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9.

Sobre el origen de las guerras y de una forma


paroxística de capitalismo
Pierre Durand

En nuestros días, se olvida conscientemente citar a Jean Jaurés cuando afirmaba que el
capitalismo trae dentro de sí la guerra como la nube trae la tormenta. Y se podría añadir
que esta verdad es todavía más flagrante cuando el capitalismo toma la forma política
del fascismo. Para ceñirnos a la Segunda Guerra Mundial y a sus prolegómenos, es
incontestable que el capitalismo fascista estuvo en su origen. Mussolini atacó Etiopía y
Albania; Hitler se apoderó de Austria y de Checoslovaquia; el Japón militarista atacó
China y la Unión Soviética; Franco, ayudado por Alemania e Italia, instauró su poder
contra la República. Como última etapa, Hitler desencadenó la guerra mundial
agrediendo a Polonia.

No se sabrá ciertamente nunca con precisión matemática cuántos muertos hizo la


carnicería mundial. Sin duda unos cincuenta millones en Asia, Europa y África; una
veintena de ellos, civiles o militares, corresponden a la Unión Soviética a quien
difícilmente se puede responsabilizar en este caso.

Es en el cuadro general de esta guerra mundial donde apareció la expresión más cruda y
la más exterminadora de la explotación capitalista: aquélla de que ha sido objeto la
mano de obra de los campos de concentración nazis. Los KZ hitlerianos tenían,
originalmente, como objetivo separar del resto de la población alemana a los opositores
políticos a quienes se trataba tan duramente que un gran número de ellos murió entre
1933 y 1940. Más tarde, los SS, que eran los guardianes de los campos, se sirvieron de
sus prisioneros para ganar algún dinero haciéndoles trabajar en empresas de su
propiedad, canteras principalmente.
Imágenes de la esclavitud de la población judía en la Alemania Nazi

Desde 1942, los grandes trusts alemanes de la industria de guerra exigieron que fuera
compensada la movilización a ultranza de las fuerzas de trabajo tradicionales por una
utilización intensiva de la mano de obra de los campos de concentración. Se vio
aparecer, en el interior mismo de los campos, fábricas de armamentos diversos; y en el
exterior, en los kommandos, donde el modo de vida y de muerte no difería en nada al de
los KZ, de los que dependían, a veces eran todavía peores, empresas dependientes de
todas las ramas de la gran industria: aviación, productos químicos, metalurgia,
extracción minera, etc. Los prisioneros trabajaban día y noche. Eran esclavos que
trabajaban a voluntad. Su vida pertenecía a los SS, sin restricción ni límite.

Sin embargo, como escribió un historiador: "No hay que caer en la trampa. Los KZ
nazis y sus kommandos no han resucitado la economía antigua. Los fabricantes de V2,
de fusiles y de aviones, que empleaban presos por cientos de miles, no pertenecían a un
mundo extraño a los movimientos de capitales, a la bolsa de valores y a los balances
consolidados". [44]

El gran maestro de la explotación industrial de los presos de los KZ es un adjunto


directo de Himmler, jefe de las SS y de todas las policías, el general SS Oswald Pohl,
jefe de la Oficina suprema SS de administración económica, el WVHA, que él mismo
creó el primero de febrero de 1942. A partir de las directrices de Pohl se va a organizar
lo que Otto Thierak, ministro de Justicia de Hitler, llamará "el exterminio mediante el
trabajo".
Oswald Pohl

