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El Éxodo Bíblico en los textos egipcios

Prof. Sergio Fuster 04 de Enero de 2004

Última actualización el 30 de Septiembre de 2006


as relaciones entre el Antiguo Testamento y el país del Nilo siguen representando
un gran misterio histórico para los egiptólogos y biblistas. Los datos recogidos aquí
no pretenden ser inéditos, pues han sido abordados por un buen numero de
especialistas, mas sí su enfoque. Tal vez en el pensamiento mágico-religioso se
hallen las claves para su mejor comprensión en el marco de la mentalidad mítica de
los pueblos de Oriente.
Reconstruir el éxodo bíblico a partir de las fuentes egipcias es una tarea muy
complicada. Los testimonios provenientes del antiguo país del Nilo con relación a la
existencia de los israelitas son nulos en la primera mitad del segundo milenio antes
de Cristo, con excepción del papiro Anastasi I, donde únicamente encontramos una
descripción geográfica.
Hasta el momento, la primera mención que se hace en una inscripción egipcia a la
existencia de Israel como pueblo, es en la estela del faraón Merneptah (hijo de
Ramses II, 1224-1204 a.C. Dinastía XIX), piedra de basalto negro que data del
siglo XIII a. C., donde se lee: Israel ha sido arrasado y su descendencia no existe.

