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UNIVERSIDAD CATÓLICA

SANTO TORIBIO DE MOGROVEJO


FACULTAD DE DERECHO

ESCUELA PROFESIONAL: DERECHO


ASIGNATURA: LENGUA Y COMUNICACIÓN I
SEPARATA Nº1:LA LENGUA COMO INSTRUMENTO
DE COMUNICACIÓN

Mgtr. Doris Moscol M.

2010- I
LA LENGUA COMO INSTRUMENTO DE COMUNICACIÓN

Objetivos

- Reflexionar sobre la utilización de la lengua como instrumento de comunicación.


- Conocer las condiciones indispensables para lograr una comunicación eficaz.
- Determinar las distintas variedades dialectales, con el fin de lograr su correcta utilización
en las diferentes situaciones comunicativas en las que se encuentre el estudiante.
- Identificar y valorar los principios de la comunicación para ponerlos en práctica en los
diversos escenarios en los que se desenvuelve.

Contenido

¿Para qué sirve la lengua? El acto comunicativo: objetivos, condiciones. Uso comunicativo
e informativo de la lengua. Principio de Cooperación Comunicativa de Grice. Principios
éticos de la comunicación. Variedades lingüísticas: dialectales y funcionales. El idiolecto.
La uniformidad y variedad lingüísticas.

Bibliografía

Alcoba, Santiago (2000): La expresión oral. Barcelona, Ariel, 2000, cap. 1.


Reyes, Graciela (1995): El abecé de la pragmática. Madrid, ed. Arco/Libros, S.L., cap. 3
Verderber R. F (2005): Comunícate. México: Internacional Thomson, cap. 1

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La lengua como instrumento de comunicación

¿Para qué sirve la lengua?

Uno de los fines con los que el hombre utiliza la lengua es el de organizar y describir su
entorno y su pensamiento. El código lingüístico es el instrumento que nos permite conocer el
mundo que nos rodea e interpretarlo, para así poder desenvolvernos en él. Pero la lengua también
permite realizar una gran cantidad de actividades: manifestar opiniones, agradecer, quejarse,
saludar, ordenar, expresar sentimientos, afirmar, negar, etc.; es decir, es también el instrumento que
nos permite relacionarnos y comunicarnos. El intercambio lingüístico es una actividad que tiene
lugar entre dos partes participantes cuyo objetivo es que estas partes se comuniquen, entendiendo
comunicar en su sentido más amplio, incluyendo no sólo la transmisión de hechos o conceptos, sino
también la expresión de sentimientos, emociones, o simplemente la intención de relacionarse
socialmente. Y esa comunicación se produce cuando una de las partes, el hablante, consigue
transmitir lingüísticamente alguna de esas informaciones a la otra parte, el oyente. Es precisamente
la elaboración y transmisión de información mediante la lengua lo que permite la interacción social,
la comunicación (Garrido Medina, 1994).

El acto comunicativo

Cada vez que se usa la lengua se produce un acto comunicativo que debe entenderse como
un proceso cooperativo de interpretación de intenciones cuyo objetivo es un intercambio de
información (Tusón, 1997). Para que esa transmisión de información sea efectiva y el hablante
consiga comunicar sus significados e intenciones al oyente, en la realización de todo acto
comunicativo, los participantes ponen en funcionamiento dos tipos de conocimientos: el
conocimiento del código lingüístico –el conocimiento gramatical de la lengua: la fonología, la
morfología, la sintaxis, la semántica y el léxico – y el conocimiento de los recursos que permiten
usar ese código de manera efectiva en las distintas situaciones comunicativas en las que pueden
verse implicados los hablantes, de acuerdo con las normas de su entorno sociocultural. Es decir, el
conocimiento de todas aquellas convenciones que permiten saber, por ejemplo, qué variedad
lingüística es más apropiada en cada situación, cuál es el momento, el lugar y los interlocutores

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adecuados para hablar de un determinado asunto, o qué nivel de formalidad requiere una
determinada situación. El grado de conocimiento que tiene un hablante del funcionamiento del
código lingüístico nos informa de su competencia lingüística, y el grado de conocimiento de las
convenciones que regulan el uso de ese código nos informa de su competencia pragmática. La
integración de ambos tipos de conocimientos, gramaticales y pragmáticos, constituye la
competencia comunicativa de los hablantes.

Uso comunicativo e informativo de la lengua

Si un acto comunicativo es un proceso de interpretación de intenciones cuyo objetivo es el


intercambio de información, la información que se transmite mediante la lengua debe organizarse
de acuerdo con los tipos de conocimientos antes mencionados, gramaticales y pragmáticos, de
manera que tanto quien produce un enunciado como quien lo recibe puedan darle la misma
interpretación. Por tanto, los enunciados lingüísticos se construyen siempre con dos tipos de
información: la información explícita y la información implícita.
La información explícita es aquella que se elabora a partir de los conocimientos gramaticales:
es el significado que se desprende de las palabras que forman el enunciado. La información
implícita es la que se construye a partir de los conocimientos pragmáticos; es el significado
adicional que permite al oyente interpretar adecuadamente la palabras del hablante y que se obtiene
de todas aquellas convenciones que se derivan tanto de las circunstancias del entorno en que se
produce el enunciado (lugar, tiempo, participantes, etc.), como del bagaje sociocultural compartido
por los interlocutores.

Para que la comunicación funcione, los interlocutores deben compartir, además del mismo
código lingüístico (información explícita o gramatical), la misma información implícita o
contextual. Un mismo enunciado, una determinada secuencia de palabras puede interpretarse de
forma distinta y, por tanto, dar cuenta de realidades diferentes, dependiendo de la información
implícita o contextual sobre la que se construya el enunciado. Por ejemplo, si se dice que Carmen
está en la Universidad es posible que se interprete que Carmen estudia en la universidad, trabaja en
la universidad o haya ido a visitar la universidad por alguna razón. Pues la gente suele ir a la
universidad, porque es estudiante o es trabajador o es visitante; pero si los participantes en la
comunicación saben que Carmen estudia en la universidad, probablemente interpreten que ha ido a
clases. En el caso de que Carmen forme parte del personal de la universidad, los interlocutores

