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UNIVERSIDAD NACIONAL FEDERICO VILLARREAL

FACULTAD DE HUMANIDADES

ESCUELA DE ARQUEOLOGIA, ANTROPOLOGIA E


HISTORIA

Los Inuit
(Reflexiones sobre “Etnología de América”, de Walter Krickeberg)

Nataly Barrientos Grados


Damiler Díaz Terán
Luis Fernández Payano
Luis Huamaní Ayala
Wilmer mejía Carrión
José Querevalú Miñán
Walter Saavedra
Lyzeth Saravia Tomás
John Sánchez Cabrera
George Urco Montoro

Lima, Diciembre de 2008

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“Hace doce años, Miranda, (...) tu padre era duque de Milán y príncipe de
poderío (...) Próspero sobrepujaba a los otros duques. Mi linaje era sin igual, y
ninguno podía compararse conmigo en el conocimiento de las artes liberales,
cuyo estudio me absorbía de modo que me desembaracé del peso del gobierno
(...) y viví en mi nación como un extranjero, completamente dado y aplicado a
las ciencias ocultas (...) Mi biblioteca era un ducado suficientemente grande
(...) [compuesta de] volúmenes a los que yo concedía mayor valor que a mi
ducado” (Shakespeare, “La tempestad”).

“He estudiado a fondo filosofía, leyes, medicina y por desgracia también


teología, con ardoroso esfuerzo. Y ahora me encuentro, ¡pobre de mí!, tan
sabio como antes (...) Y veo que no podemos saber nada (...) No me imagino
saber nada a derechas, no me hago la ilusión de poder enseñar nada, ni de
mejorar ni de convertir a los hombres. Tampoco tengo bienes, ni dinero, ni
honor ni lustre mundano (...) Por eso me he consagrado a la magia, a ver si por
la fuerza del verbo del espíritu se me puede revelar más de un misterio (...) a
fin de no tener más necesidad de decir (...) aquello que no sé, de reconocer lo
que el mundo encierra en su más íntimo meollo, contemplar la fuerza operante
y las simientes y no seguir atascado en palabras.” (Goethe, “Fausto”).

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Este modesto trabajo fue realizado al alimón, como se dice en el mismo, por el profesor y los
alumnos del curso "Etnología de América", de la Universidad Nacional Federico Villarreal,
de Lima, Perú. No pretende ser un trabajo ya terminado, porque no pudimos dedicarle todo el
tiempo que se merecía, pero se realizó y a pesar de los errores que tiene (sabemos
positivamente que los tiene), este trabajo es un producto del esfuerzo mancomunado de los
alumnos y el profesor. Aquí se los damos a conocer porque este medio es apropiado para
hacerlo llegar a quien pueda sentirse interesado por un esfuerzo como es éste.
Walter Saavedra.
El profesor.

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Los Inuit
(Reflexiones sobre “Etnología de América”, de Walter Krickeberg)

A manera de introducción

Entregamos aquí el análisis de una parte de los textos de Krickeberg, contenidos en su libro
“Etnología de América”. A pesar de de que hay algunos otros temas en el mismo texto, le
hemos dedicado algo de tiempo al que aquí analizamos y hemos procurado darle la forma
actual, aislándolo del resto, porque así podríamos –era nuestra intención- trabajarlo mejor y
hacer de éste un trabajo colectivo, donde todos –los alumnos y el profesor- pudiéramos dar
nuestras aportaciones y así ha sido efectivamente.
Podemos decir que el material que ahora damos a luz, es genuinamente un trabajo colectivo,
por eso, en este texto se contienen las diferentes opiniones de sus autores armonizándolas para
entregar un documento que no deje ver –que no deje ver tan ostensiblemente, al menos-
contradicciones ideáticas en su redacción. No buscamos un texto original a ultranza, sino algo
que sea nuestro, de todos los que hemos participado en su confección.
Le hemos dado una lectura final para decir nuestro parecer y formular, o reformular, las ideas
que hemos ido escribiendo y reescribiendo a lo largo del semestre.

Hemos podido comprender, como lo manifiestan los antropólogos que se han ocupado de su
historia- que la antropología ha tenido un desarrollo muy sinuoso –aunque, es bueno que
sepamos, no todo lo sinuoso es negativo- desde sus orígenes, que se remontan a la filosofía
griega. La antropología se presenta entre los griegos como el estudio filosófico del la sociedad
y del individuo. Es Herodoto uno de los primeros antropólogos griegos. Herodoto es
considerado por muchos de los antropólogos modernos como el padre de la antropología (que
no de la historia, en cuanto disciplina tradicionalmente considerada, pues la discusión
moderna de los historiadores sobre las características de su disciplina es otro asunto que no
trataremos aquí).
Un otro antropólogo, Renato Descartes, nos dio las pautas para realizar metódicamente los
estudios científicos, pautas que hasta hoy en día siguen los científicos sociales, y las obras de
metodología o de trabajo de campo, no hacen sino partir de lo que él sentó en su trabajo de
campo en Holanda, especialmente, para ir siendo mucho más específicos en las
particularidades que se van encontrando en las labores investigativas. El trabajo científico es
siempre novedoso y siempre aporta cosas nuevas a lo ya existente, pues la ciencia no es un
cuerpo teórico osificado sino viviente.
Lewis Morgan, Bronislaw Malinowski y tantos antropólogos de nuestro tiempo –se discrepe o
no con sus criterios específicos y con su actitud frente a sus objetos de estudio[1]- quienes,
que han sentado las pautas del trabajo de los antropólogos, con lo que no han hecho sino
seguir con las pautas dejadas por Descartes... incluso Emilio Durkheim sigue en sus “Reglas
del método sociológico” las pautas que se encuentran en “El discurso del método”, por
supuesto.
Despierta mucho nuestro interés el hecho de que, durante la primera mitad del siglo XX, tanto
los etnólogos franceses como los antropólogos ingleses y los alemanes, no habían
desarrollado aún la manera adecuada de comunicarse con sus sujetos de estudio, si es que lo
vemos a la luz de lo que la antropología ha tiene hoy en día, por cierto.
La utilización de la palabra griega “etnos” (que significa “los otros pueblos”, “los bárbaros”
en donde hay un interesante dejo de verlos como inferiores en los múltiples aspectos de su
desarrollo, aunque no necesariamente en su sentido total) a fines del siglo XVIII, intenta ser
una especie de renacimiento de la antropología en otros contextos y en otros espacios en los
cuales se confinaba a los antropólogos, intentando así capturar lo que caracterizaba el trabajo

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antropológico en esos tiempos, pero curiosamente, no logró hacerlo muy diferente de lo que
había sido, desde su origen con los filósofos griegos, solo que ya no se estudiaba a las
sociedades en general sino solamente estudiaba a las otras sociedades... las sociedades
bárbaras, que eran por supuesto las no europeas.
Más allá de los aportes de Malinowski, referentes al trabajo de campo y, especialmente a lo
que a partir de él se denomina observación participante, se puede decir que sus métodos de
trabajo antropológico, no se aplicaba aún por completo, debido a la idea, etnocéntrica y
europeocentrista, de superioridad, por las barreras culturales existentes en la formación social
y académica de los antropólogos, en relación a las “otras” culturas. Y, por otro lado, No todos
los antropólogos lograban dejar de lado sus prejuicios en el estudio de las sociedades, pero la
utilización de la observación participante de manera constante fue diluyendo esas diferencias
al tener que zambullirse en antropólogo en el seno de las sociedades estudiadas. Finalmente,
el cambio era inevitable.
Hubo muchos resultados curiosos, como antropólogos que contraían matrimonio con personas
de las poblaciones donde estudiaban, o de aquellos otros que simplemente ya no querían
abandonar más las sociedades que estudiaban. Y no hablamos únicamente de los antropólogos
más conocidos, sino que ese proceso se siguió inclusive en los antropólogos de menor
nombradía internacional, sin que esto significara un acto de copiar a los más conocidos, sino
que era el resultado natural de una dinámica de inserción en las sociedades que estudiaban
buscando ser uno más de dichas sociedades.
La identificación del antropólogo con sus objetos de estudio, terminó siendo tan intensa que,
hasta hoy en día, podemos observarlo en muchos casos. El desarrollo de nuestra carrera nos
ha enseñado –aun a quienes recién se integrarán oficialmente a la profesión al concluir sus
estudios, como algunos de los que esto escriben- que el antropólogo que se ha dedicado al
trabajo de campo[2], necesariamente cambiará, cambiará sin darse cuenta porque las mismas
características de su trabajo así lo determinan. Son pocos los que han escapado a esta
influencia.
El período que va de fines del siglo XIX a comienzos del siglo XX, es una época en que
contienden dos economías por el orden mundial. Inglaterra y Estados Unidos luchan en el
plano de los mercados y también en todas las esferas de acción humana. La ciencia está dentro
de esta lucha, por supuesto.
Los antropólogos sociales ingleses, se ven enfrentados por los antropólogos norteamericanos,
que -con la ayuda de los antropólogos alemanes[3]- constituye lo que ellos creen que era una
antropología diferente: la antropología cultural. Pero en realidad, en esencia no termina siendo
sino un nombre diferente para una misma disciplina. ¿Qué había algunas diferencias? Eso no
se puede dudar, pero en lo esencial eran lo mismo. A veces las únicas diferencias no eran sino
de nombre. La palabra “cultura” dentro del ámbito antropológico ha llegado a tener tantas
definiciones, que a fin de cuenta nada es diferente cuando parece ser diferente.
En el período en que se comienza a utilizar el término “etnos”, en Alemania (etnografía) y en
Francia (etnología), la antropología se había convertido en un brazo importante del dominio
colonial, especialmente inglés. Los antropólogos de la segunda mitad del siglo XX,
especialmente, han identificado durante mucho tiempo, y combatido duramente, a esa
antropología que consideraban hija del colonialismo, porque realmente lo era. Aún hoy en día
se la sigue utilizando de esa manera.
Durante mucho tiempo, el antropólogo ha vivido del estudio que ha realizado del “salvaje”, o
sea, de aquellos “otros” que pertenecían a las culturas menos desarrolladas –científica y
tecnológicamente- que las suyas propias. La antropología fue pues, siempre el estudio de la
“otredad”. Y eso es lo que han hecho, al menos en buena parte, los que se han dedicado a la
etnología americana, africana, asiática.
Para sus estudios han utilizado la observación participante que, si bien su primera formulación

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teórica pertenece a Malinowski, ya había sido utilizada desde siempre por los antropólogos:
Herodoto la utiliza intensamente, así como también Descartes y, por supuesto, Lewis Morgan.
Haciendo un estudio de la vida de los antropólogos surge nítidamente comprobada esta
aserción.
Por ello es que, como algunos antropólogos han hecho, se puede considerar antropólogos, por
sus merecimientos etnográficos, tanto a Marco Polo como a los incontables cronistas
americanos, a los viajeros, a los evangelizadores, etc., que iban adentrándose a terrenos
desconocidos[4] –ya sea en las colonias o en lugares de posible colonización o simplemente
por ansias de aventuras no exentas del todo de encontrar un lucro en tales viajes, aunque no
haya sido sino la exposición de los mismos a públicos ávidos de escuchar cosas exóticas-,
viajes que podían durar mucho tiempo.
Las libretas de campo[5] van surgiendo de los diarios que ellos llevaban. Esa es una época en
que se había puesto de moda llevar diarios personales[6]. En los viajes fueron de gran
importancia. De tanta importancia como de aquellos cronistas que tenían que tomar nota de lo
que veían para dar relación a sus reyes.
La libreta de campo surge, pues, directamente relacionada con los diarios[7] y es bueno que
lo sepamos para comenzar a utilizar uno, si es que antes no lo hemos tenido. El diario nos va
habituando a observar y a ordenar las ideas. A saber qué debemos poner y que no debemos. A
llenar espacios con aquello que surge de reflexiones sobre aquello que, antes, podríamos
haber creído que no había nada que poner. Es preciso tener en cuenta que, pensando y
pensando, siempre llegamos a encontrar algo interesante que poner... o si no es interesante en
el instante, sí puede cobrar mucho interés en el futuro. Y por eso es tan interesante ir
tomando notas de aquello que se va encontrando. Los resultados de un diario no son los
mismos, por supuesto, que los de una libreta de campo, porque los momentos y las
circunstancias son diferentes, así como las motivaciones...
Incluso, durante la ilustración (siglo XVIII), la antropología no abandonaba del todo su
origen filosófico, que aún ahora no abandona, por increíble que les pueda parecer a algunos
antropólogos influenciados más por las disquisiciones actuales de la filosofía (a la que no se
sienten cercanos) y necesariamente influenciados no por las disquisiciones de la filosofía
griega, como sí sería menester que estuvieran influenciados críticamente, por supuesto. Uno
de los interesantes textos de antropología, resulta siendo escrito por Rousseau “El origen de
la desigualdad entre los hombres”.
En el movimiento Tormenta e impulso, que lideró Herder, formó parte Goethe, cuyas obras
nos muestran la influencia de los estudios que realizó de la sociedad alemana y, si queremos
un solo nombre, está “Fausto” donde se trata de una leyenda tradicional alemana y con
muchos elementos similares en leyendas de otros países, incluso leyendas actuales en Perú.
El trabajo del mexicano Oscar Lewis, “Los hijos de Sánchez”, desechado durante algún
tiempo por ser caracterizado como “literario” fue el que abrió las puertas para un nuevo filón
de estudios antropológicos en los estudios de vida, hoy en día tan de moda. Por supuesto que
no fue él únicamente quien hizo esos estudios, porque los encontramos en muchos otros
literatos, anteriores a él, de países diferentes. Nos viene a la memoria ahora el gran escritor
chino (de inicios del siglo XX) Lu Sin, que tiene obras que están en la misma dirección. Pero
la obra de Lewis emerge de un estudio antropológico dedicado y preciso, que no fue el
mismo caso de Lu Sin, aunque no se puede alegar que este autor tuviera desconocimiento en
el tema tratado.
De esta misma vertiente son las novelas del antropólogo peruano José María Arguedas, fruto
de sus investigaciones antropológicas[8]. La ignorancia de los científicos sociales de los años
sesenta, hizo que condenaran su libro “Todas las sangres” por ser no científico y, por ende,
no antropológico. En esta novela se dan la mano sus observaciones vivenciales y sus estudios
de la sociedad peruana con los estudios de la sociedad española. Y Claro, “Todas las

