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Los Templarios

Por Antonio fuentes Flores

En tiempo
de las bárbaras naciones
de las cruces colgaban los ladrones,
ahora en tiempo de las luces
de los ladrones cuelgan las cruces.
Anónimo.

“No codiciarás la casa, ni la heredad, ni el esclavo, ni la


esclava, ni el buey, ni el asno, ni cosa alguna de las que no
sean tuyas.
No mataras, No hurtaras, No darás testimonio falso contra
tu prójimo. No tomarás en vano el nombre del Señor Dios
tuyo; porque no quedará sin castigo el que por una cosa
vana tomare su nombre en boca.”

Cuando menos los anteriores preceptos del decálogo y la


esencia misma de la doctrina de Cristo fueron traicionados
por la ambición desmedida de poder y dominio, motivada
por la codicia de los papas y de los reyes europeos,
durante las tristemente celebres “Cruzadas por la Fe” a
finales del siglo XI y durante los siguientes doscientos
años.

En los siglos finales del imperio romano y a partir de


Constantino (306-337) la iglesia de Cristo, que había
sobrevivido a las tentaciones del poder terrenal, político,
sucumbió y se contaminó al ser declarado mas tarde el
cristianismo como la religión oficial del Imperio mediante el
edicto de Constantinopla por Teodosio I (379-395),
sumiendo a la iglesia católica desde entonces en una
dialéctica irresoluble, una dicotomía incompatible, en donde
la parte material absorbe y pervierte a la espiritual y la usa
como la fachada necesaria para esconder fines
inconfesables.

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En 1095, Urbano II, primer Papa originario del monasterio
benedictino de Cluny, convocó a los reinos europeos a una
“cruzada por la fe”; se pretendía concentrar las fuerzas de
los reinos europeos en Constantinopla para reforzar al
ejército bizantino con el objeto de recuperar “Tierra Santa”.
Éste era el mensaje para el vulgo, lo cierto era que el Papa
sentía la necesidad de consolidar su poder político y la
medida escogida y astutamente propuesta por él tendría un
doble efecto: por un lado intentaba unir con mas fuerza en
torno al Papa a los reinos europeos y por el otro; tenia el
propósito de reconquistar los antiguos territorios, muy
importantes regiones en Asia menor por su posición
estratégica comercial y por su riqueza. Ocupados estos
ahora por los Selyùcidas musulmanes de la dinastía turca
que dominaba Irán, Irak, Siria y Anatolia, extensos e
importantísimos territorios, habiendo sido el líder anterior
de esta dinastía turca, Tugril Beg, (993-1063) a quien cabe
mencionar por haber sido también el protector del Califa de
Bagdad, jefe de los árabes y líder espiritual de los
musulmanes suniìes, quienes ahora se les unirían. Y por lo
tanto éste sería el grupo musulmán compuesto de turcos y
árabes con quienes se enfrentarían los cruzados.

Urbano II manejó la situación ante el pueblo cristiano


justificando “la cruzada por la fe” para recuperar Tierra
Santa, convocando en el Concilio de Clermont, en general
a toda “la iglesia de Jesucristo” a una “Guerra Santa”;
porque “Dios lo Quiere” (un eslogan bien orquestado que
daría magníficos resultados a sus promotores). Llamaba
así, a una misión de “santificación”, pero como hemos visto
éste era solo el pretexto avieso del Papa para lograr
involucrar a la mayor parte de los reinos europeos y sus
pobladores en su empresa particular. Podría pensarse que
no era factible engañar a todos, y en efecto, éste era un
hecho real, sin embargo, los reyes y nobles europeos, que
en su mayoría no eran estúpidos, no desconocían o
suponían los verdaderos propósitos del Papa, pero al
mismo tiempo reconocían lo atractivo de una acción de

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conquista con una Europa unida en contra de los ricos
musulmanes y sobretodo los beneficios económicos que
esto podría reportarles, por lo que sin dudarlo ni un
momento; “fervorosamente” se le unieron arrastrando con
ellos a sus pueblos.

