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Señores y señoras, Doctores et grammatici, (como hubiera dicho mi padre):

Es un honor para mí hablar en nombre de mi fallecido padre en esta ocasión. Desde su muerte
el pasado 17 de febrero he hecho todo lo posible –junto con mis hermanos– para continuar
con su ‘Domus Latina’.
Mi padre hubiera querido estar aquí él mismo, pero sabiendo que esto no sería posible, su
deseo más profundo era que nosotros, sus hijos –ahora representados por mí– habláramos en
su nombre.
Decidí –junto con él– traducir al castellano una parte de su discurso dado en Philadelphia
para la Conferencia CAAS en el otoño de 2004.
Así que aquí les presento a ustedes las propias palabras de mi padre tratando de los motivos
de la obra de su vida, Lingua Latina per se illustrata:

Discusión sobre los métodos de la enseñanza del Latín


Todos estamos de acuerdo en cómo no se debe enseñar el latín, pero cuando se trata de cómo se
debe enseñar esta antigua lengua, los Doctores no se ponen de acuerdo: Grammatici certant, et
adhuc sub iudice lis est. ¿Quién debe decidir cuando no están de acuerdo los Doctores? Yo no
quiero erigirme en iudex de esta lis, o controversia, porque mis ideas heterodoxas en sí mismas son
controvertidas; pero me gustaría ofrecer a mi auditorio de Doctores en desacuerdo un ejemplo
ilustrativo de la manera de cómo no se debe enseñar el latín. ¡Estoy seguro de que aquí todos
estamos de acuerdo! He tomado mi ejemplo de un libro de Winston S. Churchill, titulado “My early
Life” (Londres, 1930). Aquí nos cuenta cómo, a la edad de siete años, fue llevado como interno a un
colegio privado para que le enseñaran “los clásicos” los mejores profesores. Aquí está su relato:

“Mi primera introducción a los clásicos”


Me llevaron a una aula y me dijeron que me sentara en un pupitre. Todos los demás chicos estaban
fuera, y yo estaba solo con el professor. Me dio un libro delgado de cubierta verde-marrón lleno de
palabras en diferentes tipos de imprenta.
“¿Nunca has estudiado nada de latín antes, verdad? Dijo.
“No, señor.”
“Esto es una gramática Latina.” La abrió por una página manoseada.”Tienes que leer esto”, dijo,
señalando un número de palabras en una tabla. “ Volveré dentro de media hora para ver lo que
sabes.”
Mírenme entonces en una noche oscura , con el corazón dolorido, sentado delante de la Primera
Declinación:

Mensa Una mesa

Mensa Oh mesa!

Mensam Una mesa

Mensae De una mesa

Mensae Para una mesa

Mensa Por / con / de una mesa


¿Qué demonios significaba? ¿Dónde estaba la lógica? Me parecía un galimatías total. No
obstante, había una cosa que siempre podía hacer: aprenderlo de memoria. Y entonces procedí a
memorizar este problema de aspecto acróstico que me habían puesto.
Cuando llegó el momento, el profesor volvió.
“¿Lo has aprendido?” preguntó.
Pienso que puedo decirlo, señor, respondí; y lo farfullé.
Él me parecía tan satisfecho con esto, que me atreví a hacerle una pregunta.
”¿Qué significa, señor?.”
“Significa lo que dice. Mensa una mesa. Mensa es un sustantivo de la Primera Declinación. Hay
cinco declinaciones. Has aprendido el singular de la Primera Declinación.”
“Sí, ¿pero qué significa? repetí.
“Mensa significa mesa”, respondió
“Entonces ¿por qué mensa significa también Oh mesa? pregunté, “¿y qué significa Oh mesa?”
“Mensa Oh mesa es el caso vocativo,” respondió.
”¿Pero por qué Oh mesa?” persistí con pura curiosidad.
“ Oh mesa,” lo usarías dirigéndote a una mesa, invocando a una mesa.” Y comprendiendo que no
me había convencido:”Lo usarías cuando te dirigieras a una mesa.”
“Pero nunca lo hago,” le respondí con verdadero asombro.
“Si eres impertinente, serás castigado, y castigado, déjame decírtelo, muy seriamente”, fue su
respuesta concluyente.
Así fue mi primera introducción a los clásicos de la que, me han dicho, muchos de nuestros
hombres más ilustres se han procurado tanto consuelo y provecho.”

