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El psicoanalisis, — proyecto y elucidacion Cornelius Castoriadis Nueva Vision Titulos de los originales en francés: “La psychanalyse, projet et élucidation. ‘Destin’ de l'analyse et responsabilité des analystes” © Editions du Seuil, 1986 pour Les carrefours du labyrinthe. Tome I. “Epilégoménes a una théorie de I'ame que l'on a pu présenter comme science” © Editions du Seuil, 1986 pour Les carrefours du flabyrinthe. Tome I. “L’état du sujet aujourd'hui” © Editions du Seuil, 1990 pour Les carrefours du labyrinthe. Tome Iil. Traduccién de Horacio Pons 2" Edicion: Julio de 1998 Toda reproduccion total o parcial de esta obra por cualquier siste- ma, incluyendo el fotocopiado, que no haya sido expresamente au- torizado por el editor constituye una infraccién a los derechos del autor y sera reprimida con penas de hasta seis afios de prisién (art 72 de la ley 11.723 v art. 172 del Cédigo Penal). |.S.B.N. 950-602-256-9 © 1992 por Ediciones Nueva Visi6n SAIC Tucuméan 3748, (1189) Buenos Aires, Republica Argentina Queda hecho el depdsito que marca la ley 11.723 impreso en la Argentina / Printed in Argentina PROLOGO Diverso y complejo es el panorama al que ingresamos con la obra de Cornelius Castoriadis. Sus aportes apuntan hacia los nucleos duros de las problematicas del andlisis social, la filosofia politica, los desarrollos de la ciencia moderna e interrogaci6n fi- los6fica, la creaci6n de las democracias, sus fracasos y perspec- tivas, y el psicoandlisis en su ineludible anclaje histérico-social. Ha sido muy atacado por su lucida critica del stalinismo, la buro- cracia y el totalitarismo del régimen soviético. Nacido en 1922 en Grecia, estudié Derecho, Filosofia y Eco- nomia en Atenas. A fines de 1945 se traslad6 a Paris donde vive actualmente. En 1948 fundé el grupo auténomo Socialismo o Barbarie y |a revista del mismo nombre, junto a Claude Lefort y Edgar Morin, siendo autor de los principales textos que definen la orientacion y las ideas del mismo hasta su disolucién en 1966. En el amplio recorrido es donde vemos aparecer lo que son sus ideas madres: la imaginacion radical, la sociedad instituyen- te o autoinstitucién, la l6gica conjuntista-identitaria, la l6gica de los magmas, la autonomia y la heteronomia, el ser como inde- terminacién, el magma de significaciones imaginarias sociales, la creaci6n, el legein y el teukhein... Su perspectiva apunta a discernir lo verdadero de lo falso, lo que hay que hacer y no hacer, en un trabajo de elucidacién (es decir: trabajo que intenta pensar lo que los hombres hacen y saber lo que piensan) ante las modas y los fermentos de la épo- ca donde estan presentes sus ideologias. Ideologias definidas como “...el conjunto de ideas que se relacionan con una reali- dad, no para esclarecerla y transformarla sino para velaria y jus- tificarla en lo imaginario, y que permiten a la gente decir una cosa y hacer otra, parecer distintos de lo que son” Castoriadis nuclea a las tentativas de explicacin de Io histori- co-social en dos grupos: el fisicalismo y el logicismo. Ambas son tributarias de la ldgica conjuntista-identitaria. Del fisicalismo el principal exponente es el funcionalismo que reduce sociedad e historia a naturaleza. Esta naturaleza es en primer lugar la bio- Idgica del hombre. Supone necesidades humanas fijas y explica la organizacion social como el conjunto de funciones que tien- den a satisfacerlas. Pero se sabe que en una sociedad hay una multitud de actividades que no cumplen una funcién determi- nada en el sentido del funcionalismo. La explicacién queda sus- pendida al no existir un punto estable al cual poder referir esas funciones. El verdadero problema es que las necesidades huma- Nas en tanto que sociales y no meramente bioldgicas, son inse- parables de sus objetos y, que, objetos y necesidades son cons- tituyentes de cada sociedad en cuestién. En el tipo logicista se trata de ta utilizaci6n finita de una canti- dad de piedrecitas blancas y negras (hombre-mujer, norte-sur, crudo-cocido, etc.) ubicadas en una cantidad finita de casillas, de acuerdo con ciertas reglas determinadas. La operatoria repe- tida un cierto numero de veces daria cuenta de Ia totalidad de la historia y de las diferentes formas de sociedad que sdlo serian un efecto de dicha combinatoria. Estamos ante la forma mas pobre del logicismo: ej estructuralismo. Este estructuralismo nada dice acerca de los conjuntos de elementos que manipula, ni de por qué éstos son asi, ni de sus modificaciones en el tiem- po. Y si dijera que las diferencias entre las sociedades son sdlo aparentes, quedaria por preguntarle gpor qué lo idéntico se muestra como diferente? o aun gpor qué las mismas causas producen efectos tan diversos? Dentro también del logicismo aunque en su forma mas rica, que aspira a trastocar todas las figuras del universo material y espiritual, quiere ponerlas a todas en juego, no acepta ningun limite e intenta establecer relaciones entre ellas y obtener una determinidad exhaustiva y completa. También quiere engendrar unas figuras a partir de las otras y todas a partir del mismo ele- mento primero o Ultimo, como momentos necesarios del que ella misma debe participar. Se trate de la Razén en Hegel o de ma- teria o naturaleza en Marx no cambia mucho la cuestién. Porque la ldgica identitaria es la Idgica de la determinacién, que se es- pecifica segun los casos, como relacién de causa a efecto, de medio a fin, o de implicacién ldgica. Pero, la cuestion de la histo- ria es la de la aparicion de Ja alteridad radical, de lo nuevo abso- luto y la causalidad es siempre negacidn de Ia alteridad. 