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LAS SOCIEDADES SECRETAS

Introducción a la Sociología. Maestro, Felipe López Rosado. Pág. 208-210.


Profesor de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de México.

Corresponde a los varones ser los inventores del Estado, las estructuras
religiosas y la guerra. La mujer, por estar plenamente subyugada por el amor
sexual, que por más intenso se adueña de su vida totalmente, no sólo no ha
intervenido en la creación de estas estructuras típicamente sociales, sino que
tuvo que ser eliminada de la participación que tenía, muy importante, en las
sociedades primitivas.

Entre las organizaciones varoniles, de sólo hombres, está la sociedad


secreta precursora del Estado. A continuación se transcribe un ejemplo de
Deniker:

“En toda organización social imperfecta e impotente para


dar satisfacción a las justas reclamaciones de sus miembros,
fórmanse sociedades secretas que se encargan de corregir los
delitos y restablecer la justicia. Tales son, por ejemplo, las
sociedades de los duk-duk (en la Nueva Bretaña), formadas
comúnmente por un confidente del jefe de la tribu y algunos
jóvenes. Cadad duk-duk es un justiciero implacable. Revestido de
su traje propio y vistiendo una horrible máscara, recorre aullando
la aldea; y todos los que ignoran su secreto, apártanse a su paso
azorados. Se dirige a la cabaña del indígena a quien se imputa un
crimen y le aplica el castigo, que puede variar desde la simple
multa hasta la pena capital. Nadie osaría resistirle, porque, tarde o
temprano, la muerte violenta vendría a castigar a quien hubiera
osado levantar la mano contra un duk-duk. Los miembros de esta
alianza secreta se reconocen entre sí por ciertas señales
características y mantienen asambleas en ciertos sitios a los que no
llegan los profanos so pena de muerte.”

DENIKER, Races et Peuples de la Terre, citado por Caso.


Sociología, capítulo XXI.
La sociedad secreta es una asociación cerrada precursora del Estado.
Sus componentes son varones que se afilian a ella secretamente y no son
identificados por los demás miembros de la comunidad. Sus actividades se
desarrollan con sigilo y con sus miembros enmascarados o disfrazados. Las
sociedades secretas primitivas imponen por la fuerza, como si fueran el
Estado mismo, las decisiones que toman; sancionan, castigan y aun aplican la
muerte a aquellos miembros de la comunidad que osan desobedecerla.
Durante la etapa preestatal de casi todos los pueblos primitivos, han existido
tales sociedades secretas. Invocaré un ejemplo familiar:

Entre los aztecas, antes de su definitivo establecimiento en el


islote de Tenochtitlán, durante su etapa prepolítica, funcionaron
sociedades secretas. Para que éstas existieran, hubo antes que
eliminar a la mujer del acceso inmediato al culto; hubo que
masculinizar la dirección de la tribu y confiar sus sanciones a
implacables y sanguinarias sociedades secretas de varones.

Por el año 720 de la Era Cristiana partieron los aztecas de


Aztlán. Por entonces, como lo indica la primera ilustración de la
Tira del Museo -rara joya prehispánica, todavía entre nosotros-,
había sacerdotes y sacerdotisas. Despues de salir de Aztlán, los
aztecas siguen una ruta de lagos y depósitos de agua: del estero de
Altamura, en Sinaloa, pasan al estero de Tepancoapan, en Nayarit;
pasan por el lago de Pátzcuaro, en Michoacán; hacen una laguna
artificial en Coatepec, Hgo.; y ya en el Valle de México, pasan por
los lagos de Zumpango, San Cristóbal Ecatepec, y se radican en
las riberas del lago de Texcoco.

DE MENDIZÁBAL, MIGUEL OTHÓN, Influencia de la


Sal en la Distribución Geográfica de los Grupos Indígenas
en México, pág. 37.
Durante la peregrinación surge la primera rivalidad entre las
sacerdotisas y la clase guerrera. Recuérdese la leyenda de la mujer
transformista que se burla de los capitanes Mixcóatl y Xiuhnel, y choca con
ellos. Manuel Orozco y Berra, uno de los más profundos historiadores de
nuestra etapa antigua, sostiene que esta leyenda debe ser interpretada en el
sentido de una pugna interna entre guerreros y sacerdotisas.

