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UN EXAMEN NECESARIO: EL PANORAMA

DE LA CIENCIA EN MÉXICO

Persiguiendo el propósito de establecer un balance acerca del desarrollo alcanzado en


México por las diversas disciplinas científicas, durante los cincuenta años que lleva el
curso del presente siglo, se reunió el Primer Congreso Científico Mexicano. Este
acontecimiento, que ocupó la última semana del mes de septiembre de 1951, vino a ser
el punto culminante de la celebración del Cuarto Centenario de la Universidad
Mexicana. A sus sesiones de trabajo asistieron los más eminentes hombres de ciencia
mexicanos y un grupo de investigadores de otras nacionalidades, que fueron invitados
especialmente por los organizadores. Se hizo notar, sin embargo, la ausencia lamentable
de algunas figuras distinguidas, lo cual sucedió ya sea por su edad avanzada, por
compromisos adquiridos con anterioridad o porque han resultado víctimas del terror
fascista que el gobierno norteamericano ha puesto en práctica. Con todo, las
comunicaciones presentadas al Congreso rindieron el fruto de dar a conocer, en buena
parte, el estado actual de las investigaciones científicas que los mexicanos realizan y, al
propio tiempo, atrajeron la atención del pueblo hacia esta actividad social tan
importante.
En ocasión de este balance de los resultados obtenidos, surge la necesidad de
examinar el panorama de la ciencia en México, para tratar de establecer las raíces
sociales de su desarrollo, las condiciones concretas en que se efectúa la investigación,
las tendencias que en ella se advierten y, finalmente, las consecuencias que produce, o
que puede producir, en el desenvolvimiento general de nuestro país. Para ello, nos
ocuparemos de cada uno de los campos científicos que cultivan los investigadores
mexicanos, apuntando los problemas más destacados que en ellos se presentan y
esforzándonos por descubrir sus perspectivas. Y, después, nos preocuparemos por
esbozar una interpretación del conjunto que permita extraer conclusiones válidas acerca
del desarrollo inmediato de la ciencia en México, siempre con el propósito de
encaminarlo hacia el mejoramiento de las condiciones de vida de la mayoría de los
mexicanos. Por demás está decir que el examen crítico que aquí intentamos llegará a
madurar en el caso de que sirva de incentivo para realizar una discusión penetrante y
serena sobre el problema, que traiga como consecuencia un planteamiento correcto y
una acción eficaz para impulsar el desenvolvimiento científico en beneficio de nuestros
compatriotas.

LAS CONSECUENCIAS DE LA REVOLUCIÓN MEXICANA

Con la Revolución Mexicana de 1910-1917, los esfuerzos se concentran en la lucha


armada y las instituciones se desencajan transitoriamente o dejan de existir en definitiva.
La actividad científica no solamente se interrumpe sino que, cuando se vuelve a iniciar,
sigue cauces que vienen a ser nuevos para México. La transformación violenta de
algunas relaciones económicas y políticas, que el movimiento revolucionario produjo, lo
mismo que las dificultades internacionales suscitadas por los intentos imperialistas
afectados, tratando de hacer fracasar las aspiraciones que el pueblo se empeñaba en
hacer realidad, trajeron consigo un cambio notable respecto a la consideración por la
investigación de la ciencia. Desde sus primeras manifestaciones, apenas pacificado el
país, se advierte con toda claridad que también en el dominio de la ciencia se ha operado
una revolución. La antigua aspiración porfiriana de que México dispusiera de una
información al día sobre el desarrollo universal de la ciencia se ha convertido en la
preocupación, sin duda superior, de que los hombres de ciencia mexicanos participen
activamente en la elaboración misma del conocimiento científico.
La confianza que los campesinos y los trabajadores industriales ponen en sus propias
obras, para construir un México independiente y mejor, se comunica a los investigadores
científicos. Al propio tiempo que los gobiernos revolucionarios hacen enormes esfuerzos
por llevar la enseñanza elemental hasta el seno mismo de las comunidades indígenas
menos desarrolladas, abren las puertas de las universidades a los jóvenes de escasos
recursos económicos y crean el Instituto Politécnico Nacional para impartir la educación
superior especializada. De esta manera, se ha impulsado la formación de un gran
número de profesionistas que tienen una preparación mínima bastante elevada. Por otra
parte, tanto en la Universidad Nacional Autónoma de México como en el Instituto
Politécnico Nacional, se han organizado centros e institutos de investigación científica;
y, fuera de las instituciones de enseñanza, también se han formado otros centros que
dedican parte de sus actividades al cultivo de la ciencia, sobre todo en el campo de la
medicina. En ellos trabajan multitud de investigadores, generalmente arrancados del
ejercicio profesional por razón de su vocación, que representan esa nueva actitud
científica producida por la revolución. Más recientemente, se ha constituido en la
Universidad Nacional Autónoma de México la Facultad de Ciencias, reuniendo los
estudios superiores que se venían impartiendo desde la segunda década del siglo,
primero, en la Facultad de Altos Estudios y, luego, en diversas escuelas universitarias,
para ofrecer una preparación amplia y eficaz a los jóvenes que pretenden dedicarse a la
investigación matemática, física y biológica.
Los frutos de este interés tan acusado se han empezado a producir de inmediato. El
último cuarto de siglo se distingue, justamente, por la multiplicación creciente de los
resultados obtenidos por los investigadores mexicanos, que han venido a enriquecer el
patrimonio del conocimiento para toda la humanidad. Y es a sus características más
importantes que vamos a referirnos en seguida.

