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Todos los puntos altos de las calles y avenidas son tomadas por los
jóvenes más hábiles. Las pasarelas no se dan abasto y se ponen a
prueba esos metales viejos y oxidados que alguna vez fueron
soldados con tanto esmero para seguridad de los transeúntes. Los
agentes de tránsito han cerrado temporalmente el paso a los
vehículos que quieren circular o cruzar la calle Martí y toda la
viabilidad ha sido exclusivamente otorgada a los motociclistas
quienes poco a poco van alejándose de su gente y de la ciudad.
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luego revisé superficialmente el sistema de enfriamiento. Los vapores
del tanque de reserva del agua eran expulsados de manera violenta
mojándome la ante pierna derecha. Las explosiones del vapor fueron
cada vez más fuertes y era fuerte señal que algo no andaba bien. El
motor fue apagado de inmediato y sin un sentimiento de
preocupación o incomodidad por la situación me quité el casco y me
puse a disfrutar del paso de mis compañeros, aprovechando a tomar
varias fotografías. Sólo el tiempo en ese momento era mi mejor aliado
para bajar la temperatura de mi máquina. Al notar el problema no
pude hacer señal alguna a Gustavo y dejé que avanzará. Antes de las
ocho de la mañana le envié mensaje a quien indiqué de mi
inconveniente y le pedí que avanzara. Realmente se lo tomó en serio
porque lo vi de nuevo hasta Esquipulas. Yo tampoco tenía interés de
retrasarlo por un descuido por no revisar todos los sistemas de la
motocicleta. Vale decir, que en dos años la moto nunca había
calentado.
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amigo Arnoldo Amado quien hizo uso de ellos por varios cientos de
kilómetros en su BMW K100RS de idénticas características a la Blue,
de manera que era un tema técnico superado y nunca pensamos que
por allí iba a reventar la pita. Antes del medio día bajo el sol
abrazador de esa hora, aproximadamente por el kilómetro 70 muy
cerca de donde falleció el primer motorista, otro motorista me
advirtió que mi maleta estaba a punto de caer. Por el retrovisor noté
que si no paraba en los próximos diez metros, la misma caería
provocando tal vez otra serie de inconvenientes para los motoristas
que venían viajando a velocidad considerable. Debo admitir que en
ese momento pensé seriamente en abortar el viaje, ya que no tener
un nuevo anclaje para la maleta de aluminio robusto no tendría
posibilidad de avanzar cómodamente el resto de kilómetros hacia
Esquipulas, además del regreso, aunque estaba seguro que en
Esquipulas podría hacer un mejor trabajo de reparación. A pesar de
las circunstancias jamás me sentí contrariado o molesto, sentí llevar
mucha paz en mi corazón. En esos momentos la serenidad es lo más
importante, tener la cabeza fría es vital para tener las mejores ideas
en medio del sol abrazador. Como todo en la vida, todo tiene un lado
positivo y otro negativo. Quedarse varado con una BMW en una
Caravana del Zorro es motivo para que casi todos los motoristas
pasen de largo y no se solidaricen con el afectado, aunque eso
realmente no me preocupó porque creí estar bien armado de
herramientas para trabajar. Puse rápidamente a la vista todo el
instrumental quirúrgico y evalué los daños de la parrilla original de la
moto y el sistema de anclaje de inspiración de Amado. Necesitaba
tornillos y tuercas y una base nueva para darle el nivel adecuado a la
maleta. Por suerte llevaba tornillos extras pero no contaba con todas
las tuercas y con una que me faltara tendría que regresar a la ciudad.
Antes había caído una en la arena y no la encontraba. Resuelto ese
asunto tuve que buscar materiales para hacer un soporte y a la vez
no hacerle más daños a la pintura de la moto. Revisé todos los
desechos de los alrededores y me parecieron oportunos unos
cartones y unos envases de plástico. Tal vez me compliqué mucho,
porque un zapato tenis que llevaba en la maleta me hubiese servido
de base. Se me ocurrió llenar una botella de arena con piedrín y corté
varios pedazos de cartón para evitar rayones innecesarios. Todo lucía
bien y poco a poco fui armando el rompe cabezas. Terminando la
reparación, por fin tuve la visita de dos jinetes que viajaban rumbo a
Guatemala, quienes al verme dieron la vuelta y se me acercaron.