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interpretarían que está trabajando. O si conocen que Carmen no es estudiante ni personal de la
universidad es posible que interpreten que ha ido a visitar la universidad por alguna razón.
Como bien ilustra el ejemplo, el proceso lingüístico de interpretación se basa no sólo en el
significado literal, léxico-semántico, de los enunciados, sino también, y quizás en mayor grado, en
el significado pragmático de los mismos, en el significado que adquieren los enunciados cuando se
contextualizar en una determinada situación comunicativa y en un entorno sociocultural
determinado. La información implícita o contextual, de tipo situacional, sociocultural e impersonal,
es la que permite restringir el conjunto de opciones interpretativas que puede ofrecer un enunciado
y la que conduce a los interlocutores a elegir una interpretación o sentido.
En general, la opción interpretativa que se escoge es la adecuada para que se produzca la
comunicación, y el oyente interpreta los enunciados del hablante de acuerdo con la intención y la
finalidad con la que éste los produce. Ocurre así porque todo acto comunicativo está regulado por
el llamado Principio de Cooperación, formulado por Grice (1975), que postula que los enunciados
que emiten los participantes en un acto comunicativo están siempre encaminados a que la
comunicación sea efectiva. Esto es así, porque entre los hablantes hay un acuerdo previo, tácito, de
colaboración en la tarea de comunicación. El hablante produce aquellos enunciados que, de acuerdo
con la situación concreta de comunicación y el entorno sociocultural, considera que el oyente
interpretará más fácilmente y más adecuadamente a sus intenciones. Grice desarrolla este principio
en cuatro máximas o reglas, recogidas en Reyes (1995: 38):
Principio de Cooperación Comunicativa :
a) Máxima de Cantidad :
1. Que su contribución sea todo lo informativa que requiera el propósito de
la conversación.
2. Que su contribución no sea más informativa de lo requerido.

b) Máxima de Calidad: que su contribución sea verdadera.


1. No diga nada que crea falso.
2. No diga nada de cuya verdad no tenga pruebas.

c) Máxima de Relación: Trate de que sus contribuciones sean pertinentes.


d) Máxima de Manera: Sea claro, breve y ordenado.

El Principio de Cooperación Comunicativa interviene en la interpretación de los enunciados,


relacionando la información explícita de los enunciados que se emiten –el significado léxico-

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semántico o literal – con la información implícita o contextual que se deriva del entorno inmediato
o situacional y sociocultural en que esos enunciados se producen. Veamos un ejemplo. En la puerta
del consultorio de un médico, hay un cartel que dice: Lunes, en el Almanzor. Además de la
información explícita que ofrecen las palabras de este enunciado, el hablante se apoya también en la
información contextual de que en nuestra sociedad chiclayana existe un Hospital estatal, de nombre
Almanzor. Teniendo en cuenta ambos tipos de información, el cartel no se ajustaría a la máxima de
Cantidad, puesto que no sería informativo si sólo transmitiera el hecho de que sólo atiende ese día.
Según la máxima de Relación, el cartel tiene que ser pertinente, es decir, tiene que decir algo
relevante, algo nuevo acerca de la atención médica, por lo que se interpretaría que el médico atiende
en el Hospital Almanzor sólo ese día. Y en el caso de que el hablante considerase que sus
interlocutores no tienen acceso a una información contextual determinada, porque no saben nada
acerca de los hospitales, los días de atención en éstos, ni de los médicos, explicitaría esa
información en su enunciado, guiado por el Principio de Cooperación, y posiblemente colocaría un
cartel que dijese: Atención sólo los lunes en el Hospital Almanzor.

Es el Principio de Cooperación el que regula los intercambios comunicativos y el que permite


relacionar la información explícita con una determinada información contextual de manera que la
interpretación de los enunciados sea la más adecuada al objetivo pretendido por los interlocutores.
Esto no quiere decir que al hablar nunca se miente, no se da información insuficiente o excesiva e
irrelevante, o no se es suficientemente claro. Pero incluso en estos casos, los interlocutores intentan
preservar el Principio de Cooperación y conseguir entenderse, por lo que cuando les parece que
alguien no cumple con el Principio, no es cooperativo, y, por ejemplo, miente, es porque quiere
decir algo más o algo distinto de lo que realmente dice, y en su afán porque la comunicación sea
afectiva realizan un proceso de implicatura, que consiste en dar a los enunciados una interpretación
que no aparece en el significado literal de los mismos, pero que es la adecuada al contexto
comunicativo en el que se producen.
Por ejemplo (Brown y Yule, 1993), en un grupo de estudiantes uno de ellos acaba de contar un
chiste y todos se ríen menos Juan, que lo hace después de un momento. Entonces, uno de los
estudiantes dice: Yo creo que Juan es rápido. Dada la información implícita, el contexto de
situación, en el que Juan ha sido lento en captar el chiste, el enunciado viola la máxima de Calidad,
pues lo que dice explícitamente no es cierto. La incoherencia entre la información explícita o
gramatical y la información implícita o situacional hace que los participantes den al enunciado un
significado contrario al que tiene literalmente: Juan es lento de reflejos, consiguiendo así un efecto
irónico.

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La transgresión de alguna máxima del Principio de Cooperación supone la transmisión,
generalmente consciente, de una información concreta, de un significado añadido al significado
literal o explícito del enunciado. En el ejemplo anterior, el hablante transgrede conscientemente la
máxima de Calidad (trate de que su contribución sea verdadera) para conseguir, en este caso, la
ironía, puesto que, en el contexto en que se produce, este enunciado sólo puede interpretarse de
manera irónica: en sentido contrario al de las palabras literales.

Otro ejemplo: Un niño le pregunta a su mamá por enésima vez: -¿Cuándo comemos, mamá? La
mamá le contesta: -Cuando esta señora que ahora está escribiendo, termine su trabajo, apague la
computadora, se levante de esta silla, vaya a la cocina, caliente la comida... La prolijidad de la
respuesta es una abierta violación a la máxima de Cantidad (que su contribución sea todo lo
informativa que requiera la conversación y que no sea más informativa de lo requerido). Esta
violación a una de las máximas del Principio de Cooperación Comunicativa tiene como finalidad
que el niño infiera la actitud de la madre ante la insistencia del niño.