La sacerdotisa es al fin eliminada, en Malinalco, dice la leyenda que


abandonaron a Malinalxóchitl, que se decía hermana de Hitzilopochtli. Desde
entonces, no tuvieron ya más sacerdotisas. El cuerpo conductor de la tribu, el
sacerdocio, se virilizó, excluyó a la mujer o ésta se eliminó. Y comenzaron
las sociedades secretas.

Cuando contemplan el lago artificial creado por la represa de un río,


muchos anhelan quedarse, aun contra la voluntad del sacerdote. En la noche
tenebrosa, alguien rompe con estrépito los diques; desaparece el lago
artificial, aparecen muertos los cabecillas de la desobediencia que intentaron
quedarse. Tenían el pecho abierto y amputado el corazón. Eran las sociedades
secretas, implacables y sanguinarias, funcionando en la tribu y precursoras
del magnífico Estado Azteca. Quede pues establecido que las sociedades
secretas son el embrión del Estado. Veamos posteriormente, el tránsito del
Estado embrionario a la constitución cabal del Estado.
Control social
En un primer nivel, los grupos sociales, incluso los más informales,
obligan al cumplimiento de las normas internas del grupo mediante una serie
de mecanismos de control que pueden adoptar formas más rígidas o más
relajadas según el tipo de grupo de que se trate. Así, un grupo de amigos de
carácter duradero puede mostrar indiferencia o desprecio frente a uno de sus
componentes que no siga o se muestre reacio a cumplir las normas internas
más o menos difusas que mantienen cohesionado al grupo, hasta conseguir
que ese individuo abandone el grupo o cambie de actitud, aceptando las
normas e integrándose plenamente en el mismo. Las asociaciones
institucionalizadas tienen sus propios estatutos de funcionamiento que
penalizan con diversas sanciones a los infractores del reglamento que pueden
llegar hasta la expulsión de la asociación.

A un nivel mucho más general, un individuo que no cumpla una serie de


convenciones mínimas que la sociedad exige para la convivencia social
(aseo, vestido, educación; etc.) recibirá el rechazo social y correrá el riesgo
de convertirse en un marginado social. Una institución como la Iglesia
católica, que ha logrado una de las estructuras más cohesionadas, centralizada
y jerarquizada de la historia de la humanidad, ha podido perdurar durante casi
dos mil años gracias a una hábil y tupida red de controles sobre sus propios
miembros. Por el hecho de basarse en creencias sobrenaturales o dogmas de
fe, estos controles han gozado de una especial eficacia (penitencia,
excomunión, amenaza de condenación eterna).

Para el cumplimiento de las funciones económicas de la sociedad


(mantenimiento del proceso productivo) existe una serie de mecanismo de
regulación de la conducta que abarca desde premios (plus de puntualidad,
incentivos de productividad, etc.) hasta castigos (desde una simple
advertencia del superior, hasta la expulsión del puesto de trabajo), además de
los controles mucho más difusos existentes en las economías de tipo
competitivo y que pueden polarizarse alrededor de la dicotomía éxito-fracaso.
La mayor parte de las sanciones aplicadas por los grupos e instituciones
a los infractores de normas no tienen carácter coactivo en el sentido de
obligado cumplimiento, ya que la persona castigada puede, en último
término, optar por abandonar el grupo, la confesión religiosa, la secta, la
empresa, etc., antes que aceptar el castigo impuesto. Con excepción de los
padres, y a veces de la escuela, que pueden imponer castigos de signo menor
a los niños, únicamente el Estado detenta el monopolio para aplicar la fuerza
física a fin de mantener el orden y el cumplimiento de la legislación vigente.
Este es un hecho reconocido por analistas de cualquier tendencia política. Si
detrás de la ley positiva no existe un dispositivo coactivo (judicatura,
policías, cárceles, multas, etc.) para obligar a los individuos y a las personas
jurídicas a su cumplimiento y, en consecuencia, castigar a los transgresores,
no existe verdadera ley.

Toda la estructura política, social y económica de cualquier modelo de


sociedad se asienta sobre la existencia de dos tipos de controles: el ejercicio
por la sociedad global y sus diversos grupos e instituciones (basado en la
coacción moral más que en la física) y el realizado por el estado, de carácter
eminentemente coactivo. Otra cuestión es la legitimidad de éste para imponer
a los ciudadanos la obligatoriedad del cumplimiento de las leyes y castigar a
los transgresores de las mismas.

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