LA INVESTIGACIÓN MATEMÁTICA

Las matemáticas han desempeñado un papel muy importante en el progreso de la


ciencia, porque expresan, de una manera sumamente clara y precisa, las relaciones más
sutiles que se pueden encontrar entre los procesos de la realidad objetiva. Por ello, el
dominio de su aplicabilidad se extiende constantemente a las otras disciplinas cien-
tíficas. Con una necesidad creciente, la complejidad de los problemas que el técnico
tiene que resolver en su trabajo cotidiano le plantea la exigencia de poseer una buena
preparación matemática, cuyo aprendizaje solamente puede lograrlo con maestros que
mantengan siempre en alto el nivel de sus conocimientos. Por otra parte, casi no hace
falta decir que la indagación de nuevos procesos industriales, lo mismo que, más
todavía, las investigaciones físicas, químicas, biológicas y económicas de mayor rigor,
requieren la posesión de un adiestramiento altamente calificado en matemáticas, el cual
únicamente se puede adquirir bajo la influencia de matemáticos dedicados íntegramente
al trabajo de su especialidad. Así podemos decir que, en realidad, no es posible un
desarrollo vigoroso de la ciencia y de la técnica si no existen centros importantes en los
cuales se cultiven las matemáticas, incluyendo sus ramas más abstractas, o sea, aquellas
cuyo contacto con la realidad parece más remoto.
Atendiendo a estas necesidades, se han ido creando algunas de las condiciones
indispensables para el cultivo intenso de esta ciencia básica. Existen cursos académicos
completos que capacitan para la investigación y la enseñanza. Funciona el Instituto de
Matemáticas de la Universidad Nacional Autónoma de México, que ofrece
oportunidades y medios de sostenimiento a quienes se consagran íntegramente a esta
disciplina. Además de los centros de enseñanza media y superior, también algunas
empresas financieras e industriales comienzan a emplear los servicios de los
matemáticos. No obstante, en su conjunto, las oportunidades de trabajo no son
numerosas y las remuneraciones no superan todavía el criterio de que los hombres de
ciencia deben llevar una vida de privaciones y sacrificio. A esto hay que atribuir el
hecho de que una buena parte de los jóvenes con vocación matemática no la desarrollan
sino que se encaminan a otras actividades mejor remuneradas.
Examinando las aportaciones mexicanas que se han hecho recientemente a la
matemática, nos encontramos con problemas de topología, de geometría algebraica, de
análisis, de teoría de los números y de lógica matemática. Esta afición por aquellas
disciplinas que se antojan menos útiles, en un país escasamente desarrollado como
México, no tiene nada de curiosa ni tampoco constituye algún rasgo peculiar de ese
"mexicano" que los existencialistas se afanan por inventar. Se trata, sencillamente, de
una consecuencia producida por dos factores conjugados. Por una parte, es un resultado
de las propias condiciones en que se realiza la investigación: raquitismo de los medios,
pobreza de los estímulos, falta de conexión con los trabajos que se efectúan en otras
ciencias y cortedad de los problemas planteados por una economía poco desarrollada.
De otro lado, y en cierta forma como un efecto de las anteriores condiciones, que se han
desenvuelto después con relativa independencia, tenemos una compleja actitud mental
entre los matemáticos mexicanos que comprende: repugnancia por el lucro que los
comerciantes obtienen de la aplicación de la ciencia, lo cual se manifiesta como
inclinación defensiva hacia el cultivo de las disciplinas "puras"; también
incluye la adopción de interpretaciones idealistas de la ciencia, como son las corrientes
llamadas del "análisis lógico", del "positivismo lógico", del "empirismo lógico", de la
"semántica" y del "pragmatismo", que los inducen a considerar a la matemática como
una mera estructuración ordenada de proposiciones carentes de sentido intrínseco, las
cuales se escogen de un modo arbitrario; finalmente, comprende la influencia de esas
corrientes irracionalistas y metafísicas que los intereses imperialistas propician en los
medios científicos, tratando de convencer a estos grupos humanos tan valiosos de que la
razón es impotente y de que el cambio de las condiciones naturales y, sobre todo, de las
condiciones sociales en que el hombre vive no es otra cosa que una ilusión convencional
de la cual es preciso precaverse.
Con todo, y a pesar de las condiciones difíciles en que se desenvuelve y las
tendencias prejuiciosas a que acabamos de referirnos, lo cierto es que los resultados
obtenidos por los esfuerzos de los matemáticos mexicanos son considerables, tienen
brillo e importancia y son de gran utilidad. Con estas aportaciones se han ensanchado las
posibilidades para el cultivo de esta ciencia y se han fortalecido las bases para su
desarrollo ulterior en México. De manera que, por encima de las opiniones que se
formen los matemáticos mexicanos acerca del carácter de su actividad y de los móviles
que los impulsan, lo cierto es que desempeñan una función social de enorme importancia
y de gran utilidad, la cual tendrá que incrementarse en la medida en que la economía del
país se desarrolle efectivamente y que, por causa de esto, se comprenda mejor la
necesidad de su tarea.