8 En el dominio de la ldgica conjuntista-identitaria las categori- zaciones se muestran tarde o temprano lacunarias, parciales, fragmentarias, insuficientes, intrinsecamente deficientes, pro- blematicas y finalmente incoherentes. Estas y otras cuestiones conducen a Castoriadis a pensar en una ldgica de los magmas." Respecto de lo imaginario radical podemos decir que no tiene nada que ver con lo “imaginario especular” que es pura imagen de o imagen reflejada. Lo imaginario no es a partir de la imagen en el “espejo” o en la mirada del otro. Mas bien el espejo mismo © su posibilidad y el otro como espejo son obras de lo imaginario que es creacién ex nihilo. Los que hablan de lo imaginario como “especular’, “ficticio” o “reflejo” creen que es necesario que este mundo sea imagen de alguna cosa. Lo imaginario es en cambio, creacion incesante y esencialmente indeterminada (social-histé- rica y psiquica) de tiguras-formas-imagenes. Lo que llamamos “realidad” y “racional” son obras de él. Los trabajos que aqui presentamos sobre psicoanilisis de Cornelius Castoriadis, por primera vez en lengua castellana, nos ofrecen {a reflexién de los ultimos veinticinco afios sobre esta materia. Se inscriben en una perspectiva (ademas de otras) de la profunda discusién de la problematica que ha generado el la- canismo y algunos de sus atolladeros. Son analizadas ciertas postulaciones sobre la formalizacién del sentido, lo imaginario, la primacia del significante, el inconsciente como discurso del otro, el deseo de saber, el des-ser del sujeto, lo real como imposible, el sujeto del inconsciente... En la elucidacién de estas propuestas el autor elabora otras como el sentido encarnado o materializado, lo imaginario radical, el analisis como actividad practico-poiética, la multiplicidad de las personas psiquicas, el inconsciente como nucleo indisocia- blemente representativo-afectivo-intencional, disfuncionalizacion del psiquismo en relacién al componente bioldgico, autonomiza- cién del deseo, del afecto y de !a imaginacién, revalorizacién de la reflexividad y de la capacidad de actividad deliberada como elementos esenciales de la instancia yoica y, por ultimo, la per- tenencia del psicoandlisis a la sociedad y a \a historia como pro- yecto de autonomia. Alberto |. Nahmias Mayo de 1992 ' Respecto de la légica de los magmas es necesario remitir al lector a: “Los dominios del hombre...", particularmente pp. 193-218, y también a ‘La institu- cién imaginaria de la sociedad”, vol. Il, pp. 283-290. EL PSICOANALISIS, PROYECTO Y ELUCIDACION “Destino” del analisis y responsabilidad de los analistas Las ideologias que infestaron, desde hace quince afios, la esce- na parisina -y de las cuales el “psicoandlisis” a la Lacan fue un ingrediente esencial- han entrado en su fase de descomposi- cién. De esta fase, un libro reciente de Francois Roustang repre- senta al mismo tiempo un momento y una ilustracién notable’. ' Un destin si funeste, Paris, Editions de Minuit, 1976 [Un funesto destino, México, Premia, 1980]. Los numeros en bastardilla entre paréntesis remiten a las paginas de este libro. Hasta donde se sabe, el autor pertenece todavia a la Escuela llamada (sogennante y selbstgennante) “freudiana”. Para evitar reto- mar aqui los puntos que traté en otra parte, me permitiré frecuentes remisiones a “Epilegsmenos a una teoria del alma que pudo presentarse como ciencia” (Linconscient, n® 8, octubre 1968, p. 47-87), "Ciencia moderna e interrogacién filos6fica” (Encyclopaedia Universalis, vol. XVII, 1973, pp. 43-73) y L institution imaginaire de la société”, Ed. du Seuil, Paris, 1975 [La institucién imaginaria de la sociedad, 2 vol., Barcelona, Tusquets, 1983 y 1989]. Debo subrayar enfaticamente que las posiciones y los desarrollos de Rous- tang, en particular para lo que corresponde a la resoluci6n de la transferencia, a la posibilidad de una “sociedad psicoanalitica” y a la naturaleza de la “teoria” psicoanalitica, son frecuentemente heterogéneos y a menudo, seguin creo, fran- camente contradictorios. Esto depende sin duda de varios factores; ademas de las fechas diferentes de redaccién de los textos que integran el libro, esta ta di- ficultad y la complejidad de la cosa misma y, en el horizonte, las aporias Ultimas y auténticas con las que nos confrontan el pensamiento y la actividad analiticos ~y alos cuales estaban esencialmente consagrados los “Epilegomenos...”