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Entre julio de 1915 y comienzos de 1916, Inglaterra mantiene con el jerife Hussein,
gobernador de los lugares sagrados musulmanes, conversaciones secretas, conocidas
posteriormente bajo el nombre de Correspondencia Husseín-Mac Mahon, el nuevo
ministro residente británico en El Cairo. A cambio de la promesa de un reino árabe
libre, el jerife propone el levantamiento de las tribus árabes contra el ocupante turco.
Este deseo de independencia de la Media Luna fértil, que no era entonces más que una
provincia turca, Siria, no es nuevo. El nacionalismo árabe apareció en la primera mitad
del siglo XIX, primero con un renacimiento de la lengua y de la cultura árabe, el Nanda,
obra de personalidades musulmanas y cristianas de Egipto, Siria, Líbano, Palestina, que
luchan contra el imperialismo cultural, además de político de la Turquía otomana.
Pero Inglaterra no es la única en guerra contra Turquía, aliada con las potencias
centrales. Francia y la Rusia zarista también lo están. Estos dos países van a solicitar su
parte del pastel; Francia en primer lugar. ¿Su influencia no es preponderante en la Tierra
Santa desde hace lustros? ¿No ha sido reconocida por el Sultán como protectora de
todos los cristianos del Imperio otomano en 1673? ¿No había intervenido para salvar de
la masacre a los maronitas libaneses en 1860?
Para Francia fue el territorio del Líbano y de la disminuida Siria. Para Inglaterra,
Mesopotamia (Irak), el sudeste de Siria y una parte de Palestina (San Juan de Acre). Se
trata para esta última de seguir aprovechándose de la "ruta de las Indias", del canal de
Suez al golfo Pérsico. Una gran parte de Palestina es reservada a una "administración
internacional cuya forma deberá ser decidida tras consultar con Rusia". Anotemos que
esta decisión, destinada a conciliar las enfrentadas aspiraciones anglo-franco-rusas,
sacando argumento de los Santos Lugares cristianos, no guarda ninguna relación con las
aspiraciones de los sionistas que, mientras tanto, mueven sus peones...
El año 1917, dramático en el frente occidental, va a cambiar algo los planes anglo-
franceses en Oriente Próximo. Hay que poner de relieve tres acontecimientos capitales
en este momento crucial del siglo:
-La entrada en abril de los Estados Unidos en la guerra, con una influencia en lo
sucesivo determinante de este país tanto en el resultado del conflicto como en el
desarrollo de las doctrinas capitalistas liberales a escala mundial.
-La Revolución rusa, seguida en octubre por la toma del poder por los
bolcheviques, triunfo de la ideología marxista-leninista.
-La Declaración Balfour, en noviembre, donde son reconocidas oficialmente por el
Gobierno inglés las ambiciones sionistas.
Theodor Herzl
Hay que subrayar que entre el congreso de Basilea y el de Biltmore en Nueva York, en
1942, los sionistas y sus amigos no mencionaron nunca el término Estado. Simple
eufemismo para evitar una oposición demasiado fuerte en ciertos medios occidentales,
incluyendo a los judíos asimilados, que eran entonces los más hostiles.
¿No había escrito Herzl en 1896 una obra que iba a dejar huellas en la historia, Der
ludenstaat-El Estado judío? Por lo demás él mismo remarcaba en su periódico, al
finalizar el congreso de Basilea: "Allí he fundado el Estado judío. Si se me hubiera
ocurrido proclamarlo hoy todo el mundo se burlaría de mí. Puede que en cinco años, en
cincuenta sin ninguna duda, eso no se le escapará a nadie".
¡Qué premonición!
Chaüm Weizmann
Los ingleses van a retener todavía más esta idea por temor a ser aventajados por los
judíos alemanes favorables a la causa de este país por odio hacia los rusos, y a que debe
permitir también evitar la internacionalización de Palestina.
La entrada en guerra de los Estados Unidos, la Revolución rusa, el pago que hay que dar
a los judíos americanos para que participen en el esfuerzo de guerra y el gran número de
judíos revolucionarios rusos, disipan las dudas. Balfour pide a Weizmann y a lord
Rothschild –raro aristócrata judío en seguir la vía sionista– que le propongan un
proyecto de declaración concerniente a Palestina. Esta, modificada, será la base de la
carta dirigida por el ministro de Asuntos Exteriores británico a lord W. Rothschild, el 2
de noviembre de 1917, en estos términos: "El Gobierno de Su Majestad ve
favorablemente el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo
judío y empleará todas sus energías en facilitar la realización de este objetivo".
Desde fines de 1917, los dirigentes árabes conocen por el gobierno bolchevique de los
Acuerdos Sykes-Picot. Se enteran unos meses después de la Declaración Balfour, ¡es
decir la instalación en el terreno, más allá de las colonias creadas desde hace treinta
años, de un nuevo imperialismo aliado al imperialismo británico!
Para calmar sus inquietudes, los gobiernos inglés y francés –que al igual que el
Gobierno americano ha aprobado la Declaración– renuevan sus promesas. La víspera
misma del armisticio del 11 de noviembre de 1918, reconocen a los pueblos liberados
del poder otomano el derecho de autodeterminación tan grato al presidente americano
Wilson.
La Revuelta del desierto ha sido, de hecho, muy útil a los aliados. Tras haber liberado el
Heiaz, las tribus beduinas bajo la conducción del emir Faisal, hijo del jerife Hussein,
han tomado Aqaba, remontado por el este de Amman y se han unido todas las tribus
hasta el Eúfrates. Si bien el Ejército británico de Allenby ocupó Jerusalén el 9 de
diciembre de 1917, Faisal —el amigo del famoso coronel Lawrence— y Allenby
entraron juntos en Damasco, el 1 de octubre de 1918.
La gran Siria es dividida en cuatro partes: para Inglaterra, Palestina y el territorio al este
del Jordán —convertido en Transjordania en 1921—; para Francia, Líbano y Siria. Y el
colmo para los árabes, ¡la Declaración Balfour es incorporada en los términos del
mandato británico!
¡Las promesas hechas a los árabes están totalmente "olvidadas", los principios mismos
de la carta de la SDN violados! Desde entonces, el año 1920 quedará para siempre
grabado en los textos árabes como Am Al Naqba (El año de la catástrofe).
Pero la guerra se acerca, y los ingleses tienen ahora miedo de un entendimiento entre
Alemania y los países árabes. Por eso publican en primavera de 1939 un Libro Blanco
que afirma que de ninguna manera es intención suya crear un Estado judío. Palestina
debe obtener su independencia en diez años y convertirse en un estado binacional. La
inmigración judía se limita.
En los Estados Unidos, el presidente Roosevelt se inclina más bien por los dirigentes
árabes. Pero su brutal desaparición sitúa en primer plano al vicepresidente Truman,
quien para su elección en 1948 necesita del electorado judío. Pide al Gobierno inglés
que deje entrar inmediatamente 10.000 refugiados judíos, rescatados de la Shoah, en
Palestina. Su petición es rechazada.
En marzo de 1947, el presidente Truman anuncia que los Estados Unidos asumen las
obligaciones de Inglaterra en el Mediterráneo oriental y en Oriente Próximo. Ya no las
soltarán. Por su parte, en mayo de 1947, el representante de la URSS en la ONU, Andrei
A. Gromyko, ¡admite la necesidad de la "Repartición de Palestina en dos estados
independientes"! Decepción de los nacionalistas árabes. Se la menciona entonces como
la Declaración Balfour soviética.