Vous êtes sur la page 1sur 52

EL PROBLEMA EDUCATIVO EN EL ORDEN

DEL MERCADO NEOLIBERAL

“si bien la educación es responsabilidad de la sociedad en su


conjunto, el papel del Estado debe asegurar la construcción de
una educación de calidad, actualizada y pertinente que llegue e
todos, dotándola de un sentido crítico que reafirme los valores
democráticos basados en principios de justicia social y
solidaridad”
1
Declaración de Sintra .

“la filosofía no sirve de nada, no hay necesidad de ella.


Perfectamente; mas, por lo pronto, es un hecho que hay
hombres para quienes lo superfluo es lo necesario”.
José Ortega y Gasset

1. Hegemonía sin continuidad histórica.

Al igual que todo sistema social la sociedad de mercado no es ajena a la


necesidad de plantear y formular las condiciones básicas para su reproducción
global. Es éste un irrenunciable imperativo que indica los términos y
condiciones sobre la longevidad de una sociedad. Del éxito de su
perdurabilidad así como sobre qué bases se establecen y se cimentaron las
condiciones de su dominación y hegemonía. Es lo que marca y define también
los términos de sus crisis pero sobre todo de su inevitable proceso de
decadencia. La crisis actual del capitalismo neoliberal encierra un problema de
suyo de gran interés en cuanto que, en su profunda relación con lo que es y en
cierto modo se puede advertir que fueron sus formas de dominación y control
social y político, el problema de la reproducción no estuvo jamás al nivel
esperado. Este fue un error y por ello más producto de la especulación y
autocomplacencia --de infinita soberbia de su fundamentalismo ideológico y
argumentativo que termina por no resignificar al mundo-- que de un interés

1
VIII Conferencia Iberoamericana de Educación. Organización de Estado
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura (OIE), Portugal, junio de
1998.

1
serio y profundo sobre el problema. Pues no existen indicios de haberse
comprendido el reto --el enorme reto-- que significaba tomar seriamente al
problema educativo a partir de la tremenda crisis en que ésta se debatía como
consecuencia del cambio histórico que vivieron las sociedades a finales del
siglo XX.

Pero también a un extraordinario cúmulo de causas y razones internas


pero íntimamente relacionadas con la crisis del sistema político mexicano. Lo
que se hizo fue limitarse a reproducir la insistente e insostenible por no decir
pueril creencia de la superioridad de la empresa privada sobre la pública. De
este modo nunca se deja de insistir que la educación es un servicio que estaría
mejor si éste quedará en manos de los particulares y no en las del Estado. Que
era mejor someterla a la presión de su privatización, es decir, a su
mercantilización, que continuar con el derroche que significa un gasto social de
tales proporciones. Que era mejor esto que continuar con una política
educativa más orientada a la justicia distributiva y el bienestar social que hacia
el orden del mercado. El neoliberalismo apostó y continúa apostando así a la
desintegración progresiva del sistema de la educación pública.

Lo que a fin de cuentas expreso este error es una significativa


experiencia: que ningún grupo o fuerza social que adquiere el poder le basta
conquistarlo si no sabe cómo preservarlo. Lo que consideramos es que la
hegemonía y dominación neoliberal fue más producto de un voluntarismo sin
continuidad y sin un proyecto histórico definido. Es decir, sin una idea y sin un
ideal sobre el problema educativo en la sociedad moderna. De un combativo
voluntarismo que es más reflejo y producto de la Guerra Fría y de una voluntad
de dominación que de un proyecto racional y, por lo mismo, deseable.

Esto no quiere decir que la sociedad de mercado y la globalización como


ejes de la acción social durante las últimas décadas tal y como se han
configurado y evolucionado, no promuevan condiciones para su propia
conservación y reproducción. Pero estos no necesariamente se proyectan o
reflejan en una sólida idea o proyecto educativo. Por verse más como una
práctica social de carácter empírico como resultado de un ethos social cargado

2
--muy cargado-- ideológicamente. Por no existir un planteamiento global e
institucional sobre la subjetividad que quiere formarse. Es decir, qué tipo de
sujeto es o debe ser el ciudadano de la sociedad de mercado más allá de ser
pensado como parte de una utópica republica empresarial. De la republica de y
para empresarios. Republicanismo como base de una filosofía política referida
a la idea de la Sociedad Abierta o Gran Sociedad: al capitalismo en su actual
esquema de dominación global. A todo lo que equivale a un intenso proceso de
intermitentes modernizaciones sin modernidad. Por no decir a la ruptura radical
con lo que se considera es, fracasado o no, el proyecto de la modernidad2.
Ruptura con todo lo que es y ha sido la trayectoria del Humanismo y la
Ilustración en su profunda relación con la racionalidad crítica y, por lo mismo,
emancipadora. En este proceso de ruptura lo importante es doblegar a las
capacidades críticas al proyecto global de la sociedad de mercado.

Desde su arribo al poder por las fuerzas neoliberales el mercado y la


globalización han sido objeto de un intensa y valiosa crítica. Adquiriendo
particular énfasis la cuestión educativa. En particular, en sus ramificaciones
nacionales y regionales. Cosa que consideramos no es desconocida por
algunos neoliberales honestos. Pero que en el caso mexicano, por ejemplo, no
se atreven a confrontar el problema seriamente. Limitándose a ejercer
deleznables prácticas políticas como son las que refleja casi todo el
sindicalismo del magisterio en México. Reproduciendo un sistema de poder
que, como ocurre con las fuerzas políticas que actualmente tienen el poder en
México, termina por no diferenciarse en nada con lo que fue el antiguo régimen
o sistema político mexicano. Nos referimos, en efecto, a los largos años del
PRI.

El destruccionismo neoconservador se caracteriza por ser una política


económica interesada no solo en desmantelar a las instituciones estatales
como serian en particular las educativas, sino en corromperlas para poder
hablar así de su infinita ineficiencia. Pero importa decir e insistir en esto: que en

2
Cfr. Habermas, Jürgen. El discurso filosófico de la modernidad. Buenos Aires. Katz.
2008. ver también, Höffe, Otfried. El proyecto político de la modernidad. México. Fondo
de Cultura Económica. 2008.

3
todo lo que respecta al problema educativo el neoliberalismo no ha tenido ni
tiene un proyecto claro para hacer frente a la cuestión educativa. Lo que se
advierte por todos sus poros es que los neoliberales no han tenido jamás una
idea clara sobre tan importante y trascendente asunto. O que este ha sido
dejado a su abandono en manos inexpertas y ambiciosas; hecho que influye y
permite la reproducción de intereses económico-políticos que --como sublime
egotismo (la libido dominandi)-- es lo característico del grueso de la caterva de
políticos en este país. Pues, como se sabe, no basta gritar a los cuatro vientos
que es urgente y necesario reformar a la educación en general destruyendo su
carácter público mediante una autoritaria y demagógica política privatizadora
que se lleva a cabo de forma abierta o velada. Haciendo con ello gala de la
importancia del nuevo valor que adquiere al absorberla al universo del libre
mercado y a la retórica de la libertad de elección. Al respecto de este proceso
de privatización Jurjo Torres escribe lo siguiente:

―El sistema escolar está siendo convertido día con día en


un mercado. Desde las opciones ideológicas más
capitalistas, neoliberales, se defiende y trata de imponer
un modelo de sociedad en el que la educación acabe
reducida a un bien de consumo más: su lógica sería la de
convencer a las personas para que elijan centros
escolares, titulaciones y profesorado de la misma manera
que se eligen y compran productos en y entre diferentes
supermercados. La ecuación y las creaciones culturales,
en general, se reducen a mercancías pero disimulando las
redes y los intereses políticos que se esconden detrás de
esta posición mercantilista. Este ocultamiento de lo que
en realidad significa convertir al sistema educativo en un
gran centro comercial se acompaña de abundante
publicidad y discursos demagógicos acerca de la defensa
de libertades, de las bondades del ―apoliticismo‖ y
neutralidad cuando, al mismo tiempo los sectores
conservadores y ultraliberales, aun antes de acabar de
realizar pronunciamientos semejantes, ya están exigiendo
fondos públicos para sus propuestas privadas de
educación y demás negocios establecidos bajo rótulos
culturales‖3.

3
Torres, Jurjo. Educación en tiempos del neoliberalismo. Madrid. Morata. 2001. p. 41.
Para Torres la privatización se está llevando acabo bajo estos cuatro ejes principales:
1) Descentralización; 2) Privatización; 3) Credencialismo y excelencia competitiva, y;
4) Naturalización de lo individual recurriendo al innatismo. Ibidem.

4
El carácter destructivista del capitalismo neoconservador se define y
determina por este modo específico de la acción humana. Es decir, por la
capacidad y voluntad destructiva que expresa al ignorar el valor histórico de la
educación pública y de la cultura como un bien social. Por destruir todo lo que
no signifique utilidad o beneficio en sus términos. Lo que es imposible convertir
en relación monetaria. La ortodoxia neoliberal, por fuera del odio inocultable
hacia el Estado y hacia el movimiento socialista, sostiene que la educación
pública es un gasto inútil, un derroche económico que no es posible reconocer
como una inversión social por la simple razón que ésta, en términos
catalácticos, no existe. De ahí nace la oposición cataláctica de ser traducida en
bienestar y bien común. Por ser un fenómeno que es imposible traducir al
cálculo económico. Es por esto que se le identifica como un proceso o
tendencia social de carácter socialista.

2. Romper una mentalidad hegemónica.

Para el grueso de las generaciones que han vivido y padecido al capitalismo


neoliberal, comprenden perfectamente bien que el asunto de la educación
pública para este modelo de desarrollo económico y social consiste en romper
una mentalidad, un sentido común o sabiduría colectiva que es a la fecha la
misma que continúa sosteniendo que la educación es un derecho y no un
privilegio. Es por ello que se defiende a la educación como asunto público.
Correspondiendo al Estado sostener sus costos económicos por medio de la
hacienda pública. Que es esto mismo lo que debe hacer el Estado con la
ciencia y la tecnología, promoviendo de esta manera dos importantes fuerzas
sociales para el desarrollo y bienestar de la sociedad. Que de esta forma el
Estado, ante el dramático escenario de desigualdad social que se tiene, se
compromete a establecer y proteger un ambiente social adecuado para el
ejercicio de la igualdad de oportunidades. Es decir, para que realmente se logre
el sueño liberal de superar los privilegios y reconocer los talentos. Dando pie al
desarrollo de una sustancial movilidad social en la que podría tener un sentido
relativamente aceptable la idea de competencia. Pero este es, como se dice,
un sueño pues en el capitalismo realmente existente dominan y predominan los
privilegios de la riqueza patrimonial, corporativa y, ante la falta de una categoría

5
más acertada, el nepotismo, el amiguismo y el compadrazgo. Pero de lo que se
trata también es que para las subsecuentes generaciones neoliberales y en
espacial a partir de todo lo que ha sido y significado el movimiento
neoconservador, las funciones del Estado que aquí se señalan resultan ser
incomprensibles. Particularmente por dos motivos fundamentales: por suponer
que esto termina por inhibir a toda iniciativa individual y; por proponer una
imagen de la sociedad que es inaceptable en cuanto que representa el polo
opuesto de la praxeología.

Por motivos de diverso orden es, por desgracia, en el campo educativo


el que mejor refleja lo que es y ha sido la ineptitud e incapacidad de los
neoliberales en el poder. Su cínica como vergonzosa incapacidad para la
conducción de la cosa pública. Como es el que más proyecta su olímpica
irresponsabilidad ante un problema que los rebasa por todos lados. Es esto lo
que da aviso de su reiterado fracaso incluso en sus propias inquietudes
reformistas. Cuando existen e independientemente de lo que entiendan por tal
cosa. El mayor fracaso lo encontramos en lo ingenuo de sus arranques
privatizadores. Sustentados en la cada vez más insostenible retórica de la
superioridad de lo privado sobre lo público. Y el asunto no se resuelve con
simples acusaciones de estatismo o en la apología de un sofisticado
antiestatismo. En lo que sería otra impenetrable retórica de intransigencia.
Misma que es incapaz de dar respuestas a quienes por vanidad o estatus
prefieren la educación privada. Pero que ante la crisis económica son
atrapados en una terrible orfandad. Absurdamente desprotegidos y sin saber
que rumbo seguir una vez que se ven rebasados por el ritmo ascendente de los
precios. Pues saben que quedaran fuera de la competencia cataláctica tal
como la imaginan y practican.

Pero a todo esto: ¿qué es para el neoliberalismo la educación?


Simplemente un fenómeno histórico-social incomprensible en su despliegue y
realización como un asunto que ha devenido en sustancia pública. Qué es en
este sentido y ante la realidad lo que corresponde hacer al neoliberalismo.
Destruir el modo de realización histórica el conjunto de relaciones sociales que
giran en torno al problema de la educación pública. Destruir a la educación

6
pública en el sentido de su reconocimiento como la más visible y representativa
institución de la modernidad. Destruir a los elementos socializantes y
democráticos que ha desplegado a lo largo y ancho de esta invaluable
experiencia histórica. Destruirla como idea fundadora y promotora de igualdad
y libertad. Pero sobre todo se trata de destruirla como una fuerza social e
histórica que a partir del Estado se ha convertido en uno de sus más
importantes monopolios. La educación como posible monopolio exclusivo del
Estado es así pensada como un gran obstáculo que inhibe y niega a la libertad
empresarial4. Es lo que termina por hacer de la educación un valor histórico,
social y político. Fuente irrenunciable en la formación moral, científica y crítica
de los individuos.

Como tal, es decir, como peligroso monopolio exclusivo del Estado, la


educación, en especial la educación elemental, por sus largas pero valiosas
experiencias históricas a través de los combates de la modernidad, es producto
4
En México la educación nunca ha sido un monopolio exclusivo del Estado. Pues desde
la Reforma liberal del siglo XIX con Benito Juárez y después con Porfirio Díaz, se
mantuvo la escuela privada la cual siempre ha contenido profundos matices religiosos.
Con la Revolución Mexicana no cambio mucho este escenario. Lo que fue determinante
y tal vez el factor más influyente del proceso de consolidación del nuevo régimen
revolucionario, fue que paralelamente se consolidaba la instrucción pública.
Consolidación que significo a la vez que fuera el Estado quien determinará qué se debe
estudiar al interior de la educación básica o elemental. Hoy con el neoliberalismo se
vive la ―rebelión de los particulares‖ quienes tratan de cambiar esto. Es decir, que no
sea más el Estado quien decida ―qué deben estudiar nuestros hijos‖. Por hoy el debate
en México ha girado en gran parte en el problema de los textos gratuitos que a nivel
nacional distribuye el Estado. Pero sobre todo en el problema de sus contenidos.
Alegando, por parte de quienes se consideran directamente afectados --los padres de
familia y los empresarios de la industria editorial--, cuestiones que van desde defensa
de particulares posiciones morales, en general de corte religioso y confesional, hasta
el interés económico sobre lo que se considera es un muy redituable negocio que debe
estar en manos de la iniciativa privada como lo es la publicación y distribución de
millones de textos escolares. Lo que se alcanza a comprender de lo que esta
resultando ser un grave y espinoso problema, que el ingenio y astucia neoliberal, en
ves de resolverlo, lo agudiza a través de la confusión. De este modo los libros que
publica y distribuye la Secretaria de Educación Pública contienen, según los expertos,
múltiples errores que se prestan a eso: a la confusión. A parte de éste de por si grave
problema los libros de historia de México, contienen una visión muy parcial de nuestra
historia. Cosa que no es ni casual ni un simple error. Pues de lo que se trata es destruir
los sentimientos patrios y nacionalistas que subyacen en el espíritu de los antiguos
textos gratuitos. Mismos que congeniaban con los principios de la ideología del
nacionalismo revolucionario característico del régimen posrevolucionario. Desde
nuestro particular punto de vista lo que se pretende es romper la mentalidad sobre una
idea de nación evitando que desde la niñez se fomente una identidad y conciencia
sobre lo que ha sido, por cierto, el problema del ser y de la cultura del mexicano. El
tremendo e importante problema de nuestra filosofía. Optando con ello por construir
otra vía en la que los conservadores de nuevo cuño apuestan más por lo que sería un
tipo particular de cosmopoliticismo posmoderno de agudo temperamento criollo.

