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HUMANIDADES INDICE 4 even) INTRODUCCION Problemas tedricos de la autobiografia Angel G. Loureiro Corresponde a Dilthey, a finales del siglo pasado, el ele var la autobiografia a un nivel de radical prominencia al postular su gran importancia para la comprensién hist6 ica, La autobiografia, nacida como mera rama de la grafia, comenz6 asi una larga andadura hasta llegar al dia de hoy en que cada vez atrae mis atencién critica. Dil they dio, por vez primera, enorme relieve ala autobiogrs fia al entenderla como una forma esencial de comprensién de los principios organizativos de la experiencia, de nes ros modos de interpretacién de la realidad historica ex {que vivimos. Dilthey propone, en particular, que lo que hace comprensible una vida, como un todo en el que se tunen diversas partes, es que el entendimento se rige, ade iis de por las eategorias generales del pensamiento, por las categorias «vitalese de valor, propésito y sentido. De esta manera, Dilthey propone estudiar la configuraciér histérica de una época tomando como modelo y punto rartida el estudio de las aurobiografias, las cuales le ofte cerin las formas peculiares en que el ser humano ordena su experiencia en un momento histérico determinado, Alentado por su suegro Dilthey, Georg Misch se impuso ‘como tarea la paciente e inacabable reconstruccién de la historia de la autobiografia desde la antigiiedad, empresa que se vio suspendida por la muerte de Misch tra la pu blicacién de tres voliimenes en que llegé hasta el Renaci miento, y completada por sus discipulos en un cuarto volumen que lleva el estudio de la historia de la autobio: gualla hasta finales del siglo x1X.2 Obras estimables como has de Bateson y Burr? o, ya mis cerca de nuestros dias, Wayne Shumaker, fueron abriendo el camino de una re flexién tebrica que aleanza su primer punto verdaderamen te dlgido con la publicacién en 1956 del articulo de Gusdorf «Condiciones y limites de la autobiografiay.* Desde esa fecha se suceden los articulos y los libros, y se dibujan tendencias-muy dispares en el entendimiento ¢ interpretacién de los problemas que plantea la autobio- grafia como género (uno de los problemas resulta se, pre cisamente, si puede hablarse de la auto a como .género»), Hay que insistiren la palabra «problemas» por gu més en el cimpo de batalla en que se dirimen temas cen. a autobiografia parece estar convirtiéndose cada vez trales del de rico literario actual. Parte del aseiffo y cuestionamiento a que se esté sometiendo a la autobio- gaafa en estos momentos proviene, sin duda alguna, de su relativa juventud como campo eritico, pero su cents idad la debe también a que, al ocuparnos de la autqbio grafia, debemos enfrentarnos a los problemas tedricos més no slo en literatura sino tam debatidos en la actualidad, bign en filosofia. Al pretender articular mundo, yo w, la autobiografia no puede ignorar el acoso creciente a que estin siendo sometidos conceptos como historia poder, sujet, esencia, representacién, referencialidad, ex: implicitas al m os aiadir ademés las complicaciones io del que se sirve el autobidgrafo para pues no podemos idad. Debe cir, el lenguaje yaa menudo) que el leng instrumento en manos del eseritor sino que su cardct no puede reducirse a mero de mediador entre sujeto y texto y entre éste y lector nos obliga a plantearnos en qué modo y medida el lenguaje como tal: al fondo de todo encontramos los interrogan que nos plantean los nuevos conceptos de textualidad vapel que juega la retorica (no ya en el sentido clési co sino en el nuevo sentido que le dan las reflexiones de tun Paul de Man, por ejemplo) en el proceso de escrivura y lectura de un ‘texto auto Jado que el estudio de la autobio- sifia se desarrolla histdricamen ogrifico, James Olney ha sea en tres etapas que co- rresponden basicamente a los tres Grdenes que comprende Ia palabr la grafé? Des de Dilthey y hasta aproximadamente los afios cincuenta, atobiografi: el autos, el bios énfasis recae en el bios, al entenderse la autobiografia como la reconstruccién de una vida, no el senti do de suma de datos sino, sobre todo, y siguiendo el im pulso de Dilthey, como forma de comprensién de los inizativos de la experienci {on de la realidad histérica en que vive el autobiografiado, Por otra parte, la lectura de las autobio- de los modos principios or de interpreta grfias se hace comparando constantemente lo narrado con nformacién proveniente de otras fuentes: exactitud y ta etapa, George Gusdort leva la discusidn a un plano de mucha mayor compleji dad, en su seminal articulo de 1956, fascinante tanto por los nuevos temas que plantea como por Su empeao en con: tener una problemética que d partida. Gusdorf sefiala, contra la historia positivist borda sus presupuestos de que al igual que no se puede reconstruir el pasado como fue, tampoco la autobiografia puede aleanzar la recreacién ob- que consiste en una lectura de la ura que es mas verdadera que el mero re jetiva del pasado, si experiencia, cuerdo de unos hechos, por cuanto al escribir una auto: biogeafia se da expresién a un ser més interior, afirma Gusdorf, al afladir a la exp experiencia, En otras palabras, Gusdorf observa riencia la conciencia de esa que ha vivido se le afiade un segundo yo creado en la ex- periencia de Ia escritura, ruzdn por la que concluye que el motto de al crear obiografla deberfa ser «Crear: ser creado: Esta conclusién traslada inevitablememte el énfasis de Ja teorfa autobiogrifica a la cuestién del yo, au da etapa de la historia de esa teorfa a la que podemos de nominar etapa del autos. Ahora bien, al menos en los Estados Unidos, la etapa del bios sigue manteniendo gran vitalidad, debido probablemente a, e juventad como nacién, la gran dive jdad de origenes inte, las reivindicaciones de ciertas sto humanismo de gran tradicién en ese pafs. Este humanismo explica, por ejem culturas de sus hal minorias y el afincamiento de « plo, el trabajo de Karl Weintraub, en la tradicién dilthe yana, mientras que la juventud de los Estados Unidos o su pluralidad de razas y origenes puede ay prender Ia abundacia relativa, hasta hoy mismo, de obras expresién individual cul o histérica, y que se centran por lo tanto en las auto- idarnos a.com biografias «espirituales» de los primeros colonos o de los primeros norteamericanos prominentes, desde Benjamin anklyn hasta Henry Adams, por ejemplo, o la abun- dancia de Debe advertirse que este tipo de estudiés no es ajeno a las complejidades de la teo te; 0 Ginico que se quiere indicar es que los estudiosos de bajos sobre autobiografias de minorias.* autobiogréfica mis recien «estos temas ponen cierto énfasis en el valor cultural o his térico de esas autobiog: Retomando el hilo de autobic evolucién del estudio de la afia, habfamos quedado en que Gusdorfabre las etapa del autos. En este etapa el en la relacidn entre texto e his el proble: fer de qué manera un texto cra sino en la conexién entre texto y sujeto, representa aun sujeto, 0 llevado al extremo, si esate sentacidn resulta posible en absoluto, El estudio de la ato los «hechos» del pasado ala welaboracién» que hace el escritor de esos hechos en biografia pasa asi de centrars el presente dela escritura: la canismo de mera grabacié: to activo que reelabors los hechos, que da «forma» a una vida que sin ese proceso activo de | fi de sentidos la memoria actia como. pasado al convertirlo en un presente eterno. El ejemplo extremo de esta forma de centrar a autobiografia en el presente de Ja memoria nos lo ofrece James Olney en su trabajo «Some Versions of Memory / Some Versions of Bios: The Ontology of Autobiograph vo énfasis en el presente, se da un nuevo desarrollo, biografia su condicién de objetivi- J escritor pierde a su vez autor-idad, al pasar de ser » Paralelamen gue al perder la au dad estigo fiel y fide busca de una identidad en Gltima instancia inasible. Dadas estas quie bras en la au dad del texto come historia y del autor como propietario de la interpretacién de su vida, el lee- tor pasa de mero «comprobador» de la fidelidad de los n deposi ario de la «interpretac de Olney 1972) y el libro Autobiographical Ac especialment Elizabeth Bruss. Lejeune y Bruss coinciden’ n su esfuerzo por dar una definicién o en acotar utos renerales de la autobiografia. E. Bruss, en particu Je este tltimo radica en que la autobiografia adopt formas externas mu je acuerdo con la depende en siltima instancia de la actitud lectorial ‘onsiderar un texto como autobiograffa; Bruss afirma que fia ‘otra época podian ser catalogado omo ap > confesiones. El lector ocupa también tun papel central en las teorias de Lejeune pues, como se sala al comienzo de su libro, el «definidor» de la autobio- alia eta sometido a dos limitaciones: por una part gue tomar la posicién del lector («La historia de la auto a historia de sus modo tura, con: en el diltimo parrafo de su capitulo intr igen Ia autobiografia como ta en Europa y en el siglo XVI." Tanto Bruss c studioso de la autobiografia participe plenamente en ura postulado por Lejeune, treta que, podriamos a8 obiografia ni medirse por su fidetidad 2 unos puede atos histdricos, es decir, al darnos cuenta de que el ve Jadero problema de la autobiografia reside precisamer autor, se da una tendencia, mplificada por Lejeune, «a des probada la veracidad de esa promesa, reinscribir di Problemas teicos de In autobiogratia varimetros iniciales, en términos cognoscitivos: «De ser figura especular del autor, el lector se convierte en juez cen poder policial encargado de verificar a “autenticidac de la firma y Ia consistencia del comportamiento del fi mante, el punto hasta el que respeta o deja de respeta el acuerdo contractual que ha firmado»."® De Man obse va que tal como lo concibe Lejeune el sujeto autobio- enteramente, pues Lejeune abd) confunde «nombre propio» y «firmas: podriamo el respeto por la firma, Ia fidelidad al precisamente en ese momento es cuando se plantea el ladero problema, el problema del sujeto y del nombr propio. (Otra tendencia en la etapa d nsiste en rec ir a una ciencia estableci que sirv anti de la «verdad» de la autobiogeafia. Podrian ser plo obras como Being in the Text (1984) de Paul J ns in Autobiography (1985) de Paul John F akin parte de donde se detiene Gusde dea de que exto no «reflejae, un autor referencial sino que el autc Y ese yo, al ser inventado, ya no estaria sometido srueba de validacién por comparacién con una rea dad extratextual sino que se justifica a si mismo. Llevad a su extremo, a ese limite con el que juega Eakin perc ante el que retrocede, e a supondria en realid mposibilidad de a autobiografia, pues no habria forma de distinguirla de la ficcidn. Pero todo te6rico de la auto biografia, para salvar su tema, evitaré tales excesos, par al género de I Ya hem esquiva problemas similares al desplazarse de la esfer disolucion vista Lejew al; Eakin no abal disciplina «cientifica», | para justificar la ¢ pacidad cognitiva del tex fico y salvarlo as de la amenaza de ficcién, biogréfico» es un mod tica primero en el vivie y que se formaliza en la Vemios como, de ser una «invencidn», la autobiog 1 al encontrarle Eakin un paralelo en la vida, al pc ular que tanto en la vida como en la autobiografi els 0 30.4 sta, con lo que se s niobra di jeto se autoinventa, con lo que se salva, en m: birlibirloque, el poder cognoscitivo de la autobiograft pues el escribir una autobiografia consiste en euna segun 2 adquisicién del lenguaje, un segundo advenimiento a set, una autoconciencia autoconscientes. Apoyandose s E imponiéndole como criter ya material, histéricamente comprobable, sino formal: si ya no podemos caer en la ingenuidad de afi mar que la autobiografia repite por escrito unos hechos ado, piensa implicitamente Eakin, su validez como del ps género se asienta en que repite unas estructuras de evolu cién de la personalidad y, en particular, el advenimianto 1 nifio a la conciencia en el momento en que accede al lenguaje. Podria hacerse un anilisis semejante del libre i n la diferencia de que el auxilio le viene aho: 2 la autobiografia de parte de la filosofia: Jay viene 2°8 cir en sustancia que las autobiografias elaborin o etruc ran una narrativa del yo de manera paralela y similar uesta por textos filoséficos de la misma época. (Otra forma, diferente a as anteriores, de tratar de es blecer lazas entre texto y yo la oftece Statobinski. Pos lando una idea de estilo no como mero «ornamento (concepcién que opondria un «fondo» de ideas a una «for- na» lingiistica) sino como «desviaciéne de la norma, la ién de ese critico, una serie de indices reveladores del ndividuo que escribe, por lo que el estilo va més alld de la produccién de efectos técnicos y se convierte en «auto referencial» al conducirnos a la verdad «internar del 2sgo comiin: todos ellos, con estrategias variadas, tienen jetivo una justificacién de la cap. a de la autobiografia. Y para poder defender esa capa todos toman a una a Dilthey ese Gusdorf se sirve de el derech isto, ados maniobras: por una part ciencia como apoyo de la autobiograia: p pologia filosSfica; Lejeune se apoya e mien as Bruss lo hace en ciertas teor theory); Eakin, por su parte, busea el auxilio de la psi g(a y Jay por dltimo, se refugia en la ceria que todas las ciencias humanas actuaran com nenesterosos dispuestos a dar refugio y apoyo a la desdi chada autobiografia en el momento en que ésta abando cl hogar de su madrastra la biografa. En consecuencia, bemos pr defende antarnos por qué la autobiografia no pue or si misma, por qué sus tebricos tienen 2 autobiogralia para poder justificarla. La junda forma de defensa consiste en postular, ademés de mbién como cen 0 de validacién de la autobiografi no plantear problemas la identidad del autor, se encon: traba una garantia en el valor objetive del texto autobic necesidad con la multiplicidad (y disolucién) de un yo ntia pasa al lector. El estar marcado por su autorial inasible, ese poder de g: destino de la autobiogralia pare ia predile s que su estudio ha origen como fi a de la historia, pues en todos los avatares por repite | necesidad de encontrar unos fundamentos obj rade ella que avalen su dimensién cognoscitiva. No re sulta extrafio, por lo tanto, que investigadores recientes hurguen en los origenes de la autobio fa para tratar de averiguar los motivos y las condiciones de su nacimiento y ver de qué manera ese origen marca su estructura y su a part que se ven abocadas las teorias examinadas n la autobiografia futuro, Por el tedrico que asume con lucidez as aporias pasta ahora se ve obligado a penetrar ‘misma, en su constitucién lingiistica y re tar de entender cémo ese tipo de textos engendra los espe jismos del yo y del poder cognoscitivo de la autobiogratia, Puede servirnos como ejemplo de la primera tendencia el texto feminista de Sidonie Smith, A Poetics of Women’s (1987), mientras que de la naturaleza re je Man en un at (1979), pequetio brica de la autobiografia se ocupa Pat iculo, «Autobiography as De-Facement en dimensiones pero inmenso en sus consecuenci Sidonie Smith indaga en los origenes de la autobiografia desde sus comienzos en el Renacimien: para denunciar que to el sujeto autobiogrifico ha sido concebido como sujeto lose de ideas lacanianas, Smith define masculino: valig Ia autobiografi ibn del sujeto al orden filico, pues la autobiog fia se encarga de reinscribir la ideol sistema ideoldgico que fundamenta y define la identidad Laid individual ologia patriarcal y el discurso falocén fia h ren que la mujer 2 de escribir autobio- ‘ntrico» y porque ala hora de escribir su vida la mujer tiene que luchar con tra los estereotipos que la cultura le asigna y, en particy lar, el haberla desprovisto de una «vida publica», negindole por consiguiente capacidad ps eto auto Je expresar la identidad en L del patriarcado y Ia form autobiograffa convierten en problemas para la mujer ele mentos esenciales de la autobiografia como género, des de el impulso a escribir su vida hasta a estructuracién de ontenido de su autobiografia a lectura y escritura de su yo, la autoridad de su vor, la eleccién de perspectiva narrativa o incluso la naturaleza misma de la idea de re presentacidn. Ante esos obstéculos la mujer tiene dos alternativas: puede aceptar y adaptarse a la narrativa ps trilinear de Iz autobiograffa, convirtiéndose asi en una mujer félica» 0, inapaz de reconocerse en narrativas mas culinas, traza sus origenes a la madre accediendo de esta manera a una escritura femenina en la que habla con H. Gi xous y otras tedricas francesas describe, en oposicién a la voz de la madre, que Sidonie Smith, siguiendo escritura androcéntriea, como atemporal, plural, fluida, bisexual, . dda perfecta cuenta de que esta alternativa, la énica que le parece valida para la mujer, presenta el gran problema uera de la historia, cayendo en e de reificar a la muje mismo defecto del que acusa ala ideologia patriarcal —la reificacién de la mujer—, aunque se manifieste de modos muy diferentes en los dos casos. Oura dificultad con la que tropieza Smith, y que reconoce, es que sus teorias pue den tener validez solamente pars las autobiografias de mu jeres escritas antes del siglo XX, pues en nuestro siglo las coordenadas del problema han cambiado sustancialmente para la mujer. Por otra parte, Sidonie Smith asume im: plicitamente tna serie de ideas «tradicionales» sobre la autobiografia, al concebirla como un «acto» que da seat do al pasado, al aceptar la idea del «contrato autobiogré fico» o al asumir que la autobiografia revela més sobre el presente del escritor que sobre su pasado, con lo que, yesar de la radicalidad de algunas de sus ideas, en’ m@- chos sentidos Smith no va mas alld de la problentitica planteada por Gusdorf, Olney, Lejeune, Bruss o Eakin.” Las dficultades consustanciales a la etapa del autos que- dan resumidas por Olney de manera tan ejemplar como expresiva: «De alguna manera complicada, oscura, cam: biante e inasible [Ia autobiografia] es, 0 esti en lugar de 6 inde homenaje en la memoria, o reemplaza, 0 hace algo de la vida de alguien». Esa supuesta y posible re lacién entre texto autobiogratico y yo es la que en Gitima cos examinados has instancia se le eseapa a todos los Sidonie Smith plantea, pero no desarrolla—pues el ha- cerlo pondria en peligro su edificio tebrico— dos formas de desapropiacién del sujeto que son consustanciales a