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sangres” es una novela. La novela combina fantasía y realidad de manera como el autor lo
quiera. Pero, en el caso de Arguedas, en esas novelas se ve casi muy directamente la realidad
de que emergen sus ficciones.
Luego vendrá el Romanticismo, reacción contra la Gran Revolución Francesa de la nobleza
feudal francesa, René de Chateaubriand[9], crea el romanticismo, cuyo primer fruto es su
novelita “Atala”, y podemos decir que crea el romanticismo -por las aristas eminentemente
políticas que tenía- con el fin de restaurar sus privilegios de la nobleza (y, por cierto, su poder
feudal, de que la Gran Revolución Francesa les había despojado). Durante el exilio de la
nobleza francesa en Inglaterra, los burgueses ingleses se contagiaron del romanticismo, y
después a los burgueses alemanes, españoles, americanos, etc. En su desarrollo y adaptación
en los diversos países y épocas, el romanticismo irá teniendo una serie de variantes,
reconociéndosele orígenes y características diferentes a los que tenía en sus inicios feudales...
Incluso se puede decir que romanticismo y folklore se dan la mano, puesto que este último
surge en Inglaterra timoratamente (sugerido por John Thoms, que firma su artículo con el
seudónimo de Ambrose Merton), como desarrollo –directa o indirectamente- del
romanticismo.
De muchas cosas, que los antropólogos consideran importantes, no se conocen sus orígenes o
simplemente se la deja de lado porque se le ignora, se la desconocer o porque no nos
acordamos, ya que estamos trabajando contra el tiempo... aunque se nos diga –lo que sería
cierto- que todo trabajo se hace contra el tiempo.
La pregunta que ronda en nuestra mente es: ¿Por qué estudiar precisamente a los inuit aquí?
O, quizás sea más apropiado preguntarse, ¿por qué hacer etnología americana? ¿Por qué hacer
de alguna manera tipologías socioculturales? ¿Por qué el antropólogo percibe de una
determinada manera su objeto de estudio, no comprendiendo la lógica de su objeto de estudio
sino utilizando su propia carga cultural?
Es cierto que el antropólogo, al insertarse en las sociedades que estudia, pone mucho de sí
mismo en cada investigación que realiza. Pero eso, en sí mismo, no puede validar o invalidar
su investigación. Tenemos que darnos cuenta de esto al estudiar sus investigaciones para
saber cuáles son los límites del antropólogo como ser humano.
Todo eso nos lleva a preguntarnos ¿por qué no hacer una antropología de nosotros mismos,
para comprendernos y comprender al resto? Se nos dirá que para estudiar a los otros fue
creada la antropología, para estudiar a los bárbaros, a los salvajes, a los incivilizados, a los
pobres, a los tercermundistas. ¿Esto tiene que ser forzosamente así? Los hay evidentemente.
Antropólogos han escrito sobre sí mismos, sobre su vida. Clifford Geerz, por poner solamente
un ejemplo, lo hizo en varias ocasiones, por poner sólo un ejemplo. El antropólogo puede
pues estudiarse a sí mismo.
¿Solamente podemos usar las categorías tradicionales que se nos han enseñado en la
Universidad o aquellas que vemos usar a los antropólogos? ¿Son dichas categorías realmente
científicas? Y si únicamente las categorías utilizadas por los antropólogos reconocidos como
clásicos, son dignas de ser utilizadas, como consideran algunos... ¿los antropólogos que usan
categorías científicas diferentes a éstas, en qué condiciones están?
La antropología es tan diversa desde sus inicios, y a lo largo de su desarrollo, que este mismo
desarrollo nos permite darnos cuenta que podemos realizar una labor creativa de mucha
amplitud. Ahora, cuando las fronteras entre las ciencias que estudian la sociedad se están casi
borrando, podemos apreciar que lo que se pretende hacer ahora es lo que el antropólogo
siempre ha hecho... siempre: desplegar lo más ampliamente las alas de su creatividad sin
ponerse límites, lo que a muchos ha de parecerle una aberración, pero la historia de la
antropología nos indica que eso se puede hacer aunque la amplitud de la vida y el desarrollo
de las ciencias nos diga que esa pretensión es demasiada. Y lo será, si es que pretendemos
hacerlo todo.

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Pero el antropólogo en particular no lo hará todo, peo sí la antropología, que es mucho más
que un antropólogo. Nuestra visión es diferente, la manera de acercarnos al objeto de estudio
es diferente, nuestra posición frente al objeto de estudio es diferente. Eso es importante.
La antropología, en realidad, no es -ni nunca fue-, una ciencia, sino que la antropología es una
disciplina donde muchas ciencias se dan la mano. La antropología es una sola disciplina en la
cual, el tamaño de su objeto de estudio, permitía –y permite- que sea útil de esa manera. De la
antropología surge la sociología, como un elemento especializado en estudiar solamente las
relaciones sociales. Los primeros en llamarse sociólogos, no logran desgajarse de los estudios
antropológicos (Emilio Durkheim, por ejemplo, profesor de muchos eminentes antropólogos
franceses e ingleses).
Con sus características específicas, el antropólogo sale de su área particular en que lo ha
arrinconado la historia, para hacer lo mismo en sociedades más amplias, adonde lo ha ido
llevando también la historia, sobre todo desde el momento de las grandes migraciones, a fines
de la primera mitad del siglo XX.
Los etnólogos o antropólogos de Europa y Estados Unidos, estudiaban a los nuer, a los
trobrian, a los navajos, a los esquimales, a las diversas tribus africanas, etc. En nuestro país
uno de los proyectos más discutidos, y menos comprendidos, es el que desarrolló la
Universidad Cornell, durante los años cincuenta y sesenta en Vicos, Ancash, mediante el
conocido “Proyecto Cornell”. Este proyecto se instauró inmediatamente producido el triunfo
de Mao Zedong (o Mao Tse Tung) en China (1949), como una forma de contener su
influencia en el mundo. Por ello se buscó ganarles a los maoístas en sus propuestas de
modernización, para lo cual se utilizaría y desarrollaría la antropología aplicada[10].
La modernización era el objetivo, pues, del proyecto de la Universidad de Cornell,
desarrollado aquí, en el Perú, y, por ello mismo, tenía un claro fin político. Tuvo el apoyo del
gobierno norteamericano, que siempre estuvo vigilando –si es dable decirlo así- su desarrollo.
Grandes personalidades de la política norteamericana (incluso algún candidato a presidente y
ministros norteamericanos) llegaron hasta la hacienda Vicos. También estuvieron allí
presidentes y ministros peruanos (o enviaron representantes personales).
En apariencia, el Proyecto Vicos fue interrumpido por la lucha de los estudiantes
sanmarquinos, de fines de los años sesenta, que lo veían –como que realmente era- un
proyecto propiciado por el gobierno norteamericano para combatir las ideas políticas
marxistas predominantes en esa época.
Lo que los estudiantes de los años sesenta, no se enteraron nunca, es que, ese proyecto, no fue
interrumpido por ellos. El proyecto ya había terminado, sus objetivos se habían cumplido, a
pesar de todas las irregularidades con que se desarrolló. Y durante el tiempo en que se
desarrolló, se habían ido formulando ya importantes propuestas. Estas propuestas fueron
puestas en práctica por gobiernos que vinieron inmediatamente después de su presunta
interrupción.
Es curioso que las propuestas más importantes que se fueron elaborando en los casi veinte
años de existencia del Proyecto Vicos, fueran aplicadas por un gobierno que atacaba
fuertemente a los norteamericanos: El gobierno revolucionario de Juan Velasco Alvarado.
¿Mera coincidencia?
Nosotros, los antropólogos peruanos estudiamos a los campesinos de las comunidades que se
encuentran en los diferentes departamentos del Perú. Estudiamos a los “indios” de la
Amazonía. Estudiamos los asentamientos humanos más alejados del centro de la ciudad, que
no viven propiamente como personas citadinas.
Hay que estudiarlos porque se considera que deben desarrollarse a nivel de los sectores “más
avanzados”... ideas que provienen de los proyectos modernizadores como el Proyecto Vicos.
Por eso conviene preguntarse ¿avanzados hasta que punto? ¿Debe una comunidad, o una
sociedad tradicional en general, abandonar todo lo que tiene que ver con su propia cultura

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originaria para ser diferente o “más avanzado”? La modernización, dicen, o decían algunos,
exige eso. Ellos son como un granito que sale en la cara, un granito que molesta y se ve feo.
Hay que evitar que se siga reproduciendo y en antropólogo debe actuar como una especie de
maquillador o cirujano en esta situación que se considera tan anómala.
Todo lo que hemos aprendido, todo lo que tenemos que hacer, lo aprendemos y lo hacemos
como si siguiéramos un patrón. Se dirá que es parte de la identidad de nuestra carrera, se dirá
que eso es precisamente antropología. Pero ¿cómo se podría sostener la idea de que el
antropólogo estudie el ser humano, si es que lo encerramos en círculos tan estrechos como los
que se ha acostumbrado en nuestro medio?
Esperemos que haya de llegar el día en que el antropólogo peruano se dedique a investigar,
sin ser un simple seguidor de las teorías que vienen de afuera. Esperamos que ha de llegar el
día en que el antropólogo deje de ser un simple seguidor de patrones académicos foráneos.
La idea de que el antropólogo peruano sea un profesional creativo, y no un simple seguidor de
patrones extranjeros, no es del agrado de algunos, porque creen que eso implica mucha
subjetividad, pero ¿acaso el antropólogo foráneo está libre de ella? Un antropólogo inuit
hubiera arrojado mucha más luz sobre la vida sociocultural de su propio grupo étnico y no se
hubiera quedado únicamente en los aspectos técnicos con que la enfoca Krickeberg, pero
¿hasta qué punto? ¿Hasta qué punto un investigador inuit puede ser lo suficientemente
objetivo para estudiarse?
Conoce más de su población que un antropólogo foráneo, de eso no cabe la menor duda, pero
que pueda simplemente por esa razón hacer estudios antropológicos más adecuados...
solamente si reducimos a la antropología a los estudios etnográficos, meramente
descriptivos[11]. Por esto es que, quizás en ese sentido, siempre sean superiores a los
foráneos.
Por supuesto que el texto que ahora comentamos, nos permite notar que el desarrollo de su
etnografía -sobre los inuit-, nos deja muchas cosas interesantes. Un punto interesante es que,
deseamos rescatar el que, en la década de los cuarenta, año en el que se termina de escribir la
obra “Etnología de América”, los antropólogos se encargaban de estudiar, por completo, a las
demás sociedades, en su amplio sentido cultural, y la importancia que se puede apreciar en la
manera como desarrollan sus sujetos de estudio.
Lo que Krickeberg[12] desarrolla, nos permite sostener la idea de que el antropólogo es el
instrumente, un instrumento muy sutil, para llegar a determinados fines que se proponen
ciertos sectores sociales y que no siempre son claramente establecidos y que no siempre los
mismos antropólogos conocen.
El afán del trabajo antropológico siempre ha tenido dos grandes objetivos: a) conocer a los
demás grupos humanos –los “otros”- que existen en cada continente; b) esta información se
utilizará con fines determinados y objetivos precisos (ya sea para exterminarlos, robarles sus
riquezas o esclavizarlos mediante el capitalismo y su idea de consumo).
Acaso se pueda decir que lo que el antropólogo menciona en su escrito tiene doble efecto,
aunque solamente se menciona el positivo. Pero el efecto negativo se queda ahí, de tal modo
que solamente lo pueden desentrañar quienes saben lo valiosa que es la información leída.
Hemos querido llegar al final del semestre, que es, a su vez, el final de los estudios
universitarios de los alumnos que aquí intervenimos, con un texto nuestro, muy nuestro,
elaborado de manera mancomunada, un texto que nos muestre, más quizás la relación y
acercamiento a que hemos llegado que al trabajo, propiamente, que hemos realizado en clase,
que ha sido de mucha mayor amplitud.
Así, nos despedimos el maestro y los alumnos, puesto que es –como resulta obvio- una
promoción que deja las aulas y ya no serán más alumnos, pero seguirán siendo siempre
amigos... que es el objetivo que persiguen los profesores: ser amigos, más que alumnos... o, si
se quiere, alumnos que sean más que nada amigos, y en esa amistad ir cultivando el

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conocimiento en colaboración, más que en dependencia vertical, porque los alumnos que han
llegado a esta etapa tienen los conocimientos y las experiencias que todos sus profesores les
han ido dejando a lo largo de los cinco años de estudios.
Si los profesores han sido deficientes o eficientes, es algo que no discutiremos, al menos no
aquí. Lo que sí sabemos plenamente es que los profesores, por muy deficientes que puedan
haber sido, han dejado una enseñanza que los alumnos sabremos sacar, aunque nomás sea por
aprendizaje en sentido negativo, sabiendo lo que se debe hacer al haber recibido –o percibido-
lo que no se debe hacer.
El estudiante aprende así al menos, y tiene que desplegar su espíritu de iniciativa. El
estudiante tiene que estudiar, que tiene que investigar permanentemente y, sobre todo, debe
tener su propio criterio, porque de aquí en adelante, se habrá convertido en profesional y
deberá mostrar que sale teniendo la actitud más apropiada que corresponde a quien recién se
incorpora al mundo laboral: saber enfrentar los retos y salir airosos de ellos.
Nuestra profesión debe –o debería ser- eminentemente investigadora, por eso es que tendría
que renovarse constantemente con el aporte de cada uno de los que recién se incorporan al
mundo profesional. Y podrán hacerlo, tenemos la plena convicción de que podrán hacerlo.
Los hemos visto, les hemos puesto trampas aquí y allí, al mismo tiempo que íbamos
enseñándoles... si se dieron cuenta o no de todo esto, es algo que ya no interesa mucho.
Lo que sí interesa es que confiamos en nuestras capacidades, porque estamos seguros de que,
hasta aquel que se mostraba más timorato, puede ser un buen profesional. Y puede serlo
precisamente porque tiene la cualidad que se precisa: interés, curiosidad, deseos seguir
aprendiendo, deseos de avanzar y comenzar a trabajar en aquello para lo que nos hemos
formado. Y sobre todo, tenemos el deseo de superar las dificultades que se nos presenten.
Sabemos que estudiar es una cosa y entrar en el plano laboral como profesionales es algo
diferente, pero tenemos la convicción de poder hacer frente a lo que nos depare la vida de
aquí en adelante. ¿No es esto acaso lo que se precisa para ser un buen investigador?
Si Aristóteles, eminente antropólogo, y Albert Einstein, eminente físico, hablaban de que una
de las características más resaltantes del ser humano es la curiosidad y que esto es
indispensable para investigar -y se le llama ahora “curiosidad científica”-, sabemos que
nuestros alumnos la tienen y la han desarrollado y pueden desarrollarla aún más.
No importa si trabajan en labores ajenas a la investigación, un antropólogo siempre será
investigador porque su curiosidad lo llevará a conocer, siempre lo llevará a conocer. No
importa si no consigue trabajo, el antropólogo siempre estará buscando conocer algo nuevo,
ejercitándose en aquello para lo que se ha formado mientras encuentra trabajo.
El tiempo del que hemos dispuesto para realizar estos comentarios, no nos permite hacer un
trabajo mucho más detallado, pero aquí se manifiesta la comprensión que todos tenemos de
punto tocado, referente a los esquimales, a quienes llamamos Inuit puesto que ese término
(“esquimal”) es más bien uno despectivo, aunque haya tenido ya carta de ciudadanía y en
todas partes se les conozca como “esquimales”. No pretendemos reivindicar el nombre,
simplemente estamos acostumbrándonos a llamarlos de acuerdo a su nombre étnico, para
hacer de eso un hábito positivo.
Evidentemente, nosotros no tenemos nada en contra de que se les llame “esquimales” puesto
que la mayoría de las personas que utilizan este término, no saben su significado y no los
llaman así por quererlos menospreciar ni por cuestiones raciales, ni nada por el estilo. Es un
nombre, simplemente para la mayoría y para ellos tendría el mismo significado el llamarlos
“inuit” en lugar de “esquimales”.
No es exactamente al menos, el mismo problema que tiene la palabra “indio” y los diferentes
nombres particulares que tienen los grupos étnicos americanos. Al menos no en su evolución
histórica, como decimos más adelante. Como todos conocemos, Colón llamó “indios” a
quienes encontró en estas tierras, la primera vez que llegó, por error, creyendo que había

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alcanzado la India.