Fragmento Estela de Merneptah


Es cierto que muchos han relacionado a los hebreos con él termino âpiru ( ‘pr.w ),
como aparece con anterioridad en los textos de Amarna (Dinastía XVIII),
refiriéndose a un hostil pueblo hurrita; pero esto es dudoso. Sin embargo, la Biblia
desde los primeros capítulos hace alusión a Egipto más de setecientas veces, ya
sean citas directas o referencias simbólicas.
Por lo tanto, para facilitar nuestro estudio, hemos recurrido en parte a la
metodología inversa que creemos es inevitable para nuestros objetivos; a saber,
ver a Egipto en el Imperio Antiguo y Medio a partir de las menciones
testamentarias y tratar de secuenciarlas con las pruebas documentarias
disponibles.
Egipto en el Antiguo Testamento
Los problemas que plantea abordar este tema desde estas dos perspectivas se
deben a razones bien delineadas. En primer lugar, si el origen del pueblo hebreo
como sociedad autónoma y organizada se lo debe a un espectacular escape hacia el
Levante, es hasta cierto punto lógico que esté ausente de los registros egipcios.
Una derrota tal a su orden político y religioso seguramente fue borrada
deliberadamente de sus anales en resguardo de sus divinidades; siendo en
consecuencia recordada detalladamente en la memoria hebrea y descripta en el
Pentateuco como un acto salvador de su Dios.
En segundo lugar, los testimonios arqueológicos son en buena medida
fragmentarios, lo que dificulta la reconstrucción de la historia antigua y datación
cronológica de Oriente desde un método sistemático.
El principal canal que ha conservado a través del tiempo, es decir, sin interrupción,
una memoria histórica de este período es sin duda el Antiguo Testamento(Levirani,
1995). Esto, por un lado refleja una ventaja, la de seguir la historia egipcia a partir
de las narraciones del libro de Génesis y del Éxodo pero, por el otro, plantea una
dificultad, ya que el motivo que los reviste es religioso y este es siempre subjetivo.
La tarea de conservación bíblica se efectuó por razones mayormente de orden
sagrado y, al igual que los textos egipcios, bajo la supervisión de una clase
sacerdotal. Como veremos en el presente trabajo, en el relato de la esclavitud y
escape de Egipto prevaleció el elemento de supremacías de dioses; es decir, Yahvé
en desmedro de los dioses egipcios y sus consecuentes recursos simbólicos que
hallan su expresión narrativa en el mito.
El origen de Egipto según el Génesis
En la Tabla de las Naciones, como algunos comentaristas prefieren llamar al
capítulo X del Génesis, se menciona el origen entre otros, del mismo Egipto. Dos de
los descendientes de Cam, hijo de Noé y sobreviviente del diluvio,
fueron Mizraim y Patros. Uno pobló la zona del delta, el otro la tierra más cercana a
las misteriosas fuentes del canal (heb. SHEOR , corriente), como los antiguos se
referían al Nilo; esto es, que desde antiguo se reconocía la dualidad en el Bajo y el
Alto Egipto.
Algunos han querido ver en Mizraim al faraón Menes fundador de la Primera
Dinastía, mencionado por Manetón, pero dicha identificación es incierta. Sin
embargo, es notable que hasta el día de hoy los árabes conozcan a la tierra del Nilo
como Misr o la tierra de Cam el Negro. Lo curioso es que los mismos habitantes de
Egipto hablaran de su tierra como Kemet (la Negra) o Tauy (las Dos Tierras).
Abraham hizo, en algunas oportunidades, visitas al país; por los registros bíblicos
parece que tuvo relaciones comerciales, ya que adquirió una sierva egipcia llamada
Agar (Génesis, cap. 12-13). Si bien no hay ninguna evidencia arqueológica de estos
episodios, la situación reinante en Palestina con relación a sus enlaces y sus
respectivas rutas comerciales o a los movimientos migratorios semitas, coinciden
con los registros egipcios del viaje de Sinuhe y con las descripciones del Papiro
Anastasi I.
Tiempo después, José es vendido como esclavo a Egipto por comerciantes
ismaelitas a un hombre importante llamado Potifar, cuya esposa intentó seducirlo
mientras ministraba en el interior de la casa. Es relevante la evidencia
documentaria de mujeres ricas en busca de aventuras extramaritales, como lo
muestra el Papiro Westcar.
En consecuencia, el hebreo es encerrado en prisión y finalmente alcanza un puesto
de visir ante la corte del faraón por el arte de interpretar sueños y predecir siete