El proceso comunicativo del uso de la lengua es un proceso de interpretación de intenciones que


se lleva a cabo poniendo en relación, siempre mediante el Principio de Cooperación, la información
explícita de los enunciados que se emiten –el significado léxico-semántico o literal – con la
información implícita o contextual que se deriva del entorno inmediato y sociocultural en que esos
enunciados se producen. Cuando en un intercambio lingüístico falla la comunicación, y, por tanto,
los participantes no consiguen entenderse, es porque no comparten la misma información
contextual: el hablante considera una información contextual de la que no dispone el oyente, o bien
distinta de la información contextual del oyente.

PRINCIPIOS ÉTICOS DE LA COMUNICACIÓN

En cualquier encuentro, habremos de elegir si nos comunicamos éticamente o no. La ética es


un conjunto de principios morales que pueden ser sustentados por una sociedad, un grupo o un
individuo. Aunque lo que se considera ético es una cuestión de juicio personal, varios grupos
todavía esperan que los miembros mantengan ciertos criterios. Estos criterios influyen en las
decisiones personales que tomamos. Cuando elegimos violar las normas establecidas, nos vemos

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como personas poco éticas. Aquí presentamos cinco normas éticas que influyen en nuestra
comunicación, así como en nuestro comportamiento

1. Verdad y honestidad. Significa evitar las mentiras, las trampas, el robo y el engaño. “A
una persona honesta se le reconoce ampliamente como una persona moral, y la honestidad
es un concepto central de la ética, así como también la base de una vida moral”(Terkel y
Duval, 1999). Aun cuando la mayoría de la gente acepta que la verdad y la honestidad son
todavía una norma, confiesa que en ocasiones miente. Es más probable que digamos una
mentira cuando nos vemos atrapados en un dilema moral, una decisión que implica una
alternativa poco satisfactoria, algo asi como no decirle a una persona que nuestra hermana
cometió una infracción menor, si sabemos que la persona que pregunta está buscando
excusa para causarle un daño considerable.

2. Integridad. Significa mantener una consistencia de convicción y de acción (cumplir las


promesas). Terkel y Duval, (1999) dicen, “una persona que tiene integridad es alguien que
tiene principios morales sólidos y que se resistirá, con éxito, a la tentación de
comprometerlos”. Luego entonces, la integridad es lo contrario de la hipocresía. Una
persona que ha prometido llevar a un amigo al médico cumplirá su promesa aun cuando,
para ello, tenga que perder la oportunidad de salir con una amiga.

3. Equidad. Significa alcanzar el balance justo de intereses sin importar los sentimientos
propios y sin demostrar preferencia por ninguna de las partes involucradas en un conflicto.
La equidad implica imparcialidad o carencia de prejuicios. Ser imparcial con alguien es
escucharlo con la mente abierta, reunir todos los hechos de importancia, considerar
solamente las circunstancias que tengan relación con la decisión que va a tomar y no dejar
que los prejuicios y las cosas sin importancia afecten la manera en que tratas a los demás.
Por ejemplo, si una joven pareja de esposo observan a dos de sus hijos discutiendo, la joven
madre ejercerá la imparcialidad si escucha abiertamente a ambos mientras explican “su
versión de la historia”, antes de decidir lo que hará.

4. Respeto. Significa tomar en cuenta, o considerar, a las demás personas y sus ideas, aun
cuando no estemos de acuerdo con ellas. El respeto no se basa en la opulencia de nadie, ni
en la jerarquía laboral ni en los orígenes étnicos. Demostramos respeto al escuchar y, en

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realidad, tratamos de comprender los puntos de vista de los otros, aunque sean muy
diferentes de los nuestros.

5. Responsabilidad. Significa hacernos cargo de nuestras propias acciones y de lo que


decidimos. Los comunicadores responsables reconocen el poder de las palabras. Los
mensajes pueden dañar o tranquilizar. La información puede ser precisa o errónea. Los
comunicadores responsables están conscientes de la manera en que sus mensajes afectan a
los demás.

En nuestra vida diaria, con frecuencia, enfrentamos dilemas éticos y debemos elegir lo
que está más o menos, bien o mal. Al tomar estas decisiones, generalmente, revelamos
nuestras normas éticas.

La comunicación se aprende

Así como aprendimos a caminar, de igual forma aprendimos a comunicarnos. No obstante,


conversar representa una tarea compleja. Puesto que la comunicación se aprende, se puede siempre
mejorar las habilidades comunicativas.

Cómo mejorar nuestra aptitud comunicativa

La aptitud comunicativa es la impresión de que el comportamiento comunicativo es


apropiado y eficaz en una situación determinada. (Spitzberg, 2000). La comunicación es eficiente
cuando alcanza sus metas, y es apropiada cuando se ajusta a lo que se espera en una situación.
Creamos la percepción de que somos comunicadores competentes a través de los mensajes verbales
que enviamos y las conductas no verbales que nos acompañan.

Ya que la comunicación es un aspecto crucial de la manera en que nos relacionamos los unos
con los otros, uno de tus objetivos en este curso será el de aprender las habilidades que aumentarán
la probabilidad de llegar a ser un comunicador competente.

Spitzberg cree que la forma en que se percibe la aptitud comunicativa depende, en parte, de
la motivación, el conocimiento y las habilidades personales.

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La motivación es importante, porque sólo seremos capaces de perfeccionar nuestra
comunicación si estamos motivados, es decir, si queremos hacerlo. Es probable que la gente esté
más motivada si tiene confianza y si percibe gratificaciones potenciales.

El conocimiento es importante, porque debemos saber lo que se requiere para incrementar la


aptitud. Cuanto más comprenda la gente la manera en que debe comportarse en una situación
específica, mayor será la probabilidad de desarrollar una aptitud comunicativa.

Las habilidades son importantes, porque nos indicarán cómo actuar de forma consistente con
nuestro conocimiento de la comunicación. Las habilidades son acciones, o secuencia de acciones,
orientadas hacia un objetivo que podemos dominar y repetir en situaciones apropiadas. Cuantas más
habilidades se dominen, habrá más probabilidades de estructurar mensajes eficaces y apropiados.

La variedad lingüística

Según Coseriu, cada lengua presenta variedades internas: diatópicas, según el espacio
geográfico, diastráticas, referidas a los niveles culturales de los individuos, y diafásicas, variedades
explicables por el contexto, las circunstancias comunicativas o parámetros de situación de
comunicación. Presenta registros diferentes: formal y coloquial. Respecto a las variedades
diastráticas, existen diversos niveles: culto, medio, popular (vulgar).