7
de ciertos ideales que no siempre van de acuerdo con los intereses o valores
educativos de algunos grupos sociales. En especial los de mayor tradición
conservadora. El neoliberalismo termina por identificarse con el añejo
conservadurismo al no aceptar al Estado como la institución a la que le
corresponde la obligación de definir qué es lo que se debe estudiar. Pues se
sostiene que los particulares tienen este derecho. Menos aún se está de
acuerdo en, una vez desatada la fiebre privatizadora, aceptar al Estado como la
única institución responsable de otorgar títulos y reconocimientos en todo lo
que atañe en particular a los diferentes niveles de la educación formal
escolarizada. Las instituciones de educación pública (y privada) se piensan de
esta manera como impresionantes maquinarias político-burocráticas
concesionadas para un único y exclusivo objetivo: legitimar conocimientos y
habilidades convencionalmente adecuadas a los requerimientos de la
reproducción global de la sociedad. Tales instituciones resultan ser, de este
modo, apremiantes espacios de certificación.

Situación que se recrudece en la medida en que se establece que las


instituciones de educación superior deben mostrar --imperativamente-- una
adecuada eficiencia terminal ajustada a cada nivel y grado educativo. Cosa que
indiscutiblemente entra en la orbita de una concepción del mundo y de la vida
correspondiente a la competencia cataláctica. A la visión empresarial de la
sociedad. A ver en estas instituciones como verdaderas fabricas y sujetas a
esquemas de producción fordistas. Como una industria en la que toda acción
debe ajustarse a sus fines: ofrecer los mejores productos al mercado. La
analogía es sumamente drástica pero ejemplifica en grado extremo lo que se
piensa que es lo que ocurre en estos espacios de la sociedad.

Dicho lo anterior la cuestión de fondo que se problematiza y se debate


es la siguiente: que el dilema entre lo público y lo privado exhibe una
contradicción histórica y política al quedar en entredicho las cualidades y
virtudes atribuidas al mercado con lo que es un principio y valor irrenunciable
de la sociedad moderna que se materializa como una sustancial función del
Estado: la educación pública. Lo que se observa es que la cataláctica como
idea y principio económico para la sociabilidad humana se opone tajantemente

8
a dicho principio y valor. Que es, como sostenemos, irrenunciable. En particular
por la fuerza emancipadora y civilizatoria que históricamente ha proyectado.
Cataláctica y educación resultan ser el producto de un conflicto de grandes
dimensiones e implicaciones sociales y políticas. En el que las de origen
ideológico nunca se mantienen al margen. Conflicto que, por sus dimensiones,
anuncia ser en este nuevo siglo el fondo de un drama histórico de enormes
proporciones. Pero que no excluye el temperamento tragicómico que adquieren
las reformas educativas impulsadas por todo el arsenal de la ingeniería social
neoconservadora. Como no excluye, por otro lado, la práctica de medidas
autoritarias inherentes al espíritu neoconservador. Por esto, al practicar lo que
critican, las diferentes banderías neoliberales promueven un horizonte histórico
en que sólo se vislumbra un terrible camino de servidumbre. Una nueva
sociedad totalitaria en la que o se acepta la servidumbre voluntaria o se
condena al infierno del fracaso a todo aquel que no entienda, no quiera o no
pueda ingresar al paraíso del mercado. Lo que olvidan los neoliberales es que
para llegar a tan prometedor paraíso es necesario pasar antes por la
destrucción de lo que definen o entienden es el monopolio de la educación
pública. O al menos reducirlo a su mínima expresión. Cosa que significa abrir
las ya de por si amplias puertas de la exclusión, la marginación y la pobreza
social.

3. Educación pública y mentalidad crítica.

La educación pública en todos sus niveles y por su propio impulso y desarrollo


histórico es, por excelencia y como se ha señalado, una de las instituciones
más respetadas y admiradas de la modernidad. La cualidad del proceso
civilizatorio que introduce radica en la capacidad que ha mostrado para
sintetizar en su interior las más grandes logros del conocimiento humano
reflejados a través de la ciencia y del Humanismo. En gran parte su identidad
como tal es, desde sus más remotos orígenes modernos, relacionada con las
grandes aspiraciones e inquietudes del movimiento humanista. Por tanto, con
los más grandes ideales referidos y relacionados con los deseos de libertad e
igualdad. Su espíritu crítico tiende a ser, de este modo, irrenunciable y
emancipador. Respondiendo así radicalmente al reclamo y contenido de los

9
principios y fundamentos de una racionalidad ilustrada que expresa su
indeclinable compromiso al señalar los modos de enajenación que produce la
moderna sociedad industrial de masas. Concretamente: el capitalismo. De este
modo, el enorme reto de la educación en general y en particular de la
educación pública, es sustraerse de los fines del mercado capitalista.

La cuestión de si educación es un vasto campo de adiestramiento en el


que es posible modelar la mente de los individuos al antojo y capricho del
gobernante omnipresente, es, a simple vista, tan descabellada como estúpida 5.
En particular porque, por fuera de lo caricaturesco de dicho modelo de
gobernante, éste no existe ni ha existido jamás incluso en lo que fuera el más
radical régimen absolutista o totalitario. El poder es, en efecto, un colectivo
político comprensible por su sentido e importancia histórica. Un colectivo socio-
político que encierra diversas estructuras y ramificaciones que definen e
implican a todo un complejo tejido social. Y, en especial, a ciertas y
determinadas fuerzas político-sociales. Pero jamás es algo que pueda ser visto
como un absoluto en que es imposible que exista el más mínimo resquicio de
libertad o de pensamiento crítico. El carácter omnipresente del poder serviría
así y de igual modo para hacer referencia al mercado capitalista como un
absoluto mistificado. Y nunca como una relación histórico-social concreta.
Como un absoluto que niega la posibilidad de comprensión del sujeto. Por ello
es que se piensa que el mercado tampoco merece ser visto como una realidad
absoluta que niega, por su propia naturaleza, toda capacidad crítica del
individuo. Al parecer es esto lo que propone el neoliberalismo como proyecto
educativo: negar o silenciar a la crítica social y científica como condición
necesaria para la reproducción de sus fines que no son otros más que el deseo
de perpetuar su esquema de dominación y control social.

5
Pensando en otros términos lo que refleja esta forma de razonamiento es una
hipóstasis que convierte al gobernante en un tipo de ser divino o tremendamente
diabólico. Alguien quien siempre resultara tener dones o poderes extrahumanos.
Mismos que --según esta lectura del caso--, son detectados en las aducidas o
anunciadas cualidades mesiánicas entre quienes aspiran ser o son ese tipo de
gobernantes. Es esta forma de considerar las cosas las que poco aportan a la
discusión seria sobre tales asuntos. Es decir, la caracterización de un régimen político.
Es, por otro lado, un modo de racionalidad que al llevar al extremo al individualismo o
robinsonismo metodológico como un método de análisis, en el fondo termina por no
explicar nada.

10
La educación como proceso emancipatorio supone la necesidad de una
conciencia crítica que al parecer hoy sólo pocos espacios de la educación
pública están dispuestos a sostener. Cosa que obliga a reflexionar seriamente
sobre cuál es el grado de dominación e implicación ideológico-política al que
puede llegar una fuerza política que, como la neoliberal, se empeña justo en
esto: suprimir por diversas vías al pensamiento crítico e emancipatorio. Pero al
no lograrlo por la coerción y por medios autoritarios, sabe que se coloca a un
paso del empleo de medios abiertamente totalitarios.

Desde su llegada al poder por los neoliberales el fenómeno educativo se


ha desarrollado de acuerdo a un cuadro catastrófico de carácter ascendente.
Su especificidad radica por ser reconocido por su estado de crisis profunda y
prolongada en la que los esquemas y planteamientos pedagógicos promovidos
a lo largo de la modernidad, se han desvanecido o simplemente han seguido
una franca vía de inadaptabilidad al volverse métodos obsoletos para una
sociedad en la que imperan los valores del mercado. Es decir, el lucro y la
expectativa del beneficio. Esta condición general de la educación en modo
alguno es privativa de nuestro país. Es una tendencia generalizada que se
reproduce con diverso grado de intensidad en prácticamente todo el mundo.
Pero no hay que alarmarse frente a esto. Por pensar que no es, como se cree y
afirma, una crisis de la modernidad. Menos aún es su crisis definitiva o
terminal. Simplemente es una crisis de los valores predominantes de las
formaciones sociales de los dos últimos siglos. En particular de los
anquilosados parámetros decimonónicos6.

En lo que respecta a México la educación arrastra un enorme déficit que


tiende a incrementarse considerable y preocupantemente. Son muchas las
causas del lamentable estado en que se encuentra la educación en el país. Y
éstas van desde los inaceptables altos índices de analfabetismo que ya se
antojan imbatibles, hasta los imponderables rezagos en desarrollo y creación
científica y tecnológica. En el caso de las ciencias sociales y las humanidades

6
Sobre esta cuestión ver en esp. Wallerstein, Immanuel. Conocer el mundo. Saber el
mundo. El fin de lo aprendido. Una ciencia social para el siglo XXI . México. Siglo XXI.
2001.

11
hay contrastes considerables que en todo caso merecen ser analizados por
aparte.

Por las características del sistema político mexicano la educación


pública se presenta más como un fenómeno social e histórico consistente en su
reinvención sexenal. Nunca como un fenómeno autónomo al que se le debe
dar continuidad y seguimiento. Es esto lo que ha legitimado la sospecha
neoliberal de ser el gobernante omnipresente quien impone qué es lo que se
debe estudiar. En cierto modo se reconoce que esto es una verdad que
siempre estuvo a disposición de la magnificación del poder y figura
presidencial. Lo interesante del caso es que los propios neoliberales
reproducen esta de por si deplorable condición histórica de la educación en
este país. Que es por cierto, el más grande obstáculo de la democracia en
México. Al parecer no hay indicios para superar esto. Por ellos insistimos: los
neoliberales gustan practicar lo que critican. Y por lo que se ve han resultado
ser pésimos alumnos de un sistema de dominación y control político que es
inaceptable desde su concepción político-económica y social. La comprensión
del fenómeno educativo pasa por el problema de tener que decidir en qué
radica su continuidad y si ésta es o no útil. Pues las rupturas sexenales son las
que prevalecen en todo intento de su comprensión. Sin embargo y por otro
lado, es sumamente cuestionable que en la actual administración pública, a la
par de arrastrar y cargar una profunda ilegitimidad de raíz, reproduce tal
esquema de dominación. Pero con la salvedad que, en su intento de
magnificarlo, agudiza las contradicciones del mismo. Reproduciendo de este
modo más sus vicios que sus virtudes. Es decir, los funcionarios y autoridades
hipotéticamente responsables de conducir y ofrecer soluciones a los retos de la
educación pública, piensan por derivación. Esto es, de acuerdo a lo que dictan
los organismos de planificación global como lo son el FMI, el BM, la OCDE. O
de acuerdo a lo que suponen es el pensamiento del gobernante en turno: el
presidente de la República.

La diferencia sustantiva que se encuentra entre lo que se entiende es el


viejo y el nuevo gobernante omnipresente no es sólo que éste último pretenda
reproducir un sistema de dominación anticuado y caduco mediante excesos

12
autoritarios sin eco o por medio del populismo mediático de derecha, sino en la
cuestión del gasto público destinado al rubro educativo. Lo que termina de este
modo por definir al populismo de izquierda o nacionalista y el de derecha,
mediático y cosmopolita, es que el primero cree que su legitimidad depende
del derroche de la hacienda pública mientras que el segundo se caracteriza por
su absurda tacañería en el gasto social en particular; acción que se cree es
virtud pública. De este modo, lo que agudiza la crisis de la educación no está
en la reproducción de prácticas políticas que se convierten por sí mismas en
innecesarias y vacías. El problema está hoy en el raquítico financiamiento que
se le otorga. Pretendiendo asfixiarla con tal deplorable recurso. Lo que al
perecer es la condición para revertir todo esto depende de que el Estado deje
de pensar qué es lo que se debe estudiar. Pues al parecer lo que hoy debe
hacer es, de acuerdo a la estrategia neoliberal, imponer hasta cómo hay que
estudiar. Cosa que suena exagerada. Pero que no lo es tanto si consideramos
el peso que las políticas neoliberales le otorgan al problema de la evaluación y
a la competencia como métodos efectivos en el proceso de enseñanza-
aprendizaje basados en su lógica de control social.

