Vous êtes sur la page 1sur 14

V E R A N 0 88 * ~.

- 1 23

El rechazo escolar: su La sociología


interior de la educación
han estado y losdominados
en gran parte debates en
¿alternativa o trampa por la cuestión de la “función” o las “funciones”
de la escuela, es decir, por una perspectiva que su-
social? pone que organizaciones o conglomerados de
ellas más poderosos, como la economía y el Es-
tado, plantean demandas a la escuela que ésta se
ve obligada a satisfacer y satisface, con indepen-
dencia de las ideas que puedan albergar las cabe-
zas de los agentes y sujetos del proceso educati-
vo. Este punto de partida es común a dos enfo-
Mariano F. Enguita ques tan distintos por lo demás como el funcio-
nalismo y las teorías de la reproducción social o
cultural.
En el enfoque funcionalista, la escuela desem-
peña funciones como emancipar al niño de la fa-
milia, hacer que interiorice los valores necesarios
para el funcionamiento de la sociedad y seleccio-
nar a los más adecuados para el sistema de roles
adultos (Parsons, 1976). Los valores que debe in-
teriorizar corresponden a la independencia, el lo-
gro, el universalismo y la especificidad (Dreeben,
1968), y se consideran indisociables de cualquier
forma moderna de sociedad. La escuela es consi-
derada esencial tanto para la asignación de posi-
ciones en una sociedad moderna (Davis y Moo-
re, 1945) como para la modernización misma de
cualquier sociedad (lnkeles y Smith, 1974).
En el enfoque de las teorías de la reproducción,
la escuela desempeña funciones análogas, pero la
diferencia radica en que no lo hace para la socie-
dad en general sino para su figura social domi-
nante, la producción capitalista. Su papel consis-
te en reproducir las clases sociales y la división
del trabajo (Baudelot y Establet, 1974) olas rela-
ciones sociales de producción (Bowles y Gintis,
1976), o bien en legitimar las relaciones de domi-
nación (Bourdieu y Passeron, 1970).
Ambos enfoques tienen en común poner el
acento simplemente en los fines impuestos a la
institución y los medios por ella empleados, de
manera que los sujetos de la educación se con-
vierten estrictamente en eso, en sujetos, si es que
no en súbditos o en objetos, siendo reducidos a
un papel enteramente pasivo. La institución, por
el contrario, representa el lado activo y consigue
sin resistencias aquello que se propone.
Otro enfoque de cierta relevancia, que aquí no
vamos a tratar, es el credencialista. Para éste, la
escuela es simplemente un lugar donde obtener
credenciales de valor económico y simbólico que
luego serán empleadas en la lucha por ventajas re-
lativas entre individuos y grupos sociales (Co-
llins, 1988). En el caso del credencialismo, lo que
24 VER A N 0 88 N$ 1
ocurra dentro de la escuela sencillamente no in- Pero no todo son coincidencias. La primera
teresa para nada: se supone simplemente que to- oleada de escritos interaccionistas y etnometodo-
dos desean las credenciales, que harán lo posible lógicos, así como los análisis generales de la es-
por obtenerlas y que las utilizarán tal como está cuela vinculados a ellos (por ejemplo, la llamada
previsto. Desde este enfoque, la escuela es vista “nueva sociología de la educación” británica),
como una “caja negra” cuyo interior carece de in- tendían a considerar a los actores y las relaciones
terés, limitándose éste a saber quién obtiene qué sociales en el aula como libres de influencias ex-
y de qué le sirve después. Más que como un lu- tenores, mientras los nuevos trabajos etnográfi-
gar en el que se produce algo, la institución esco- cos y las teorías de la resistencia subrayan la re-
lar es tratada como un supermercado en el que lación entre lo que ocurre de puertas adentro en
todo está ya producido y solamente espera a ser las escuelas y la sociedad y la cultura globales fue-
adquirido, ra de ellas, particularmente los elementos de cla-
se y género (entendiendo por tal el constructo so-
Como reacción al funcionalismo estructuralis- cial que se levanta en torno al sexo). Esto resulta
ta y las teorías de la reproducción, algunos enfo- lógico si se tiene en cuenta contra qué van diri-
ques sociológicos de la escuela han afilado sus ar- gidos unos y otros. En realidad, no se trata de una
mas para criticar la consideración de ésta como
una máquina todopoderosa, al igual que su tra- polémica, sino de dos. Por un lado sedeenfrentan
una
dad visión funcionalista y armónica la socie-
tamiento como una “caja negra” cuyo intenor y una visión conflictual, por lo general mar-
puede ser ignorado o suponerse en base a lo que xista, neomarxista o marxistizante, que la ve es-
entra o sale de ella. La reacción al enfoque fun- cindida en colectivos o uestos clases sociales en
cionalísta estructural vino pnncípalmente de la primer lugar pero también géneros y etnias. Por
mano del interaccionismo simbólico y, subsidia- otro, se oponen, como ya se ha indicado indirec-
riamente, de la teoría del etiquetado (labehng tamente, y si se nos permite el empleo de térmí-
theory), la etnometodología y algunos trabajos es- nos enormemente simplificadores, una visión de-
trictamente etnográficos (Rist, 1977, Young, terminista y otra voluntarista.
1971). La reacción contra los análisis determinis-
tas hechos desde la perspectiva de las teorías de Con la advertencia previa de que estos califi-
la reproducción, generalmente marxistas o mar- cativos son simplemente relativos o comparatí-
xistizantes, especialmente los que reducen o pa- vos, y no absolutos, podemos decir que son de-
recen reducir a los individuos a la mera impoten- terministas el funcionalismo estructuralista y
cia frente a la omipotencia y omnipresencia de cienos análisis marxistas como el principio de co-
las estructuras sociales, ha venido sobre todo de rrespondencia, mientras que son voluntaristas los
la investigación etnográfica, los “estudios cuítu- enfoques interaccionistas, de la resistencia, etc. A
rales” y las teorías de la resistencia (Willis, 1978; lo largo de la otra dimensión del debate, susen-
Apple, 1979; Giroux, 1983), aunque también de ben la idea de una sociedad sin conflictos o sin
una cierta recuperación de los enfoques antes ci- otros conflictos que los interindividuales, el fun-
tados. En realidad, es difícil encontrar un trabajo cionalismo estructuralista y el interaccionismo y
de investigación digno de ser mencionado que sus asociados, mientras sostienen la imagen de
pueda adsc¡ibirse inequívocamente a una u otra una sociedad dividida y conflictiva el marxismo
~ de las tendencias citadas como representativas de y las teorías de la resistencia. A efectos puramen-
~ la reacción al determinismo estructuralista. To- te ilustrativos, este cruce de variables podría re-
‘a das ellas coinciden, en cuanto a la preocupación presentarse como lo hace el Cuadro 1.
~ y el objetivo de fondo, en señalar que los indivi- En este sentido, el interaecionismo, la teoría
O duos no son meros juguetes sometidos a fuerzas del etiquetado, los primeros trabajos etnometo-
que se mueven por encima de sus cabezas, sino dológicos en materias de educación, la “nueva so-
‘a actores de las relaciones sociales, es decir, sujetos ciología de la educación”, etc., rompieron con el
o activos capaces por igual de aceptar, modificar o determinismo del funcionalismo estructural,
Mi resistir los imperativos estructurales; y, en cuan- pero no con su visión armónica y/o atomística de
d to al método, el énfasis sobre las formas de in- la sociedad, de manera que, aunque en oposición
~ vestigación cualitativas: observación participan- a la perspectiva dominante, nacieron y siguieron
Z te, entrevistas en individuales o gru- marcados por su impronta armonicista. En el
profundidad
> pales, prioridad de los estudios de casos sobre el lado opuesto, el estructuralismo marxista y neo-
2. análisis de datos agregados, etc. marxista, tanto en el caso de las teorías de la re-
/~~