Aprendida la primera declinación, el pobre pequeñito Churchill probablemente tendría que analizar
y traducir “ce por be” frases como:
Scriba sum. Poēta es. Nauta non sum. Agricola non es. Scriba, non poēta sum.
Esto está sacado de la primera lección del primer libro de latín con el que me enfrenté en 1935
después de haber aprendido como una letanía el singular de la primera declinación y el presente
indicativo de “sum”; pero estoy seguro de que esto es típico de la clase básica de latín enseñado en
toda Europa y América hasta mediados del siglo veinte.
Todavía recuerdo mi frustración cuando estaba preparando con cuidado mi segunda lección de latín,
empezando con Hic rosa deest. Scriba poēta est. Conocía bien el sentido de “scriba” y “poēta”
(¡aparentemente la terminación ‘-a’ era característica de personas masculinas!) y el vocabulario me
indicaba que hic significa “aquí”, rosa “una rosa”, y desum “estoy faltando” (sic!) Así que probe
con “aquí una rosa está faltando” que aparentemente no tenía sentido. Dije a mi profesor que no me
resultaba posible darle sentido a esta frase, pero para mi sorpresa él estaba bastante satisfecho con
mi traducción. ¡De esta manera aprendí que no se supone que el latín tenga sentido!

El método de traducción gramatical


Descifrar - no leer!
Por suerte, hace mucho tiempo este tipo de frases sin sentido e inconexas han sido eliminadas de los
libros de latín para principiantes, pero aún en libros de texto modernos uno puede encontrar
historias ridículas escritas frecuentemente en un latín dudoso, y en todo caso la mayoría de los
estudiantes todavía tienen que empezar por aprender formas gramaticales y buscar cada palabra en
un diccionario antes de continuar analizando las partes de una frase y traducir “ce por be”, un
procedimiento que se puede describir como “descifrar” no “leer”. Este método llamado “traducción-
gramatical” está bien establecido en la enseñanza del latín.

El método directo
Para idiomas modernos – no para el latín!
Me gradué como profesor de inglés, francés y latín en 1946, y pueden imaginarse mi frustración
cuando entendí que estaba obligado a enseñar latín básico usando el mismo libro para principiantes
que yo había memorizado cuando era niño. En mis clases de inglés y francés hacía todo lo posible
para practicar el “método directo”, pero esto era totalmente imposible en mis clases de latín, con las
deplorables consecuencias de aburrimiento y desatención por parte de los estudiantes.
No veía ningúna razón por la cual el latín se debía enseñar con métodos totalmente distintos de los
que se usaban para enseñar idiomas modernos. Yo pensaba que el latín era un idioma extranjero
como otros idiomas extranjeros y que se debería enseñar con métodos similares. Estaba influído por
la obra de pioneros ingleses del método-directo, y también por pedagogos y linguistas daneses que
habían introducido un curso por correspondencia llamado English by the Nature Method. La idea
era la de presentar a los alumnos cada frase inmediatamente inteligible per se o auto-explicativa,
graduando y organizando cuidadamente la introducción del vocabulario y de la gramática. Esto
significa que no hay necesidad de traducir o de explicar las reglas gramaticales en el idioma de los
propios estudiantes. Estos son capaces de descubrir por sí mismos directamente el significado de las
palabras y frases y el funcionamiento de las reglas gramaticales.

Voy a dejar la conferencia de mi padre aquí. Todo esto ocurrió hace unos 60 años, y pasó
cinco años desarrollando sus ideas acerca de la enseñanza del latín. El resto es historia, de la
cual son parte ustedes, doctores et grammatici de esta sala. Ahora y en el futuro.
Después de retirarse de la enseñanza, mi padre fue muy afortunado de que, hace 15 años,
surgiera un interés renovado por su ‘Lingua Latina’. Al pricipio en Italia y otros países
latinos de Europa, luego en muchos otros sitios, especialmente en Europa del Este y en los
Estados Unidos.
Él logró acabar su último libro, el ‘Ars Amatoria’ de Ovidio, y hacer que lo publicaran un
mes antes de morir. Fue un trabajo muy duro, pues mi padre estaba muy débil en su último
año y perdió casi completamente la vista el pasado verano, pero siguió luchando como un
verdadero soldado romano y ganó la batalla.
Deben saber que añadir el ‘Ars Amatoria’ a su lista de libros había sido su sueño durante
muchos años. En enero me dijo que este libro coronaba sus logros y que estaba muy orgulloso
de ello.
Voy a terminar donde empezamos, aunque no referiéndome a Churchill sino a otro héroe de
guerra inglés, a Horacio Lord Nelson, que venció a la armada franco-española en la batalla de
Trafalgar hace 200 años (¡perdóneme, España!). Estoy seguro de que mi padre –desde su
lugar en el cielo– “espera que cada hombre (y mujer) cumpla con su deber”.
Sin embargo, él no tendría que esperarlo de ustedes, porque sabe que ustedes desean, tanto
como él, que ‘Lingua Latina’ conquiste cada vez más aulas, sabiendo, por supuesto, que se
necesita un gran esfuerzo para ganar las batallas.
Estoy seguro de que aquí mi padre me interrumpiría, citando al héroe de guerra romano
César, para proclamar: Venietis, Videbitis, Vincetis, esperando que en un futuro cercano será
posible usar el pretérito perfecto: Venistis, Vidistis, Vicistis.

Muchas gracias por ser tan benevoli, attenti, dociles. – como mi padre hubiera dicho.

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