Los monarcas europeos sabían que los musulmanes


estaban divididos en dos grandes bandos de
descendientes del profeta Mahoma; los suniìtas o suniìes,
la mayoría, identificados con el Califa de Bagdad y los
contrarios a éste que eran los shiìtas o shiìes, seguidores
de Alí. Por lo tanto se pensaba que estratégicamente no
representarían gran problema para una Europa fortalecida
con la unión convocada por el Papa. En estas condiciones
la Yihad o Guerra Santa musulmana encontraba, tal vez
por primera vez, su justificación defensiva. Y
paradójicamente el que exhibía una actitud fundamentalista
era el Papa Urbano II con su “Guerra Santa” (muerte al
infiel). Esto indudablemente fue el factor decisivo para que
más adelante, liderado por Saladino, se uniera el Islam en
contra de los invasores europeos como al final sucedió.

No voy a profundizar en el análisis de las cruzadas, esto lo


han hecho ya con más propiedad y autoridad muchos
autores. Por lo tanto entraré al tema de Los Templarios que
es el que me he propuesto. Sin embargo quisiera agregar
solo algunas breves reflexiones más sobre las cruzadas,
toda vez que estas fueron propiamente el origen de los
Templarios y de otras ordenes de caballería de las cuales
también muy concisamente me ocuparé.

Aunque la primera cruzada con la recuperación de


Jerusalén tomada en 1099 tuvo un relativo éxito, si así se
le puede llamar, porque para ello hubo “una gran matanza
indiscriminada, por parte de los cruzados, tanto de
islámicos, judíos, griegos, así como de cristianos.” A
quienes vejaron y despojaron de sus bienes. Ya con
anterioridad los ejércitos europeos habían entrado en

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conflicto con el emperador bizantino por los territorios
recuperados y el decomiso de los bienes incautados a los
musulmanes y demás pobladores de esas tierras. Los
ejércitos cruzados de la nobleza europea llegaron a
Constantinopla entre noviembre de 1096 y mayo de 1097,
al principio el emperador bizantino Alejo I Comneno, aliado
de los venecianos, estaba encantado con el apoyo que le
había enviado el Papa. Pero a medida que la lucha
avanzaba y tenían éxito las cruzadas, sintió a los cruzados
como una gran amenaza en sus dominios, por lo que los
presionó, no sin razón pero en forma burda, para que le
devolvieran cualquier antiguo territorio del Imperio bizantino
que conquistaran, particularmente los de Siria y Palestina.
Naturalmente Los jefes cruzados se sintieron agraviados
por estas demandas y aunque solo algunos accedieron, en
última instancia todos comenzaron a recelar de los
bizantinos. Y lo que parecía ser miel sobre hojuelas
empezó complicarse en grado sumo.

Las cruzadas lejos de resultar el sueño santo de caballería


que muchos se habían imaginado, se convertirían en una
verdadera pesadilla. En un principio su popularidad se
generalizó con entusiasmo en una sociedad europea que
no había tenido ni tiempo ni auténticos guías espirituales
para reflexionar en la esencia de la doctrina de Cristo y
apoyó este movimiento “de fe” sin reservas. Es importante
considerar el entorno y circunstancia de la época y
reconocer que ésta era una sociedad de creyentes, que
estimulados en sus mas profundas convicciones religiosas,
impregnadas por un dogmatismo viciado, tanto por el
papado como por los reinos; tuvo como resultado que en
un principio muchos cruzados estuvieran verdadera y
plenamente convencidos de que su lucha contra los
infieles, además de ser absolutamente necesaria y justa,
les garantizaría su salvación espiritual. Y si a esto le
agregamos que También era una sociedad militarista,
guerrera, acostumbrada a la lucha y a disfrutar con ello,
sobre todo sabiendo o al menos esperando que estas

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hazañas castrenses les traerían además de fama, fortuna.
Como en muchos casos así sucedió.

