perspectiva propia de una clase dominante que él mismo desde la perspectiva
antagónica correspondiente (con antagonismo por demás histórico).
En serio no hay que leer mucho del libro para dar los primeros tropiezos. El
problema del diseño del mismo radica en que, por el plan de desarrollo del tema que va
conectando el desenvolvimiento de los conceptos con las premisas primeras, los errores
del comienzo no se cancelan por el desarrollo, no se afinan, más bien, se amplifican.
Son conceptos que sólo pueden evocarse e imaginarse, reflejarse en un sentido común,
pero difícilmente reconocerse en la realidad. Vamos a unos ejemplos: el campo político,
es un buen comienzo.
El campo político es una de las formas en que la realidad es mediada por lo
intersubjetivo. De la realidad –sujeta a una “lógica ontológica”-, según Dussel, se deriva
–nunca se enfrenta- la lógica del poder que penetra al campo político. Un campo
político es a su vez, más que la unión de los sistemas –bajo una “lógica de entropía”
¿equilibrio?- que lo definen. Un ejemplo, el sistema liberal, o “socialista real”,
desarrollan su dinámica a lo interno del campo político. Dentro de un campo se pueden
“cruzar” sistemas, así como en la realidad se cruzan distintos campos políticos, aquí
citamos el colmo de la visión ecléctica que muestra a la realidad como un collage de
ideas: “(…) los sistemas de cada campo pueden a su vez cruzarse entre ellos (el sistema
capitalista puede cruzarse con el sistema liberal o con un sistema poscolonial de élites
formadas en la dependencia política).” (Dussel, 2006, p.18).
El proceso de “mediación” está dado por el carácter dual de la intersubjetividad,
concepto a medio camino entre, la conciencia en su comprensión más amplia, y un “yo
soy” que no duda como el cartesiano. Dicha dualidad se expresa en los momentos 1) de
posibilidad de acceder a lo real, es decir, la intersubjetividad atrapa la realidad
posibilitando la acción en el mundo, y 2) de fundamento subjetivo, la intersubjetividad
prepara el sujeto, y en esta dualidad, la misma, está tanto en el nacimiento, como en el
final de la existencia de los individuos. Campo político, sistema, intersubjetividad,
¿falta algo más para poder armar un concepto de populismo?
Vamos a tratar de acceder a lo que entendemos por poder en Dussel para el fin
que nos proponemos. Hay una necesaria referencia a una tensión entre dos conceptos
como antesala de dicho esfuerzo de interpretación: la que existe entre el querer-vivir,
forma de la voluntad individual que se incorpora a la actividad de la comunidad, y la
voluntad-de-vida. Dicha tensión, recuerda mucho a la concepción de voluntad, con la
que Hegel, apoyándose en sus momentos particular y universal, hace el soporte de toda
su teoría del derecho. No es casual esta analogía.
Dicha voluntad dusseliana en sus momentos particulares y universales –con un
esencialismo moral que la hace históricamente autónoma-, se concreta frente al “poder-
dominio” europeo. En el fondo es un asunto moral, un problema entre buenos y malos,
una historia con moraleja. La voluntad-de-vida se instaura fuera del alcance de lo
individual y se eleva como un absoluto vinculado a totalidades de índole numérico:
comunidades, pueblos, pierde su posibilidad práctica, se transforma en impedimento de
la organización, en la medida en que los procesos históricos señalen a sectores o
estamentos con responsabilidad histórica, se hace, en tal medida, un límite moral de la
organización popular, proletaria, campesina. Leemos: “[1.15] (…). Toda lucha por sus
propios intereses, de un individuo (el dictador), de una clase (como la burguesa), de una
élite (como los criollos), (…), son corrupción política.” (Dussel, 2006, p.14).