V E R A N 0 88 N2 1 25

CUADRO 1
Estructura y acción en la sociología de la educación

Determinismo
Funcionalismo
Estructural r correspondencia
y reproducción
Armonía Conflicto
interaccionismo, etc. r resistencia, producción
cultural, etc.
Voluntarismo

producción cultural como en e? de las de la co- proceso de socialización escolar, la microsociolo-


rrespondencia, rompió con [a visión armónica y gía de la educación puso hace ya mucho tiempo
apologética de la sociedad propia del funcionalis- su atención en los distintos subgrupos de alum-
mo pero no con su determinismo estructuralista. nos que tienden a formarse en el interior del gru-
Los estudios etnográficos más recientes, la pers- po-clase. Los primeros de entre los estudios más
pectiva de los “estudios culturales”, las teorías de conocidos solían destacar la presencia de dos gru-
la “producción cultural” o de la resistencia, aun- pos distintos: pro y antiescuela. Aunque ahora se
que oponen una visión voluntarista a la determi- suelen reconocer más grados intermedios en la in-
nista de las teorías de la correspondencia o de la tensidad y el signo de la relación de los jóvenes
reproducción que critican, se benefician de la vi- con la institución, siguen siendo, no obstante, los
sión conflictual de la sociedad elaborada por és- grupos definidamente pro y anti los que concen-
tas en respuesta al funcionalismo estructuralista, tran con mayor frecuencia la atención de los in-
así como de su énfasis en las clases, géneros, a- vestigadores. Así, Hargreaves (1967) localizaba
nias y otros grupos sociales frente a las represen- en una escuela secundaria inglesa un grupo dcci-
taciones individuales y atomísticas. didamente pro, en el canal A (las escuelas secun-
Aunque ha habido diversos intentos, desde los darias inglesas suelen, aunque cada vez menos,
mismos enfoques estructuralistas —tanto el fun- dividir a los alumnos en canales —streams— según
cionalista como el marxista— por introducir ele- su velocidad de aprendizaje o capacidad), y otro
mentos dinámicos en el análisis de la escuela claramente anti en el canal C (el de menor nivel).
(Bowles y Gintis, 1983: Carnoy y Levin, 1985), El primer grupo se caracterizaba por una cultura
no podemos ocuparnos ahora de ellos. En un tra- netamente académica o proescolar, por tener
bajo anterior (Fernández Enguita, 1985) nos de- como valor central el trabajo escolar duro y el lo-
dicamos a discutir las relaciones entre reproduc- gro académico, por valorar el aspecto atildado, la
ción y conflicto y, muy en general, entre estruc- asistencia regular, no fumar, etc.; el segundo gru-
tura y actividad humana. Ahora nos centraremos po, por una cultura antiacadémica o antiescolar,
en algunos análisis de las formas colectivas de re- por su opción por divertirse dentro y fuera del
sistencia de los jóvenes en la escuela y trataremos aula, por esquivar el trabajo académico, por su u,
de sugerir algunas ideas sobre lo que representan gusto por enviarse mensajes y copiar en clase, por ~
E
en la articulación de las distintas esferas que com- la preferencia por los vaqueros y el pelo largo, por ‘a
ponen el todo social. la tendencia hacia la pequeña delincuencia, etc.
Lacey (1970) localiza los dos mismos grupos y o
atribuye su existencia a una doble dinámica in- ‘a
sc
terna y externa. Por un lado, los jóvenes que ob- ‘a
=
Actitudes y grupos en la escuela tienen éxito en la escuela se adhieren a ella por- ~
que les proporciona un alto status, al tiempo que Mi
los que no logran buenos resultados en su traba- o
a on base en el reconocimiento de la im-
jo escolar, tienden a comportarse mal para diso-
cíarse de un sistema que les otorga un bajo sta-
~
portancia de los grupos de iguales en tus. Por otro, esta reacción toma la forma de re- >-
toda institución y, en particular, en el versión hacia los valores de clase obrera locales, 2.
26 V E R A N 0 88 N. 1
que son adaptados a la nueva situación y opues- siguen carreras cortas y los sin carrera. Pollard
tos a los valores escolares. Parecidas caracteriza- (1979) distingue entre los “buenos”, que son con-
ciones llevan a cabo Hall (1981) y Willis (1978). formistas; las “bandas”, que protagonizan un de-
Otros autores, y a veces los mismos que han sorden estructurado, y los “comodines” (jokers,>,
dedicado su atención al estudio de lbs grupos y que sólo protagonizan formas rutinarias de des-
actitudes extremos, se inclinan por una clasifica- víación y es de quienes dependen el equilibrio y
ción cuatripartita. Este paso suele basarse en la el consenso de trabajo en clase. Jenkins (1983)
distinción de dos formas de estar a favor de la es- habla de “colegas” (ladí, tomando el término de
cuela y dos formas de estar en contra. Se puede Willis, 1978), ciudadanos y chicos corrientes.
estar a favor de la escuela en la forma de una Como puede fácilmente inducirse, todas estas
identificación total o por razones puramente ms- clasificaciones tripartitas se deben a que se acep-
trumentales, y se puede estar en contra resistien- ta la existencia, en los extremos, de grupos pro y
do a su funcionamiento de forma activa o pasi- antiescuela pero se postula la existencia de un
va, colectiva o individualmente. Así,. Balí (1981) grupo intermedio con uno u otro nombre.
habla de dos variantes de la actitud proescuela, Por nuestra parte, consideramos más útil una
de apoyo (supportive) y de instrúmentalización clasificación cuatripartita que comprenda las si-
(manipulative), y de dos actitudes antiescuela, la guientes actitudes: adhesión, acomodación, diso-
pasividad y el rechazo. En una vena similar, Fiar- cíación y resistencia. Lógicamente, se basa en cri-
greaves (1979) distingue entre alumnos compro- terios muy similares a los de otras clasificaciones
metidos, instrumentalistas, indiferentes y oposi- cuatripartitas, pero nos parece que emplea una
tores. Otros análisis más basados en las posibili- terminología más adecuada a las diferencias es-
dades teóricas que en el análisis real de las acti- pecíficas entrelos grupos. No obstante, lo que de-
vidades escolares dintinguen un número aún ma- signa cada término dista mucho de resultar es-
yor de grupos. Harary (1966) y Wakeford (1969) pontáneamente claro, de manera que convienen
desarrollan su modelo a partir de la distinción de unas breves definiciones:
Merton (1957) entre cinco tipos de adaptación in-
dividual a las instituciones: conformidad (acep- Por adhesión podemos entender la identifica-
tación de los objetivos culturales y de los medios ción con la institución escolar y con la cultura
institucionalizados para alcanzarlos), innovación que vehiculiza. Podríamos designar lo primero
(los objetivos pero no los medios), ritualismo (los como identificación instrumental y lo segundo
medios pero no los objetivos), disociación (re- como identificación expresiva. El grupo que
treatism: ni los objetivos ni los medios) y rebe- adopta esta actitud es el grupo proescuela, el de
lión (se oponen objetivos y medios distintos), los “buenos alumnos”, y es altamente probable
Woods (1979) distingue las seis posibles actitu- que se trate de alumnos de clase media o alta que
des de indiferencia, indulgencia, identificación, obtienen buenos resultados escolares. Este grupo
rechazo con alternativa (replacement), ambiva- presentará no sólo un comportamiento indivi-
lencia y rechazo sin alternativa, pero la aplica do- dual homogéneo, sino también un comporta-
blemente, a los medios y a los fines, con lo que miento colectivo favorable a la escuela: la insti-
obtiene un cuadro de treinta y seis combinacio- tución y el grupo de iguales empujan en la mis-
u, nes posibles, aunque sólo se aventura a asignar ma dirección.
~ nueve nombres a trece de ellas. Por acomodación podemos entender la identi-
‘a Existe también una modalidad tripartita, gene- ficación o aceptación de la escuela como meca-
= ralmente basada no en el análisis de las actitudes nismo de movilidad social, pero sin identifica-
9 dentro del aula, sino en la clasificación de la tra- ción con su cultura. Hay identificación instru-
~ yectoria de los jóvenes. Así, para Larkin (1979) mental, pero no expresiva. Este grupo puede pre-
‘a existen los conformistas, los no conformistas y sentar pautas individuales homogéneas, pero no
~ los “escoceses” (un estereotipo, como el de “ga- un comportamiento colectivo, porque se trata de
Mi llego” aquí, que quiere decir algo así como ma- una estrategia individual. Es altamente probable
o noso). Para Willmott (1969) se trata de alumnos que se trate de alumnos de clase obrera o simple-
~ de clase obrera, de clase media y rebeldes. Para mente “baja” que ven la escuela un medio de es-
~Ashton y Ficíd (1976) están los que siguen carre- capar a su condición. Se renuncia al grupo de
~ ras —en el sentido de trayectorias escolares en ge- iguales y a la cultura de origen en favor de la ad-
2. neral, no de estudios superiores— largas, los que hesión a la institución, pero ésta ya no es com-

