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Instituto Matríztico

Co-Fundado por:
Humberto Maturana & Ximena Dávila

Seminario Taller:
El Poder de la Ciencia y la Espiritualidad

Invitación Reflexiva:
BIOLOGIA-CULTURAL
Fundamentos para una nueva comprensión de lo vivo y lo humano

Somos seres humanos y como tales somos seres de naturaleza amorosa que
en nuestro presente, sin embargo, vivimos y convivimos en una cultura
patriarcal/matriarcal que podemos caracterizar por conversaciones de
dominación y sometimiento, de desconfianza y control, de competencia y
eficiencia, de agresividad y arrogancia.

De este modo participamos en conversaciones en que se nos dice que


debemos controlar nuestras emociones y que debemos comportarnos de
manera racional. Y, comúnmente, quien nos dice eso lo que desea es que nos
comportemos de acuerdo con alguna norma o preferencia suya.

En este sentido, vivimos en conversaciones que contraponen emoción y razón


como si fuesen dimensiones opuestas de nuestro vivir y convivir. Se nos dice
que lo emocional niega lo racional y que esta última es nuestra característica
más importante como seres humanos. Buscamos la eficiencia y la efectividad,
alcanzar el éxito y eludir el fracaso. Y decimos que para ello la inteligencia, la
creatividad o la innovación son fundamentales.

Se nos habla de la importancia de las inteligencias múltiples, de la inteligencia


emocional, o de la educación emocional. Se valora el emprendimiento y la
productividad, la estrategia y la planificación. Y para ello se nos dice que la
competencia es sana y una fuente fundamental para alcanzar tales habilidades.
Se nos dice que el conocimiento da poder y que la gestión del conocimiento es
clave en el mundo moderno.

Se habla de cuidar el medio ambiente, de avanzar en la producción con valor


agregado y la sustentabilidad, y de la transformación tecnológica que mejorará
nuestra calidad de vida.

Se plantea que la educación es un pilar fundamental para el desarrollo de


nuestros pueblos y que debe estar orientada a entregar los profesionales que el
mercado deseado requiera. Se dice que la política debe interesarse por los
problemas concretos de la gente y que el estado debe modernizarse para
acercarse a la vida cotidiana de las personas.

Por último, se nos dice que para que todo lo anterior sea posible, requerimos
de líderes ecológicamente conscientes y sistémicos, que promuevan el trabajo
en equipo, la creatividad, la innovación, la eficacia y la eficiencia, que aprendan
de los errores y se orienten al futuro, conduciendo a nuestras comunidades,
instituciones u organizaciones, y a través de ellas a la sociedad, a un salto
cualitativo en la calidad de vida y el progreso.

Se nos dice o decimos todo ello en un presente en que el hambre, la pobreza,


las enfermedades, la contaminación, el calentamiento global y las guerras son
las consecuencias concretas y sistémicas de nuestro modo de vivir.

En ese nicho, buscamos la aplicación de ideas nuevas para resolver nuestros


problemas viejos. Aunque tal parece que por más nuevas que sean las ideas, si
los modos de vivir son los mismos a poco andar se cae en las mismas
consecuencias sistémicas antes citadas.

Y si, como decíamos al comienzo, tales modos de vivir niegan la emoción como
el fundamento de nuestro vivir y convivir, difícilmente podremos ver que no
vemos. No podremos entender cómo es que hacemos lo que hacemos y
seguiremos atrapados en que las cosas existen con independencia de nuestro
hacer, creyendo que los problemas humanos se resuelven sólo a través de la
razón. Seguiremos luchando contra la realidad o adaptándonos a ella, sin ver
que el mundo que vivimos surge con nuestro vivir y convivir.

Sin ver que aún cuando lo racional nos diferencia de otros animales, lo humano
se constituye cuando surge el lenguaje, en la conservación de un modo
particular de vivir en el entrelazamiento de nuestros haceres y emociones que
es el conversar.

Y que, por ello, es que aparece nuestra habilidad de resolver cualquier


diferencia racional o emocional, conversando.