Mas tarde las cruzadas demostraron de sobra que no eran


la lucha fervorosa por la defensa de la fe cristiana y los
lugares santos lo que verdaderamente los movía. Ya que
en muchas ocasiones dieron muestra real de sus
verdaderas motivaciones, al atacar incluso a pueblos
cristianos sin ninguna razón que justificara esa atrocidad.
En esta manera comprobaban que sus negros instintos
eran motivados en realidad solo por la codicia y el propósito
del beneficio material inmoral e inhumano. Incluso llegando
al extremo de justificarlo, por aprovechar su inercia
guerrera o su potencial de mal y destrucción; que para no
tenerlo ocioso también lo utilizaban en el saqueo y en el
abuso de esos pueblos que se suponían aliados y además
lo hicieron con furia inmisericorde y en actitud
absolutamente contraria a la fe cristiana; como lo
demuestra el caso de la toma de la ciudad húngara de Zara
por los cruzados, ubicada en la costa dálmata, enemiga
tradicional de Venecia, con quienes asesinan, saquean y
se reparten el botín, sin importar que Hungría hubiera sido
también un reino participante en las cruzadas. O la misma
Constantinopla que en diversas ocasiones se vio asediada
y saqueada por sus supuestos salvadores y aliados;
primero en 1203 por los cruzados, también instigados por el
Dux de Venecia, Enrico Dandolo y por el emperador
alemán, Felipe de Suabia. Y en 1204 cuando se dio la
cuarta cruzada, la que se considera como la segunda
conquista de Constantinopla por los cruzados, para sofocar
la supuesta sublevación de los griegos, la cual tomaron
como pretexto para masacrar a la población y dar rienda
suelta al saqueo de tesoros y obras de arte de los
monumentos bizantinos, provocando la destrucción de los
mismos por la estupidez del prejuicio religioso, que en este
caso injustificable lo exhibieron como excusa de su
atrocidad, sentando así un terrible precedente de barbarie
para conquistas futuras “al estilo de las cruzadas” (como la

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conquista de México). En realidad su objetivo era acabar
con el imperio griego y obtener el mayor botín posible,
como así sucedió.
El surgimiento de nuevas ordenes monásticas.
A principios del siglo XII, después de haberse recuperado
Jerusalén, se iniciaron oleadas de peregrinos que querían
visitar los lugares santos. Pronto empezaron a sufrir lo
indecible por el largo recorrido por tierra y mar, en donde
padecían hambre enfermedades y asaltos. Sin embargo
estas mismas necesidades fueron creando la oferta de
servicios tanto de comerciantes, como de los mismos
reinos ubicados en el trayecto y destino, quienes ofrecían
desde la renta de embarcaciones, así como la disposición
de guardias para la protección de los peregrinos. De igual
manera se dio la oferta de financiamiento para los grupos
en lucha, incluso para los reinos y esto, a su vez, dio pie a
la comercialización y aprovechamiento de los trofeos de
guerra y el botín correspondiente que obtuvieran. En cierta
forma una clarísima manera de comerciar con futuros.

Dentro de esta dinámica de intereses, motivada por las


necesidades de los grupos combatientes y peregrinos, se
dio pie también para que surgieran nuevas órdenes
monásticas que respondían a los diferentes reclamos, tanto
de peregrinos como incluso de los reinos en lucha. Surgen
así: la Orden de los Caballeros de San Juan de Jerusalén,
orden militar cuyo nombre completo es “Soberana Orden
Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén, de Rodas y
de Malta”. Su función inicial fue proteger un hospital
construido en Jerusalén durante la primera Cruzada,
posteriormente ésta fue su especialidad, incluyendo dentro
de sus trabajos; la construcción misma de hospitales,
hostales y mesones, espacios e instalaciones necesarias
para alojar y atender a los cruzados y peregrinos,
principalmente a los heridos y enfermos. Sus miembros
fueron llamados Hospitalarios o Caballeros Hospitalarios.
La Orden fue fundada después de la formación del reino