Por ello resulta que son ahora los nuevos ingenieros sociales o
neotecnócratas, enquistados en el poder quienes, sin contemplación alguna y
ante la carencia de un verdadero proyecto educativo nacional, deciden la
suerte de miles o millones de individuos al negarles el derecho a la educación.
Son estos nuevos ingenieros sociales quienes al identificarse plena o
parcialmente con el neoconservadurismo, sostienen que la demanda al
derecho universal a la educación simple y sencillamente les suena a
demagógica. Por ir en detrimento de lo que se afirma debe ser en esencia la
educación en este país: una práctica político-social de las elites y para las
elites. Educación de empresarios y para empresarios. Una verdadera
educación de calidad y excelencia sustentada de acuerdo a los criterios e
intereses de dichas elites. De ahí que:

―Una de las palabras clave, con capacidad de movilización


social, que van a promover los gobiernos e instituciones,
tanto conservadoras como neoliberales, es ―excelencia‖.
Mejorar la calidad de los sistemas educativos se hace

13
equivalente a buscar la excelencia. Pero…cuando desde la
Administración se habla de excelencia en educación, no se
refiere a excelentes servicios para el alumnado, excelentes
condiciones de trabajo para el profesorado o a unos
inmejorables recursos y óptimas estrategias de enseñanza
y aprendizaje para promover una educación con capacidad
de generar cambios sociales y democráticos en nuestras
sociedades. Por el contrario, el concepto de ―excelencia‖
obtiene su auténtico significado desde esferas de la
producción de bienes de consumo; desde modelos
gerencialistas fondistas y postfordistas, en los que los
estándares marcan los resultados del trabajo a realizar; a
partir de ahí, la excelencia traduce el grado en que el
producto final se asemeja a lo que establecían los
estándares.
`Algo que no se contempla en estas concepciones de
excelencia son las condiciones laborales, ni, en el caso de
la educación, la adecuación de los contenidos curriculares
y de recursos pedagógicos con las capacidades,
conocimientos previos, con el nivel de desarrollo de los
diferentes alumnos y alumnas, no con las condiciones
materiales y culturales en las que viven sus familias”7

Lo que se sostiene en contra de todo esto es que para nosotros la


calidad y la excelencia no tienen porque estar divorciadas de la
democratización que supone la inclusión del mayor número posible de
individuos en todo el proceso educativo. Así, lo que en definitiva debe ser la
educación para una concepción cerrada como la neoliberal, depende de la
posibilidad de medirla por la cantidad y variedad de la oferta. La calidad de los
diversos servicios que comprende la educación en sus diferentes niveles
pasaría a un segundo plano. Con mayor razón si éstos son de orden público.
Por ello, la calidad y todo lo que eso implique o lo que se quiera entender por
tal, se piensa más como parte del orden cataláctico que como parte de la
justicia social y del bienestar. La educación queda de esta forma sujeta a la
7
Torres, J. op. cit. p. 61. ―Introducir terminologías mercantilistas –continua afirmado
Jurjo Torres--- como ―excelencia‖ y ―competitividad‖ puede muy fácilmente servir para
generar una sociedad hiperindividualista, donde cada persona acaba viendo a cada
uno de los demás seres humanos como un rival, como alguien a quien derrotar. En el
fondo se trataría de concebir la vida como unos juegos olímpicos en los que el éxito de
cada atleta equivale al fracaso de aquellos con los que compite. El otro es convertirlo
siempre en rival a batir y no en ser humano con el que colaborar, que nos ayuda y le
ayudamos. Recordemos la clarificadora definición de Lester C. Throw nos ofrece de
este mecanismo en el que los neoliberales depositan tanta fe: ` Expulsar a otros fuera
del mercado y comprimir sus ingresos a cero –conquistar sus oportunidades de
obtener beneficios— es esto de lo que se trata cuando hablamos de competencia’ ―. Ib.
(cursivas nuestras)

14
frivolidad de un cambio social en el que las elites buscan reafirmar su poder y
dominio. A su propia reproducción. Y nunca en la materialización de un
ejercicio social igualitario e incluyente. Lo que termina por no entenderse por
ser en sí una muy cuestionable paradoja, es si de lo que trata la cuestión
educativa es de formar ciudadanos o empresarios. Formar ciudadanos o
simplemente individuos capaces de competir en un orden social regido por las
inviolables leyes del mercado8. Es decir, a los criterios de toda la ideología
empresarial. Criterios que, como ya se ha dicho, termina por valer más el
patrimonio familiar, corporativo o clientelar. El nepotismo, amiguismo y
compadrazgo. Pues el mérito y el talento son ilusión.

En el caso de la universidad pública la mayor e inocultable pretensión y


obsesión que siempre ha manifestado el neoliberalismo es subordinarla a este
esquema global de reproducción de la sociedad. En particular porque lo que se
cuestiona desde un posicionamiento crítico del orden social imperante es a la
naturaleza de su sistema jerárquico. A la forma en cómo se formula la relación
mando-obediencia en la que lo que termina por ser lo más importante es el
dinero. Para el neoliberalismo una cuestión esencial es lograr la domesticación
o subordinación de la universidad pública al mundo del mercado. Por sostener
que en la medida en que esto se logre, la existencia del individuo como
socialmente aceptable y exitoso, será más que nada un hecho natural y no
cargado de contrasentidos y conflictivos como ocurre hoy. La asimilación del
individuo por el orden cataláctico se comprende por la capacidad para
convertirse o convertirlo en un ente troncal. En alguien a quien su capacidad
crítica y comprensiva requiere ser obstaculizada en la medida en que sólo debe

8
Sobre tal asunto si debemos de ser sumamente claros. Lo que están implicando y han
implicado las estrategias de dominación neoliberal es, entre otras muchas cosas, la
destrucción de la ciudadanía como concepto significativo. Pensar que es posible la
reformulación de la ciudadanía a partir de la ideología y filosofía política neoliberal o,
peor aún neoconservadora, o es pecar de ingenuidad o es no entender nada del
asunto. Pues pensar al ciudadano significa pensar una forma concreta de republica y
de vida republicana referida a dos cuestiones fundamentales: la búsqueda del bien
común y la búsqueda del bienestar. Y esto, como se observa, es imposible realizarlo
incluso es su pretensión mínima o más elemental, a través del poder de los
neoliberales. De hacerlo o pretender hacerlo es caer, inevitablemente, en un juego de
simulaciones en los que la republica o el espíritu republicano sería algo sin forma ni
sustancia. Es continuar despreciando a las instituciones fundamentales de la
modernidad como lo son es este caso las que se encuentran íntimamente relacionadas
con la educación pública.

15
aceptar los conocimientos que le son dados y que se producen en otras
latitudes de su realidad social. Es a esto lo que definimos como colonialismo o
colonización mental eurocentrista y pro-estadounidense. Como es lo que lleva
a ciertos filósofos mexicanos a sostener que en México y en Latinoamérica no
hay filosofía. Y si un enrome rezago científico y tecnológico. Razón de más
para quitarla de en medio comenzando con los diferentes sistemas de
bachillerato o educación media superior de la región9.

La comprensión como fuerza crítica y liberadora se oscurece al ser


negada la capacidad de producir y reconocer conocimientos propios o
generados al interior de su propia realidad histórico-social. Así, lo que en
verdad llega a ser lo importante es la información y no el conocimiento o la
capacidad para producirlo y promoverlo. Pero lo más importante es que el
individuo no manifieste ninguna forma de conciencia sobre su situación social.
Sobre la condición de su ser histórico. El objetivo de la educación es motivar el
conformismo y no al juicio autónomo sobre la realidad. Los límites de la
comprensión quedan establecidos y restringidos por el proceso de
naturalización de la injusticia y desigualdad social. Pues la legitimidad de la
sociedad neoliberal y la viabilidad de su reproducción como tal, depende de
esto: de naturalizar a la injusticia y desigualdad social de forma y grado tal

9
A simple vista esto puede parecer el problema central que motiva la ya muy
ampliamente inquietud neoliberal y neoconservadora de suprimir la enseñanza de la
filosofía en este nivel escolar. Pero desde otra óptica y considerando la enorme
complejidad del asunto o problema de la universidad pública en particular en los países
del Tercer Mundo, lo que todo esto revela es que estas instituciones deben
desempeñar un papel trocal y subsidiario en el actual procesos de producción del
conocimiento científico. Es decir, estas instituciones, nuestras instituciones, no deben
competir con las universidades o centros de desarrollo científico y tecnológico de los
países centrales. Como tales, es decir como instituciones reproductoras y
consumidoras del conocimiento que se produce y genera en los países centrales,
incluyendo entre estos conocimientos a los que se producen incluso en el campo
filosófico, la universidad publica del Tercer Mundo debe remitirse, bajo la actual forma
de desarrollo de la cooperación social o en el actual proceso por el que atraviesa la
configuración de la división internacional del trabajo, a producir y garantizar una fuerza
de trabajo dócil y de ser posible, domesticada pero altamente calificada, para ser
empleada según los requerimientos de las grandes trasnacionales. Los famosos pero
inaceptables recortes al presupuesto de la universidad pública así como a la ciencia, la
tecnología, las artes y el cine nacional se explican a partir de esto: que la competencia
es una ideología que conforma a un sistema de dominación en la que no es necesario
que participen nuevos agentes. Pues éstos pueden romper el actual esquema de
acumulación capitalista. Y al parecer a nuestros vecinos del norte no les interesa tener
una potencia económica en lo que consideran es su traspatio.

16
que no se pueda criticar o juzgar un orden social basado en la explotación y la
jerarquía como lo es el que establece e impone la sociedad neoliberal.

4. El problema educativo y el problema de los intelectuales.

La crisis de la educación es también la crisis de los intelectuales en su papel


protagónico y orgánico. Significa su desplazamiento por un nuevo tipo de
agentes encargados de reproducir las formas de conocimiento de acuerdo a los
múltiples reclamos, exigencias y necesidades del mercado. Es la crisis del
intelectual tradicional de la modernidad como ser ilustrado y crítico de su
circunstancia. En otras palabras, es reflejo de la crisis de la modernidad. De su
agotamiento o cansancio10. De su falta de nuevas propuestas y alternativas que
vayan más allá de su defensa en contra de sus enemigos y detractores. Es una
crisis de la modernidad fundamentalmente focalizada en el cuestionamiento a
su imaginario emancipador e igualitario. Es, entre otras tantas cosas, la
adopción resignada a una sociedad sujeta a intermitentes procesos
modernizadores sin modernidad. A un mundo en el que las ideas se resisten a
convertirse en ideología. Es decir, en principios sistemáticos para la
comprensión de este tiempo presente. Para la comprensión de un tiempo
conflictivo en el que la educación en modo alguno merece ser pensada como
algo aparte. O como un fenómeno aislado de todo y en el que el grave
problema de nuestro tiempo consiste en la enorme incapacidad de ser
modernos frente a una realidad en el que se asegura que no hay horizonte de
futuro más allá del mercado.

10
A partir del debate sobre el problema de la Modernidad y de la crisis que enfrenta
desde finales del siglo XX, existen diferentes denominaciones que tratan de determinar
cuál ha sido su sentido y cuál es su actual condición. Entre ellas encontramos la de
Patxi Lanceros quien la define y caracteriza como cansada. Lanzaros, Patxi. La
modernidad cansada. Madrid. Libertarias. 1994. ―Hoy, --dice este filósofo de la
universidad de Deusto (Bilbao), España--, nuestra modernidad cansada mira
melancólicamente hacia el pasado, hacia aquel tiempo de lozanía en el que fue capaz
de excitar a Europa. Cabe complacerse de detenerse en la contemplación, cabe la
añoranza. Es posible pasar revista y tomar nota de aquellos extremos del proyecto
ilustrado que no se han cumplido. Cabe hablar de Ilustración incompleta o inacabada.
El sino de la filosofía de este tiempo indigente será entonces guardar celosamente los
tesoros del pasado, gestionar discretamente la vieja herencia, los ya escasos haberes
del proyecto moderno‖. Ibidem. p. 30.

17
Pero lo importante del caso es que a pesar de todo esto y de ese mundo
en el que se pretende incluso naturalizar la desesperanza al sostener que no
existen otras alternativas, seguimos en el mismo pensando que la voluminosa
masa de conocimientos que a diario se generan y que son socializados por
diferentes medios formales e informales, no quedan reducidos al campo de una
neutralidad pura como es lo que se pretende que sea ésta: santo y seña de la
época. Y urgente necesidad de pactar con un tiempo presente en el que no
pude haber espacio ni tiempo para la crítica. Necesariamente todo esto merece
una lectura más seria que la simple inquietud de no querer identificarse y
comprometerse con la formulación de ciertos valores ético-políticos. En
especial los que reclama la modernidad como una filosofía político-social que
nace de la necesidad de establecer un serio y profundo compromiso ético-
político con el otro. Como una filosofía o como una concepción del mundo y de
la vida que no se empantana o engolosina con el filisteísmo o en la filantropía.
En un simple humanismo denunciativo. Menos aún cuando éstas son
incapaces de ocultar su carácter instrumental. Pero que tampoco tiene interés
en que el intelectual recobre su papel protagónico formulando consignas
exclusivas para la protesta callejera.

De este modo es natural que el intelectual, como hombre crítico e


ilustrado, no tenga lugar en la república empresarial. Asumiéndose de este
modo como parte de la tradición ilustrada11. Pues ésta, la república
empresarial, reclama su expulsión. Por esto a nadie debe sorprender que el
interés de expulsar a la filosofía y a las humanidades en general del sistema
educativo medio superior del país, era algo más que esperado por encontrase
tal urgencia, no en la filosofía de los próceres o padres fundadores de la
economía y filosofía política neoliberal pues ellos fueron profesores y
académicos que defendieron a la filosofía como a la libertad de cátedra; pero si

11
―la modernidad nació, sin embargo, con proverbial tendencia al desacato. El primer
gesto moderno es inconformista y revolucionario, se complace en la destrucción del
orden antiguo y pretende instaurar uno nuevo. En ese gesto totalizador,
omniabarcante, se concilian lo racional y lo irracional, el proyecto y la esperanza, el
programa y el sueño. No se puede entender lo moderno haciendo caso omiso de esa
complicidad inicial, abstrayendo el elemento programático y reparando meramente en
sus logros y fracasos. En su apoteosis inaugural, en su ulterior desarrollo y en su actual
crisis, la modernidad es síntesis (incompleta) de razón y pasión. Lanzaros, Patxi. Op.
cit. p. 38.

18
entre quienes la instrumentalizan desde las atalayas del poder. Lo que debe
extrañar es que esto haya ocurrido de manera bastante tardía una vez que se
plantea que tal problema era y es una necesidad del autoritarismo o
totalitarismo neoliberal. Esta es una cuestión estratégica irrenunciable. Como
es también lo que refleja la extralimitación del poder que –curiosamente--
ocurre en tiempos de crisis y decadencia de un determinado sistema de
dominación. Tal y como fue, por ejemplo, el caso de la decadencia del Imperio
romano.

―Además, mientras las luces se veían de esta suerte


restringidas a las clases dominantes, los que hallaban
las letras accesibles tenían frente a sí las exigencias de
escuelas de opinión rivales, como sectas, para
disputarse el dominio sobre la mente humana, en
realidad no acertaban a procurar bases para la unidad
espiritual. Muy al contrario, lo que promovían eran
tendencias de desintegración que sólo la fuerza física
conseguía atraillar. Vespasiano, con aguda mente
campesina, había dicho de los ideólogos: ―No le pego al
can que me ladra‖. Con todo, individuos vagamente
llamados ―filósofos‖ eran tenidos, en general, por
sospechosos en el regnum Caesaris y, en más de una
ocasión, el gobierno se empeñó en purgar la sociedad
de influencias subversivas, expulsando a aquéllos de la
urbe.
`Las actividades de tales hombres sirven para ilustrar la
máxima que las sociedades mueren por la cumbre‖12.

Ahora bien, no se trata aquí de hacer una defensa de los pensadores


más brillantes que formaron lo que hoy conocemos por neoliberalismo. De
muchas maneras siempre manifestamos nuestra profunda discrepancia con lo
que entendemos que es esta filosofía de la explotación y desigualdad social. Lo
que aquí se señala es solamente que esta neotecnocracia en el poder no evita
caer en ciertos excesos siendo éste, la expulsión de la filosofía y la contribución
a la generación del conocimiento crítico a través del proceso educativo, el que
mejor habla de su pensamiento como un pensamiento visceral. Que como tal
quiere romper con lo que es ya una larga tradición de siglos como lo es y ha

12
Norris, Cochrane, Charles. Cristianismo y cultura clásica. México. Fondo de Cultura
Económica. 1992. p. 165.

19
sido hasta este momento la enseñanza de la filosofía orientada a la formación y
educación crítica de los jóvenes. Lo que devela esta posición visceral es la
voracidad de un poder que cree que no tiene freno alguno.