~1AES6
VERA NO 88 ~) ~ 1 27

pleta, sino que solamente existe en la medida en el grado y el modo de la identificación con la es-
que sirve a los fines propios. cuela, como se hace en el Cuadro II.
Por disociación podemós entender la negativa Adhesión y acomodación son actitudes que re-
individual a aceptar las exigencias de la escuela, fuerzan a la escuela como mecanismo de repro-
Esta variante es probable en alumnos de clase ducción, mientras la disociación y la resistencia
media o alta que rechazan los fines y/o medios es- la hacen quebrar en distinto grado. Pero la aco-
colares pero no cuentan con una cultura propia a modación y la disociación añaden y restan poco,
la que agarrarse en su oposición. La institución respectivamente, al funcionamiento del sistema
es rechazada, pero no existe un grupo de iguales escolar, puesto que se trata de prácticas indivi-
que se oponga a ella en el que resulte fácil la in- duales, mientras que la adhesión y la resistencia,
tegración. Podemos hablar de identificación ex- que son prácticas colectivas, alternativamente la
presiva pero no instrumental. Se trata también de refuerzan o la socavan. Sin embargo, esto sólo es
una estrategia individual que puede dar lugar a cieno si se considera de manera aislada la insti-
comportamientos homogéneos, pero no a grupos tución escolar, dejando de serlo si prestamos
como tales. atención a su articulación con el resto de la so-
Por resistencia podemos entender la negativa ciedad. La adhesión sigue siendo en todo caso
colectiva a aceptar las exigencias y promesas y de una práctica reproductiva, pero la acomodación
la escuela y la contraposición a éstas de valores y la disociación pierden su estatuto de prácticas
alternativos. En este caso no hay identificación ambiguas. Justamente porque son prácticas mdi-
expresiva ni instrumental. La variante más pro- viduales contribuyen a, o por lo menos toleran,
bable la constituyen alumnos de clase obrera que la reproducción social por vía de laescuela, pues-
oponen sus propios valores, o parte de ellos, a los to que en modo alguno ponen en cuestión su fun-
de la escuela. El grupo de iguales es la instancia cionamiento. Aunque, desde el punto de vista de
informal que se opone a la institución formal, la escuela, pueden considerarse como prácticas,
Son los jóvenes claramente antiescuela y sostie- ni reproductivas ni contradictorias, que represen-
nen una estrategia colectiva a través del grupo. tan simplemente, por así decirlo, una cierta en-
Huelga decir que “adhesion , acomodación”, tropia o pérdida de energía del sistema educati-
“disociación”, “resistencia”, “identificación”, yo, desde el punto de vista social general no cues-
“expresiva”, “instrumental”, “pro”, “anti”,”cla- tionan nada sino la suerte personal de los indivi-
ses media y alta” y “clase obrera” son categorías duos que las adoptan. Forman parte de la repro-
analíticas, no descripciones de las condiciones o ducción de las clases sociales a través de la escue-
actitudes de alumnos concretos. No es posible la, si bien cuestionan el papel de ésta como me-
elaborar ecuaciones que mezclando, por ejemplo, canismo de herencia o transmisión de la posición
el origen social y las calificaciones escolares de un social familiar de origen (el hijo de obrero que,
alumno, nos den como resultado su actitud. Sin mediante una estrategia de acomodación a la es-
embargo, se trata de categorías que, a nuestro jui- cuela, consigue auparse a la clase media, o el vás-
cio, ayudan a orientarse en el mar de la casuísti- tago de clase media que, por su disociación de la
ca. Hecha esta salvedad, podemos intentar repte- institución educativa, viene a caer en las filas de
sentar gráficamente estas cuatro actitudes según la clase obrera).
u,
u,
E
CUADRO II ‘a
Actitudes ante la escuela 1
o
Identificación ‘a
instrumental
sc
‘a
Adhesión Acomodación =
+
o
pro Mi
Identificación
+ clase clase — d
expresiva + media obrera — 1-
anti z
Mi
Disociación — 1 — Resistencia
28 V E R A N 0 88 * N 1
Más complejo es el caso de la actitud de resis- rechazo de la escuela, y el trabajo intelectual con
tencia, que, si bien se trata de una práctica coleo- sometimiento a control, feminidad o falta de
tiva que contradice el funcionamiento de la es- hombría y aceptación de la escuela. El rasgo más
cuela desoyendo sus exigencias y rechazando sus característico de esta subcultura antiescolar era la
promesas, puede tener, desde un punto de vista afirmación de los valores masculinos, la fuerza y
social global, un papel indistintamente contradio- la rudeza, asociados a la aceptación del trabajo
torio o reproductivo. Pero esto lo veremos mejor manual: una inversión ideológica que les permí-
analizando algunos estudios etnográficos al res- tía convertir en un valor positivo todo lo que se
pecto. asocia a posiciones subordinadas en la escuela (el
fracaso escolar) y el trabajo (los empleos manua-
les). Característicos de su subcultura eran tam-
bién un chauvinismo y un racismo profundamen-
Escuela, clase social y género te enraizados.
Lo interesante de este proceso es cómo una
práctica contradictoria en el seno de una institu-
S in duda los trabajos más importantes ción,
su la escuela,con
articulación puede
otras,resultar
en estereproductiva en
caso el trabajo
de etnogratia de la escuela son aquellos asalariado, la división en géneros y la segregación
cuyos autores han sido capaces de reía-
cionar los comportamientos observados entré las etnica. Los “colegas” empiezan por rechazar el
paredes escolares con el medio social y cultural control escolar de la conducta por si mismo y
de ¡os alumnos, concretamente su clase social, su porque se niegan a considerar las contrapartidas
etnia o su género. Autores como Hargreaves como suficientes (el saber escolar y la promesa de
(1967), Lacey (1970) y Corrigan (¡979) relacio- movilidad social, es decir, porque no se identifi-
can ni expresiva ni instrumentalmente con la es-
nan inequívocamente a los grupos antiescuela cuela). Pueden tener tanta razón en rechazar el
con una procedencia, un medio ambiente y una saber teórico y la promesa de movilidad por no
cultura de clase obrera. Sin embargo, e] análisis aceptar a cambio el control como en lo contrario,
más sistemático, penetrante y sugerente al respeo- en no aceptar éste porque no creen en aquéllos.
toes, con toda segundad, el de Paul Willis (1978), Al fin y al cabo, como señala Willis, el saber es-
y vale la pena detenernos precisamente en él. colar es algo particularmente árido y despegado
Willis estudió el caso de doce adolescentes de de la práctica, y la promesa de movilidad social
origen obrero que constituían el grupo antiescue- puede cumplirse para algunos individuos, pero
la en un centro de enseñanza secundaria ubicado nunca para el conjunto de ellos, o sea para la cía-
en un medio industrial tradicional. Estos jóvenes, se social. Pero, al operar este rechazo, aceptan
que se autodenominaban como “los colegas” (Me otra oferta i ualmente unilateral la del trabao
/ads,), rechazaban la cultura y las exigencias esco- g
manual no cualificado. En este sentido, su recha-
lares despreciando el trabajo inselectual, practí- zo de la escuela contribuye a la reproducción de
cando el absentismo, valorando altamente la ves- la división capitalista del trabajo. Para convertir
timenta heterodoxa y el consumo de tabaco y al- en valores positivos su anticulturalismo y su op-
cohol como muestras de independencia y madu- ción/condena hacia el trabajo manual, los aso-
u~ rez. Su obsesión en la escuela era pasar un rato cian con la masculinidad y, de este modo, lo que
~ de cachondeo (“having~a ¡aif) y, fuera de ella, te- eran actitudes de oposición a la escuela y de afir-
‘a ner dinero en el bolsillo para integrarse en la mación de la identidad y solidaridad de clase se
Z “vida real”. Rechazaban toda forma de control. traducen en la reproducción de la división sexis-
O escolar, negaban validez a las promesas de moví-
lidad social, criticaban el comportamiento de los ta de la sociedad en géneros, o sea del patriarca-
do o la dominación masculina, pues la defensa
‘a conformistas u “orejas marcadas” (“ear’oles’) y positiva de la masculinidad no es sino eso.
~ hacían discurrir toda su actividad a través del Considerada como proceso cultural, la actitud
Mi grupo. El deseo de incorporación inmediata al de estos óvenes es una actividad creativa que se
a trabajo, a sabiendas de que, dada su carencia de
~ credenciales escolares, sería a empleos no cualifi- salda en un resultado reproductivo. Es posible
Mi cados y duros, era presentado como una afirma-
Z por la conjunción entre la cultura obrera, de la
~ ción de masculinidad, identificándose trabajo que surgen esos valores de afirmación del traba-
2. manual con independencia, dureza, virilidad y jo manual y rechazo de lo intelectual, defensa del