Por tanto, todas las lenguas presentan variaciones, es decir, no todos los hablantes de una
lengua la usan del mismo modo. Según Susana Luque (1999:15), las variaciones que se producen en
el uso de la lengua dependen básicamente de dos factores: del distinto origen o procedencia de los
hablantes y de las distintas situaciones comunicativas en las que éstos se ven inmersos. Las
diferencias lingüísticas que tienen que ver con el origen de los hablantes constituyen las variedades
dialectales o dialectos, y las que están motivadas por las distintas situaciones comunicativas
configuran las variedades funcionales o registros.

1.1. VARIEDADES DIALECTALES

Se suelen distinguir tres tipos fundamentales de variedades dialectales: las geográficas, las
generacionales o temporales, y las socioculturales, puesto que todos los hablantes de una lengua

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proceden de una determinada zona geográfica, pertenecen a una determinada generación o
momento histórico y están integrados en un determinado grupo sociocultural. Los hablantes con una
misma procedencia comparten rasgos lingüísticos que son diferentes de los hablantes procedentes
de otro lugar, otro tiempo u otro grupo social.

Los rasgos lingüísticos propios de la zona geográfica en la que se aprende la lengua y donde se
suele usar constituyen el dialecto geográfico de cada hablante. Las diferencias lingüísticas entre
zonas geográficas son consecuencias del espacio físico entre comunidades de hablantes, que impide
la interacción social y permite el desarrollo de rasgos lingüísticos distintos. Los distintos dialectos
geográficos no son usos inferiores de la lengua, sino que cada uno de ellos tiene la misma
importancia y la misma función en la zona en la que se habla. Favorecer o desprestigiar un dialecto
geográfico sobre otros responde a cuestiones o divisiones políticas o sociales, pero no lingüísticas.
Los medios de comunicación y la educación generalizada han contribuido al desarrollo de una
tolerancia de las variaciones geográficas y a que se produzca una disminución de las diferencias
más notables entre ellas (Gregory y Carroll, 1978). Por ejemplo, el español, que se habla en más de
veinte naciones, presenta muchas variedades dialectales, tanto en España como en América. Se
encuentra el español peruano, argentino, venezolano, madrileño, puertorriqueño, canario, andaluz,
cubano, etc. Cada uno de ellos presenta sus peculiaridades léxicas, morfosintácticas y fónicas. Ej. El
español de un hablante argentino:

¿No te das cuenta? Ésta es una familia de locos. ¿Vos sabés quién vivió en este altillo durante
80 años? La niña Escolástica. Vos sabés que antes se estilaba tener algún loco encerrado en la
pieza del fondo. Escolástica era una loca mansa. ¿Sabés lo que pasó? Vení, mirá: son los restos de
la legión Lavalle en la quebrada de Huamahuaca.

Además de proceder de una zona geográfica, los hablantes viven en un momento histórico
determinado y pertenecen a una generación determinada. Las lenguas cambian con el tiempo:
rasgos lingüísticos de uso general en una época no lo son en otra. Compárese, por ejemplo, la
lengua de Cervantes con la de Galdós.

Primer párrafo del capítulo I de la obra El Quijote de la Mancha (1605)

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En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un
hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor. Una olla de algo
más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los
viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda. El
resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo
mesmo, y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino. Tenía en su casa una
ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y
plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con
los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y
amigo de la caza. Quieren decir que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada, que en esto hay
alguna diferencia en los autores que deste caso escriben; aunque, por conjeturas verosímiles, se
deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la
narración dél no se salga un punto de la verdad.

Benito Pérez Galdós – Misericordia (1897)

Una mañana de marzo, ventosa y glacial, en que se helaban las palabras en la boca, y
azotaba el rostro de los transeúntes un polvo que por lo frío parecía nieve molida, se replegó el
ejército al interior del pasadizo, quedando sólo en la puerta de hierro de la calle de San Sebastián
un ciego entrado en años, de nombre Pulido, que debía de tener cuerpo de bronce, y por sangre
alcohol o mercurio, según resistía las temperaturas extremas, siempre fuerte, sano, y con unos
colores que daban envidia a las flores del cercano puesto. La florista se replegó también en el
interior de su garita, y metiendo consigo los tiestos y manojos de siemprevivas, se puso a tejer
coronas para niños muertos. En el patio, que fue Cementerio de S. Sebastián, como declara el
azulejo empotrado en la pared sobre la puerta, no se veían más seres vivientes que las poquísimas
señoras que a la carrera lo atravesaban para entrar en la iglesia o salir de ella, tapándose la boca
con la misma mano en que llevaban el libro de oraciones, o algún clérigo que se encaminaba a la
sacristía, con el manteo arrebatado del viento, como pájaro negro que ahueca las plumas y estira
las alas, asegurando con su mano crispada la teja, que también quería ser pájaro y darse una
vuelta por encima de la torre.

También los hablantes, como las lenguas, cambian con el tiempo y se desarrollan como personas,
por lo que el uso de la lengua de cada hablante cambia a medida que pasa el tiempo: no se habla
igual cuando se es niño que cuando se es joven o adulto. Los rasgos lingüísticos propios de un
momento histórico o de una generación permiten hablar de dialectos temporales o generacionales.