Son a esos irrefrenables apetitos de poder los que deben ser


cuestionados por una simple razón: por la incapacidad que muestran para
comprender los tiempos de la historia y de la política. Cabe mencionar que no
se hace referencia a ninguno de los personajes que protagonizaron esta
experiencia que no merece quedar relegada a los anecdotarios de la historia de
la filosofía en México. Pues, como se señala, esta es una pretensión que forma
parte de la estrategia global de la dominación y control neoliberal. De una
estrategia que no cejara hasta no lograr quitar de en medio todo aquello que
cree que le estorba. En este caso particular lo que estorba es la filosofía al
interior de las instituciones de educación pública media superior y superior. El
argumento que se da es bastante simple: que nuestra sociedad no requiere de
filósofos y humanistas. Lo que necesita son empresarios pero sobre todo
trabajadores destinados no solamente a nutrir las fábricas sino a todas las
ramas de servicios que existen y que supuestamente prosperan de acuerdo a
las expectativas y beneficios del mercado. O bien, que requiere de la formación
de filósofos siempre y cuando éstos estén dispuestos a ser parte de la
servidumbre dócil de los empresarios. Es decir, que estén dispuestos a hacer
filosofía de y para empresarios. De escribir y dar cursos exclusivamente sobre
ética y política empresarial. Cosa importante. Sin lugar a dudas. Y que debe ser
apoyada y defendida bajo la idea de sostener un urgente como necesario
pluralismo filosófico en este país. Lo inaceptable es creer que el futuro de la
filosofía pero sobre todo del filósofo se encuentra en esta nueva modalidad de
pensar al quehacer filosófico en este país.

De nuestra parte creemos que el problema no es quién ofrece los


mejores argumentos en la defensa o negación de la filosofía; el problema es de
orden político y así debe ser visto y tratado. Con el agregado de que en esta
tarea de querer convencer a los que ya están convencidos de su proyecto de
dominación, resulta inútil querer convencerlos de lo contrario. Aquí no hay
conversión posible. Menos aún cuando lo que esperan es el ascenso en el

20
intricado laberinto de la burocracia política. De realizar su egotismo bien
entendido. Dicho esto es comprensible porque para cualquier fuerza político-
social en el poder o que espire a él es necesario que, en lo que respecta a la
cuestión educativa, formule continuamente los términos de su eventual
hegemonía. Pero sobre todo al tipo de intelectual que cree que debe ser el
principal agente y soporte de todo el edificio social. Particularmente en todo lo
que atañe a la reproducción del mismo. De esta forma es importante decir que
aunque no lo crean los neoliberales por los motivos que sean, seguir educando
a los jóvenes con la lectura de Platón, seguir enseñando a filosofar con Platón
y su imperecedera República imaginaria, es muy saludable para nuestra
sociedad en la que se cree debe seguir los pasos de la república empresarial.
Es decir, la vida pública en la comunidad política pero sin política. Una
república sin espíritu republicano. Una ciudadanía sin sentido de comunidad.
Sin virtudes ni principios republicanos. Sin amor a la patria y sin proyecto de
nación.

5. ¿Qué ocurrió?

No es difícil sospechar que en el reciente ataque a la filosofía y el intento de


suprimirla de la educación media superior lo que iba a ocurrir era una nueva
guerrilla intelectual. Limitada a la experiencia nacional pero que ya estaba en
marcha a nivel global una vez que fue impulsado el tristemente celebre Plan o
Proyecto Bolonia13. Desde nuestro muy particular punto de vista lo que en
verdad ocurrió es que los neoliberales encargados y responsables de poner
esto en marcha --al proceso de conversión global de la educación pública--, no
hicieron bien y a tiempo su tarea. Y cuando se atrevieron a hacerla ya era
bastante tarde. Por la simple razón de que en el ambiente económico se
advertía la crisis en ciernes y de algún modo se presentaba lo que queremos
dar a entender por declive de la era neoliberal. Lo que se sabe es que ante

13
La famosa Declaración de Bolonia fue firmada por los Ministros de educación de la
Unión Europea en 1999. A partir de esa fecha da inicio toda una campaña y toda una
estrategia global tendiente a convertir a la universidad pública en empresa mercantil.
La resistencia a dicho proyecto ha sido la razón de múltiples protestas estudiantiles
pero que no han logrado, hasta donde se sabe, frenar el sentido de dicho proyecto de
conversión educativa. Por su importancia es la crítica al mismo el centro de esta
guerrilla intelectual abierta por el neoliberalismo.

21
todo lo que ocurrió en esto que queda como una simple escaramuza
intelectual, se tuvo que recular con lo que se antojaba era una decisión
indeclinable y, peor aún, inatacable. Pero si es cierto que esta decisión
obedece a un mandato superior, a las impositivas medidas económico-políticas
de los organismos internacionales como el FMI, BM o la OCDE, lo que se tiene
es un panorama de alerta. Pues es bastante seguro que se insistirá en esto
hasta no lograr satisfacer plenamente los fines de esta estrategia global de
conversión educativa. El medio de lograrlo es expulsando a la molesta filosofía
y a sus inseparables compañeras: la política, la ética, la historia y la literatura14.

En todo este problema lo que no deja de sorprender es el cinismo de


ciertas autoridades quienes, agazapadas en el poder y en el amiguismo
presidencial, deciden autoritariamente qué es lo que se debe estudiar.
Desplazando de esta tarea y compromiso a maestros y profesores
responsables de la enseñanza de la filosofía. Pero, ¿es qué en verdad los
neoliberales discípulos de Karl Popper no entendieron nada del estalinismo, de
ese aberrante sistema de dominación burocrático-totalitaria que tanto
criticaron? No comprendieron nada de los setenta años de dictadura priísta en
México. De los otros sistemas totalitarios que constituyeron –hipotéticamente--
la razón de ser de ellos mismos. Es que se está ahora frente al funcionario
omnisciente que sabe mejor que nadie qué es lo más conveniente para los
jóvenes de este país. Por qué deciden ellos qué es lo que se debe estudiar. Por
qué este empeño en convertir por enésima vez a la educación en un campo de
conflicto que tiende a ser polarizado en la medida en que la sociedad se resiste
a tal conversión de la educación pública. A este cambio de mentalidad cuyas
sedimentaciones son más visibles y profundas, históricamente hablando.

Lo que se quiere al interior de esta estrategia global de conversión


educativa es romper con las ideologías de la modernidad identificadas con

14
Es muy importante decir esto: en este reciente conflicto la acción oportuna del
Observatorio Filosófico así como del Circulo Mexicano de Profesores de Filosofía y la
Asociación Filosófica de México jugaron un papel de gran relevancia. Debemos
agradecer a todos los colegas y amigos que estuvieron involucrados directamente en
este proceso su entusiasmo indeclinable y oportuno. Hace falta mucho para analizar en
verdad qué ocurrió pero por el momento nos conformamos con decir que este triunfo
se lo debemos en particular al Observatorio Filosófico.

22
valores y principios igualitarios. Producto de una subjetividad crítica que
considera a la libertad de elección como una filosofía banal en la que resulta
que la libertad individual se determina por la balanza de pago de cada quien y
no como un largo proceso de construcción y reconstrucción de la vida en
sociedad. O incluso como una invención del individuo en base a un proyecto
solidario con todos sus semejantes quienes son objeto de la injusticia y
desigualdad social que priva en esta sociedad. Al descubrimiento de su
vocación y compromiso social. El drama de la modernidad queda así definido
como un eterno conflicto entre libertarios e igualitarios. En una concepción
histórica de signos definitivamente irreductibles. Mismo que hasta hoy la
educación pública ha querido superar al ser pensada como tal vez el único
espacio institucional con el que se quiere limitar a los impresionantes niveles de
desigualdad social que genera la sociedad industrial de masas. De alguna
manera la función de la educación pública dependía de la capacidad para
amortiguar el conflicto de la estratificación social. Al brindar una vía de
movilidad social. Es decir, al mostrar qué es verdaderamente una sociedad
abierta. Una sociedad radicalmente liberal en el sentido de la negación y
supresión de los privilegios sostenidos a través de la riqueza patrimonial o
corporativa. Del infame amiguismo, compadrazgo, nepotismo y clientelismo.
Pues recordemos que las virtudes y habilidades políticas y públicas de muchos
de los funcionarios que emprendieron este intento de suprimir a la filosofía de
la educación media superior, parten y se mantienen por su amistad con el
Presidente de la República. Quien, como se sabe ampliamente, lleva por origen
el sello indeleble de la ilegitimidad.

El mito de la superioridad de la educación privada sobre la pública, como


quizá ya se comentó anteriormente, no tiene fundamento alguno por fuera de
hacer creer que --entre quienes optan por tal modalidad-- la educación privada
es superior en calidad por el hecho de que al pagar por este servicio se
establece el compromiso de ser mejores estudiantes. Pagar por estudiar
incluso en las instituciones más prestigiadas del mundo, no es garantía de
nada. Pues, como se dice coloquialmente, ser doctor en tal cosa no quita lo
tonto. Ni nos hace más humanos o superiores a nuestros semejantes. Tal vez
más cretinos y soberbios, sí. Es esto exactamente lo que ocurre en el caso de

23
la educación privada: que no convierte a nadie en alguien superior por el simple
hecho de gozar de una posición económica privilegiada con respecto a la
inmensa mayoría de la población.

La idea bastante generalizada es que la educación pública por ser


gratuita o relativamente gratuita, no nos responsabiliza ni compromete en nada.
Pero, como se sabe bastante bien, la educación en cualquier nivel que sea
pensada es sumamente costosa. Razón que explica el interés de convertirla en
un servicio que reporte beneficios a los particulares que inviertan en ella como
consumidores y ofertantes, y no en continuar manteniéndola como una
cuestión de interés público.

Al no ser posible esto por las razones expuestas y por muchas otras, la
estrategia neoliberal ha consistido en convertir a la educación pública en un
espacio deplorable. Y en no pocas excepciones, miserable. Cosa que se
agudiza mediante la confusión que existe hoy en todo el amplio espectro
educativo. La confusión es acompañada por un insoportable y cínico
autoritarismo de parte de las autoridades responsables de responder a los
problemas que plantea el proceso educativo en cada una de sus
particularidades. Confusión que permite convertir en virtud el dulce fare niente,
hasta la ausencia de un verdadero proyecto de reforma educativa a nivel
nacional. Un proyecto que no mida a los individuos por su capacidad o
posibilidad de pago. Por su relativo potencial crediticio. Pero que tampoco los
convierta en deudores eternos de su proyecto de vida. De su elección como
práctica de la libertad en una sociedad libre que respeta, apoya y protege a
dicha elección. Pero vale decir, lo que a los neoliberales les interesa es que los
individuos tengan deudas y no dudas.

El esperado retorno del viejo intelectual combativo y comprometido con


las causas profundas de la modernidad es, a todas luces, más que imposible.
Este es ya un personaje histórico. Otro pretérito más. Las razones de esto
último son variadas pero entre ellas sobresale por su importancia y significado
la especialización como producto y resultado del nuevo racionalismo el cual
está también referido al problema de la reproducción y socialización del

24
conocimiento humano. La esperada agresividad del autoritarismo neoliberal es
más sensible en todo lo que implica el problema del gasto en educación. La
cuestión aquí es, por lo que señala la experiencia, que los neoliberales
consideran que el gasto en asuntos militares es más importante para el
sostenimiento del mercado que el gasto en educación. Gasto que va desde el
totalitario Plan de Seguridad Nacional por el Imperio Americano hasta el
combate al terrorismo y la lucha contra el narcotráfico. Este es un razonamiento
y argumento bastante extendido que en general explica los motivos de la
inaceptable oposición al gasto en educación15.

6. Especialización y educación en el mundo global.

En el mundo global la especialización se convierte en una pretensiosa especie


de nueva sabiduría que apunta hacia nada. Por ser reducida a una sabiduría
práctica que se resiste a ser sometida al sano juicio crítico como es lo que tal
vez ocurrió en el tránsito de la tradición humanista al arribo de la ciencia
moderna. Es decir, al momento en que la filosofía decidió su suerte al tener que
optar entre la ciencia moderna y la retórica16. La derrota del Humanismo es,

15
¿Por qué ocurre esto? ―La respuesta –como observan Paul Baran y Paul Sweezy-- es
sencilla: el sistema educativo, tal y como está constituido actualmente, es un elemento
decisivo en la constelación de privilegios y prerrogativas de las cuales el principal
beneficiario es la oligarquía adinerada…El sistema educativo no es un conjunto
homogéneo. Consta de dos partes, una para la oligarquía y otro para el resto de la
población. La parte que sirve a la oligarquía es ampliamente financiada. Es un privilegio
y una insignia de posición social pasar por ella. Y el hecho mismo de que sirve sólo a
una pequeña parte de la población es precisamente su característica mas precisa y
mas celosamente guardada. Esta es la causa de que cualquier intento de generalizar
sus beneficios esté destinada a ser combatido tenazmente por la oligarquía. Quizá ésta
es también la razón fundamental de la fuerte oposición a la expansión de programas de
ayuda federal a la educación…El igualitarismo de la ideología capitalista es una fuerza
que no debe descartarse con ligereza. A la gente se la enseña, desde la niñez y por
todos los medios concebibles, que todos tienen iguales oportunidades y que las
desigualdades que saltan a la vista no son el resultado de instituciones injusta, sino de
sus dotes naturales superiores…Toda sociedad de clases viable debe presentar un
método por medio del cual pueden ser seleccionados los cerebros y talentos de las
clases bajas usados por, o integrados a las clases altas…El ideal de oportunidades
para todos podría realizarse solo mediante la abolición de privilegios de las clases altas
y no poniendo estos privilegios a disposición de grupos selectos de las clases bajas.
Esto sencillamente fortalece la estructura de clase inyectando sangre nueva a las
clases altas y despojando a las clases bajas de sus dirigentes naturales‖. Op. cit. pp.
137-9. Como es, por otro lado, sostener a las elites y sus pretensiones aristocratizantes
bajo un régimen de simulación democrática.
16
Sin la pretensión de abrir aquí un nuevo debate, entendemos por retórica no al arte
de la persuasión, sino a la capacidad de develar discursivamente al mundo en sus
relaciones y en su complejidad. En este sentido lo que se comprende por filosofía no es

25
como se sabe, la derrota y abandono de la búsqueda de sabiduría. Quedando
libre el camino a la ciencia moderna como única fuerza que ofrece una
importante garantía moral e intelectual para el conocimiento objetivo del mundo
externo en su doble modalidad: como mundo natural y como mundo social. Si a
partir del arribo de la ciencia moderna el mundo es cómo es, eso es otra
cuestión. Que tiene que ver mucho, en efecto, con el ideal moderno de
convertir al hombre en amo y señor de la naturaleza. Un principio ontológico de
múltiples significaciones filosóficas que se reducen hoy a una crítica referida al
problema de la devastación ecológica o a lo que ya se observo anteriormente:
al problema de la irresponsabilidad que distingue a la sociedad de consumo
actual, a la sociedad opulenta, que es redimensionada al difundir en esos
valores a la sociedad de mercado como una sociedad sin limites en la
búsqueda del beneficio económico.