~PbES6
V E R A N 0 88 tU 1 29

saber práctico, búsqueda de la independencia fue- forma de madurez física y sexualidad, es, al pro-
ra del trabajo e indiferencia ante el contenido de pio tiempo, una reivindicación de la condición
éste como mero mecanismo de obtención del sa- adulta. La segunda es que la condición de mujer
lario, rudeza y masculinidad. No tiene sentido pone coto a algunas formas de control escolar. Es
discutir aquí si la adhesión a esa cultura obrera bien sabido que las situaciones más críticas en el
genera el rechazo de la escuela o si el fracaso en terreno de la disciplina para un profesor no sue-
ésta lleva a recurrir a aquélla: seguramente suce- len ser las creadas por los jóvenes varones, sino
den ambas cosas. las producidas por las jóvenes. Piénsese, por
Un trabajo de características similares, aunque ejemplo, que una profesora puede pegar a un
centrado en un grupo de alumnas de enseñanza alumno, pero un profesor no puede hacer lo mis-
secundaria de clase obrera, es el realizado por An- mo con una alumna, pues lo primero se asocia a
gela McRobbie (1978). A la altura de la secunda- una actitud maternal mientras lo segundo ad-
ria, las jóvenes ya conocen por su medio social quiere una connotación sexual.
que les espera el futuro papel de esposas y ma-
dres —con o sin trabajo remunerado—. Formas co-
munes de defensa son la formación de intensas
amistades basadas en la similitud de género y cia- Dos formas de resistencia:
se y laentrega personal a sueños románticos. Pero oposición y compensación
el género femenino también está dividido por la
pertenencia de clase, y aquí es donde se bifurca-
ban las actitudes de las jóvenes estudiadas por
McRobbie. Las jóvenes de clase media amplia- stos estudios conllevan a primera vista
ban el papel tradicional que les reservaba la es- una cierta dosis de pesimismo. Consi-
tructura patriarcal mediante la educación, aun- derados desde la perspectiva que de-
que ésta llevaba la impronta de la feminidad ma- fiende el carácter activo del individuo frente a las
nifiesta en la opción por las actividades artísti- estructuras sociales, introducen un elemento de
cas, es decir, por una educación a caballo entre determinismo, pues nos presentan a jóvenes que
lo profesional y lo glamoroso. En contraposición, al desarrollar su propia producción cultural no
las jóvenes de la clase obrera, con un futuro pro- hacen sino regenerar elementos de la cultura ya
fesional y social más claramente marcado, opo- existente, incluso su peor lado. Vistos desde la
nían a la escuela una feminidad agresiva (fema- perspectiva que considera a la escuela como una
/eness, o condición de hembra, en vez defemini- institución contradictoria que debe suscitar la re-
nity, o condición femenina, distinción que no SC sistencia de los alumnos, introducen una viciosa
nos ocurre cómo traducir al castellano en dos tér- lógica circular, pues los jóvenes aparecen, en un
minos simples). Esta consistía en la afirmación mismo acto, oponiéndose a una institución antii-
de su sexualidad y su madurez fisica mediante el gualitaria y jerárquica y cayendo en los brazos de
uso de maquillaje, de ropas que resaltaran su fi otras.
sico, conversaciones insistentes sobre escarceos y Para salir de este círculo que, como todo cír-
noviazgos, etc. Esto venía acompañado de una culo infernal, solamente puede conducimos al in-
visión realista sobre el matrimonio, el hogar y el fiemo, proponemos distinguir dos formas de re- u,
u,
trabajo femenino. Aquí, pues, volvemos a encon- sistencia: oposición y compensación. Por oposi- E
tramos con un proceso cultural por el que se re- ción entendemos el enfrentamiento a los valores ‘a
chaza la escuela mediante la asunción de un pa- y normas de una institución de otros, alternati-
pel propio de otra esfera, pero aceptando ésta tal vos, derivados de la crítica o la inversión de su O
cual es y contribuyendo así a su reproducción lógica. Esto es lo que encontramos cuando los tra- ‘a
sc
material e ideológica. bajadores cuestionan lapropiedad privada del ca- ‘a
Otros trabajos de investigación centrados en el pital o sus atribuciones, cuando los jóvenes esco-
comportamiento de las mujeres en la escuela se- larizados ponen en solfa a las autoridades o cuan- Mi
ñalan también este mecanismo de empleo de la do las mujeres desafían la jerarquía entre los gé- d
condición de mujer como arma (Anyon, 1983; neros o la condena al trabajo doméstico. Por ~
Davies, 1979). Un par de observaciones quizá compensación entendemos el mecanismo por el
permitan comprenderlo mejor. La primera es que cual el individuo se defiende de su posición su- >
esta afirmación de la feminidad, sobre todo en la bordinada en una esfera o institución agarrándo- 2.
30 V E R A N 0 88 ~ N. 1
se a su posición preeminente en otra. Aunque creativo frente al carácter rutinario del trabajo
esta forma de resistencia es menos visible y es- doméstico y lo efimero de sus resultados, pues
pectacular es mucho más común, moneda co- crea un espacio donde son posibles para la mu-
rriente de todos los días; y es ambas cosas por- jer, sin más requisitos, un status elevado y una
que no consiste sino en acogerse con cierta habi- posición de autoridad.
lidad a las formas sociales e ideológicas do- Algo parecido puede decirse del racismo y el
minantes. chauvinismo —que son dos rasgos señalados por
Este mecanismo es tan viejo como la vida mis- Willis en la subcultura de los “colegas”—. No es
ma y no concieme sólo a la escuela. El patriarca- casualidad que los elementos más marginales de
do se sostiene en buena parte gracias a él, pues una nación o una raza dominante protagonicen
una institución que permite convertirse en el rey las formas más exacerbadas de ambos. Los blan-
de la casa, el guerrero en reposo o, simplemente, cos pobres del sur de los Estados Unidos han sido
el cabeza de familia responsable que gana el di- y son el foco principal del racismo norteamenca-
nero necesario para crear y sostener un hogar no, o al menos su carne de cañon, así como el
concebido como remanso de paz y amor y refu- lumpenproletariado y el campesinado servil ruso
gio frente a un mundo hostil; una institución en formaban la masa enfebrecida de los pogromos
la que el último trabajador de la fábrica o la ofi- antijudios o los pobres alemanes y franceses en-
cina pasa de realizar tareas rutinarias a aparecer cuentran el origen de todos sus males en la pre-
ante los demás y verse a si mismo como la en- sencia de los inmigrados turcos y argelinos. Para
carnación de la razón, de una posición subordi- el blanco, la escala de las razas es la que presenta
nada al ejercicio casi indiscutido de la autoridad, unos peldaños superiores más accesibles, pues
de la dependencia a ser quien garantiza los me- para alcanzarlos basta con mostrar el color de la
dios de subsistencia, de la alienación al ejercicio piel, que se lleva siempre puesta. El chauvinismo
de la responsabilidad, de la guerra de todos con- y la patriotería constituyen hechos similares, pues
tra todos al supuesto de que existan relaciones el mero hecho de haber nacido, convenientemen-
afectivas inquebrantables; una institución, en fin, te adobado por la fantasía nacionalista correspon-
que troca el status y la dignidad mínimos en diente, convierte a cualquiera en algo. Como dice
máximos, es, qué duda cabe, para los trabajado- una de esas estúpidas pegatinas que salpican los
res varones, una defensa contra su desdichada cristales de los automóviles: “Ser español, un or-
posición en la producción. Además, facilita una gullo; ser madrileño, un titulo”. Desde esta pers-
inversión ideológica por la cual lo que en sí era pectiva puede entenderse mejor la profunda sig-
negativo se convierte en positivo, pues el trabajo nificación de esa frase que, si no me equivoco, de-
duro, de bajo status, rutinario, frustrante y em- bemos a Romain Rolland: “El patriotismo es el
brutecedor pasa a ser visto como un medio nece- ultimo refugio de la canalla”.
sano y aceptable para mantener el hogar. Cuanto Por cierto que, a partir de la comprensión de
peor sea el trabajo fuera, más podrá invocarse y estos procesos de compensación, podemos pro-
será reconocido como sacrificio altruista dentro. poner una nueva interpretación de un fenómeno
No hay que sorprenderse de que, en contra de las que suele ser tratado demasiado a la ligera. Es sa-
predicciones de Engels, la subcultura obrera sea bido que, hasta cierta edad, las niñas consiguen
u, notablemente más sexista y machista que la bur- resultados escolares mucho mejores que los de los
~ guesa o de clase media. Los procesos de produc- niños. Esta tendencia suele invertirse hacia los
5 ción cultural, en este caso de compensación, nos doce años, y existe un amplio acuerdo en tomo
- dicen mucho más sobre la relación entre capita- a que su “inferioridad” en esta segunda fase se
lismo y patriarcado que todas las especulaciones debe, por un lado, a que para ellas no tiene laedu-
O sobre los costes alternativos de la reproducción cación el mismo carácter instrumental de medio
sc material de a a una su
‘a la fuerza de trabajo través del tra- para acceder mejor ocupación, pues fu-
~ bajo doméstico o de bienes y servicios adquíri- turo ocupacional es progresivamente ensombre-
w bies en el mercado. cido por su futuro como ama de casas, y por otro
d Un mecanismo de compensación similar es el lado, a que siguen de hecho un curriculum más
que pueden ejercer las mujeres con los niños, débil en áreas como matemáticas y ciencias na-
~ pues el patriarcado no es solamente una jerarquía turales o experimentales (véase, p. e., Badger,
~ de géneros, sino también de edades. De ahí que 1983). Lo que queda por explicar en su superio-
2. la maternidad pueda aparecer como un proceso ridad anterior. Si los resultados mejores fueran