. Pero esto depende también y sobre todo, en el caso presente, del marco de pensa- miento en el que Roustang continua situandose. No he tratado de “salvar” a Roustang en el balance de esas contradicciones; al contrario, cada vez tomé lo que parecié revelador —es decir, ef limite de ese balance-. Este texto no es, en- tonces, una recensién o una “interpretacién" de Roustang; es, si se quiere, “vo- luntariamente injusto” para con él. Lo que me importé fue la discusién de los WW En primer lugar debe rendirse homenaje a Roustang por su honestidad, mercancia que seria carisima en nuestros dias si la rareza de su oferta no estuviera mas que compensada por la ausencia total de su demanda. También, por la franqueza de su abordaje de una serie de problemas que hasta aqui pasaron practicamente en silencio, evocados por alusién o comentados Unicamente durante las veladas psicoanaliticas. Lo que el trabajo de Roustang incita a discutir y lo que me condujo, respondiendo finalmente a una motivacién muy anti- gua, a redactar estas paginas, sobrepasa con mucho a Lacan y el lacanismo. Concierne al psicoandlisis en si mismo y en su anclaje social e histérico. Revela también, a su pesar, algunos aspectos importantes de la situacién contemporanea de las ideologias. Puesta al desnudo y, hasta cierto punto, critica del sindrome lacaniano, la obra de Roustang es en si misma un sin- toma de lo que describe y un espécimen de los efectos de la ideologia a la cual este sindrome pertenece. Pero ésta no es sino una fase de la cuestién. Mucho mas importantes son las otras, que se relacionan con las cosas directamente. No me cansaré, por consiguiente, de aconsejar al lector bien embebido de “cultura” moderna que detenga aqui su lectura. Me propongo, en efecto, discutir desde la perspectiva, increiblemente primaria y pasada de moda, de lo verdadero y de lo falso, lo que debe hacerse y no hacerse. No hay razon para que ocupe su ocio en un tema tan frivolo y tan vano. Es probable que lo que Roustang dice, y lo que yo me veré obligado a decir, irrite profundamente a muchos psicoanalistas Y es mas que probable que el mecanismo de detensa puesto en practica desde hace tanto tiempo y con el que tan bien se me- dra, sea utilizado una vez mas: todo esto no expresaria mas que “resistencias al analisis” (o transferencias mal liquidadas, etc.). No hay que asombrarse de que la identidad esencial de esta represion defensiva con la que utilizé durante tanto tiempo el marxismo degenerado, el stalinismo, y el maoismo, no haya sido jamés captada por el espiritu de estos psicoanalistas. Aqui tam- bién, todo cuestionamiento del dogma oficial estaba de antema- no excluido de la discusién. Bastaba con denunciarlo como pro- veniente del “enemigo de clase”, en consecuencia expresando la problemas mismos, la demostracién de que la misma se convierte en imposible dentro de un cierto marco ideolégico y que sélo la destruccién de ese marco puede liberarla. 12 resistencia a la “verdad de clase” del proletariado (del cual el Partido se erigia como tnico portavoz autorizado —-como esos psicoanalistas que se erigen en Unicos portavoces autorizados de la “verdad del inconsciente” y, por deslizamiento, de la teoria de esta verdad-). Pero este mecanismo de defensa se encuen- tra agarrotado desde que el monolitismo no puede preservarse mas. Mosc y Pekin, al acusarse reciprocamente de ser los instrumentos del “enemigo de clase”, se encuentran denuncia- dos conjuntamente, y arruinan la incuestionabilidad del dogma. Psicoanalistas “tradicionales” y lacanianos, al dar a entender, los unos a los otros, que “se resisten al andlisis", provocan el inte- trogante: gy a qué, entonces, se resistiran ambos grupos? Espe- fo mostrarlo: a las cuestiones que plantean la actividad y la elu- cidacion psicoanalitica, a la cuestion de la verdad de lo que piensan y la rectitud de lo que hacen. Tres partes (0 momentos, o ejes) en el trabajo de Roustang, cada una merecedora de ser tratada por si misma, pero cierta- mente también intrinsecamente vinculadas. Vinculadas también para Roustang, en funcién de su movimiento y sus necesidades; y de tal manera que en y por esta vinculacién, tanto como en el tratamiento de cada una de sus partes, se revela y se denuncia una ultima tentativa de reedificar lo que amenaza con la tuina, Lacan y el lacanismo, por medio de esquemas y “conceptos” que traducen y traicionan el encarcelamiento continuo del autor en el universo del cual quiere liberarse sin quererlo al quererlo totalmente. En efecto, nada mas iluminador que la manera en que Roustang llega a utilizar lo que critica para justificarlo, lo que ve para seguir sin ver. Lo que Roustang quiere decir se deja resumir facilmente: si, el lacanismo es monstruoso. Si, Lacan y los lacanianos forman un circuito alienado y alienante (que el autor no logra pensar sino por un recurso repetido a la nocién de psicosis), dos piezas esenciales cada una para la existencia de la otra y que sdlo pueden funcionar en conjunto®. Pero no nos encontramos aqui ? Los términos de psicosis, abyeccién, desprecio, esclavitud, perversién y algunos otros similares son aquellos de los que se sirve Roustang en su des- cripcién del lacanismo. Los utilizo aqui, como él, sin comillas. 