años de abundancia y otros siete de hambre en el país bien amado . Existe
evidencia de siete años de escasez en una inscripción sobre un bloque de granito en
la isla de Sehail, que data de la Época Ptolemaica aunque la leyenda seguramente
es mucho más antigua.
La historia de José, tal como la leemos en el Génesis, concuerda a grandes rasgos
con las costumbres egipcias, las viviendas, el funcionamiento penitenciario, el cargo
de visir o segundo en el reino, coinciden con lo que hoy se sabe del período en
cuestión.
La invasión de los Hicsos
Un dato que no podemos pasar por alto es lo que menciona Génesis 41: 43, sobre
el nombre que recibió José en su ascenso , Avrekj. Esta expresión es una
transliteración y no se sabe a ciencia cierta su verdadero significado, pero la
versión siríaca de la Biblia lo vierte como: Padre gobernante y la Vulgata de
Jerónimo como: que toda rodilla se doble ante él.
El hecho de que así fuera llamado cuando montaba en el carro triunfal del faraón y
de que halla recibido el anillo del sello, posiblemente con el emblema del
escarabajo - al producirse la invasión de los Hicsos, algunos de sus faraones, cuyos
amuletos eran escarabajos, llevaban nombres semitas con el elemento de la
divinidad -, concuerda con lo que dice la obra de Manetón, hoy desaparecida.
Esta es rescatada por el historiador judío Flavio Josefo (siglo I d.C.), donde
relaciona a los israelitas con los llamados Hicsos, que significa gobernantes de los
países extranjeros. Es dudosa su procedencia, por lo que se sabe fue una invasión
asiática, que según se cree, sucedió entre las dinastías XIII y XVII y que
gobernaron durante unos doscientos años; otros prefieren fecharlos entre las
dinastías XV y XVI.
Algunos comentaristas sitúan la entrada de José con el período de los Hicsos ya
que, según Génesis 47: 20, José llego a ser dueño de casi todo Egipto a excepción
de los bienes del Faraón y de sus sacerdotes. No hay ninguna evidencia bíblica
acerca de que grupos asiáticos estuviesen instalados en el delta antes de la llegada
de Israel (Génesis 46: 5, 6).
Según los textos hebraicos, la corte real estaba compuesta solo por egipcios, Potifar
era uno de ellos. Además, José tuvo que servirles la comida a sus hermanos en una
mesa aparte, puesto que los egipcios no podían comer (...) con los hebreos. Esto
no hubiera sido necesario si los habitantes del palacio hubiesen sido semitas
(Génesis 43: 31, 32).
L. Archer nos ofrece una teoría interesante. Nos habla de tres grupos: los Israelitas,
los egipcios y las hordas invasoras de los Hicsos . Para su exposición utiliza el relato
de Éxodo 1: 8-10 (Que hemos reproducido en parte) que menciona lo que sucedió
después de la muerte de José. Allí dice:
Con el tiempo se levantó sobre Egipto un nuevo rey que no conocía a José
Este nuevo rey, sin duda era de otra dinastía, bien podría ser un
gobernante Hicsos , ya que no reconocía al pueblo del difunto José ni el cargo que
ocupó.
Y procedió a decir a su pueblo: ¡Miren! El pueblo de los hijos de Israel es más
numeroso y poderoso que nosotros.
Es improbable que los israelitas hubieran sido más numerosos que todos los
habitantes de los nomos de Egipto, en cambio, si hubieran sido unas dinastías
invasoras evidentemente eran un grupo más reducido: ¡Vamos! Tratemos
astutamente con ellos, por temor que se multipliquen y tenga que resultar que, en
caso de que nos sobrevenga una guerra, entonces ellos ciertamente también se
agreguen a los que nos odian y peleen contra nosotros y suban y se vayan del país.
Es posible que si era una dinastía de Hicsos temieran que los hebreos se unieran a
los egipcios en una posible guerra. Pero desgraciadamente es una etapa muy
oscura y la invasión de estos extranjeros no se entiende con claridad. Las
inscripciones de las tumbas nos silencian el hecho.
Existen algunas excepciones, como la estela descubierta por A. Mariette en Tanis,
en 1863. Al parecer habla de los Hicsos y su supuesto dios Set. Asimismo, la
Tablilla Carnarvon habla de la derrota de este pueblo semita.
Además, hay mucha incertidumbre en cuanto a las dinastías que presenciaron los
acontecimientos. Pero ¿qué hay de la historia de Moisés y de la migración israelita
registrada en el libro bíblico del Éxodo? ¿Es factible reconstruirlo a partir de
documentos egipcios?
Moisés con las tablas de la Ley (cuadro de Guido Reni aprox. año 1620)