E L CAMPO DE LAS CIENCIAS FÍSICAS Y QUÍMICAS

En cuanto a la física y la química, no es necesario ahora el tratar de acusar su


importancia. Hace tiempo ya que todos lo saben y, por tanto, pasamos a referirnos a las
condiciones en que se realizan en México las investigaciones sobre las diversas
disciplinas de las ciencias físicas y químicas. Al igual que en el caso de las matemáticas,
existen escuelas en donde se imparten cursos académicos completos que preparan para
la investigación y la enseñanza. El número de institutos y laboratorios dedicados a estas
actividades es grande. Funcionan los Institutos de Física, de Química, de Geología, de
Geografía, de Geofísica y el Panamericano de Geografía e Historia; el
Observatorio Astronómico Nacional, el Astrofísico, el Sismológico, el Meteorológico y
el Geomagnético; y los Laboratorios de las Secretarías de Economía, de Recursos
Hidráulicos y de Comunicaciones y Obras Públicas, junto con los de Petróleos
Mexicanos. Sumando a estos centros de investigación las instituciones de enseñanza
media y superior y las diversas empresas industriales que ocupan investigadores, profe-
sores y técnicos en estas disciplinas, podemos advertir que las oportunidades son
numerosas y los medios cuantiosos. No obstante, es necesario observar que la
remuneración y la demanda de ocupación decrecen en tanto que el trabajo se va alejando
de la mera aplicación práctica. Así, al llegar a la investigación científica propiamente
dicha, las condiciones no difieren mucho de las que existen en el campo de las
matemáticas. A esto hay que agregar el hecho de que se requieren aparatos e
instrumentos relativamente costosos que no son amortizables en términos comerciales.
De aquí se comprende fácilmente la situación que prevalece en los institutos antes
señalados. Por ejemplo, el Observatorio Astronómico de Tacubaya únicamente dispone
de aparatos vetustos; el Observatorio Astrofísico de Tonantzintla debe su organización y
sus magníficos instrumentos al tenaz e ingenioso empeño de su fundador, quien logró
hacer comprender e imponer el reconocimiento de su necesidad; el Instituto de Física
recién ahora es que puede iniciar sus investigaciones experimentales, gracias a la
continuada campaña sostenida por su actual director; y algo análogo ocurre en los otros
institutos. En este sentido, podemos decir que el cultivo de estas ciencias se encuentra
actualmente en una fase de ensanchamiento, aun cuando la atención que se presta a cada
rama es desigual e irregular.
Las variadas aportaciones hechas por los investigadores mexicanos al patrimonio
científico en estos dominios han atraído la atención sobre nuestro país. Sin pretender
citarlas todas, hacemos referencia a los estudios sobre radiación cósmica, la solución de
algunos problemas suscitados por la teoría de la gravitación de Birkhoff, los trabajos
sobre astronomía de posición, los descubrimientos de nebulosas y de enjambres de
estrellas, los estudios espectroscópicos de emisiones estelares, los análisis
cristalográficos con rayos x, las indagaciones de física nuclear, los estudios sobre
mecánica de suelos, las contribuciones acerca de química orgánica y de bioquímica, los
trabajos cartográficos y de geografía física, la operación de los servicios sismológico y
metereológico, y las numerosas investigaciones geológicas.
Como puede verse, en este vasto campo del estudio científico, en el cual la realidad
objetiva se impone de una manera más directa que en la matemática, las tergiversaciones
idealistas se excluyen todavía más. Pero, no por eso, faltan por completo. A ellas se
agregan la escasez de medios y estímulos para el trabajo, que es más grave por el alto