13 mas que con la reedicién del pecado original del psicoandlisis; si se mira bien, si se rasga el velo echado por la tradicién sobre las telaciones entre Freud y sus discipulos, se vera que no ocurria de otra forma con el padre fundador y !a “horda salvaje”, que el canibalismo intra-clanico, la endofagia, si puedo forjar esta pala- bra, son el “destino funesto” de! psicoandlisis’. “Destino”: inde- pendiente en consecuencia de toda particularidad de Freud {y, a fortiori, de Lacan), de los tiempos de fundacién, de una etapa de la formacién del psicoandlisis y del cual, aparentemente, ningun saber permitiria escapar. “Destino” consustancial al mismo tiem- po a la imposibilidad de una verdadera “sociedad” psicoanalitica (o sea, a la imposibilidad de que los psicoanalistas formen algu- na vez una colectividad de adultos auténomos) y al caracter de la teoria psicoanalitica, la cual no podria finalmente escapar al estatuto fantasmatico. Ya que la teoria sdlo “puede ser” “el deli- rio de varios” (199) y sdlo se podria elegir entre una psicosis franca y una psicosis partida y obstruida por la referencia a una “teoria”: “Es por esta razon, sin duda, que los psicoanalistas se reagrupan en sociedad, haciéndose la ilusién de que teorizan, cuando se aferran todos, pero cada uno para si, con sus fanta- sias y sus alucinaciones, a un discurso unico” (ib.). Excelente definicisn de la escuela lacaniana, presentada aqui como cu- briendo todo psicoandlisis y toda colectividad psicoanalitica pa- sada, presente y futura. Finalmente, se presenta un “acerca- miento tedrico a la psicosis” que se imbrica en el sistema de racionalizacién precedente y apunta a sostenerlo. Lamentable- mente, no se proporciona al lector nada que le permita ver la di- ferencia entre este “acercamiento tedrico” y “la ilusidn de que [los psicoanalistas, pero en este caso también Roustang] teori- zan”, sus ‘fantasias” y sus “alucinaciones”; al contrario, al ser esta teoria por el momento la de uno solo, es, segun ella misma, un delirio: “el delirio es la teoria de uno solo” (53 y 199)*. * La referencia a los Atridas y a los “festines de Tiestes” solicita un poco al mito. Tiestes no sabia, evidentemente, que devoraba a sus hijos. Pero la im- plicancia de {a tesis de Roustang —si bien no formulada— es que Lacan habria muerto de inanicién mucho tiempo atras si no se hubiera alimentado del cono- cimiento de que son sus “hijos” los que devora. No se pueden borrar las di- ferencias entre la tragedia y las defensas perversas de lo que es, para el mismo Roustang, un nticleo psicético; para la perversién, el saber es esencial. “A pesar de su ligaz6n intima con los otros elementos de su tesis y la ilus- tracién que proporciona de otra —una mas~ reductio ad absurdum del lacanis- mo, la concepcidn de la psicosis que propone Roustang no sera discutida aqui, por falta de espacio y porque la misma me alejaria mucho de mi propésito. 14 Como siempre, todo lo que el autor pasa por alto en el tema que ha elegido tratar es tan importante como, si no mas que, lo que dice. Por una parte, el psicoandlisis es discutido como si existiera in vacuo: !o que le sucede dependeria exclusivamente de factores internos, que le serian propios. Punto ciego para Roustang, como para todos los psicoanalistas, la pertenencia del psicoandlisis a la sociedad y a la historia. Por otra parte, Roustang hace silencio, y sin explicarlo, sobre la practica de Lacan y de un némero creciente de lacanianos. Silencio también sobre lo que, en la teorizacién de Lacan, sostiene implicita e hipécritamente este practica —por lo que evita toda puesta en causa esencial de esta ‘teorizacién”. Como si la perversion de las relaciones intra-analiticas que describe no tocara nada de las “verdades” que Lacan habria revelado, no brindara un testimonio abrumador sobre su materia, no afectara la practica con respec- to alos pacientes. Como si frente a las practicas destructivas del analisis no hubiera que interrogarse sobre lo que, en la “teoriza- ci6n”, les proporciona las condiciones de posibilidad. No teoria analitica sin practica analitica correspondiente, y viceversa; y no perversion sistematica y colectiva de la practica sin garante y correspondiente en la “teoria”’ Esta practica es vergonzosamente publica desde hace varios afios, con —otro fenémeno que, por el momento, hay que recor- dar con intensidad, reservandose la posibilidad de retomarlo en otra parte— la complicidad por omisién de la gran mayoria de los analistas no lacanianos. Augur augurem... Roustang se calla sobre el escandalo de las sesiones reducidas sistematicamente a unos pocos minutos —durante mucho tiempo patrimonio del “maestro” pero convertidas, desde hace mucho, en /a practica de la mayoria de los lacanianos. Escandalo sobre el cual se buscaria en vano —y con raz6n— una “teorizacién” cualquiera, pero cuyo disimulo se conoce bajo el mentiroso vocablo de “se- Bastard con notar que vuelve en lo esencial a la afirmacién de que el psicético no tiene pensamientos, sino solamente “ideas” (joh manes de Platén!) -o sea, sin duda, sélo “palabras” o significantes-. Ademds del desconocimiento total de la extraordinaria actividad de pensamiento de que da prueba la psicosis (cf. Piera Castoriadis-Aulagnier, La violence de finterprétation, P.U.F., Paris, 1975 [La violencia de la interpretacion, Buenos Aires, Amorrortu 1977], en particular la segunda parte de este libro), esta afirmacién, combinada con la idea de que la “teoria es el delirio de varios", conduce también a una aporia insoluble con relacién a la posibilidad misma de un pensamiento y una teoria. 