Solo es posible hacer un acercamiento, si se dejan definidos dos asuntos: por un


lado, el problema cronológico y la dificultad de armonizar los hechos arqueológicos
y epigráficos con la historia tal como la registra el Pentateuco; y por el otro, las
profundas cuestiones religiosas que estuvieron enraizadas en las mentalidades de
ambos pueblos.

El problema de las fechas


No existen dudas en cuanto a la estancia de los israelitas en Egipto; la presencia
semita está bien atestiguada y, por lo tanto, es un tipo de conclusión que debemos
aceptar a priori. No es el tipo de tradición que un pueblo inventaría: la esclavitud es
un recuerdo humillante para cualquier nación. El problema aquí no es de orden
histórico, es decir, si ocurrió o no, sino de orden estructural, i.e., cómo ocurrieron
los acontecimientos y cuándo.
El tema de las fechas es un asunto delicado y por eso debemos abordarlo con
cautela. Mientras que la cronología bíblica sitúa el éxodo en el siglo XV a. C., la
datación que sugiere el registro arqueológico es alrededor del siglo XIII a.C.
La razón de esta diferencia se debe a dos factores: 1) Es imposible armonizar los
trabajos de campo debido a que los investigadores de Palestina se manejan con
herramientas muy diferentes a las que utilizan los egiptólogos, ya sea por la
naturaleza de las fuentes escritas como por los materiales a estudiar; y 2) Los
registros de Israel no mencionan el nombre de ningún faraón hasta el período
monárquico; por lo tanto, no es factible establecer ninguna concordancia con las
dinastías conocidas.
La dificultad de armonizar ambas cronologías con los trabajos de campo
Mientras que la cronología hebrea se basa en los cómputos de tiempo que da el
Antiguo Testamento y en períodos generacionales de cuarenta años, se puede
sumar desde que Abraham entró en la tierra prometida 430 años, de los cuales sólo
215 años estuvieron en tierra extranjera; esto nos llevaría al año 1513 a. C. para la
salida de los israelitas de Egipto. Josefo habla del día trece del mes lunar Jántico,
pero dice que el período de 430 se debe contar desde que entraron al país del Nilo
( Antigüedades Judías , Libro II § 318).
Como sea, muchos dudan que estas generaciones de 40 años sean literales, lo que
dificulta el asunto, además de contradecir las pruebas arqueológicas. En ausencia
de una tradición escrita se ha notado que muchos pueblos han utilizado el número
cuarenta. Según Albright, este silencio se encuentra entre los fenicios y entre los
cartaginenses.
Por otro lado, la cronología egipcia está apoyada en evidencia fragmentaria. Los
historiadores se basan en
la Piedra de Palermo (incompleta), donde se presenta lo que se consideran las cinco
primeras dinastías. El papiro Turín (en muchos fragmentos), que proporcionaría la
lista de reyes desde el Reino Antiguo hasta el Nuevo. Y, finalmente, se coordinan
con los textos de Manetón (treinta dinastías), ayudados por cálculos astronómicos.
Pero las dudas que arrojan tales fuentes son múltiples. La obra de Manetón usada
para ordenar el rompecabezas que presentan las pruebas arqueológicas, como ya
se mencionó, está perdida y sólo se recuperó de citas de otros escritores antiguos
como Josefo (siglo I d. C.), Sexto Julio Africano (500 años después) y Sincelo (Siglo
VIII o IX d. C.).
Es muy difícil saber con seguridad lo que es auténtico o lo que es espurio en
Manetón. Es plausible que reyes y hasta dinastías enteras hayan gobernado al
mismo tiempo, lo que reduciría la cuenta del tiempo asignado de manera
considerable. Definitivamente los egiptólogos han depositado demasiada confianza
en las inscripciones antiguas, pero la integridad moral de los escribas egipcios es
con seguridad muy cuestionable.
Sumado a todo esto, los trabajos de campo difieren en la metodología y en la tarea
interpretativa. Mientras que en Palestina, por la naturaleza de sus sitios y de sus