Y que, por lo mismo, la emoción es el fundamento relacional de nuestro hacer y


des-hacer en el mundo que vivimos. Y que nuestra existencia humana se
realiza en el lenguaje y lo racional, pero siempre desde lo emocional.

A través de esta invitación reflexiva entonces, entenderemos que los problemas


en las comunidades humanas (cualesquiera que ellas sean) surgen de
conflictos humanos, y que los conflictos humanos surgen de problemas
emocionales que pueden surgir en el entrecruzamiento inconsciente de deseos
contradictorios, y que se pueden resolver desde la reflexión que permite, como
un acto en la emoción, mirar esos deseos y hacerse cargo de si uno quiere o
no quiere el mundo y el habitar que surgiría si uno dejase que uno u otro de
esos deseos guiase su hacer.

Para comprender de manera adecuada lo anterior debemos entender la clase


de seres que somos como seres vivos y como seres humanos, y lo
fundamental que es entender desde allí, el arte y ciencia del conversar para
realizarnos como tales conservando en el vivir y convivir, en cualesquiera que
sea el ámbito de convivencia, un bien-estar que surja del respeto por uno
mismo, por el otro, la otra y lo otro, si es que es eso lo que deseamos
conservar.
Esa es nuestra invitación. Se trata de conocer los elementos básicos de
nuestra naturaleza como seres vivos y seres humanos, de entender como ellos
se realizan en nuestro vivir y convivir cotidiano, y de tener las acciones
adecuadas a la mano para conservar o cambiar lo que deseemos en nuestro
vivir y convivir.

Fundamentos

Vivimos en un presente cultural en el que, entre otras cosas, actuamos como si


creyésemos que la tecnología solucionará todos nuestros problemas a través
de su efectividad en producir lo que sea que queramos si sabemos como
operarla. Y esta creencia se sostiene en nuestros deseos y necesidades
profundamente sentidas de entender las coherencias de nuestro operar en los
mundos que emergen con lo que hacemos y así poder actuar en la confianza
que lo que haremos será producir el resultado que queremos. Que este deseo
y necesidad no son nuevos es aparente en la historia de uso de instrumentos,
prácticas de adivinación, presagios y modos místicos y racionales de visualizar
las coherencias del momento que podemos vivir y comportarnos de una
manera que resulte adecuada a la realización de nuestros propósitos.

Todos estos intentos por visualizar el futuro o encontrar alguna forma de


asegurarnos a través de lo que hacemos de los resultados que queremos,
incluyendo el uso de tecnologías, descansan en algún tipo de teoría implícita o
explícita de la naturaleza de la interconectividad de todo lo que ocurre en el
cosmos.

Esta actitud está fundada en la observación de la repetición básica de las


coherencias de nuestra vida cotidiana que nos muestran que si ponemos
atención en ellas, podemos frecuentemente actuar de manera adecuada al
cumplimiento de nuestros deseos. Cualquiera sea el caso, es desde el marco
de algunas observaciones conscientes e inconscientes, creencias o teorías,
que nosotros actuamos sintiendo o pensando “que debido a que todo está
interconectado en el cosmos si nosotros entendemos está interconectividad,
podemos actuar sobre ella guiando el curso de sus continuos cambios a lo
largo del camino de realización de cualquier cosa que queramos que pase”.

Más aún, nosotros frecuentemente encontramos que nuestros planes no


funcionan y que nuestra confianza en nuestras teorías y creencias falla. ¿Cómo
es que los planes generalmente no funcionan o funcionan un poco solamente,
pero insistimos en creer que si hacemos planes adecuados ellos funcionarán?,
y ¿cómo es que los planes algunas veces sí funcionan? ¿Como es que
nuestras más fundamentales y poderosas teorías acerca del mundo físico fallan
cuando las aplicamos a nosotros? ¿Cómo es que aunque somos seres
racionales capaces de explicar los misterios del cosmos, no podemos
solucionar nuestros problemas relacionales con argumentos racionales?