Por supuesto que a los habitantes de la India se les llama indios. No había en la denominación
nada que pudiera ser negativa. Sí, pudo haber algo negativo, pero no por el nombre en sí
mismo, sino porque los europeos se consideraban superiores a quienes no lo eran, pero ya
desde algunos años antes de la presencia del padre Bartolomé de las Casas, el Sermón del
dominico Antonio de Montesinos -Santo Domingo 1511-, se levanta viril en defensa de los
habitantes de América.
La discriminación biológicamente fundada, la discriminación racial, solamente se haría
presente en el siglo XIX, especialmente con las teorías que surgen teniendo como base al
francés José Arthur de Gobineau, y en el siglo XX, especialmente don Adolfo Hitler.
Aunque tenemos que aceptar que el término “indio” se ha convertido en un insulto. Esto es
tan así, que el gobierno de Velasco Alvarado quiso cambiar en la terminología de las ciencias
sociales el término “indio” por aquella otra, que parecía más aséptica, de “campesino”, con
resultados alejados de sus intereses, porque no todos utilizaron ese término.
Durante mucho tiempo el término “indio” ha tenido el significado de “degenerado” o de “raza
degenerada”... pero el surgimiento del indigenismo nos muestra una vertiente que reivindica
su acepción positiva que se dio casi desde sus orígenes mismos.
Hemos procedido a darle un orden diferente, a intercalar algunos comentarios, y a darle una
redacción diferente, donde nos parecía apropiado para la finalidad que nos hemos propuesto.
En algunas ocasiones solamente intercalamos algunas interrogaciones. Hay términos que
hemos evitado utilizar porque a nosotros no nos parecen adecuados, pero, pensándolo mejor,
sería cuestión de utilizarlos, con los comentarios pertinentes, para intentar comprender el
significado que tiene en el uso de Krickeberg.

Los autores.

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LOS INUIT

En su obra “Etnología de América”, Krickeberg primero nos describe dónde se ubica este
grupo humano inuit y las características geográficas, climáticas, en el cual están inmersos.
Segundo, desarrolla la idea de que el grupo ha pasado por diversas fases evolutivas y, más
aún, señala que sigue pasándolas.
Es evidente que Krickeberg está desarrollando su trabajo teniendo en cuenta las teorías, tan en
boga en su tiempo, y que eran por demás novedosas, sobre el origen del hombre americano.
Por eso es que comienza con los esquimales –los inuit- y también por ello es que tiene
referencias constantes a Siberia. Tiene influencias difusionistas pero también evolucionistas.
Cosa no rara por ser alemán y por haberse desarrollado en Estados Unidos.
Lo que desarrolla el autor, le permite hacer comparaciones etnocéntricas entre su unidad de
análisis y la sociedad europea, señalando el estadio en que se encuentran los inuit. El esquema
que maneja es propio de las corrientes teóricas de la época, en la cual se considera que el ser
humano tiene que seguir sólo un camino por la misma fase.
Los ve en una etapa, podríamos decir de salvajismo, porque dependen mucho de la naturaleza
y tienen una cultura material muy rudimentaria. Son muy rudimentarios, dice, pues no tienen
una tecnología moderna. El autor desarrolla en su texto, la descripción de los recursos
económicos con los que cuentan los inuit. Muchos de esos recursos fueron casi exterminados
por el hombre blanco, por sus ansias de lucrar, como es el caso de la ballena. El hombre
blanco ha hecho esto porque no cuenta con una economía de subsistencia como sí lo tienen
los inuit.
El ártico es la única región donde coinciden los límites culturales étnicos, porque no hay otros
representantes del área cultural ártica. Cada uno de nosotros ha tenido un acercamiento
diferente a la vida de los inuit. El nombre que ellos mismos se dan: inuit, significa “hombre”.
Todos nosotros hemos escuchado de este grupo étnico conocido simplemente como
esquimales, y fueron así llamados por los indios de Canadá oriental. Todos tenemos una idea
de ellos.
Para empezar, el nombre de “esquimal” puede resultar impropio, ya que esta palabra, en
lengua algonquina, quiere decir “devoradores de carne cruda.” El nombre es un epíteto
despectivo que se les aplica, por lo que no es un nombre del que ellos se puedan preciar[13].
Antiguamente los vikingos, en el siglo XI llegaron a Groenlandia, en el siglo XIII[14]. Los
inuit fueron llamaron “skraeling”, que significa “bárbaros” o “salvajes”. A fin de cuentas, las
palabras “esquimal” y “skraeling” vienen a tener el mismo significado. Visto desde fuera,
solamente unos salvajes podrían ser capaces de comer carne cruda... esto hasta que los
japoneses hicieran mundialmente popular comer pescado crudo (sushi)... pero en la comida
japonesa es algo excelso, civilizado, mientras que en gente como los esquimales es algo
salvaje.
El caso de los inuit, se ve algo similar con lo que sucedía con la denominación “campa” como
se llamaba a los ashánincas. “Campa” era un término despectivo, tan igual como lo es el
término “esquimal”.
No nos parece, a nosotros, muy adecuado, llamarlos esquimales, por eso es que aquí los
llamarnos como ellos se denominan a sí mismos. Que es algo diferente que lo que sucede con
la palabra “indio” con que denominamos a nuestros runas.
Tanto inuit como runa significan “gente” (hombre). Es también una contradicción llamarlos
así, porque si ellos son runa, es decir “gente”, para sí mismos, y los que no entran en su
mundo, no son runa, entonces... ¿nosotros qué somos para ellos? Esto nos hace recordar lo
acontecido con la palabra aborigen, que tanto se relaciona con el término indio.
Cuando Colón llega a América por primera vez, yendo hacia la India -la tierra de las
especias-, pensó que había llegado a ese lugar, que era su destino, por ello a los pobladores

12
que aquí encontró los llamó indios. Nada más natural, teniendo en cuenta la equivocación que
cometió.
Por otro lado, los sacerdotes españoles, desde los primeros tiempos, creyeron encontrar aquí
el “paraíso perdido”, aquel paraíso de que habla el Génesis. En Europa, desde hacía mucho
tiempo, se buscaba el paraíso que perdieron Adán y Eva.
Si la palabra “génesis” significa “desde el principio”, “desde el inicio”, la palabra “aborigen”
significa lo mismo, sólo que aquélla es una palabra griega y ésta una palabra latina. Por esto,
natural es que a los indios americanos les llamaran, entonces, aborígenes, queriendo significar
con ello que eran pobladores que se remontan al Génesis, pobladores del Paraíso perdido, a
quienes se les había encontrado en América.
El significado que ha tenido la palabra indio, ha variado en el desarrollo de la historia y se le
ha dado también un contenido negativo, por lo cual ha sido un insulto, sinónimo de atraso, de
barbarie, de salvajismo. Pero algunos, lo han aplicado sin que lleve esta carga negativa.
A los inuit nos hemos ido acercando de diversas maneras. “Moby Dick”, por ejemplo, nos ha
acercado a ellos mostrándonos algunos elementos de la caza de ballenas en que se usan sus
instrumentos y técnicas de caza. Hemos leído de ellos en las novelas de Jack London,
especialmente “Martin Edén”. Los hemos visto en películas, entre las cuales destaca “La
quimera de oro”, de Charles Chaplin. En televisión se les ha presentado en diversas series.
Había, por ejemplo, hace ya muchos años, un dibujo animado llamado “Seaber”, cuyo
protagonista principal era una foca blanca del ártico. Sus amigos mejores amigos eran un
chico estadounidense y una chica esquimal, quienes lo defendían -no sólo a él, sino a todas las
focas del área-, de los cazadores furtivos. Seaber era una de las series de dibujos animados
favorita, por lo cual era muy difícil que los niños se perdieran un capítulo.
Seaber nos acercó pues a los pobladores del ártico, y a algunos niños, les despertó la
curiosidad por saber quiénes eran los esquimales. Uno de nosotros, se enfrentó de manera
muy particular a los constantes cortes de luz que se daban en los años ochenta y noventa:
buscó combatir el aburrimiento mirando mapas y curioseando en una vieja enciclopedia, de
tres tomos, que tenía en su casa. Allí, entre la multitud de cosas que él podía encontrar -como
la genealogía de los dioses griegos-, estaban los esquimales. Se enteró allí que el que los
llamaran “esquimales” no les agradaba mucho, que ellos preferían el nombre de “inuit”, pues
el primero era el nombre que les habían puesto un pueblo indio del norte canadiense, luego
pasaba a buscarlos en el mapa, encontrándolos en el lejano norte, Alaska, Canadá,
Groenlandia y Siberia.
En sus visitas al campo ferial de libros “Amazonas”, también se encontraba con los inuit en
las páginas de algún libro antiguo de antropología, que estaba entre los cientos de libros.
Recuerda muy bien una foto, en blanco y negro, donde se veía a un inuit aprendiendo a usar
cuchara y tenedor.
Con el Internet se comienza a interesar en la geografía y en la historia de las provincias del
Canadá, y es allí donde se encontró con el territorio llamado Nunavut, poblada por los inuit.
Se trataba de un territorio nuevo, desmembrado del Territorio del Norte y, lo más impactante,
que era un territorio autónomo dentro del Canadá. Es decir que los Inuit manejan sus asuntos
internos, teniendo, como máximo gobernante, a un primer ministro. Este hecho es único
dentro de los pueblos de la América indígena puesto que hasta ahora es el único pueblo nativo
que ha obtenido el derecho total sobre su propio territorio.
Luego se enteraría que ese territorio era inmenso y poco poblado y, además, era como un país
dentro del Canadá, un país menos desarrollado, un país tercermundista dentro de uno más
desarrollado. Se considera que los países desarrollados, o del primer mundo, siguen teniendo
la misma idea de que hay que seguir, adoptar su camino y utilizar una cultura material e
inmaterial para dejar de ser salvajes.

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Los inuit no tenían un sistema de carreteras adecuado., debido a la difícil geografía y al frío
extremo. La única manera de llegar a ellos es vía aérea o marítima, teniendo una de las tasas
más altas de suicidios del Canadá, esto debido (al menos en los primeros tiempos) a los
drásticos cambios que se dieron en su sociedad debido a la penetración de la cultura
occidental. Es curioso que el alcoholismo se presente en América, de manera incontrolable
después de asentado el dominio español.
Es curioso porque nos parece que sería la reacción de los habitantes americanos ante la
impotencia para deshacerse de un dominio que no les era nada grato. Cuando el individuo y
las sociedades, no pueden reaccionar hacia afuera, reaccionan hacia dentro,
autodestruyéndose. Es lo que nos hace recordar el texto de la leyenda que pone Mel Gibson
en su obra “Apocalypto”: Una sociedad no es conquistada desde fuera, hasta que no se
destruye desde dentro. No son solamente las luchas intestinas, sino también los incontables
oráculos que pronosticaban la destrucción por gente fuereña. Ante un oráculo así, la gente no
hace ya nada, sino esperar el desenlace. Toda lucha le parece inútil.
Aún hoy en día la gente que cree en los oráculos, cuando le dicen su futuro y este es funesto,
no hacer nada para que cambie ese destino, y son ellos mismos los que se traen y hasta se
crean ese futuro para que esté de acuerdo con el oráculo. Se observa esto en nuestro tiempo de
manera abundante. No nos resulte pues increíble la reacción de los antiguos peruanos –o del
resto de América- frente a los oráculos que pronosticaban la destrucción de su sociedad por
hombres llegados de otro mundo.
Los inuit se proveían, fundamentalmente, de la caza, pero cuando fueron obligados a
permanecer en aldeas y pueblos, dejaron de ser cazadores. Sus habilidades pasaron a ser
inútiles e innecesarias para el desarrollo de la nueva sociedad. Paradójicamente, la tasa de
natalidad es alta, la más alta del Canadá, a diferencia del resto del Canadá (francófono y
anglófono) donde la tendencia es cada vez más baja, es decir, en Canadá las familias ya no se
reproducen suficientemente como para que se pueda renovar la población.
Y ahora nuevamente los vemos en el curso de Etnología americana. Para muchos de
nosotros, son desconocidos, porque a través de nuestra vida, los hemos ido conociendo,
hemos sabido quiénes eran, los hemos contemplado viviendo algunos de sus problemas, y,
gracias a la radio que hemos podido conectar en el Internet, hemos escuchado algunas de sus
voces, que a pesar de la lejanía, también son las nuestras. Todos estos medios, que ahora están
a nuestra disposición, nos han ido acercando a los lugares más distantes, a los pobladores más
ajenos, que ahora son tan cercanos a nosotros.
Los inuit, aparecen en la cultura popular y en la imaginación de las personas, como un grupo
social aislado, viviendo en las duras condiciones que el ártico ofrece. Y, se piensa, que por
eso tienen una cultura “sencilla”, si se les compara con las grandes culturas centroamericanas
o sudamericanas del pasado y con las culturas europeas o la estadounidense del presente.
En estas y otras apreciaciones, aparentemente pequeñas, podemos ver que en muchas
etnografías y estudios, existe un elemento bastante curioso, que se manifiesta no sólo en la
antropología, sino en casi todas las ciencias sociales. Pensamos que son determinados
criterios occidentales, que manejamos, y de las que no podemos desprendernos, las que hacen
compleja, y singular, a una cultura. Por eso es que estudiarlas nos resulta más difícil de lo que
debiera. Además, no pocas veces, nos olvidamos de analizar las características, y
circunstancias, propias en las que vive una cultura sin “contaminarlas” con nuestras
concepciones.
El asunto es, ante todo, comprenderlos, y para esto precisamos meternos en su forma de ver el
mundo, solamente después de haberlos comprendido podremos analizarlos, solamente
después de haberlos comprendido interpretaremos los datos que hemos encontrado.
Por ejemplo, el hecho de que una cultura posea escritura, hace que -según los criterios
occidentales-, pensemos que se trata de una cultura avanzada, ya que puede registrar gran

