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¿bueno y
malo?
LEÓN BENDESKY
A
raíz de la crisis financiera, y con un retraso claro, han aparecido en la
escena política algunas fuerzas que mantienen una posición que de
modo complejo representan alguna forma contestataria del
funcionamiento del capitalismo. Una reacción al sistema sustentado en
los enormes flujos de capital, el endeudamiento de gobiernos, empresas y
familias, el gran poder de las instituciones financieras, el carácter oligopólico de
muchas industrias, junto con mayor desempleo y subempleo y una creciente
desigualdad social.
De modo somero esto puede ilustrarse, entre otros, con los casos de Syriza en
Grecia, Podemos en España, Corbyn en el laborismo británico y, si se extiende
esta noción, puede caber hasta Bernie Sanders entre los demócratas
estadunidenses (con el antecedente tal vez de Ocupa Wall Street). El derrotero de
cada uno de ellos es distinto y se puede seguir en los acomodos, en ocasiones
muy profundos, que tienen que hacer al radicalismo que representan y en las
campañas electorales que están hoy en curso.
Pero incluso ahí se advierte una clara tendencia a la concentración, como pasa
en las grandes como M icrosoft y Apple o con Facebook y Google, que se
apropian de los rendimientos y las rentas, aunque ciertos innovadores en varias
partes del mundo ganen a veces mucho dinero con la creación de algunas
aplicaciones. Ese proceso de concentración y centralización del capital que
formuló M arx sigue siendo la norma a lo largo del espacio productivo y de
financiamiento.
Se admite, entre los que proponen una adaptación y renovación posible del
capitalismo, que el cambio que aparece tan vertiginoso en ciertos sectores de la
producción y en su impacto sobre las formas de consumo, provoca ansiedad y
resistencia.
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