costo de los aparatos y materiales necesarios para la investigación experimental; también
se conjugan, como inconvenientes, la relativa falta de contacto con las otras actividades
científicas que se realizan en México y la desigualdad arbitraria que existe en el fomento
de las diversas ramas. Por otra parte, el cultivo de estas disciplinas plantea a los
investigadores un problema ético de la mayor significación. De la actitud que asuman
ante esta cuestión, además de que es una prueba de fuego para su calidad humana, se
desprenden consecuencias favorables o desfavorables para México. En el caso del
conocimiento de los recursos nacionales y de la investigación de los procedimientos que
permitan su aprovechamiento, lo importante es que los científicos orienten sus
actividades hacia la preparación de industrias de transformación que sirvan de apoyo a la
efectiva independencia económica de la nación. De otra manera, lo que aumentará es la
exportación de materias primas no renovables, con el consiguiente incremento de la
dependencia económica respecto de los intereses imperiales extranjeros. En cuanto a
otros aspectos de la investigación, como el de la física nuclear, la responsabilidad que
descansa en manos de los hombres de ciencia mexicanos es la de enderezar sus
esfuerzos hacia el aprovechamiento de esta energía en aplicaciones pacíficas que mejo-
ren las condiciones de la vida humana. En caso contrario, los resultados que se obtengan
vendrán a aumentar los recursos técnicos de los incendiarios de la guerra, y los
científicos, quiéranlo o no, se convertirían en apéndices del sistema de preparación
bélica y en cómplices del mismo.
Desde luego, confiamos plenamente en que los investigadores mexicanos sabrán
resolver este problema con acierto, haciendo honor a las mejores tradiciones de nuestro
pueblo. Por lo mismo, esperamos que cuando la presión se extreme y aun cuando los
estipendios que se ofrezcan sean tentadores, no obstante, sepan rehuir los halagos y no
se sometan. En último caso, tenemos el ejemplo luminoso de Frederic Joliot-Curie, en
Francia, y, más cercano y familiar, el de Norbert Wiener, quien ha colaborado
íntimamente con nuestro orgullo nacional, el fisiólogo Arturo Rosenblueth. Como es
sabido, Joliot-Curie, Premio Nobel de Física por sus investigaciones atómicas, ha
preferido abandonar la dirección oficial de estos estudios, antes que prestarse a
participar en los preparativos de guerra o que renunciar a seguir siendo paladín de la
lucha por la paz. Por su parte, Wiener, eminente profesor de matemáticas del Instituto
Tecnológico de Massachusetts, al negarse a proseguir sus importantes investigaciones
sobre el control remoto de proyectiles, dio la siguiente explicación: "[ . . . ] si yo no
deseo participar en el bombardeo o el envenenamiento de pueblos indefensos —y, por
cierto, que no lo deseo— debo asumir una cierta responsabilidad para con aquellos a
quienes haya de revelar mis ideas científicas [. . . ] me alegra el hecho de que mis inves-
tigaciones no puedan ser fácilmente conseguidas, en cuanto me da la oportunidad de
plantear este grave problema moral. No creo que publicaré ningún trabajo futuro que
pueda hacer daño al ser puesto en manos de militaristas irresponsables". En
consecuencia, desde 1946, Wiener se dedica exclusivamente a aquellos estudios
matemáticos que considera a salvo de ser aprovechados para la guerra. Tal es el camino
que se abre a nuestros hombres de ciencia, sobre todo ahora que empiezan a contar con
posibilidades tan fecundas para su actividad, mismas que deben, casi íntegramente, al
magnífico empeño de sus investigaciones anteriores.

