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VIAJES Y RUTAS EN LA HISTORIA DE AMERICA

La experiencia del viaje


Profesor: Joaquín Fermandois

Pocas personas de ahora podrán comprender lo que estas palabras


significaban hace medio siglo.

Europa o Paris eran vibraciones mágicas. ¡Vienen llegando de Europa!


Oíamos decir en Valparaíso. Actualmente viaja a Paris y a Nueva York todo
el mundo.

Estas palabras de Joaquín Edwards Bello se refieren al año 57. Por lo tanto
el mundo que él recuerda, que rememora, es de 1907 y sin embargo nos
parece con una extraña resonancia de ahora de nuestros días. La idea es
que en el antiguo viaje había una magia que en esta época se ha perdido,
que se ha evaporado. Como que sentimos que algo pasa con el viaje actual.

Precisamente yo les voy a hablar del viaje y de la experiencia del viaje a


partir de una preocupación que he tenido acerca del fin del viaje. He escrito
sobre eso y estoy juntando material que espero algún día desarrollar en un
pequeño libro sobre el fin del viaje, en el sentido de la idea de que ya no
viajamos, de que no existe viaje. Nos movemos para cualquier parte del
mundo muy rápidamente pero que no existe viaje.

En 1983 leí un libro de un autor angloamericano, que tiene uno de los libros
sobre este tema mas hermoso que he leído, es un libro escrito en base a
diarios de viajes, poesías, novelas de escritores ingleses entre las dos
guerras mundiales, en donde afronta el emerger este problema del fin del
viaje. Y leyendo el libro, yo dije -y son experiencia de los que circulamos con
los libros y los que escribimos- dos cosas: en el fondo yo he pensado cosas
que los grandes han pensado por su cuenta y una cierta desilusión porque
creía que era la idea original y otro escritor de gran categoría la había
desarrollado mucho más maravillosa de lo que pudiera hacerlo uno.

A pesar de eso no me desmayé y he seguido reuniendo material y textos y


he desarrollado esta idea del viaje y el fenómeno del fin del viaje.

El viaje, la idea de viaje es una metáfora, es una idea, una imagen que tiene
una fuerza enorme, se usa en muchos sentidos. La idea de que la vida es
una metáfora, los que nos desempeñamos en ella es una metáfora. El paso
de la vida también como una suerte de viaje. Lo que emprendemos con la
gente también es una suerte de viaje. Los historiadores decimos que la
historia es una suerte de viaje y la idea no es algo tan extraña o bien
decimos, los historiadores viajamos a través del viaje hacia el pasado y en
esto hay también algún trasfondo.

Por eso el tema del llegar y el arribar a algún lugar es una experiencia
importante y se asimila a la pregunta por la esencia y por el sentido de la
vida. Georg Trakl, un poeta expresionista alemán, muerto durante la Primera
Guerra Mundial, dice lo siguiente: el alma es una extraña en esta tierra. Ese

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es el verso que quiero citar, que refleja un viejo sentimiento, un sentimiento
arcaico, acerca de la condición humana de la vida del hombre sobre la tierra.
De si esto no es una expectación para algo. El existencialismo moderno dice
que el hombre existe para morir y a partir de eso hay todo un desarrollo.

Y bajo la idea de la expectación hay también si hay un sentido, si vamos a


realizar algo, si llegaremos a alguna parte. La vida como un arribo a alguna
parte. Hay algo también de que estamos aquí pero no nos sentimos acá. La
idea de un mas allá, de la trascendencia.

La experiencia de la modernidad ha hecho crecer algo que no es nuevo en


la historia de la humanidad, pero quizás completa más la idea de que esto
es una especie de locura o engaño o una ilusión y que básicamente
estamos acá en el siglo XVIII se decía y hoy día en el siglo XX y ahora
podemos decir como que no aparece ningún sentido.

Pero entre paréntesis lo que aporta el mundo moderno en la actualidad en la


experiencia espiritual, que es el creer o el no creer, son dos almas que van a
pertenecer en el futuro siempre a la humanidad y una no va a estar nunca
jamás lejos de la otra. Y esto se conecta con nuestro tema de que la
metáfora de la vida como viaje y no es una metáfora, no es una figura del
lenguaje, una frase bonita, sino que refleja un trasfondo del viaje. Que
vamos a llegar a esa parte que tenemos una meta, pero que esa meta es
algo que no es una respuesta final, es una etapa, es algo más, pero que al
llegar a esa meta es parte de un aprendizaje en la vida.

El viaje y ése es otro elemento que se ha pensado en torno al viaje, como lo


dice toda esa literatura, que es sobre el crecimiento de la persona, sobre su
educación, de su formación. Viene sobre todo de Goethe y del romanticismo
alemán, pero que se instala en las novelas de formación de la persona. Y el
viaje básicamente es esa idea.