Todos nuestros intentos de visualizar el futuro, o de hacer una elección


adecuada en el presente respecto del curso futuro de los eventos de nuestro
vivir, descansan en la confianza implícita que sea cual sea la historia del
Universo, no es azarosa. Y, descansan además, en la confianza que sea lo que
sea que ocurra, ocurrirá de una manera ordenada, aún si no podemos imaginar
cómo es que pasa. Es desde este marco de aceptación implícita que nada
ocurre fuera del hecho, desde muy temprano en nuestra historia humana, que
los seres humanos hemos buscado características en el presente que nos
revelarían a nosotros la matriz de coherencias operacionales en las cuales
surge el presente que vivimos. Es en ese contexto que aunque ahora nosotros
no nos sentimos tan inclinados a confiar en premoniciones o adivinaciones,
confiamos en que el entendimiento directo de la “realidad” que nosotros vivimos
puede revelarnos el curso que los futuros eventos de nuestro vivir seguirán si
sabemos mirar lo que nos sucede en nuestro vivir.

Y esto ocurre no solo con los seres humanos, aunque podemos ser los únicos
seres vivos que podemos hablar acerca de eso. Los animales y las plantas
también se comportan en su vivir en una manera que revela una confianza
operacional implícita en que ellos viven en una matriz de coherencias
operacionales que no cambia de manera azarosa.

Lo que es peculiar en nosotros los seres humanos es que cuando estamos en


un ánimo productivo nosotros queremos estar seguros de que seremos
capaces de producir el resultado deseado a través de la manipulación de las
circunstancias que nosotros pensamos que lo traerá consigo en el momento
deseado. En cierta forma, ha sido el deseo de asegurar algunos resultados lo
que ha dado origen tanto a la tecnología como a la acumulación de
conocimiento. En términos generales nos referimos a la transformación de un
organismo en coherencia operacional con los cambios del medio en el que vive
como aprendizaje: nosotros aprendemos las coherencias operacionales de
nuestro vivir, viviéndolas. A este respecto, no somos diferentes de otros
organismos, pero lo que queremos enfatizar aquí es que los seres humanos
somos seres lenguajeantes y que vivimos en la confianza fundamental que si
sabemos suficiente acerca de la realidad podemos manipularla controlando el
flujo de sus continuos cambios.

Y la vida parece mostrarnos que este es en efecto el caso debido a que


podemos en verdad aprender a hacer cosas en muchos dominios
operacionales diferentes a través del desarrollo de una tecnología adecuada.
Más aún, nosotros también encontramos que las cosas no suceden como nos
gustaría que sucediesen. No dominamos la naturaleza; en el mejor de los
casos podemos danzar con ella, y para eso debemos conformarnos con sus
demandas. Si queremos que algo suceda o queremos estar seguros que
sucederá, inventamos un procedimiento (una tecnología), y diseñamos el
proceso confiando en que si el procedimiento es adecuadamente aplicado en
las circunstancias correctas se producirá el resultado deseado.

Más aún, la mayor parte del tiempo, las circunstancias correctas no suceden
por sí mismas, y tenemos que diseñarlas e imponerlas generando un proceso
que inevitablemente originará muchos cambios que luego nos encontramos con
que no queríamos que sucediesen. Cuando hacemos esto, generamos dolor,
sufrimiento, y distorsiones ecológicas que hacen a nuestra vida y la de muchos
otros infeliz, bajo la promesa que con nuestra inteligencia y creatividad
tecnológica traeremos bienestar tanto a los seres humanos como a otros seres
vivos. Pero, la mayor parte del tiempo no funciona así.

¿Qué sucede? ¿Somos malos o solo ignorantes?