Debo de admitir que me causó sorpresa porque habían pasado unos
doscientos motoristas y nadie se detuvo para ofrecer ayuda. Les
pregunté en qué les podía servir y me contaron que a un kilómetro
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habían sufrido un pinchazo y que no tenían herramientas. Les indiqué
que con gusto les podía ayudar y que mientras avanzaran. En
realidad, pensé que prefería estar sólo que mal acompañado, al
menos mientras yo estuviera seguro de sus intenciones. En ningún
momento pensé que me iría de largo. Después de revisar la
improvisada reparación, arranqué la máquina sabiendo que ante mí
otra faena de reparación me esperaba. Avancé con el compromiso de
comprar un lazo para asegurar la maleta de una forma más firme. Si
no encontraba una tienda en los próximos kilómetros tal vez lo mejor
era intentar adquirir alguno en alguna de las tantas casas del camino.
Consideré que el lazo es uno de los instrumentos más comunes en las
casas y más en la de campo, así que probablemente conseguiría uno
por esa vía, no hay nada que no se pueda comprar y para todo lo
demás hay siempre una tarjeta de crédito al alcance.
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problema de calentamiento, o mejor dicho, el calentamiento de mi
moto.
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menos seguro y cómodo. Pretender encontrar una habitación en una
ciudad desbordada por miles de turistas era imposible, ni siquiera
tuvimos la intención de preguntar. La primera idea de Dieguez fue
regresar a Quetzaltepeque o a Chiquimula a buscar algún hospedaje.
Por mi mente no pasó nada en ese momento. Al menos no sentí
molestia alguna, en lo absoluto. En el peor de los casos dormiríamos
recostados en algún portón o amaneceríamos platicando. No
seríamos los únicos de la ciudad que pernoctaríamos en plena calle.
De repente pensé que podríamos emprender un viaje a Jutiapa,
aproximadamente entre una y media y dos horas de distancia. En
Jutiapa tendríamos dos opciones, ir a la casa de mi mamá y mi tío o
pedir posada en casa de la familia Chicas Robles, mi prima y su
esposo, quienes suelen estar en Jutiapa los fines de semana. La
primera opción implicaba ir con otra familiar a pedir las llaves de la
casa y limpiarla en lo necesario y la otra opción era de hacer una
llamada y pedir posada. Propuse el proyecto a Dieguez y a Thelma y
fue avalado en la primera. Realicé la llamada telefónica y tuve una
respuesta muy atenta y servicial. Así que, sin más preámbulos
arrancamos las máquinas y nos dirigimos en dirección a la Basílica.
Thelma debía comprar algunos encargos y aunque en mi caso
hubiese querido comprar algunas cosas, mis pensamientos estaban
ciento por ciento enfocados en los preparativos del nuevo viaje. Era
necesario pasar por la gasolinera por un poco de combustible, al
menos en mi caso, y revisar de nuevo los niveles de agua. Yo estaba
seguro y confiado que mi máquina no calentaría en un viaje nocturno
y sugerí a Dieguez que nos colocáramos los chalecos reflectivos para
hacernos más visibles en la carretera. El mío me lo quité tan pronto
salí de ciudad de Guatemala, ya que estimé no sería necesario
durante el viaje. Con Dieguez esperamos junto a las motos mientras
Thelma se fue de compras, operación que duró unos quince minutos.
Pocos minutos nos quedarían en la sagrada ciudad y el reloj pronto
marcaría las siete de la noche. La circunstancia nos obligó a salir muy
de prisa de Esquipulas y a la distancia tuvimos que bajar la cabeza
ante el Cristo Negro y de esa manera nos declaramos con el deber
cumplido. Sería la primera vez que llegaba a Esquipulas y no entraba
a la Basílica. Siempre habrá una de esas raras veces en que pasa lo
inverosímil.
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Blanca, Santa Catarina Mita y Jutiapa del departamento del mismo
nombre. Dicha ruta es un verdadero deleite cuando se pueden
observar los distintos accidentes geográficos además que no es muy
transitada. Nuestro viaje sería distinto por esta vez pero igualmente
era lo que Dios nos estaba ofreciendo y eso era lo disponible para
vivirlo al máximo. No era momento para pelear con nuestro presente
y menos sabiendo que era por procurarnos el mejor descanso posible
en la casa de mi compadre, el coronel retirado Herman Chicas Lobos,
quien resultó ser un excelente anfitrión junto a su hijo Herman
Roberto, ambos solitarios habitantes del gran caserón. El clima era
formidable y las condiciones de visibilidad eran extraordinarias. La
calidad del asfalto aún es muy bueno y la señalización bastante
mejor. El tránsito vehicular a esas horas de la noche era escaso,
apenas vimos una decena de vehículos en ambas vías. Fue un viaje
directo y el reto mayor fue darle posición correcta al cuerpo y a las
sentaderas para hacer el viaje más cómodo.
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Sentir a nuestra Guatemala desde una motocicleta es sin lugar a
dudas una de las vivencias más bellas y reconfortantes que
puedansentir.