Pero nuevamente llegamos al problema actual: si existe el viaje. Lo que


alude Edwards Bello, las palabras de una persona antes ¡estuve en Paris!
Una persona así llegaba investida hace 100 años de un prestigio
extraordinario y hoy día todo el mundo va. Como diciendo: esto no vale, no
tiene ninguna importancia. En el exceso de trasladarse, la cantidad de
traslado que tenemos, es como una experiencia que uno dice ¿dónde está la
magia? ¿qué voy a contar? Y cuando uno vuelve, a nadie le interesa lo que
uno ha hecho. Como todo el mundo se traslada y todo el mundo viaja, nadie
escucha.

¿Qué hay tras este turismo masivo? Hay por cierto un elemento democrático
y al alcance de muchas masas humanas, pero creo que dejarlo solamente
como eso, aparte que nos lleva a decir “bueno”, la respuesta a todo esto es
volver en lugar a una sociedad de total exclusión en que es imposible y que
no es deseable, eso es otro tema.

Pero existe este problema de que la unificación técnica y la unificación


comunicacional del mundo atentaron contra el aprendizaje, de experiencia

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formativa y de experiencia espiritual que tenía el viaje. El campesino y el
pastor que acogían al viajero se transforman en el mozo que pide propina. Y
con ese mozo no se tiene una comunicación. Como todos viajamos, todos
nos movemos, nadie se comunica con nadie.

Yo siempre pensé que con el turismo se iba a transformar completamente la


sociedad europea. Y la idea es más bien que no es así. Y para mí lo más
asombroso que España, uno de los países que después de la Segunda
Guerra Mundial más fue como inundado por el turismo, la sociedad española
ha cambiado por muchas razones pero no por el turismo porque no hay
conexión, hay interacción práctica, comercial. Hay elementos, pero como los
españoles también han viajado hay otro tipo de relaciones, pero no existen
comunicaciones básicas entre la población flotante de turistas, que es una
parte importante de la población de los países visitados, y la población local.

Cuando yo hable del viaje también voy a hablar del desplazamiento.


Desplazamiento es moverse, es ir a un lugar u otro. Porque el viaje o no
cualquier desplazamiento, es un viaje. Y es que hay otro tipo de
desplazamiento. Tomando una idea de este autor angloamericano, él habla y
a su vez recoge de otro, y dice que hay como tres etapas en la historia de la
humanidad: primero, la exploración; segundo, el viaje, y tercero, el turismo.

Yo acepto este esquema entendiendo que turismo pudo haber habido en el


mundo antiguo y de hecho lo hubo y de que la exploración, si bien terminó,
tiene todavía alguna manifestación y ésa es mi tesis principal que quiero
manifestarles: creo que el viaje se puede recuperar. Se puede recobrar en
alguna medida, pero no de una manera espontánea como era en otra época.

La exploración, va unida muchas veces a un tema de conquista y hoy día


poner el tema de conquista es como de mala fama. En otra época decíamos
“la conquista de América”, muy orgullosos, hoy día más sensibles al tema de
la destrucción de las altas culturas americanas y a la experiencia no siempre
feliz del mundo colonial del siglo XIX, se tiende a abandonar esa idea.

Pero ¿qué pasa en el viaje de la exploración?

Primero, hay algo que tiene que ver con una idea de cambio radical y de no
vuelta atrás. El explorador o conquistador que volvía, siglos o milenos atrás,
rara vez volvía. Su despedida tenía un cierto aire funerario. Su regreso
aparecía como un anticipo de resurrección. Lo normal no era el regreso. O
era un regreso después de una vida. En primer lugar, en la exploración había
un riesgo personal muy grande, había una tremenda inseguridad. Se
exploraba más allá de los limites, más allá de las fronteras, donde
desaparecen las reglas del juego del desplazamiento de un mundo conocido
donde es más o menos imaginable la forma o puedo entender la forma como
me entienden los demás.

Había una especie de “estado de derecho” en un área del mundo y en otra


área del mundo no había ese estado de derecho. Para no hablar de la
fragilidad de los medios de viajes de otra época, lo corto de la esperanza de

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vida, etc. o sea, en la exploración hay un elemento de llegar a lo absoluto no
siempre perdido bajo un gran vuelo espiritual, porque todo el mundo se iba
no más, porque los hijos se desprendían muy temprano del seno materno y
desaparecían para siempre, muchas veces en términos generales. Los seres
humanos también en la exploración descubrían algo nuevo, exploración tiene
que ver también con descubrimiento, con algo nuevo, con algo radicalmente
nuevo. Aunque personalmente creo que la humanidad es más parecida que
diferente, es un tema de discusiones culturales de nuestra época. La
humanidad es más parecida que diferente. Pero en términos relativos, para
quien no conoce más que lo suyo, el descubrimiento era algo
extraordinariamente distinto y diferente.