Esa voluntad específica entendida como aspiración de vida –un interés nada
objetable, moralmente aséptico- se materializa en el poder de pueblo, de la comunidad:
“[2.34] (…). El poder lo tiene siempre y solamente la comunidad política, el pueblo. Lo
tiene siempre aunque sea debilitado, acosado, intimidado, de manera que no pueda
expresarse.” (Dussel, 2006, p.26). Más adelante: “[3.11] El poder es una facultad, una
capacidad, que se tiene o no se tiene, pero con precisión nunca se toma. Los que pueden
asaltarse, tomarse, dominarse son los instrumentos o las instituciones que consisten en
las mediaciones de su ejercicio (…).” (Dussel, 2006, p.29). Por último: “[3.12] (…), el
sujeto colectivo primero y último del poder, y por ello soberano y con autoridad propia
o fundamental, es siempre la comunidad política, el pueblo. No hay ningún otro sujeto
del poder que el indicado. ¡Ningún otro!” (Dussel, 2006, p.29).
Un aporte desde una perspectiva marxista: la crítica a Dussel
El orden de construcción lógica de lo amplio a lo específico no exige de nosotros
piruetas, el amigo es claro: 1) el poder no se toma, se tiene; 2) cualquier intento o
concreción de alguna parcialidad social que pretenda intereses, es un hecho de
corrupción política; 3) la totalidad es detentora de la soberanía, del poder, ¡Nadie más!
Desde una perspectiva marxista no podemos sino señalar el carácter reaccionario de tal
definición. Podemos entender aquí la relación entre poder del pueblo y revolución: las
acciones de “tomar el poder” son en realidad marginales acciones por ocupar,
secuestrar, los “instrumentos o las instituciones que consisten en las mediaciones de su
ejercicio” ¿Cómo? No se entiende la relación entre la detentación de un “poder”
presente pero que no es “empleador” de sus mediaciones, es como entender al poder
como la posibilidad de disparar un proyectil y, separadamente, considerar la toma del
revolver como un instrumento para la “mediación de su ejercicio”.
El asunto moral no es el problema. El asunto moral es asumido por el marxismo
en el escenario de lucha clasista, en la conciencia de la lucha y el reconocimiento de
sectores de acción y solidaridad de clase, mientras que, según las tendencias
postmodernas decoloniales, solidarias a los conceptos Dusselianos, lo moral es un
argumento teórico, es un objeto de estudio, es un asunto epistemológico, es un criterio
de demarcación ideal. En esto radica su hipocresía.
El problema que se pretende plantear se relaciona con la naturalización del
poder, con su banalización. Al dejar de entender el poder como un fenómeno histórico-
político, aunado a la tergiversación moral, aparece ante nosotros una farsa analítica que
invierte la causalidad histórica: la maldad del europeo y el poder fetichizado “originan”
al capitalista, la inmoralidad e ignorancia europea son los factores genéticos de la
maldición moderna, y así, así, el malo inventa a la muerte, el dueño inventa la propiedad
y el dictador, pues, el poder.
Surge una pregunta: ¿Existe un concepto marxista de poder? Parece una
pregunta tonta, alguien quien vivió su vida siendo exiliado, deportado, que participó
como fundador de organizaciones de carácter internacionalista, que estudió procesos
concretos, que supo dar forma de proyecto político al terror del poder mundial presente
y futuro, hizo concretos aportes a la teoría política, el principal de ellos: la necesidad de
entender a la estructura de la sociedad desde sus fundamentos productivos para explicar
el fenómeno político. No sólo hay un concepto marxista de poder, peor aún, dicho
concepto arrasa como si fuera un pensamiento viejo y caduco a la propuesta teórica del
joven Dussel. Vamos a tratar de dar las líneas generales de tal concepto.