~RbLS6
V E R A N 0 88 ~> N. 1 31

los de los niños varones, la discusión se reduciría las niñas, cuyo papel presente en la familia y fu-
a la disyuntiva entre si son naturalmente más in- turo en el trabajo y de nuevoen la familia es me-
Áeligentes o la sociedad los hace más inteligentes. quivocamente subordinado, se acogen a una ms-
El problema es que se trata de las niñas, y la so- titución que las trata como iguales a los niños va-
ciedad, que está dominada por los hombres, y la rones o, al menos, como no tan desiguales. Pos-
sociología y la psicología, que también, no pue- teriormente vendrá la conciencia de que la efica-
den aceptar que las niñas sean por naturaleza más cia de la escuela no es tan grande como para in-
inteligentes que los niños (el autor de estas líneas vertir las oportunidades futuras de las mujeres en
tampoco lo acepta, como no acepta lo contrario, la familia propia y en el trabajo, pero esto es ya
pero lo que es de notar es que haya quien está dis- sólo la segunda parte de la historia.
puesto a aceptar las “diferencias de la naturale-
za” en favor de un género mas no del otro). Como
sociólogos y psicólogos son gente avispada, se ha
inventado un nuevo argumento: las niñas son
más sumisas, o han sido educadas para someter- Escuela, infancia y
se a la autoridad, ser pulcras en su trabajo, etc., condición adulta
lo que hace que se plieguen mejor a las exigen-
cias de orden y disciplina que plantea la escuela,
tienen tan en cuenta el comportamiento como la
y los profesores, voluntaria o involuntariamente,
capacidad intelectual mostrada; o, simplemente,
el mayor sometimiento de las niñas a las normas
A demas de un lugar donde se aprende o