Las cartas de Colón de Hernán Cortés, de tantos americanos, son testimonio


de esta sensación de maravilla. No todo era conquista, también una cierta
seducción por el mundo originario que encontraba, el mundo de veían y
descubrían. No son raros los exploradores del XVII, del XVIII y del XIX, que
se sumergían en el mundo imaginario que veían y capturaban sus lenguas.
Los ingleses que saben bien bautizar estas cosas han expresado esto con
una expresión que es genial, que es “ going native”, es decir, que la persona
se identifica tanto con lo nativo que finalmente se siente como más nativo
que del origen. Para Inglaterra fue especialmente un problema de algunos
funcionarios civiles o militares que al final aparecían defendiendo
fundamentalmente el punto de vista no de la corona si no del lugar donde
estaban. Pero refleja esta otra alma de la exploración, entendida como
conquista o esta expansión cultural, un fenómeno que existió a lo largo del
mundo y que tiende a perecer con el mundo moderno y cuando la tierra es
cubierta por una sola experiencia, un solo mundo, una sola unificación
técnica sin mayores problemas y sin mayor misterio.

Los últimos exploradores del siglo XX, Amundsen y Scott, sobre todo la
hazaña de Scott que tiene menos de cien años, esto es anteayer pero es
como el explorador real. Quisieron llegar al Polo sur, Amundsen se adelantó
por pocas semanas y Scott llega y le saca fotografías, reconoce y pone la
bandera inglesa al lado de la de Noruega y vuelve, pero no alcanza a volver y
muere. Meses después encuentran sus cartas y todos sus escritos y fotos y
esto hace un personaje en Inglaterra mucho más conocido que Amundsen
por esta hazaña que hasta que murió siguió escribiendo y pidiéndole
disculpas al rey por llegar atrasado.

Scott es como la figura del gran explorador y Amundsen muere después, a


fines de la década del veinte, en un intento de llegar al Polo Norte aunque se
había llegado ya al Polo Norte.

Los otros dos son Charles Lindbergh, que hizo una hazaña técnica física, que
ya está en la frontera del viaje espacial -el cual no lo creo exploración-y Thor
Heyerdhal, quizás el último de todos que para explorar tiene que volver
conciente y racionalmente a usar una técnica arcaica. Construir una balsa
como él cree que la construían, y así probar una teoría. Yo creo que se
entretenía mucho y tenía un alma de explorador, un alma de aventura de
desafiar el peligro. Por lo tanto aquí hay algo que tiene que ver con la figura

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del turista y del deportista moderno que no es explorador, no hay magia, pero
que todavía es una figura que está con un cierto espíritu, una cierta
imaginación del explorador.

Después no hay exploración. El viaje espacial es una organización científica


es la industria que va al espacio con una cuota de mortandad o de peligro
mayor que antes, un daño colateral que puede ser estadísticamente
comprobado de acuerdo a las tragedias espaciales que ha habido, pero no
es exactamente exploración.- esta todo demasiado previsto, racionalizado,
computarizado y sobre todo, lo previsible del hecho, es un elemento que sale
del laboratorio. Le falta también lo de empresa individual que tenía la antigua
exploración, aunque fuera un grupo grande como Colón o Hernando de
Magallanes, que recibieron un gran apoyo de la Corona para su empresa,
pero había una persona que emprendía eso y que organizaba un equipo o un
grupo. Eso era diferente.

La otra etapa es el turismo. El turismo es como el desplazamiento masivo de


nuestra época. No es primera vez que existe. Tendencialmente existió en el
mundo antiguo y tenemos algunos testimonios de la clase dorada romana
que iba a Grecia y que se robaba todas las cosas o a Egipto o al Nilo y
dejaban garabateados sus nombres en las pirámides. Eso existía también, lo
que demuestra que en el mundo seguro hay desplazamientos organizados,
hay una tendencia hacia el turismo que es importante.

Los primeros tours organizados para grupos grandes, que yo sepa,


emergieron hacia 1850 o 1860 en Inglaterra para ir al Mediterráneo a Roma,
básicamente el gran tour. Era de sectores acomodados que mandaban a sus
hijos a ver la civilización del Mediterráneo. A Roma, porque todavía Grecia no
era independiente, se podía ir a Grecia bajo el dominio turco, pero no era lo
común. Lo fundamental era ir a Roma, de ahí todos esos diarios de viajes a
Italia del cual Goethe es el gran ejemplo.

El turismo es una masificación del desplazamiento. El turismo tiene una


marca en cuanto crea un tipo humano homogéneo. No solamente el turismo,
es porque está al alcance de todos, porque el aristócrata o el adinerado es
muchas veces tan turista como la persona que aboga durante diez años para
ir a Miami a comprar o a Orlando y a la playa. Los dos ejercen la misma
mentalidad pero es la misma cosa y la misma actitud.

Hay en el turista la idea, un poco, de la rebelión de las masas que hablaba el


gran pensador español, José Ortega y Gasset. Como diciendo: aquí somos
todos iguales, somos todos masa, pero somos individuo. Entre ambos
hechos hay una relación, hacemos lo que queremos, somos organizados,
tenemos los recursos y vamos a todas partes.

