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TEMA 2. EVALUACIÓN
Se presenta como una forma de hacer diagnóstico más directamente entroncada con
sistemas de tratamiento de base experimental: explorar los indicios de aquellas áreas
que sean de importancia para plantear un tratamiento. Cuando evaluamos ya estamos
interviniendo sobre los demás. Hay una serie de aspectos éticos que hay que resaltar en
el caso de los niños:
A) Los niños no acuden solos, precisan de la presencia de algún adulto. Los adultos se
autoderivan, los niños son referidos por algún adulto. El motivo de consulta está
bastante alejado de lo que el niño siente. Hay que preguntarse por qué derivan a ese
niño a la consulta y por su legitimidad. Si consideramos que el supuesto problema no
debe ser corregido, hay que hablar con el adulto para que cambie los criterios. Si el
problema es real, debe ser tratado y merece una intervención, hay que contar con la
motivación y colaboración del niño, que esté de acuerdo con el tratamiento porque si no
las técnicas no serán exitosas. Sólo nos liberamos de esto en el caso de niños muy
pequeños o psicológicamente impedidos.
B) Hay que realizar el diagnóstico desde una perspectiva evolutiva: tener en cuenta las
bases naturales de cambio (variables de crecimiento y desarrollo: edad, contexto, clase
social) para realizar un pronóstico sobre si el problema va a ir remitiendo
espontáneamente o si puede agravarse en el futuro. A veces es mejor observar durante
un tiempo que intervenir (en el caso de que pueda remitir). Pero hay problemas en los
que hay que intervenir rápido. Estos juicios deben hacerse en la primera evaluación.
¿Qué características deberíamos registrar? Los contextos físicos que hacen probable la
conducta o conductas de evaluación y circunstancias que suelen producirse cuando el
niño emite el comportamiento que estamos evaluando: es importante también evaluar la
frecuencia con que emite esa conducta por unidad de tiempo; la intensidad (cuánto grita
en una escala de 1 a 10), el número o variedad de conductas que pueden estar presentes,
la duración (¿cuánto tiempo tarda en tomarse el desayuno?). Además deberíamos
conocer el rango de consecuencias reforzantes o aversivas (¿qué cosas le gustan y qué
cosas no?) y el ajuste del niño a las rutinas diarias y semanales en casa y en el colegio,
ajuste a lo académico, a quienes viven con él…, y las creencias que los padres tienen
sobre el problema.
Hay que determinar qué puede dar un pronóstico positivo y otro menos optimista.
Facilitarían un buen pronóstico:
-Tipos de respuesta claramente circunscrita (frecuencia, duración) o aislables
-Las conductas que tienen una alta frecuencia: va a tener más oportunidades para
aprender.
-Alto interés en la modificación
-Dificultades de poca cuantía
-Conducta inadecuada rechazada también en otros ambientes (la conducta agresiva es
rechazada por la madre, el hermano, los amigos…)
-Habilidades de autocontrol.
-Refuerzos constantes y fácilmente controlables; cuantos más refuerzos podamos
encontrar, más fácil se alcanza el éxito.
Dificultaría el éxito:
-Respuestas complejas
-Escasa frecuencia y alta intensidad
-Poco interés u oposición por parte del niño
-Conducta inadecuada pero concordante con las normas del ambiente
-Escasa capacidad de autocontrol
-Reforzadores débiles o difícilmente controlables
Con la información recogida hay que tener claro que deben permitir seleccionar los
objetivos a conseguir, lo que incluye la eliminación de las áreas deficitarias y excesos
conductuales junto con la eliminación de las quejas de quienes consultan, que deben ser
sustituidas por la verbalización positiva sobre la conducta de los niños.
De todos los objetivos se recomienda empezar por los más funcionales y los menos
intrusivos. También deben permitir planificar la consecución de objetivos mediante los
procedimientos.