la stobiografia cl problema del lenguaje y el problema del sujeto. Al mis ‘mo tiempo que da al autobiografiado poder para «narra su vida, el lenguaje se lo quita, ya que las palabras no pueden captar el sentido total de un ser y ademas, el len- ‘guaje narrativo adquiere una vida independiente que se manifiesta en narrativas que, impulsadas por una dindm jas cuales se centrard la etapa de la graf ca propia, se explayan en miltiples direcciones indep dientemente de la voluntad del sujeto. Y, por otra parte, cl desdoblamiento del yo en yo narrador y yo narrado, y la multiplicacién del yo narrado en su recuento nos dejan fer que el texto autobiogrifico es un artefacto retérico y que el artficio de la literatura lejos de «reproducir» 0 werear» una vida producen su desapropiacién, Este seré el tema central, precisamente, planteado por Paul de Man en sus reflexiones sobre la autobiografia, y entramos de etapa del estudio autobiogrif 0, la etapa de La gr Michael Sprinker también orienta su investigacign cia el texto para insistir en la idea de que en la autobio- graf el sujeto, lejos de tener control sobre el texto, est constituido por un discurso que nunca domina, el cual esta su vez producido por un inconsciente inasible, siem- pre cambiante.” Por su parte, De Man sostiene que los obsticulos clésicos con que se enfrentan los teéricos de ia autobiografia (la imposibilidad de definirla como gé- nero, la dificultad de distinguirla de la novela) provienen lel error basi rar la biografia como & dducto mimético de un referente, Por el contrario, De Man sefala que tal vez deberiamos pensar al revés y ver que el proyecto autobiogrifico «produce y determina la vidaw En la linea de sus dltimas obras, De Man buses rica Ultima de los t ‘como la estructura de la mimesis en en la estructura 3 autobiogrs ficos para mostra gendra la ilusién de referencialidad. La autobiografia no oporcionarnos conocimiento alguno se distingue por problemas teéicos de ta autobiogratig sobre un sujeto que cuenta su vida (no proporciona co- nocimiento alguno de ese tipo, afiade De Man) sino por su peculiar estructura especular en que dos sujetos se reflejan mutuamente y flexién mutua. Esa reflexién especular por la que el «na rradore y el «personajes de la autobiografia se determinan matnament nor dj vr que leo autobiogréfico sub- ‘ura tropoldgica idéntica a la estructura de todo conocimiento (include, por supuest, el conoc miento de uno mismo}: y la misma especvlaridad, la mis scructura reflexiva en que dos sujetos se determinan mutuamente, se encuentra presente en la lectura. La auto biogas, concluye De Man, no 3 un género sino una forma de textwalidad que posee la estructura del conoci riento y de la lectura Podriaafiadirse que los tedricos de la autobiografia tie nen conciencia, més o menos clara, de esa condicién, perc no pueden asumir que el texto autobiogrifico no im e conocimiento ( ‘so significaria asumir el fracaso de la empresa en males e ningin tipo) sobre un sujeto ya la que se embarcan. Pero ya hemos vist. F que cembarga a todos los textos teéricos desde Gusdorf y los desplazamientos del problema a todo tipo de terreno que cl estrictamente textual que efectiian los criticos pars ssalyare su tema, Aunque De Man no lo dice, no hay que ver en st teorfa un anuncio de la muerte de la autobio- graflao algo similar, pues quedan caminos para [a indagacidn: si algdn valor tiene la aportacién de e Man la inocencia (o la ce: es hacernos perder definitivament guera) con que nos hemos acercado hasta ahora la auto- biograffa. Siguiendo la Kinea de investigacién de De Man, uuna tarea hacedera consistiria en examinar la naturaleza tropoldgica a través de la cual la autobiografia engendra la ilusién de referencialidad, y ese mismo eritico nos hace ver que el tropo «maestro» dominante en la autobio- grafla es a prosopopeys, el tropo consistente en dar ros to y voz a los ausentes o a los muertos. A aucabiografa se igura que reside en el centro de esa determinacién al mismo tiempo los des tropo los dos sujetos presentes en determinan reflexivamente, pero la figara, pues el lenguaje de los tropos es siempre un len- uae despojador, por lo que De Man concluye asi su En cuanto entendemos que la funcin retdrica de la pro peya consiste en dar vor 0 rostro por medio dl lengua os también que de lo que estamos privad ond: je comprende 10 €s de vida sino de Ia forma y el sentido de un {que solo nos es accesible a través de la via despojadora del jombre que damos a un apu- auracién dela vida mortal por medi de la autobiografi (1s prosopopeya del nombre y de la voz) entendimiento La muerte es desposce y desfigura en la misma medida en que restaura, [a autobiografia vela una desiguracin de la mente por ella misma causada.?” despojador y Ia navuraleza Obviamente, ese lengu tropoldgica del lenguaje autobiogréfico nos apartan con: siderablemente de las teorfas de un Starobinski en cuanto a la verdad autorreferencial del estilo como descubridor de la interioridad del autobidgrafo. Ademés de la via de investigacién retérica ejemplif ada por De Man otro camino posible es el camino pro: puesto por Derrida cuya obra, incluso cuando no se ocupa directamente de la autobiografia resulta en genéralyuy ps © para ese tema. Ocupndose de ese tekto auito- biogrifico ejemplar que es el Ecce Homo de Nietzsche, en Loreille de l'autre Derrida propone una meditacién so- bre ese «borde» que asumimos existe entre vida y obra que, en su opinidn, no es una linea clara y divisible, atraviesa el cuerpo y el corpus del autor de ‘maneras que solamer sino que Jomenzamos aentrever, ¥ que tan na («fil el caso de Nietzsche) como una lectura empirico-gené to una leccura inmanente de wn sist ‘fico» en jamis han interrogado: no podemos separar radicalmente ida y obra pero tampoco podemos explicar la una por medio de la otra, sino que tenemos que comenzar a pen sar lo eautogrifico» desde esa premisa del bor ara, une y atraviesa al mismo tiempo En el momento en que zamos a considerar ese limite paradéjico e y cuerpo, vida y obra, dad de una obra y vida empirica de un autor, nos abrimos 2 una nueva ciencia de lo biogeifico, en la que laid dad del tor toma nuevas configuraciones por lo que es necesario no una disolucién de la narracién autobiogré fica sino un nuevo replanteamento de lo autobiogritico (0p. 63-64), del nombre y de la fir igrifico no es «firmado» por un autor que se compromete 1a. El texto autobio- en una identidad comin con el personaje sobre el que scribe, sino que la estructura de la firma hace que quien jel texto auto grifico: la firma no ocurre en el momento de la escritura firme, en realidad, sea el edestinatario: sino en el momento en que el otro me escucha: el desti natario de la a obiografia escribe en lugar del autobio- lo (pp. 108-109): la oreja del otro firma por mi, me onstituye mi yo autobiogréfico. El yo pasa siempre por el otro, lo que convierte a la empresa autobiogrifica enalgo ps autosuifi radéjico en el que el autos, lejos de s ciente, queda comprometido en la dinamica del nombre la firma que lo constituyen por ese desvio a través del otro: lo autobiogrifico no puede ser nunca autosufi ya que no puede darse la presencia completa del si mismo, y siel borde entre vida y obra nos deja ver que lo autobiogrifico es en teaidad «autogrificon, el paso necesario de la firma (y la escritura del yo) através dela orea del otro, convierte lo autobiogrifico en hete robiogrifico, Deberia quedar claro que las vias abiertas por De Man y Derrida no implican una caida en el niiligmo ola «des con raical ucidea, mi eal pro- bilema sin subterfugios ni desplazamientos que puedan lle var a una fécil reconciliacién que nos dejaria se pensando sobre la autobiografi les y sin mala conciencia, NOTAS W. Dilthey, elect versity Pres, 1976), especialmente ls pp. 207-216 2. Geom Mich, Gach phi fort, 1991965. El primer volumen aparecis en 19 3. Anna Robereson Burr, The Autobiogap Boston, Houghton Miffin 19 3 (Camb Bees E, Stuar Bates, ns grap (NuersYork, Sheridan House, 4. Wayne Shumaker, English Autobiography fs and Forms (Berkley, University of California P Georges Gusdor, «Conditions elimi ir Grsbicie ds earn i, Dncker & Humble, Former der Stbderidllang Analeten 24 iteN ‘com otro génerr anes (memoris diario, carts et). sentido Geonge May, Le autobiografs (Mexico, FCE, 1982) Karl Wein tea, «Autobiography and Historical Consciousness, Cnc! Ing 1 (1973), 821-848; Bares J. Mandel, «Full of Life Now, en J. Ol ed, Autobiography (Princeton, Princeton Univenty Pres, 1980 p 49:7; Jon Romera Navarro, «Li leratura autobiogrifca como gé er i Recista de Inzsiacin (Colegio Universitario de So James Olney, «Autobiography and the Cultral Moment: A The ‘matic, Historia, and Bibliographical Invoducion» en James Ol ec, Autobiography. 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Bote (nbs, Covell Unicriey Pr, 198; Pl John pettamient ys estar. dems de Orbos pal ema de som, Princaon Univer Pres 198) wae especialmente lca Mem (Nueva York, Colurbis University Pres, 1980) ESTUDIOS Condiciones y limites de la autobiografia* Georges Gusdorf La autobiografia es un género literario firmemente esta b jalonada de una serie de obras maestra, desde las Confesiones de san Agustin de Gide, pasando por las Con hasta Si le grain ne fesiones de Rousseau, Poesia y ratumba 0 la de’ Newman, Muchos grandes hombres, ¢ incluso muchos hombres no tan grandes, jefes de Estado o jefes militares, ministros, exploradores, hom: ha redaccién de recuerdos que encuentran constantemente crdad, las Memorias de ul Apolog bres de negocios, han consagrado el ocio de su vejez un piblico de lectores atentos. La autobiografia existe de todas todas; estA protegida por la regla que protege a las slorias consagradas, de modo que ponerla en cuestién pu de parecer ridiculo. Didgenes demostré el movimiento an- dando, en su disputa con el fildsofo cleata que pretendia, por la autoridad de la raz6n, impedir a Aquiles que atra- pase la tortuga. De manera similar, felizmente, la auto- biografia no ha esperado que los filésofos le otorguen el derecho a la existencia, Pero tal vez no es demasiado tar de para preguntarnos por el sentido de tal empresa y po sus condiciones de posibilidad, afin de entresacar las pre suposiciones implicitas. En primer lugar, conviene resaltar el hecho de que el género autobiogr ado en el tiempo y en el espacio: ni ha existido siempre ni existe en todas pa tes. Si las Confesiones de san Agustin of referencia inicial de un primer éxito fenomenal, vemos en seguida que se trata de un fendmeno tardio en la cul- ico esta limi en el punto de ura occidental, y que tiene lugar en el momento en que Ja aportacibn cristiana se injrta en ls tradiciones clisics. Por otra parte, no parece que la autobiografia se haya ma nifestado jamés fuera de nuestra atmésfera cultural; se di- sia que manifieta una preocupacién particular dl hombre occidental, preocupacién que ha llevado consigo en su conquista paulatina del mundo y que ha comunicado a Jos hombres de otras civilizaciones; pero, al mismo tiem po, estos hombres se habrian visto sometidos, por una es= pecie de colonizacién intelectual, a una mentalidad que ho era [a suya. Cuando Gandhi cuenta su propia histo- le Oriente. Y los emotivos testimonios recogidos por Wes” Tos medios de Occidente para defender el os manifiestar! la mann en sus Autobiografias de afr conmocién de las civilizaciones tradicionales en su com- tacto con las europeas. El mundo antiguo esté en trance x0 incluso de morir de fe esis conciencias que se inte rrogan acerca de su destino, convertido, de Ia fuerza, al nuevo estilo de vida que el hombre blanco ha traido desde més allé de los mares. La preocupacién, que nos parece tan natural, de vol: verse hacia el pasado, de reunir su vida para contarla, no es una exigencia universal. Se da solamente tras muchos, siglos y en una pequefia parte del mundo. El hombre que ibujar su propia imagen se cree dig. egiado. Cada uno de nosotros tie ne tendencia a considerarse como el centro de un espacio se complace asi en di no de un int vital: yo supongo que mi existencia importa al mundo ¥y que mi muerte dejaré el mundo incompleto. Al contar mi vida, yo me manifiesto més alli de la muerte, a fin ve ese capital precioso que no debe desa de que se cons parecer. El autor de una autobiografia da a su ima tipo de relieve en relacién con su entorno, una existencia independiente; se contempla en su ser y le place se templado, se constituye en testigo de si mismo; y toma alos demés como testigos de lo que su presencia tiene de irreemplazable. Esta toma de conciencia de la originalidad de cada vida personal es el producto tardio de cierta civilizacién. Du rante la mayor parte de la historia de la humanidad, el individuo no ve su existencia fu de los demés, y toda via menos contra los dems, sino con los otros, en una existencia solidaria cuyos ritmos se imponen gh la comunidad. Nadie es propietario de su vida ni de su muerte; las ex tuna de ellas tiene su cias se solapan de tal manera que cada sntro en todas partes y su circunfe rencia en ninguna. Lo que cuenta no es nunca el ser aisla do; mejor ain, el aislamiento es imposible en un régimen de cohesién total. La vida social se d uuna gran representacién teatral en la que las peripecias, fijadas originalmente por los dioses, se repiten periédica mente. Cada persona aparece asi como el titular de ut papel, ya representado por los ancestros y que los descen dientes volverdn a representar; hay un numero limitado Je papeles, y se expresan con un nimero limitado de nom: bres, Los recién nacidos reciben el nombre de los difun- “105, de los cuales toman su rol, y la comunidad se mantiene ‘déntica a sf misma, a pesar de la renovacién constante de los individuos que la componen. Esti claro que la autobiografia no puede darse en un. medio cultural en el que la conciencia de si, hablando con propiedad, no existe. Pero esta falta de conciencia de la personalidad, caracterstica de las sociedades primicivas tal 0 Condiciones y limites dela aiobiogrtia como nos las describen los etnélogos, se mantiene en ci vilizaciones ma miticos regidos por el principio de la repeticién. Las teo- ajo for- avanzadas, que se inscriben en marcos rias del eterno retorno, admitidas como dogma, as variadas, por la mayor parte de las grandes culturas antiguas, centran su atenci6n en lo que permanece, y no fen lo que pasa, «Lo que es —nos ensefia la sabiduria del y nada nuevo bajo lesiastés— es lo que ha sido, y no ha cl sol» De la misma manera, las creencias en I acidn de las almas, diseminadas a través del mundo in- reuropeo, solo dan un valor negativo a las peripecias de iporal. La sabidurfa del Indo considera l personalidad como una ilusién funesta y busca la salva Ta existencia te cidn en la despersonalizacién. : condicién de La autobiografia solo resulta posible ciertas presuposiciones metafisicas. Resulta necesario, en I precio de tuna revolucién cultural, del cuadro mitico de las sabidu ras tradicionales, para entrar en el reino peligroso de la histo rabajo de contar su ida sabe que el presente difiere del pasado y que no se rir en el futuroy se ha hecho sensible a las diferen cias mas que a las similitudes; en su renovacién constan te, en la incertidumbre de los acontecimientos y de los nombres, eree que resulta stil y valioso fijar su propia ima- ya que, de otra manera, desapareceré como todo lo is de este mundo, La historia quiere ser la memoria de una humanidad que marcha hacia destinos imprevisi bles; lucha contra la descomposicién de las formas y de los seres. Cada hombre es importante para el mundo, cada ‘que la humanidad haya salido, primer luga ja. El hombre que se toma 2 y cada muerte; el testimonio que cada uno da de si nonio comin de la cultura mismo enriquece el ps a curiosidad que una persona siente hacia si misma, el asombro ante el misterio de su propio destino, estin Tigados a la revolucién copernicana de la e tori; Ia humanidad, que subordinaba su devenitr a los gran des ciclos césmicos, se descubre duefia de una aventura argo también del dominio de las ciencias, organizindolas, por independiente; y muy pronto e medio de la técnica, en funcién de sus propias necesida des. A partir de ese momento, el hombre se sabe respon sable: convocador de hombres, de tieras, de poder, creado: de reinos 0 de imperios, inventor de un cédigo o de una sabidurfa, tiene conciencia de afiadir algo a la naturaleza, de inscribir en ella Ja marca de su presencia. Aparece en personae histrico, y la biogralfa representa, jun to a los monumentos, las inseripciones, las estatuas, una de las manifestaciones de su deseo de permanencia en la memoria de los hombres. Las vidas ejemplares de los hom- bres ilustees, de los héroes y los principes, les conceden tuna especie de inmortalidad literaria y pedagogi Ia edificacién de los sighos futuros Pero la biografia que asi se constituye como género li des personajes, revisados y corre ntacién exterior de los gran dos por las necesidades din de la época. Muy a menudo, el hstoriador se eneventa separado de su mo: solo provee una pr de la propaganda y por el sentido c elo por el tiempo transcurridos y siempre se encuentr separado por una gran distancia social. Tiene conciencia de ejercer una funcidn publica y oficial, analoga a la-del artista que esculpe o pinta una imagen tuna persona poderosa en ese momento, y que queda fijada en tina pose rentajosa segin las normas de las convenciones imperan cs. La aparicién de la autobiograffa supone una nueva.re™ volucién espiritual: el artista y el modelo coinciden, el historiador se toma a sf mismo como objeto. Es decir, que se considera como un gran personaje, digno de la memo- ria de los hombres, que un intelectu cidn aqui un nuevo espacio social, el cual invierte los ran hombre ‘mientras que, de hecho, no es mis g08 y reclasifca los valores. Montaigne es un prominente, perteneciente a una familia de com Rousseau, ciudadado de Ginebra, es una especie de aven: bargo, ambos consideran su dest no, a pesar de su mediocridad en el teatro del mundo, como digno de s ado como ejemplo, El interés se ha desplazado de la historia piblica a la historia privada: al lado de los grandes hombres que llevan a cabo la historia oficial de la humanidad, hay hombres oscuros que llevan sen el Seno de su a cabo sus guer ‘ida espiritual,libran do barallas silenciosas, cuyas vias y