El concepto marxista de poder y el cierre con “eso” del populismo
Es necesario un rodeo. Dos categorías fundamentales para entender el problema
del poder en la teoría marxista son: la política y lo político. Podemos emplear la
precisión de Nicos Poulantzas, la cual, establece para los términos, el primero como el
espacio histórico de las luchas de carácter clasista, y el segundo, como el sector de la
superestructura jurídico-política del Estado. Hagamos una pequeña comparación, sin
escribir mucho, sólo citaremos a Dussel y haremos silencio: “[1.01] Para entender lo
político (como concepto), la política (como actividad), es necesario detenerse en
analizar sus momentos esenciales.” (Dussel, 2006, p.11). Seguimos.
El “concepto” y la “actividad” no muestran la problemática relación entre las
luchas concretas de clase y las estructuras de poder de los sectores dominantes. La
dialéctica histórica del poder deja fuera el conflicto maniqueísta del malo-bueno, lo
desaparece. El poder como fenómeno alcanzado dentro de una categoría de totalidad,
pone en aprietos a teorías –algunas de influencia marxista, hay que aceptarlo- que
pretenden aislar el fenómeno del poder de su fundamento en las relaciones de
producción. Una señal de esto es el considerar al poder como un asunto de sociedades
“totalitarias” donde el poder está “desigualmente distribuido”. Muchos de estos errores
provienen de la confusión entre las prácticas de clase (luchas de clases) y el sector
concreto de la superestructura jurídico-política. Y es justamente en la dinámica concreta
entre esos dos espacios desde donde podemos construir un concepto de poder en Marx.
Leamos algo de Poulantzas:
Puede intentarse, partiendo de estas observaciones,
proponer un concepto de poder: se designará por poder la
capacidad de una clase social para realizar sus intereses
objetivos específicos. Este concepto no deja de ofrecer
algunas dificultades, en la medida, más particularmente,
en que introduce el concepto de ‘intereses’. Conocida es,
no obstante, la importancia de este concepto en Marx y
Lenin, pues la concepción marxista de las clases y el
poder está enlazada con la de ‘intereses de clase’.
(Poulantzas, 1977, p.124).
Es muy importante el papel que en Marx y Lenin tiene el concepto “intereses de clase”,
esto, por supuesto, hay que ponerlo en coincidencia con la valoración, nunca filosófica,
menos política, sino moral, que Dussel tiene respecto al mismo término ( ver citado
arriba Dussel, 2006, p.14).
El concepto de Dussel es profundamente análogo con el que desarrolla Talcot
Parsons en una publicación titulada: On the Concept of Power, (Sobre el Concepto de
Poder), publicada en una compilación de nombre: Structure and Process in Modern
Societies (Estructura y procesos en las sociedades modernas) en Proceedings of the
American Philosófical Society, vol. 107, número 3, año 1963. En el mencionado trabajo,
T. Parsons entiende al poder como la capacidad de ejercer ciertas funciones en servicio
de una totalidad o sistema social considerado en su conjunto (Ver en (Dussel, 2006)
[1.12], [1.13], [1.14], igual presente en las tesis [2] y [3]).
El error cometido al considerar al poder como “algo” de la “función” de un todo
natural y no variable, se combina con la perspectiva “intersubjetiva” en la que caben las
analogías más disímiles. Como si el asunto del poder fuera equivalente en los distintos
niveles de agregación de individuos, por ejemplo, socios de una compañía, miembros de
una familia, de manera independiente de su lugar en el proceso de producción y su
posición en relación a la propiedad privada.
La teoría política de Marx debe considerarse en dialéctica y unitaria relación con
el proceso de desarrollo histórico de una formación social como la capitalista, esto es,
una sociedad dividida en clases. En tal escenario, los efectos en el espacio político se
relacionan con la confluencia estructural del conflicto de clases, dice Poulantzas:
Es necesario puntualizar (…): el concepto de poder se
refiere a ese tipo preciso de relaciones sociales que se
caracteriza por el “conflicto”, por la lucha de clases, es
decir, a un campo en cuyo interior, precisamente por la
existencia de las clases, la capacidad de una de ellas para
realizar por su práctica sus intereses propios está en
oposición con la capacidad –y los intereses- de otras
clases. (Poulantzas, 1977, p.126).
