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Cuaderno

Partidas de ajedrez lentas versus Partidas


rápidas

Antiguamente fui un defensor de las partidas lentas


pues consideraba que en ellas era donde
verdaderamente se encontraba el espíritu del
ajedrez, un jugador de partidas rápidas estaba
limitado por el tiempo a pensar sus movidas a una
profundidad mucho menor que el jugador sin límite
de tiempo, donde puede analizar por días una posición hasta encontrar la
secuencia que le dé el triunfo. Pero si el ajedrez constituye un juego de
guerra donde debemos vencer a un oponente, cosa que vivimos
continuamente en este mundo donde debemos encontrar nuestro lugar, el
elemento tiempo, entonces, constituye un componente más del juego de la
vida. Generalmente debemos desarrollar nuestras estrategias de combate
sorprendiendo al oponente llevándolo a posiciones donde no disponga de
tiempo para pensar y de esa manera mantener la iniciativa, cosa que no
ocurre en el ajedrez lento debido a que no hay forma de sorprender al
adversario pues dispondrá del tiempo que necesite para resolver las
posiciones que tengan solución. La psicología, ese componente estratégico
tan importante en la guerra entre empresas o personas, ese componente
que nos permite desequilibrar al adversario y vencerlo al no poder
reaccionar a tiempo, desaparece en las partidas lentas. En estas el
oponente siempre dispone de tiempo para recuperarse de cualquier cosa,
por lo que simplemente no intentamos desequilibrarlo, pues una jugada de
ese tipo puede sernos perjudicial ya que tampoco conocemos
completamente la nueva posición, esto nos obliga a pensar cada movida
teniendo en cuenta todas las posibles respuestas.

¿Cuál es la consecuencia de todo esto? Que las partidas por


correspondencia poseen un desarrollo completamente distinto y menos
variado que en el ajedrez rápido. Que en el ajedrez rápido existe un
elemento más que es el tiempo y que podemos emplear a nuestro favor
introduciendo el componente psicológico para desequilibrar al adversario,
que las posiciones son más variadas, pues se debe mover a veces sin
pensar en profundidad suficiente una movida. Pequeños errores, movidas
imperfectas, el azar, etc., llevan la partida a posiciones complejas y
muchas veces desconocidas para el jugador, por lo que la intuición juega
un papel tan importante -Carlsen decía que poseía una intuición muy
poderosa para conducir a su adversario a posiciones incómodas que le
permitían desequilibrarlo-. Debido a esto, el jugador de partidas lentas
se descoloca rápidamente en las partidas donde no dispone del tiempo
acostumbrado para mover, y en las posiciones desconocidas se siente a
veces perdido.

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Cuaderno

Los jugadores lentos temen el riesgo, a la velocidad, a lo desconocido, a


lo que no pueden prever. Pero precisamente estos son los componentes
que todo conflicto real posee. Cuando desarrollamos nuestras estrategias
de combate en la vida real no disponemos siempre de mucho tiempo, ni
siquiera conocemos todos los elementos que intervienen en la situación a
resolver y el abanico de respuestas del adversario es mucho mayor. Por
sobre todo interviene un elemento que el ajedrecista rígido no tolera: el
azar.

El azar nos lleva a desarrollar ese sexto sentido que llamamos "intuición",
porque muchas veces la única guía que poseemos en territorios
desconocidos es la intuición, a golpe de ojo debemos ponderar
rápidamente una situación y responder. Los grandes triunfadores en la
guerra entre empresas no son los que más calculan, pues el cálculo está
a disposición de todos, sino que son aquellos que poseen una fuerte
intuición para captar en el instante el elemento que les dará el triunfo.
Esos que piensan y piensan y piensan con nula capacidad de riesgo son los
perdedores del juego de la vida pues tratarán de llevar su estrategia por
el camino de máxima seguridad y mínimo riesgo. Este camino es el más
seguro y, generalmente, el de menos opciones de triunfo.

El ganador es quien en cada batalla obtiene ventajas que sumadas


proporcionan el triunfo al final. En ese enfrentamiento rápido donde casi
no hay tiempo para pensar y donde la mayoría queda descolocado, el
guerrero intuitivo mantiene su centro y no se deja arrastrar por los
acontecimientos encontrando los resortes de la situación que le permitan
marcar la diferencia. Con cada enfrentamiento se obtiene la ventaja a
sumar.

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