EL DESENVOLVIMIENTO DE LA BIOLOGÍA Y LA MEDICINA

La gran importancia que se concede a la biología y a la medicina en México nos evita


el tener que hacer referencias para destacarla. Así, comenzaremos directamente por
relatar las condiciones en que se desarrollan actualmente los trabajos que nuestros
compatriotas realizan. A los buenos estudios que se ofrecen en la Facultad de Ciencias y
en la Escuela Normal Superior, para formar maestros e investigadores de la biología, se
añade la existencia de la Escuela de Ciencias Biológicas, como centro de enseñanza e
investigación especializada, y, asimismo, de algunos cursos de la escuela de Medicina
que preparan particularmente para la investigación experimental, como, por ejemplo, las
de su Departamento de Fisiología. Los trabajos de investigación se llevan a cabo en los
Institutos de Biología, de Enfermedades Tropicales, de Cardiología —junto con sus
magníficos Laboratorios de Fisiología—y de Estudios Médico-Biológicos; también se
efectúan en la Escuela de Ciencias Biológicas, en los Departamentos de Fisiología y de
Farmacología de la Escuela de Medicina, en el Departamento de Investigaciones
Médicas del Hospital General y en los Laboratorios del Hospital Infantil, del Militar y
del de Tuberculosos; igualmente, en varias dependencias de las Secretarías de Agri-
cultura y Ganadería y de Marina, lo mismo que en el Instituto de Investigaciones
Científicas de la Universidad de Nuevo León, en el Instituto Botánico del Estado de
Chiapas y en el Departamento de Biología de la Universidad de Puebla. Podemos
afirmar que las instituciones acabadas de mencionar cuentan con recursos moderados, si
atendemos a las posibilidades económicas de nuestro país y, sobre todo, comparándolos
con los que se tienen en los otros campos de la investigación científica. Además, el
aumento en el número de profesionales de la medicina y la creciente complejidad de sus
actividades han creado la necesidad de que un buen grupo de ellos se orienten
decididamente hacia los trabajos de investigación. A la vez, se advierte un incremento
en la cantidad de jóvenes que siguen los estudios especializados de biología. De esta
manera, se ensanchan continuamente las bases para mejorar las investigaciones
mexicanas en biología y en medicina, al par que éstas se hacen más penetrantes.
Las contribuciones hechas por los biólogos y los médicos mexicanos representan, sin
duda alguna, la porción más importante y cuantiosa del aporte que México ha ofrecido al
patrimonio universal del conocimiento científico. Dentro de los campos estudiados, es
indispensable citar los estudios sobre botánica general, geografía botánica, bacteriología,
zoología general, parasitología, entomología, química biológica, hidrobiología,
paleontología, ecología, anatomía, histología, fisiología, biología general, conservación
de recursos naturales, farmacología, ginecología y obstetricia, otorrinolaringología y
oftalmología, endocrinología y desnutrición, gastroenterología, cardiología, hematología
y citología, neumología, urología, venerología, dermatología, neuropsiquiatría, pediatría,
cancerología, inmunología y alergia, radiología, cirugía, epidemiología e higiene. Por
esta simple enumeración de materias tratadas, se puede tener noción de la riqueza de las
investigaciones mexicanas.
En la medicina podemos observar un notable proceso de colectivización y de
interconexión entre todas sus ramas que se acelera constantemente. Esta socialización
del trabajo médico ha sido impuesta tanto por necesidades prácticas como por la
extraordinaria complejidad de sus problemas y la estrecha y mutua implicación que
existe objetivamente entre todas ellas. Como consecuencia, la organización de las
investigaciones médicas y la correlación de unas con otras es satisfactoria. El sistema
de especialización, que tiene en Ignacio Chávez a uno de sus iniciadores, ha producido
muy buenos resultados. Con tal sistema se ha logrado que el especialista aplique el
conjunto de sus conocimientos a un aspecto determinado; y no que solamente tenga
conocimientos limitados, como ocurre en países que se precian de su utilitarismo. Es
interesante apuntar, también, que los mexicanos, aprovechando la índole de sus