Para el neoliberalismo el individuo es, en su proceso de configuración,


un pedazo de cera. Es un ser moldeable desde su más tierna infancia. Lo que
importa es no imprimir en él cosas que eventualmente llegan a ser fastidiosas.
Por ejemplo, el reclamo de su identidad por fuera de los valores sistémicos de
a sociedad de mercado. Para evitar esto es necesario suprimir la Historia como
referente en la configuración de una identidad nacional. Suprimirla o hacerla
pedazos, para el caso es lo mismo. No tener conciencia histórica es lo que
encierra el misterio del por qué los neoliberales rechazan al historicismo,
prefiriendo darlo por muerto. Lo fastidioso es también la búsqueda de sabiduría
o la búsqueda de la verdad científica por fuera de los marcos de su eventual
mercantilización. Lo único que en verdad cuenta es que esa cera moldeable
piense correctamente. Que se convierta en una mente bien orientada. Es decir,
como un individuo que sabe que es miembro y parte de la sociedad de
mercado. Que piensa como empresario en un mundo social en el que sólo
cabe la acción humana como acción empresarial. Lo que se espera de él es
que desarrolle la sabiduría práctica como lo que es: egotismo bien entendido.
Capacidad de asimilar la información adquirida por medio del proceso
educativo. Información adquirida también informalmente pero que debe ser

la persuasión sino la reflexión y problematización crítica de las cosas de este mundo


que nos toco vivir.

26
signada a su ambiente social de acuerdo a sus relaciones patrimoniales y
corporativas. Si carece de ellas, peor para él. En todo caso lo que significa esta
información es convertir al otro en un medio para la satisfacción individual de
las propias necesidades y deseos. En un medio para cualquier fin relacionado
con el beneficio y su metamorfosis en dinero y propiedad. En otros términos, de
lo que se trata es educar con base a una nueva mentalidad configurando un
nuevo sentido común en el que el éxito individual depende, como se ha dicho,
de la capacidad y cuidado de la balanza individual de pago y capacidad de
crédito. Es simple praxeología como principio de la razón cataláctica. Pero
lograr este objetivo o fin del proyecto neoliberal significa destruir y superar
inercias históricas que tiene que ver con antiguas formas de comprender y
hacer las cosas.

Significa romper las estructuras de toda una tradición de siglos. Y esto,


en términos del proceso civilizatorio, implica mucho tiempo. Cosa que el
neoliberalismo no está en posibilidad de hacer. Pues existe por hoy una muy
marcada impaciencia que es detectada en las prisas por imponer su visión y
dominio del mundo contra viento y marea. Por ello, en lo que más se empeñan
con el mayor éxito es en llevar a la ruina a toda la educación pública.
Manteniendo ciertos limites tolerables entre la educación para las elites y la
educación para las masas. Pues después de todo no saben que hacer con los
excluidos. Conviene recordar que por ser un monopolio duro de reventar por la
fuerza de sus raíces históricas, políticas y socioculturales y, si se quiere, por la
suma de intereses acumulados que en especial tiene que ver con el poder
sindical; cosa que todo buen neoliberal en su sano juicio le resulta inaceptable
si es que en verdad es honesto. Y por ser –definitivamente-- una invaluable
institución tradicional y potencialmente igualitaria, el neoliberalismo es también
prisionero de la incertidumbre en cuanto sabe que las cosas del mundo no
caminan ya a su favor. Lo que quiere decir que en las prisas y presiones que
viven la educación emerge como un problema que es preferible reventar antes
de que de adquiera un nuevo giro socializante.

Pero cabe señalar que desde sus más remotos orígenes humanos la
cualidad intrínseca del conocimiento humano radica en el potencial socializante

27
y democrático que posee. De ahí porque se resiste en ser otra vulgar
mercancía al servicio del mejor postor. Y hay que decirlo por su importancia, el
copyright y las patentes son, por su naturaleza, las medidas más antiliberales
que existen. Vulgar exégesis de prácticas monopólicas.

Lo que jamás perdonaran a la educación pública pero sobre todo a la


universidad pública, es su éxito. Ser un modelo y significar una valiosa
experiencia a seguir. Que contrasta radicalmente con los esfuerzos de la
universidad privada. Un hecho irrefutable que visto desde la competencia
cataláctica, señala simplemente, entre otras tantas cosas, el fracaso de la
educación privada. Hay que recordar que lo que nunca y por ningún motivo
está dispuesta a reconocer una mentalidad autoritaria es el éxito del otro. Por
ello es absolutamente comprensible el castigo y desprecio que se le da a la
universidad pública desde las estructuras del poder neoliberal. Cosa que
incluye los siempre cuestionables recortes presupuestales o por medio de los
tristemente celebres criterios de evaluación que llegan a pesar como un fardo
al interior de la vida universitaria.

Ante la falta de un proyecto educativo propio y ajustado a las


circunstancias actuales, los neoliberales optan --muy cómodamente--, por
imponer a la educación pública infinidad de mediadas de evaluación.
Transformando de este modo al Estado en una institución evaluadora y, en el
fondo, sujeto a la simulación. Diciendo las cosas con mayor precisión, el
problema de la educación pública no está en la educación elemental. El
verdadero problema se localiza en la educación universitaria y media superior.
Y éste parte de la imposibilidad de convertirla a las exigencias del mercado.
Por ello es mejor seguir generando especialista como un recurso que al
fragmentar el conocimiento y al dificultar la comprensión, facilita la
incorporación del individuo a los reclamos del mercado a partir de la división del
trabajo que exige el nuevo orden social. En especial, el orden social impuesto
por las corporaciones. A partir de lo que es para el neoliberalismo esta fase de
la cooperación social orientada a la reproducción de toda la sociedad.

28
7. Un islote socialista.

Al igual que cualquier otra institución pública o privada, las instituciones


educativas en general se desenvuelven y desarrollan practicando una peculiar
relación endógena que es comprensible si se logra penetrar en lo más profundo
de su rutina cotidiana. De tal práctica depende en gran parte su capacidad de
auto reproducción. Es un problema que tiene que ver con las formas y métodos
de reclutamiento que generan o requieren instituciones como la universidad
pública en particular. Pero tal fenómeno no es exclusivo de la institución
pública. En la universidad privada se presenta este fenómeno de modo más
peculiar sobre todo si en ella existen desplantes confesionales. O
extremadamente conservadores. Lo que si emerge como un hecho peculiar es
que en una sociedad como la nuestra la universidad pública en particular se
piensa y defiende como una institución pública muy respetable por su función y
compromiso social. Sin embargo, a pesar de esto no deja de ser vista por
algunos sectores sociales como una institución que es preferible aislar. Es,
como lo considera Milton y Rose Friedman refiriéndose a la educación pública
en general durante el bienestar: “un islote socialista en el mar del mercado
libre”17. La peculiaridad de este islote es que resulta ser identificado como un
territorio de resistencia a toda retórica de intransigencia de corte neoliberal.
Cosa que no quiere decir que en su interior no se muevan fuerzas y
concepciones que tienen que ver con ideologías identificadas con dicha
retórica. O con una militancia que lucha por romper definitivamente la defensa
de la igualdad entre los universitarios. Son estas fuerzas las que quieren ver a
la universidad pública reducida a una situación similar a la que se ha conducido
a la educación pública en general. Es decir, a una condición deplorable. Como
son las mismas que aplauden sin ningún rubor, no sólo la reducción del gasto
en educación sino que esperan que esto se traduzca en un acontecimiento
absoluto, es decir, en no otorgar ningún tipo de subsidio estatal a la educación
publica. Se supone que con una política consistente en el ahorro del gasto
social la sociedad podría recuperar su salud económica evitando el derroche y

17
Friedman, Milton y Rose. Libertad de elegir. Op. cit. p. 216.

29
dispendio que implica tal gasto. Que a la par de sostener a una impresionante y
pesada burocracia ociosa e ineficiente, destina esos recursos a un sector que
debe saber sostenerse por sus propios medios en vez de fomentar el
igualitarismo socialista. Pero tal ahorro no tiene ningún fundamento por fuera
de lo que aquí se insiste que es parte de una estrategia política que sirve para
reforzar el modo de dominación neoliberal. Una dominación que ha llegado al
absurdo de afirmar que si los pobres ahorran más, es posible suprimir el déficit
fiscal provocado por los “altos y costosos subsidios” que son destinados, por
diversos métodos y medios, a las clases y sectores socialmente desprotegidos
y marginados. Así, un modo extraordinario de ahorro es que tales sectores
sociales dejen de estudiar o reclamar más recursos estatales para este fin.
Pues, a fin de cuentas, gran parte de ese enorme enjambre de hombres y
mujeres resultará ser --social y económicamente-- inútil a los fines del mercado.

Se considera de este modo que la educación no debe continuar siendo


un fundamental o vital espacio para la formación de una ciudadanía adecuada
a las más puras exigencias y necesidades del mercado. Pues éste es incapaz
de satisfacer las necesidades y deseos de todos. Recordemos siempre que el
mercado es un territorio limitado que depende, no de la ley de la oferta y la
demanda, sino del principio de escasez. La escasez es el imperativo que
determina que el mercado no se pueda inclinar por métodos distributivos. Pero,
si la escasez no es natural, en necesario generarla. Si la educación en la
sociedad industrial de masas ha adquirido tales dimensiones, conviene
adelgazar sus horizontes haciendo de ella un servicio cada vez más ineficiente
y estrecho. Cosa que parcialmente se logra mediante nuevas estructuras
burocráticas que llevan al Estado a ser una absurda oficina de evaluación
educativa. Si en algo ha cambiado la mentalidad entre el bienestar y el
neoliberalismo tal cosa consiste en esto: en la renuncia al derecho a la
educación y la aceptación natural de la exclusión y marginación por evaluación.

La evaluación ha devenido en una sofisticada práctica que por hoy


tiende a contener más inclinación por la política como método de control que
por el proceso educativo como tal. La evaluación es, por decirlo de este modo,
la mística de la competencia en el campo educativo. Produciéndose de esta

30
forma o una apatía o una crítica radical a todo lo que en tal sentido implica hoy
la evaluación. Pues los evaluadores no son evaluados. Existe, por tanto, una
velada oposición a la evaluación sobre todo cuando es sumamente arbitraria y
manejada por instancias ajenas a la rutina cotidiana de la institución
educativa18. Justo por no ser el conocimiento algo que se pueda medir por
unidades monetarias --por ser una cualidad intrínseca del hombre y en cierto
modo proporcional a la experiencia de vida, subjetividad, interés y proyección
de un modo de vida en la circunstancia específica de cada individuo, es decir,
un modo de ejercicio de la libre elección--, la evaluación, en su pretensión
radical o normativa, se enfrenta, por un lado, a las más profundas fuerzas
vitales de la sociedad y, por otro, a una racionalidad crítica que no deja de
juzgarla por sus inocultables excesos. Generando en ella, en la evaluación, un
desconcierto que es comprensible en por sí mismo. Pero sobre todo por las
formas de simulación que propone. Si el futuro de la sociedad depende del
conocimiento al parecer lo que los individuos deben hacer es ajustar su modo y
estilo de vida a lo que viene resultando ser el conocimiento correcto. Deben
aprender a pensar correctamente. Esto significa, como ya se ha dicho, que
tengas deudas y no dudas. Significa someter a la sociedad a criterios
autoritarios y antidemocráticos. Que estudien lo que se debe estudiar y no lo
que quieren estudiar. Que la sociedad del conocimiento necesite científicos e
ingenieros en diversas especialidades, nadie lo duda. Pero también necesitará
humanistas y artistas. Una considerable cantidad de individuos apasionados en
conocer y dar a conocer, a enseñar, aquello que se piensa es innecesario o
inútil por no ser parte del cálculo económico o por no poder ser reducido a
mezquinas proporciones monetarias. La no aceptación de este islote socialista
parte de la incapacidad de la mentalidad neoliberal de comprender al mundo y

18
―…Los controles finales se transforman en el mecanismo que permite disimular las
prescripciones implícitas. El Estado legisla en todas las esferas, y por tanto en
educación, no perdiendo de vista el modelo económico que promueve: diseña un marco
que trata de evitar ―desviaciones‖ en el trabajo escolar y va realizando un seguimiento
con cierta invisibilidad, de modo que pueda llegar a exigir que el profesorado trabaje
―productivamente‖, sin mayores contrapartidas. Si antes había más controles en los
procesos, ahora éstos se circunscriben a los productos, a controlar si los
conocimientos y destrezas del alumnado son demandados por las necesidades del
mercado; si los equipos docentes cumplen los requerimientos que el Estado hace
públicos en sus órdenes y decretos ministeriales. El profesorado pasa a someterse a
evaluaciones de su trabajo sobre la base de criterios que unilateralmente decide el
Estado, sin participación ni de docentes, ni de sus organizaciones sindicales y/o
profesionales‖. Torres, J. op. cit. pp. 57-8.

31
al hombre más allá del cálculo económico. A sus métodos de estadística y de
cuantificación. Si la educación pública pero sobre todo la universidad pública
resultan ser a los ojos de esta mentalidad cuestionables, tal cosa es por la
sencilla razón de que no ha sido posible ajustarlas a la vulgaridad del cálculo
económico.

8. Los fines de la evaluación.

Para nadie es un secreto que la evaluación tal y como se ha ejercido a lo largo


de la larga noche era neoliberal es un medio que contiene un fin específico:
establecer un referente convencional para la legitimidad del proceso de
selección y control social que impone la competencia cataláctica. Conviene
recordar por su importancia que durante los años dorados del Bienestar la línea
divisoria entre la educación para las masas y la educación para las elites era
tenue y frágil. Existiendo una marcada inclinación y preferencia hacia la
institución pública. El darwinismo social era, en cierto modo, algo muy velado.
Particularmente porque el Estado y la sociedad requerían de un sistema de
reproducción de grandes dimensiones que sólo la educación pública estaba en
condiciones de ofrecer. Tal fenómeno se le conoció también como el Baby
Boom. Una generación que fue por muchos motivos, privilegiada; eran los
llamados niños consentidos del sistema, que no sólo fueron identificados por el
interés que en ellos deposito el Estado en la formación de la gran cantidad de
cuadros que requería en lo que fue su ampliación durante el Bienestar; sino
también al interior del proceso productivo general una vez que se generaron las
condiciones de la nueva fase del capitalismo al concluir la Segunda Guerra
Mundial19. Esta generación, al participar en los movimientos contestatarios de
los años sesenta y setenta, confirma la sospecha conservadora de que la
educación pública es, irrefrenablemente, un fenómeno intolerable por sus

19
En el caso mexicano la formación de los nuevos ingenieros del sistema social
mexicano paso a depender de la educación pública superior. Jugando la Universidad
Nacional Autónoma de México y el Instituto Politécnico Nacional en particular, un papel
de gran trascendencia. Papel que fue seguido después al abrirse nuevos espacios en la
educación superior en la provincia y en la ciudad de México como fue el caso de la
Universidad Autónoma Metropolitana en sus tres unidades: Atzcapotzalco, Iztapalapa y
Xochimilco. Sobre este proceso histórico de la educación pública superior ver en
especial las importantes aportaciones de Roderic A. Camp. Los intelectuales y el
Estado en el México del Siglo XX. México. Fondo de Cultura Económica. 1995.