Pensamos que actuamos desde la ignorancia y que no entendemos


completamente el tipo de ser que somos los seres humanos. Y que no
alcanzamos a comprender nuestra condición de seres racionales capaces de
realizar lo que sea que imaginemos si cumplimos con las coherencias
operacionales en las que queremos hacer lo que queremos hacer. Nosotros
también pensamos que si vemos y entendemos el tipo de seres biológicos que
somos como seres vivos y seres humanos, estaremos en una mejor posición
para elegir que hacer o no hacer en el habitar de la biosfera que creamos con
otros seres humanos cuando vivimos nuestro vivir. Nosotros frecuentemente
fallamos en entenderlo debido a la ceguera de la omnipotencia. Pensamos que
el vivir cultural de la era post-moderna está marcada por un vivir humano
centrado en la omnipotencia, por un sentirse y saberse capaz de todo, por un
sentir que no hay tabúes ante nuestra creatividad, y por sentir que la búsqueda
del éxito justifica cualquier cosa.

Nosotros invitamos a ver que estamos entrando en una era post-post-moderna


que surge con el proceso de darse cuenta de que el sentir de la omnipotencia
nos ciega, niega la reflexión y no nos permite ver que no tenemos que hacer
todo lo que podemos hacer sólo porque lo podemos hacer.

Los seres humanos somos seres biológicamente amorosos. La historia de


nuestro origen en el devenir de los seres vivos en la tierra se funda en el
surgimiento de la familia como un espacio acogedor de convivencia en el bien-
estar, el placer de la compañía, la cercanía corporal, la caricia y la ternura. El
linaje humano surge en la conservación, de una generación a otra, del convivir
en el placer de hacer cosas juntos que hace posible el surgimiento del vivir en
el convivir amoroso de coordinaciones de coordinaciones de haceres creador
de mundos que es el lenguaje. Y en este convivir amoroso creador de mundos,
lo humano surge como tocado por la belleza en un sentir que le deja ser, y que
en el curso de la historia le abre las vistas del sentirse parte de un entorno
amoroso que lo acoge. Entorno amoroso éste que le va entregando al ser
humano todo lo que necesita para su vivir en una temporalidad sin urgencias
que le regala el espacio de la mirada que capta las configuraciones de su
existencia, a la vez que la mirada reflexiva que quiere entender y poseer el
alma de todo. Y, como diría un místico, nos encontramos ahora como
resultado de esto en la vorágine de la simultánea posesión divina y demoníaca
que cree poder unir la sabiduría con el poder, en la contradicción de la
omnipotencia que es la gran tentación del quehacer de líderes políticos,
empresariales u otros ámbitos de la era post-moderna. Era que al mismo
tiempo que nos hunde en la tentación de la omnipotencia, nos introduce, al
hacer posible la recursión del saber que se sabe que se sabe lo que se sabe, al
comienzo del transito a la era post-post-moderna en el resurgimiento de la
consciencia ética que trae el ver al fin el daño y el dolor que genera la ceguera
productiva del que cree que todo lo posible es legítimo en el ámbito humano.
Al pensar así inventamos argumentos que justifican ese pensar y el actuar que
ese pensar justifica, ocultando los deseos que nos llevan a actuar así.

Cuando el dolor y el sufrimiento que generamos continuamente desde la


ceguera de la omnipotencia de la era post-moderna se hacen tan grandes que
los vemos, nos conmueven y nos empujan a ver que vemos lo que vemos,
abriéndonos el camino a una reflexión ética que nos hace responsables, e
inicia el paso a la era post-post-moderna.

Pero, ¿cómo es que nos conmueven el dolor y el sufrimiento de otros?


¿Cómo es que cuando hay momentos en que ese dolor y sufrimiento se hacen
muy intensos vemos a otros, y su dolor y sufrimiento se hacen nuestros aún
cuando usamos distintas clases de argumentos racionales para desdeñarlos?
Ese ver no proviene de una inspiración mística, filosófica o racional, sino que
de nuestra biología, de nuestra constitución básica como seres amorosos.
Cuando eso sucede en nuestro ver, y vemos que vemos lo que surge de
nuestras actividades productivas, vivimos una reflexión ética porque lo que
vemos es nuestro vivir y convivir. Y es desde la reflexión ética que surge
desde el fondo de nuestro ser biológico amoroso al ver el dolor y destrucción
que la psiquis de la omnipotencia genera en el mundo viviente que nos
constituye y nos conserva, que queremos mostrar las posibilidades de bien-
estar que el cambio de consciencia en el quehacer productivo está a punto de
generar al iniciarse el tránsito a la era post-post-moderna.