medios, triunfos y ecos, merecen ser legados a a memoria universal Esta conversidn se da tardiamente, en la medida en que corresponde a una evolucisn dificil o, mejor dicho, a una involucién de la conciencia. Uno se maravilla de lo que lo rodea mas répidamente que de uno mismo, Uno ad: mira lo que ve, uno no se ve a s{ mismo. Si el espacio de fuera, el teatro del mundo, es un espacio claro, en el que s comportamientos, los méviles y los motivos de cada desentrafian bastante bien a primera vista, el espa cio interior es tenebroso por esencia, El sujeto que se toma a si mismo como objeto invierte el movimiento natural de la atencidn; al hacer esto, parece estar violando ciertas prohibiciones secretas de la naturaleza humana. La socio la psicologia profun el psicoandlisi, han revela- encuentro del hombre con st im do la significacién comple astiosa que reviste el La imagen es un otro yo-mismo, un doble de mi ser, pero més gly vul nerable, revestido de un cardcter sagrado que lo hace a la vez fascinante y terrible. Narciso, al contemplar su ros tro en el seno del manantial, queda fascinado por esta apa ricién, hasta el punto de mori al doblarse sobre s{ mismo, En la mayor parte de los folklores y las mitologias la apa Las prohibiciones miticas subrayan el cariteringuie- leza no que parecia oponerse a toda complaceneia ante ese refle ip lel descubrimiento de uno mismo, La natu habia previsto el encuentro del hombre con su ref La invencién del espejo parece haber conmovido la 1, sobre todo a partir del momento en que las mediocres iminas de metal usadas desde la Anti siiedad fueron reemplazadas, a fines de la Edad Media, por los vidrios producidos por la técnica veneciana. La Imagen en el espejo forma parte, a partir de ese momen Condiciones y limites de Ia autobioga to de la escena de la vida, y los psicoanalistas han puesto en evidencia el papel capital de esta imagen en la con: iencia progresiva que el nifio va tomando de su propia personalidad. Desde los seis meses de edad, el nifio se in- teresa particularmente por ese reflejo suyo, que solo pro: duce indiferencia en el animal. En esa imagen de el nifio poco a poco un aspecto esenecial de su identidad: ubre separa lo exterior de su interior, se ve como un otro entre Ios otros; se tia en el espacio social en el que se va a ‘upar su propia realidad, El hombre primitivo se asusta de su reflejo en el espe- joy ge matogrifica, El nifio civilizado tier sentir capaz de res al que se espanta de la in fotografia o cine r cine todo el tiempo iento de apa: tumido bajo la presibn persuasiva del expejo. Sin embargo, incluso el adulto, hombre o mujer sireflexiona por un momento, encuent necesario para familiarizarse con el revestimi riencias que él ha a el fondo esta confrontacién consigo mismo, la conmocién y la fas cinacién de Narciso, La primera imagen sonora del mag- netéfono, la imagen animada del cine, despiertan una angustia similar en nuestras profundidades. El autor de la autobiografia domina esta inquietud sometiéndose ella; mas allé de todas las imagenes, busca tenazmente la vocacién de su ser propio. Sirva como ejemplo Rem: brand, fascinado por su espejo veneciano, multiplican: tarde lo hard Van Sogh-, testimonios de s{ mismo y signos de la nueva in- 4quietud apasionada del hombre moderno, empefado en dilucidar el misterio de su propia personalidad. 1utobiografia es el espejo en el que Ja persona refleja su propia imagen, resulta necesario, sin embany cubrimientos técnicos de los artesanos alemanes e italia nos, La atraccién fisica y material del reflejo en se une y fortalece, en el alba de la edad modern Sies cierto que I reconocer que el género aparece antes de los des 1 espejc cesis cristana del examen de concienecia, Las C desan Agus Ia espiritualidad: la Ancigiiedad clisica mantenia, en sus as (la epictirea, por $n disciplinaria del ser personal, el cual de n corresponden a esta orientacién nueva de grandes filos emplo, o a estoica), ba buscar la salvacién en la adhesin a una ley universal y trascendente sin complacencia alguna por los mistetios, insospechados, d por otra part interior. El cris tianismo hizo prevalecer una antropologia nueva; cada des tino, por humilde que sea supone una suerte de apuesta sobrenatural. Tal destino se d arrolla como un didlogo con Dios, en el que, y hasta el final, cada gesto, cada pen: samiento o cada acto pueden ponerlo todo en entredicho. Cada tenciones cuentan tanto como los actos. De ahi el interés nuevo por los resortes secretos de la vida personal; la re gla de la confesibn de los pecad. uno es responsable de su propia existencia, y las in os viene a dar al examen de conciencia un cardcter a la vee sistemético y obligato- rio, El gran libro de san Agustin procede de esta exigencia dogmitica: un alma genial presenta ante Dios su balan ce de cuentas con toda humildad, pero también con toda " Durante los siglos eristianos de la Edad Media occi dental, el penitente, a imagen de san Agustin, no puede sino manife arse culpable ante su Creador. El espejo %@- légico del alma cristiana es un espejo deformante, que ex plota sin complacencia los menores defectos de la persona nildad mis elemental obliga al fie], a descubrir por todas partes las huellas del pecado, a so moral. La regla de h pechar bajo la apariencia mis © menos aduladora del pe delicuescencia del Squelette de Ligier Richier: todo hom- Sonaje la corrupcin amenazante de la carne, la horrible bre se descubre en potencia como un invitado a las Dan as de la M En esta época, como en la del hombre primitivo, el hombre no puede contemplar sin angustia Su propia imagen, Hard falta el estallido de la Romania cién de sus dogmas bajo la fuerza ‘onjunta del Renacimiento y la Reforma, para que el hom bre tome interés en verse tal como es, alejado de toda premisa trascendental, El espejo de Venecia ofrece a Rem brand, hombre inquieto, una imagen de s{ mismo despro- vista de perversion o adulacién. El hombre renacentista wuevos continentes y d se lanza al océano a la busca de hombres naturales. Montaigne descubre en si un mundo nuevo, un hombre natural, desnudo e ingenuo, y nos en trega en los Ensayos sus confesiones impenitentes. ‘Los Ensayos seran uno de los evangelios de la espiri twalidad moderna. Desligado de toda obediencia doctri nal, en un mundo en as de creciente secularizacién, el hombre de la autobio época practica la virtud de la ‘mente apreciada por los grandes hombres del Renacimien- to, defensores de la libre empr en la moral, en las finanzas, la téenica o la filosofia. Las Memorias de Cellini artista y aventurero, son testigo de sta nueva libertad de wn individuo que cree que todo le 14 permitido. Mis allé de las disciplinas de la epoca el Ta época romantica reinventard, en su exaltacién del raf, La vircud de la indi genio, el gusto por la autobi Vidualidad se completa con la virvud de la sinceridad, que Rousseau retoma de Montaigne: el heroismo de compren derlo todo y de decirlo todo, reforzado por las ensefianzas| del psicoandlisis, reviste a los ojos de mu ros contempo- saneos un valor creciente. Las complejidades, las contra- dicciones y las aberraciones no suscitan la duda o la repugnancia, sino una suerte de agombro. Y Gide do totalmente profano, la exclamacién del salmista: , € incumbe al historiador, més que a ningtn otro, e tipo de autobiografia. Lo que im- aqui son los hechos oficiales, y las intenciones s iuzgan de acuerdo con las realizaciones. No resulta nece sario creer al narrador, sino considerar su versién de los jechos como una contribucidn a su propia biografia. El reverso de la historia, las motivaciones intimas, comple Ia secuencia objetiva de los hechos. Pero en el caso de los hombres piblicos lo que predomina es ese aspecto exterior: ellos cuentan su vida segiin la dptica de su tiem o, de modo que las dificultades de método no difieren de las de la historiografia al uso. El historiador sabe bier que las memorias son siempre, hasta cierto punto, uni revancha sobre la historia, Leyendo los recuerdos de Retz no se comprende del todo por qué fracas6 tan grandiosa mente en su carrera politica; un biégrafo objetivo no se dejard impresionar por ese vencido que se da aires de vencedor, y reconstruiré los hechos ayudandose de una psicologia elemental y de comprobaciones indispensables, La cuestién cambia radicalmente cuando el lado pri tencia tiene mayor importancia, Newman, bjet vado de la xi cuando eseribe su Apologia pro vita sua, tiene con vo justificar, a los ojos de la opinién contemporsnea, su conversién del anglicanismo al catolicismo, Pero los acon tecimientos sociales y teoldgicos, los datos cronolégicos, tienen poca importancia. El debate se desarrolla, en lo acial, en el espacio interior: como en las Confésiones san Agustin, lo que aqui se nos cuenta es la historia de un alma, La critica externa a puede sefalar 3, pero no puede poner en tela de juicio lo esencial. Rous the, Stuart Mill, no se contentan curriculum vitae» que re-traza las era oficial cuya importancia no pasa de seau, Gi al lector ua tipo de ctapas de un: mediocre. En este caso, nos concierne otra verdad. La re cacién del pasado responde a una inguietud cargada de snor angustia -mpo y fijarlo para siempre. El titulo in Paul, Wabi («La verdad de mi vida), expres caso tiene luga en la interioridad de la vida personal. Por otra parte, son muy numerosos los recuerdos d cuales e hallan obras maestras como los Re mntud, de Renan, 0 Si perdido para recuperarlo, de la obra autobii ifica de J ‘aus mei: bien el he- cho de que la verdad pertinente en infancia y de adolescen- cuerdos de infancia de semilla no muere, de Gide. Pero el niio no es todavia un perso nae histérico; la importancia de su pequefia existenca re Condiciones y limites de Ia auobiogrtia sulta estrictamente privada, El escritor que evoca sus primeros afios explora un dominio encantado que so a él le pertenece Por otra parte, la autobiografia propiamente dicha se impone como programa reconstituir la unidad de una vida o del tiempo. Esta unidad viv de actitudes no procede del exterior: es cierto a de comporta siempre nos delimitan; pero los temas esenciales, los es {quemas estructurales que se imponen al material de los personalidad. La psicologfa totalizante actual nos ha sefiado que, lejos de encontrarse sometido a situaciones xe activo esencial en las s ido. Lo q acabadas, el hombre es el tura y da forma definitiva a lo vivido es su intervencidn, de modo que el paisaje es verdaderamente, segiin las pala bras de Amiel, «un estado de énimo La intencidn consustancial a la autobiografia, y su privilegio antropalégico en tanto género literario, s ran asi con claridad: es uno de los medios del miento de uno mismo, gracias a la reconstitucién y a desciframiento de una vida en su conjunto. Un examen de conciencia limitado al momento presente no me daré més que un trozo fragmentario de mi ser personal. Al conta mi historia, tomo el eamino mas largo, pero ese camino que constituye la ruta de mi vida me lleva con mis se ridad a mf mismo. La recapitulacién de las etapas de la existencia, de los paisajes y de los encuentros, me obliga cen la perspectiva de lo que he sido. Mi unidad personal, la esencia misteriosa de mi ser, es la asituar lo que yo soy ley de conjuncién y de inteligibilidad de todas mis con as pasadas, de todo os lugares os que he reconocide destino, alabras, laa de la experiencia, y mas verdadera que la primera, puest aque es toma de conciencia: en la inmediatez de lo vivido, te el dina pectiva y me permite tomar en consideraciéa la jidades de una situacién, en el tiempo y en el espacio. A\ la direccién de una ruta o de una fortificacién, o el plano de una ciudad invisible desde el suelo, la recomposicién en esencia de mi destino muestra las grandes lineas que se me escaparon, las exigencias éticas que me han inspire ‘onciencia clara de ellas, mis elec do sin que tuviera un: iste en una simple recupers cidn del pasado tal como fue, pues la evocacién del pas do solo permite la evocacién de un mundo ido para siempre. La recapitulacién de lo vivido pretende valer por lo vivido en si, y, sin embargo, no revela més que una fi- gura imaginads, lejana ya y sin duda incompleta, desna por el hecho de que el hombre que recuerda su pasado hace tiempo que ha dejado de ser el que era en ese pasado, El paso de la experiencia inmedia- turalizada ademé rs ala conciencia en el recuerdo, la cual Ileva a cabo un: especie de recapitulacién de esa experiencia, basta para mo- dificar el significado de esta dima. Aparece una nueva idad del se, sies verdad, tal como decia Hegel, que El paso sla conciencia de ses el hontanar de la verdad do rememorado ha perdido st consistencia de carne y 2, més intima, so, pero ha ganado una nueva pertin a y haber sido bus cl tiempo, ser descubierta y reunida més alla del para la vida personal, la cual puede, haber estado por mucho tiempo disp rales sin duda alguna, la intencién més intima de toda s. El hombre que cuenta su vida se busca a s{ mismo a través de su historia; no se entroga a una ocupacién objetiva y desi teresada, sino a una obra de justficacién personal. La aut biograffa responde a la inquietud mis o menos angustiada Jel hombre que envejece y que se pregunta si su vida no de los encuen ha sido vivida en vano, malgastada al az tros, y si su saldo final es un fracaso. Para asegurarse, emprende su propia apologia, como dice expresamente Newman. El cardenal de Retz resulta tal vez ridfculo con su pretensién de perspicacia politica y de infalibilidad, cuando ha perdido todas las part toda vida, incluso fas que ha jugado. Pero pesar de los éxitos més brillantes, se sabe tal vez intimamente perdida. La autob sen graf fonces, la ltima oportunidad de volver a ganar lo que seha p to Retz como més tarde Chateaubriand, la han sabido ju gar con meestria, de modo que aparecen como vencedores didos y hay que reconocer que esta partida, tan uras, de manera més no- a los ojos de las generaciones table que si las oscuras intrigas en las que se complacian hhubiesen acabado en ventajas para su faccién. Retz esci tor y memorialista de sf mismo, ha compensado el fra aso de Retz conspirador rea de a autobiografia consis de salvacién per en primer lugar, en una tar sonal, La coniesidn, el esfuerzo de rem mismo tiempo, bisqueda de un tesoro escondido, de un: labraliberador. 1e dudaba de su propio valor. Se trata, para aquel que se embarca en la aventu ‘lima pz cia un destino de concluir un tata dep, y de aleanzar una nueva lines, con uno cido que convierte su vida en timonio de que no ha vivido en balde; no elige la revuelta, sino la reconciliacién, y la leva a cabo én el acto mismo de reunir los elementos dispersos de un destino que le pa- i, La obra literaria en la rece que ha valido la pena v que él se oftece como ejemplo es el medio de perfeccio- nar ese destino, de llevarlo a buen fin. Existe, entonces, una disparidad considerable entre la intencién confesada de la autobiografia —re-trazar simple a historia de una vida— y sus intenciones profun: cia una suerte de apologética 0 teodices ‘ser personal, Esta disparidad perplejidades y las antinomias de este El hombre que emprende la escritura de sus memo- das, orientadas ha “ Condiciones y limites de Ie autobiogratia as se figura, con total buena fe, que esté haciendo tar de historiador, y que las dificultades, si encuentra algu nas, podrin ser vencidas gracias a ls virtudes de la critica Ia luz eal como verdaderamente aconteci6. Ser4 necesario luchar sin duda tra las ter objetiva y de la imparciali nde los acontecimientos sera traida las flaquezas de la memoria y con- jones de la mentira, pero una higiene mor suficientemente severa, asi como una buena fe fundamen: tal, permitirén restablecer la realidad como Rousseat afirma, en célebres paginas, al comienzo de las Confesiones. La mayor parte de los autor ida no se plantean otras cuestiones: el problema que cuen psicologico de la memoria, el problema moral de la im- parcialidad con respecto a uno mismo, no son obsticulos infranqueables. La autobiografia se presenta como el es rificado, el diagrama de un pejo de una vida, su doble Pero conocemos la revolucién reciente de la metodo: logfa histriea. El fdolo de la historia objetiva y critica, adorado por los posiivistas del siglo XIX, se ha desmo ronado; la esperanza de una eesurn I del pa- sado», alimentada por Michelet, se ha mostrado care de sentido; el pasado es el pasado, y no puede habitar de una pérdida total de sa naturaleza. La evocacién historica supone una relacién nuevo en el presente sino a costa muy compleja entre pasado y presente, una reactualiza lp pasado sin nosotros. El historiador de uno mismo do «en si, tal como Jn que nos impide descubrir se enfrenta con las mismas dificultades: revisitan pio pasado, postula la unidad e identidad de su ser, cree fue con el que ha Ilegado a ser. el hombre maduro de otros tiem pueden defe lo que actamente lo que est4 en poder identificar el Como el nifio el joven, derse, solo e pos, han desaparecido, ym hombre actual tiene la palabi permite negar el desdoblamiento y postular std claro que la narracién de una vida no puede ser simplemente la imagen doble de esa vida. La existencia vivida se desarrolla dia cexigencias del momento, alas cuales la persona se enfi dia en el presente, siguiendo las ta de la mejor manera que puede con todos los recursos a su disposicién, Combate dudoso, en el que las intencio- nes conscientes, las iniciativas, se mezclan confusament con los impulsos inconscie sividad. Cada destino se forja en la incertidumbre de los hombres, de las circunstancias y de si mismo. Esta Tas resignaciones y la pa sién constante, esta carga de lo desconocido, que co ponde a la flecha misma del tiempo vivido, no puede subsistir en la narracién de los recuerdos, llevada a cabo por alguien que conoce el fin de la historia. ado, en Guerra k que existe entre Ia batalla real Tolstoi ha mos an diferencia ivids mi por los combatientes angustiados, casi inconscientes de Jo que esta pasando, incluso si se encuentran en la segur dad de un estado mayor de esta misma ba talla, dotada de orden racional y légico por el historiador, que conoce todas las peripecias del combate y su resulta: do. La misma diferencia existe entre una vida y su biogra fia: «No sé, escribia Valery, si alguien ha intentado eseribir ffa tratando de saber el instante siguiente, en todo momento, lo poco que el ve de la obra sabia en el momento correspondiente de su vida. En suma, devol: verle el azar a cada instante, en lugar de forjar una conti- nuidad que puede resumirse, y una causalidad qua puede ser convertida en formula» El pecado original de la autobiograf primer lugar, el de la coherencia I6gica y la racionaliza- del narrador dirige la narracion, le parece indudable que a. En otras palab flexion inherente a la toma de conciencia es transfe sa consciencia ha dir da, por una especie de ilusion éptica inevitable, al domi- imiento, El novelista Francois Mauriac, al ‘omienzo de una evocacién de su infancia, se rebela con. tra la idea de «que un autor retoca sus recuerdos con la imtencién deliberada de engaiiarnos. En verdad, obedece a una necesidad: es necesario que inmovilize, que fije esa vida pasada que estuvo dotada de movimiento [..] Con figuras tan arbitrarias con esc mos poblado la una especie de critica bergsoniana de la autobiograia las constelaciones con que he- noche».