El turista también quiere un viaje radicalmente organizado, donde todo está


previsto en un mundo igual. Para mí el gran ejemplo del turismo es que hoy
día esta fuertemente basado en los aeropuertos, que son iguales en todas
partes del mundo, más chicos, más grandes, más eficientes, más
ineficientes, se demoran más o menos las maletas con mejor o peor

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atención, más seguros o inseguros pero el esquema es más o menos similar.
Supone un mundo más o menos igual. El turista supone que tiene todos los
servicios en todas partes de una manera standard.

Entre paréntesis, yo no me jacto de no ser turista. Creo que todos en algún


momento somos o hemos sido turistas y necesariamente para viajar tenemos
que hacer en algún grado de turismo. No estoy hablando desde una
superioridad moral ni mucho menos. Pero el turista se enoja si en un
aeropuerto no está lo que estamos buscando, porque decimos que si está en
todas partes del mundo por qué no va a estar aquí. Y es nuestra pregunta
inmediata y no lo estoy comparando con el mundo de la exploración, donde
no había nada sino que solamente con el mundo del viaje.

El turista, aunque busque lugares cada vez más “sofisticados” es la misma


realidad si va en este vuelo de tercera clase a un resort determinado en el
caribe o si va a Saint Moritz a esquiar o el lugar que está de moda.

En los últimos 45 años, en Chile ha cambiado la moda de los chilenos. En mi


época, poquitos iban a Europa y a Estados Unidos pero la ida era más bien ir
a Mendoza o a Buenos Aires y después se ha ido ampliando. A veces la
moda vuelve y el turismo es cercano. Como en Europa, en círculos más bien
pequeños, lo verdaderamente chic es ir a veranear a 10 o 15 kilómetros del
lugar. Es algo completamente nuevo y que nadie más hace porque las
carreteras están repletas, etc.

El turista tiene que ver con el mundo del trabajo y de la técnica. Toda la
realidad humana ya sea el tiempo de trabajo o el tiempo de descanso, todo
organizado técnicamente. El turista tiene que ver con el actual concepto de
vacaciones.

La idea de vacaciones como ustedes saben es un concepto muy nuevo. No


es que el cambiar de ambiente no haya existido. Por algo los emperadores
romanos se iban a Creta o a otras partes, pero esto que sea como un
derecho, como una costumbre que se va imponiendo y que finalmente va
llegando a todos los grupos sociales, es un fenómeno bastante nuevo.

Yo me crié en la costa y allá a pocos se le ocurría que tenían que veranear


ya que tenían el mar y la playa al lado. Pero para los santiaguinos era
diferente. Hoy día, como en todas las sociedades, no se está completo si no
se tiene vacaciones. Las vacaciones fundamentalmente como trabajo, como
organización, como una actividad, incluso cuando se habla “yo me
desconecto”. Ya desconectarse es como algo organizado. El punto es cómo
podemos aprender nosotros a estar libres de una rutina estando inmersos en
la rutina. Eso es otra cosa. como tener diversas experiencias diferentes de
percepción de conocimiento, de alma, de gustos, sensoriales, a pesar de que
nuestra vida tiene que organizarse de rutinas, pero el turista es esta
organización radicalmente organizada.

Hay un cuadro de Edward Hopper, que se llama “La gente tomando sol”
(“People on de Sun”), que para mí es exacto al problema del turista, del ser

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humano en vacaciones, que están todos organizados tomando sol, pero
como una forma, así como un propósito. Hopper tiene una gran cantidad de
pinturas que son muy lindas y muy profundas, metáforas sobre el viaje,
hombres y sobre todo, mujeres solas en un vagón de ferrocarril o en una
pieza de un hotel. Como una cierta soledad metafísica que emerge en esto
del movimiento o del viaje, o en la costa, en un lugar de veraneo donde la
soledad está.

Hay un personaje de la novela “Contrapunto” inglesa, un personaje bastante


genial desenfadado, como una mujer vanguardista de los años 30 que le dice
a su amante que está casado y que no la puede acompañar a todas partes y
dice: “ vivir modernamente es vivir rápidamente”, es como decir, “mira, yo soy
de otro mundo”. Quiero mostrar este texto como un ejemplo de demostrar un
poco provocativamente esto, esta idea de que el viaje tiene que ser en forma
organizada pero con cierta genialidad.

“Vivir modernamente es vivir rápidamente. En estos días no se puede cargar


un camión cargado de ideales y de romanticismo. Cuando viajas por
aeroplanos debes dejar detrás tu equipaje pesado. Me gusta la velocidad y si
quieres atravesar la tierra no puedes llevar equipaje, el asunto es saber lo
que quieres y estar dispuesto a pagar por ello. Sé exactamente lo que quiero
así es que sacrifico mi equipaje, si escoges viajar en un carro amoblado,
puedes hacerlo pero no esperes que te acompañe mi querido Walter y no
esperes de mí que lleve tu piano de cola en mi monoplano de dos asientos”.

