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—Bienvenido a nuestros estudios centrales, señor Broyt. Lo primero es darle las gracias
por concedernos ésta entrevista. Sé que en éstas fechas tiene multitud de compromisos y
no le habrá resultado sencillo crear un hueco en su apretada agenda:
—Comencemos pues sin más preámbulos: ¿cómo interpreta usted los resultados
de las encuestas que se han dado a conocer ésta misma mañana? de ellos se desprende
que su partido político sube al menos siete puntos. Un sobresaliente ascenso de su
agrupación, que de confirmarse en las urnas pasado mañana daría un vuelco al gobierno
entregándole además la mayoría absoluta.
—¿Cree usted por tanto que tal y como están constituidas nuestras leyes se
perjudican los derechos de las personas? Por otra parte, ¿en qué consistiría esa
revolución que usted promueve desde la presidencia de su partido?
—De sus palabras deduzco que tiene serios prejuicios contra nosotros. En mi
defensa… perdón; en nuestra defensa diré que hace años que dejamos de ser
mecanismos autónomos para convertirnos en androboides de integración y
pertenecientes a una nueva generación de reconocidísimas virtudes. Los gobiernos lo
quisieron así, y para eso se redactaron los acuerdos de cooperación tecnológica
internacional. Sepa que hoy día nuestros programas manejan complicados parámetros
que nos acercan cada vez más y mejor al pensamiento humano. De hecho compartimos
sus leyes y sus normas como cualquier ciudadano. Desde mi punto de vista usted y su
partido promueven un planteamiento de gobierno discriminatorio y separatista. Lo
quieran o no, de una forma u otra, nosotros también formamos parte de ésta sociedad
porque contribuimos a su desarrollo.
—Perdóneme señorita, pero nunca hemos votado a favor de esas leyes
promulgadas por el gobierno que les otorgaron a ustedes derechos de ciudadano. Somos
honestos con nuestra causa desde el momento en que, para nosotros, no dejan de ser
máquinas avanzadas puestas —y subrayo esto— al servicio del hombre.
—Creo que a día de hoy les faltan ideas e iniciativa para plantear maniobras
nuevas que seduzcan otra vez a los votantes. Ahí están las encuestas para ratificar lo que
digo.
—No entiendo qué me quiere decir… ¿qué otra manera habría de valer para
disputarnos la presidencia de gobierno sino la estrictamente democrática?
—Verá señor Broyt: ¿no le parece llamativo que en veinte años no haya habido
relevo político en ningún país demócrata pese a la decadencia humana a la que usted ha
hecho alusión? ¿Qué piensa entonces de la propuesta del gobierno actual para en un
futuro conceder el voto a entidades autónomas tal que yo misma?
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