14
parte de su historia y acontecimientos. En el caso de los inuit, la escritura pictórica que
poseen, tiene fines rituales.
En ocasiones nos da la impresión de que el autor, Krickeberg, piensa en regresar en el tiempo,
irse hacia el pasado. Comparando a los inuit con sociedades nómadas de cazadores y
recolectores[15], nos da la impresión de que la ve como si ésta se hubiese detenido en el
tiempo para sus integrantes. Es lo que entendemos cuando dice que la capacidad, de los inuit,
para adaptarse al clima ártico, es lo que les permitió colonizar lo inalcanzable. Pero, al pasar
el tiempo, sus relaciones con otras sociedades de Asia y Norteamérica, favorecieron, de tal
modo, su desarrollo y progreso cultural, que fueron perfeccionando sus armas y vehículos de
transporte.
Esto podría llegar a decir que, el aislamiento, trae como consecuencia un estancamiento
cultural, y que la única medida que se tiene para salir adelante es, teniendo un contacto
primario con sociedades supuestamente más dotadas de cultura que otras.
Quizás por vivir en condiciones tan duras, los inuit, no son una cultura homogénea. Presenta
características variadas que impiden estandarizar los elementos que componen el mundo de
los miembros de esta etnia.
Este grupo étnico, vive en la región ártica de nuestro continente. En la actualidad, existe una
serie de leyes que protegen a las pocas especies que aún quedan, porque han estado a punto de
extinguirse, debido a la caza constante e intensa. El texto menciona, por ejemplo, que los
europeos están a punto de exterminar a las ballenas del territorio que ocupan los inuit.
Considerando que el libro se publicó hace ya varias décadas, es probable que muchas especies
se hayan ya extinguido, debido a la caza furtiva. Lo cual nos causa una gran angustia. La
ecología está siendo sacrificada debido a la ambición del ser humano, sobre todo de aquel que
no vive en los territorios donde extermina las especies.
Las pieles, que se obtienen de los animales que habitan en el ártico -así como de los
derivados-, siempre han tenido una alta cotización en el mercado. No es de sorprenderse,
pues, que a pesar del esfuerzo de los diversos grupos que colaboran en la preservación de las
especies, que se encuentran en la línea de la desaparición, sea, muchas veces, en vano.
El autor nos dice que el inuit ha sido poseedor de una gala de dones que lo colocan por
encima de muchas otras tribus coetáneas. Un indicador de eso, son sus inventos tecnológicos
y su escritura pictórica que, en Alaska, tuvo un desarrollo en los dibujos en marfil de morsa.
Otro indicador, fue su capacidad para reproducir, cartográficamente, los territorios que tenían
que atravesar cuando, por ejemplo, iban de caza. Igualmente su organización militar y la
práctica ritual son complejas. ¿Cómo es que muchas etnografías y estudios, describen a los
inuit como una cultura “sencilla”?
Gran parte de la historia de los inuit, ha sido estudiada gracias a la tradición oral. En la
tradición oral de los pueblos, se plasman muchos hechos interesantes, no solamente sobre su
cultura, sino también se contienen hechos importantes, como la lucha que mantuvieron con
otros pueblos.
Los inuit, al igual que muchos otros pueblos, alrededor del mundo, han sufrido procesos de
adaptación. Para lograr adaptarse, tuvieron que hacer uso de su capacidad creativa-inventora,
lo que hizo que lograran sobrepasar los obstáculos que se le presentaban.
Desde el punto de vista evolucionista de Lewis Morgan, estas sociedades podrían estar aún en
un estado de salvajismo, debido al modo, incipiente, en el que producen su cultura material.
Además, no comprendemos cómo es posible que se pueda pensar de esta manera, si es el
propio autor quien los está citando como “cazadores y recolectores”, un escalafón primario en
la evolución del hombre.
Los inuit, han demostrado una distinguida superioridad, en cuanto a la fabricación de sus
embarcaciones, la construcción de sus viviendas e, incluso, en la actualidad (con algunos
cambios pertinentes por el contexto) en los patrones que se siguen en la construcción.

15
Los inuit, han vivido en una zona que ha sido parte de una serie de cambios, al igual que otros
grupos humanos, motivados –o como consecuencia- de las variaciones climáticas y, también,
por factores humanos, tales como invasiones de grupos, que los empujaron hacia zonas, hasta
entonces, desconocidas por ellos.
El autor va a proporcionar datos que nos sirven para entender diversos aspectos de la vida de
los hombres que viven en esta tierra desolada que es Alaska. Se expresa la idea de que, las
diversas sociedades, pueden mantener una cultura estable, si es que no se contactan o se
relacionan con otras.
Las descripciones que realiza Krickeberg, nos muestran a un grupo de personas que llegaron a
Alaska, hace muchísimo tiempo, y se han mantenido casi con el mismo comportamiento y con
las mismas cualidades y dudas.
La forma de vida que los caracteriza, podría demostrar, acaso, la superioridad de otras
culturas. Sin embargo, se debe tener en cuenta que el autor se contradice cuando dice que la
cultura material está ricamente desarrollada, mientras que la vida social no. No desarrolla
mayormente los aspectos sociales sino que más se aboca a mostrar los elementos materiales
de la cultura inuit.
En este libro que analizamos, se considera a los inuit como colonizadores de tierras, en donde
la adaptación y el conocimiento que se va teniendo del medio ambiente, es punto
determinante para su supervivencia. Podemos notar, el gran conocimiento que tienen de su
medio ambiente, el acondicionamiento y el uso apropiado de los recursos.
Los inuit viven dispersos en la inmensidad del territorio que ocupan, donde se dan
temperaturas extremas que hacen muy difícil la vida, y a la cual ellos son los únicos que se
han acostumbrado. Tienen un dialecto emparentado con los habitantes de Groenlandia. Algo
similar sucede con los habitantes de las Islas Aleutianas. Solamente en el sector de Yukón,
donde durante algún tiempo hubo una actividad muy intensa en busca de oro, sobre todo
durante el siglo XIX, el entendimiento con los inuit es muy difícil.
Hoy en día los inuit viven, como pocas excepciones, en la costa del océano Ártico. En la
antigüedad, vivían tierra adentro, por lo cual subsistían de lo que pescaban en los ríos y lagos
y también cazaban renos. Aún hay unos pocos inuit de la Bahía Hudson que viven de esa
manera, viviendo principalmente de la caza de la foca. En Alaska existía una pequeña
población con los que los inuit se mezclaron al llegar. En este lugar se beneficiaron del clima
mucho más benigno y de la abundante fauna del Mar de Bering. Esto los benefició mucho.
El mar no era sólo su principal sustento, sino que también de él obtenían prácticamente todo
lo que necesitaban. Su dieta, la construcción de sus viviendas, la confección de sus
vestimentas y adornos, sus creencias, giraban en torno a lo que el mar les ofrecía. Los
vegetales constituían elementos de poca relevancia.
Los inuit, son grupo seminómada. La vida social de los inuit ha evolucionado muy poco. El
único vínculo importante que tienen es la familia, que se mantiene estrechamente unida. Pero
Krickeberg manifiesta que su desarrollo social es poco avanzado, precisamente porque su
único vínculo de importancia es la familia, algo que nos parece absurdo.
¿Cómo puede considerar que los inuit puedan tener una organización familiar muy básica y
una organización política casi inexistente? Podemos ver claramente, con los datos que el autor
nos da, que los inuit, tienen organizaciones muy bien delimitadas en diversos ámbitos de su
vida, como la militar y la chamánica, por ejemplo.
El autor dice: No hay clanes, ni patrilineales ni matrilineales. No se conoce la obligación de
buscar novia entre mujeres de otros grupos para el hombre. Basta que la mujer que elija como
esposa no sea pariente muy cercana. En los lugares que se encuentran en las orillas del
Estrecho de Bering, el hecho de que un hombre y una mujer coincidan en poseer el mismo
amuleto es un impedimento matrimonial. Lo que quiere decir que el amuleto identifica a las

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personas como pertenecientes a determinada familia. Entonces hay un orden entre ellos.
Tenemos que saber de qué tipo es este orden.
Puesto que Krickeberg señala que el parentesco no es patrilineal o matrilineal, ¿qué tipo de
parentesco tienen entonces? Porque el detalle del amuleto nos indica que existe ese parentesco
y es tan importante como para impedir el matrimonio. ¿Podremos encontrar la respuesta a esta
pregunta en lo que viene del libro?
Claro que sí. Claro que hay una respuesta positiva a esa pregunta. Lo que sucede es que,
muchas veces, tendemos a generalizar características específicas de algún aspecto en
particular, a toda la etnia. Esta presenta características diferentes a lo que creemos, analizando
únicamente algunos de sus aspectos específicos. Estudiando a los inuit, nos damos cuenta que,
al menos no todos ellos, se agrupan de una manera “sencilla”, sino que hay quienes poseen
una organización compleja.
Los inuit se casan y se divorcian muy fácilmente. ¿Entonces? No existen ceremonias
especiales. ¿El hombre y la mujer tienen derechos absolutamente iguales en el mundo inuit?
Entre los netsilik, un buen cazador, o un brujo de prestigio, pueden apropiarse de la mujer de
otro a viva fuerza. Lo cual nos quiere decir que el brujo realiza todas las labores que realizan
los demás. Si no, no podrá usar la fuerza para apoderarse de la mujer de otro, quien puede
defenderse si tiene fuerza.
También entre las inuit existe la poliandria. Entre los netsilik se mata a la mayoría de las
mujeres recién nacidas, por eso existe una reducida cantidad de mujeres. Aquí lo que se busca
es la descendencia masculina. En el sur de Alaska y en las Aleutianas, se da la poliandria,
prevalece en esos lugares los matrimonios por grupos. Un hombre puede tener tantas mujeres
como puede ser capaz de alimentar, sistema vigente hasta el día de hoy en el Medio Oriente.
La compra de la novia es lo que se acostumbra.
En estas zonas, es muy común que un hombre deje su mujer a un visitante forastero o que dos
amigos intercambien sus mujeres. Si el hombre toma por la fuerza a la mujer que quiere, así
sea la mujer de otro hombre, ¿quiere eso decir que la mujer puede hacer lo mismo con el
hombre que quiere? ¿Quiere decir que el hombre se impone a la mujer, aunque no sea en
todos los ámbitos de la vida o no siempre? ¿Hay una igualdad absoluta entre el hombre y la
mujer? No se nos habla de igualdad entre el hombre y la mujer. Las diferencias se dan en
muchos aspectos.
No existen caciques. No hay distinciones de clases. Pero en cada grupo local hay un hombre
de prestigio que, en grado mayor o menor, se encarga del mando. Entonces sí, hay un cacique,
que no se elige, sino que se elige a sí mismo, por su prestigio y todos aceptan tan dirección.
De esto último, se colige que si alguien obtiene más prestigio puede aspirar o nombrarse jefe
reconocido implícitamente y, por supuesto, que explícitamente, aunque no se le haya
nombrado por votación, así como en las comunidades serranas del Perú, tradicionalmente, los
viejos eran los que tenían mayor autoridad en razón de su edad que significaba mayor
conocimiento, experiencia, etc.
Nadie los elegía, a los ancianos, pero todos los reconocían y respetaban y lo que ellos decían
era prácticamente ley. La autoridad y la edad estaban relacionados, salvo en asuntos de guerra
o las labores que exigían gran actividad física o demandaban el uso de la fuerza... pero aún así
los mayores podían dirigir el trabajo sin necesidad de participar físicamente en ella. Se
reconoce la existencia de grupos, locales y de jefes por prestigio. ¿Cuál es la característica de
esta organización que es un grupo local?
Krickeberg señala que el prestigio es el elemento fundamental para plasmar el poder. Cuando
leemos el libro, nos da la impresión que estos mecanismos complejos de una sociedad, no han
sido comprendidos dentro de las relaciones económico-sociales de la sociedad inuit, debido al
escaso contacto que, seguramente, haya él podido tener.

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La amplitud de los temas que abarca, nos permiten inferir que él no ha estado en la zona de la
que habla. Su conocimiento, pues, es de tipo indirecto. Quizás eso explique algunas de lo que,
consideramos, que podrían ser sus deficiencias en la interpretación teórica de la sociedad
inuit. Hoy en día esta sociedad está más investigada, pero en los años cuarenta no lo estaba, a
pesar de su acuciosidad, Krickeberg no podía contar con mayores materiales para tener un
conocimiento profundo.
Entre los inuit, hay unas grandes casas de reunión. Los alasqueños, se sirven de dormitorios y
talleres colectivos para los hombres y que hacen también de escenario para las fiestas-danzas.
Entre los inuit centrales, éstas tienen lugar en una casa de nieve, construida a propósito. En
Groenlandia se usa una de las grandes casas plurifamiliares.
Ni la familia ni los grupos locales, reclaman derechos de exclusividad sobre determinados
cazaderos. El primer individuo que toca con un arpón el agujero de una foca en el hielo, tiene
el derecho de cazar en este lugar. Pero, la presa no es de la propiedad particular del cazador,
sobre todo cuando se trata de una ballena: siempre pertenece a la comunidad. Entonces, si la
comunidad reclama el producto, es decir, el animal cazado, entonces los cazaderos son
también de la comunidad. Si no lo fuera, no tendría ningún derecho de reclamar lo que no le
pertenece. Se trata de un derecho implícito. Lo que nos quiere decir que sí existe la propiedad,
pero una propiedad que todos reconocen aun cuando no se haga por escrito como en nuestras
sociedades.
La oralidad debe allí tener un papel de gran importancia, como lo tiene aún en muchas de
nuestras sociedades, donde los documentos orales se hallan conviviendo con los documentos
escritos y tienen hasta más importancia entre los miembros de la misma comunidad, más
siempre no con quienes no forman parte de ella. La propiedad particular, o privada, se reduce
a lo que cada uno tiene personalmente en uso continuo. El resto pertenece a la comunidad, es
decir, es de propiedad común.
¿Cómo se arreglan los conflictos? Entre los inuit centrales, los conflictos se arreglan por
medio de luchas a puñetazos. En Groenlandia, se recurre a las “contiendas de cantores”,
durante las cuales los adversarios se burlan mutuamente con canciones. Pero ¿cuándo se sabe
quién ha ganado? Tiene que intervenir abierta y directamente un árbitro. Y este árbitro o es
toda la comunidad o es quien está al frente de la comunidad, o ambos que no siempre se
encuentran tan desligados como pudiera parecer.
Los asesinatos, que son sumamente raros, se desagravian vengándose. De ahí que ocurran a
veces verdaderas guerras entre tribus. Pero no tanto entre los inuit mismos, sino entres éstos y
sus vecinos los indios. ¿El grupo se une para vengar a uno de sus miembros? ¿Entonces qué?
¿Existe o no una vida de grupo? Si todos se unen, tienen una determinada forma de unirse
entre sí. Tienen una razón para unirse frente a quienes no son parte de su grupo.
La venganza es una manera de hacer justicia en los pueblos, a determinado nivel de
desarrollo. Incluso en la actualidad se puede encontrar en diversas partes de América.
Recordemos que, en Grecia, Némesis es la diosa de la justicia pero también la diosa de la
venganza.
Los inuit del sur de Alaska y los habitantes las Aleutianas, bajo la influencia del noroeste de
Asia y la costa nor-occidental, presentan rasgos distintos. Entre ellos encontramos rasgos de
matrilinealismo: la posición influyente del hermano de la madre dentro de la familia. Existe
también la jefatura hereditaria, la esclavitud, la importancia de la riqueza en cuanto a la
acumulación de bienes particulares.
Las creencias mágicas impregnan toda la vida social del inuit. La mujer, en el período de su
menstruación, al igual que cuando está en el período del parto, es aislada. Tiene prohibido
comer ciertos alimentos o pronunciar los nombres de los animales de caza.
El nombre y la persona que lo llevan están íntima e indisolublemente unidos. Los nombres
tienen una importancia inmensa, como en todas las sociedades en diversos tiempos, incluso