fuentes escritas, que están relativamente intactas, se reconstruye una secuencia de
acontecimientos en forma ininterrumpida y se les asignan fechas muy bajas; no
sucede igual con los sitios egipcios. Estos han sido depredados por los llamados
“padres de la Egiptología” e incluso antes de la invasión napoleónica, asignándoles
fechas muy altas.
El enigma del faraón
Este tema ha sido fuente de controversia ¿Por qué la Biblia niega el nombre de los
soberanos pero a cambio da el nombre de las parteras que asistieron al nacimiento,
entre otros, del niño Moisés?
Moisés salvado de las aguas (Lámina de la traducción al castellano de la Biblia
Vulgata por D. Felipe Scio de Sam Miguel. Edición 1852)
Una de las razones es que quizá haya habido implicaciones de orden religioso. El
faraón (eg., “Gran Casa”) era para su teología un dios encarnado en la tierra. El
halcón Horus, el amanecer, símbolo de la resurrección. Era la unión entre el cielo y
la tierra.
Toda su actividad cívica era vista como un rito que protegía a Maât, la justicia y la
verdad. Es posible que exista alguna relación entre la función sagrada del faraón y
el enigmático jeroglífico hallado en un papiro en Abidos llamado “la Casa de la
Vida”.
En consecuencia, el nombre de los faraones llevaba implícito, ya sea en su escritura
como en su simbolismo, el nombre de alguna divinidad; lo que mencionarla bien
podía significar reconocer su misma existencia Y los israelitas no reconocían la
existencia de ningún Dios vivo a excepción de Yahvé, las demás divinidades eran
inertes , dioses de palo y piedra .
Esto se hace evidente en el nombre egipcio de algunos personajes bíblicos, como el
mismo Moisés. que tiene la misma terminación de Ra-mesés, o Tut-mosis por
ejemplo, pero en el que está ausente el elemento concerniente al nombre de la
divinidad.
Sin embargo, el Tetrateuco no guarda ninguna uniformidad en estos casos. Ya que
esta construido de varias tradiciones muy antiguas es posible que, mientras
algunas conservaron algunos nombres (mayormente de localidades como puntos de
referencias), otras lo han omitido. Después de todo era una historia nacional e
importaban muy poco estos detalles.
Cabe agregar, a propósito de lo dicho, que el encontrar nombres egipcios en los
personajes del Éxodo (como Jofní, Finefás o Merarí, predominantemente en la tribu
de Leví), es una prueba contundente de la relación que hubo entre los semitas y los
egipcios (Pua y Sifra, las parteras en Éxodo 1: 15, son de procedencia hebrea y por
lo tanto de una grafía muy antigua).
Por todo lo antes dicho, no es posible hasta el momento relacionar a los monarcas
egipcios que menciona el Génesis ni al faraón que vivió en la época de Moisés con
ningún nombre mencionado en las inscripciones.
Pero ¿qué hay de Ramsés II? ¿No es acaso este el faraón que prefieren la mayoría
de las obras de consulta para situarlo en dicho período?
Ramsés II
Éxodo 1: 11, habla que los israelitas fueron obligados a trabajar en la construcción
de dos emplazamientos, Piton (“Casa de Atum”, identificada tentativamente con
Tell Rettaba) y Ramesés (“Casa de Ramsés”; San el-Hagar o Avaris, capital de
los Hicsos , conocida en los textos griegos como Tanis).
Este hecho ha animado a muchos egiptólogos a relacionar el nombre de esta
construcción con el faraón Ramsés II (Dinastía XIX), basándose en las inscripciones
del mismo faraón en la que afirma haber edificado una ciudad que lleva su nombre
(Per-Ramsés) con mano de obra de esclavos. Sin embargo, esta identificación es
sumamente dudosa, el sitio mencionado por los registros hebreos era un depósito
mientras que el que menciona las inscripciones egipcias era la capital misma. Por
otra parte, aunque el faraón que protagonizó el éxodo hubiera sido Ramsés II, la
prueba sigue siendo irrelevante, ya que el sitio que menciona la Biblia fue edificado
antes del nacimiento de Moisés (Génesis 47: 11).