® En fin, nos hallamos aqui ante Bergson reprocha a las teorias clisicas de la voluntad y del libre all joel qu ducta pasada, y el que supor decisivos se da un: ‘onstruyan a posteriori una con an que en los momentos ccidn licida entre diversas posibili cades, mientras que la libertad concreta se mueve por su propio {mpetu y que, normalmente, no hay eleccién al: guna. De manera similar, la autobiografia se ve condena- da susttuir sin cesar lo hecho por lo que se esti haciendo, El presente vivido, con su carga de inseguridad, seve arras- ado por el movimiento necesario que tne, al hilo de la narracién, el pasado con el futuro, a dificultad es insuperable: ningin artficio de pre semacidn, aunque se vea ayudado por la genialidad, puede impedir al narrador saber siempre la continuacién de la parte, en el momento en que la narracién le da sentido del problema res ymienza, por otra jiento, el cual, mientras ocurrié, tal vez tenia tide determina los hechos que se eligen, los detalles que se re muchos, otal vez ninguno, Esta postulacién dels se descartan, de acuerdo cin la exigencia de la inteligibilidad preconcebida. Los olvidos, las lagunas y las deformaciones de la memoria se originan ahi: no son la consecuencia de una necesidad puramente material res: ido del azar; por el contrario, provienen del eseritor,g cer de recuerda y quiere hacer prevalecer deter minada versin revisada y corregida de su pasado, de su walidad personal. Eso es lo que Renan habia exp tado: «Goethe, observa, elige como titulo de sus memo: rias Poesia y verdad, mostrando asi que uno no podria escribir su propia biografia de la misma manera que esc Condiciones y limites de Ia autobiogratin. = be la de los demés. Lo que uno dice de si esse {..] Uno escribe sobre tales cosas para transmit la teoria del universo que uno lleva dentro de si Es necesario seguir su ejemplo y renunciar al prejui cio de la objetividad, a un tipo de cientificismo que juz fa la obra segt de pintores de escenas histdricas cuya ambicién, cuando pre poesia los otros Ia precisidn del detalle. Hay un tipo representan una escena militar, se limita a represen rnuciosamente los detalles de los uniformes y de las armas, o las grandes Kneas de la topografia. El resultado de su ‘empresa es tan falso como resulta posible, de Velizquez, o el Dos de mayo, de Goya, aunque estén plag obras maestras. Una autobiografia no podria s. rendicin de Breda dos de inexactitudes, son pura y simplemente, un proceso verbal de la existencia, un libro de cuentas y un diario de campaiia: tal dia, a tal hora, fue a tal lugar... Tal tipo de cuentas, aunque fuese minucio- samente exacto, no seria mas que una caricatura de la vida real; la precisién rigurosa se corresponderia con el enga- fio mas sutil. Uno de los més bellos poemas autobiogrificos de La- martine, «La vigne et la maison poeta, en Milly, cuya fachada esté ad woca la casa natal del nada por una guir nalda de madreselva. Un historiador ha descubierto que no habfa tal madreselva en la casa de Milly durante lain fancia del poeta; solo mucho mds tarde, para reconciliar cl poema y la verdad, la una enredadera. La ang caso de la autobiograf la verd: dina a la verdad del hombre, pues es sobre todo el hom bre lo que esta en cuestidn. La narracién nos aporta el testimonio de un hombre sobre sf mismo, el debate de sa de Lamartine hizo plan- dota resulta simbélica: en el de los hechos se subor- la misma, a la busqued: de su fidelidad més intima La autobiografia es un momento de la vida que se n ra; se esfuerza en entresacar el sentido de esa vida, pero ella es solamente un sentido en esa vida, Una parte todo pretende reflejar el conjunto, pero ella afade algo ‘momento, Ciertos 2 ese conjunto del cual constituye ui ccuadros de interior, holandeses o flamencos, muestran en tuna pared un pequeito espejo en el que el cuadro se repi te una segunda vez; la imagen en el espejo no se limita a dobl uuna perspectiva en fuga. De manera similar, la aurobio- Ia escena, sino que afiade una dimensién nueva sgraffa no es la simple rec pitulacién del pasados es la ta rea, y el drama, de un ser que, en un cierto momento de fuerza en parecerse a su pa flexién sobre la existencia pasada constituye una nueva su historia, se cido. La re apuesta La significacién de la autobiografia hay que buscacla, por lo tanto, més alli de la verdad y Ia falsedad, tal como las concibe, con ingenuidad, el sentido comin, La auto- biografia es, sin duda alguna, un documento sobre una vida, y el historiador tiene perfecto derecho a compro: bar ese testimonio, de verificar su exactitud, Pero se tra también de una obra d 1, por su parte, es sensible a la armonta del estilo, a la te, y el aficionado a la literatu- 6 belleza de las im es. Poco importa, por esa rizén, que las Memorias de ultratumba estén plagadas de errores, de omisione mentiras; poco importa que Chateau briand haya inventado la mayor parte de su Viaje a Am Jescripcidn de los estados de dnimo del viajero, no, resu an menos admirables. Ficeién o impostura, el valoPar istico es reals més allé de los trucos de itirierarib 0 de logia, se da testimonio de una verdad: la verdad del hombre, imagenes de sy del mundo, suefios del hombre de genio que se realiza en lo irreal, para fascinacién pro- La funcién propiamente literaria, artstica, tiene, por asiguiente, mas importancia que la funcién histérica uobjetiva, a pesar de las pretensiones de |: to tal, side verdad queremos comprender la esencia de la atobiografia, resulta todavia secundaria en relacién a Ia significacién antropoldgica. Toda obra de arte es pro- id, al encarnarse, toma conciencia de si. De ahi la ne cesidad de un segundo tipo de critica, que, en lugar di verificar la correcién material de la narracién o de mos- trar su valor atistico, se esfuerce en entresacar la significa n fntima y personal, considerdndola como el simbolo, personal, rindola c alguna manera, o la parbola, de wna conciencia en ‘de su verdad personal, propi ida, parte al El hombre que, al evocar su scubri miento de sf mismo, no se entrega a una contemplacién pasiva de su ser personal. La verd condido, al que bastaria con desenterrar reproduciéndo- lotal cual es, La confesién del pasado se lleva a cabo a verdadera presentarme fui, ejerzo una especie de derecho a repetir mi existencia la bella f6rmu Hacer, y al hacer, hacerse de Lequier podria ser la divisa de fia, la cual no puede recordar el pasado en el pasado y para el pasado, imagen autobiograli el pre oca el pasado para el presente y aliza lo que del pasadc lor hoy en dia; afirma una tradicién personal, la cual funda tuna fidelidad a un tiempo anti el pase do asumido en el presente es también un signo y una pro- fecia del futuro, Las perspectivas temporales parecen, interpenetrarse en una comunién en el autoconocimiento que reagrupa al ser personal mis all y por encima de su duracién temporal. La confesién adguiere el carécter de una confesién de valores, de un aut nivel de es decir, de una opcién cias, No wna revelaci6n de una realidad dada de ante postulado de una razén prictica lor y edificante as{reconocido a la auto- El carkcter biografia sac ala luz un sentido nuevo y més profundo de la verdad como expresién del ser intimo. Y esta verdad, descuidada demasiado a menudo, constituye, sin embar go, una de las referencias necesarias para la comprensién 6 Condiciones y limites de Is suobiogrtia. - del dominio human. Com demos todo, canto fuera de mos, en relacién a lo que somos, y segiin la medida de nuestras dimensiones espi ales. Esto es lo que quiere decir Dilthey, uno de los fun- lores de la historiografia contemporinea, cuando afirm: que la historia universal es una extrapolacién de la auto- biograffa. El espacio objetivo de la historia es siempre la proyeccién del espacio mental del historiador. El pocta Novalis ya lo habfa presentido, mucho antes que Dilthey «EL historiador —afirma—construye seres hist6ricos. Los datos de la historia son Ia masa que el historiador model: Jandoles vida. Lahi los principios generales de la creacién y la oria también obedece, por lo tanto y fuera de estos principios no se da una verd truccidn histérica, sino solo los vestigios escasos de crea ciones forvuitas n las que se ha ejercido un genio imvoluntario» (Blutenstaub, p. 93). ¥ Nietzsche, por su par dad de sentir «como la historia (El gay saber, § te, afirmaba la neces jade la humanid Resulta necesario admiti pia toda la histo cie de inversién de perspectiva, y renunciar a considerar a autobiografia a la manera de una biografia objetiva, re a Ginicamente por las exigencias del género hist6rico. ‘Toda autobiografia es una obra de arte, y, al mismo tiem: po, una obra de edificacién; no nos presenta al personaje to desde fen su comportamiento visible, sino la persona en su intimidad, no tal como fue, o tal como sino como eree y quiere ser y haber sido. Se trata de una especie de recomposicién realzada del destino personal Je la histo el autor, quien es al mismo tiempo el héroe ria, quiere elucidar su pasado a fin de discern la estruc- tura de su ser en el tiempo, Y esta estructura secreta ¢s para él el presupuesto implicito de todo conocimiento po- sible, en el orden que sea. Y de ahi el lugar central de la autobiografia, y en particular en el dominio literario. La experiencia es la materia prima de toda creacidn, la cual elabora los ¢ omados de la realidad vivi- da. Uno solo puede imaginar a partir de lo que uno es, de lo que tno ha experimentado, en la realidad o en la aspiracién. La autobiografla presenta ese contenido pri de alteraciones; més exactamen- te, eree, de ordinario, restituirlo tal como fue, pero, para hombre afiade algo a si mismo. De modo que la creacibn de un mundo literario comienza en la confe- vilegiado con un mini sidn del autor; la narracién que hace de su vida ya es una primera obra de ate el primer desciframiento de una afr macién que, aun nivel més alto de diseccién y recompo- siciSn, florecerd en novelas, en tragedias o en poemas. EL novelista Frangois Mauriac asume una intuicin familiar a muchos es creo que no hay una grin novela que no sea una vida interior novelada».? Toda novela es una autobiogrlia por persona interpues- ta, verdad que Nietzsche habfa alléinclu- 50 de los imites de Ia literatura propiamente dicha: «Poco ores cuando escribe intendido m: a poco se me ha hecho claro lo que es toda gran filosofia la confesién db su creador, de alguna manera los recuer- dos involuntarios e inconscientes [J SUPLEMENTOS. Habria, entonces, dos versione biografia: por una parte, la confesién propiamente dicha, ¥; por otra, toda la obra del artista, que se ocupa.dgl mis mo material pero con toda libertad y trabajando de in- cégnito, Tras la muerte de Sofia, Novalis escribié durante un tiempo un diario intimo en el que anoté, dia a dia, escuetamente, sus estados de Animo; por la misna'tpoca seribié los Hinmos a la noche, una de las obrastmaestras de la poesia roméntica, Ni el poema ni su prometida son nombrados en los Himnos; sin embargo, no hay duda de que tienen el mismo contenido autobiogréfico que el Dia ria, pues representan una crénica de la experiencia de |: rabaje muerte, Igualmente, Goethe se tomé ¢ seri bir sus memorias; pero su obra entera, desde W se desplieg: cn las Afinida Segundo Fausto y a la Elegia de én, «No hi a Eckermann, un solo rasg una game conf sido vivid Resulta indtil multiplicar los ejemy cidido clasificar las obras de los escritores segin el orden nolégico, y de buscar en cada una de ellas la expresin na situacién real, reconociendo, de esta manera, ¢ ria, Para autobiogrifico de toda creacién li comprender En busca del tiempo perdido es necesario ver a aurobiografia de Proust; Henri el Verde esl biog afia de Gottfried Keller, como Jean-Christophe es la de Romain Rolland. La clave autobiogrifica permite esta blecer la correspondencia entre la vida y la obra, solo que esa correspondencia no es tan simple como la que se da, por ejemplo, entre un texto y su traduccién. Nuestras re anteriores encuentran aqui toda su importancia. Se puede distinguir, en la creacién literaria, una espe verdad en si de la vida, anterior a la obr ce de y que vendria a reflejarse en ella, directamente en la autobio sgrafia, y mds 0 menos indirectamente en la novela o el poema. Las dos series no son independientes: «Los gran. des acontecimientos de mi vida son mis obras», decfa Bal: acontecimiento de la vida, en la cual influye por una es pecie de movimiento de retorno. El psicoanilisisy la ps: cologia profunda nos han convertido en familiar la idea, in, de que, al to , Co ‘bir es ya implicita en la préetica de la cont mar conciencia de lo que fue, uno eambia lo qu observaba Saint-Beuve, en el caso del escritor we Un hombre no es el mismo tras el examen de conciencia, La autobiografla-no es, por consiguiente, aim: a determinacién permanente, de una vida personal: el ser humano se hace de continuo; me gen acabada morias y recuerdos aspiran a una esencia més alld de la cxistencia y, al ponerla de manifiesto, contribuyen a su reacién. Ai dialogar consigo mismo, el escritor no bus a decir Ia Gltima palabra la cual cerraria su vida; se es- fuerza sola nente por acercarse un poco mis al sentido, siempre secreto e inalcanzable, de su propio destino. autobiogrifica en la me- dida en que, al inscribirse en la vida, modifica la vida fu wvia mejor, el cardeter propio de la vocacién En este sentido, toda obra Condiciones y limites de la auablogratia a literaria es que la obra, incluso antes de llevarse a cabo, pueda obrar sobre la existencia, La autobiografia es viv da, representada, antes de ser escrita; impone una espec cde marca retrospectiva al acontecimiento. Leyendo la co rrespondencia de Mérimée, observa un critico, se tiene la impresién de que su'manera de vivir los episodios que describe esté influida ya por la narracién que hard a sus amigos. De manera similar, Thibaudet justifica a Chateau briand contra los que lo acusan de haber falsificado sus su vida es Memorias: «su manera de ordenar a poster consustancial con su arte. Es una informacién, no un deformacién, No podemos separar sus mentiras de su es tilo». Debemos su obra, y también como su consecuene te y el producto a la vez de su estilo» Elest be entenderse aqui no solamente como una mo una linea de vida. La verdad dela vida no es distinta, especificamente, de la Iaobra: el gran artista, el gran escritor, vive, de alguna ma nera, para su autobiografia. Seria ficil mostrar esto en el caso de Goethe o de Baudelaire, de Gauguin, de Beetho- ven, de Byron, de Shelley y de tantos otros grandes arts. tas. Hay un estilo de vida romintico, como hay uno clisico, barroco, existencial o decadente. La vida, la obra Ia autobiografia, se nos aparecen asi como tres aspectos de una misma afirmacién, unidos por una constante im: bricacién. La misma fidelidad justifica las aventuras de la posible des accidn y las dela es e que se ccubrir entre ellas un pondencia simbél ala luz los centros de gravitacién, los puntos de inflexién de un destino. Los teéricos de la Formgeschichte han en contrado en eso el punto de partida de un método de in terpretacién literaria y artistica, deseosos, ante todo, de deslindar los temas esenciales en funcién de los cuales el hombre y la obra se hacen inteligibles. El orden totalmente exterior de la cronologfa se muestra entonces ilusorio. La aria deja lugar a lo que Bertram llama, en el caso de Nietzsche, una «mitologia» personal, organizada en funcidn de los leitmotiv de la experiencia integral: el caballero, la Muerte y el Diablo, Sécrates, Portofino, Eleu sis; ideas centrales cuya estela encuentra Bertram tanto en la obra de Nietzsche como en su vid El privilegio de la autobiografia consiste, por lo tanto, afin de cuentas, en que nos muestra no las etapas de un desarrollo, cuyo inventario es tarea del historiador, sino clesfuerzo de un creador para dotar de sentido su propia leyenda, Cada uno es el primer testigo de sf mismo; sin embargo, su testimonio no goza de autoridad definitiva, No solamente porque el critico objetivo mostrard siem- pre inexactitudes, sino, sobre todo, porque el debate de busca de su verdad absoluta una vida consigo misma rnunea tiene fin, Cada uno es para si mismo la apue tencial en una partida que, en realidad, no puede ser per- dida ni ganada, La creacién artistica es una lucha con el gel, en la que tanto el ereador como su enemigo estin cer. El ereador lucha contra su sombra, con la Gnica seguridad de que jamds la podré apresar 7 NOTAS Chien particular Is inveigaciones de Jacques Lacan, Le Sade nme formateur de la fonction du Jeo, Rem Fangide Pechanle,§ (1949) IN. del T: hay tradcein casllana en Bsr México, Siglo XXI, 1971 pp. 1118 Para mis detalles, wae Ia obra, desgraciadament incabads, de ng Misch, Geshiche der Antobigrpbie, tl, Teubner, INT. says in Eighteenth Century Literature, Clommington, Indiana University Press, 1968, GUNN, Jan Autobiography and the Narrative Experience of Temporality as Depth», Soundings (1977), 194-209. biography: Toward a Po fia, University of Pennsylvania Press, 198 Gusporr, Georg sgrapies, en Formen der Se tiner Geschichte des literarischen Selbsporiraits. Festga be fur Frit Neubert, Berlin, Duncker & Humblor 1956, 105-123. Traduccién ‘inglesa en Olney (ed.) (¥: abajo). 