Aquí esta asumida de una cierta manera nihilista, como diciendo: “muy bien,
el mundo está así y yo reconozco, esto pero yo estoy en la vanguardia de
esto”.

Paul Bowles tiene una definición famosa acerca de la distinción entre el


turista y el viajero en su novela “El cielo protector”, que fue hace como 20
años una película bastante vista. La definición del viajero que viaja sin
necesidad de arribar a ninguna parte y el turista que va a determinado día
según escala muy precisa. Pero en sus memorias, “Memorias de un
nómada”, que son muy exactas si uno las lee, realmente lo que nos
manifiesta, es la persona que vive desplazándose de un lado para otro pero
que es un viajero que está viviendo la era del turismo y tiene una frase “creo
que la humanidad inventó los conceptos de tiempo y velocidad para reforzar
su ilusión fundamental de que la experiencia de la vida puede enfocarse
cuantitativamente”.

Esto también el turista, el vacacionante y el deportista moderno para mí


pertenecen a una misma entidad a este mundo de trabajo organizado en
donde el placer también tiene como una programación, todo es una
sensación, la idea del tiempo libre como trabajo como la explosión del motor
de combustión. Deportes a veces de alto riesgo, como tirarse de una cuerda
desde un puente -hay un riesgo pero no veo el sentido- escalar un cerro,
navegar en un yate sin motor, un velero sin motor, internarse en una selva
-eso tiene un sentido hay algo que va con la velocidad propia de lo humano y

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hay una diferencia con el mundo de la organización de lo urbano de la
civilización y eso es un contrapunto a eso.

Un autor alemán dice que la fotografía se inventó cuando el ser humano


podría ser contemplado fotográficamente, no lo dice en el sentido positivo.
Tema de la técnica. El ser humano como un objeto de exploración científica.
Y en otra frase de 1945, dice que va a llegar el viaje espacial y este “debe
coincidir con el momento de que el globo será comprendido por una sola
mano” o sea en esta unificación técnica del mundo. Ahí está el viaje espacial
pero que no es un descubrimiento espiritual.

Esta es un poco la idea del turismo.

¿Y el viaje? ¿Qué es lo que es el viaje? El viaje naturalmente es algo que


está entre estas dos experiencias, entre la exploración y el turismo. Esto lo
podemos tomar ya sea en un sentido temporal, la época del la exploración, la
época del viaje entre 1700, 1800 y 1950 y después, la época del turismo.
Pero creo que están tan entremezclado todo que es difícil separarlo.

Pueden ser tres actitudes que ha tomado la humanidad ante los


desplazamientos. Que el ser humano ha tenido en esto de moverse de un
lugar a otro, esto de ir de aquí para allá y de allá para acá de desplazarse y
moverse y de emigrar sobre el planeta. Pero que son tres formas. sin
embargo, no porque algunas sean del pasado no pueden ser asumidas en la
experiencia humana, salvo que creamos que el mundo se va a terminar.

Toda gran experiencia humana de la civilización, de la historia del espíritu


que ha existido, de alguna manera puede ser recuperada y no solamente por
un historiador profesional o un erudito, sino como una forma de entrarse a sí
mismo y entender su sentido.

El viaje es algo que está ahí entre medio, mientras que el explorador es que
el desafía la nada, que rompe con su mundo o que se despide de su mundo
y se lanza al todo o al nada tiene un sentido para él y a los que deja. El
turista es esta cosa de la sociedad de masa, de la cultura del trabajo de la
organización y entre medio está el viajero el que viaja a un lugar en especial,
el que siente que el viaje es algo.

¿Y qué es este algo? La primera idea del viaje y que la pienso yo desde la
perspectiva del fin del viaje y ahí está la pregunta ¿Qué es el viaje? El texto
que he traído está en Proust, el segundo tomo de “En busca del tiempo
perdido”, que se titula “A la sombra de la muchacha en flor”, en donde está
uno de los primeros lamentos acerca del fin del viaje y da las razones del fin
del viaje. Dice: “ahora podemos andar en automóvil, podemos ir a una u otra
ciudad en automóvil y eso nos permite parar en el camino cuando queremos
y que sea como un desplazamiento de a poco y que sintamos el viaje pero
para mí, ir a otra parte es ir a otra parte y en tren había algo superior ¿y qué
lo hacía superior? Las dos estaciones de tren”.

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Hoy día las estaciones de tren son un poco como los aviones que se
desplazan por la tierra. Y él dice por qué. Porque cada una de estas
estaciones resume como la esencia de la ciudad y al despedirme de mi
ciudad, donde estoy que me es familiar, tengo el recordatorio de que es mi
ciudad, es mi lugar y llego a la otra ciudad. Tengo como la nueva esencia de
la nueva ciudad. Me siento seguro, pero salgo a lo desconocido y dejo
irrevocablemente el pasado. Esto suponía otra cosa ya que el puerto y la
estación de tren tenían una personalidad. Las estaciones de trenes tendían
en el mundo a parecerse entre sí pero tenían su propia personalidad.