se enseña, la escuela es un espacio so-


cíal en que los nínos y jovenes se en-
favorece su trabajo escolar, aunque los profeso- cuentran sometidos a la autoridad de los adultos.
res sean gente desprejuiciada. Los niños varones, Aunque esto parezca a muchos lacosa más natu-
por el contrario, serían menos sumisos, más in- ral del mundo, no lo es; o, por lo menos, no lo
dependientes, creativos, rebeldes, etc., lo que se es en la forma en que tiene lugar en nuestra so-
reflejaría en una conducta que la escuela sancio- ciedad. Si bien la mayoría de las sociedades tie-
na negativamente por sí misma o que, en el me nen y han tenido ritos de iniciación que simboli-
jor de los casos, no es penalizada como tal pero
zan la transícion a la edad adulta y la represen-
interfiere en su trabajo escolar. De esta forma, lo tan en un momento concentrado del tiempo, re-
que parecía un tanto a favor de las niñas termina sulta difícil, antes de la sociedad actual, encon-
por convertirse en un punto para los varoncitos trar otras en las que esta transición se lleve a cabo
y las cosas vuelven una vez más a su sitio, de forma tan abrupta y como desplazamiento en-
La interpretación que sugerimos es muy distin- tre los extremos polares de una disyuntiva: se tra-
ta, y no se basa en diferencias entre los sexos ni baja o no se trabaja, se alcanza o no la mayoría
entre los géneros sino en los distintos criterios de de edad legal, se depende enteramente de la fa-
organización de la escuela y la familia patriarcal. milia de origen o se sostiene de forma indepen-
Mientras la familia se organiza en tomo a la su- diente una familia propia. La inmensa mayoría
perioridad indiscutida del género masculino so- de las sociedades anteriores —y sus pervivencias
bre el femenino, la escuela considera a todos los actuales, desde las sociedades primitivas todavía u,
alumnos como formalmente iguales, y sólo deja existentes hasta las comunidades campesinas no ~
de hacerlo en la medida en que ingieren en ella demasiado “modernizadas”, aunque en distintos ‘a
criterios venidos de otras esferas. Es cierto que grados—, siguieron pautas más graduales de tran-
existen numerosas manifestaciones del sexismo sición de la infancia a la sociedad adulta: incor- a
en la escuela, pero no cabe duda de que son me- poración paulatina al trabajo y las responsabili- ‘a
sc
nos numerosas y menos intensas que en la fami- dades familiares desde la primera infancia, asun- ‘a
ha y en el lugar de trabajo, así como que en las ción gradual de funciones sociales adultas, fra-
culturas que rodean a ambos (Delamont, 1983). trías de jóvenes del mismo sexo en las que se está MI
En consecuencia, podemos explicar el mejor ren- fuera del alcance de los adultos, permanencia con ¿
dimiento de las niñas en la escuela, al igual que la familia propia en el hogar de la familia de oíl- ~
su aceptación consiguiente de los valores y nor- gen, etc. En contraposición a esto, el discurso Ii-
mas de la institución —superior a la de los niños beral en que se basa el consenso de las socieda- ~
varones— como una estrategia de compensación: des capitalistas modernas fundió las ideas de 2.

~RWM6
_______

32 V E R A N 0 88
1 N.’ 1
igualdad política y sumisión patriarcal para so- cias concretas”, etc., o por categorizaciones con
meter legalmente los jóvenes a los adultos. más de dos subdivisiones. En cualquier caso, las
Junto con otros principios, las escuelas están categorías de “éxito” y “fracaso” son, probable-
organizadas en torno a esta división entre condi- mente, las que más se acercan a la forma en que
ción aduJta e infancia, que se asocia a una pre- es vivida esa jerarquización por niños y jóvenes.
sunta diferencia sin matices entre los que saben La tercera columna, que concierne a la edad, per-
y los que no, entre los que son libres de elegir y tenece a la vez a la esfera de la escuela y a la de
los que todavía tienen que aprender. La conside- la familia patriarcal y tampoco interesa detener-
ración de esta partición entre adultos y jóvenes, se en si convendría o no introducir categorías in-
heredera del patriarcado y modificada, rigidifica- termedias como “adolescencia”o”juventud”. La
da y estabilizada por el Estado moderno y el dis- cuarta columna, relativa al género, es la única
curso liberal, nos permite una consideración más que, afortunadamente, sólo se presta a ser dico-
comprensiva del haz de lineas de estratificación tomizada. La quinta columna, en fin, pretende
en que se encuentran inmersos los jóvenes. El incluir el conjunto de organizaciones voluntarias
Cuadro III expresa esquemáticamente este com- y grupos de iguales a los que la inmensa mayoría
plejo. de la gente pertenece y que, con mucha frecuen-
En realidad haría falta un cuadro mucho más cia, dan sentido total o parcialmente a su vida.
amplio para reflejar la diversidad dé lineas de La práctica totalidad de las asociaciones volun-
igualdad y desigualdad que constituyen el entra- tarias y una buena parte de los grupos de iguales
mado en que se mueven los jóvenes. La “produc- están altamente jerarquizados, de manera que po-
ción”, que reducimos a una columna, es en rea- dríamos haber introducido dos categorías abs-
lidad el aspecto determinante de la clase de orí- tractas, como, por ejemplo, “liderazgo” y “adhe-
gen de los jóvenes escolarizados y lo fundamen- sión” para reflejar la jerarquía existente en su
tal de su destino, luego podría estar por dos ve- seno. Sin embargo, lo que interesa ahora resaltar
ces, como pasado y presente, por un lado, y como es la pluralidad de criterios que puede existir en-
futuro por otro. La taxonomía de las clases socia- tre las distintas asociaciones y grupos: así, un club
les que ofrecemos dentro de ella es casi insultan- de levantadores de piedras asignará el status más
temente simple, pero no nos interesa aquí discu- elevado al más fuerte de entre sus miembros, un
tir cuántas clases existen ni a qué criterios obe- partido político al mejor estratega o ideólogo, una
decen, ni siquiera si pueden ser denominadas asociación cultista a quien más se parezca al Dis-
como clases, sino simplemente señalar la existen- cobolo de Mirón y una banda de característas al
cia de una jerarquía. La segunda columna preten- que haga gala de posser unos dedos más ágiles.
de lo mismo en cuanto a las evaluaciones y san- Esto quiere decir que cada cual puede, de acuer-
ciones que la escuela tiene como fin primordial do con sus virtudes, acogerse al grupo o asocía-
distribuir, y no importa si los términos adecua- ción que mejor le convenga si lo que busca es sta-
dos son los de “éxito” y “fracaso” o si deberían tus y consideración. Finalmente, resta decir que
ser sustituidos por otras dicotomías como “inte- todavía podrían añadirse otras líneas de diferen-
ligentes” y “deficientes”, “académicos” y “no aca- ciación social: por ejemplo, las de dominio o he-
demícos , inteligencias abstractas” e “inteligen- gemonía de una raza o etnia sobre otra; o se po-

z
o CUADRO III
‘a
sc
‘a
Las jerarquías múltiples
= Producción Escuela Patriarcado Asociaciones voluntarias/grupos
a de iguales
Mi
Trabajo Evaluación Edad Género
d
5— Burguesía éxito condición masculino jerarquía variada
z
Mi
directivos, etc.,
cuadros
adulta e informal
trabajadores fracaso infancia femenino
= subordinados