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Esta sigue siendo el espejo ante el cual & puede easegurarse de y [...] reconfortase a si mismo respec io las mismas estructuras que lo definen» Como nos sell fue seguid custo aoe desp de «Ac Ebb'd with the Ocean of Lifes (1859). Agu lebiba a inalcanzable»(p. 254 65, De le gromimatologi, Pasi, Mine Gitado Jaoqus Derrida, en Str 67, Brus «Bye for by en (68, Pars un edo me ampli dl concep J Miller, «Attobiogrphy at Fact and Ficton: Franklin Ada, Mal: Xe, Contennial Review, 16 ( y Paul John Fal Malcom X and th Limits of Autobiography, Csi, 181976) 250 “" 9, Miase Olney, Metaphors, pp. 3845, para el concept de Ol desl dobe acobiogsficor, pars el que scl proceso sutobigriico recuerda Virginia Woolf: «Sea cual fuee su uso en las soce dades civilizada, los espejos son imprescindibles para toda accién violenta y heroics? Puesto que es precsamente la captura de dicha «accién violenta y heroicar lo que cons tituye, metafdricamente hablando, la actividad textual de grafia, tanto el guidn de la vida como la inscrip cién autobiogrifica de la mujer se convierten en el espejo ante el que la historia del hombre asume sus privilegios. La autobiografa, 0, para ser més exacta, los trabajos escritos por hombres que se han asociado en bloque con Ia «autobiograffa formals, se convierten asi en uno mas de los discursos culturales que aseguran y textualizan las definiciones patriarcales de la mujer como el «otro», a vés de las cuales el hombre descubre y perfecciona su pr pia forma. Al privilegiar al sus propios logros, y al situarlo con fre osicibn de an no que valora la unidad individual y la separacién, a la ccuencia :ntagonista respecto al mundo, la autobic mueve una concepcién del ser huma vez que devalia la interdependencia personal y comuni taria.t El yo de tal concepcién se basa en la identifica cién masculina, y en el sistema patriarcal de Occidente se deriva de las tempranas relaciones del nifio con la ma- dre, como sugieren tanto la teor‘a psicoanalitica clisic como la revisionist, Segiin tebricas estadounidenses como Nancy Chodorow a insistencia y la resistencia surgen del rechazo temprano de la madre por parte del hijo, por me dio del cual este establece un sentido imperm yeentra en el reino filico del poder, habitado —y, por tan- 93 to, valorado— por hombres. Pra ls feministasfrancess él reconocimiento de la madre como un otro con ual el nfo se define es inherente a la estructura misma del lenguaje, pues a entrada ene eno simblico del sigh da acceso al pequeto la ley del padre, la cual codifca as diferencias sexuales en ls jerarquas de signifiacion, binarias masculino-femenirigy ncluyendo las jera cuerpovalma, activo-pasivo. Aunque la tradiciones fémi: nstas norteamericana y frances difieren en su descrip cién del proceso, coinciden, sin embargo, en afirmar que Ia etapa edipica culmina en el rechazo del reno femeni- no de la necesidad bioldgica y las relaciones af favor del orden y la autoridad félicos. El mundo domés- tico se relega, en favor de las aventuras de la vida piiblica y la autoridad del logos. AdemAs, al tiempo que rechaza su madre y la esfera doméstica asociada con ella, el pe uefio, como sugiere Chodorow, debe también negar en ior el amor que siente y la identificacién con ella, negacién que logra «reprimiendo todo lo que considera femenino dentro de sy, lo que es fundamental, d do y devaluando todo lo que considera femenino en el mundo exteriors.° Por medio de la represi6n de la mu- nterna y externamente, el nif reprime lo que la cul tura patriareal define como femenino: la ausencia, silencio, la vulnerabilidad, I is cién, lo no-logocéntrico, lo impredecible, lo infantil. El nilfo se convierte, de este modo, en hombre. Este fend meno explica por qué, desde cierto punto de vista, la mu- ier funciona simbélicamente como el inconsciente del hombre La cautobiografiay entonces es, en iltimo término, un afirmacién de la llegada a y de la insercidn en el orden del falo. El mito exto autobii nencia, la interpenetrs los orfgenes, actualizado en las pigi fico, declara la primacia de la des ‘on ella, el discurso cendencia por androcéntrico. El grafo al dar nombre al nif eid lib autobiégrafo puede investir su nombre con arlo para el publi a autoridad del aurobié: Sin embargo, segin la no- fia, solo el o. Enel proceso debe borrar cinterp: Ja huella de la linea ma madre y toda la subjetividad femenina que no haya sido previamente mediada por la representacién masculina. Por medio de la represi6n de la mujer cl autobidgrafo innombrado de la experiencia humana: lo fluido, inme- 2, suprimiendo el nombre dela rntro y fuera de sf, jerce poder sobre el lado incontrolable diato, contingente, irracional; en resuinen, lo semistico. Sin embargo, una presencia silenciada, el inconsciente fe: ‘menino reprimido por el logos masculino, siempre ame- naza con irrumpir en el orden narrativo y desestabilizar Ia ficeién de identidad que el autobidgrafo inscribe Laal culino por el femenino es paralelaa la alteracidn de ibn del orden del texto autobiogrifico mas dicién exto de Ia mujer. La mjeresté inmersa en su subjetividad propia, a pesar de a eficiencia ria masculina por rela cultura patriareal ha intentado su primirla. De hecho, la presién que ejerce el discurso an- ry Poética de a autobiogata de mujeres —_ drocéntrico, ineluida la misma autobiografia, para reprimir lo femenino y suprimir la voz de la mujer, pone de mani fiesto un miedo y desconfianza profundos hacia el poder desta, el cual, reprimido y suprimido, sigue cuestionan do las cémodas afirmaciones del control masculine; porque la mujer ha hablado, «robando: 0 ¢ in 1 gene tentando, de este modo, representarse a si misma y no se- guir siendo una mera representacién del hombre.” Las mujeres han hecho esto porque no son solamente signos {que sirven de medio del intercambio que subyace al or den falico, sino también proveedoras tales, suministradoras y absorbedoras de todos los discur: ‘Ademis, la ideologia patriarcal, como toda ideologia, no se puede sistematizar completamente. Aqucjada de sus propias contradicciones, se fractura en direcciones hete rogéneas, Dicha heterogeneidad explica por qué la mujer fue el sujeto de una tremenda actividad discursiva du: rante la Edad Media y el Renacimiento, especialmente durante los siglos XIV y XV, cuando el debate sobre la intensifieé los discursos en pug equerella de las mujer nna que denostaban o ide de mujer circulaba en el discurso precisamente porque el de hombre estaba cambiando radicalmente; como la mu- jer hace de espejo ante el que el hombre ve reflejada su izaban a la mujer. El concepto propia imagen, la mujer se vio necesariamente sometida a escrutinio.’ Durante los primeros afos d cen tratados y zado por Guillaume de Lorris y completado por Jean de Meun), se mantenia la autoridad del hombre para llevar a cabo el escrutinio. Sin embargo, con el tiempo, las mu- jeres respondieron a la querelle. De he de la ideologia genérico-sexual durante el Renacimiento cestalld y se desestabiliz por sus propias inconsistencias este debate, no el Roman de la rose (comen 10, la hegemon internas, Envalentonada y fortalecida por la nue Jogfa del hombre, Christine de Pisan tomé la pluma, vi vid de sus escritos y defendié la plena humanidad de | mujer frente a sus detractores. Como sefiala Joan Kelly Gadol: «La teor‘a feminista surgié en el siglo Xv, en es trecha asociacién y como reaccién a la nueva cultura se cular del estado moderno europeo. Emergié como voz da de unas mujeres cultas que velan a la mujer con y oprimida por una cultura que, a la vez, dio a la muj poder para hablar en defensa propia». Cualquier mujer del Renacimiento o de la baja Edad ducada, se encontrarfa der y el Media, especialmente la culta y entre dos discursos: el del hombre del nuev del hombre ilegitimo. Se ria influenciada simultinex rientes teoldgicas,filoséfi cas, cientifiea, socioecondmicas, politicas y literarias que motivaron a los individuos a tomar la pluma y escribir sus vidas, y, por otro, por aquellas mente, por un lado, por las c fuerzas dentro de su ccultura que definfan de forma estrecha la ide: piada de las mujeres y condenaban I al silencio piblico, Suspendida entre dichas categoriasc turales dela identidad ma aque los limites entre los géneros eran relativam jescubrirfa ina y fen te fluides biog prog conf publ gine def Ano fini Ens tre cios movedizos de ideolo- se abriria paso giay subjecivida do de confor: id La mayor parce de las mujeres de la época mantivi® biogaflas. Algu blico requerido. No escribieron auto: nas resolvieron el conflicto escribiendo diarios y anotaciones, escribiendo-sy, propias historias, pero de una forma més decoross, al confinar su expresién al dominio doméstico;" otras, cibiendo las biograflas de sus matidos, pero hablando de no explicitamente, y perpetuando, por tunto, la genealogia del hombre. Pero otras mujeres, como venian haciendo desde Safo, prefirieron presentar en piblico sus vidas. El mismo hecho de que las mujeres varan a escribir autobiografias al tiempo que ¢ nero —de hi sn08 de autobiografia continental europs ho nos han legado ¢j s inglesa y torteamericana en los relatos de las vidas de santa Terest Avila y madame G , as Revelations de dame Julian de Norwich, en ron, en el The Book of Marg Relation de la duquesa de Newcastle, y la Vida de eet— es sorprendente, desconcertante ¢ in finiamente interesante. Sus textos, y todas las autobio rifias de mujeres que les han seguido, dan testimonio de Ir realidad de que, a pesar rujer en que se apoya el o epresion textual de la den filico, aquella ha deci dido escribir la historia de su vida, obligando asi a que surj significado, y con él autoridad autobiogeética, a partir dl silencio cultural, Sintiendo el deseo de generar centacién, y no de seguir siendo st mero objeto mujer ha buscado «salir de entre bastidores y ade lamarse, aunque sea por breves instantes, al centro de la embargo, quien se adelanta al centro de la escena no 6s un hombre; este es el quid de su situacién. No es le entre bastidores, sino que viene de un espacio que esta més allé de los bastidores del orden garrarcal y sus textualizaciones. Es la suya una entrada precaria, porque actia frente a una audiencia de la que dlls espera que la lea como mujer. Su misma opeién de en piiblico es ‘que ha transgredido las expectativas culturales, pretar su vida y revelar su exper sus enunciados su propia voz esti hechizada y hechi- ua, pues el lenguaje del que se ha apropiado ha sido el mento de su represion, Al ocupar ese sco, se sivéa en el punto de colisidn entre dos universos del discurso que han servido para engendrarla: el discur so del hombre / ser humano, y el de la mujer. Lo «espect fico de la visidn retrospes sin de Nancy K. Miller, reside a forma de con os que informan el acto de leer en Ts mujer: reside en la lucha de la mujer para generar la dad de su propio significado desde dentro de ella mis ma y contra una sentencia que la ha condenado a cierto ipo de ficcionalidad. Si bien, por un lado, la lucha de la autobidgrafa por Pottics de a atoblogratia de mujeres llegar a un compromiso de doble identificacién con las narrativas paterna y materna afect Ja estructura, las es trategias retdricas y las preos texto individual, por otro lado, en un panorama cultural mas amplio, la presencia de la voz femenina percurb discurso androcéntrico. No importa el nivel de compromiso que la autobidgrafa asume en su esfuerzo por autorrepresentarse: el mismo acto de asumir el poder de autoexponerse piblicamente cuestiona las ideas y normas del orden filico y representa una forma de desorden, un tipo de herejfa que pone al de un deseo femenino transgresivo. Al robar palabras de ubiert lengu: se conoce y se nombra, apropiindose del poder de autocreacién que la cultura patriarcal ha depositado historicamente en las plumas de los hom: bres. Al ha autoridad adénica de Ja culeura de crear a la mujer y de nombrarla luego segin las fieciones del discurso pa lo, cuestiona el derecho de paternidad: la triarcal. Por lo tanto, [a autorrepresentacién piblica de ama Luey Snowe a su historia, en Villete, de Charlotte Bronté En consecuencia, las contribuciones de la mujer al nero autobiografico se han considerado tradicionalmen- te como tipos diversos de contaminacién, obras il amenazas al mismo canon autobiografico; sus tr tachan de andmalos y se estudian en capitulos aparte 0 ulos, 0 bien se los silencia o alaba en tan por tanto, Ja imagen del hombre. Quizd al final de cag mujeres, con la posible excepcion de dos o tres, de cual: quier discusién de historiografia y poética revela una tensién inherente a la relacion entre las posibilidades genérico-literarias y lo genérico-sexual. Tal vez las muje res deban ser borradas de la gran tradicién de la autobio- arafla, porque es precis jura la que define dicha t supondrfa erosionar la nocién misma de creatividad a adicién, Dar entrada y privilegiar a las mujeres tistica e intelectual en la autobiografia, entendida como aquello de lo que la mujer no habla. Por esta razén, ‘como suplemento a este estudio de autobiografia fe menina, desearia que se explorase la relacién del hom bre con la autobiografia, y que se releyera la tradicién la mujer y en la ideologia del individualismo. Pues 1 basta con perturbar el tranquilo do en oto: e también hay sobre la que valente de lo gar autoridad alas voces fen que releer —y, por tan se alza la autoridad autobio atlas ficciones del poder y las mis mas fuentes de autoconocimiento que la «autobiografia ninas, sino q o,eriticar— la bas gréfica masculina." Es decir, privilegia 9s Historias de mujer y formas diversas de generar Ia autorrepresentacién* os, la autobiografia ha la vida personal y liters ria de Occidente, precisamente por hacer el papel de uno de esos contratos genéricos que reproducen la linea de des Durante los iltimos quinientos a asumido una posicién central e cendencia paterna y sus correspondientes ideologias rnérico-sexuales. Las mujeres que no cuestionan dichas idcologlas y las limitaciones que estas imponen sobre el 2 apropiado de la vida de una mujer, su inscripein textual y st voz, no eseriben autobiografias. Silenciadas tulturalmente, permanecen sentenciadas a muerte en las ones en que son inscritas. Tal ificamente, eligiendo otros lenguajes de autoescriturs jotaciones, biograffa.. Aun asi, sus historias permanecen privadas; y su forma de con- ‘areas, diarios, cuadernos de tar, aunque persistente, enmudecida por la cultura. Sin em- bargo, como ya se ha dicho, siempre ha habido mujeres que cruzaron la frontera entre la expresién privada y la abierto su deseo de ejercer el po der de la autointerpretacién autobiogrifica, del mismo pablica, dejando al d modo que en su vida dejaron al descubierto su deseo de icipacién paiblica, Tales mujeres se io autobiogrifico desde su posicién de hablantes en los margenes del discurso, Al hacerlo, se ven obliga de la narmacign autobiogrifica En la breve expoic lea postura hacia los supuestos genéricos eérica que sigue, esquematizo afia femenina. Confio en que ‘este marco teérico ilumine las interrelaciones entre lo tex- a la autobiografia femenina fen general, aunque mantengo que en lo especifico se apli tuna poética de la autobio} ca solo a textos de la tradici6n angloamericana, y reconoz- 0 que, aun con dicha salvedad habré excepciones a mi angumento, Sin embargo, en mi opinin, y espero que tam: bién en la de quien lee, el esfuerzo se justifica en la medi da en que intenta relacionar entre si una masa informe de fendmenos, ala vez que los sivja cultural y textualmente Estos son, pues, los fennémenios que esta expos vende ilumin: 96 1) Los modos en que la posicién de I como mujer afecta al proyecto autobiogrifico, tro marcas de ficcionalidad que lo caracterizan: las ficio- nes de la memoria, del 30, del lector imaginario, y de la historia 2) Las formas en que la autobidgrafa establece la auto- id discursiva para interpretarse puiblicamente di de una cultura patriarcal y de un género androct los cuales han escrito historias de mujer por ella, ¥, por tanto, la han ficcionalizado y silenciado eficazmente 3) La relacién entre dicha autoridad literaria con su sexualidad, y su presencia 0 ausencia como sujeto de su historia Estos tres fenémenos marcan el texto de su vida. Sin embargo, como yo no considero el 30 de la autobiografia ia dada a priori, una presencia esponté nea y por tanto «verdadera sino tna «ficeién» cultural ida a través de procesos narrativos y dela identidad, quiero dar cabida a la influencia contextual de fenémenos histricos toman y linglistc lo en consideracién modelos comunales de la identidad, es decir, aquellos intertextos que conforman la autointer- pretacidn del autobidgraf. La autobidgrafa combina aspectos —descriptivos, im presionistas, dramiticos, analiticos— de cordada, a medida que construye una narracién que promete, a la vez, capturar los detalles de la experiencia personal y fundir su interpretacién para la posteridad den. tro de un molde intempora esfuerzo por recuperar y creat, por explorar la posibil dad de recapturar y redescribi dealizado."