Creo que los puertos aun lo mantienen en líneas generales. Hay cambios por
supuesto y van a seguir habiendo más cambios pero este texto es rico como
testimonio de que el fin del viaje llegó mucho antes de lo que parecía y que la
civilización técnica o la era técnica de nuestra civilización nos va sustrayendo
de ciertas experiencias que son propias al mundo del viaje.

¿Cuáles son ésas? Primero, que el tren y el barco, las más comunes, por
supuesto hubo viajes antes de la existencia del tren, los trenes vienen de
1830 aproximadamente, pero hubo viajes antes, quedemos conectados a la
diligencia, el barco ha estado de siempre desde que termina la sociedad
arcaica en Asia Menor hace 5 mil años. Pero estas dos ideas de trenes y
barcos, que tienen una velocidad que es más propia y más cercana a lo que
nos puede permitir darnos cuenta de que nos movemos a otra parte, de que
estamos viajando, nos da un tiempo para cambiar, nos da un tiempo para
pensar en el cambio y nos da un tiempo para abstraernos de la realidad.

Los viajes en avión duran 24 horas a lo más y cuando hay problemas de


conexión pueden durar 35 horas que son bastantes infernales. El viaje en
tren y el viaje en barco tienen un tiempo y establecen una vida, hay algo
largo. Y la experiencia del cambio lento, y eso es algo importante.

Borges decía, hacia 1920, “no he recobrado tu cercanía mi patria, pero ya


tengo tus estrellas”. Son dos versos. Está en un barco aproximándose a
Argentina a un par de días de Buenos Aires, pero ya tiene la constelación del
hemisferio sur, que en el fondo es la idea del viaje lento, rápido para un
hombre de 1820 o de antes, pero de todas maneras hay un ritmo, hay un
cambio, el viaje impone una velocidad determinada para que sea viaje.

Veremos cómo esta velocidad puede recuperarse después para nosotros. En


primer lugar, ese tema de la velocidad, pero no es una velocidad que no se
entienda, como una velocidad puramente física, es decir, entonces ya no hay
que usar ni auto ni nada, no, no se trata de eso. Se trata de entender el tema
de la distancia que tiene que ver con una transformación de nosotros.

En segundo lugar el viaje es una distancia. Distancia no son miles de


kilómetros. Porque en ese caso los pocos astronautas que ha habido son los
grandes viajeros de la historia. No es así. El viaje impone distancia, pero esa
distancia nos lleva a algo diferente, a un paisaje diferente, a un mundo
diferente, como es estar a 2 o 3 kilómetros o estar a 100 metros o a 1000
kilómetros de acá pero es algo diferente. Esa distancia nos lleva a algo que

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no es tan diferente. Es una sociedad humana, tenemos previsiblemente que
algo va a pasar ahí, sabemos algunas reglas del juego y otras las tendremos
que aprender en el camino. Nos es extraño y nos es familiar al mismo
tiempo.

Y lo de Bowles, de que el viajero tiene un cierto programa o un cierto


propósito pero está abierto a sorpresas. Hoy día, los que somos empleados
tenemos vacaciones determinadas y no podemos quedarnos seis meses. Se
trata de otra cosa, de que el viaje tenga sorpresa y que lo cambiemos, pero
lo cambiemos porque nos sorprende y a partir de una exploración, no en el
sentido original de la palabra sino un descubrimiento de ver cosas podemos
ver otras, o sea el viaje tiene algo de la exploración, tiene mucho de turismo.
No podemos evitar las cosas de turismo desde la agencia de viaje para
adelante. Pero está esta idea de estar abierto a lo que encontramos, de no
ser un programa establecido por la agencia o establecido por la moda.

En el viaje en barco, entre paréntesis para diferenciar el turismo del viaje, el


trasatlántico es del viaje, y el crucero es del turismo. El trasatlántico tenía
todas las comodidades posibles, los que habían entre las dos guerras
mundiales ya tenían muchos de ellos aire acondicionado, y piscinas, pero el
crucero actual es una especie de mall flotante que contiene todo y que
garantiza de que la persona no abandonará el mundo que le es familiar, que
le es propio a él, lo tiene para él todo. En el fondo a través del crucero actual
es como una isla flotante, hotel más mall flotante. Dice que la gente a veces
camina, y queda maravillada y dice que no termina de conocerlo todo. Yo
digo no están viajando, no están mirando el mar o al mirarlo lo miran como
una postal o como una bonita pantalla de televisión.

Es diferente moverse para viajar arriba de un barco que tomar un crucero


aunque sea un crucero que dé la vuelta al mundo. Es un concepto muy
distinto y que le da una riqueza al viaje que la gente que sólo se ha movido
en avión o en automóvil no puede sospechar de que se trata. Para empezar
la fauna humana que se conoce en el barco.