~P&EM
6
V E R A N 0 88 t Ni 1 33

dría desglozar alguna de las jerarquías empleadas rez sexual están reivindicando su condición adul-
en varias entrecruzadas, por ejemplo: trabajo pre- ta frente a una escuela que basa su poder en atri-
dominantemente intelectual o predominante- buirles una condición infantil. Pero la condición
mente manual, bien pagado o mal pagado, con adulta no existe al margen de los papeles que le
autoridad o sin ella, creativo o rutinizado, pres- corresponden en la esfera del trabajo y/o fami-
tigioso o insignificante, cómodo o duro..., distin- liat, y aquí es donde se produce el drama. Por-
ciones que no necesariamente coinciden, que, si la escuela prolonga forzosamente la ado-
lescencia, las formas más rápidas de acceso a ro-
Lo que queremos sugerir es que cada joven dis- les adultos son las que prescinden de ella, la in-
conforme o insatisfecho con su posícion en la je- corporación pronta a empleos no cualificados y
rarquía escolar podrá buscar una afirmación de el matrimonio temprano. Con ello, los jóvenes de
identidad en una jerarquía alternativa. La opción wiííis renuncian a la única vía a su alcance para
más sencilla es la de acogerse a un grupo de igua- acceder a otros empleos mejores, que sería la per-
les o a una asociación voluntaria, pero esto tam- manencia en la escuela —aunque su verosimilitud
bién puede presentar problemas. Por ejemplo, los sea discutible, y quizá precisamente por ello—; y
alumnos “fracasados” de clase obrera cuentan las jóvenes de McRobbie se niegan a sí mismas
con menos medios que los de una clase superior el tiempo necesario para construirse una femini-
para acogerse a organizaciones voluntarias —por- dad más compleja como es la de la “mujer culta”
que cuentan con menos medios para el ocio en de clase media, es decir, se privan de los medios
general—, y éstas están, en cualquiera caso, menos para introducir elementos nuevos en la negocia-
abiertas a los jóvenes que a los adultos, lo que ción de su status en el mercado matrimonial y en
convierte al grupo de iguales en laalternativa más el interior del matrimonio mismo, encaminándo-
alcanzable. Por el contrario, el alumno “fracasa- se a una versión de éste en la que sólo podrán ha-
do” de clase media que se vuelve hacia su grupo cer valer su condición de hembras y de fuerza de
de iguales es probable que se encuentre con que trabajo doméstico, mientras sus contrapartes de
éste comparte los valores escolares y no es pro- clase media harán valer su condición de “compa-
clive a asignarle un alto status, al tiempo que, por fieras”, su glamor, etc., basándose sobre todo en
otro lado, encontrará dificultades para incorpo- su nivel de educación, y podrán por esto mismo,
rarse a un grupo compuesto por jóvenes de dis- tal vez, acceder a empleos que a las otras les es-
tinta clase social que la suya —por eso señalába- tarán vedados y cuya condición retroactuará cir-
mos antes como más probable en estos casos una cularmente sobre su condición dentro de la fami-
estrategia de disociación—. Sin embargo, nos que- ha en ambos casos.
da todavía el problema de los jóvenes que cam-
bian una posición subordinada en la escuela por
otra igualmente subordinada en el trabajo o en la No se trata, pues, de jóvenes que cambien Gua-
familia, o sea los varoncitos de Willis y las mu- temala por Guatepeor en un ejercicio de autoin-
jercitas de McRobbie. Para estos autores, tales molación. No son ciegos suicidas sociales que
procesos no resultan demasiado problemáticos, simplemente buscan convertirse en trabajadores
pues derivan simplemente, en un sentido positi- explotados o amas de casa marginadas sin razo-
yo, de la influencia de la cultura obrera tamizada nes para ello. Unos y otras reivindican una ma-
por el género, y, en un sentido negativo, del re- durez a la que todavía sólo asocian imágenes va- n
chazo del control escolar. Sin embargo, desde el gas de los roles laborales y de género que la acom- E
punto de vista del modelo de estrategia de com- pañan, pues ¿qué padre reconocerá que el traba- ‘a
pensación en que pretendemos aquí subsumirlos jo es para él esclavitud y qué madre admitirá que ~
queda la cuestión de explicar por qué se acogen matrimonio y familia son frustración? Aunque O
a esferas sociales en las que no tienen mucho que las imágenes que estos jóvenes de ambos sexos ‘a
ganar. tienen de las instituciones adultas probablemen-
te ya no son idílicas, seguramente están todavía a
Los “colegas” de Willis que afirman su inde- muy por encima de la realidad. Los jóvenes va- Mi
pendencia respecto del control escolar mediante rones, en todo caso, tienen la ventaja de acogerse d
el tabaco, el alcohol, la vestimenta informal y a un rol de género comparativamente privilegia- ~
otros modos de incorporación a la “vida real”, o do. Más adelante tendrán más y mejores infor-
las jóvenes estudiantes de secundaria de la clase maciones sobre las consecuencias de sus opcio-
obrera de McRobbie que hacen gala de su madu- nes, pero para entonces ya será tarde. —
34 V E R A N 0 88 t ~1
to lugar, alumnos y estudiantes no cuentan con
estructuras organizativas estables y reconocidas
¿Son posibles estrategias desde las que articular sus reivindicaciones, y
generalizadas de oposición? esto es precisamente lo que requiere una estrate-
gia de oposición, mientras que para las estrate-
gias de compensación basta con apoyarse en laes-
tructura existente de otras instituciones o en lain-
formal de los grupos de iguales. En quinto lugar,
distinción entre estrategias de com- ydiscurso
como consecuencia de lo anterior,
y de oposición nos permite sistemático que oponer al denolaexiste un
escuela,

global de la sociedad enque


comprender cuestión la reproduccion
hay formas de resis-
- ybastan con
esto es lo laque
ideolo~a o elpara
se precisa “sentido común” —en
una estrategia de
edadescomo sociedad
y etnias. dividida en
Las estrategias de oposición, mientras
la peor acepción que las de de
gramsciana— compensación se
todos los días.
compensación cuestionan los fines oficiales y ma- En sexto y último lugar, hay también una cues-
nifiestos de la escuela, pero no sus objetivos rea- tión de tiempo, pues la escuela de masas a la que
les y latentes de reproducción social. Ciertamen- asiste toda la población en edad, incluido el sec-
te, pueden verse como la otra éara de lo que se tor que podría ser sujeto de una estrategia de opo-
denomina el proceso de “enfriamiento” o “disua- sición, es todavía una realidad reciente; si los tra-
sión” (cooling-outfunction) por el quela escuela, baadores tardaron muchos decenios en conse-
sin decira níngun grupo social que no debe estu- guir ciertos derechos contra las empresas y, sobre
diar, va convenciendo uno a uno a sus miembros todo, en lograr el reconocimiento de sus organí-
de que no valen para hacerlo (Clark, 1960). zaciones como interlocutores válidos, los estu-
La pregunta ahora es: ¿son posibles, y tienen diantes bien pueden tardar otro tanto, especial-
lugar, las estrategias de oposición? Son viables y mente si se piensa en derechos e interlocutores
tienen lugar, pero se enfrentan a una serie de con-
díciones adversas que las hacen infrecuentes. En ue cuestionan las líneas de autoridad de la
qescuela.
primer lugar, no debe olvidarse que se trata de ni-
ños y jóvenes, carentes por tanto de experiencia Sin embargo, estas estrategias de oposición
social o, al menos, de la experiencia necesaria existen, prosperan
percibirse cuando yunseguirán
grupo dehaciéndolo. Pueden
estudiantes recIa-
para elaborar objetivos oposicionales y organizar ma el tratamiento de temas no incluidos en los
los medios para perseguirlos. En segundo lugar,
el consenso liberal-socialdemócrata en torno a la programas oficiales,
a la autoridad de uncuando tratan
profesor, de poner
cuando coto
reclaman
escuela ha calado tan profundamente en las dis- intervenir en los mecanismos de evaluación o
tintas clases sociales que las mismas ideologías cuando hacen oír su voz sobre temas de política
que aceptan como legitimo al conflicto entre tra- educativa en su centro o en la sociedad global.
bajadores y empleadores no extienden esta legití- Prosperarán a medida que se prolongue la edad
midad a un eventual conflicto entre alumnos o
estudiantes y profesores, ni siquiera al conflicto de escolarización obligatoria y la institución se
entre los enseñantes y sus empleadores (las huel- encuentre
da ante individuos
que el discurso más maduros, a medi-
liberal socialdemócrata sobre
~ gas docentes, por ejemplo, son vistas como bási- la escuela quiebre víctima de sus promesas in-
u,
— camente injustificadas y perjudiciales, tanto por cumplidas y a medida que la izquierda social y
la pátina de servicio público que recubre a la en- política comprenda que la escolaridad no es sim-
señanza como por la peculiar idea de que los pro- plemente un bien en sí sino un objeto y, sobre
O fesores son gente que trabaja poco y por las inco- todo, un espacio tan sometido a la pugna entre
‘a modidades domésticas que genera el cierre repen- fuerzas sociales como otro cualquiera.
sc
‘a tino de las escuelas). En tercer lugar, este mismo
= _____________
o consenso hace que los partidos y organizaciones
Mi que articulan las luchas de los trabajadores y REFERENCIAS
o otros sectores sociales intervengan menos inten- ANVON,J. <1980): “Social cias, and ihe hidden curriculuin of work’,
samente en el aparato educativo y lo hagan mas Jaurnal ofEducation cLXtl, 1, Invierno.
~ por conseguir una base social indiferenciada para AsaroN FIN. y F¡ELD, D. (1976): Young workers, Londres, Huí.
políticos o sociales generales que para res- chinson.
> temas AppLs, M. W.(1979): Ideology and curriculum, Londres. Routledge
2. ponder a su estructura de poder interna En cuar- md Kegan Paul version castellana en AkaI, Madrid, 1987.
y E IR A N 0 88 * N. 1 35