* En tanto que pasado, la autobiografia conlleva la conciencia simulténea de que la aventura se ve continuamente afectada por las conside implo, la auxobid gafa se tiene que apoyar en algiin tipo de huella del pasado, un recuerdo; sin embargo, la memoria es, en tilt mo término, una historia ~y, por lo tanto, un discurso— biantes del momento presente. Por sobre la experiencia originaria, de modo el pasado no es hipostasiar fundamentos firmes u orige nes absolutos, sino, més bien, una periencia anterior, que ni se puede separar del filtro de ia experiencia posterior, ni se puede articular sin ‘Como resultado, fa auto lingiisticas y narrativ turas lingifsticas y narrath biografia es tanto el proceso como el producto de asignar significado a una serie de experiencias, después de ocurri das, por medio del énfasis, la yuxtaposicién, el comenta rio y la omisién.” El ju go que consiste en buscar, elegir y descartar palabras ¢ historias que sugieren, se aproxi man, pero nuinca recapturan del todo el pasado, es lo que Elizabeth W. Bruss denomina «el acto autobiogré tuna interpretacidn dea vida que reviste de una coheren: cia y significado, tal vez no evidentes antes del propio acto de Ia escritura, al propio yo y al pasado." En ino diré, p cer saltar cx tegorias demasiado cmodas, que la visién «diferida» es un proceso «ficticio» en el cual la autobidgrafa cuenta o let nabs, pr discur rias.?F captun dors co palabra N do com fiecion witabl Har s autobid aungue con sy balizas pondes que ton De hee fonos pan; ios on dad Bcc y por onstantemente, no «la» historia, sino «una» historia, y lo ace de eeste» modo determinado, y no de otro. El lector fo crear su propia figcién, 2 sabiendas de que es, como dice Francis R. Hart, bien ina «invencidn inductivas, bien una «cr olectora permiten al autobidg ale, puesto que cada vida contiene en su seno méltiples discursos sobre diseursos, miltiples historias de ‘sto 38." Por lo tanto, el esfuerzo de la autobidgtafa por apturar y dar forma al decurso de su vida es problemt coen sus origenes. Al a de relatar la historia que quiere contar de si misma, es seducida a participar ‘ura, tentadora pero elusiva, que la convierte tanto en crea dora como en ereacién, en escritora como en objeto de lacscritura, El mismo lenguaje que utiliza para nombrar- se a la vez, la reviste de poder y la corrompe, pues las alabras no pueden capturar el sentido pleno de la exis iencia, y las narraciones estallan en miitiples direceiones contrato autobiografi «se complejo conjunto de intenciones y expectativas que unen al autobidgrafo con el lector o lectora, sea tan lui do como el que liga al lector y al escritor de fice jidgrafa estin siempre mediadas por ntidad historica con intenciones, si no pretensio- (No quiere esto decir qu n. Las icciones de la auto rss, especificas de interpretar el significado de su expe- riencia vivida. La «pocafiabilidad» de la autobiografia es, ala Hart cot vitable, no una opcién precisa testra imaginaci6n a la ricae.® Por lo ta Hart sutilmente la respuesta d rutobiografia ni es ni debe ser tan libre como la que da- 2 a ficcién, En la autobiograf fiabilidad es in el lector o lectora, aunque reconocen que la po vitable, su dicho reconocimiento en un tenaz es{uerzo por a de tal read debe entenderse como la lucha de una persona his tériea, y no de ficcién, por comprender y reconciliarse .on su propio pasado, lucha que da como resultado la ver tsperar una «verdad» de algin tipo. La natural balizacién de la confrot vw y el pasado narrado, entre las presiones psicoldgicas del discurso y las presiones narrativ dad» que prs pondencia entre acién entre el presente narrati 3 de la historia. La fa surgir reside, no tanto en la corres: palabra y el pasado, como en la forma que toman diversas intenciones autoriales: memoria, apo- logia, confesién, Puesto que la autobidgrafa nunca puede caprurar la ple nitud de su subjetividad ni entender el aleance de si ex: periencia, el yo narrativo se convierte en un ser de ficeién, De hecho, como sefiala Louis A. Renza: «El autobidgra fo no puede dejar de notar que omite hechos de una vida cuya totalidad y complejidad constantemente se le esca pan; y més aun cuando el discurso le presiona para que los ondenes.” La autobidgrafa participa en una expecie de mascarada, y crea una representacin icénica de identi dad continua que representa o ms bien se presenta ante su subjetividad a medida que la escritora habla de este 0 en vez de aquel. Puede hasta crear varias versiones de si ‘misma que, tal vez, incluso compitan, a medida que su utoblogaa de mujeres subjetividad es desplaza sentaciones textuales. Cuando Hart expone el fenémeno, ust la fase «la paradoja de la continuidad en la tinuidads, sugiriendo que «el acceso efectivo a por una o milkiples repre: recordado 0 sus “versiones” comienza con una discon tinuidad de la identidad 0 de Ia existencia que permi- radas».2 Renza sugiere que se produce «un divorcio entre el ser que escribe y su textualizaciém».® El desdo- blamiento del yo en un 90 narnador y un yo narnado, junto con la frigmentacin del yo narrado en miltiples ativas, marcan el proceso aurobiogrifico como artefacto retérico y Ia firma a posturas entunc Precisamemte debido a que la autorrepresemtacién es discursivamente compleja y ambigua, en la escena de la escritura el artficio de a literatura lleva a cabo «un em real. El ya, aparentemente fa que toma el embargo, sivas y draméticas de la autobidgrafa, e- presente de su autocxperien- cia que sobre su pasado, aungue, desde luego, también nos informe de este.” Bisicamente, revela el modo en que la autobidgrafa se sitia a si misma y a su historia en rela cibn a las ideologias culturales y alos modelos de idemt- que los Dargo radical» de milia, se com decir, Ia forma que toman las cestrategias na dad. Pero no es cierto, aunque ast lo parezc sirven de modelos para el patrones ficticios los personajes y las posturas emunciativas de la a presentacién sean ilimitados. Cuando examina su vida ini a ¢ intenta constituirse en sujeto femenino por medio del discurso, la autobidgrafa rememora su pasado y refle- xiona sobre su identidad usando ciertas figuras interpre podriamos llamar tropes, Dichas figuras modelos son siempre linglisticos y es- hibitosy sist mas interpretativos que ejercen presién sobre la escritora mites 0 metéfora). ‘in motivados por expectativas cultural cn la escena de la escritura.* Los cédigos culturales de significacién, las figuras de verosimilitud, reflejan histo ria privilegiadasy tipos de personajes que la cultura do minamte através de su discurso, denomina « egibles».” Paradéjicamente, tales figuras litera s+ Y, por lo tanto, rias «idealizadas» e sideologizadas» se convierten en «los instrumentos con los cuales las autobidgrafas se singula rizan, por medio de la recreacién, la revisién y la inver siéns.” Precisamente, debido a que «todo sujeto, todo una intersubjetivi dad estructurada dentro y alrededor de los diseursos de que dispone en cada momento», la autointerpretacién emerge retéricamente de la interaccién de la autobidgra fa con las ficciones de Ia identidad.” Bisicamente, el yo inscrito en la autobiografia se cons tituye a través de las voces polifénicas del discurso, como arguye convincentemente Mikhail Bakhtin cuando cues tiona la actor y todo yo es la articulacién de 3F parte del discurso filos6fico y psicoldgico I sobre la identidad. Escribe Bakhtin El ser social ex rodeado de fenémenos ideolégicos, de objetorsign bras en Tas miltiples formas de su produccién (sonidos, escritua, te), enunciad cas ysimbolos eligi obras de arte y demés, En su toalidad constituyen el am mbre. La conciencia del hombre vive y se desurolla ene dio. La concienc directo con laexistencia, sino a través del medio ideolbgico tircundant [..] De hecho a conciencia individual solo pued inci al realzarse en las formas del me dio ideoldgico que le son propias: en el lenguaje, en el esto ‘convencional, en la imagen aristica, en el mito, etéte faldgica, Bakheir A través del concepto imagin desplaza | logia esencialista del individualismo, que convierte al yo en un 4tomo privado, un centro unificadc linico que se puede aislar de la sociedad y «representan nla autobiografia. A la vez produc variedad de discursos que estructuran las formas de hablar sobre el yp, cada autobiografia «estd constitui jerarquia de lengusjs, siendo cada uno de ellos un tipo de ideologfa verbalizada>.® Por tanto, las mismas formas y el lenguaje de ls historias culturales de la identidad estén «po- Jadas— de intenciones ajenas», en el sent ido los sistemas de imterpretacign a través de los cuales una cul bladas —supery ide que son portadoras de las expectativas culturales tura patentiza su esfuerzo por enter pace que pervi va su poder de nombrar el mundo, a s{ misma y a otros. El significado culturalmente asignado a las diferencias de sexo, es decir, la ideologia del género, siemp ry entender la identidad individual y Ia dindmic cial Las estructuras genéricas de la liveratur ellas, os lenguajes de la autorrepresentacién y examen qui ‘onstituyen la autobiografia, se apoyan en la ideologfa de sénero y la reinscriben. Sin embargo tal ideologia y las das hasta ha historias que la perpetian han sido poco desde discursos falocéntricos,escritos, como si dij ramos, por hombres que se favorecian a si mismos y er fan -omo el espejo simbélico ante el rflejados. De hecho, «la mujer no es un simple otro sentido de algo desconocido [para el hombre] sino io exencial de lo que es." Para que se sostenga la idea del hombre como lo que no es myer, el expejo debe permanecer intactoy su superficie suave y artificial no debe resquebrajarse. Por consiguiemte la principal de las s inherentes a las formas y al len uae es el deseo por parte dela cultura de nombrar y man 4 mascalina y tener la diferencia entre la subjetivi femenina y, en consecuencia, as posibilidades resp Ja mujer ha permanecido culturalmen han La mujer no ha sido ni representada nit represent: ve Ademis, la ideologia del género ha reificado nociones csencialistas de la identidad «masculina» y «femenina» pars grabar en piedra la diferencia entre los sexos: «Postular que todas las mujeres son necesariamente femeninas y todos los hombres necesariamente masculinos es precisamente la jugada que permite a los poderes patriarcales defin no la feminidad, sino a todas las mujeres como margina- les al orden simbélico y a la sociedads..” Al es las diferencias entre lo masculino y lo femenino, al mis mmo tiempo que esencializan la idea de un yo auténomo itario, las ideologias patriarcales del género aseguran ia autoridad y prioridad del discurso falogocéntrico, pues to que, como sefiala Elizabeth L. Berg, eo que sitéa a uno da de, por una sidad de parte, reificar una div como masculino o femenino y, por otra, esencializar di Dado que la autobiogeafia tra do como una de las formas y lenguajes que sostiene a diferencia sexual, la mujer que escribe autobiogra se ve doblemente alienada al participar en el contrat autobiogrifico. Precisamente porque enfila su relato des de la perspectiva de quien habla desde | la vez pertenece a la cultura dominant cién con su lector particularmente conflictiva. Com blica, ella habla ant para el shombres, Esta «en publico y del precio que pagan por descubrir piblics mente st yo, la autobidgrafa revela en su postura com: manos su reputacién. Nani an piblico que tiene en st Miller seftala: «las autobiégrafas saben que se las lee como musjerese.® Se dan cuenta de que una declaracién ow historia reciben difer gin se las atribuya a un hombre 0 a una mujer. Por lo tanto, la autobidgrafa, al menos hasta el siglo XX, se dir orden dominante, el rbitro de la ideologi Jénero y de sus historias de identidad. En tanto que bitro», este esilencioso» socio del contrato autobiogr’ asume ciertos privilegios de poder, porque, como sugi Michel Foucauly, el reeinto de la confesibn 0 autoex nndmica del poder: el que se mantiene en silencio y escuch Por lo tanto, a autobidgrafa, al contar su historia, pr sobre su lector expectativas cultu ralmente generadas respecto a los aspectos relevantes d los relatos autobiograficos, alas orientaciones narrativas preferidas para la autoexposicion y a las bases sobre ue se puede establecer la autoridad literaria y manten 2 reputaci6n, A menudo, al proyectar una multiplicidac sctativas variadas, responde con una compleja voz doble, una frig heteroglosia propia que pro- voca explosivos didlogos con el lector y estrategias narra- ivas, Agudamente sensible a las expectativas de sus lectores y a sus propios deseos en conflicto, ella trata de estable- cer un equilibrio, que a veces resulta elegante, a veces pre cario, entre las expectativas anticipadas de sus lectores y as maniobi storiales que a ellas responden. La auto® bidgrafarevela particularmente el grado autoconscien osicién como mujer que escribe dentro de un dramiticos de su tex: al lector del proceso de cia de su 0 androcéntrico en los pass to, en los que habla directamen construccién de la historia de su vida, Por lo tanto, siem. pre esté absorca con su lector, el «otro» a or ide través del cual se esfuerza de renece al hom Tal atenc nero que ya 6n de eseribir sobre si misma en un género que per iene caracteriza una fijeza elusiva. La autobidgrafa lucha con propésitos y posiciones en con: flict, y asi se desliza de una ficcién de autorrepresenta i6n 2 otra a medida que presta atencién a dos historias: las dobles figuras de la identidad que existen dentro de a ideologla del género. Por un lado, se mueve dentro s ficciones de la identidad que constituyen el discur- so del hombre y que conllevan una visién del poder de creacién que se arroga la subjetividad masculina, Las mitologias del género identifican los modelos de identi dad humanos con los masculinos y relacionan la identidad valoradas. La masculina con las historias culeuralm dentidad misma autobiografia es una de las formas de la que constituyen la idea de hombre y, ala vez, la promue en. La autora que elige escribir autobiografia, por tanta desenmascara su deseo transgresor de poseer autoridad li Sin embs no es exactamente la saya pc teraria y cultural la historia del hombre «so, su relacién con el mor dentidad masculina, que otorga poder, es ine itablemente problemética. Para complicar mas las cosas, también debe moverse entre ls ficciones de identidad que en Ia idea de mujer y que estipulan los parime- os de la subjetividad femenina, incluyendo la relacién problematica de la mujer con el lenguaje, el deseo, el po- der y el significado. Como la ideologia de los géneros niega la categoria de historia al guién de la vida de una mujer, es decir, la convierte en un espacio silencioso, un hhueco en la cultura patriarcal, la mujer ideal se niega en rez de promocionarse, y su historia natural» no se for ma en torno a la vida piblica y heroica, sino en torno a la capacidad de respuesta fluida, circunstancial y con- ingente hacia otros que, segin la ideologia patriarcal, ca- le la mujer pero no la autobiograia. Desde ese punto de vista, la mujer carece de la xidentidad autobiograficas que posee el hombre. Desde ese pun vista, carece de una historia «pablica» que contar. La si uacién de la autobidgrafa en dos universos del discurso explica la poét 2 autobiografia femenina y funda su diferencia sila autobidgrafa es una mujer de color o de la clase trabajadora, el embrollo de modelos masculinos sninos al que tiene que hacer frente es aun mis com. plicado. En est ces incluso de nacionalidad, se entrecruzan y confunden gias de raza y clase, a ve con las de género. Como resultado, est doble o triple. mente sujetaa las representaciones de otros, envuelta una y otra vez en historias que reflejan y promueven ciertas formas de identidad identificadas con raza, clase y nacio- nalidad, ademés de las de sexo. En ca inada, pues se encuentra relegada a los mérgenes del discurso, expulsada siempre del centro de pod tura en la que habita. El hombre, ya sea miem a cultura dominante o de una subcultura oprimida, une la autoridad de nombrar a «su» mujer. Dentro inalidad duplic bidgrafa tiene que lograr equilibrar a ve la, ya veces triplicada, la auto rapes de historias, todas escritas sobre ella mas que po Ademés, su falta de presencia, sx incapac presentada, la presionan de forma alin més imperativa, si bien elusiva; y su posicién en tanto que hablante frente a una audiencia se vuelve todav ms precaria Las ideologias culturales encierran paradojas. Aunque amenazan la hegemonia, son, sin embargo, vulnerables a scapes y fracturas en sus lineas de falla. Las ideologias de género patriarcales no han silenciado totalmente a la mujer. Aunque a las mujeres se les ha relegado a una «po: sicidn negativa en la cultura», ella, sin embargo, se har resistido a este «designio», como sugiere Ann Rosalind Jo nes, convirtiéndose en «sujeto(s) dentro del discurso> en ez de permanecer como «sujeto(s) del discurso».** Des- de su posicign marginal, las , un rafa que habla como un hom: producto artificial m tural y ling zar el reino de la mad nufacturado por la maquinaria cul istica del discurso androcéntrico. Al recha por el del padre y su palabra, cen la ley de lo mismo: la misma economia, la acepta que le inscriban sexualidad, el mismo discurso, la misn nis: ima representacidn, el mismo origens, y ‘én por el orden simbélico patriarcal." En a cultura definida en v6 ‘minos de lo masculino y su ideologia de la identidad, gana smite asi su pro- pia recupe Ja medida en que se alfa con un: cl reconocimiento cultural que le corresponde en tanto {que persona que encarna ideales masculinos, pero a la vez perpetia la falta de poder politico, social y textual de ms- ddrese hijas. Cuando acepta expresamen bre la mujer, incluida la historia de su propia inferioridad, y la ficcién de que el hombre es el ideal mis valioso al que aspirar, ocupa su lu sino como Addn, y as en la escena, no como Eva sara al hombre la legi las estructuras e historias que este perpeta para defini a la autobiografia misma. Escribir una autobio- itimidad d graffa desde tal postura enunciativa no equivale a liberar 1 la mujer de las ficciones que la constrifien; de tal vez [a hunda atin mis profundamente en ellas, puesto identificacidn con la misma ideologi que promueve esencialista que convierte la historia de la mujer en una historia de silencio, privacién de poder y autonegacién, La suya es siempre na rendicién compleja y, en dt mo término, precaria, expuesta a elementos subv provenientes de dentro y fuera del texto. Aunque su «vida» reproduce los modelos y apoy constituyen la cultura patriarca, sigue siendo, sin embar la jerarquia de valores que 0, Ia historia de una mujer. No importa el nivel de cons. ciencia con que rinda homenaje a la vida del hombre ni el ahinco con que afirme su paternidad narrativa; el test monio de vida y texto es susceptible de ser borrado de la historia porque es, por un lado, una historia «no feme- nina» y, por ra «inferior» de la Ademis, dejar de lado la feminidad y hablar con tal autoridad supone arriesgarse 2 minar los valores y ro, meramente la pa privilegios que puede adquirir como mujer ideal. La ame: Producien pnores que aa mis: yal” En paioso al no Eva, ida de defini a iberar fccosia or de la lar con naza interior es, sin embargo, potencialmente mis p. rosa. La voz silenciada de su sexualidad reprimida problemética negacién de la herencia materna puede res: {quebrajar el modelo de identidad definido en terminos masculinos, dejando al descubierto, en los modos narra vos y draméticos y en las imagenes empleadas al relatar a qué corrige y a veces subvierte la version piblica y autorizada de si mis sativa y pr ma. Dieha historia suprimida puede, por sa mismo silen: cio, poner en entredicho las seguridades que ofrece la Ademas, leida a través de las ficciones culturales rela tivas a la subordinacién natural de la mujer al hombre, 2 auroasercidn, autoabsorcién y autoexposicién manifies: tas en la narrativa paterna de la mujer «masculina» son puestas ala par del mito cultural del narcisismo «natural» de Ia mujer. En consecuencia, los riesgos de tener dema siado aspecto de «mujer masculina», ese «hibrido» anti natural que desafia la ideologia de la diferencia sexual, son ciertamente grandes, puesto que, al «exponerse en pabli- 1», Ja autobidgrafa pone en peligro su reputacidn, al es a basada en el silencio pablico, Por mucho que perseguir la narrativa paterna con su promesa de poder, por lo ciente, que, para ella, como para todo colonizado, la ad. quisicién d able como amenazante, Su narracién puede ganarle una fama dudosa; y con ella vie nen el aislamiento y la pérdida de amor y aceptacién den- tro de la cultura que la mantendrfa en sus ficciones En respuesta a tales embrollos, a autobidgrafa puede cambiar de terreno en cuanto a la autorrepresentacién y responder a expectativas culturales sobre la conducta y forma de hablar adecuadas a la mujer. En este caso, si bien se atreve a narrar su historia en el texto, mantiene, al mis: mo tiempo, una alianza con el origen materno al asegu: rarasu lector y asi misma que ella es realmente una mujer ideal que encarna las caracteristicas y representa los pape les que le han asignado las cal, Cuando las fieciones culturales equiparan la capacidad de respuesta a los ottos y el derivar la propia identidad de nes de la cultura patriar las relaciones con otros, con la «bondade y «virtud» fe meninas, entonces la autonegacién, la pasividad y la midez cultura representacidn» se sacralizan como cualidades ideales del ate condicionada respecto a la propia eterno femenino,® La postura narrativa de humildad que caracteriza tal feminidad ideal, como el vientre de la mu jer de Lutero, esconde todas las faltas, incluida la de la ambicién inkerente a la arrogancia de escribir su propia historia. Sin embat guidn ideal, permanece siempre ligada (su libro, su yo) » si se conforma por completo a ese sus relaciones con los hombres (y su progenie) y definida cternamente en relacién a un ciclo de vida conectado a fendmenos biol6gicos y a los usos sociales asignados a di ad, solteria, matrimo- chos fenémenos: nacimiento, pub nio, parto, menopausia, viuded. Por lo tanto, la historia no la de cualquier otra historia de mujer: da una prota desu vida e al final, tan igonista como otra; son ree Podtice de a autobiogratia de mujeres plazables siempre —realidad de la cual Margaret Caven: dish es agudamente consciente cuando afirma, en la fe su autobiografi conclusién 3» que ella escribe para que Ia distingan de las otras esposas de su'marido—. Por lo tanto, si trata de estructurar su autorrepresentacién ba sindose en las ficciones de la bondad y la autonegacié se queda en silencio, tanto literalmente, puesto mundo un libro que este no se molestard en leer, como simbélicamente, porque reproduce el papel de la mujer como mediadora de la vida del hombre, como un signo pasivo que debe circular de mano en mano en las ficcio riarcales. En sentido lit biografia formal. Avec mitido a las mujeres producir poderosos guiones auto biogrificos, como los de la reina y lar resultado, la autobidgrafa puede comprometerse a cierto tipo de con trazando su histo nes no puede escribir auto sin embargo, el discurso falogocéntrico ha per igiosa, Como soras son poderosas precisamente porque las histor sus vidas han sido bendecidas y santificadas por las a dades masculinas, de modo que la autoridad de la auto- bidgrafa deriva, no de la antecesora, permitieron a esta producir su importante historia. Las voces masculinas, que reafirman la ideologfa de la subor- dinacibn femenina a la autoridad del hombre, pueblan y hechizan su texto, Ademés, los patriarcas antecesores lel po- der femenino; modelos como los de la monja y la reina ris todo lo que las, 0 de los pa declararon vilido solo cierto tipo de historia representaban a mujeres que dejaron identificaba como tales y que participaron en un contr to «masculino» o espiritual al sacrificar su cuerpo y de seo femeninos para obtener la palabra del hombre Cualquier autobidgrafa que sig deseo de escribir una historia de su vida revestida de poder, Pe al lector que ella ha conseguido escapar de la atracci6n lel cuerpo, es decir, de las contaminaciones de la sexual ad femenina. En la medida en que establece su castidad cn el cexto, en la medida en que reafirma su subordina én a todos los padres en el texto y por medio del text se le otorga la vor. de la autoridad En todas las posturas enunciativas examinadas hasta ahora, la autoridad para hablar, a la vez, como hombre y como mujer «representativos» deriva de laeliminacién de la sexualidad femenina, pues la ficcidn de la sidentif cacién con el hombre» exige la repre exige la supresién del eto > basa sus demandas de santidad y poder en asegurar n de la madre, y la ficeidm de la «buena muj tismo femenino, aunque, por supuesto, no la del amor hu milde ni la de la devocién. De hecho, ya abandone lo femenino en favor de la figura de un yo androcéntrico, ya abrace la figura de la mujer idea, la aut rnoce, a veces explicita, casi siempre implicitamente, un desasosiego con respecto a su propio cuerpo y al deseo sexual asociado con él. Ademés, la bondad de la mujer siempre viene marcada por su orientacién narrativa y dramitica hacia el deseo sexual. Asi, mientras escribe, de bidgrafa reco- 101 tiene autoridad para lanzarse a la autointerpre- tacién,a la vez que intenta provegerse contra las ficciones culturales de la pasién femenina y el peligroso desea se xual’ Dada la alianza culturalmente establecida en el jscurso occide entre el habla de la mujer y las fuer 2as de la sexualidad desatada, y dadas las exigentes pec tativas sobre la bondad femenina que tal asocidciém conlleva, la mujer que desee escribir autobiografia tebe, © defender su reputacién de mujer buena, o arriesgarse a perder su reputacién intemporal Las complejidades textuales que he bosquejado aqui con fines metodolégicos tienden a carac biografias escritas por mujeres hasta el siglo XX y ciertas| subcateg 3s de autobiografia que todavia siguen apare- ciendo. Al buscar un compromiso entre las narrativas ternas y maternas, la autobidgrafa no aborda conscien tiona la autoridad de la autobiografia como un contrato ico. Con el siglo XX y las ambigiiedades y confu: siones del comienzo de la época moderna, sin emb: cemergen otras posibilidades autobiograficas para las jees, al aparecer relaciones alternativas de la mujer con la narrativa autobiogrifica del hombre. La autobidgra comienza a abordar de forma autoconsciente su identi ode cién problemtica con las figuras de la identidad basadas dad como mujer dent a cultura patriarcal y su rel as narrativas tanto de hombres como de mujeres privile giados por el discusso patriarca, la autobiégrafa confronta 2 ideologia de género que la ha oprimido, filtrando sw experiencia a través del cedazo de ficciones que dan jombrea la mujer y a su experiencia sexual, Empis der su relacidn problemitica con el lenguaje ‘on las narrativas que otros le han ensefiado a contar: uuesto que debe comprender enteramente el pod tiene el discurso falogocéntrico de borrar al sujeto ferme- nino, confindndolo a las ficciones de dicho discurso, y de limitando por tanto su acceso a las palabras mismas, Tal en E jine Showalter y otras eriticas de xeceso pleno al reino de lo simbélicor rezca que «se le han negado los plenos recur- sos del lenguaje y se la ha forzado al silencio, a los ando ha tra a Por lo anto, puede tratar de apropiarse del lenguaje de los pa- subjetividad femen nar ast todos los recursos q lenguaje pone a disposicién del hombre, rsistiéndose a silencio, el eufemismo o las circunlocucionese en lc igual acceso al espacio piiblico. Sin embargo, la autobidgrafa puede perseguir también n escenario alternativo de destino lingtistico, segin sea 1 posicién politica y filosofica respecto a su papel con mujer dentro del patriarcado, Si lo hace as, a mienza a suceder a medida que la autobidgrata explora 11 acceso al lenguaje de la autorrepresentacin. Empieza 102 Postics de a autobiogratia de mujeres a darse cuenta de que la mujer permanece «irrepresenta en tanto que contrato for mal y piblico, equiere su irrepresentabilidad, ya que no deja espacio para el deseo y la identidad femeninos. Lo «que Christiane Olivier dice del lengua ble» porque la autobiogral caracteriza igus je [puede ser] resultado de mismas palabras que la mujer, su miedo a encontrarse en miedo del hombre a usar las mismo lugar que la madre». El androcentrismo ge ni hha tende autobiografa sigue siendo el lugar donde el hombre re -0 resume a del lenguaje sexista. La vindica su di 2 Por lo tanto, como destaca Carolyn G. Burke en su anilisis del interés pr la relacién de la muj al del feminismo francés por con lo simbélico, «cuando una a existencia escribiendo o ha blando, se ve forzada a hablar en una esp: a suaje con el cual puede n La incomodidad se deriva de su ana asuncidn de la personali sonalmente a gusto» antriloquismo cultural, de dad de otro que requiere que la autobidgrafa hable como an hombre; pues, al hablar como un hombre, tal vez no pueda reconocer que su experiencia estd delineada por el lenguaje y las ficeiones que contextualizan y dan forma aasu texto, Adems puede descubrir que ella misma es ebm plice, al eproduci las mismas historias culturales que la han engendrado a ella en la medida en que han reprimi do la hi De este modo, la autobidgrafa puede decidir confron autorreflexivamente el proceso de su propia narrativa biogrifica, viéndola e ella de la madre au osicién a la heredada de los pat decidase, generadas y promovidas por mujeres en respuesta arcas, Para esta tarea, hace uso de ideologias «enmu uupo dominante. Estas a las ideologias prevalentes del vas son «funciones de la desposesién de la mujer y de sus recursos naturales ante dicha despo- sesi6ns, y reconocen las realidades de su experiencia come mujer a la vez particular y universal, ¢ imprimen valor tanto a las historias de la mujer como al pr srarla.® En vez de usar misma «frase» del hombre, ella En busca de la nueva frase, Ia autobidgrafa traza sus ella, cuya presencia se ha suprimido y no en contra de y através de la mad ra posibilitar la emergencia del contrato simbélico. A través del espacio marginado que habitan madres e hijas de carne y hueso, va en busca de la fuente de la reproduccién patriarcal de la mujer para descubrir alguna nueva verdad acerca de su sexualidad. Como «el discurso patriarcal sitja a la mujer fuera de a representacién» como «ausencia, negatividad, ‘continente oscuro 0, a lo sumo, hombre inferior», inicial mente se ve sumida en la confusién de la «auto-irrep sentabilidad» de la mujer, puesto que trata de contar o se han contado ante historias que jae permanecen jlenciadas dentro del marco ideolégico del discurso jean pen Gb elle deo peed pus a despo- dominan je apropit pensar» a su madre, como San En respuesta, trata de descubrir un lengua jo asu propia historia, Con este fin puede «te 2M, Gilberty Susan Gubar proponen, para descubrir «el control del lenguaje de la mujer, en ver. del control de la mujer por Al rechazar la vieja «lengua» del padre y de todos los patriarcas que la han sentenciado’a Mhuert puede, como sugiere Margaret Homans, recofdar y des pués revestir de su propio significado como mujer un Tenguaje materno a través del cual explorar una autorre uaje puede desvelar una relacidn diferente para con el desarrollo psicosexual, que Nancy Chodorow des sonales entre el yo y el mundo. Para las estudiosasfrancesas y anglosajonas,dicha len que Kristeva llama los ritmos pre-edipicos de lo semio- tico.® Retornando a una fase en el pasado anterior a I Logica simbélica de oposiciones binarias que insiste en el privilegio y superioridad masculinos, la lengua del deseo a éeriture féominine, de Héléne Cixous; la womanspeak, de Luce Irigaray; la jouissance, de Kristeva encuentra su vo2 en alianza con la madre y su le cuerpo, su lenguaje ritmico y sin sentido. En este momen: to, la posicién del sujeto desde la que habla la mujer pue de estar, como la vor de la madre, fuera del tiempo, plural, fuida, bisexual, des-centrada, no-logocéntrica. Des Ja madre y en la silencio- silenciada «culture que comparte con las otras mujeres, la autobidgrafa descubre una relacién diferente con el narrar como mujer. Aunque las teorias francesas son probleméticas, puesto que caen en otro tipo de esen cialismo, que reifica un destino femenino fuera del tiem po y de la historia, sin embargo intentan desmontar la superioridad complaciente de Ia ideologia patriarcal d sgénero, Al prom la mujer y definido en torno a ella, asociado con lo im: fer un discurso alternativo, centrado en ginario y subversivo de la légica filiea de lo sim ilosajonas en «pro- clamar que la mujer es la fuente de la vida, del poder y fa también confronta otra posibilidad e iogréfica. Al entender y supe os usos y abusos del lenguaje d a envuelve en las ficciones del esencialismo bioldgico, o, implica icialismo, la autobidgrafa puede hichar en otro tipo de por liberarse de la ideologia de la autobiografia tradic nal y por liberar a la autobiografia de la ideologia del yo mente: Entonces puede desmitificar, para ella misma para su lector o lector, las poderosas voces de todos esos padres autobiogréficos que han trans su tradicién, cuestionando las bases mismas sobre las que se funda Ia ideologia de la diferencia entze los sexos. A hablar desde su posicién marginal, se resiste a participar Posten dela autobiograta de mujeres cn las ficciones centrales de la cultura, incluidas las fic ciones de «hombre» y «mujer». O, si no las rechaza, se apropia conscientemente de fragmentos de dichas ficcio 1 sus propios fines, Al hacer suyas las posibilidades icas de la identidad, utiliza ef contrato autobio- mis a una exper nes pu polifé grifico de forma que respon sncia y un deseo desligados de las ideologias reinantes de la mas feminidad. Y, de esa manera, desestabiliza las nociones sobre la diferencia entre lo masculino y lo culinidad y femenino, convirtiendo la ideologfa del género en algo clusivo, al confundir en uno los dos miembros de una di En tiltimo término, puede transformarse y transfor mar las historias culturales en general, alterando las fron. teras entre los géneros, de modo que no haya ni margen ni centro, puesto que, a medida que experimenta con len guajes alternativos del yo y de la narracién, es testigo de! hundimiento del mito de la presencia, con su creencia en del contrato autobiogrifico se ha distanciado de la ide de.un yo atomizado, individualista y central, la autobié- grafa descentra a todos los que invocan tn centro y, en 0, subvierte el orden patriarcal mismo. En ese mo- ‘mento es reencarnacién de una nueva «Eva», una mujer los padres, que del pa con sus historias de la diferencia sexual, incluyende liberada de la sagrada setencia de tod la cultur la autobiografia. En vez. de ello, trata de seguir sus pro pios deseos, de romper su retrato, que ve colgado y en: marcado en los textos del patriarcado, y de crear el gitimidad y la autoridad de otro tipo de subjetividad. Y es posible que dicha subjetividad nueva venga acompafia: da de un nuevo sistema de valores, un nuevo tipo de len guaje y forma narrativa; tal vez, incluso, de un nuevo discurso, una alternativa a la prevalence ideologia del gé NOTAS Josette Fea the Iony ofthe Tribes, Discriiy, & res han hecho de espe que poseen el poder migico y delicon d fsa Ia gur del hore surnenad adobe (Virginia Wool R ‘One's Oran, Nueva York, Harcourt, Brace & Word, 1957, p35) “P sicén de los modosagencialy comunal de estar 1 mans sy Chodorow, «Family Structure and Fe sonality, en Michelle Zimbalist Rosado y L hodorow eta 4 David Bakans Th rilidade fundamentales dela exinencia de los sexes, a participacin del individo en un organismo ends amplio del 103 ‘aciones la comunidn en la ausencia deel La agenca se manifiena Taexpansiviad y la unin, La agencia se manifesta em el deseo de ties en la represion del pensamiento, el sentiment ¥ el imp comunign en fa falta y a eliminain dela repress (p13). 6 Para una discuson provocativa sabre el desonden que constitute «mujer, ase Carole Pateman "The Dsoaler of Women” Women, ¥ os sguientes exrto de as feminiss frances: Made Love andthe Sense of Justin, Ei, 91 (ot. 1980 in Rol New Frew Body, een Elaine Mark ln de Covrtivoa eds) sninims, Amen, University of Masachosetts Pres, 1980, >. 178 Hline Cinous, The Laugh ofthe Medusn trad. 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Es una dualidad ilegitima y errénea la reduceidn a un nico término primordial, ya sea este nico término el 39, que debe establecerse en la propia conciencia del indi- ¥iduo a fin de llegar a ser accesible a la del préjimo, o bien sea, por el contrario, is sociedad, que existiera como una totalidad antes que el individuo, y de la cual el indi- viduo podria solo desligarse gradualmente, en proporcié a st adguisicidn de la autoconciencia. Bs en una realidad di ‘mutua relacién donde se descubre la base lingiistica de Ja subjetividad.” “Hacemos bien, de acuerdo con esto, en advertir desde el principio la naturaleza problemitica de cualquier in dlagicién sobre los origenes humanos. Curiosamente, el desarrollo ontoge gunas de sus fases més important léctiea que incorpore los dos términos y los defina por ico permanece como oculto en al- especialmente la Autoinvencion on In autbiogs adguisicin del lenguaje, como también en los relatos previsiblemente mis sencillos de la prehistoria filogen ¢a; en ambos las ficciones —cientificas 0 de otro tipo— son necesdriamente considerables. Asi Paul de Man nos recuerda que, tanto el Essay om the Origin of Languages de JeanJacques Rousseau, como el comentario que de eta ‘obra hace Jacques Derrida en De la grammatologie, son narracionés «pseudo-histdricas» en las que el argumento sobre los origenes se revela con la apariencia de «un pro- ceso histérico consecutivo» para pre De forma similar, Benveniste epudia como pura ficcidn» ese concepto ingenuo de ua perfodo primordial en el que tn hombre completo descubrié a otro, igualmente com: pleto,y en el que entre los dos, poco a poco, crearon el. iguajes; «podré puede volverse al hombre separado del lenguaje y jams le hallaremos inventindolo». Jean La planche va al centro de la cuesti6n cuando formula su cintamente el problema epistemoldgico planteado por cualquier reconstruccién hipotética de lo origenes: «nun ca tenemos a nuestra disposicin nada mas que lo que & observable actualmente. El consttutivo se reconstruye a partir del constituido o, en cualquier caso, a partir de un proceso consitutivo que no es prineipal sino derivado; Y 50, desde Iuego, es el impasse definitivo en toda bis ‘queda de los origenese.” 