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ahora, a pesar de no tener ya el mismo significado esencial de nuestros antepasados. El
nombre posee una especie de vida independiente, parecida a la del alma y cuando se la
pronuncia puede ser objeto de apropiación o se puede utilizar para hacer daño a quien detenta
tal nombre. Y en esto no hacen diferencia entre los nombres de las personas vivas o de las
personas que ya han muerto.
También el nombre de los animales y de la naturaleza en general tienen importancia, por eso
es que los grupos que han librado una batalla cambian el nombre de esos lugares haciendo
honor a su triunfo. Cuando tienen la propiedad de algún lugar pueden cambiar el nombre de
ese lugar para hacer referencia a ellos. Y era común también que los terrenos dieran nombre a
quienes los poseían, en tanto condes, marqueses, etc. El nombre del hombre hacía referencia a
algún animal, atributo del animal o alguna deidad, a la que el hombre se encontraba unido o
del que quería apropiarse algún atributo. Todos los nombres tienen así un significado original
que entre nosotros ya se ha perdido. Pero si buscamos sus significados primigenios
encontraremos que es así... o que fue así. En la Biblia aún podemos observar esta misma
característica del nombre.
Al ocurrir una muerte, todos tienen mucho cuidado de que ni el cuerpo de los vivos ni sus
propiedades personales, puedan tener contacto con el cadáver. El muerto es ya un ser sagrado.
Los ancianos son seres semisagrados por estar cerca a la muerte. Y por ello también se les
respeta. Pronto se irán a morar en el mundo de los muertos, mundo sagrado, al lado de la
deidad. Recordemos que entre nosotros el lugar donde se sepulta a los muertos es conocido
como “campo santo” y como “panteón” (en griego panteón significa algo así como “donde
viven los seres sagrados”). Los santos son seres sagrados, los dioses también. El panteón,
pues, claramente es el lugar donde viven los dioses. Los inuit creen que el alma de los
muertos va al reino de los difuntos, debajo de la tierra, que es un lugar caliente y placentero.
O puede ir al cielo que es frío y desierto. ¿Lugar de premio y de castigo? El reino de los
difuntos bajo tierra nos hace recordar tanto al Hades griego, como al Sheol judío.
Según los inuit, tanto los hombres como los animales poseen una o varias almas. Estas almas
tienen la figura, o la efigie, diminuta del individuo viviente. Se cree en la reencarnación entre
los inuit que tienen esta práctica. Entre los mayas se les llama naguales a estas almas, que
tienen la figura de un jaguar. En la sierra quizás las conocidas illas –imágenes diminutas de
animales que se usa para que éstos se reproduzcan más y mejor-, pueden haber estado
relacionadas en algún momento con este sentido. La reencarnación existía también entre los
antiguos mayas, pero más desarrolladamente se dio en la India.
Esas efigies –almas- pueden ser robadas por los enemigos y también pueden morir. Es decir,
se puede hacer daño a quien pertenece la efigie cuando se le roba. Hasta se le puede matar,
según la concepción de esos lugares. Algo similar que se hace aquí con los “amarres”, tan
conocidos y usados, en la brujería local, pues sirven para hacer daño o para anular la voluntad
de una persona (decía aquí, “voy a hacer un amarre” es dar a entender que harán daño,
aunque, en realidad, esas cosas no se dicen). Por eso es que los inuit hacen muchos esfuerzos
para evitar que esto les suceda a los animales de caza o pescados. El alma de estos no debe
morir, Para evitar que eso suceda, usan algunos rituales.
El “inua” o “poseedor” -de forma humana-, lo tiene cada ser viviente, cada cosa y hasta cada
fenómeno de la naturaleza. Es diferente del “sila”, completamente impersonal, que es la
fuerza mágica inmanente en los seres y los objetos. El “manitu” es el concepto
correspondiente de los indios, y es una fuerza que se personifica en un ser superior, llamado
“silap-inua” en Groenlandia y “slam-jua” en Alaska. Esta fuerza de manifiesta en las lluvias y
nevadas, en las tempestades y en los embates del mar. Hace recordar a los vientos fuertes
llamados “paraca” que azotan el sur, especialmente en Pisco, y que alborotan de tal manera el
mar, que los pescadores no salen a pescar cuando saben que se va a presentar una paraca,
porque seguro es que van a la muerte.

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Existen numerosos genios de la naturaleza, mucho más allegados al hombre: gnomos,
duendes, gigantes y espíritus malignos (que frecuentemente amenazan al caminante solitario).
El lugar más alto, entre todos ellos, lo ocupa la reina de los animales marinos, conocida entre
todos los inuit centrales y orientales bajo diferentes nombres: Sedna, Arnarquagessaq, etc.
Este espíritu es una anciana que vive en el fondo del mar y que envía los animales a la
superficie, mientras no le guarda rencor al hombre. Si llega a enojarse, el chamán tiene que
emprender un peligroso viaje para visitarla, o la comunidad debe dar una fiesta para que ella
se reconcilie con ellos.
En Alaska, el “espíritu de la luna” ocupa su lugar. Esto nos explica por qué los cuchillos -que
se llaman de la mujer-, están relacionados con la luna, y al mismo tiempo ello hablaría de la
importancia de la mujer. Pero, si la mujer es importante... ¿por qué las matan, en su mayoría,
cuando recién nacen? Porque ellas no participan en las labores de conseguir el alimento, pero
son importantes en su elaboración.
Entre los inuit hay infinidad de leyendas sobre estos seres fantásticos, que casi siempre se
mueven dentro del medio ambiente en que transcurre su vida diaria.
Sus héroes son hombres, con rasgos humanos. No viven, dice, en tiempos míticos, como en al
mundo de los indios. Las leyendas, con tanta más frecuencia evocan sucesos históricos, como
las luchas con los indios o con los normandos.
Los inuit tienen una absoluta dependencia económica con respecto a la fauna que lo rodea. En
el texto resalta siempre, que los inuit le dan mucha importancia a la caza de ballenas y focas,
así como también del reno. Por esta razón es que hace una descripción de los instrumentos,
que se utilizan para eso menesteres.
Esta dependencia, imprime también su sello a toda su conducta religiosa. Sus rituales están
dirigidos a reconciliarse con los animales –y con sus protectores- que les guardan rencor por
la persistente persecución. De estas ideas se derivan la mayoría de los preceptos de tabú
impuestos a los cazadores y a sus familiares, a la presa misma y a las armas de caza.
Otras prácticas llegan a su apogeo durante la cacería de ballenas, en que los inuit no deben
comer carne de reno ni trabajar sus pieles, porque de hacerlo, el “olor terrestre”, ahuyentaría a
los animales marinos. Lo que significa que los cazadores de ballenas tienen que transformarse
prácticamente en uno más de ellos para engañarlos, y de ahí la característica del kayak que se
funde –diríamos así- en un solo ser con el cazador.
Muchas de las máscaras que de los inuit de Alaska, representan al espíritu de la luna, rodeada
de figuritas en miniatura de renos, focas o salmones, que son los animales sobre los que ejerce
su señorío. Al presentarse el chamán, con una de estas máscaras, en la última fiesta invernal,
atraerá a los animales. La forma aplastada de estas máscaras de madera, indique que su
arquetipo debe haber sido la máscara de cuero, tal como efectivamente se encuentra entre los
inuit centrales. Aquí, representan una sirvienta de Sedna, disfrazada de cazador de focas, que
trae al hombre buen tiempo para la caza invernal.
Los amuletos se usan mucho, para atraer la protección de sus divinidades, para acrecentar las
fuerzas propias y para defenderse de los poderes hostiles. Para el inuit, como para muchos
otros pueblos primitivos, no existen límites claros y precisos entre lo natural y lo sobrenatural.
Sus dones intelectuales lo elevan por encima de muchas tribus indias. Prueba de esto son los
eminentes talentos tecnológicos, su escritura pictórica, que en Alaska se desarrolló en los
dibujos en marfil de morsa. También se da en la capacidad de reproducir cartográficamente
sus territorios, de cuya capacidad los inuit centrales han dado ejemplos asombrosos.
El chamán tiene facultades sobrenaturales y se puede comunicar, sin peligro, con el mundo de
los espíritus. El chamán se retira en muchas ocasiones, a lugares solitarios y observa ayunos y
abstinencias para ganarse el favor de un espíritu protector o aornarssuk. Éste puede ser un
alma o un inua, que le presta ayuda durante sus encantaciones, que realiza en un estado de

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éxtasis. Emplean un tamboril, canciones, y muchos otros elementos que Krickeberg llama
“tretas” “trucos”, etc., de magia.
Los inuit centrales envuelven a los muertos en pieles, exponiéndolos después en la tundra,
donde los rodean de una simple cerca de piedras. Los inuit orientales, los entierran bajo un
montón de piedras. Mas, entre ellos se ha difundido ya el entierro en cajones, así como
también la costumbre de organizar fiestas de obsequios por el fallecimiento de alguien.
En las Aleutianas se embalsama el cadáver de una manera primitiva, liándolo con cuerdas y se
les sepulta en las abras de los riscos. El cerco de piedras se hace también aquí. En Ica también
existen cercos de este tipo, se pueden contemplar especialmente en el cementerio de Ingenio,
Nasca. Y ahora, que la costumbre de las tumbas ha cambiado, ahora que se hacen de cemento,
de mayólicas, mármol, etc., aún así hemos contemplado en varios lugares de Ica los cercos de
piedra alrededor de las tumbas. Obviamente, esos cercos de piedras en Alaska, no tienen
mucha relación con la naturaleza del lugar, a menos que se trate de los montes que salen a
lucirse sin hielos en la época estival.
Durante el verano los inuit acostumbran vivir en tiendas cubiertas de pieles de reno o foca,
cuya forma, dice el autor, parece derivarse –tanto en el área central como en Groenlandia- de
un paravientos semejante al toldo de los patagones. La tienda cónica del oeste es de origen
más reciente, sea asiático o indio, siendo un elemento de la “cultura de la raqueta”, la que en
lo demás no tuvo influencia sobre los inuit.
Los antepasados de los inuit, que estaban establecidos en el interior del país, vivían, todo el
año, en tiendas de pieles cupuliformes que, en el invierno, se cubrían de nieve. Pueden
encontrarse estas tiendas de pieles aún en una tribu –al menos podía encontrarse en los años
cuarenta del siglo pasado- del interior en el norte de Alaska. Esta tienda de pieles es la
precursora del iglú. La casa de pieles era más estable y duradera. El iglú es un símbolo de su
progreso material.
El iglú es una casa construida completamente de bloques de hielo, la que sirve de habitación
durante el invierno a los inuit centrales. En otras regiones había caído en desuso ya, puesto
que solamente se utilizaba como refugio de los cazadores.
El iglú se construye sobre una excavación, tiene una ventana de hielo transparente y presenta
en el interior, en el lado opuesto a la entrada, un ancho poyo de nieve cubierto de pieles que
sirve para sentarse y para dormir. Tiene dos poyos laterales más angostos para colora la
lámpara y el ajuar. Otra pequeña construcción cupuliforme, delante de la puerta se destina a
antesala y sirve al mismo tiempo de almacén y perrera. El iglú se levanta en poco tiempo.
Dentro reina una temperatura bastante agradable. Son muy apropiadas para la vida nómade de
los inuit.
En Alaska, hay una casa totalmente construida de tablones, por fuera cubiertos de tierra. En
sus rasgos esenciales existía ya en los tiempos de la cultura del Mar de Bering, pero por los
tablones y la tierra, esta casa deja ver que desciende de la casa de la costa nor-occidental. En
Alaska la casa tiene el fogón en el centro con una salida para el humo en el techo. No tiene
poyo para dormir. Estos elementos son, también, rasgos no inuit. Lo único realmente
tradicional es la entrada-pasillo, que es doble, en este caso, consistiendo en una entrada al ras
de tierra para el verano y otra subterránea para el invierno.
Los inuit hicieron su vida adaptándose a ese clima tan riguroso. El hombre siempre ha dado
muestras, a lo largo de su existencia, y en los diferentes lugares adonde ha llegado, de
adaptarse, es decir metafóricamente hablando, de domeñar los climas a donde llegaba. Es el
hombre quien siempre ha puesto sus condiciones, por así decirlo, en cuanto podemos
referirnos a la capacidad creadora que ha puesto en acción para domeñar los diferentes lugares
donde ha habitado, cualesquiera que fueren las razones que los hubieran llevado a esos
lugares tan difíciles, porque nadie –hasta dónde llega nuestro conocimiento, hasta donde llega