actividades, han podido establecer un sistema de contribución económica que muestra
una clara tendencia equitativa: las personas de mayores recursos tienen que pagar
relativamente caro por los servicios que utilizan, lo cual ha permitido extender, hasta
cierto punto, la atención médica a las clases más necesitadas. Se trata, claro, de un
procedimiento defectuoso y poco eficaz, pero que, sin embargo, puede mejorarse y
fomentarse y, sobre todo, organizarse. Por otra parte, es indispensable señalar el hecho
de que, aun cuando en la medicina mexicana se mantiene, en lo general, la gran tradición
respecto a sus características de universalidad de concepciones y técnicas, lo mismo que
de filiación mundial de sus fuentes y de libre intercambio de sus resultados, sin
embargo, no faltan ocasionalmente algunas tendencias, afortunadamente débiles hasta
ahora, pero que pueden hacerse peligrosas, de romper con esa tradición tan arraigada,
para adoptar unilateralmente ciertas corrientes perniciosas que se han desarrollado en
algunos centros médicos norteamericanos, cerrando las puertas al contacto fecundo con
los otros países. Por fortuna, repetimos, la inmensa mayoría de los médicos mexicanos
- y, entre ellos, los más eminentes- rechazan decididamente estas inclinaciones y luchan
firmemente contra ellas cada vez que se manifiestan. Y lo que fortalece su posición,
haciéndola inexpugnable, es que, justamente a esta tradición de cooperación y de
intercambio internacional de la cual se enorgullece la medicina mexicana, junto con la
sagacidad y la inteligencia de sus investigadores, se debe la superioridad que tiene en
varios aspectos, comparada con la norteamericana, a pesar de la evidente pobreza de
recursos económicos.
En cuanto a la biología, las ramas que cuentan con mejores medios para su
desenvolvimiento son aquellas en las cuales se efectúan investigaciones básicas
relacionadas de modo más directo con la medicina. Pero, esta consecuencia, que
obedece a una necesidad social, no ha excluido el desarrollo de las otras ramas. Con
todo, las condiciones en que se realizan los trabajos de investigación de las otras
disciplinas biológicas son distintas. Entre algunos centros existe coordinación e
influencia recíproca, otros, en cambio, se mantienen relativamente aislados y
desencajados del conjunto armónico. Todavía más, es entre los zoólogos en donde ha
llegado a acusarse, de un modo notable, la existencia de discordancias e
incomprensiones entre ciertos individuos y grupos, que se ven nutridas por envidias
mezquinas, rencores sin justificación y nefastas políticas de exclusión. En el fondo, se
trata de un producto típico de la lucha entablada para ocupar y mantener un corto
número de posiciones y, asimismo, es consecuencia obligada de una formación personal
a base de sacrificios y tenacidad. Por lo tanto, es de esperarse que el aumento de
posibilidades de trabajo haga desaparecer tal situación y que quienes se han mantenido
divididos abandonen esta actitud. En otro sentido, y de una manera mucho más marcada
que en el campo de la medicina, también en la biología mexicana se observan ciertas
tendencias para inclinarla hacia una dependencia preponderante y unilateral de las
escuelas biológicas norteamericanas. Como en el caso de las matemáticas, igualmente
existen dentro de la biología algunas corrientes que inducen a considerar los esfuerzos
humanos como algo contraproducente para sus anhelos de mejoramiento y a estimar la
obra del hombre como perniciosa y definitivamente limitada. Sin embargo, en contra de
tales tendencias hay que aducir dos hechos importantes: uno es la publicación de textos
mexicanos de biología que han venido a cubrir las necesidades de los cursos secundarios
y preparatorios, así como de varias materias profesionales; otro es la actitud serena y
comprensiva con que los biólogos reciben la crítica sana y constructiva. En estas
condiciones, hay elementos que se oponen a la aceptación de los prejuicios propiciados
por los intereses imperialistas; pero en lo que no cabe duda es en la necesidad de
combatirlos con vigor. Por lo demás, la tarea de los biólogos y los medios para realizarla
son cosas que se desenvuelven paralelamente a la economía del país y que, a su vez,
producen un impulso definido en su desarrollo.