32
indeclinables tendencias socialistas. Por expresar una mentalidad inadecuada
a la sociedad del mercado. Es bajo los parámetros y condiciones en que se
promueve la educación pública que al interior de la universidad pública y en
general en las instituciones de educación superior, se produce lo que para los
neoliberales ha sido el fatal divorcio entre el intelectual con la iniciativa privada.
Con el empresario privado. Divorcio que se hizo extensible al estudiante y al
profesor universitario.

―Los intelectuales mexicanos, afirma Camp, no han sido


empresarios prominentes, ni han servido en puestos del
sector privado desde donde pudieran hacer sentir
directamente su influencia al gobierno federal. No es
sorprendente la incapacidad de los intelectuales para
asumir posiciones importantes en el sector privado, ya
que son universalmente conocidos por su actitud de
evitar toda conexión con este grupo. Sin embargo, el
sector privado es el único grupo mexicano que ha
mostrado, durante algún tiempo, suficiente vigor e
independencia del gobierno para hacer sentir su
influencia sobre el Estado…el sector privado, de manera
directa o indirecta, promueve más canales que las fuerzas
armadas, la Iglesia o incluso los partidos de oposición,
para influir sobre la toma de decisiones del gobierno.
Pero excepto en el caso de la industria editorial y
periodística, donde abundan intelectuales, el sector
privado no ha buscado colaboradores intelectuales, ni los
intelectuales han buscado aliados en el sector privado‖20.

Lo que supuestamente amenaza la educación pública es a los


privilegios de las clases y elites en el poder. Al restringido campo de los
privilegios sociales que incluso se encuentran de mil formas enquistados entre
los llamados altos funcionarios públicos renuentes a la austeridad republicana
en tiempos de intermitentes crisis económicas como las que han asolado al
país en las últimos décadas. Que casualmente son las mismas de la larga
noche neoliberal. Crisis que son ejemplos irrefutables de lo que se puede
considerar son una economía y una política fallidas. Por su modo de expresión
histórica el divorcio entre el intelectual y el empresario privado es comprensible
si partimos del hecho de qué lo que sólo le interesa al último es el beneficio

20
Ibidem. pp. 46-8.

33
económico. La conocida práctica empresarial de no incluir en la nomina de sus
empleados a profesionistas egresados de la universidad pública, a parte de
deleznable, refleja el pobre interés de mantener una mínima coherencia con el
principio de competencia. La naturalización de la marginación y discriminación
–justo por ser flagrante violación a los Derechos Humanos-- se entiende aquí
como un hecho natural por aceptar que es el empresario o el empleador quien
decide quién trabaja en la empresa. O que es el funcionario público quien
decide quién trabaja en el Estado. Pero esto debe ser inaceptable. Pues no se
espera que el empresario o que el funcionario sean dadivosos mecenas. Que
ejerzan la beneficencia o benevolencia como virtud. Favoreciendo de este
modo a quien en sus extravíos opto por estudiar lo que no debe estudiar. O,
peor, que estudia o estudió donde no debía: en la universidad pública.

La evaluación es, por lo hasta aquí dicho, un marco de legitimidad de la


marginación que abarca también la discriminación social. Pero sobre todo a los
peligrosamente indeseables. A los inadaptados en los juegos de las elites. Es
decir, a aquellos que tienden a expresar una conciencia histórica y social
crítica de la sociedad de mercado. Que tiende a cuestionar los códigos de los
que parte y dependen las relaciones de mando-obediencia en dicha sociedad.
Pero en el fondo todo esto se reduce no al problema de que ya somos muchos
sino a que esta sociedad no es distributiva en términos de justicia social. Que
prefiere reproducir los privilegios de las elites en proporción al sistema
jerárquico que la caracteriza. Cosa que realiza con suma eficacia a través de
diversos medios como es la evaluación en la forma en cómo aquí ha sido
comentada. Pero también por otros sistemas de control social en los que el
trabajo se convierte en un muy preciado bien. Lo que en este sentido se puede
decir es que la clave profunda de la comprensión del problema educativo
desde el horizonte neoliberal la encontramos en el problema del trabajo como
un bien escaso. Siendo el horizonte de expectativa que promueve la sociedad
en referencia al éxito o fracaso en el trabajo lo que termina por definir qué es lo
que se debe estudiar. Lo que termina por ser lo sustancial de todo el proceso
educativo independientemente de ser público o privado. Como es lo que define
la debatida cuestión de la igualdad de condiciones y a la ideología de la
meritocracia.

34
La cuestión educativa es, como se ha comentado, un asunto de enorme
complejidad que, por lo mismo, no merece quedar en una concepción
económica anclada en el siglo XIX. No es más un asunto decimonónico. La
cuestión hoy es otra y muy diferente. Que depende de dos cuestiones
fundamentales: 1) la capacidad del sistema educativo para adaptarlo o
flexibilizarlo de acuerdo a la dinámica en cómo se produce el conocimiento
humano, el cual corre a un paso agigantado en el que toda forma de educación
institucional y formal queda al margen y rezagada, y; 2) la capacidad que
muestre para ser adaptado y asimilado a las exigencias económicas de las
transnacionales. Pues el empresario particular es de algún modo otro pretérito
y, por lo mismo, cada vez figura menos importante para el sentido hacia donde
se desplaza la competencia del mercado.

Como tal la educación pública es una valiosa experiencia que en todo


momento expresa su profunda preocupación por ser parte subordinada a los
intereses empresariales. Por esto es importante mantener sus valores que son
identificados con la justicia social, la democracia, la igualdad y libertad social.
Con el conocimiento científico-tecnológico puesto al servicio de la humanidad
como lo que es y se ha convertido: la principal fuerza productiva jamás
concebida por hombre alguno. Una indudable fuerza progresista. Invaluable
desde cualquier punto de vista. Pero que tendría mayor fuerza histórica en la
medida y forma en cómo se identifique con las grandes motivaciones y
preocupaciones del Humanismo, clásico y moderno. En esto ha consistido el
empeño de generaciones de profesionales quienes, desde las aulas, no
renuncian a convertir a la educación pública en algo más que un islote
socialista. Como es su valioso esfuerzo en evitar que la educación pública sea
devorada por los intereses de las grandes mega corporaciones.

Las cosas del mundo han cambiado drásticamente desde los tiempos
del bienestar. Este es sin duda un duro dato de la realidad que tiene que ser
confrontado sin añoranzas. Pero si reconsiderando la urgencia de replantear el
problema de la educación pública bajo la perspectiva de una nueva coyuntura
histórica en la que no existe nada escrito. Esta es una tarea imprescindible

35
para todos aquellos que están hoy involucrados en el proceso educativo en
cualquiera de sus niveles. Una tarea irrenunciable en cuanto todo apunta a que
en este futuro inmediato las condiciones actuales de la educación pública
serán agravadas. Aquí la corrupción que en ella impera no es una cuestión
pasajera o trivial. Es un problema estructural que tiende a extenderse y que
forma ya parte sustantiva de la ilegitimidad por la que atraviesa el sistema
político mexicano. Es verdad, en este conocido proceso de ilegitimidad existen
culpables. Pero decir que toda la educación se ha prestado a un juego de
disimulos, no conduce a nada. Pues se sostiene que son los estudiantes
quienes no muestran interés alguno por el estudio. O que maestros y
profesores simulan enseñar. Que son los padres de familia y autoridades
quienes no influyen en los valores del educando. O simplemente se afirma que
el fracaso educativo es producto de un Estado fallido. Discutir todo esto es, sin
lugar a dudas, muy importante y necesario en cuanto que refleja, querámoslo o
no, la descomposición y deterioro de todo el tejido social. Cosa de suyo
sumamente preocupante. Pero concluyamos rápidamente en algo para evitar
algunas discusiones innecesarias. Si se cree que estamos frente a un Estado
fallido, entonces, lo que hay que cambiar es al Estado. En especial a sus
políticas educativas que son conducidas, por lo que se aprecia, por un
impresionante número de funcionarios y líderes sindicales que no muestran
tener la más mínima idea del problema. Contentándose a mantener un puesto
público, y por tanto, ciertos privilegios, a costa de los que sea. Transformar
este estado de cosas es atacar al problema de raíz. Es lo que se ha pretendido
hacer desde hace buen tiempo y mucho antes de que los neoliberales
asentaran sus reales en el poder. Desde mucho antes de que se avocaran a
agudizar la crisis educativa que se traduce en crisis social. En innecesaria
crisis cultural e histórica. En una situación histórica en la que las
recomendaciones de la UNESCO, por ejemplo, sobre el nivel deseable del PIB
destinado al gasto en educación, se presentan como inútiles padres nuestros.
Ineficaces plegarias cargadas de impotentes lamentos ante el extraordinario
cinismo que muestran las clases y elites en el poder. Pero transformar tal
estado de cosas ha resultado ser una empresa más que titánica.

36
9. Competencia e instituciones zombis.

Lo que sugiere la competencia cataláctica es que la praxeología se refleje del


mejor modo posible en la educación y en la adquisición de conocimientos
ofrecidos como servicios y mercancías. Como una serie de cosas más que se
encuentran disponibles en el mercado. Cosas que exclusivamente pueden ser
ofrecidas por instituciones particulares en razón de que deben ser un negocio
entre particulares. Algo que sería más exitoso si se prescinde de toda
mediación estatal. Los servicios educativos y el conocimiento serían así objeto
de una importante y significativa rentabilidad. Cosa que debe ser relacionada
con el interés, el beneficio y la especulación económica. Pero por las
dimensiones sociales e histórico-políticas pero sobre todo económicas, es un
verdadero despropósito pretender privatizar a toda la educación pública. Pues
en la práctica tal cosa es, por absurda, más que imposible. La cuestión aquí no
depende de si se tiene o no una mentalidad socialista o de quién resulta ser en
el fondo más constructivista o racionalista. Pensar de este modo las cosas
conduce, inevitablemente, a la confusión y a no querer ver el verdadero fondo
y drama del problema. Cosa que por pereza mental lleva a considerar que la
mejor manera de tratar las cosas actuales de la educación pública es apostar
por su fracaso y por su ineficiencia. Sin importar si este país es visto
internacionalmente como una sociedad de reprobados. Las irresponsables
políticas de recorte al subsidio a la educación pública pero en especial a la
universidad pública, nunca debe ser pensada como una necesidad pero si
como una mascarada que lo que quiere es ocultar lo que aquí se afirma: Que
lo que se busca con tales políticas es estrangularla por vía económica.
Negando de esta forma las potencialidades que encierra referidas al problema
de los valores que desde ella se podrían promover en torno a la cuestión del
bien común y del bienestar social.

Es bastante cierto que sobre este asunto se tienen ya muchas cosas


escritas. Pero todo lo hasta hoy escrito no es suficiente para resolver o hacer
frente al problema. Pues hasta hoy no ha sido posible remontar un ápice a
dicha política económica. Misma que continua impulsándose de forma cada
vez más cínica y descarada. Redefinir al problema de la educación pública es

37
redefinir la viabilidad de la modernidad bajo una coyuntura como es la que
plantea al mundo la reciente crisis económica. Esta enésima crisis del
capitalismo. Pero si lo que pone en cuestión la crisis es a la metamorfosis de
los valores, lo que se piensa es que nunca está en nuestras manos determinar
hacia dónde éstos saldrán disparados una vez que de nueva cuenta nos
encontremos arrojados a la penuria de la incertidumbre que abre este nuevo
ciclo histórico. Cosa que no lleva a invalidar los ecos de la serie de reclamos
político-sociales y económicos en los procesos de la actual lucha ideológico-
política. Existe, en efecto, un fuerte y extendido reclamo moral y político.
Mismo que es visto como motivo de consenso dada las dimensiones que en
momentos alcanza la protesta y rebeldía social en amplios y heterogéneos
sectores sociales.

Reclamo que es también parte de la respuesta que dichos sectores


sociales quieren dar comprometidamente ante la descomposición general del
tejido social. Descomposición en que la crisis económica y la crisis del Estado
de derecho al parecer corren en paralelo a partir de la implementación de
políticas de desarrollo económico de tipo neoliberal. Generando a la vez, como
se sabe ampliamente, cuadros indescriptibles de marginación, desigualdad y
pobreza social. Es este mismo reclamo el que aunado a la defensa y
revalorización crítica de la educación pública sostiene que no existen razones
de convertirlas en una serie de instituciones zombis como es lo que al parecer
sugiere la nueva ingeniería social llevada a este importante y trascendente
campo de la vida social. Al ofrecernos su idea sobre la modernidad en lo que
considera es su actual condición y desenlace, Ulrich Beck sostiene que:

―El punto capital de esta diferenciación entre la primera y


la segunda modernidad es, según mi apreciación
personal, la agudización de las categorías zombis, a las
que, por cierto, corresponden unas instituciones también
zombis. Se impone, por tanto, la necesidad de buscar a la
sociología un nuevo marco conceptual, o bien volver a
interpretar el viejo para llenarlo de nuevos contenidos, es
decir, volver a situar, y a fundar, la sociología como
ciencia de la realidad transnacional, a escala tanto
pequeña como grande, y ello de manera conceptual,
empírica y organizativa. Ésta es la primera perspectiva

38
que se desprende de dicha diferenciación. Una vez hecho
esto, podemos suponer fundamentalmente que los
problemas a los que nos enfrentamos se revelarán –y
harán sociológicamente fructíferos – nuevos modos de
ver la realidad, un plus de empiría, cuestiones de calado
estructural, nuevas líneas de conflicto…‖21.

El debate en torno al problema de la educación conduce a definir cuáles


son los campos e instituciones de la educación pública que realmente
pretenden ser atacados. Los que tienen o se les otorgan por hoy mayor carga
significativa como monopolio exclusivo del Estado. Como se ha observado,
para los neoliberales y para cualquier fuerza política que pretenda privatizar a
toda la educación pública o a todo lo que son hoy la mayor parte de los
servicios públicos, es algo más que absurdo, por no decir que es una
verdadera locura. Por ello reconocen que en gran parte esto es una indiscutible
responsabilidad del Estado. Lo que hoy se pretende es cuadrar las cosas de
modo tal que todo vuelva a ser y quedar en estos términos: una educación
para las elites y una educación para las masas. Por ello es siempre mejor que
el gasto social dedicado a la educación pública pero sobre todo a la
universidad pública, tienen mejor suerte y destino si es traducido como
subsidio a la universidad privada. De este modo se piensa que dejaría de ser
un derroche.