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nuestra comprensión- entra por propia voluntad a lugares que les ofrecen condiciones de vida
tan extremas. Es como cuando se daban las luchas entre chancas e incas.
Aquellos por liberarse de la dominación inca, y por dominarlos a su vez a ellos, luchan
férreamente contra Yawar Huaca. Cuando estaban a punto de ganar, se pone al frente de la
lucha el guerrero, conocido después como Pachacútec, y le da un vuelco a lo que hasta
entonces parecía una derrota del sector inca. Vigorizando la voluntad y las fuerzas de los
incas que vieron destruirse a su propio inca Yawar Huaca, y con él a quienes lo acompañaban,
Pachacútec proporciona fuerzas nuevas, moral y sicológicamente hablando, que permiten que
la lucha de un vuelco, y ganen.
Claro, la leyenda nos habla de que las piedras se convirtieron en guerreros, los famosos
pururaucas, pero seguramente harán referencia a guerreros que llegaron para refrescar las
fuerzas cansadas y desmoralizadas de los incas, cuando supieron que Pachacútec se ponía al
mando.
Como quiera que haya sido, los chancas fueron derrotados. Y para evitar la masacre general
de su población, tuvieron que dejar su lugar de residencia, cuyo centro era Andahuaylas, e irse
hacia la selva, donde formaron una nueva población. Prefirieron enfrentarse a lo desconocido,
enfrentarse al temor de entrar a un lugar lleno de encantos, pero que podían aplacar mediante
ofrendas, a tener que enfrentarse al fiero inca, que los exterminaría inmisericordemente.
Al fiero inca Pachacútec no se le aplacaría con ofrenda alguna, porque con la acción que
realizara, en castigo de quienes se levantaron y pusieron en peligro el dominio inca, tenía que
dar un ejemplo a todas las tribus que dominaba, tenía que hacer un escarmiento, en los
aguerridos chancas, para ejemplo de todos los demás. A los derrotados chancas no les
quedaba otra que irse. Se cuenta que Andahuaylas quedó despoblada, y luego fue poblada por
chancas provenientes de la zona de Ayacucho (lo que hoy es Lucanas).
Los inuit no vivieron completamente aislados, sino que fueron relacionándose de cuando en
cuando con los pueblos del noreste de Asia y del noroeste de América. Aprovecharon,
hicieron suyos, los adelantos que estos pueblos tenían. Hubo un intercambio que permitió a
los inuit ir adquiriendo los productos que precisaban y no podían obtener mediante la pesca y
la caza en sus zonas habituales de residencia.
Principalmente se iba haciendo con armas y vehículos perfeccionados que les permitían cazar
la foca y la ballena en altamar. Es con estos elementos que lograron extenderse hasta
Groenlandia, donde dejaron sus huellas muy tempranamente. Los inuit siempre fueron un
pueblo migrante, puesto que las condiciones árticas no les permiten estar todo el año en un
mismo lugar.
La rigurosidad del clima, hace que los inuit se mantengan en movimiento buscando siempre
los climas más benignos, en los tiempos de verano. Cuando el invierno se hacía presente en
los lugares donde se encontraban, ellos ya habían partido en busca de los sitios donde era
primavera. Puesto que los mismos animales se iban en esa dirección y porque la pesca se
hacía más difícil por lo grueso de los hielos que cubrían los ríos, lagos y hasta mares. Si ellos
aprendieron a sacarle provecho a los lugares donde la capa de hielo no era demasiada gruesa,
haciendo un hoyo por donde podían pescar, y hasta cazar a la foca que aprovechaban los
huecos en el hielo para salir a respirar, cuando el clima se hacía demasiado riguroso ni eso les
era ya factible.
Ellos utilizaban la piel de la foca para abrigarse, y con la grasa de los mismos animales se
untaban en el cuerpo para preservar el calor del mismo. Pero todo eso tenía sus límites. Y
cuando el extremado frío se hacía presente, tenían que irse en busca de lugares más propicios
para vivir y para obtener sus alimentos y vestimenta. Usaban el mismo hielo para construir
sus iglús, sus viviendas y, por contradictorio que pareciese, esas habitaciones de hielo le
proporcionaban calor, en el inmenso ártico. Supieron sacarle provecho a todo aquello que
podía aprovecharse.

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Una parte de los elementos culturales de los inuit de Alaska, todavía podían ser encontrados
por los estudiosos en el siglo XX. Las demás manifestaciones de su cultura, en especial las del
centro, únicamente se iban conociendo mediante los estudios arqueológicos, pues habían
prácticamente desaparecido ya en el siglo XIX.
En estos lugares centrales, el suelo se elevó varios metros hará unos mil años, produciendo un
empobrecimiento decisivo de las condiciones de vida de los inuit, haciendo, en consecuencia,
mucho más difícil la caza submarina.
Las técnicas que se utilizan en las labores que realizan, son diferentes, y todos los miembros
de la familia participan en el trabajo, en tareas específicas según sean niños, mujeres u
hombres. Estas tareas no han sido siempre las mismas, pero, de acuerdo a los textos de
migración, si constantemente. Esto se puede apreciar en los restos arqueológicos de diversos
instrumentos, ya sean armas de pesca –como el arpón, los kayak, etc.- Los estudios de estas
fuentes materiales, dan a relucir el contacto de los inuit con grupos humanos provenientes del
noreste de Asia y del noroeste de América.
El candil de aceite de ballena es un recipiente plano y semicircular de esteatita. Sirve de
hornillo, de calentador y de fuente de luz. Fue de una importancia esencial para los inuit, y ha
sido decisiva, tanto como la caza de foca a través de agujeros en el hielo. Ellos han
desarrollado en sus condiciones sociales de vida, mucho más que los inuit del reno gracias al
candil de aceite de ballena. El candil lo ha hecho enteramente independiente de la vegetación.
Lámparas parecidas fueron conocidas en Europa desde el paleolítico. Los inuit del reno,
tienen que cocinar sus alimentos con brezos y ramitas de matorral, recogidos con mucho
trabajo, y duermen en chozas de nieve en medio del frío glacial de los inviernos. No tienen
nada artificial para calentarse en ese invierno, pues no usan el candil mencionado. La madera
que recolectan en los ríos les resulta demasiado preciosa como para ser utilizada como leña.
La marmita de piedra de los inuit, es de igual antigüedad que la lámpara de aceite, pero es de
difusión amplia entre todos los grupos polares. En la costa de las islas aleutiana hay una
cestería fina que se acusa un origen de la costa noroccidental. La gran mayoría de los enseres
de la casa inuit están hechos de madera y Krickeberg no habla sobre su origen, solamente las
enumera: cubetas, cajitas redondas o cuadradas y bolsas. Además, señala que están hechas de
madera, hueso, colmillos de morsa o cuero. En Alaska, las cajitas, botones y mangos de hueso
o marfil de morsa, suelen esculpirse de preferencia plásticamente bajo la forma de focas,
ballenas, peces o aves en miniatura.
El fuego en casi todas las regiones árticas, se produce por medio del taladro, pero acota que
solamente entre los inuit centrales se consigue mediante la frotación de dos piedras. El taladro
es impulsado por un arco de marfil. Este taladro que se usa en Alaska, está, a veces, cubierto
de delicadísimos motivos grabados en negro, de carácter ornamental o figurativo. Las
relaciona con las pipas de marfil, para fumar, que se introdujeron en Alaska, provenientes
desde Siberia, en épocas relativamente recientes. La ornamentación inuit, es inferior a la
existente en Groenlandia, pero tienen algunos elementos comunes. Aunque en el área central,
casi no hay ornamentos en la madera o el hueso.
Encontramos la clara manifestación, de que la técnica utilizada en la confección de sus
ropajes, denota superioridad sobre las realizadas por las tribus indias. La realización de la
vestimenta, expresa laboriosidad al máximo, esto lo decimos ya que, considerando los medios
con los que tuvieron que trabajar, como hueso, piedra y pieles, el trabajo de hacerlos ha de
haber sido más laborioso. La confección de la vestimenta está a cargo de las mujeres. La
vestimenta inuit es la única en América que se la amolda al cuerpo mediante su corte y
costura. Solamente los indios dené septentrionales, constituyen una excepción en este aspecto.
En esto se reconoce una superioridad técnica inuit, respecto a otros lugares de América. En
invierno se usa vestimenta confeccionada con la piel del caribú, por ser durable, ligera y
caliente.

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En el verano se usa vestimenta confeccionada con piel de foca, por su gran impermeabilidad.
Esta piel, curtida sin pelo, se usa para confeccionar los trajes de los tripulantes del kayak,
aunque algunos trajes se hacen también de tripas. En el este se usa el pellejo de las aves
marinas para confeccionar ropa interior. En otros lugares, el sur de Alaska y las islas
Aleutianas, se usa la piel de ave también para ropa exterior, o la piel de marmota.
El estilo de los trajes de los inuit del Pacífico y los habitantes de las Aleutianas, se distinguen
de todos los demás. Usan un jubón que llega casi hasta los pies, llamado “parka”, que no lleva
capucha. El jubón inuit tiene su origen en el “poncho de pieles” de los indios, pero después
siguió evolucionando hasta alcanzar las formas más curiosas. No llevan pantalones bajo la
parka. Usan también una cachucha de piel o un sombrero cónico de madero. La cachucha o el
sombrero, están ricamente pintados y adornados con entalladuras de marfil de morsa y barbas
de león marino. Los pies quedan frecuentemente descalzos.
En todo el resto del área inuit, el traje de los hombres y mujeres, se compone de un jubón
mucho más corto con una capucha fija, pantalones, botas y guantes, de los que suelen ponerse
dos pares en invierno. En el área central, el jubón de las mujeres se asemeja a un frac cerrado
en la parte anterior con faldón largo atrás y corto enfrente, con una capucha enorme en las
que se transporta a los niños de pecho. El corte de los pantalones, revela claramente su
descendencia de las “polainas” indias, mientras que la bota representa una combinación de
sandalias y medias de piel.
Entre los inuit centrales se usan aún las polainas y las sandalias. En Groenlandia, los
pantalones de las mujeres son cortos y sus botas altas y angostas, justamente a la inversa del
traje masculino. Estas botas parecen indicar una menor actividad de la mujer en pleno hielo, y
evidencian su poca participación en las actividades que requieren de fuerza.
Las prendas de vestir se hacen, a veces, muy hermosas, siendo combinados en su confección,
varios pedazos de piel o se las adorna con guarniciones de piel, flecos o mosaicos de cuero.
En las Aleutianas con bordados de pelo de reno y a orillas de la Bahía Hudson con abalorios.
Los adornos del cuerpo mismo, están relativamente poco desarrollados. El tatuaje está
ampliamente distribuido. Los tatuajes de las mujeres están relacionados con las ideas del
destino después de la muerte. Lo que nos indica que ha de ser bastante frecuente la muerte de
los hombres en sus correrías lejos de casas en busca de los alimentos o de todo aquello que
precisan para la vida y que no está cercano. No hemos visto mencionados hasta ahora a los
lobos y osos, y otros animales que tienen en el ártico también su hábitat, pero con el hambre
que se ven obligados a pasar, sobre todo en el invierno, no sería nada raro que fueran la causa
frecuente de muerte entre los hombres inuit.
En el área central, los motivos se aplican “a punta”, como en el resto de América. Suponemos
que se refiere al tatuaje hecho mediante pequeñas incisiones en la piel producidas por una
aguja. Entre los inuit occidentales y orientales, se realiza el “tatuaje de sutura”, es decir, se
pasa un hilo teñido por el cutis.
Los bezotes, orejeras y narigueras de hueso o de piedra, que alcanzan su mayor desarrollo
entre los inuit del Pacifico, tienen su origen en influencias de la costa noroccidental. Lo
hombres llevan el cabello largo o lo cortan alrededor de de la cabeza. Las mujeres se amarran
el cabello en forma de copete en Groenlandia, o lo juntan en dos trenzas en el área central.
El inuit se desviste únicamente dentro de su casa invernal. El aseo personal, no está muy
desarrollado por las duras condiciones climáticas. En Alaska se acostumbra el baño de vapor,
en el que se frota el cuerpo con nieve y orina. El enemigo más temible para el cazador del
ártico, después del frío y el hambre, es la ceguera de la nieve. Para defenderse, se usa el
antifaz de madera y para los viajes en kayak se usan antifaces de vísceras.
Los antiguos inuit, que han desaparecido, sobre todo en el oeste, no han dejado rastros que
permitan conocer cómo era su vida. Se sabe que, sobre todo, aquella que se asentó en el mar
de Bering fue extraordinaria en formas y altamente desarrollada. Se conoce eso por algunos

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utensilios que han sido encontrados realizados en marfil de morsa. Estos tenían graciosos
ornamentos en líneas redondeadas (círculos y elipses, incisos, con puntos céntricos y rodeados
de líneas onduladas) que los hacen estar emparentados o influidos por el arte neolítico de Asia
Oriental.
Los animales, cuya piel se va a utilizar, son desollados con la ayuda de un cuchillo que se
conoce como “cuchillo de mujeres” (ulo), que tiene una figura semilunar, que nos dice
claramente que la luna está relacionada con la mujer, o que la luna para los inuit es femenina,
y precisamente por eso ambas se relacionan.
El cuchillo está relacionado con la mujer. Esa es la razón de que se les llame cuchillo de
mujeres. Lo que quiere decir que había también cuchillos para hombres. ¿O quizás hacían
referencias a los instrumentos para cazar, especialmente los arpones, que precisaban para
utilizarnos, no solamente de destreza, sino de mucha fuerza? ¿Quizás solamente signifique
que la debilidad de las mujeres se relacionaba con la poca fuerza que se requería para utilizar
esos cuchillos? Por supuesto, hacemos referencia a la debilidad física relacionada para el
empleo de instrumentos -o para realizar las labores- que exigían gran vigor[16].
Las pieles, una vez separadas de los animales, se limpian y se raspan escrupulosamente. Si las
pieles están destinadas a hacer cuero, los inuit del oeste y del este, mojan -las pieles de foca-,
primero con la orina, mientras que los inuit centrales las tratan con agua caliente. Luego la
cortan y proceden a coserlos. Este es un trabajo que las mujeres ejecutan con sorprendente
habilidad.
Los cuchillos son de pedernal o pizarra, las agujas de hueso y los hilos se hacen de tendones.
En otros lugares donde usan cobre o hierro (Golfo de la Coronación y Groenlandia,
respectivamente), se usan técnicas muy antiguas pues se procede al martilleo del mineral en
frío y son inferiores a los usados en la edad de piedra.
Los inuit comenzaron muy tempranamente a utilizar el hierro que los chinos conocían desde
el siglo III antes de Cristo. Algunos consideran que el hierro fue un metal que introdujo
cambios sustanciales en las sociedades, llegando a hacerlas llegar a estadios que las alejan del
período que, si seguimos la clasificación de Lewis Morgan, se denominaba Primitivo[17].
El hierro no introdujo en ellos ese cambio sustancial, debido a las características tan rigurosas
del clima, donde el hielo puebla la tierra seis meses al año. En ese clima los inuit se veían
obligados a deambular en busca de mejores condiciones de vida. El hierro mejoró sus
condiciones de vida, es cierto, porque les permitió cazar mejor, pescar con más éxito quizás,
pero siguieron siendo un grupo de gente vagabunda, por así decirlo. Se nos ha dicho que esta
cultura no tiene nada de primitiva, pero... las condiciones en que viven restringen su
desarrollo y no pueden ir más allá de sus características de siempre.
Las diversas culturas -a lo largo de diferentes sociedades, en todas partes del mundo-, que se
han puesto en contacto, se han influido mutuamente, aunque esta influencia no haya tenido la
misma importancia para uno que para el otro sector humano que se encontraban. Es decir,
todos los pueblos que han estado en contacto, se han influido siempre mutuamente. Aun
cuando una puede haber aportado mucho más que la otra. No existe ninguna cultura, ningún
ser humano, por poco desarrollado que esté, por muy ignorante que sea, que no pueda aportar
algo de lo que ha desarrollado a todo aquel con quien se pone en contacto. Los ingleses, que
llegaron a los territorios de Norteamérica, procuraron exterminar a los pieles rojas, pero
tuvieron que aprender de ellos a subsistir en esos territorios, que no conocían.
Los españoles, que llegaron a los diferentes lugares de América, tuvieron que aprender a
subsistir de los mismos habitantes a quienes fueron exterminando. Claro que José María
Arguedas nos ha mostrado que para los castellanos que vinieron a nuestros países no les fue
muy difícil recorrer la variedad de climas que tenemos porque en Castilla conocían climas
extremadamente rigurosos, según él pudo conocer personalmente.