El viaje suponía un regreso, en la exploración el regreso era una lotería. El


viaje supone un regreso, pero este regreso y una cierta seguridad en el viaje,
un mínimo estado de derecho al caminar por las calles, lo que se habla de
algunas ciudades latinoamericanas es tan horrendo que uno no se atreve a ir
a esos lugares. Ese es un concepto real de las cosas.

El viaje nos libera de algo pero también hay experiencias abismales que uno
no abandona, ciertas obsesiones, las preocupaciones que las cosas se
pueden transformar en desastre. La idea del turista es el hombre feliz todo
perfecto con una sonrisa como artificial.

Otro momento muy clave en el viaje es que el viaje implica también un


aprendizaje, porque supone una persona que está dispuesta a viajar.
Algunos mayores recordarán una expresión de antes, “este niño es muy
viajado, muy culto”. Ahora una persona por más que se mueva por el mundo
puede no aprender nada. Pero era una experiencia. El viaje de algún modo

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da una cultura porque había conversación, había lectura, en el mundo más
literario había las cartas, el arte epistolar que ahora está muerto. Hay email,
que ha creado una especie de lenguaje especial, pero que no es
exactamente el arte epistolar. Está por destello, ese es un arte perdido el
epistolario, el diario de vida. Es una de las grandes literaturas que hay. La de
Goethe, quizás es la más sublime de 1786, porque además demuestra un
momento de la historia de la humanidad europea como de una placidez,
cómo Goethe define al mundo como un momento insuperable. Después es
como más dramático todo. Pero en los diarios de viajes, las crónicas de
viajes como la de Gabriela Mistral, que sabe sacar el alma del lugar que
visita, una descripción que tiene de Mallorca es magnifica, uno no requiere
haber ido a Mallorca para eso.

Porque el viaje tenía otra cosa porque la gente preguntaba, porque eran muy
pocos los que viajaban y con esto no digo que tengamos que volver a eso, se
contaba el viaje y todavía hay gente que prefiere que le cuenten el viaje
antes que viajar. Y esto es lo que yo llamo el viaje vicario, viajar a través de
la narración de los demás. Un buen diario de viaje hace eso porque sabe
sacar el alma y el paisaje y ésta es una tremenda literatura pero requiere de
la experiencia del viaje que no es lo mismo que la exploración y después por
lo tanto como conclusión de este punto, no es necesario viajar para tener la
experiencia del viaje, estar atento al tema del viaje nos puede llevar a viajar.

Está en el viaje también la idea de conocer paisajes, no solo los físicos sino
que el lugar y es un pasado. No hay que ser historiador o ser curioso por la
historia solamente para entender que el pasado es importante para entender
el momento que uno vive ante ese paisaje. Gozar que es lo propio, ver la
característica. Aconsejan ir al mismo café o restaurante todos los días para
ver la vida local. Hay un arte de las cosas locales, es un paisaje especial.
Esto cada día es más difícil porque hasta los restaurantes típicos son todos
hechos de acuerdo a la imagen típica, que ya no es lo mismo que lo típico.
Beber el vino de la región en esa determinada región, el sólo haberlo bebido
ahí, ésa es otra de las experiencias.

El viaje y el “affaire d’ amour”, el affaire propio al viaje, que tiene un gusto un


sabor y una tragedia que le es propia, diferente al de la vida normal y el lugar
y la idea del lugar que también me diga algo a mí, algo al alma individual que
representa a cada uno.

En “Residencia en la Tierra”, de Neruda, encuentro unos versos muy


extraordinarios en este sentido. “Desde ahora como una partida verificada
lejos en funerales, estaciones de humo o solitarios malecones, desde ahora
los veo precipitándose en su muerte y detrás de él siento cerrarse los días
del tiempo”.

Es un poema dedicado a un amigo muerto. Pero es la idea de funerales,


estaciones de humo, se entiende la estación donde todavía predominaba el
tren a vapor pero la idea del viaje, del desplazamiento, la aventura, lo nuevo,
la tragedia, la despedida, lo irrevocable, algo de ese sentimiento. No hay
viaje si no hay una pizca de esto, hay un quiebre, hay algo nuevo que se va a

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añadir pero hay un quiebre que nos trae finalmente la experiencia de la vida
que siempre es ganancia y pérdida y cuando obtenemos algo es eso más
todo lo que hemos tenido, sino que algo perdemos, hay una realidad. Cuando
habla de partida verificada lejos. Como que estamos aquí pero estamos lejos.
Es una metáfora sumamente potente. Toda idea de recuperar la experiencia
del viaje pasa por recuperar aunque sea una pizca. Y no estoy hablando de
ningún dramatismo porque ya seria falso, sino recuperarlo aunque sea en
una pizca.