15 siones de duracién variable”. (La “duracién variable” exigiria evi- dentemente que a cada sesién de cinco o diez minutos corres- pondiera en promedio una de ochenta u ochenta y cinco.) ~Cémo, en efecto, teorizar una practica que suprime la Unica, poco mas 0 menos, regla objetivable que liga al analista con el ejercicio de su funcién, incrementa desmesuradamente los po- deres ya exorbitantes de que se encuentra investido, volens no- fens, en nombre de la situacién transferencial, hace del analisis para el analizado una situacién con frustraciones y gratificaciones reales (y de hecho monetarias, time is money), situacién no fantasmatica sino realmente intantil? El adverbio vergonzosamente, utilizado mas arriba, podria resultar chocante. Recordaremos entonces que hace veinticinco afios Lacan daba a entender que ya no recomenzaria. Habiendo fracasado la maniobra de la época —permanecer en la I.P.A—, continué cada vez mas®. He aqui lo que encubre la auto-glorifi- cacién, por interpésito vocero, del “maestro” “que no cede a su deseo” (44). He aqui también que deberia obligarse a re-interro- gar a las ideas de “maestro” y “magisterio”, vueltas a poner en circulacién precisamente por Lacan y que convienen tanto a la corfusién ideolégica actual que son retomadas a derecha e iz- quierda —y sobre todo “a izquierda’— para dar crédito a los mitos alienantes sobre el “maestro” y el poder. Roustang es también llevado a interrogarse sobre el! funda- mento del pretendido magisterio del “maestro”. La pregunta “por qué se deviene discipulo 0, lo que es correlativo, por qué se hacen discipulos” es susceptible, dice, “de una sola respuesta: para no volverse loco” (57). Claramente: Lacan para los lacania- nos y los lacanianos para Lacan juegan el rol de “antepecho” 5 Véanse los textos sobre la escisién de 1953 en Ornicar?, suplemento al n® 7 (1976), especialmente p. 130. Los variados incidentes que apuntan a la ‘justi- ficacién” de las sesiones cortas que se encontraran aqui y alld en los textos de Lacan son imposibles de discutir seriamente tomando cada uno en si mismo, contradictorios entre ellos cuando son reunidos y, sobre todo, se anulan pura y simplemente por el hecho de la aplicacién de esta practica indistintamente a todos los casos. Sobre la dimensién temporal necesaria para la sesién, véase Piera Castoriadis-Aulagnier: “Temps de parole et temps d'écoute: remarques cliniques”, Topique n® 11-12 {octubre 1973), pp. 41-70. [‘Tiempo de palabra y tiempo de escucha”; en E/ sentido perdido, Buenos Aires, Trieb, 1980, pp. 65 - 84.) 16 (52), de punto de sostén en lo real que permite evitar el hundi- miento, en sintesis: de para-psicosis. Se encuentra asi inciden- talmente develada la impostura de “solo como siempre he esta- do en mi relacién con la causa analitica”. Roustang ve bien que “el magisterio no funciona sin la abyeccién, y, si Lacan puede ser todo, es con la condicién de que los analistas de la Escuela no sean nada... la adulacién del maestro acarrea consigo el des- precio de todos los discipulos” (44). Pero, a pesar del discreto “correlativo”, la otra cara de los términos de abyeccién y de des- precio permanece velada. Como si la figura del “maestro” de- biera ser preservada a todo precio en su “magisterio”; como si, en esta relacion necesariamente bilateral, el “maestro” pudiera lograr “escapar” de la locura sumergiendo a los discipulos, y a nadie mas que ellos, en la abyeccion, lanzando sobre ellos un desprecio cuya fuente psiquica seria misteriosa; en sintesis, como si pudiera efectivamente haber un “maestro”. Ahora bien, el “maestro” no existe: el “maestro” no es nunca mas que un globo. Sostener la ilusién de que existiria un “maestro” de carne y hueso es simplemente quedar sometido a un personaje de carne y hueso que no tiene nada de “maestro”, mantenerse en la posicién subjetiva del esclavo, continuar propagando entre aquellos que estan, también por otras razones, reducidos a la esclavitud, la mistificacisn del “magisterio” encarnado en al- guien. No existe un “maestro”: existen los dominadores, los ex- plotadores, los manipuladores. EI discurso sobre el “discurso del Maestro” pertenece a sus maniobras. Es forzoso preguntarse si la introduccién, con mas de un siglo de retraso, de los estudios hegelianos en Francia ha servido para mucho mas que para enriquecer la retdrica local con algu- Nos nuevos vocablos. Ya que las implicaciones de los andlisis hegelianos de !a relacion amo-esclavo son claras, y lo son aun mas cuando se las retoma desde una perspectiva psicoanalitica. El amo es el esclavo del esclavo. Esto no depende simplemente de una determinacion ldgica formal (al entrar el término o senti- do esclavo en la definicién de amo). Es al mismo tiempo ontold- gica e interiomente, en su posicién “objetiva” y “subjetiva”, que el amo es esclavo del esclavo: sin el esclavo, no ve perjudicada su definicién sino que su vida sustancial desaparece®. * Juego de palabras intraducible entre “fou”, loco, y “garde-fou", antepecho, pretil, parapeto (N. del T.