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En toda comunidad lingüística conviven generaciones diferentes que desarrollan unos rasgos
lingüísticos propios, distintos de los de otras generaciones, puesto que los miembros de una
generación tienen más contacto entre ellos que con los miembros de otras generaciones. El lenguaje
de la gente joven en relación con el de sus mayores es más rico y creativo, más arriesgado, pero
menos marcado por la normativa, puesto que incorpora fácilmente soluciones poco genuinas o
tradicionales; las personas más adultas suelen usar un lenguaje más estandarizado, próximo al de los
medios de comunicación; y en el lenguaje de los ancianos se aprecia frecuentemente el uso de un
mayor número de frases hechas y de palabras que a menudo son arcaísmos y que revelan la
formación y la visión que recibieron antaño (Cassany, 1994).
En el uso de la lengua se refleja la procedencia geográfica de los hablantes y el momento
histórico y la generación a la que pertenecen, pero también se refleja el grupo sociocultural del que
forman parte. En toda sociedad, la gente se organiza en distintos grupos, ya sea por cuestiones de
profesión, educación, situación económica, nacimiento, familia o religión, y esa organización social
se hace patente también en el uso de la lengua, puesto que los hablantes hacen un uso diferente y
variado de ella dependiendo del grupo social al que se pertenezca. Los rasgos lingüísticos
característicos de los diferentes grupos sociales constituyen los dialectos sociales o socioculturales.
Estas variedades socioculturales son más difíciles de establecer que las geográficas o temporales,
principalmente por dos razones: porque existe movilidad social, es decir, los hablantes pueden
moverse de un grupo social a otro; y porque determinados rasgos lingüísticos se consideran
socialmente más prestigiosos y los hablantes, dependiendo de la situación comunicativa, pueden
cambiar los hábitos lingüísticos propios de su grupo por otros de mayor reconocimiento social. No
obstante, se puede constatar que las personas que tienen una actividad común comparten
características lingüísticas, principalmente léxicas, exclusivas del grupo y, en algunos casos,
difíciles de entender por personas ajenas al mismo. Piénsese, por ejemplo, en el lenguaje que se
desarrolla entre los informáticos (megas, navegar formatear, etc.), los estudiantes (profe, roche,
etc.),o en el que usan ciertos grupos socialmente marginales (puntazo, preciosos, roberto, etc.).
Los tres tipos de variación dialectal –geográfica, temporal y social – son características bastante
fijas en los hablantes, pero la experiencia lingüística y el conocimiento de los distintos dialectos
permiten que un hablante asuma los hábitos lingüísticos de otro lugar, otro tiempo u otra
generación, o de otro grupo social, por razones como el humor, el arte, la actividad profesional, etc.,
incluso pueden llegar a cambiar su variedad dialectal, consciente o inconscientemente, por una
readaptación en sus circunstancias personales (cambios de residencia, cambios laborales, cambios
sociales, gustos personales, etc).

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1.2. VARIEDADES FUNCIONALES O REGISTROS

Cada situación comunicativa requiere unos recursos lingüísticos propios, una selección
específica de palabras, expresiones y estructuras, puesto que las situaciones comunicativas pueden
ser muy variadas (conversar con un amigo, impartir una conferencia, escribir una carta personal,
intervenir en un programa de radio, etc.). Esos rasgos lingüísticos específicos, léxicos y
gramaticales, que el hablante asocia con una determinada situación comunicativa constituyen lo que
se denomina registros lingüísticos.
Las variaciones lingüísticas entre registros están determinadas por los cuatro factores que
constituyen toda situación comunicativa: el tema, aquello de que se habla o escribe; el canal por el
que transmitimos la información; la intención con la que nos comunicamos; y la relación que se
establece entre los interlocutores. La interrelación de estos factores en una situación de uso concreto
determinará la elección de unos determinados rasgos lingüísticos, aquellos que se consideren más
apropiados para la situación comunicativa en cuestión, es decir, un registro específico.
La intención con la que nos comunicamos determina el uso de la lengua, pues según el
propósito que se persiga con la comunicación (persuadir, divertir, informar, entablar relaciones,
criticar, etc.) se optará por unos rasgos lingüísticos determinados: lo que mejor sirvan a esa
intención comunicativa.
El canal de transmisión, la realidad física concreta que hace de vehículo de la comunicación,
también condiciona el uso de la lengua. Los dos canales de transmisión lingüística son el canal oral
y el canal escrito, y todos los otros medios por los que podemos comunicarnos actualmente, como el
teléfono, el fax, la televisión, Internet, etc., aunque con características propias, se apoyan en el habla
o en la escritura. La comunicación oral y la escrita constituyen actividades diferentes que requieren
recursos lingüísticos distintos.
Otro factor que determina el uso de rasgos lingüísticos propios de una situación comunicativa
es el tema de que se habla o escribe. Tratar temas (deportes, matemática, medicina, pesca, etc.)
exige utilizar la lengua de modo diferente, y de hecho, donde más se aprecian las diferencias
lingüísticas al tratar distintos temas es en el léxico, porque es el componente que asume la principal
carga semántica referencial del texto. Para hablar o escribir sobre temas generales, se suelen utilizar
palabras de uso común, pero cuando se tratan temas más especializados se suele hacer un uso más
preciso del léxico, con mayor cantidad de palabras técnicas y cultismos. Pero el mismo tema puede
tratarse con diferentes grados de especialización, dependiendo de los interlocutores, del canal de

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transmisión o del propósito comunicativo. Un médico en un congreso hablará de cefalalgia, pero si
en su casa le preguntan qué le pasa, posiblemente dirá que le duele la cabeza.
El tratamiento lingüístico del tema plantea la cuestión de los lenguajes especializados o
técnicos, en contraposición a los generales. Algunas actividades especializadas de nuestra sociedad
restringen tanto el lenguaje que utilizan que sólo es totalmente comprensible para quienes conocen
esa especialidad, como ocurre en el campo de la economía, la medicina, la informática y otros
ámbitos de la ciencia y la técnica. En estas ramas técnicas, destaca el uso de un léxico muy
específico, exclusivo de su campo (por ejemplo, molécula y neutrón en el lenguaje de la física;
fonema y alófono en el lenguaje de la lingüística), o bien términos comunes de la lengua general,
pero con un significado determinado, restringido mediante la copresencia constante de otros
términos: por ejemplo, en el lenguaje de la lingüística se coloca habitualmente la palabra voz con
activa o pasiva y la palabra modo con indicativo o subjuntivo, lo que distingue estos dos elementos
de la voz alta o baja, y de los modos que pueden ser buenos o malos en la lengua más general o
común (Gregory y Carroll, 1978).
La relación que se establece entre los participantes en un acto comunicativo también supone la
elección de unos rasgos lingüísticos que reflejen esa relación, puesto que no utiliza la lengua de la
misma manera para decirle a un amigo que no puede ir a una reunión porque tiene una cita con el
médico, que si necesita pedir permiso al jefe para asistir a esa misma cita. La relación que haya
entre los interlocutores en una situación comunicativa concreta determinará el grado de formalidad
o familiaridad de su discurso, es decir, el discurso será formal, informal o coloquial. Cuanto mayor
sea el grado de familiaridad entre los interlocutores, más frecuentes son los rasgos lingüísticos que
se consideran socialmente menos formales, y es menor la necesidad de que la información esté
verbalmente explícita. Cuantos más conocimientos compartan dos personas, menos necesitan hablar
de ello y por eso pueden evitar las referencias directas a la situación comunicativa. Y cuanta menos
familiaridad haya entre los interlocutores, más frecuentes serán los rasgos lingüísticos formales,
como indicadores de cortesía o de respeto, y más necesario se hace que la información esté
verbalmente explícita. En estos casos, se tiende a la corrección gramatical y a la amplitud de
vocabulario, frente a la menor propiedad gramatical y a los frecuentes recursos expresivos
(exclamaciones, aumentativos, diminutivos, elipsis, etc.) de las situaciones menos formales.
La marca lingüísticas de formalidad o familiaridad no tienen un valor absoluto, es decir, no se
puede trazar una frontera entre lo coloquial y lo formal, sino que constituyen una escala de rasgos
que pueden ir de lo más familiar o coloquial a lo más formal, puesto que el valor de formalidad o
informalidad que se le da a un rasgo lingüístico depende del uso social que de él hagan los usuarios
de la lengua. Si una palabra, un giro lingüístico o una estructura gramatical se suele usar en