Cual dijimos más arriba, la era post-post-moderna es la era en que somos


conscientes de que si no actuamos de acuerdo a lo que sabemos que sabemos
nos mentimos a nosotros mismos y mentimos a otros, incluso a nuestros hijos y
a los hijos de nuestros hijos: “cuando se sabe que se sabe no se puede
pretender que no se sabe sin mentir”. Cuando uno sabe que sabe ya no se
puede hacer el leso.

Si miramos con más profundidad lo que implica el cambio de consciencia que


la expansión ciega del quehacer empresarial y/o político abren desde las
consecuencias de su hacer, podemos iniciar con ello conscientemente el paso
desde la era post-moderna a la era post-post-moderna, o negarlo.

Todo cambio de consciencia implica un cambio de sustrato epistemológico en


el vivir, y viceversa, todo cambio epistemológico constituye un cambio de
consciencia relacional en el hacer. El cambio de consciencia se hace aparente
como un cambio en nuestra sensorialidad, lo que constituye un cambio en el
sentir y el mirar que permite ver lo que no se veía, en un proceso que amplía el
darse cuenta del presente que se vive y de las consecuencias relacionales que
ese vivir implica. El cambio de sustrato epistemológico se hace aparente como
un cambio en la trama fundamental de los haceres relacionales que configuran
el vivir que se vive.

Este cambio de consciencia que nos empuja a la reflexión ética tiene


consecuencias tan fundamentales como cambio en nuestra sensorialidad,
nuestro emocionar y nuestro actuar, y desde esta transformación ocurre un
cambio básico en el sustrato epistemológico en que fluye nuestro convivir que
resulta en la disolución de las dicotomías o dualismos que vivimos.

Todo se transforma, se transforma lo que pensamos, el como conocemos el


mundo que generamos con nuestro vivir y convivir, y en ello cambian también
nuestros deseos, gustos, preferencias, y es desde este cambio de sentir tan
fundamental es que hablamos de sustrato epistemológico. Un cambio en el
sustrato epistemológico en nuestro hacer, tiene una forma operacional
espontánea desde el fundamento biológico-cultural que lo hace posible.

Y es esa dimensión del proceso formativo al que estamos invitando lo que nos
da la confianza que este saber que sabemos que sabemos puede hacer la
diferencia si es que es eso lo queremos. Un saber que sabemos que sabemos
que evocamos al distinguir la biología- cultural.

Biología-Cultural

La Biología-Cultural no es una teoría o una ciencia, sino que es la dinámica


operacional generadora del nicho o matriz relacional donde se da la existencia
humana. Así la noción Matriz Biológico-Cultural de la Existencia Humana
connota el entrelazamiento biológico-cultural del vivir humano en redes de
conversaciones.

Las redes de conversaciones que constituyen el vivir cultural humano han


modulado y modulan el curso del fluir biológico del vivir humano, y el fluir
biológico de la realización del vivir del ser humano ha modulado y modula el
curso del vivir cultural de lo humano. Todo esto en un entrelazamiento
recursivo que surge con el linaje humano en la conservación transgeneracional
del conversar al surgir éste en la familia ancestral. La Biología-Cultural es el
ámbito relacional-operacional en el que ocurre este proceso en la historia
evolutiva de nuestro linaje.

La Biología-Cultural es, entonces, lo peculiar del linaje humano y es en ella


donde todo lo humano ocurre. Todo lo que los seres humanos vivimos lo
vivimos en y desde la biología cultural, ya sea arte, ciencia, tecnología, religión,
filosofía, deporte, ocio o simplemente el vivir los quehaceres propios de la
conservación del vivir.

El fluir del vivir humano en la biología-cultural es lo que constituye el vivir


humano en el lenguaje como un vivir generador de mundos que surgen como
expansiones de las matrices operacionales y relacionales del vivir humano
cotidiano fundamental.

¿Qué es lo central del vivir biológico?