Momia de Ramses II (Realizado por Gerardo Jofre)


En consecuencia, parece que lo único que tuvieron en común el sitio bíblico y la
capital de Per-Ramesu(Per-Ramsés) fue solamente el nombre.
Exodo 12:37, dice que Israel partió desde este sitio rumbo al Sinaí. Sin embargo,
Josefo identifica a Per-Ramesés con Letópolis, una localidad cerca de Menfis. Esto
es apoyado por Estrabón quien la sitúa un poco más arriba del Viejo Cairo
(Estrabón XVII, 807).
El duelo de los dioses
Los egipcios eran dados a borrar registros de personas o acontecimientos que no
les eran favorables. El mismo Tutmosis III hizo desaparecer el nombre de la reina
Hashepsut de los bajorrelieves. En una inscripción acerca de un consejo que el rey
Jeti III (2120-2050)a su hijo, decía que si no gobernaba con sabiduría “ los pueblos
borraran tu recuerdo y el de tus ancestros”. Vale decir, que no nos extraña que el
relato bíblico no tenga una correspondencia en la historia del país del Nilo(con esto
no queremos decir que el acontecimiento bíblico fue necesariamente borrado). En
cambio, lo que sí esta corroborado por los testimonios es la penetración de grupos
semitas en el delta oriental, y que constituyeron una verdadera amenaza. A
mediados del Imperio Medio, Amenemhet I como protección contra las incursiones
nómadas levantó “La muralla del príncipe” de la que nos habla Sinuhé. Un sistema
defensivo de fortificaciones en los límites del delta oriental.
Por otra parte, el registro bíblico, no nos ayuda demasiado en cuanto a una
reconstrucción de orden histórica. La naturaleza del mensaje que quiere describir,
es la supremacía de su Dios “uno y verdadero” sobre los “falsos dioses de Egipto”.
A continuación repasaremos a modo de ejemplo, el carácter teológico que reviste al
relato de Exodo y cual fue el interés principal del cronista, razón por la cual poco
importó mencionar los detalles que hoy intentamos dilucidar:
La lucha de las serpientes: Cuando Moisés se presenta ante el faraón, convierte su
vara en serpiente para demostrar sus credenciales divinas. La serpiente en Egipto,
era símbolo de sabiduría que poseía el mismo rey en su corona. Ahora ésta desafía
a su capacidad de gobernar, por ello sus magos también convierten dos varas en
reptiles, emblema de los dos reinos, pero la serpiente de Moisés resulta más
poderosa que el Alto y el Bajo Egipto, devorando a las otras.
Las plagas
El Nilo se convierte en sangre : El carácter divino del río esta bien atestiguado. Para
los egipcios era el dios Hapy. Diodoro Sículo (Libro I: 36, 7-12), habla de su crecida
como algo maravilloso. Mientras que todos los demás ríos comienzan a decrecer en
el solsticio de verano, éste es el único que empieza a aumentar su cause en ese
momento, de manera tal que inunda gran parte del país. Por lo tanto, se celebraba
el ritual de la crecida y su relación con el Dios Sol. Más que un dios específico era
un espíritu andrógino, aquel que orientaba y ordenaba las caóticas aguas
primordiales en virtud de la conservación de la vida humana. Era el símbolo de la
vida.
Para los hebreos, la vida residía en la sangre, Yahvé salvaba mediante el
derramamiento de ella en la tierra.
En consecuencia, convertir el río sagrado en sangre era una bofetada al centro de
la teología egipcia.
Las ranas, los tábanos y los jejenes: La diosa rana Hegt y los dioses de la magia
Phat y Thot no pudieron hacer nada al respecto. Maestros de la brujería, eran vistos
como deidades que mantenían el orden del cosmos.
Peste al ganado y a los hombres: Los egipcios despreciaban a los pastores, eran
ganaderos por excelencia. El que sus animales fueran muertos por una peste no
solo fue un golpe a su economía, sino también a los dioses Hator y Apis.
Tampoco Isis, la diosa de la sanación, simbolizada por las fases lunares, como el
ojo- en el mobiliario de los templos tiene correspondencia con instrumentos
quirúrgicos- tampoco pudo curar a sus adoradores.
Tormenta con granizo y fuego: Set, dios de la tormenta y el relámpago, era visto
como una divinidad negativa enemiga de Osiris. Según los escritores antiguos era
el Dios de los Hicsos, compatible con las divinidades semitas, como Baal, el dios del
rayo. Reshpú, el controlador del fuego, no pudo ayudar a su pueblo, como tampoco
Thot, el regulador del tiempo y los ciclos estacionales.
Plaga de langostas: Esto fue un atentado a los ciclos de las cosechas y a los dioses
de la fertilidad. El dios Min, relacionado con la fecundidad de la tierra negra, se lo
representa bajo el símbolo del toro. En Grecia era asociado con Pan, el que rapta a
las mujeres o el que fecunda a su propia madre.
Período de oscuridad en la tierra : Esto atentó contra el poder de las divinidades
solares, símbolo de lo masculino, la salud y el orden. Atacó la dualidad Amón-Ra y
a la triple manifestación de Horus, Isis y Osiris, funcionando como la voluntad
poderosa, el soplo vital y fenómeno brillante.
El golpe contra la dinastía del faraón al dar muerte a su primogénito: El hijo del
faraón era Horus, el disco solar alado, el astro naciente. Isis nada pudo hacer por
su hijo-esposo. Tampoco Osiris pudo detener la llegada del ángel destructor de
Yahvé. Hasta Anubis, el señor de la necrópolis estuvo inerte.
Muerte del mismo Faraón en el Mar Rojo
Los mares que circundaban el país bien amado (el mar Mediterráneo y Rojo o el
Mar Grande [ Uadye uer ] y el Mar de Juncos [ she iaru ], como se conocía en la
antigüedad) eran vistos como la sustancia primordial donde nacían y morían las
demás formas. El agua era entendida como la vida. En los Textos de las Pirámides
se puede leer un himno a las aguas divinas.
Es interesante notar que el ideograma del agua corriente VVV , este formado por el
signo del agua V , de la luna V y de la mujer V , como símbolo vital.
Thot, el controlador del orden del mundo y Amón, protector de la monarquía, se
demostraron incompetentes ante el poder de Yahvé sobre esta fuerza que asimiló al
mismo Faraón o dios en la tierra.
Como se habrá podido observar, todo el relato esta “plagado” de un mensaje
religioso, y según se cree pertenecen a una tradición muy antigua, probablemente
reelaborada para el tiempo del exilio, fundamentalmente que solo Yahvé es el dios
vivo y verdadero y los iconos egipcios no son nada más que la personificación de
las fuerzas naturales creada por el mismo dios hebreo.
El tener en cuenta esta visión religiosa, aunada a la interpretación tanto histórica
como arqueológica, nos ayudará a revisar los problemas expuestos en el presente
trabajo desde varias perspectivas, que hacen al cuadro más completo. Las lagunas
del origen y migración del pueblo hebreo desde el país del Nilo hacia el levante
como describen los textos bíblicos, como los misteriosos elementos semitas en
aparecen en los anales egipcios, se resisten a dejar lo más oscuro del lugar donde
están sepultados, el eterno pasado, allí es donde reposan y por ahora seguirán
descansando, quizá por ello nunca dejen de fascinarnos.
Bibliografía sugerida
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Fuentes bibliograficas

• http://www.egiptologia.com/egipto-y-la-biblia/69-el-exodo-biblico-en-los-
textos-egipcios.html
• http://www.egiptologia.com/egipto-y-la-biblia/69-el-exodo-biblico-en-los-
textos-egipcios.html?start=1

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