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situaciones comunicativas familiares o coloquiales, generalmente queda marcado entre la
comunidad de hablantes con ese valor y lo conserva cuando se usa en otras situaciones distintas,
más formales.
Por otro lado, el valor de formalidad o familiaridad que se asocia con un rasgo lingüístico puede
variar mucho a lo largo del tiempo. Gregory y Carroll (1978) presentan los cambios sufridos en el
valor de formalidad que se asocia con las formas tu y vous en francés con el paso del tiempo, caso
que puede aplicarse perfectamente al español. La elección entre el tú y el usted (en singular) para
dirigirse alguien ha dependido, en español peninsular, de distintos factores a lo largo de la historia.
En una época, la forma usted indicaba una posición social adquirida, independientemente del grado
de familiaridad que hubiera en la relación: los sirvientes se dirigían a sus señores con usted y éstos a
los sirvientes con tú, y los hijos llamaban a los padres de usted y éstos a los hijos de tú; quienes
tenían posiciones sociales equivalentes se llamaban de usted o de tú, según la clase a la que
pertenecían. Así, la elección de este rasgo de formalidad o familiaridad estaba determinada en esta
época por el grupo social al que se pertenecía, y este uso marcó el dialecto social. Posteriormente,
las cosas cambiaron (lo que convirtió el uso anterior en una marca de dialecto temporal o
generacional) y el uso de tú pasó a ser un indicador de familiaridad y solidaridad frente al de usted,
que indicaba formalidad y respeto: los hijos y los padres se llamaban de tú; entre amigos y
familiares se usaba el tú informal y el usted, más formal, se reservaba para el uso con extraños. Pero
de nuevo se dieron cambios, y actualmente la forma tú se suele utilizar de forma general entre la
gente de la misma generación, aunque los interlocutores sean extraños o recién conocidos; la forma
usted puede usarse –aunque cada vez menos – entre los jóvenes para dirigirse a una persona mayor
como señal de respeto, o entre la gente de la generación de más edad porque lo usan con un valor
que tenía en otro tiempo y que ellos todavía conservan. Si usásemos de manera general la forma
usted entre la gente de nuestra generación o de generaciones próximas daría lugar a comentarios,
sería chocante, o podría interpretarse como irónico o burlesco, y posiblemente se consideraría como
un rasgo conservador y propio de otro tiempo.
Parece que es posible asociar unos rasgos lingüísticos concretos con determinadas situaciones
comunicativas. Esto es cierto en parte. Cuanto más típica o estereotipada sea una situación
comunicativa, más restringida será la gama de opciones lingüísticas que se pueden elegir y, por
tanto, será más fácil definir el registro adecuado a esa situación. Por ejemplo, el protocolo de los
círculos diplomáticos es una situación muy estereotipada donde las opciones en el uso de la lengua
están muy restringidas, muy marcadas y, por tanto, es relativamente fácil definir el registro
lingüístico asociado a esta situación. Pero hay situaciones comunicativas en las que es posible el uso
de una gama de opciones lingüísticas más amplia. Una conferencia, por ejemplo, es una situación

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que permite el uso de distintas opciones lingüísticas, dependiendo del tema o de la relación entre los
interlocutores, por lo que es más fácil definir el registro propio de esa situación comunicativa,
aunque siempre habrá rasgos lingüísticos recurrentes en ella (Gregory y Carroll, 1978). En el
esquema 1, a modo de síntesis, se ofrece el mapa conceptual de una situación comunicativa.
Por todo lo señalado hasta ahora, podemos concluir que cualquier texto o discurso presenta un
registro determinado, que puede ser más o menos predecible, según sea la situación comunicativa
que refleja. Los rasgos lingüísticos que seleccionamos para configurar el registro resultan de la
interrelación de los cuatro factores señalados de variación situacional o funcional que delimitan
toda situación comunicativa: el tema, el canal, el propósito comunicativo y la relación social entre
los interlocutores. Sin embargo, generalmente suele predominar una variable situacional sobre las
otras a la hora de configurar el registro lingüístico. Un mismo tema y una misma intención
comunicativa pueden reflejarse en distintos grados de formalidad o familiaridad, según la relación
que exista entre los interlocutores. Por ejemplo, una conferencia se suele considerar una pieza
lingüística de registro formal; pero según el público que tenga puede hacerse de forma espontánea,
con un estilo improvisado y otros rasgos lingüísticos propios del discurso informal. Otras veces, es
la intención comunicativa la que determina la elección de rasgos lingüísticos, pues ante un mismo
tema, canal e interlocutores, se escogen aquellos rasgos lingüísticos que mejor sirven al propósito
comunicativo perseguido. Un anuncio publicitario intenta generalmente persuadir o convencer, y es
esa intención la que define su estructura y las opciones lingüísticas que en él aparecen, teniendo en
cuenta, al mismo tiempo, a quién se dirige el anuncio (interlocutores), de qué trata(tema) y por qué
canal se transmite.
El registro refleja la situación comunicativa en la que se produce un texto, pero también
manifiesta indirectamente los conocimientos y la experiencia del hablante. Es conveniente que los
hablantes conozcan los criterios y normas sociales que determinan qué variedad lingüística o
registro es más adecuado para cada situación comunicativa, y al mismo tiempo, también conviene
controlar diversos registros lingüísticos y tener capacidad para cambiar de uno a otro según la
situación. Además, el cambio y el desarrollo de la sociedad (avances en la ciencia, la técnica,
nuevos deportes, etc.) determinan la aparición de nuevas situaciones comunicativas y,
consecuentemente, de nuevos registros, por lo que a medida que los hablantes entran en contacto
con nuevas situaciones comunicativas necesitan ampliar su repertorio lingüístico, su gama de
registros, para acomodarlo a esas nuevas situaciones. Si no se emplea el registro adecuado en cada
situación comunicativa, posiblemente consigamos comunicarnos, pero también es posible que se
nos considere torpes, maleducados o risibles. Por ejemplo, un mandatario presidencial se expresaba