La dinámica de conservación y transformación de los procesos arquitectónicos


cambiantes que constituyen instante a instante la realización del vivir de un
organismo.

¿Qué es lo central del vivir cultural?


La dinámica de conservación de modos de sentir, pensar, hacer explicar y
reflexionar que como redes cerradas o abiertas de conversaciones recursivas
configuran los sentires, pensares, haceres y explicares que se aceptan como
fundamentos válidos conscientes o inconscientes que constituyen de manera
espontáneos el fluir del presente cambiante continuo del vivir cotidiano.

El vivir humano en tanto un convivir cultural en redes de conversaciones inicia


un devenir que da origen a los distintos modos de vivir y convivir que
constituyen los distintos mundos biológico-culturales que vivimos como
distintas realidades o matrices biológico-culturales del vivir.

¿Para qué todo esto?

La ampliación de la comprensión de la clase de seres que somos los seres


humanos genera bien-estar en el vivir relacional en las personas y
comunidades, generando libertad y creatividad, al hacer posible la apertura de
espacios de bien-estar en un convivir en el placer de la colaboración y la co-
inspiración en los ámbitos de convivencia familiares y laborales, públicos y
privados.

Si reflexionamos sobre cómo es que hacemos lo que hacemos en las distintas


dimensiones de nuestro habitar, podremos ser responsables y libres, y por lo
tanto reflexiva y operativamente autónomos en nuestro vivir y convivir en
cualesquiera sean las comunidades que integremos: familia, escuela, empresa
o sociedad. De aquí la magnitud y potencia de las consecuencias de conocer y
entender lo que nos constituye como seres humanos y cómo hacemos lo que
hacemos.

Conocer y comprender nuestra naturaleza humana, no como una cuestión


teórica sino atendiendo al propio nicho o matriz relacional en que se da nuestra
existencia, es decir atendiendo a como hacemos lo que hacemos, llega a
generar insospechadas consecuencias para nuestras vidas personales y
laborales cuando nos hacemos cargo en la vida cotidiana de los hechos
biológico-culturales fundamentales que determinan nuestro vivir y convivir.

El propósito o inspiración fundante de los diferentes espacios formativos, de


investigación o de colaboración cultural que el instituto Matríztico realiza,
estriba en la generación de un espacio reflexivo donde las personas sean
investigadoras de los mundos que ellos y ellas mismas generan con su vivir y
convivir desde sí mismos y en el ámbito de la antroposfera en que existen, lo
cual se logra:

1) A través de la ampliación de la autonomía reflexiva y de acción de las


personas posibilitada a través de la guía en la comprensión de nuestra
naturaleza biológico-cultural, la que implica entender la naturaleza biológica del
conocer y de la naturaleza amorosa de nuestra constitución en tanto Homo
Sapiens-Amans.
2) Ampliando desde ahí las condiciones de posibilidad para la conservación
conciente e inconciente del bien-estar de las personas, posibilitando en
cualquier dominio de su existencia un hacer serio, de calidad, responsable y
creativo, es decir un hacer ético, con todas las consecuencias laborales y
personales, sociales y culturales que esto implica.

El Instituto Matríztico invita entonces a las personas que participen en sus


diferentes ámbitos de acción a seguir con nosotros el camino que se abre si
aceptamos las preguntas: ¿Como hacemos lo que hacemos como seres
humanos? ¿Como operamos como observadores en el observar en el vivir
cultural que vivimos?

Si esta invitación es aceptada las personas se constituirán de hecho en


investigadores de los fundamentos biológicos y culturales de su propio vivir y
convivir.

A quienes se dirige:

Se destina a personas de toda edad, sin restricciones que no sean un genuino


interés por conocer y entender los fundamentos biológicos y culturales de lo
humano. Pueden venir desde lo científico a lo artístico y técnico, profesionales
o no.

Instituto Matríztico
Bilbao 2945, Providencia, Santiago de Chile
Fonos
(56-2) 2056121 – (56-2) 2059634
Mail
info@matriztica.org
Web
www.matriztica.org

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