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INTRODUCCIN:
Al sentirnos ofendidos es muy peligroso guardar resentimiento, enojo, odio y deseos
de venganza. Quiz logremos olvidar el incidente, pero el enojo jams desaparece
completamente y sus efectos perduran, causndonos trastornos y destruccin casi
imperceptible.
Lo cierto es que el rencor no debe tener cabida en la vida del creyente pues Cristo
entreg su vida para que los que creyeran en l fueran perdonados y liberados del
poder del pecado. Como seguidores suyos se nos ha ordenado que sigamos su
ejemplo (Ef 4.32) y al rehusarnos a obedecerlo, Satans aprovecha la oportunidad
para inducirnos a hacer lo que no es agradable delante de Dios.
Afecta nuestra adoracin. Podemos seguir cantando: Cun grande es l!, pero
es hipocresa si lo hacemos con antipata y hostilidad hacia alguna persona que nos
haya ofendido.
Nos afecta fsicamente. El rencor tiene un alto costo para nuestro cuerpo pues
damos lugar a que suframos enfermedades de toda ndole.(ejemplos).
Confesarlo a Dios con toda claridad. Expresrselo en voz alta, con firmeza y
sin titubear, a fin de que siga resonando en nuestros odos.
Pedir a Dios que nos ayude a perdonar. Solamente con la ayuda del Espritu
Santo podremos implorar y luego decidirnos a decirle: Seor, sinceramente quiero
renunciar a mi enojo, mi rencor, mi odio, e impulsado por tu poder, decir: Todo lo
puedo en Cristo que me fortalece.
Todo malo sentimiento ser remplazado por nuevas actitudes para con ellos y en
general con todo el mundo.
Estaremos dispuestos a aceptar a las otras personas tal como son, pues les
veremos de manera completamente distinta.
CONCLUSIN:
Si tratamos de ignorar que el pecado del rencor todava nos tiene cautivos, nos ser
muy difcil abandonarlo. Sin embargo, el Seor Jesucristo vino para hacernos libres
(Jn 8.36). No solo nos perdon de todos nuestros pecados, sino que por mediacin
de su Espritu tambin nos conceder la gracia y el vigor para dejar a un lado
nuestras heridas y rencillas para confiar en l. Al lograrlo seremos libres de esa
emocin tan perjudicial y nuestras vidas se caracterizarn por el fruto del Espritu
en su plenitud: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre,
templanza. Y no est de ms recordar que contra tales cosas no hay ley (G
5.22-23).
ORACION Y MINISTRACION .