El principio es relativamente simple. La mano de obra de los campos de concentración


debe suministrar una plusvalía que cubra los gastos de su mantenimiento por los SS y
asegure los mayores beneficios posibles a las firmas explotadoras, que van de las más
grandes (Krupp, Siemens, IG-Farben Industrie, Messerschmidt, etc.), a las más
pequeñas, incluso de tipo artesanal. Para satisfacer las demandas de la industria, los SS
les alquilan presos a un precio muy inferior al de la mano de obra libre. Para
beneficiarse ella misma, es necesario reducir al máximo los gastos de mantenimiento de
los detenidos (alimentación, vestido, alojamiento). Pohl pone a sus expertos a trabajar.
Descubren que el umbral de productividad corresponde a una duración media de vida de
los detenidos de aproximadamente ocho meses. Basta con reemplazarlos, bajo diversos
pretextos, por vivos, cuyo número no falta en los países conquistados. [45] Es
interesante comparar estos cálculos teóricos con la realidad. Se percibe entonces que
entre 1942 y 1945, periodo relativamente corto, la duración media de vida de los presos
de los campos de concentración está en aproximadamente ocho o nueve meses. [46]
Imágenes del holocausto nazi: Buchenwald

No perderemos el tiempo en el tema del oro nazi robado a los judíos de Europa y que
transitó principalmente por Suiza para ser "blanqueado" y servir para la compra de
material bélico para la Wehrmacht. Aquí también, se trata de un tráfico efectuado según
las reglas capitalistas más estrictas.

Hay que remarcar que un cierto número de súbditos de estas clases fue igualmente
utilizado como mano de obra en Auschwitz y en otros campos de este género desde
finales de 1942.

Menos conocida es la participación de empresas, consideradas "respetables", en la


economía alemana durante la guerra. El diario británico The Guardian publicó en
diciembre de 1997 un estudio de un investigador especializado en el estudio del
genocidio de los judíos. Se llama David Cesarani. Estudiando lo que pasó en Hungría
durante la guerra llega a evocar el nombre de Wallenberg. Se sabe que Raoul
Wallenberg consiguió salvar numerosos judíos húngaros de la muerte y que desapareció
misteriosamente, parece que en la URSS, después de la guerra.

Cesarani se remite a los trabajos de un grupo de investigadores holandeses que han


estudiado el caso Wallenberg. Ellos han hecho descubrimientos interesantes. Los
hermanos Wallenberg eran banqueros e industriales suecos que habían montado entre
las dos guerras un cártel con industriales alemanes que controlaba el 80% del mercado
europeo de cojinetes de bolas suministrados por la firma SKF. El banco de los hermanos
Jacob y Marcus Wallenberg, Enskilda Bank de Estocolmo, trabajaba en estrecha
relación con la SKF que continuó comerciando con la Alemania nazi durante toda el
transcurso de la guerra. En 1943, SKF había incluso aumentado un 300% sus
exportaciones hacia Alemania. En 1944, SKF abastecía del 70% de todos los
rodamientos necesarios a la industria bélica del Reich. El general Spaatz, responsable
americano de los bombardeos, se lamentaba afirmando que "toda nuestra acción aérea
(contra las fábricas alemanas) era inútil".

Los bancos suecos, en ese mismo periodo, habrían "blanqueado" hasta 26 millones de
dólares de oro saqueado por los nazis. El banco Enskilda habría comprado a Alemania
entre el 5 y el 10% de un total de 350 a 500 millones de guilden en títulos robados a
judíos holandeses. Esta colaboración con la Alemania hitleriana salió a la luz
inmediatamente después de la guerra, y los Wallenberg vieron sus bienes congelados en
los Estados Unidos. SKF, todavía ligada a los Wallenberg, se volvió entonces hacia la
URSS, que tenía gran necesidad de cojinetes de bolas, y le acordó importantes créditos.
Al desarrollarse la Guerra Fría, los Estados Unidos hicieron suspender cualquier ayuda
a los soviéticos y amenazaron con hacer pública la colaboración de los bancos y de la
industria sueca con los nazis. Cesarani concluyó que Raoul Wallenberg fue sin duda
víctima de estas oscuras intrigas que, suministrando a Hitler material estratégico,
hicieron derramar sangre entre 1939 y 1945.

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[44] Dominique Decéze, L'esclavage concentrationnaire, FNDIRP, 1979.

[45] La actividad de Pohl y de sus servicios salió a la luz en el proceso de Nuremberg.

[46] El exterminio de judíos y de gitanos en las cámaras de gas revela otra lógica.

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