Sobre este tema Beltrán Mena, en una mesa redonda en la Universidad


Católica, contó una experiencia muy singular en África, y que fue una
experiencia entre exploración y viaje en medio de guerras civiles al sur de la
República Centroafricana, un lugar completamente perdido y que además ha
pasado en tremendas tragedias como gran parte de África negra. El decía
que viaje es cuando se viaja a otra lengua y a otra frontera. Yo creo que ese
es como un gran viaje, es como la esencia del viaje, pero yo diría más que
nada, es otro paisaje no necesariamente fuera de la frontera. Alguien que no
ha salido nunca de su pueblo, de su ciudad y que viaja a 30 kilómetros de
distancia hace un enorme viaje y puede descubrir lo mismo que el que ha
viajado toda su vida y todos los años a Europa.

El gran filosofo Emmanuel Kant no salió nunca de su tierra y una vez fue a 20
kilómetros de distancia y su pensamiento como que ha marcado a la
modernidad en general. Yo digo que tiene que ver con el paisaje pero ese
paisaje existe en la medida en que yo tengo una actitud para verlo. Y aunque
vayamos aquí a 100 metros o a 100 kilómetros o a 1000 kilómetros es la
misma actitud.

Vicente Pérez Rosales dice en “Recuerdos del Pasado”. Contemplando una


bahía y viendo los barcos a vapor, “cuántos nos costaban en aquel tiempo
los viajes a Europa que son en el día de hoy simples paseos de recreo” por lo
tanto ha habido mas de un fin del viaje, se ha perdido algo, yo gocé algo,
porque él había ido 30 años antes a Europa, yo viví algo el riesgo era algo
diferente y ahora todos van como quieren. Yo no sé si lo pasaríamos bien si
nosotros viajáramos en esos barcos de la década de 1880, lo
consideraríamos un peligro extraordinario y de un primitivismo de todas
maneras en comodidades.

La experiencia del viaje ¿Es posible recuperar? Si la caída del viaje tiene que
ver con la civilización técnica, tendríamos que renunciar a la técnica y eso
parece imposible o parece posible a costa de tal catástrofe en la civilización
que de todas maneras la idea de un viaje no va tener sentido.

Está la idea de que ciertas experiencias de la historia de la humanidad


pueden perderse, si se pierden todo el tiempo, pero también pueden
recuperarse.

Un solo viaje o un solo kilómetro que caminemos, vale por 100 kilómetros en
auto. Porque vamos viendo cosas, en auto ya no vemos más. O vemos de
una manera acartonada. Los grandes viajes culturales se pueden repetir.

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Sol Serrano, historiadora, dice que la distancia antiguamente se medía en
leguas y valía a una hora caminando, no volvería a la escasez de entonces,
ni por un minuto pero eso no obliga a ser victimas de la abundancia del
presente, al contrario, lo entretenido, como los archivos, es descubrir una
nueva escasez y salir a buscarla. Salir a buscar una experiencia de conocer
las cosas a la velocidad, al tiempo, al momento, en que pueden ser
conocidas. Serán pocas pero van a tener tanta riquezas como otras. Creo no
estar hablando en un lenguaje idealista.

Pero creo que vivimos un poco presos de una imagen del movimiento y del
desplazamiento que empobrece nuestra cultura diaria de conocer al mundo y
lo valiosos que nos ha entregado esta posibilidad de esta gran mayoría de
viajar y de conocer. Esto es como bien especial de un país como Chile que
tiene mucho que ver dentro pero que estamos lejos a la vez de los grandes
centros. Y en Chile y probablemente la experiencia de grandes sociedades,
pero siento que hay una cosa algo opresivo que nació quizás culturalmente
en la existencia de este valle central, este cerro.

El viaje gozado, el viaje como aventura como crecimiento, es otro pero es


algo que se puede recuperar si aprendemos a ver nuestro entorno con otros
ojos, como algo más o menos cotidiano, algo posible, algo que está
perfectamente al alcance de la mano de cualquier persona con las facultades
normales y con una educación que suponemos normales en una sociedad
como la nuestra.

Creo personalmente además que el viaje por mar y los testimonios del viaje
por mar tienen una esplendidez y no estoy mirando las carabelas de Colón,
sino del periodo entre las dos guerras mundiales y grafico esto con una frase
de Marguerite Duras, la autora de “El amante”, donde ella habla de viajeros
puros del único viaje por mar. Quizás se refiere un poco a la época de la
exploración por mar. Pero la idea del viaje por mar es como la plenitud
humana en el sentido que la relación del mar con la tierra siempre ha tenido
que ver con grandes diferencias cósmicas y también con la idea de la
separación del mundo, con la idea del paso a otra vida y también de un
complemento. Y por eso la importancia de la visión del mar. Aunque la
importancia de mirar el mar desde la tierra es una importancia más moderna
que antigua, pero la relación cultural del hombre con el mar ha existido
siempre.

Dice Marguerite Duras: “durante siglos los buques hicieron que los viajes
fueran mas lentos, más trágicos de lo que son hoy día, la duración del viaje
cubría la extensión de la distancia de manera natural. Se estaba
acostumbrado a esas lentas velocidades humanas por tierra y por mar. A
esos retrasos, a esas esperas del viento, las escampadas, los naufragios, el
sol, la muerte”.

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