BÁnota, M. E. <1983): ¿Por qué no son mejores las chicas en mate- ciTaOUX, H. (1983): Theory and resistancein education, South Hadley,
máticas?”, Educación y Sociedad, 2. Mass., Bergin and Garvey.
B,LL,5. J. (1981): Beachside ComprehensivesA casestudyofsecondary HARARY, F. (1966>: “Merton revisíted: Anewclassiticaíion fordevianí
schooling. Londres, Camt,ridge LJniversity Press. behaviour”, American Sociological Review, XXXI, 5.
BAVDELOr, CH. y ESTABLET, R. (1976>: La escuela capitalista en Fran- HAROREAvES, DE. (1967): Social reía/jons inasecondaryschool, Lon-
cia, Madrid, Siglo XXI. dres, Routledge and Kegan Paul.
Bouaoivu. p. y PAssERON, J.C. (1970>: La réproduction. Paris, Minuil. tNkELES. A., y SMITH. FI. <1974): Becoming modero, cambndge, Mass.
Traducción castellana en Laia, Barcelona. Harvard Universíty Preas.
BowLEs, 5., y Or,.rrss. H. (1976): Schooling in capitalist America, Nue- LAcÉY. C. (1970): Hightown Crammar TIte school as a social syste,n,
va York, Basic Books, Traducción castellana en Siglo XXI, Madrid, Londres, Routledge and Kegan Paul.
1986. LARtCJN, R. (1979): Suburban youth jo cuí!ural crisis, Nueva York, Ox-
— t 1983): “La educación como escenario de las contradiciones en la re- ford University Press.
producción de la relación capital-trabajo”, Educación y Sociedad, 2. MeRoBBIE, A. (1978>: “Work¡ng class girís and the culture of femini-
CARNOY, M., y LíviN, E. M. <1985): Schooling and workin tIte demo- niíy”, en Women Studies Oroup, cd., ¡tomen Lake issue, Londres,
cratic State, Sianford, california, Siandford University Press. Tra- Hutchinson.
ducción castellana Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, MERTON, R,K, (1957): “Social siructure and anomie”, en R.K.M., So-
1988. cid theorv and social siructure, Nueva York, The Free Press.
CLARE, BR. <1960): “The cooling-ouí funclion in higher education”, PÁRsot’ts, 1. (1976>: “La clase escolar como sistema social: algunas de
American Journal of Sociology, LXV. 569-576. Versión castellana sus funcionesen la sociedad americana’, Revista de Educación, 242.
en A. Oras, ed., sociología de la Educación: Textos fundamentales, Esta es la Onica versión completa en España de este articulo, pero,
Madrid, Narcea, 1976. como la traducción no es muy buena, empleamos otra versión, in-
COLLJN5, R. (1979): TIte credeotial socie¡y. Nueva York, Academic completa pero mejor traducida: “La clase como sistema social: al-
Press. Traducción castellana en Akal, Madrid, 1988. gunas de sus funciones en la sociedad americanat en A. Oras, cd.,
CORRIGAN, P. (1979): Schooling tIte Smash Street Kids, Londres, Sociología de la educación: textos fundamentales, Madrid, Narcea.
Macmillan. POLLARO, A. (1979): “Negoiiating deviance and ‘getting done’ in pri.
DAVIS, K., y MooRe, W.E. (1945): Some principies ofstratificaíion”, mary school classrooms”, en L. Barton yR. Meighan, eds., Schools,
American Sociological Review, X, 242-249. Traducción castellana pupils aod deviance. Orlificíd, Naiferton Books.
en SM. Lipset y R. Bendix, Clase, status y poden Tecnos, Madrid. RIsT, R. C. (1977): “On understanding the process of schooling: ihe
Dáv,rs, L. (1979): “Deadlier Ihan íhe niale? Girís conformuty and de- coníribuíions of ihe labeling theo’y”, en J. Karabcl yA. E. Halsey,
viance in school”, en L. Barton y R. Meighan, eds., Schools, pupils eds., Power and ideology in education, Nueva York, Oxford Uni-
and detiance, Lewes, The Falmer Press. versity Press.
DELAMONT. 5. (1983): The conservative school? Sex rolesathome, al WÁ,crn’oRn, J. <1969): TIte cloistered eh/e. Londres, Macmillan.
work and tite school’, en 5. Walker y L. Barton, eds.. Gender. class WILLIs,P. (1978): Learning to labour ¡fow workingclass kidsget wor-
aod education. L.ewes, The Falmer Press. king class bbs, Atdershot, Gower. Hay traducción casíellana en
DEEEEEN, R. (1968): On what is ¿comed in schoot Reading, Mass., Akal, Madrid, 1988.
Addison-Wesley. WILLMOn, P. (1969): Adolesceot boys in East London, Harmonds-
FERN.&Non ENODITA, M. <1985): ¿Es tan fiero el león como lo pintan? worth, Penguin.
Reproducción, contradicción, estructura y actividad humana en la Woons, P. <1979): TIte divided schoo¿ Londres, Routledge and Kegan
educación’, Educación y Sociedad, 4. Paul.
— (1988): Entre la esperanza del cambio y el estigma de la reproduc- YouNo, M. F. FI., cd. (1971): Koowledge and controL Londres,
ción, Revista de Educación, en prensa. Macmillan.

u,
u,
‘a
1
o
‘a
sc
‘a
=
o
Mi
o-
=
3-
z
Mi
=

~PáEM6
ANALES
DELA

REAL ACADEMIA
DE CIENCIAS MORALES
Y POLíTICAS

MCMLXXXVII
NUMERO 64

SUMARIO
POLíTICA Y DERECHO
LUIS DIEZ DEL CORRAL. Variaciones en ¡alama de Tocqueville
GONZALO FERNANDEZ DE LA MORA: El ¡onismo de d’Ors
LUIS SANCHEZ AGESTA: La reciente orientación parlamentaria de los regímenes iberoamericanos
JESUS GONZALEZ PEREZ: Justicia y política
CIENCIAS SOCIALES
LAUREANO LOPEZ RODO: Relaciones con la Santa Sede del Gobierno del almirante Carrero
MANUEL ALONSO OLEA: El trabajo por cuenta ajena.
Su consideración jurídica, social y económica en la encíclica ‘Laboren exercens
PRIMITIVO DE LA QUINTANA LOPEZ: Consideraciones sobre la violencia
FERNANDO GARRIDO FALLA: La libertad de cátedra
ECONOMíA
JOSE MARIA DE AREILZA: Después de la cumbre de Islandia
JUAN VELARDE FUERTES: Inorme sobre Chile

FILOSOFíA SOCIAL
ANGEL GONZALEZ ALVAREZ: El arte y el humanismo
MARCELO GONZALEZ MARTIN: La violencia en el Antiguo Testamento
VICTOR GARCíA HOZ: Condiciones de la educación en una sociedad confusa
JOSE LUIS PINILLOS: Qué es psicohistoria
ALFONSO LOPEZ QUINTAS: La manipulación del hombre a través del lenguaje
OLEGARIO GONZALEZ HERNANDEZ DE CARDENAL:
La jerarquía eclesiástica ante Unamuno. Reflexiones a los cincuenta años de su muerte
VIDA ACADEMICA
JOSE MARIA DE AREILZA: Necrología (Manuel Díez Alegría)
Recepciones Académicas
Noticiario Académico
Disertaciones

Vous aimerez peut-être aussi