La educación pública que debe mantenerse como tal es la primaria o


básica. Mantenerla como tal es preferible incluso sin afectar sensiblemente sus
contenidos programáticos hacia un conservadurismo más recalcitrante. La
educación media superior y superior se convierten, de esta manera, por sus
dimensiones, naturaleza y complejidad, en parte de un intenso debate en que
lo que reluce es que el educando ya no puede ser tratado como una simple
tabla de cera. Pues en este proceso educativo y de acuerdo a una educación
humanista, lo que se busca es el reconocimiento y respeto que merece como
persona y como ciudadano. Como un individuo que empieza y debe valorar
sus sentimientos pero sobre todos su capacidades críticas referidas a su
propia capacidad de comprensión del mundo. En tal sentido lo que se observa

Beck, Ulrich. Libertad o capitalismo. Conversaciones con Johannes Wills . Barcelona.


21

Paidós 2002. p. 20.

39
es el insistente deseo por parte del neoconservadurismo de convertir a la
educación media en particular en un campo de experimentación de su
ingeniería y constructivismo social. Mismo que es reducible a su pobre idea
sobre del eficientismo deshumanizado.

―Los ingenieros sociales, especialmente en el orbe


social regimentado por un capitalismo de mercado
como el que favorecen Popper-Hayek proceden con
un criterio exclusivamente eficientista, consistente
con la racionalidad técnico-instrumental con la que
operan: toda solución ha de ser funcional al
incremento de ganancia, o al aumento del producto
interno, o favorable a alguna forma de desarrollismo.
El resultado es un eficientismo deshumanizado…Tal
deshumanización está íntimamente vinculada a la
posible, y ya acaecida reiteradamente, trasformación
de la tecnocracia en una forma de autoritarismo, en el
cual la autoridad máxima es el tecnócrata…al delegar
toda tarea a los técnicos, la tecnocratización de la
política, hace posible e impulsa la existencia, en
adición a dichos técnicos, de políticos vacuos, cuyas
únicas virtudes son meramente cosméticas como las
de ser cantante famoso, locutor de gran rating en
televisión‖22.

Es por ello que, motivados por su vergonzante antiintelectualismo, les


resulta inaceptable y muy difícil identificar la vitalidad que debe proyectar el
proceso de enseñanza-aprendizaje basado en la principal consigna que desde
tiempos socráticos arrastra el hombre libre: sapere aude. Consigna que por
cierto con la Ilustración adquiere un invaluable peso al transformarse en grito
de guerra del hombre moderno e ilustrado como un hombre crítico y autocrítico
de su tiempo23. Pues con base a esta actitud frente al mundo en donde se
confrontan dos concepciones de la libertad: la de elección y la crítica y

22
Gómez, Ricardo. Op. cit. p. 124.
23
―Los seguidores de la propuesta popperiana de la ingeniería social, aunque no hayan
sido ella la intención consciente de Popper, legitiman el reemplazo de la política por la
ingeniería social. Lo hacen mediante la excusa de que ello es científico-racional, pues
está propuesto desde una racionalidad que se supone científica e instrumental a los
fines impuestos, que no se discuten críticamente, sino que se los enmascara como
irrelevantes de ser discutidos…Esta actitud acerca de la tradición es tan extrema que
Popper afirma que el ―sapere aude‖ (atrévete a saber) propuesto por Kant como
representativo de la Ilustración, es inaceptable porque supondría que las tradiciones
son inadecuadas‖. Ibidem. p. 122.

40
reflexiva. Se confrontan dos modos de comprensión del mundo, dos filosofías
de la vida y de la acción humana que son irreductibles una vez que ha sido
anunciada una nueva fase de la lucha ideológico-política. O que ha sido ésta
transferida a lo que von Mises y von Hayek consideran es la causa de “luchas
sangrientas por el control de los métodos pedagógicos”24 en aquellas
sociedades con graves conflictos políticos, étnicos o con gran desigualdad
económica. Al no identificarse con dicha consigna, para la ingeniería neoliberal
lo mejor es convertir al bachillerato en la más prestigiada institución zombi de
todo el sistema educativo. O, en su defecto, reducirla aún más a lo que se
podría definir como la extensión de la ideología del control burocrático al
bachillerato. Lo que esto significa es que quien no sea neoliberal o no se ajuste
a tal sistema de dominación y control social, no tiene espacio en el sistema
educativo25. Al sofisticado sistema de control que debe dar por resultado
allanar el camino para realizar del mejor modo su idea de la educación basada
en la competencia. Logrando con ello evitar que en las universidades públicas -
--una vez que se reconoce lo difícil y complejo que resulta su privatización--,
ingresen los indeseables. Entendiendo por tales no sólo quienes son parte de
los sectores más marginados sino sobre todo aquellos que optan por hacer de
la razón no una simple virtud praxeológica, si es que estas existen, pero si un
modo de ser o estilo de vida. Es decir, un instrumento crítico para la
comprensión de su propio ethos histórico-social.

10. Elites y masas.

La universidad pública como universidad de masas resulta ser una de las


instituciones más genuinas de la moderna sociedad industrial de masas. Junto
con el vasto campo de la educación pública es parte sustancial de la un
intenso proceso civilizatorio que, entre otras cosas, demuestra claramente que,
a pesar de lo que mucha gente llega a sostener, las masas también piensan a

24
Hayek, FL. p. 402.
25
Siguiendo a Franz Hinkelammert quien, al criticar el modo en cómo se concibe a la
ciencia en la sociedad de mercado, acuña el concepto de ―ideología del control
burocrático‖. Concepto que lo hacemos extensivo al campo educativo al generar,
desde el ministerio de educación, políticas en las que lo importante no es la educación
como tal, sino la política educativa que imponen los ingenieros sociales, en este caso al
bachillerato nacional. Política en la que lo más importante es sujetar todo a los criterios
burocráticos sobre los educativos. Ver Hinkelammer, Franz. Op. cit.

41
través de los individuos que la conforman a ese cuerpo colectivo que es capaz
de realizar una determinada acción social o política. En el caso de los
neoliberales en general es a partir de uno de sus principales mentores, Ludwig
von Mises, que la posición respecto al problema de la sociedad de masas en la
moderna sociedad industrial mantiene esta tónica:

―Es un hecho cierto --escribe Mises-- que las masas


no piensan: pero esa es la razón precisamente por la
cual siguen a quienes si piensan. La guía espiritual
de la humanidad pertenece al pequeño número de
hombres que piensan por sí mismos, quienes
primero ejercen su acción sobre el círculo capaz de
recibir y comprender el pensamiento elaborado por
otros; por este camino las ideas se extienden a las
masas, donde se condensan poco a poco para
formar la opinión pública. El socialismo no se ha
convertido en la idea dominante de nuestro tiempo
porque las multitudes hayan elaborado y después
transmitido a las capas intelectuales superiores la
idea de socialización de los medios de producción.
El materialismo histórico mismo, por mucho que esté
impregnado ―del espíritu popular‖ del romanticismo
y de la escuela histórica del derecho, jamás ha
tenido el atrevimiento de lanzar una afirmación así.
El alma de las multitudes nunca ha producido por sí
misma otra cosas que matanzas colectivas, actos de
devastación y destrucción”26.

Al parecer para toda concepción elitista y clasista sobre el problema de


las masas lo mejor es mantenerlas en la ignorancia pues de otro modo, al
demostrar que ellas piensan, lo pueden hacer de manera poco conveniente a
un sistema de dominación política y económica como lo ha sido el capitalismo
a lo largo de los últimos cinco siglos. El problema no es, por tanto, si éstas
piensan o no, el verdadero problema es que piensen de acuerdo a los
intereses de un grupo o clase social. De otra forma al parecer las masas o
multitudes en cada uno de los individuos que las integran, piensan
correctamente es cuando compran una coca-cola. O cuando están viendo de
forma correcta un x programa de televisión. Según vemos aquí el alma de las
multitudes no produce matanzas colectivas, ni devastación o destrucción como
es lo que piensa Mises y sus seguidores incondicionales. El miedo a las masas

26
Mises, L. Soc. p. 527.

42
es el miedo a su liberación. A una liberación que es más significativa si pasa
por los principios de una educación crítica e ilustrada. Pero, en una democracia
como la nuestra en la que todo termina por ser disimulo, las masas no están
para pensar pero si para votar correctamente. Es decir, a favor de quienes las
oprimen. Cosa que comprende sofisticados argumentos que van desde el voto
útil hasta intensas campañas mediáticas en busca del voto nulo. Pero en todo
caso lo que se observa en este tipo de posicionamientos ideológico-políticos es
un muy criticable desprecio hacia las masas. Razón por la cual, según esto,
merecen ser tachadas como un rebaño de ignorantes y fanáticos
pendencieros. De vándalos sin educación alguna. Que no merecen ser
educados más allá del nivel elemental o básico.

Elevar el nivel de vida y cultural de las masas por medio del Estado es
poner en crisis a los valores de la civilización occidental sustentados por el
libre mercado. Por todo esto: para toda concepción antiintelectual o profunda y
radicalmente elitista y de inocultables signos racistas, será renuente a toda
crítica racional e ilustrada. Como a toda expresión de un radical compromiso
ético-político con el otro. De ahí que lo mejor es reducir a la enseñanza estatal
a esto: a la reproducción de un rebaño de ignorantes pero funcionales a los
fines de la reproducción global de las relaciones de producción capitalistas. A
la producción de individuos que deben ser capaces de pensar correctamente.
Recordemos que para una filosofía de la vida como la neoliberal en todas sus
expresiones y ramificaciones, la educación que imparte el Estado es pensada
como la principal causa de que el colectivismo y el igualitarismo hayan
adquirido tales dimensiones al interior de la sociedad capitalista27. Que se haya
convertido en medio y espacio para la promoción y difusión del socialismo. En

27
―El colectivismo de hoy –sostiene von Mises--- no saca su fuerza de una necesidad
interna del pensamiento científico moderno, sino de la voluntad política de una época
favorable al misticismo y al romanticismo. Los movimientos intelectuales son la
rebelión del pensamiento contra la inercia, de lo más selecto contra las masas, rebelión
de quienes son fuertes porque es fuerte su espíritu, contra aquellos que únicamente
sienten con la multitud y con la horda y que sólo tienen significación porque cuentan en
gran número. El colectivismo es lo contrario: es el arma de quienes desean matar el
espíritu y el pensamiento. Es este ―nuevo ídolo‖, el más glacial de los monstruos
glaciales, lo incumba el Estado‖. Mises. L. Soc. p. 52.

43
un ámbito permanente de agitación igualitaria. Que permite la influencia
omnipresente de los intelectuales proclives al socialismo28

Si este es el argumento que gustan promover neoliberales y


neoconservadores diremos, entonces, que sus anteojeras ideológicas no les
permiten comprender nada de la realidad social en que han vivido. Pues, como
se sabe, por tradición histórica pero sobre todo por el compromiso de sus
integrantes, la universidad pública tiene hoy un reconocimiento y un prestigio
muy superior a cualquier institución privada. Pero por hoy ningún neoliberal y
menos aún algún neoconservador se ha dado el lujo de hablar del fracaso de
la educación privada en cualquiera de sus diferentes sistemas y niveles. Lo
que aquí habría que hacer como un individuo que ejerce su egotismo bien
entendido, es solicitar su ingreso a las mejores universidades de la sociedad.
Que son por cierto las universidades públicas. Racionalmente es esto lo que
supone la libertad de elección. Más aún cuando la universidad pública a parte
de excelente, es gratuita. Que tal cosa no ocurra devela, a la par del
temperamento y humores de las fuerzas sociales en el poder económico-
político, su muy reconocido miedo a la igualdad; a mezclarse con sectores
inferiores de la sociedad. Miedo que se traduce en su negativa a cumplir el
principio empresarial de la competencia y la distribución según el mérito y la
igualdad de oportunidades. Es un miedo atávico en el que se cree
sinceramente que los jóvenes marginados son una masa de descerebrados e
incapaces de pensar por sí mismos. De generar sus propios criterios de moral
y justicia más allá de los humores de la agitación igualitaria o de la
omnipresencia de intelectuales y académicos. Quienes, por cierto, hoy en esta
ya larga noche neoliberal, no se puede decir que son ellos los que manifiestan
su profunda inclinación por el socialismo.

Lo que se debe tomar muy enserio es que a partir del arribo del poder
neoliberal se ha producido un importante y preocupante desplazamiento de la
universidad pública como formadora de cuadros para la administración y
función pública. Este de suyo interesante fenómeno el cual por cierto líneas
arriba ya se ha comentado en cierto modo, se extendía también al campo de lo

28
Ver en esp. Hayek, F. FL y EFPE.

44
privado. Pues se ve en la universidad a una institución que por su propia
naturaleza debe ser proveedora de recursos humanos. Concretamente: el
papel de la universidad consiste en formar capital humano. La política
neoliberal ha consistido, como bien sabemos, en transferir esta
responsabilidad a la universidad privada pero sin los resultados esperados
dados sus rudimentarios niveles de excelencia. Lo drástico del caso es que
una vez que los funcionarios públicos son cuadros formados de acuerdo a la
mentalidad neoliberal y, paradójicamente antiestatista, son quienes asumen
como cruzada propia la sistemática eliminación de la inteligencia. De este
modo su compromiso como sabios planificadores de la libertad es mostrar que:
―no es difícil privar de independencia de pensamiento a la gran mayoría.
Pero también hay que silenciar a la minoría que conservará una
inclinación a la crítica‖29.

Lo que importa es, entonces, imponer lo qué se debe estudiar y el modo


de hacerlo de acuerdo a lo que es la estrecha idea de competencia. Idea que
quiere ser suavizada al ser sustitución de lucha y rivalidad30. La competencia
es el ingrediente que faltaba para la compresión de una economía que
promueve el capitalismo salvaje. Es, en sentido fuerte, guerra de todos contra
todos. Simple estado de naturaleza en su expresión mas burda. Así, como un
proyecto educativo basado en la pedagogía de la competencia, lo que se
busca es conformar un nuevo “espíritu pedagógico” que al concebir a la
educación como un espacio social que por formar parte de los bienes
económicos inmateriales, se piensa y determina como un tipo de servicio en el
que invariablemente siempre están en juego la especificidad de sus fines. Que
no son otros más que ser parte de un valor social o de un interés particular.
Pero, lo que observa el neoliberalismo es que, independientemente del modo
en cómo en cada coyuntura histórica se determine al problema educativo, la
cuestión de fondo es que ella es parte de la acción humana y, por lo mismo,
fuerza generadora de valor en un doble sentido: en cuanto al desarrollo y

29
Hayek, F. CS. p. 198.
30
―La competencia, al contrario, es elemento de la cooperación social. Constituye el
principio ordenador de la sociedad. Desde el punto de vista social, la lucha y la
competencia son diametralmente opuestas‖. Mises. L. Soc. p. 324.

45
progreso científico y tecnológico, y en cuanto al concepto económico de
empresario31.