'A pesar de Ia tendencia privativa de estas Benveniste, De Man y Laplanche, la investigacin fica de los origenes en muchos campos —Ia geologla, paleontologia, la cosmogonia— nunca ha estado mis viva {ue en este momento, y es inevitable que los estudiosos cas de del yo deban intentar situar sus investigaciones en el con- texto superior de la evolucién humana. Karl R. Popper es uno de estos estudiosos, y en su colaboracién mas re ciente con John C. Eccles, The Self and its Brain (1977), otorga un papel privilegiado y determinante al lenguaje en la aparicidn gradual del yo humano y la creacién de Ja cultura humana: «Yo conjeturo que solo un ser huma- no capaz de hablar pu vvés del lenguaje y del desarrollo de la imaginacién en el lenguaje como el hombre consigue la dimensién autort de reflejarse a si mismo». Est flesiva de la concienciacién que distingue su vida mental de la experiencia consciente de otros animales: «Es decir, solo si podemos imaginarnos como cuerpos que actdan ¥ como cuerpos que avian inspirados de alin modo por ia mente, es decir, por nosotros mismos, solo entonces, por medio de toda esta reflexién [..] podemos hablar real mente de un yo. Popper opina, d Ia invencién del enguaje es presumiblemente el més an tiguo de los grandes logros de la humanidad, eel mis pro fundamen nética, acuerdo con esto, que ‘arraigado en nuestra estructura g cencabezando una lista que también incluye «el uso de he- rramientas artificiales para hacer otros artefactos; el uso del fuego como herramienta, el descubrimiento de la com: ciencia del yo y de otros yoes y el conocimiento de que todos tenemos que morir. Tanto el descubrimiento del yo como el descubrimi dependen de la invencién del lenguaje, aunque, a juzgar ento de la muerte, ruzona Popper, 8 s hallazgos arqueoldgicos sobre las costum- s funerarias del hombre de Neanderthal, parece ser que el conocimiento de la muerte es muy antiguo y que tag bign ha ejercido una influencia re proca en el desarrollo de la auroconciencia en el hombre.* Resulta sugerente el hecho de que los conceptos del yo y de la muert coinciden en gran manera en la teorfa y en la prictica d& discurso autobiogrifico, como hemos visto, estén ligados en la visién de Popper sobre la evolucién humana, de erminada igualmente por el ejercicio de la capacidad humana para el lenguaje. Si adoptamos una perspectiva carwiniana, Popper supone que «fue el naciente lenguaje humano el que ered la presién de la seleccién bajo la cual surgié el cdrtex cerebral y, con él, la conciencia humana del yor ° Cuando pasamos de las especulaciones sombrfas de la prehistoria filogenética a la inmediatez comparativa de la psicologia evolutiva, nuevamente la adquisicién del len guaje representa el hecho d nética del individuo humano. Apenas nos sorprend isivo en la historia onte estamos preps ados para aceptar, con Benveniste, que «es literalmente cierto que la base de la subjetividad esta en el ejervicio del dad» como «la capacidad del hablante de proponerse asi wuajen. Benveniste define la «subjetivi- mismo como sujetom, «la unidad psiquica que trasciende latotalidad de las experiencias reales que agrupa y perm tela permanencia de la conciencia», Continéa, argumen tando que esta «subjetividade es «solo la aparicién en el ser de una propiedad fundamental del lenguajes; «ego es el que dice egor* (yo aftadirfa que el corolario de este habla no puede haber 3 Sn que suscriben muchos autobid panto de vista es que sin 1a proposi rafos —Maxine Hongkingston, Hellen Keller, Saul Friedlin- der: como veremos). Esto no quiere decir que el len: guaje sea el inico o incluso el modo més temprano de autorreferencia, sino que es el més importante. Joseph de tres ele Church, por ejemplo, resumiendo la eviden boradas historias sobre la vida de nifios desde su nacimien to hasta la edad de dos refleivamente, hacia si mismos, desde temprana edad: Con el advenimiento del lenguaie, sin embargo, la gradual aparicidn del yo se acelera, No es cucstidn de que el len- ga exté dotando al ahora mudo yo con la capacdad para iblemente, de que el lenguaje yo en su mismisima estructura. Quie4 el pur radial de la relaci6n.entee el lenguaje y 0 de vista m cl sujeto es la creencia por parte de Jacques Lacan de que el lenguaje crea lo inconsciente, abriendo una dimensién completamente nueva de la personalidad humana" Karl Popper capta el impulso anticartesiano, antikantiano de tales especulaciones en tanto se inteesan por el yo, cuan: do enfatiza su sentido del yo como algo emerge que como una entidad pura o absoluta, determinada por Ia experiencia imersubjetiva Esté descoso de otorgar al recién nacido «una tendencia a desarrolarse para ser una persona consciente de si misman; pero este desarrollo del yo es contingente y en interaccibn con alos otros yoes y Ascinwencin on ta mtoblograia, tr0s objetos de su alrededor». «Todo esto —concluye— est profundamente relacionado con la con los artefactos y adquisicién del habla.»”” La conexibn entre el desarrollo del lenguaje y el des: rrollo de la autoconciencia, sugerida por Popper y Ben: veniste, ¢ implicita en gran parte de las investigaciones sobre el desarrollo del nifo, ha sido sisteméticamente in- vestigada por David Bleich en su tiltimo libro Subjective Criticism (1978). Basindose en el trabajo de Ernst C rer y Susanne Langer, que propone la formacién de sim: bolos como la base de cualquier conocimiento y arte humano, y que otorga al lenguaje «un estatus especial en cl conjunto de las formas simbélicas», Bleich argumen la investigacién del lenguaje contiene la lave para en- idad simbélica que crea, no solo la cultura humana, sino también el yor «[ sel recurso y el medio de nuestra caracteristic autoconciencia humana». La originalidad de la actitud de Bleich hacia la actividad simbélica reside en su intento de relacionar el desarrollo cognitivo y afectivo para con: ceptualizar «la aparicién del pensamiento figurativo en rérminos de motivacién».>° Asi, mientras la mayoria de las recientes investigaci: nes sobre el lenguaje del nifio, bajo la influencia de Noam Chomsky, estudian la estructura a expensas de los aspec tos semanticos o expresivos de los ejemplos tomados del je, Bleich enfatiza que el hecho de que el nifio dé es a los objetos sesté casi siempre ligado a una ex fo aprende a nom bar las cosas de alguien (normalmente de la madre) periencia de interaccién social»: «el Inspirindonos en recientes estudios sobre «las especiales ss pre-erbales del nifio hacia la aparicién y desaparicién de objetos y srsonas, y st desarrollo de es- quemas de denominacién sensomotores en coordinacién con la figura madre», él plantea la explicacién al hecho de que el nifio consiga simultanear el lenguaje y el auto- conocimiento como sigue: «El motivo para este desarro- llo es un cémulo de circunstancias, cognitivas y afectivas, cen las que el sentido del nifio de pérdida tanto de objetos particulares y d ‘estar, ya no puede ser manejado por més tiempo por cual: 4quier medio sensomotor, y todas las fuentes de concien- personas, como de un sentido del bien- cia posibles para los seres humanos tienen finalmente que ser activadas Reservando para una posterior exposicién el anilisis aque hace Bleich del caso de Helen Keller como manifes- tacién de ¥ para la autoconciencia son partes de un mismo acto de crecimiento», me gustaria ent miento, a fin de conectar el advenimiento de la autocon- que «la capacidad para el lenguaje sintéctico ciencia y la adquisicién del lenguaje y el pensamiento representado: «solo porque el yo se ha convertido tanto fen sujeto como en objeto puede un objeto riencia y un conceptos; por el contratio, «sin lenguaje, no es posible distinguir entre la conciencia y la autocon. tuna expe ciencia», Merece la pena notar que el informe ontogené- tico de Bleich sobre la motivacién para la adquisicién SUPLEMENTOS ANTHROPOS: te que ogend simultinea del lenguaje y de la autoconciencia coincide con las especulaciones filogenéticas de Popper teriormente, Siguiendo una abierta perspectiva darwinia 1a, amplia el concepto de «motivor, con el fin de que este das an. venga a significar el principio que organiza todo compor- tamiento animal: «parte de la tleologia adaptacional de as cosas vivase. Repetido en términos evolutivg, «la ad ui | enguaje y el pensamiento representado trans forma el hecho de perseguir un fin (propio de todos los comportamientos) en el érgano de la concienciaw. La adquisicién del lengua, en el andlisis de Bleich, ctividad central para la experiencia in terpersonal, que es el sine qua n n-del yo. En este énfasis en la dimensin afectiva y social de la naciente autocon. ciencia, su pensamiento concuerda con el entendimiento freudiano de este proceso, especialmente con el hincapié que hace Erik Erikson en la confianza de base que existe entre el nifo lactante y la madre como el fundamento para Ia identidad humana. De modo parecido, Popper es cribe que «una conciencia del yo empieza a desarrollarse a través de la mediacién de otras personas: del mismo modo que aprendemos a vernes a nosotros mismos en un espejo, el nifio se hace consciente de si mismo gracias a la reflexién en un espejo, en la conciencia que otros tie nen de él».* En efecto, Lacan sugiere que en el momen: to en que el nfo se mira a si mismo en el espejo (le stade du miroir) asistimos a la fase inicial de la ontogénesis del yo, al mismisimo amanecer del yor «Esta asuncién jubilo- sa de su propia imagen especular por parte del nilfio en 1a fase infans, todavia inmerso en su incapacidad motora . parecian manifestar en una sivuacién ejemplar la matriz simbélica, en la que el yo se mantiene en una forma primordial antes de ser objetiva- doen la dialéctica de a identificacién con el otro y antes de que el leny yen su dependencia mate je le devuelva, en lo universal, su funcién como sujetos.* A pesar de los elaborados estudios sobre el comportamiento humano en los dos primeros afios de da, sin embargo, el conocimiento de la nilfo en este periodo previo al lenguaje e babilidad y en el mejor de los casos, problemético. Lois Bloom observa que «uno no puede conocer la mente de ‘encia del con toda pro un nifio con algo preciso que le acerque a la certeza o a Si tanto las consideraciones ontogenticas como las fic logenéticas que he dado son correctas, el origen del yo como centro reflexivo de la subjetividad humana esta en- lazado de modo inextricable 4 la actividad del lenguaje. mo discurso y con la instituciones de la cultura huma na. Sidistinguimos, en eambio, entre el yo como algo que existe, una entidad, y el yo como concepto idea, sus ori genes parecen ser tanto histéric culturalmente especificos. La idea del yo, desde luego, ha cstado presente durante mucho tiempo, y seria posible afi mar que su definicin ha constituido una preocupacion principal de la filosofia occidental desde Ia Antigiedad, apareciendo de diversos modos en el debate entre idealis- mente limitados como [Autoinvencion en Is autobiograta tas y materialistas, en la controversia «cuerpo-mente> en: tre interaccionistas y epifenomen igaciones sobre la sidenti as, y en las actuales ad personaly.” Curios Ta ereencia en la existencia del yo no conlleva ne ente la creencia en el valor del individuo, que es Ja premisa, ipso facto, de la autobiografia tal como la co nocemos hoy. — es compart por Jean-Paul Sartre, que declara en su estudio Baud. (1947) que «cada uno en su infancia ha sido capaz de ob- servar la accidental y conmovede bouleversante] de la conciencia del yor.” Citando los «jemplos de tales experiencias proporcionadas por S (los casos de André Gide, Marfa le Hardouin y Richard Hughes), Herbert Spiegelbe Periencias yosoy-yow no son ni idiosincrdsicas ni ini ceuentes, ¢intenta proporcionar una ba lo que él considera una normativa y una categoria de la argumenta que estas «ex empirica par experiencia ampliamente extendida, «particularmente da en Ia infancia pero de ningin modo restringida a ell. Los lectores de la autobiograffa pueden faeilmente pro porcionar evidencia adicional para apoyar la visién Spicgelberg (se podria decir que la pesailla de James en la Gallerie d’Apollon representa una variacién del pa que yo igma bisico), pero seria difcilequiparar la intensidad Ia claridad del ejemplo inicial de Spiegelberg un frage mento autobiogriico de Jean Paul Richter: «Nunca ol daré lo que jamas le he revelado a nadie, el fendieno que acompaia al nacimiento de mi conciencia del yo [Sebst. Jy del que puedo especifcar tanto el lugar como el tiempo. Una mafana, cuando era nif estaba de pic en el poral mirando el montén de lea que habia cedente del cielo y desde entonces est conmigo de una manera muy cars; en aquel momento mi ego (ic ¢ ha caso se trata de en bia visto a si mismo por primera vez ss puede imaginarse que en e la memoria, ya que ningin relato de otra perso- ‘ontar todos los detalles del tal acontecimiento, ape 1a podrk que Gnicamente tuvo lugar en lo mis intimo del hom- novedad habja permitido que permanecieran tales concomitancias cotidianase Los preliminates hallazgos de cuestionarios realizados por estudiantes, le levaron a creer ue la eexperiencia yorsoy-yox es «—por lo menos hasta Spiegelberg, basidos en ales de la exis cierto punto— uno de los hechos fundame: tencia humana». Spiegelberg distingue esta experiencia de la enormal salida hacia fuera de nuestra yo-conciencia»,* y es, segiin creo, un orden de experiencia de segundo ni vel, una experiencia autoconsciente de la autoconciencia, n Ich) mientras que la naturaleza re- flexiva de la conciencia emergiendo con, y capacitada por, a adquisicién del lenguaje esti implicita de manera ca explicita En el disefio del desarrollo que he estado esbozando, apa yosoy-yor, el acto autobiogréfico (si suced culminante momento en la historia de cia del ir de la adquisicidn del lenguaje y la expe surgirfa Ia autodefinicién. Como en el primer momento, se trata caminar juntos del yo y el lenguaje; como en el segundo, se caracteriza por una doble reflexién, una autoconciencia autoconsciente. Es probable que cl texto de una autobiografiarecapitule el segundo momento como un contenido, mientras el hacer el texto represente el neran una constitucién del yo, y el lenguaje, squivoco, no es meramente un conducto para tal auroconocimiento, sino una determinacién integrante 4 Nadie ha explorado la relacién entre el yoy el lengua je en la autobiografia con mayor perspicacia que Eliza beth Bruss, que identifica el yo y la autobiografia como estructurslingisticas homélogas:«..]la estructura de Ia aurobiografia, una historia que es ala vez de y acerca del mismo individuo, se hace eco y refuerza una estruc- tura ya implicita en nuestro lenguaje, una estructura aque también es (no accidentalmente) muy similar a lo que amos a tomar como la estructura misma de la autoconciencia: la capacidad de saber y a la vee de ser aque- Ilo que uno sabe [...] Realmente el ser un «yo» parece de [Auoinvencion en i autobograia mandar de uno el despliegue de la habilidad de abrazar, asumir, los atributos y actividades propios de uno —que cs ustamente el tipo de manifestacién que el lenguaje hace posibles.” La légica ampliacién de esta visién es explorada en Autobiographical Acts (1976), donde, como ya argumenté fen el capitulo primero, Bruss ab a la autobiografia basindose en el modelo del acto del bla. Si, siguiendo a John R. Searle, Bruss puede concep tualizar la autobiografia como una forma de elocucién, atone pune propos, y de hecho popes or un acercamiento critico de la autobiogeatfa, trabajando a partir de claves lingiisticas o registros incluidos en el texto, para reconstruir el contexto del habla original y conseguir asi una llave del mundo privado del autobidgrafo. Ligado a la teorfa del acto del habla de la que este programa eritico se deriva, encontramos cierto optimismo fundamental so bre las posibilidades del lenguaje como medio de comu- nicacién, un optimismo claramente expresado en este bla: «Al ha: blar intento comunicar ciertas cosas al que me escucha anilisis que hace Searle sobre el acto del h mediante el recon imiento por parte de este diltimo de descado en el receptor mediante su onocimiento de que mi intencién es lograr aquel to, y tan pronto como el receptor identifica lo que yo mento conseguir, esto generalmente se consig comprende lo que d tencidn al decir lo que digo como la intencién de d aquella cosa»? Si aceptamos la escritura de la autobiogra especie de habla y si postulamos que la «intencién» de (el «efecto»), entonces puede que consideremos la posibi jidad de que la autobiografia, como el habla, pueda pro- porcionar un medio en el cual, tanto para el autobidgrafo como para su lector, el yo pudiera aprehe: Esto, desde luego, seria asignar a la aurobi capacidad ideal para la autoexpresidn, y hay poca proba bilidad de su puesta en practica en cualquier ejemplo en particular. Como TS. Eliot nos recuerda en su propia autobiografia espiritual, The Four Quartets, ela palabras se esfuerzan, se agrietan y a veces, se rompen, bajo el peso Jp." Para una ilustracién de lo que pudiera asemejarse ‘mos centrarnos en el ampliamente conocido punto dg do de la parte inicial de Song of Myself, de W. Whitman, al instante cuando el «yo» invita «a tu alma» a «gandulear ‘conmigo sobre la hierbas. En las lineas precedentes, el poe: ta busca distinguir la identidad del «yo yo mismo» sepa rada de la mezcla de experie cempujones y trajines aparece lo que yo soy». Entoni Ia invitacién al alma inicia un intento de penetrar en la sas, Logro el el 10 tan pronto como reconoy lerse en su pre ‘ia y sensacién: «Lejos de realidad fundamental del yo, empezando por una invoca cidn al habla pero aleanzando una cierta realidad inma- 1 corazén del lenguaje: nente de 2

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