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así: Tendremos un chorreo de divisas..., registro muy informal para una situación comunicativa
formal: un discurso de un mandatario, dirigido a la población en general.
Los rasgos lingüísticos que configuran las variantes funcionales o registros también dependen
de las variedades dialectales, puesto que la selección de rasgos lingüísticos adecuados a una
situación comunicativa se hace siempre entre aquellos rasgos que están disponibles para el hablante,
según su dialecto geográfico, temporal o generacional, y sociocultural. Esta relación entre variantes
funcionales y variantes dialectales se aprecia, por ejemplo, en la elección de las marcas lingüísticas
de formalidad o informalidad de un texto. Estas marcas dependen básicamente de la relación que se
establezca entre los interlocutores, pero también están condicionadas por el dialecto geográfico,
pues según la zona geográfica, una palabra puede sentirse como más o menos coloquial. Cassany
(1995) señala que en el español de América la forma liviano es más coloquial que ligero, y la forma
prieto es más coloquial que oscuro o negro, al contrario de lo que ocurre en el español peninsular.

1.3. DIALECTO INDIVIDUAL O IDIOLECTO

Todos los textos o discursos se enmarcan en una variedad dialectal y se configuran en un


registro lingüístico. Pero además, la individualidad de cada hablante también se refleja en la lengua.
En general, todos los hablantes pueden reconocer en ellos mismos o en otros hablantes expresiones
preferidas, giros sintácticos particulares o pronunciaciones personales: es la manifestación de la
singularidad en el uso de la lengua por parte de cada individuo. El conjunto de los rasgos
lingüísticos específicos de cada hablante constituye su dialecto individual o idiolecto.
La individualidad lingüística es consecuencia de la interrelación de distintos factores: de los
rasgos dialectales (geográficos, sociales y generacionales) de cada hablante; de la variedad de
registros que conoce y que es capaz de usar; y, finalmente, de sus circunstancias personales
(entorno familiar, cambios de residencia, influencias culturales, etc.) y sus preferencias particulares
(en estructuras gramaticales, en vocabulario, etc.).
La experiencia lingüística acumulada como hablantes nos permite saber qué rasgos dialectales y
qué marcas lingüísticas (registro) son más adecuados en cada situación comunicativa, pero
elegiremos siempre aquellas expresiones habituales en nosotros que sean compatibles con la
situación comunicativa en que nos encontremos. Por ejemplo, generalmente los hablantes tienen
capacidad para acomodar su discurso en distintos puntos de la escala de formalidad según la
situación comunicativa, pero seleccionan las marcas de formalidad de acuerdo con sus variantes
dialectales y, sobre todo, de acuerdo con sus rasgos lingüísticos individuales.

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El idiolecto es muy difícil de describir porque va cambiando a medida que el hablante
evoluciona o se desarrolla, tanto en lo personal como en lo social. De alguna manera, las
preferencias lingüísticas son un reflejo de las distintas actividades que un hablante desarrolla a lo
largo de su vida, de los valores que va adquiriendo, de los cambios en la ideología, de las distintas
experiencias personales, y de los cambios sociales en los que se ve inmerso. El estilo personal de
usar la lengua cambia con la persona, y se usan distintos estilos en diversas etapas de la vida, pero
todos ellos son siempre reflejo de la individualidad de cada uno.

2. Uniformidad y diversidad lingüísticas

Las lenguas están siempre cambiando para adaptarse al entorno en que se usan, y el resultado de
esa adaptabilidad de la lengua a las necesidades de su uso es la diversidad, la variedad lingüística.
Actualmente, la lengua española es un conjunto de variedades lingüísticas diferenciadas por el
territorio geográfico, por el estrato social, o por la generación de edad; e igualmente presenta
distintos registros definidos por el tipo de situación comunicativa y por el ámbito de la actividad en
que se usa la lengua. Así, puede decirse que una lengua es la suma de todos sus dialectos y que cada
dialecto es una forma particular de usar la lengua.
Esta diversidad lingüística puede verse como un problema si nos acercamos a ella con
prejuicios lingüísticos que menosprecian o favorecen unas variedades sobre otras. Pero estos
prejuicios son ajenos a la lengua, pues no hay ningún criterio lingüístico que otorgue a una
determinada manera de hablar más validez que a otra: no hay pronunciaciones, expresiones o
estructuras mejores o peores, en todo caso hay variantes más o menos adecuadas a las diferentes
situaciones comunicativas. La variedad lingüística es perfectamente lícita y natural, y no constituye
en sí misma un problema, al contrario, puede ser muy provechosa, si nos se utilizan las diferencias
únicamente como marcas de segregación personal o social. La diversidad es buena en tanto “que
permite que los hablantes mejoren su conocimiento de la realidad en que viven y se comuniquen
mejor en ella” (Garrido Medina, 1994:17).
Pero no se debe olvidar que una de las funciones principales de la lengua es servir como
instrumento de comunicación y permitir el intercambio de información entre todos sus hablantes. Si
ésta es la finalidad con la que se usa una lengua dentro de la variedad se hace necesaria una cierta
uniformidad que permita el intercambio comunicativo entre todos los hablantes de la comunidad
lingüística. Y de esta necesidad de entendimiento surge lo que se conoce como variedad estándar de
una lengua.