11. Hacer de la educación un bien escaso.

Lo que se busca es convertir a la educación universitaria también en un bien


escaso. Un servicio al cual sólo algunos, los que tengan buena balanza de
pago y crédito, puedan adquirir o acceder. El peregrino argumento que se
ofrece para llagar a tan inaceptable política es que se considera que la
educación es un fenómeno social equiparable y comprensible --por analogía--
a la economía32. Lo que importa es sustraerla de toda relación referida al bien
común y al bienestar social. Buscando a la vez subsumirla a la competencia
cataláctica. A una relación y a un fin en el que lo fundamental son el dinero y el
tiempo. A este tipo de determinantes e imperativos praxeológicos 33. Hasta hoy
tal cosa no ocurre de acuerdo a este ideal neoliberal. Pero no olvidemos que
este es su proyecto y que los neoliberales no cejaran hasta verlo realizado.
Pues a ellos lo que les importa es que se entienda que el fin de toda educación
es producir empresarios. Hombres y mujeres libres de acuerdo a esta
concepción del mundo. Hasta hoy este principio educativo, esta filosofía de la
educación, si es que se puede reconocer y llamar como tal, se enfrenta a un
ambiente social hostil y adverso en el que la resistencia se caracteriza por la
libertad que ejercen los individuos a rechazar tan estúpida pretensión de hacer
de todo hombre y mujer en este país, empresarios en los términos en cómo se
plantea la construcción de una sociedad según la doctrina neoliberal. Es decir,
una sociedad basada en la deshumanización de las masas y en la ley de la
selva como ejercicio irrenunciable del egoísmo bien entendido.

Pero basta recordar que el radicalismo neoconservador referido a la


educación pública nace de afirmar que ésta implica fundamentalmente un
31
―El término ―empresario‖, en el terreno económico, encarna una idea precisa y
específica, idea que, en el marco de la teoría del mercado, sirve para designar una
función claramente individualizada. Mises, L. AH. p. 74.
32
El objetivo principal de la praxeología y de la economía consiste en reemplazar por
ideologías correctas y coherentes las contradictorias creencias del eclecticismo
popular‖. Ibidem. p. 222.
33
Para Mises las ―categorías praxeológicas son eternas e inmutables‖. Ib. p. 238. Lo
son por pertenecer, según él, a la acción calculadora o cálculo económico.

46
gasto y no una inversión social. Lo que se sostiene es que la categoría de
inversión social no existe ni es parte del léxico cataláctico. No puede serlo por
la razón de que como tal --para el neoliberalismo-- niega la posibilidad de la
competencia como ejercicio de la libertad entre individuos. La inversión en
educación pública significa concretamente competencia desleal. Una acción
política que al interferir entre los intereses del mercado suprime al empresario
al no poder éste determinar el empleo que debe darse a los factores de la
producción y, en general, al desarrollo económico. Pues quien los determina
es, hipotéticamente, el político o gobernante omnipresente. Un individuo quien
posiblemente ha sido influenciado por algún filósofo a través de su ideología:
Por ello sostiene Mises que:

―No compete al empresario hacer que la gente


cambie las ideologías malas por las buenas. Son los
filósofos los que deben cambiar las ideas de la
gente. El empresario no hace más que servir
dócilmente a los consumidores tal como son en cada
momento, aunque sean malvados ignorantes‖34.

Por fuera de todo comentario a esta relación entre el empresario y el


filósofo en la sociedad de mercado, lo que al parecer queda claro es que éstos
desempeñan roles muy diferentes en la sociedad que en modo alguno son
equiparables. Pues el interés del segundo se coloca exactamente en las
antípodas de los intereses y fines del primero. Cosa que todo estudiante de
bachillerato sabe pues este problema por lo general es explicado al abordar,
por ejemplo, la relación entre Sócrates y los sofistas. O cuando se habla de la
famosa y proverbial inutilidad de la filosofía. Lo que conviene ahora es tener
una noción más clara del papel de la competencia al interior de la sociedad.
Para von Mises:

―La competencia cataláctica –nota característica de la


economía de mercado-- es un fenómeno social. No
implica derecho alguno, garantizado por el estado y las
leyes, que posibilite a cada individuo elegir ad libitum el
puesto que más le agrada en la estructura de la división
del trabajo. Corresponde exclusivamente a los

34
Ib. p. 263.

47
consumidores determinar la misión que cada persona
haya de desempeñar en la sociedad. Comprando o
dejando de comprar, los consumidores señalan la
respectiva posición social de la gente. Tal supremacía no
resulta menoscabada pro privilegio alguno concedido a
nadie en cuanto productor…Pero competencia no
significa que cualquiera puede enriquecerse simplemente
a base de imitar lo que los demás hacen. Significa, en
cambio, oportunidad para servir a los consumidores de
un modo mejor o más barato, oportunidad que no han de
poder enervar quienes vean sus intereses perjudicados
por la aparición del innovador…la función social de la
competencia cataláctica, en cambio, no estriba en decidir
quién es el más listo, recompensándole con títulos y
medallas. Lo único que se desea es garantizar la mejor
satisfacción posible de los consumidores, dadas las
específicas circunstancias económicas concurrentes‖35.

No hay la menor duda que esta digamos versión canónica del concepto
de competencia adolece de una grave ingenuidad al ser llevada a la sociedad
de mercado realmente existente. No tanto porque el consumidor, antes rey y
soberano, haya sido bajado a esta realidad. Sino porque simplemente no
permite hacer compresible la realidad. Es una anteojera ideológica que se
presta a la más descarada simulación. Pues lo que se oculta es el sentido que
adquiere la competencia al ser llevada a la educación: la competencia como
método de control social y como sistema o marco de legitimidad de la
marginación y exclusión social. La competencia al interior del sistema escolar
es sofisticado sistema para la naturalización de la injusticia en las sociedades
de mercado. Una ocurrente idea que naciendo en el Reino Unido se ha
extendido como plaga por el mundo buscando siempre convertir a los
estudiantes en referentes necesarios para la eficiencia económica36.

Ahora bien, a todo esto cabe la pregunta sobre la relación entre este
método o sistema de control social y la intención de hacer de la universidad

35
pp. 334-6.
36
―Competencia y resultados –afirma Ronald Barnett-- son términos bosquejados en el
Reino Unido por el National Council for Vocational Qualifications (NCVQ). Este marco
conceptual, planteado en principio como base para la sistematización de la educación
del grupo de 16 a 19 años, se está extendiendo ahora a la educación superior. Barnett,
Ronald. Los límites de la competencia. El conocimiento, la educación superior y la
sociedad. Barcelona. Gedisa. 2001. p. 108.

48
pública un bien escaso. La respuesta es simple y ésta la basamos en una
preocupación de Bill Gates quien, como se sabe ampliamente, es actualmente
el hombre más rico del planeta. Gates plantea la cuestión en estos términos,
citamos de memoria: “no tiene caso invertir en la educación de un joven que se
ira a trabajar a otro lado”. Tal vez en el complejo sistema corporativo de este
personaje se tengan miles de trabajadores educados y formados en diferentes
países pero que emigran a los lugares en los que es posible encontrar trabajo
de acuerdo a varias condiciones, como son, por ejemplo: empleo, salarios
elevados o aceptables y condiciones de vida que no existen en sus países de
origen. El problema aquí es cómo es posible la competencia en un circuito
cerrado como es el de la educación. Sobre todo cuando se viola el principio
sustancial de la competencia cataláctica. Es decir, se parte de un sistema de
competencia inducida. Cuando ésta es y debe ser, por su propia naturaleza,
espontánea. La clave para la compresión del asunto está en las siguientes
cuestiones que han abordado con gran interés los nuevos ingenieros
neoliberales dedicados ahora a los problemas de la educación pública.

Lo que en primer lugar se ve es que no se toma el más mínimo


distanciamiento crítico con respecto a la competencia educativa. Simplemente
se le ve como un modelo “genial” que hay que implementar y punto. Pero como
tal el modelo en cuestión no llega a ser una moda. En el campo de las
diferentes disciplinas pedagógicas tal vez lo sea. Pero si es un instrumento que
reproduce el ya conocido vicio de una concepción autoritaria del poder como
es la neoliberal. Y, por otro lado en la práctica, el conocido disimulo mexicano
consistente en acatar pero no cumplir las ordenanzas del poder. Su
instrumentalización será, por lo mismo, algo muy divertido pero que en varios
casos provocara fuertes dolores de cabeza. Como la desesperación que
agudizara la no menos proverbial actitud e ineptitud de las autoridades
educativas en todos sus niveles. Pero el problema no está en todo esto pues
éste lo encontramos en lo que han sido dos conceptos fetiches en toda esta
nueva querella educativa: la evaluación y la generación de habilidades. Es
decir, en traducir lo que por esencia es cualitativo en algo cuantitativo. Al
parecer el único medio o recurso a través del cual es posible hacer esto es
cargando de poder a esto que resulta ser en el fondo un vulgar mecanismo de

49
control social aplicado al proceso educativo. Pero que debe mostrar su eficacia
de acuerdo a la forma en cómo el currículo se convierte en el qué y el cómo de
dicho proceso. La esperada adquisición de habilidades sustituye de este modo
a la compresión y permite, en contra parte, que éstas sean trasferibles en
cualquier ámbito del mercado global. Cosa que por cierto y por su
especificidad, es muy difícil de lograr en la fastidiosa filosofía37. Menos aún
cuando se afirma y sostiene que la filosofía no forma parte del mercado según
la doctrina o evangelio neoliberal. El papel de las universidades del Tercer
Mundo es, como ya se ha observado anteriormente, formar parte del
“consenso” de tal conjunto de habilidades transferibles. Son y deben ser por
ello hoy junto con el sistema nacional de educación media superior, empresas
públicas que es mejor sostener como subsidiarias de las corporaciones
transnacionales localizadas en los países industrializados. Como tales su
misión es generar una fuerza de trabajo altamente calificada y flexible a la que
es preferible no dar trabajo o que no encuentra trabajo en las naciones
subdesarrolladas. Así:

―Los términos clave –afirma Barnett— están bastante


claros ―cultura empresarial‖, ―necesidades de la
industria‖ ―know how para aprender‖ y ―experiencia
en el mundo del trabajo‖. Nuevamente estamos ante
una idea relativamente neutral – (graduados) que
saben cómo aprender--, pero que parece asociada a
una constelación mayor de ideas que giran en torno al
mundo del trabajo, definido como industria y
comercio. Vemos, por lo tanto, que el conjunto de
ideas que define al sentido de empresa está situado en
un cierto dominio. Una frase ocasional o una idea
puede sugerir que no existe un sentido dominante del
término ―empresa‖ Sin embargo, está bastante claro

37
Al respecto Ronald Bernett escribe: ―El término ―transferibilidad‖ podría referirse a
las habilidades académicas de mayor nivel, como el análisis, la argumentación, la
recolección de evidencias, la comunicación escrita y el establecimiento de relaciones
de dominios cognitivos. El término podría sugerir que hay habilidades académicas que
trascienden el contexto de la disciplina. En este caso, implicaría la existencia de
habilidades metadisciplinarias.
`Sin embargo, este término ha pasado a referirse a la segunda forma de
transferibilidad. Casi invariablemente se lo utiliza para caracterizar aquellas
capacidades que se consideran evidentes en distintos contextos de trabajo. A través
de habilidades personales transferibles, los egresados adquirirán la capacidad para
adaptarse a los cambios en los mercados mundiales, la economía y el mercado de
trabajo‖. Ibidem. p. 97.

50
que la ubicación se encuentra dentro de esta
constelación‖38.

Ahora bien, ante un modelo de desarrollo económico que depende de la


escasez para imponerse al mundo, el trabajo se convierte en un bien escaso o
mal remunerado. Y la universidad pública en una institución que se asemeja
más a una industria de desempleados. Una fábrica en la que la dialéctica éxito-
fracaso adquiere dimensiones que es posible reducir, por sus causas, al
problema económico39. A una economía fallida y empecinada en reproducir,
más allá de todo lo humanamente tolerables, sus propios vicios. Agudizando
de este modo el ámbito de incertidumbre de la acción humana. La inversión en
educación --pública o privada-- carece, por estos motivos, de sentido. Cosa
que obliga a reconsiderar el papel de la misma en una sociedad en que ésta
tiende a convertirse, a la par de un referente social anacrónico, en un bien
escaso.

De este modo una de las cuestiones que han sido más debatibles y que
han provocado mayor polémica es el modo en cómo desde el poder se
adoptan y sostienen políticas como es la de reducir el gasto en educación y
desarrollo científico y tecnológico. Es evidente que este tipo de políticas
afectan muy considerablemente al salario de los trabajadores que,
independientemente del lugar que ocupan en el proceso educativo, resultan
inaceptables. El sobado argumento que se da por parte de los responsables en
aplicar dichas políticas es --por fuera del modo en cómo las crisis de la era
neoliberal han afectado los salarios en referencia a la capacidad adquisitiva de
los mismos--, que no existen condiciones ni recursos económicos suficientes
para sostener la demanda de incremento salarial y de empleo para este sector.
Se sigue de este modo el ya famoso mito del que se ha hablado anteriormente:
que los recursos son escasos e insuficientes para mantener un aparato de tan
grandes proporciones. Sin embargo, no es esto lo que ocurre cuando estas
38
Ib. p. 135.
39
De acuerdo con von Mises la filosofía del éxito individual se caracteriza por ser: ―el
único criterio para enjuiciar la acción humana es si resulta o no capaz de conseguir los
fines que el hombre persigue con su actuar‖. Mises, L. op. cit. p. 232. En el sentido de
que los fines deben ser cuantificados sobre referencias monetarias o materiales, el
fracaso se convierte, por este sistema económico y por una institución con las
características señaladas, en la cosa mejor repartida del mundo. Pues el éxito es, como
en las competencias deportivas, cuestión de unos cuantos.

51
políticas se diversifican en varios sentidos. Como por ejemplo, manteniendo
una absurda disparidad en el salario de la alta burocracia y de los educadores.
O bien, por políticas de estímulos a través de la instrumentalización de
sistemas y métodos de competencia y evaluación. Pero lo que resalta
invariablemente es que, independientemente del sistema instrumentalizado, la
alta burocracia es la que vive y depende de un sistema de privilegios obtenidos
y sostenidos gracias, no a la competencia cataláctica, sino por una rígida y
obediente lealtad política. Los límites de la competencia cataláctica son los que
define este sistema de lealtades y compensaciones que ocurren y hacen
posible la existencia de una burocracia siempre dócil y al servicio del
gobernante omnipresente. Es decir, la competencia es para los otros y no para
tal burocracia. Pues ella es necesaria para sostener un sistema de poder como
es el que nos rige. Es el enjambre de esos individuos los que, de acuerdo a
Lewis Coser, constituyen una de las más representativas instituciones voraces
de la modernidad40. Son simples camarillas de poder que se sirven del mismo
para imponer en este caso su particular visión del mundo. Son quienes
imponen qué estudiar.

40
Coser, Lewis. Las instituciones voraces. México. Fondo de Cultura Económica. 1978.

52

Vous aimerez peut-être aussi