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Aún así, a pesar de las muchas técnicas que se perdieron, en los lugares completamente
aislados, tuvieron que seguir usando las técnicas prehispánicas, si es que no hicieron una
mixtura de ellas, de acuerdo con las condiciones en que vivían y los implementos con que
podían contar. Hasta los sistemas de vida, las llamadas “comunidades” en Castilla y “ayllus”
en el Perú, tenían muchos aspectos parecidos[18].
No fue difícil al indio adaptarse a lo que los españoles exigían en esto porque formaba parte
también de su propia vida. Lo que les afectó más es el dejar sus terrenos, dejar a sus muertos,
pero para todo había remedio. Los diferentes seres sobrenaturales, divinos, se comunicaban
entre ellos, y a quienes formaban parte de la región donde se asentaban, les pedían que se
comunicaran con sus antiguos dioses para pedirles perdón por lo que tenían que hacer,
alejándose de ellos. Sacarlos de sus tierras fue uno de los peores castigos a que podía ser
sometido el indio. Tan es así que uno de sus más crueles castigos, a quienes habían
delinquido, era el exilio. Algo que se ha dado en todas las culturas del mundo.
Los inuit, en su mayoría, viven del mar, de la pesca y la caza de ballenas y focas,
especialmente, aunque también juega su papel la morsa. Las tribus indias hostiles, del interior
del país, les impedían a los inuit la caza. Hoy en día las ballenas casi han desaparecido por
completo. Ahora buscan crustáceos y se dedican a la pesca del salmón en los ríos Yukón.
Solamente el caribú (reno) llama su atención, y lo utilizan casi tanto como las focas. Pero el
caribú, en muchos lugares, está en vías de extinción, por lo cual el gobierno norteamericano
ha creado un programa en Alaska para la repoblación de los caribús, introduciendo las crías
de renos. Incluso hoy en día hay períodos en que está vedada la caza de los renos. En muchos
lugares el gobierno canadiense ha prohibido del todo la caza del reno. Pero... ¿cómo podría
llegar hasta las zonas aisladas donde solamente viven los inuit gobernándose a sí mismos?
Hay algunos inuit que tienen en el reno una fuente importante de proteínas, por eso tienen que
cazarlos. Ellos se trasladan a la costa por poco tiempo, durante el invierno, para cazar focas y
morsas, pero en el verano se dedican a la caza del caribú, haya o no prohibición del gobierno
de cazarlos.
Cuando cazan el caribú, se produce un acontecimiento social. El caribú es cazado en ambiente
de fiesta. En verano, las mujeres y los niños acosan a los animales, empujándolos hacia dos
cercas convergentes, formadas por montañas de piedras o estacas, y los van llevando a un
lugar del agua fijado de antemano, en ese lugar los hombres, en embarcaciones que de llaman
kayaks, los están esperando para cazarlos. Los kayaks tienen una importancia esencial en las
zonas periféricas, en las tribus subárticas. El Kayak es una armazón construida de costillas y
travesaños de madera, con un forro bien tenso de piel de foca. En muchos lugares se caza de
esta manera. Entre los incas se llamaba a este tipo de caza chaco.
Existe el llamado kayak, propiamente, que son de Alaska y el llamado umiak. El kayak es
angosto, largo y bajo. Se maniobra con canaletes de pala doble. Tiene toda la parte superior
tapada, con excepción de una abertura central por donde se mete el tripulante. El cazador se
convierte en una sola pieza con la embarcación, para lo cual utiliza un jubón de cuero
impermeable, que cierra por medio de correas corredizas alrededor del borde de la abertura,
de sus puños y de su cara. De esta manera, el cazador es capaz de luchar contra las olas,
incluso en condiciones adversas en la mar abierta. Aunque los kayak son generalmente
utilizados cerca de la costa. No tiene capacidad para llevar cargas muy pesadas.
A diferencia del kayak, que es unipersonal, el umiak tiene capacidad para varias personas. Es
abierto. Puede llevar cargas muy pesadas. Se usan canaletes de mango corto para maniobrarlo.
Antiguamente se utilizaba para la caza de la ballena, con un arponero de pie en la proa. En
Groenlandia se usa, hoy en día, para viajes o transportes y las mujeres usan los canaletes, por
lo cual se les llama botes de mujeres. Este cambio, de por sí mismo, señala que este bote ha
dejado de ser utilizado por los cazadores, demuestra que ya la caza de la ballena no

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desempeña un papel esencial entre algunos inuit, o es que lo que precisaban de la ballena les
llega ya por otros medios.
Quizás la industria, se ha introducido con sus productos, ha hecho poco productiva la caza de
la ballena, con todo el tiempo que se tiene que emplear para realizarla y los peligros que
supone, sobre todo para el arponero, acercarse a la ballena y lanzarle el arpón, con lo que ese
animal se convierte en una furia y en sus movimientos convulsionantes pone en peligro a los
hombres.
Si podemos ver en “Moby Dick” que los arponeros en embarcaciones mucho mayores y
modernas corrían unos peligros inmensos, ahora imaginemos los peligros que corrían los inuit
en unas embarcaciones como ésta. Krickeberg señala que muchas de las reformas que se han
ido introduciendo en la construcción de estas embarcaciones vinieron del oeste: en el sur de
Alaska y las islas Aleutianas, el kayak tenía dos asientos, y al umiak se le aplicaba una vela.
Cada región tiene variantes en la construcción del kayak o del umiak.
En el invierno se caza a estos animales usando pozos abiertos en la nieve para tal fin, y allí es
donde los conducen las mujeres y los niños. En estos casos, se usa como señuelo la orina
humana.
Los inuit vivían –viven- en un mundo de tan riguroso clima, que sus utensilios de caza y
pesca debían ser lo más perfectos posibles en relación al medio en el que se desenvolvían. Por
eso es que las armas y las embarcaciones han sido adoptadas en todas partes, casi sin hacerles
ninguna modificación, por cazadores y exploradores europeos de las regiones polares. Son
obras maestras de la técnica.
El arpón es un arma indispensable en la caza en lugares similares a los que residen los inuit,
esto es, para la caza en el hielo. Igual eficacia tiene para la caza que se realiza en un kayak. La
utilización del arpón no tiene por objeto matar a la prese, lo que el inuit busca es asegurarla.
El arpón tiene una cabeza de hueso, conectada por medio de una cuerda, con el asta del arpón,
que es hecho de madera. La punta que tiene, es de piedra o hierro, provista de rejones y se
coloca al través de la herida, de modo que el animal quede firmemente sujeto, mediante la
cuerda.
En estas condiciones, el animal puede ser muerto con la lanza tan pronto como aparece en la
superficie, después de haberse sumergido, con el arpón en su cuerpo. La rapidez, la agilidad,
la puntería y la fuerza que se precisan para poder aprovechar los instantes en que se le ve, son
vitales porque posiblemente no se tenga otra oportunidad para poder aprovecharla y si no se
ha acertado con el arpón en el cuerpo de la ballena, ésta huirá, se la perderá.
Los arpones de los inuit son diferentes, de acuerdo a si se usan en el hielo o en un kayak. Los
usados para cazar en el hielo son más pesados que los usados para cazar en el kayak. En el
kayak, el cazador lanza el arpón. Y generalmente tienen movibles no solo la cabeza sino
también el ante hasta, estando la cuerda conectada a un flotador. La caza de la ballena con
arpones se nos relata detalladamente en la novela “Moby Dick” de Herman Melville. Los
cazadores norteamericanos han utilizado con perfección las armas de los inuit.
En el sur de Alaska y en las Aleutianas, se usa una clase más liviana de arpones para la caza
con kayak. Se usa el dardo con vejiga, arrojando por medio del propulsor. No se caza con
punta de pizarra desprendible. Para matar las nutrias marinas, se usaba un arco con flecha
arpón. Excepto para este caso, el arco solamente sirve para cazar animales terrestres. El arco
es un arma construido de las maderas que los inuit encuentran flotando en los ríos. El los
hielos el cazador lo emplea como un estoque, que empuja con sus manos, para introducirlo lo
más posible en la presa.
Entre los llamados inuit del reno, se podía encontrar el canibalismo, porque la los productos
que obtenían para su subsistencia no eran en proporción adecuada para satisfacer sus
necesidades alimenticias. Sin embargo, es también probable que la ingesta de carne humana,
haya estado precedida de una serie de rituales dirigidas a pedir la protección de sus deidades

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para que las personas, las almas, que moraban en los cuerpos no les vayan a hacer ningún tipo
de daño.
A los inuit que viven en los lugares más inhóspitos, la madera se las proporcionan, en
especial, los ríos, que acarrean troncos que de viejos se han quebrados y caen en estos sus
curos de agua, que los van llevando hacia el mar. Los vegetales casi no tienen ningún papel en
su vida, aunque utilizan mínimamente bayas, raíces y el contenido fermentado del estómago
de las caribús. Los arcos que los inuit construyen están hechos precisamente con esta madera
que encuentran flotando. También utilizan el asta de reno, que para el caso, ensamblan varias
piezas para lograr su cometido. Para lograr que tenga una mayor elasticidad, la madera, o el
asta de reno, se cubre, por el lado exterior, con un forro grueso de tendones torcidos.
Para la pesca y la caza de aves, se utiliza en casi todas las regiones, dardos multifurcados.
Para la caza menor, se usan lazos y trampas de distintas formas. La caza de aves se realiza con
boleadoras, que son esferas arrojadizas sujetas a cuerdas. Estas boleadoras son hechas de
hueso. Es un arma notable.
También se pueden encontrar las boleadoras en América del Sur, especialmente entre los
gauchos de las pampas argentinas, que han hecho de las boleadoras no solamente un arma
sino que son utilizadas en danzas que han desarrollado bellamente. Los gauchos, hacen de
esta arma un elemento importante en la coreografía e incluso en la música por la percusión
que les hacen producir los gauchos mientras bailan. La utilización de los instrumentos de
trabajo y las armas de guerra, en elementos de danzas, se realiza en todas partes del mundo.
La pesca se realiza con redes y anzuelos, que son elementos culturales más recientes y no se
encuentran entre todos los inuit, sino solamente entre los que son de Alaska y Groenlandia.
Hoy en día, ya deben haberse esparcido entre todos, sino entre gran parte de los inuit.
Recordemos que el libro de Krickeberg es de los años cuarenta del siglo pasado y sesenta
décadas en esos lugares es un tiempo más que suficiente para que las técnicas se difundan
ampliamente, sobre todo con la actividad de los comerciantes, que con los modernos equipos
que les proporciona la técnica, no conocen de fronteras adonde puedan hacer llegar sus
productos.
Los límites han desaparecido para quienes viven de la actividad que busca el lucro, y adonde
puedan obtener alguna ganancia, hacia allá van. O esperan en algún lugar apropiado la llegada
de sus clientes, dispersos en lugares de amplitud increíble. Para eso son útiles las ferias que
siempre y en todas partes se han utilizado para la venta y la compra de productos. Realizadas
en lugares y fechas específicas se convierten en eventos de una gran concurrencia, vendiendo
no solamente instrumentos para cazar o pescar modernos, hasta la ropa que resulta mucho
más barata que las que los mismos inuit se confeccionan, y con las características de ser
térmicas, pueden resultar hasta más abrigadoras.
A las focas las cazan, con preferencia, durante el largo invierno polar pues algunas variedades
invernan bajo el hielo en los lugares donde el hielo está perfectamente liso y es relativamente
más delgado, de modo que las focas tienen en esos lugares agujeros que les sirven para
respirar y es cuando los inuit los cazan. El cazador inuit se acerca a estos pozos abiertos en el
hielo, silenciosamente para no ser escuchados ni notados por las focas, ellos caminan con
sandalias de piel. Cuando las primeras nevadas han caído, tienen que caminar en busca de los
agujeros, que no siempre se encuentran a la vista, pero su larga experiencia les dice donde se
encuentran, los pone al descubierto, si es que es necesario, y se pone en un lugar apropiado,
ajeno a la vista de su tan ansiada caza, esperando que salga a respirar.
La caza de la foca, es una actividad en que la paciencia es esencial, porque tiene que esperar a
que la foca salga a respirar. Solamente pueden permanecer un tiempo limitado sumergidos en
el agua. El inuit sabe que si las focas han hecho agujeros, por allí es por donde saldrán, tarde o
temprano, a respirar. No le importará cuántas horas tenga que esperar, él sabe que saldrán a
respirar. Claro que para eso tiene que tener mucha paciencia, pero ¿qué más puede tener un