LA SITUACIÓN EN LAS CIENCIAS SOCIALES

El vasto campo de estudio de los procesos sociales ha suscitado profusas


investigaciones, entre las cuales se distinguen de modo notable las de antropología,
etnografía, arqueología, historia, sociología, economía, derecho, estadística, pedagogía,
filología y lingüística. Para la preparación en estas disciplinas existen cursos de
estudios académicos en la Facultad de Filosofía y Letras, El Colegio de México y las
Escuelas Normal Superior, de Antropología e Historia, de Economía, de Ciencias
Políticas y de Jurisprudencia. Los trabajos de investigación se realizan en El Colegio de
México, los Institutos de Antropología e Historia, Indigenista, Panamericano de
Geografía e Historia, de Estudios Económicos, de Historia, de Investigaciones Estéticas
y de Investigaciones Sociales, en el Centro de Estudios Filosóficos, en el Seminario
Mexicano de Sociología, en el Congreso Mexicano de Historia, en la Nacional
Financiera, en el Banco de México, en los Seminarios de las Escuelas de Jurisprudencia
y de Economía y en varias dependencias de las Secretarías de Educación Pública, de
Economía, de Hacienda y de Recursos Hidráulicos. A la labor de estos centros hay que
sumar otras muchas investigaciones que se efectúan de manera individual o en forma
diseminada. La mayoría de los jóvenes empeñados en estas tareas cuentan con una
formación académica. En cambio, un buen número de los de mayor edad han tenido que
desarrollar por sí mismos su afición, hasta llegar a constituirse, en muchos casos, en
sólidos especialistas. Las facilidades y medios para la investigación social se distribuyen
irregularmente entre sus distintos campos y, con frecuencia, tienen un carácter ocasional.
La falta de conexión entre los estudios emprendidos y los investigadores mismos no
solamente existe de una disciplina a otra sino que también se observa dentro de cada una
de ellas. Además, en ciertos casos, se acusa claramente una falta de concordancia y
unidad generales, tanto en los procedimientos metódicos como en los planes y objetivos
que se persiguen. Y esto llega a tal punto que, algunas veces, un grupo de estudiosos
parece cultivar la especulación medieval, mientras que otro se esfuerza en aplicar
concepciones renacentistas, otro más trabaja con mentalidad dieciochesca y, por último,
otro es el único que se atiene al rigor científico de nuestros días. Por fortuna, la
preparación calificada que ahora se imparte está llamada a terminar implacablemente
con esta situación.
En años recientes se ha introducido el sistema de trabajos colectivos, con resultados
fecundos. También se han efectuado investigaciones de conjunto, en las cuales cada
colaborador se encarga individualmente de una parte determinada del plan general que
se ha trazado previamente. Dentro de los seminarios académicos se conjuga el trabajo de
grupo con la discusión y la crítica de todos los participantes. En fin, en las mesas
redondas se confrontan los resultados obtenidos en estudios diversos, permitiendo el
establecimiento de conclusiones comunes. Con todo, los procedimientos anteriores no
son los más frecuentes. En su mayoría, las indagaciones se efectúan todavía
aisladamente y, en cierto modo, en forma anárquica. Desde luego, en aquellas
disciplinas conectadas con la actividad social práctica —como la economía y la
estadística, por ejemplo— los trabajos se realizan, en general, con rigor científico.
Asimismo, en otros campos -como es el caso de la antropología, la etnografía, la
arqueología, la lingüística y la filología—, aun cuando las actividades que se efectúan
son relativamente reducidas, sin embargo, los trabajos se atienen estrictamente a los
métodos científicos y se basan en materiales objetivos. En cambio, en las otras
disciplinas se pueden encontrar tanto investigaciones excelentes como especulaciones
carentes de valor. Particularmente, lo que ocurre en el caso de la historia sirve de
ilustración; porque, amparados en ella, es que abunda esta clase de especulaciones.
Igualmente, muchos trabajos de historia aportan exclusivamente datos e informaciones
documentales que, si bien son indispensables, apenas si representan la materia prima
para la elaboración propiamente histórica que tiene que hacerse después. Pero, a pesar
de que sigue siendo válida la afirmación dolorosa de que la historia mexicana está por
escribirse, lo cierto es que ya existen trabajos parciales formulados con la objetividad y
el rigor crítico que exige la actual historiografía científica. Además, el número de estas
investigaciones aumenta cada día y, por ellas, comienza a ser conocido el verdadero
perfil que ha tenido nuestro desarrollo social en el pasado, cuando menos por lo que
hace a ciertos periodos y a determinados aspectos de su desenvolvimiento. Confiamos
en que esta tendencia seguirá adelante, hasta que pueda ser redactada la obra de
conjunto, cuya importancia todos advierten.
Ahora bien, en el campo de las ciencias sociales es donde las tergiversaciones
impuestas por el sistema capitalista de distribución de las ideas cobran mayor vigor.
Como se comprende, el estudio científico de la sociedad, como en el caso de la
naturaleza, lleva al descubrimiento de que sus formas de organización no son inmutables
y, a la vez, permite encontrar los medios para mejorarla. Con base en estos resultados, el
hombre se encuentra en condiciones de intervenir en el desarrollo social, disponiendo
del conocimiento que puede impartirle un sentido definido, y, como consecuencia,
encauzarlo hacia una forma de organización en la cual todos los hombres se beneficien
del dominio ya logrado sobre las fuerzas de la naturaleza y desaparezca la explotación
del trabajo de los más en provecho de los menos. Por otra parte, en la crítica situación
actual, también son fomentadas ciertas teorías seudo científicas que hacen aparecer a la
guerra como inevitable, ya sea apoyándose en una "naturaleza humana" que
condimentan a su sabor, o bien, en la falsa desproporción que presentan entre el
crecimiento de la población y el incremento de la producción destinada a satisfacer sus
necesidades, o, en fin, en otras interpretaciones igualmente falaces. La influencia de
todas estas tendencias contrarias al progreso de la ciencia se hace sentir de muchas
maneras y a través de muy variados caminos, tanto en manifestaciones groseras y
fácilmente discernibles como en corrientes sutiles y peligrosamente emboscadas. En la
oposición resuelta que se mantenga hacia ellas descansa en gran parte la posibilidad de
que las investigaciones sociales en México avancen por el ancho y rico curso del
conocimiento fecundo, que es tan necesario para nuestro desarrollo general. En la
inteligencia y sentido de responsabilidad que caracteriza a los mexicanos dedicados a
estas tareas depositamos nuestra confianza en que así sucederá.