Y no hay duda sobre el objetivo de la organización proletaria, sobre la razón
última de acción obrera: la toma del poder político. Leamos a Marx en su carta a F.
Bolte:
(…) El movimiento político de la clase obrera tiene como
último objetivo, claro está, la conquista del poder político
para la clase obrera y a este fin es necesario,
naturalmente, que la organización previa de la clase
obrera, nacida de su propia lucha económica, haya
alcanzado cierto grado de desarrollo.
(…) Así pues, de los movimientos económicos separados
de los obreros nace en todas partes un movimiento
político, es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto
es que se dé satisfacción a sus intereses en forma general,
es decir, en forma que sea compulsoria para toda la
sociedad. (Marx, 2007, p.71).
El poder y su carga social es, en el ámbito de las “ciencias” políticas, un
contenido esencial de la noción de populismo. Si el poder, la toma del mismo, -dejemos
de lado la meticulosidad del concepto metafísico de Dussel, donde algo no se toma, se
tiene, pero no dispone de sus medios de implementación. Si el poder que se tiene no
dispone de los medios de ejercerlo, entonces o no se tiene el poder, o hay que tomar los
medios del poder, y eso no cambia en nada el planteamiento marxista. Nada más
contradictorio por parte del amigo Dussel.
La problemática del poder debe ser proyectada sobre el fondo histórico-político
actual. La clave está en dos elementos: 1) el poder debe construirse organizativamente,
no es una totalidad dada y autónoma, es parte de posibilidades productivas e históricas;
2) los intereses son fundamentales, sin interés de clases, sin perspectivas de revolución,
sin método, el poder es un concepto, la potentia es sólo latín.
“La mediación del ejercicio”, que Dussel arrojó fuera del alcance de la toma del
poder, perdón, del “poder instantáneo de todos y en todos”, se conecta directamente con
el espacio de los intereses: El poder que no transforma lo que tiene al alcance es, o
poder para conservar, es decir, poder de las clases en dominio, o poder para reformar,
que es lo mismo anterior, esto es, nunca para revolucionar. Cualquier proceso de avance
en el contenido social sobre las instancias de poder debe, en algún momento, orientarse
hacia el logro de las transformaciones radicales que se correspondan con los intereses de
clase. Cualquier otra cosa es populismo, esto es, el poder que, elevado a categoría
inmaterial, de carácter moral-teórico, fetichizado en la imposibilidad de realizar sus
objetivos, se ponga fuera del alcance de los medios de realización de los intereses. El
poder en manos de las clases trabajadoras no puede entenderse fuera, uno, de los
intereses de clase y dos, de la mediación de su ejercicio, y éste, debe poder llevarse a
cabo por la mediación, a su vez, de la organización proletaria y de la vanguardia de la
clase que abre la brecha a la revolución socialista y comunista.
Después de oírlo ¿Qué queda?
Al final, Dussel, se fue, invitamos a debatir, nadie vino, sólo unos cuantos
camaradas. Esperamos poder levantar el debate, la confrontación de perspectivas
políticas y teóricas, es urgente eso en la UBV.

Bibliografía
- Enrique Dussel, 20 tesis de Política, Siglo XXI, México, 2006.
- Carlos Marx, Cartas de C. Marx (Selección), El perro y la Rana, Caracas, 2007.
- Talcot Parsons, Structure and Process in Modern Societies, On the Concept of
Power, in Proceedings of the American Philosófical Society, Glencoe, 1960.
- Nicos Poulantzas, Poder Político y Clases Sociales en el Estado Capitalista,
Siglo XXI, México, 1977.

Lic. Luis Enrique Millán


Prof. UBV
proyectsucre@yahoo.es
Coordinación Nacional de Estudios Políticos y Gobierno

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