} *'La Fénoménologie de lesprit, traduccién de Hyppolite, tomo |: “El amo 17 Desde el punto de vista psicoanalitico, es evidente que las posiciones del “amo” [‘maestro”] y del discipulo/esclavo, de quien goza haciendo abyectos y de quien goza aceptando serlo, de quien profesa el desprecio y de quien lo sufre son, en la fan- tasmatica inconsciente, permutables necesaria y esencialmente. No sdlo: el sujeto esta en todos los lugares de su fantasia, sino: el sujeto es, nuclearmente, esa fantasia: de la relacién de escla- vitud, de abyeccién, de desprecio. La puesta en acto de la situa- cién fantasmatica, en la que uno de los lugares se imputa cons- tantemente a uno 0 varios otros reales, mientras que el sujeto se reserva el otro, no abuele en apariencia la permutabilidad en lo real sino para intensificarla sobre la escena inconsciente y au- mentar en ella el peso del rol que el sujeto no “realiza” en las puestas en acto. Desde el momento en que el sujeto y sus so- cios/complices pasan al acto, se abren varias vias para que ellos continuen las operaciones. El ritual repetitivo es una de ellas. La escalada es otra. En este caso, la droga psiquica que represen- ta la puesta en escena real de la fantasia debe ser administrada en cantidades crecientes —al menos tanto tiempo como lo. permita la constitucién de los participantes—. Es el trayecto de los personajes de Sade, es el recorrido de O. Es también !a demagogia de Lacan. Al abandonar la Escuela lacaniana en el momento en que se franqueaba una de las etapas de esta esca- lada, la tristemente célebre del pase (1968), Guy Rosolato recor- daba a los lacanianos reunidos la frase que el divino marqués utiliza para describir los retozos de otro “maestro que no cedia a su deseo”, el caballero serafico, y de sus compaferos: “Si la posicién se rompe, se cambia la postura.” Pero la combinatoria sadiana no es y no puede ser estatica. Posturas nuevas deben ser inventadas, el tamafo de los miembros debe crecer, la canti- dad de masacres aumentar. La transgresién debe transgredir siempre mas alla, so pena de no ser mas vivida como tal. Los estadios sucesivamente recorridos en a abyeccién y el despre- @s...para si sdlo por la intermediacién de Otro..." (p. 161) “El (el amo) no esta en consecuencia seguro del ser-para-si como verdad, sino que su verdad es, al contrario, la conciancia inesencial y la operacién inesencial de esta concien- cia... la dominacién muestra que su esencia es lo inverso de lo que quiere ser..." (p. 163). Hyppolite comenta en nota: “Es esta desigualdad del reconoci- miento la que va ahora a manifestarse; ef amo devendra el esclavo del esclavo y el esclavo el amo del amo.” (p. 163). 18 cio de si y de los otros —desde la reduccién de las sesiones a unos pocos minutos, pasando por la instauracién en condicién de pequefio maestro en andlisis de un “ni analizante ni analista” (45) y hasta la Ultima: reclamarse freudiano y otorgar al mismo tiempo diploma de psicoanalista clinico a personas no analiza- das’— son conocidos. Pero también se sabe, incluso la imagina- cién de Sade tiene sus limites, y, a medida que los trayectos que conducen a sus héroes a la muerte se alargan, el tedio se apo- dera del lector. Seria poco interesante, y también poco entreteni- do, tratar de prever lo que podria alin inventarse mientras las 120 jornadas del lacanismo se estiran penosamente. Tal vez Lacan vendra 2 proclamar que el psicoanalisis no existe y que él no es psicoanalista, mientras se duplica nuevamente la cantidad de sus “analizantes". Una cosa es segura: desde hace muchos afios, Lacan es perjudicial. En el curso del ultimo decenio se ha vuelto, ademas —mas grave aun, diria un esteta-, tedioso. La moraleja del asunto es clara. Si se habla, como Roustang, de abyeccién y desprecio, esos términos no deberian ser reser- vados a los “discipulos” mientras se preserva de ellos al “maes- tro". Desde el punto de vista ético, y también politico, las posicio- ” Véase Piera Castoriadis-Aulagnier, Jean-Paul Valabréga y Nathalie Zaltz- man, “Une néo-formation du lacanisme", Topique n° 18 (enero, 1977). [“Una neo-formacién del lacanismo", en Tiempo de palabra y tiempo de escucha, Bue- nos Aires, Trieb, 1980, pp. 151 -156]. 