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hombre que se ha habituado a vivir en zonas tan extensas donde predomina el hielo? El inuit
ha aprendido a desarrollar su capacidad de espera, su capacidad de ser paciente, de no
desesperarse, de esperar hasta que el momento preciso se presente.
La caza de la foca en primavera presenta muchos aspectos diferentes que los que tiene durante
el invierno. Con el sol dando calor, con el cambio de la estación de fría a caliente, las focas
acostumbran a salir a tomar sol, y se echan en las zonas cercanas a las playas. El cazador se
acerca a ellas, siempre en silencio. Para no llamar la atención, busca que las focas lo
confundan con una más de las focas. Imita los movimientos peculiares de ellas, de tal manera
que puede estar junto a ellas y darles caza. Las caza con arpón, pero en algunos lugares
(Groenlandia y Alaska) se vale del trineo.
En Alaska se usa el trineo jalado por perros. Son muy útiles para desplazarse a grandes
distancias sobre el hielo. Hay que tener en cuenta que los cazaderos sobre hielo se encuentran
a menudo muy distantes entre sí y lejos de la costa. En el trineo acarrea sus utensilios y
también las presas que ha obtenido.
El trineo es un vehículo muy movible y muy durable. El trineo más simple consiste en dos
patines de madera muy largos sobre los que se amarran unos travesaños cortos de tabla. Para
que este trineo se pueda deslizar rápidamente sobre el hielo, se pone en las caras inferiores de
los patines un revestimiento de turba congelada.
En Groenlandia se utiliza un trineo más corto, más ancho y provisto de una especie de
respaldo. En el oeste el trineo es muy diferente, y tiene muchas similitudes con la que se usa
en Siberia, Krickeberg dice que ha sido importado de Siberia, aunque no aporta información
que le permita realizar esta afirmación así de categórica.
Cuando el inuit se acerca a las focas, con el pequeño trineo que utiliza, lleva una pata de foca,
la cual arrastra por el hielo, rascándolo, para que las focas crean que es uno más de ellas. Al
principio y a fines de invierno, las focas pueden cazarse lejos de la costa, sobre los bordes del
hielo, entonces el cazador se esconde tras los bloques de hielo que están cercanos a donde se
encuentran las focas.
En otros lugares, el cazador sigue a las focas a los lugares donde va con el cambio de estación
(en verano), las sigue, en el mar abierto, en su pequeña embarcación que se conoce como
kayak. En esta estación de verano también puede cazar al caribú en las praderas ya sin hielo,
lejos de las costas, y es cuando se dedican a recogen aves y peces.
En algunas zonas (el norte de Groenlandia) las embarcaciones para cazar focas en el mar,
dejaron de utilizarse, porque abandonaron la caza de focas en el mar abierto, pero volvieron a
realizar esta actividad cuando se introdujeron en la segunda mitad del siglo XIX. Claro que
aquí se cazaban más aves marinas, bajándolas de los altos riscos a la costa. Para bajar a las
aves utilizaban una vara larga, en cuyo extremo había una red de bolsa. En otros lugares, de
las aves acuáticas solamente saben aprovechar sus plumas.
Durante la larga noche polar, el inuit no puede cazar sobre el hielo, así que la caza de las focas
es más difícil de realizar, por lo cual se dedica a perseguir y cazar a los osos polares y al buey
almizclero. En las zonas periféricas, en la costa abierta, donde se forman tundras, que es una
zona que no tiene por ninguna parte islas que puedan ser utilizadas para la caza de la foca, el
inuit no puede cazarlas utilizando los agujeros.
En la desembocadura del rio Mackenzie, esa actividad –cazar focas esperándolas en los
agujeros que ellas mismas realizan- se hace imposible de realizar. En esas zonas los hielos
invernales se reúnen en masas compactas que se amontonan en todas partes. No hay
posibilidad de que las focas abran esos agujeros, el hielo no es lo suficientemente delgado
como para que puedan perforarlos. Las focas se dan cuenta de esta situación y se van hacia
otros lugares, donde sí los puedan practicar. Las focas se concentran en los canales de la
marea ya que éstos nunca se hielan. Aquí la caza la realizan mediante redes.

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Cuando llega el verano en la desembocadura del río Mackenzie, la costa queda despejada de
hielos, los inuit reanudan la caza submarina de la ballena utilizando botes de piel. Con la caza
de la ballena, los inuit tienen productos en gran cantidad, y les han de servir para todo el
invierno.
En los lugares donde no hay hielos invernales, la caza en mar abierto es permanente, se hace
durante todo el año. Aquí anta importancia tenía antiguamente la caza de la ballena, como la
caza de la foca.
Por ser el principal producto para su subsistencia y para la confección de sus vestidos, La caza
de la foca era una fiesta. En esta ocasión, visten sus mejores trajes y preparan,
adecuadamente, todos los implementos que utilizan para la caza, mediante rituales en los
cuales llamaban a sus deidades para que los protejan y les permitan cazar abundantes focas.
Por ser este animal de tanta importancia, estaban también en el panteón al que iban a morar
los inuit después de muertos. No concebían una vida o la muerte sin la compañía de la foca.
Se cuenta que cuando los primeros evangelizadores católicos llegaron al mundo de los inuit,
les hablaron de las bondades de su religión, les hablaron del paraíso, del cielo, adonde irían
después de muertos para morar al lado de Dios. Los inuit escuchaban atentamente a los
evangelizadores. Luego le preguntaron si en el cielo había focas. Los sacerdotes extrañados,
por la pregunta que no se esperaban, respondieron que, naturalmente, no había focas.
Entonces los inuit les dijeron que no podían ir al cielo porque no había las focas.
Los sacerdotes no conocían el mundo al que habían llegado, ni sabían todos los elementos
configurativos de la vida después de la muerte que concebían las inuit. Su tarea
evangelizadora, pues, fracasó, cuando menos en sus épocas iniciales.
La cuestión está también en saber cuál es el significado del cielo para los inuit. Es una zona
fría. Los muertos van a morar bajo la tierra que es caliente. ¿Qué es el cielo entonces para
ellos? ¿Un castigo? ¿Algo similar al cielo solamente que en lugar de fuego existe el frío
extremo?
El mundo religioso de los inuit, tanto como el nuestro, se encuentra lleno de un misticismo,
con respecto a la muerte, y la brujería, en los poderes mágico-religiosos, en el chamanismo,
está muy insertada en su vida.
No comprendemos cómo el autor puede llegar a admirar la cultura material de los inuit mas
no su comportamiento social o su sistema de creencias. Su definido sesgo, lo lleva a ver
muchos de los aspectos de la vida inuit, como algo exótico –en tanto extraño y ajeno a la
civilización-, mientras que, se da cuenta que, las relaciones sociales y de parentesco, no se
afiatan a su concepto positivo de cultura.
Eso se debe, pensamos, a que su comportamiento, y sus formas de pensar en general, no
tienen las mismas manifestaciones que en la de los inuit. Es un problema fundamental que los
antropólogos tratan de considerar y tomar en cuenta para poder desarrollar un trabajo de
campo con resultados realmente fructuosos.
En conclusión, la lectura de este texto, sobre los inuit, nos lleva a ver que, comúnmente, los
etnógrafos “clásicos” de la década de los cuarenta, cincuenta y sesenta, tienden a guiarse –la
más de las veces- por conceptos europeocéntricos. Los grupos étnicos poseen características
que varían, no sólo de una comunidad o región a otra, sino también de una etnia a otra. Cada
cultura representa características propias en función a diferentes factores que determinan la
ser social en general.

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NOTAS.

[1] Es bueno aclarar aquí que, aunque los seres humanos son sujetos y no objetos,
metodológicamente se les puede llamar “objeto de estudio” por ser el objetivo de nuestro
estudio, por lo que el término debe interpretarse en ese sentido y no ningún otro.

[2] Y dedicarse al trabajo de campo no es necesariamente una labor pagada, porque muchos
antropólogos que, al terminar sus estudios se han encontrado sin trabajo o laborando en otras
áreas ajenas a sus estudios académicos, han seguido investigando por su cuenta. Esto es así
porque el área de estudio del antropólogo -si estudiamos bien las características del trabajo
antropológico a lo largo del tiempo, sin detenernos simplemente en un área poblacional
específica-, el área de trabajo está ahí, precisamente ahí, donde esté el antropólogo. La
diferencia está en que los antropólogos nos hemos ido identificando con el uso de la
observación participante desde que somos estudiantes, con el trato especial que tiene con sus
profesores. Muchos otros pueden tener una comprensión más teórica del mismo, pero el
antropólogo ha hecho que sea carne de su carne porque lo ha hecho parte de su actuar. No
importa las deficiencias que pueda tener un profesor, al fin y al cabo nadie está libre de
deficiencias mayores o menores, pero lo que sí ha dejado en sus alumnos, es ese espíritu
esencial de insertarse de manera natural en el medio social estudiado y, muchas veces, lo ha
realizado sin darse cabal cuenta de que lo hacía.

[3] Alemania siempre ha estado presente en la contienda por los mercados y el control del
mundo, y no como un elemento subsidiario, si contemplarnos su papel en la I y la II guerras
mundiales, en incluso hoy en día, su papel dentro de la Comunidad Económica Europea, que
contiende con Estados Unidos por los mercados y decir mercado es decirlo casi todo en este
tiempo en que prácticamente todo se ha transformado en mercancía.

[4] La antropología, como disciplina académica solamente será posible a inicios del siglo XX.

[5] En realidad, a nosotros nos parece que para aprender a llevar una libreta de campo, sería
importante leer la excepcional novela de Thomas Mann llamada “La montaña mágica”. La
capacidad observadora del autor es tremenda y aunque una libreta de campo no es una novela,
puede sí ser una gran guía. Y llevar un diario resultaría siendo hasta más entretenido que leer
muchas libretas de campo de antropólogos, donde la dispersión –inevitable por otro lado- es
una de las características. Aunque también nos enseña a escribir bien, que es acaso uno de los
errores frecuentes en loa antropólogos. Y no necesariamente esto se disculpa con lo
apresurado de las notas sino con la falta de un conocimiento mínimo que debemos tener de
nuestro idioma. La lectura de obras literarias nos ayuda a superar ese problema.

[6] Sería interesante que los estudiantes comenzaran a llegar diarios para que se vayan
entrenando en la elaboración de las libretas de campo. Más interesante aún, sería que
escribieran todos los días una página. Nosotros recomendamos utilizar una agenda, de esas
que tienen una página por día y escribir al terminar el día, y si se olvidan de hacerlo, mínimo
al día siguiente. Esta es una buena manera de entrenarnos y también de ir ordenándonos y
aprendiendo a manejar el idioma porque sabríamos cuales son los defectos que tenemos y
podríamos corregirlos. Por supuesto que escribir de esta manera deja pasar aún muchos
errores, hasta ortográficos, por la premura con que se escribe, con que se tiene que escribir,
porque uno no tiene mucho tiempo para reflexionar, sino solamente para poner por escrito lo
que ha visto y hasta lo que ha pensado en instantes en que no se tenía la libreta a la mano.
Claro que uno, en un trabajo de campo, siempre debe tener a la mano una libreta de campo,

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con lo que se estaría haciendo lo mismo que los poetas o los novelistas: ir apuntando donde se
esté lo que se venga a la mente en el momento mismo en que se venga a la mente, porque lo
que uno ha visto no siempre es recordado o considerado importante sino que ocurre que puede
conocerse su importancia hasta después de pasado un tiempo. Arguedas en su novela póstuma
“El zorro de arriba y el zorro de abajo” nos entrega una muestra de lo que son los diarios. Lo
mismo que tantos diarios publicados por filósofos, literatos, etc.

[7] Aunque no haya sido ese su único origen. Las novelas nos muestran maneras de observar
y dar cuenta de lo observado. Durante mucho tiempo, en las últimas épocas, los antropólogos
disociaron de manera tajante a la antropología de la literatura. Pero ambas disciplinas
estuvieron muy unidas durante mucho tiempo, y así lo podemos observar con claridad,
especialmente aunque no únicamente, en Alemania, a fines del siglo XVIII y en el siglo XIX,
con el movimiento Sturm und drang, es decir, Tormenta e impulso, que lideró Herder, literato
y antropólogo alemán.

[8] Recordemos que él es uno de nuestros más importantes antropólogos y fue también
literato, con lo que sigue esa tradición antropológica dejada de lado hace mucho tiempo, el
tiempo en que los antropólogos entregaban sus productos como obras literarias, especialmente
novelas.

[9] Cultor también de diarios, habiendo sido los suyos publicados.

[10] Los norteamericanos supieron prever la gran influencia que tendría la revolución china, y
aun la cubana.

[11] Desde hace ya algún tiempo, se está dando impulso al desarrollo de la antropología
cultivada por miembros de los mismos grupos étnicos a estudiarse. No dudamos de la
importancia de este paso para la antropología, pero también creemos que eso no es una
garantía de objetividad en el desarrollo antropológico y menos aún no es garantía del
desarrollo de una antropología autónoma, porque esta involucra de una manera importante el
desarrollo de la teoría, aunque haya quienes vean este aspecto de manera despectiva.

[12] Los textos de este autor a pesar del paso de los años, y de las más recientes
investigaciones, siguen siendo utilizados por los antropólogos de hoy en día con resultados
fructuosos.

[13] ¿Por qué Krickeberg, si sabe ese significado del término “esquimal” lo siguió llamando
así? Puede ser, simplemente, porque el llamarlos así se había institucionalizado, lo cual es, en
cierta manea, una explicación.

[14] La presencia de los vikingos en América, está probada científicamente en la actualidad.


Las evidencias materiales nos muestras la existencia de pequeñas colonias, no sólo en
Groenlandia, sino en algunas partes de Canadá. Las pruebas realizadas en Canadá, nos
muestran un pequeño asentamiento con restos de materiales y cultura, propiamente
escandinava. Sin embargo, se sabe que, esta pequeña colonia, no duró demasiado tiempo,
debido, mayormente, a las disputas que tuvieron con los nativos algonquinos americanos.

[15] Ubicados en el período conocido como revolución neolítica.

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[16] El significado original de la frase que asigna a la mujer el sexo débil, va más allá de lo
que pudiéramos desarrollar en este texto, por ello no lo tocaremos, pero sí señalaremos que,
ese significado, es totalmente diferente al que se le asigna hoy en día entre nosotros.

[17] Interesante es considerar que algunos antropólogos encuentran en la terminología de


Lewis Morgan (salvajismo, barbarie y civilización), elementos de discriminación negativa.
Consideramos que para poder apreciar el desarrollo que tienen, esas sociedades, aún es
preferible usar las categorías utilizadas por Lewis Morgan en su libro “La sociedad antigua”,
aunque no podemos desconocer que, la existencia entre los antropólogos, de una corriente que
las combate con mucha fuerza. El motivo por el cual combaten a Morgan, más que científico,
parece que son políticos. Recordemos que Federico Engels -el amigo de Marx, con quien
compartía sus puntos de vista políticos-, escribe, basándose en el mencionado libro de
Morgan, una de sus obras más conocidas: “El origen de la familia, la propiedad privada y el
estado”. Desde su publicación, a fines del siglo XIX, para demostrar la falencia de la teoría
que Engels representa, no se le ha atacado directamente a él, sino que se ha atacado, desde
todos los flancos, las ideas de Lewis Morgan para desautorizar a Engels. Atacando y
demostrando la carencia de fundamentos de un autor, en realidad, se quería demostrar la
carencia de fundamentos de la teoría que Federico Engels representa, teoría de la cual él es
uno de sus máximos exponentes. No es esa la manera en que se debe actuar. Se debe
combatir una teoría porque la realidad demuestra que es errada, no se la debe combatir porque
de esa manera se quiere atacar a alguien que se fundamenta en sus obras. Al fin y al cabo,
Morgan, ni siquiera compartía los puntos de vista del marxismo, puesto que era protestante y
muy religioso.

[18] José María Arguedas: “Las comunidades de España y del Perú”.

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