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La variedad estándar es la variedad de comunicación interdialectal, y su función es facilitar
al máximo la comunicación entre los distintos hablantes de una lengua. Es el uso más uniforme de
la lengua, el común, el que permite el entendimiento entre todos los que hablan la misma lengua. Es
la lengua que se aprende en las escuelas, la que se enseña a los extranjeros, la lengua empleada en
conferencias, clases, debates políticos, en el periodismo serio y en otros muchos ámbitos. Por eso
esta variedad debe entenderse como algo flexible y representativo de todo el ámbito de la
comunidad lingüística, que puede incluir todos aquellos matices dialectales que no impidan la
comprensión. Así como la diferencia en el ritmo o en la cualidad de la voz no impiden el
entendimiento entre los interlocutores, determinadas pronunciaciones, rasgos morfológicos u
opciones léxicas muy conocidas no son obstáculo, tampoco, para la comunicación interdialectal.

La lengua estándar no es otra cosa que la forma de lengua socialmente aceptada como la más
adecuada para los contextos formales de uso: ceremonias oficiales, por ejemplo. (Bernárdez,
1999:38)
La relación entre variedad estándar y variedades dialectales no debe establecerse en términos de
prestigio de la una sobre las otras, sino en términos de adecuación comunicativa. Los hablantes usan
el estándar, la variedad más común, en aquellas situaciones comunicativas que así lo requieren,
porque es necesario hacerse entender por el mayor número de interlocutores, por ejemplo, la
variedad estándar empleada en los programas informativos serios transmitidos por los medios de
comunicación social, cuya cobertura es amplia y general. Pero pueden mantener su variedad
dialectal siempre que la situación comunicativa no lo requiera, en aquellas actividades o ámbitos de
comunicación en que saben que sus particularidades no entorpecerán el buen entendimiento.
Si se entiende la cuestión de la variedad y la uniformidad lingüísticas en términos de
adecuación comunicativa y no de prestigio, la corrección lingüística también debe entenderse en
este sentido, como adecuación a las distintas situaciones de uso de la lengua, y no debe valorarse en
términos de soluciones u opciones de mayor validez o prestigio social, sino en términos de
adecuación, de utilidad comunicativa, entendiendo lo correcto como la más adecuada y conforme a
cada tipo concreto de comunicación.
Por otro lado, no se debe identificar la variedad estándar con la “norma”. La lengua normativa
es lo que su nombre lo indica una norma social a la que deben atenerse los hablantes y, sobre todo,
los escritores. Lo que no está en la lengua normativa es incorrecto. Por ejemplo, el presente del
subjuntivo normativo del verbo haber es haya, y la forma hayga es incorrecta, debe evitarse y no se
enseña ni a nativos ni a extranjeros. Si hablamos la lengua normativa, estamos hablando la lengua
estándar, pero no siempre ni necesariamente a la inversa.

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Es evidente que hay una norma general de corrección lingüística que emana de la propia
estructura de la lengua, pero, así como la lengua cambia con el tiempo, esta norma también puede
verse modificada por la realidad de uso. La variedad estándar es, como se ha señalado, la variedad
más frecuente y común, y como es siempre lo más común y general lo que tiende a imponerse en el
uso, en ocasiones éste se impone a la norma y hace que ésta varíe.

Actividades

1. Lea los dos textos siguientes:


a)Señale el predominio de los distintos factores de variación situacional (tema, canal,
intención e interlocutores) en la configuración del registro lingüístico de cada texto.
b)Indique los principales rasgos lingüísticos que permiten asociarlos con distinto nivel de
formalidad.

Cuando visitamos la casa de Juan, lujosamente adornada, pudimos cerciorarnos de la


veracidad de sus palabras cuando la describió tal como era. Nos invitó entrar, pero Pedro y
yo nos sentimos avergonzados, pues nuestro modo de vestir contrastaba con la fastuosidad
de la casa. Al presentarnos a su madre, con seguridad, ella se sorprendería de nuestros
informales y descuidados trajes. Inesperadamente, apareció Melixa, hermana de Juan, una
chica muy bella, presumida y poco inteligente. Apenas nos saludó y se retiró rápidamente,
por lo que decidimos salir de la casa.

Cuando llegamos a la jato de Juan, chineamos lo tuca que era ésta. Comprobamos que no
era bla, bla, bla lo que decía este pata acerca de su jato. Nos hizo pasar, pero Pedro y yo
tuvimos roche, porque estábamos huachafos y seguro que su vieja nos chinearía como
bichos raros por nuestra ropa. ¡Pucha! salió Melixa, la hermana de Juan, una jerma bien
rica, pipirinais y bien taba. Con las justas, abrió la boca para hablarnos y se quitó ..., mejor
nos quitamos de su jato.

2. Señale, para cada uno de los enunciados siguientes, el grado de formalidad o familiaridad
que presenta, y comente los rasgos lingüísticos que lo determinan.

a) Pese a las frecuentes revisiones técnicas, el auto seguía funcionando mal.


b) Veo que está que se duerme durante la conferencia sobre Ruidos Ambientales.

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c) Se intensificó la búsqueda de la avioneta perdida hasta altas horas de la noche.
d) Algunos miembros de la Junta no firmaron el acta de la reunión.
e) En la reunión última, se acordó mejorar el sistema de riego del campo.
f) Ayer, por la tarde, pasié con mi amigo por los principales lugares de la ciudad.
g) Dijo de que podíamos entrar cuando querramos a la biblioteca especializada.

3. Indique qué factor de variación situacional predomina en la configuración del registro de


los textos siguientes y qué rasgos lingüísticos le permiten determinarlo.

a) El banco emisor pretende liberalizar el mercado de dividas mediante un mayor


desarrollo de las coberturas de riesgo de cambio e introduce para ello instrumentos
como las permutas financieras y los futuros sobre divisas que quedan por primera
vez regulados.

b) La presentación de padrones no es una cuestión adjetiva. Aparte de demostrar


voluntad democrática y de transparencia, es un requisito fundamental para los
procesos de democracia interna, que deben llevar a elegir, a partir de octubre, a los
candidatos para presidente, vicepresidente y las listas parlamentarias.

c) Mientras Ecuador se puso tercero con 20 puntos, Perú con el empate de ayer
apenas sumó 14 unidades y se unió a Colombia, Chile y Venezuela que tienen la
misma cantidad de puntos. Para tentar por lo menos el quinto lugar, hay que
totalizar 25 ó 26 puntos, situación muy difícil cuando sólo quedan cinco fechas por
jugarse, es decir, quince puntos en juego.

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