4 Vale la pena recordar que para Freud un analista no analizado no sdlo habria sido inconcebible —"exigimos que (el psico- analista) comience por someterse a un andlisis y que no deje jamas... de pro- fundizar en el mismo” (De /a technique psychanalytique, p. 27)~ sino que afir- maba, a justo titulo, que no pueden hablar de anélisis sino aquellos que han hecho de 6! una experiencia personal? Lo que no impide, evidentemente, que se pueda hablar muy inteligentemente de los fibros de Freud o de otros escritos analiticos. Pero el andlisis y los libros son dos cosas distintas. Para apreciar en todo su valor el “freudismo* que hace estragos en Vincennes y otros lados, ci- temos una vez mas a Freud: “Si el conocimiento del inconsciente fuera tan ne- cesario al enfermo como {o supone el psicoanalista inexperto, bastaria hacerle escuchar conferencias 0 hacerle leer ciertos libros. Pero medidas similares tienen, sobre los sintomas neurdticos, tanta eficacia como tendria, por ejemplo, en un periodo de hambruna, la distribuci6n de mentes a los hambrientos. El paralelismo podria inclusive llevarse mas lejos todavia, dado que, al revelar a los enfermos su inconsciente, se provoca siempre en ellos un recrudecimiento de sus conflictos y un agravamiento de sus sintomas.” (ib., p. 40). “...el médi- co... debe someterse a una purificacién psicoanalitica... Esta fuera de duda que estas imperfecciones personales bastan para descalificar a un analista..." (ib., p. 67). 19 nes polares en la abyeccién y el desprecio no son simétricas; evidentemente es abyecto en primer lugar y sobre todo quien reduce a los otros a la abyeccién o simplemente tolera que se hundan en ella; el primer despreciable es el que desprecia. Pero, desde el punto de vista psicoanalitico hay, en efecto, una “equivalencia” esencial. Gozar con la abyeccién del otro es im- posible si “alguien”, en aquél que goza, no goza de ser fan- tasméaticamente ese otro. La abyeccidn practicada, provocada e inducida por Lacan esta a la medida de lo que se vive como tal. El desprecio hacia sus “discipulos” y su “publico” proclamado por Lacan no podria tener otra fuente psiquica que el desprecio de Lacan por Lacan. A la comedia narcisista perpetua co- tresponden necesariamente una inseguridad y una fragilidad in- natas. Roustang cita (772) la bella frase de Tausk: “Independiente porque nadie depende de mi, no soy esclavo porque no soy amo” —para Calificarla en seguida de “rechazo ilusorio de todo lazo y todo magisterio”-. Poco importa si, en ef caso de Tausk, la misma slo sirve “para velar una dependencia... y una esclavi- tud” (ib.). El postulado implicito en el comentario de Roustang lo muestra irremediablemente atrapado en la trampa de la ideolo- gia del “magisterio”. No sdlo es absurdo identificar el rechazo de todo “magisterio” con el rechazo de todo lazo, sino que esta identiticacién es precisamente una de las piezas maestras de la ideologia del poder: si Ud. rechaza al Rey, al Emperador, al Fuhrer, al Secretario General, al Director cientifico, entonces Ud. esta a favor de la destruccién de la sociedad. En verdad, es todo lo contrario: fos verdaderos lazos no pueden establecerse sino alli donde y cuando las cadenas del “magisterio” han fracasado. A esta perversion de Ja practica lacaniana que son las no- sesiones llamadas “sesiones cortas”, hay que agregar otra que no se cuenta entre sus trade marks S.G.D.G. pero que la misma ha llevado hasta el limite: el mutismo, la a/alia analitica, a la que seria mejor, vista la sordera que necesariamente la acompafa, llamar cofalalia. Tal vez porque también se fa practica en otras partes, hace poco se han atrevido, finalmente, a “teorizarla’®. Cada vez mas, se escucha hablar de una “regla de silencio del analista”. Es una pura mistificacién. No hay, y no puede haber, una “regla de silencio”. Existe para el analista una tarea de inter- © 0. Mannoni, “Le silence’, en Psychanalyse et politique, Le Seuil, 1974. 20 pretacién —lo que quiere decir una obra de palabra. El hecho de que, por innumerables razones, los momentos en que puede lle- varse a cabo oportunamente esta tarea sean mas 0 menos ra- fos, que presupongan largos periodos de escucha silenciosa, que su cumplimiento sea siempre dificil, es otra cuestion. Esto no modifica en nada el hecho de que el analisis es obra comun del analista y del analizado, en la cual la parte del prime- ro no se reduce seguramente a dormir en su sillbn. Sin el des- pertar a la tarea de interpretacién —incluso si el cumplimiento de ésta debe ser, de manera recurrente, diferido— no puede haber, desde el punto de vista psicoanalitico y de la economia psiquica del analista, una verdadera escucha analitica. La transferencia no es un vehiculo magico y autarquico de la verdad analitica; es, entre miles de otras cosas, lo que permite la puesta al dia de lo analizable para su interpretaci6n. El silencio perpetuo es sdlo una maniobra para eludir toda responsabilidad con respecto al deseniace del anilisis. Veamos, entonces, la variante central, y de hecho la unica, de la “cura tipo” lacaniana. El paciente llega, se ubica en el divan (si es sagaz, de costado), habla o se calla durante algunos minutos, se le dice, es despedido. ¢Podemos llamar a esto “anali- sis”? Roustang habla —calla— como si esto no fuera un problema. De hecho lo es, enorme. La perversion de la relacion “maestro- discipulo” corre a la par y se mantiene solidariamente junto a esta practica del “andlisis". Roustang habla como si un muro estanco la separase de lo que ocurre en la escuela lacaniana, y, teciprocamente, como si lo que ocurre en ésta no afectara en nada los “analisis” de los pacientes. Ambas hipotesis son absur- das. Los “analistas” lacanianos han sido formados en