LAS CONDICIONES PARA UN DESARROLLO INMEDIATO

Del conjunto de problemas apuntados podemos extraer las perspectivas que existen
para el desarrollo de la ciencia en México o, mejor todavía, formular las condiciones
necesarias que se pueden establecer para acelerar y mejorar ese desarrollo. Para eso, nos
atendremos de manera estricta a las posibilidades reales que nuestro país tiene en la
actualidad y al propósito de que semejante desenvolvimiento redunde en beneficio de la
mayoría de los mexicanos.
Si sumamos los recursos económicos de que disponen los diversos centros de
investigación científica, grandes, medianos y pequeños que ya existen y funcionan, nos
encontramos con dos hechos notables: que el total representa un tanto por ciento ínfimo
en el conjunto de las erogaciones del gasto nacional, y, en segundo lugar, que la
distribución atomizada que se ha dado a dichos recursos ha llevado a un
desaprovechamiento parcial de los mismos. De tales hechos se desprenden dos
conclusiones: a) que el monto total destinado a la investigación científica debe ser
elevado y mantenido en ascenso continuo, y 6) que este presupuesto debe ser objeto de
un estudio cuidadoso, para que su distribución se haga conforme a un plan que permita
su aprovechamiento óptimo.
Considerando la arbitrariedad y la anarquía relativas que se advierten en cuanto a los
medios creados para el desenvolvimiento de las diferentes disciplinas, lo mismo que la
carencia de un criterio racional acerca de la clase de estudios que puedan reportar
mayores beneficios, entre los que son indispensables para satisfacer las necesidades
nacionales se impone la urgencia de formular un plan general y trazar un programa de
actividades. Tanto el plan como el programa establecido para su realización son
elementos requeridos para organizar la investigación científica como un sistema
nacional que sea congruente con las exigencias de nuestro desarrollo económico y cuyos
alcances de utilidad pública sean manifiestos. Es obvio que la eficacia de tal programa y
semejante plan radica decididamente en el hecho de que se logren armonizar los trabajos
de las distintas ciencias, sin que sufra mengua alguna la libertad de investigación, que es
una condición ineludible para la existencia de la actividad científica.
La organización racional de la investigación servirá, al propio tiempo, para dar
unidad a los trabajos que se realicen dentro de una misma ciencia y conectar entre sí a
las diversas disciplinas. También fomentará la cooperación recíproca entre los
investigadores y provocará el intercambio y la mutua discusión. Por otra parte, intensifi-
cará la preparación de nuevos hombres de ciencia y resolverá el problema práctico de su
incorporación gradual a las actividades de su especialidad. Asimismo, creará los
estímulos convenientes para el fomento de la producción científica en todos sus
aspectos. Finalmente, propiciará la comunicación y el intercambio dentro del territorio
nacional, lo mismo que el contacto estrecho, la cooperación y la información oportuna
con los investigadores de los otros países del mundo, sin hacer discriminaciones ni
establecer preferencias, puesto que la universalidad de la ciencia las excluye por
completo.
Para terminar, es preciso insistir en la necesidad de que, paralelamente a las
investigaciones que se emprendan, se suscite el análisis filosófico, riguroso y
sistemático, de los resultados alcanzados; se efectúe el examen estricto de los
fundamentos en que se apoyen dichas investigaciones, para someterlos a crítica, y se
trabaje continuamente sobre los procedimientos utilizados en las diversas ciencias, para
llegar a formular los métodos generales y las modalidades particulares a que deban
sujetarse en las distintas clases de problemas planteados al conocimiento. Además, es
interesante que se realicen estudios sobre la historia de la ciencia y de la técnica, para
analizar las condiciones sociales en que se producen y las influencias que ejercen
en el desarrollo general, comprender mejor sus alcances y discernir el aspecto humanista
de la ciencia y de la técnica. Por ultimo, todas las actividades científicas deben estar
abiertas a la critica y, lo que es más, deben auspiciarla; porque en ella es en donde se
manifiesta en su excelencia el vigoroso poder creador del pensamiento humano.

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