proporcién creciente, y en la actualidad en su gran mayoria, segun las mo- dalidades de esta “cura”. Si, al menos, se sigue siendo freudiano en este punto, gcémo pensar que no llevan las marcas indele- bles de esas modalidades? ~Como podrian analizar al prdéjimo sin arriesgarse a repetir el mismo “no-fin” de! andlisis, sin repro- ducir esta misma relacién de “dominio” y de esclavitud? Si, aqui también, se sigue siendo freudiano, se recordara que ningun analista puede ayudar a su paciente a ir mas lejos de lo que él mismo ha ido en su propio andlisis®. gCdmo pues podria la Es- “* el analista que se haya despreocupado de hacerse analizar sera casti- gado, no sélo por su incapacidad para superar un cierto nivel de conocimiento al analizar a sus pacientes, sino también por el riesgo aun mas grave de perju- dicar al prdjimo” (De la téchnique..., p. 68). 24 cuela lacaniana servir de caso tipo para estudiar las relaciones entre analistas? Inversamente: ~c6mo se puede escamotear la cuestién de saber si, en la evolucién particular y el estado actual del lacanismo, esta practica de la cura no jugé un papel esen- cial? ¢Como tendria la abyeccidn de la relacién “maestro-disci- pulo” la oportunidad de ser superada sin un andlisis, tan profun- do como fuera posible, de la transferencia -mas imperativo aun dado que el analista se considera a si mismo (0 considera a su propio “analista”) como el “descubridor” de Freud, es decir, poco © mucho, del psicoandlisis mismo—? ~Cdmo seria posible un analisis de la transferencia en las “sesiones” de pocos minutos con un “analista” sordomudo? En realidad: independientemente de todas sus otras motivaciones, las modalidades de la “cura” a la Lacan son estudiadas para que la transferencia no pueda ser analizada. Las mismas forman parte de la serie de dispositivos que, en esta Escuela, funcionan a fin de que el sometimiento al personaje real de Lacan sea incansablemente afirmado, de que el Unico “lazo” posible sea el del “magisterio”, es decir el de la dominacion y la manipulacion. Es inutil agregar que, en estas condiciones, toda actitud critica respecto de Jas “teorias” de La- can es, en la gran mayoria de los casos, mental y psiquicamente imposible’? No habiendo pronunciado jamas una palabra mediante la cual el analizado haya podido poner a prueba la verdad o el error segun el Unico ejemplo al que tiene acceso directo: el suyo pro- pio, el analista se mantiene en una posicién ficticia de infalibili- dad —cuyo vacio es recubierto por los escritos pseudo-oracula- res, tanto mas aptos para desempefar esta funcidn desde el ” La verdad de la Escuela lacaniana como mezcla del salon de Mme. Verdu- rin [personaje de En busca del tiempo perdido, de Marcel Proust -N. del T-] y de pequefia corte en torno a un autdcrata bajo un régimen de censura se mate- fializa en los “rumores” que en ella hacen y deshacen las modas “teéricas” 0 traducen el ultimo humor supuesto del “maestro”. La historia de la “reversibili- dad de la forclusién” durante quince dias relatada por Roustang (49) es digna de las mds bellas noches de la Rose Rouge de la inmediata posguerra: “él (Lacan) puede atirmar no importa qué, e incluso lo contrario, uno adhiere a ello sin demora. Durante quince dias circulé el rumor de que la forclusién era rever- sible ya que, de muy buena fuente, el sapiente lo habia dicho: en consecuencia, todo el mundo lo creia. Cumplido ese plazo, las mismas muy buenas fuentes debjan hacer saber que no habia nada de eso: el mismo ‘todo el mundo’ creyé que no habia entonces nada de eso y que la forclusién no era reversible." Es una pena que Roustang no precise qué tes ocurrié a los psicdticos “tratados” por Ios lacanianos durante esos quince dias y después. 22 momento en que son herméticos y que los discipulos son inca- paces de oponer al bluff “algebraico” y “topolégico” una critica, o incluso un contra-bluff, que bastarian para que aquéllos se esfu- maran"'. 4A qué podria aferrarse entonces el extraho producto de esta extrafia “cura”, sino a la ciega certeza de que la cofalalia de su analista recubre el saber absoluto? ~Cémo podria alguna vez aserrar la rama de la cual colgara en lo sucesivo su propio sillOn, y su ser-analista a sus propios ojos? gComo podria supe- rar 1a dependencia infantil, en la que su “cura” ha vuelto a hun- dirto realmente, cuando su pertenencia posterior a la Escuela se logra a costa de su conservacién? Como decia Pierre Bayle, asegurémonos en principio de los hechos antes de investigar sus causas. No discutamos las razo- nes que pudieron hacer que se colocara un diente de oro en la boca de un nifio, antes de asegurarnos de que el diente de oro efectivamente existe. No se puede examinar la Escuela lacania- na como ejemplo (y para Roustang: ejemplo princeps) de “socie- dad analitica”, que demostraria que una sociedad tal es imposi- ble, sino como “sociedad de locos” (54), antes de preguntarse si en efecto se trata de una “sociedad analitica’. No se puede dis- cutir en abstracto sobre la relacién “maestro-alumno” y sobre el “magisterio”. gMagisterio en qué?

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