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latino de Jerusalén, aprobada por el papa Pascual II en
1113 y confirmada por el papa Eugenio III en 1153. Los
hermanos prestaban juramento de pobreza, obediencia y
castidad, y se comprometían a ayudar en la defensa de
Jerusalén y a atender las instalaciones hospitalarias en
auxilio de los cruzados. Su primer jefe, Gerard, era llamado
rector; los siguientes, recibieron el nombre de grandes
maestres. Bajo esta misma dinámica surgen también los
Caballeros Templarios, miembros de una orden medieval
de carácter religioso y militar, cuya denominación inicial era
Orden de los Pobres Caballeros de Cristo, posteriormente
conocidos en español como Orden del Temple, aunque
este nombre se deba a un error de traducción que mas
adelante explicaré.
Los Caballeros Templarios
Fueron conocidos los Templarios, popularmente como los
Caballeros del Templo de Salomón, o Caballeros
Templarios, porque su primer recinto en Jerusalén era
adyacente a las ruinas del Templo de Salomón. En cierta
forma su origen así como paradójicamente su final fue
francés como casi todos sus 23 Grandes Maestres con
excepción de 5 de ellos. La Orden se constituyó a partir de
un pequeño grupo militar formado en Jerusalén en el año
1119 por dos caballeros franceses, Hugo de Payns, que
algunos aseguraban era pariente del Conde de
Champagne y Godofredo de Saint Omer. Su objetivo era
proteger a los peregrinos que visitaban Palestina tras la
primera Cruzada. Desde su nacimiento tuvieron un fin
eminentemente militar, por lo que la Orden se diferenciaba
a este respecto de las otras dos grandes órdenes religiosas
del siglo XII: los Caballeros de San Juan de Jerusalén
(hospitalarios) y los Caballeros Teutónicos, fundadas como
instituciones de caridad.

Se dice que Balduino II, monarca de Jerusalén, vio como


se distinguía en la lucha armada contra los infieles un
francés Hugo de Payns, que comandaba un grupo de

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hombres que lo seguían, tanto en el combate como en la
pretensión de abrazar la vida monástica y terminar sus días
en la ciudad santa. Necesitado como estaba el monarca, de
guerreros que lo apoyaran y escaso de recursos, Balduino
convenció a de Payns; de que no solamente había
compatibilidad, sino también complementariedad en la
lucha contra el infiel, la vida monástica y sus buenos
propósitos de abrazar la religión cristiana como destino de
sus vidas, invitándolos a que lo ayudaran en la defensa de
Jerusalén y de los peregrinos que a ella concurrían,
formando parte de su caballería como grupo especial, por
lo que les asigno un recinto adyacente a las ruinas del
Templo de Salomón, de Payns y su gente aceptaron y
tomaron muy en serio su doble misión guerrero-religiosa.

No solamente siguieron distinguiéndose como excelentes y


esforzados guerreros sino que empezaron a estructurar su
Orden monástica tanto en la esencia y filosofía de su
misión, como en la forma, y esto tenia que ver con la forma
de comportarse y de vestir, desde entonces se les empezó
a conocer como “los caballeros del Templo”. En su acuerdo
con ellos y a falta de efectivo, Balduino también les cedió
algunas aldeas para su subsistencia por lo que de
inmediato se organizaron para la administración y el
manejo de estas aldeas encomendadas, que era lo que los
proveía de bastimentos y de recursos para su
sostenimiento; lo que resultaría trascendente mas adelante,
en sus relaciones con otros reinos y en ir creando poco a
poco y desde sus inicios un sistema económico que no solo
les daría patrimonio e independencia sino grandes
posibilidades en el futuro, incluso para “dar y prestar”. Por
lo pronto ellos se auto impusieron reglas de vida monástica,
comunitaria y una estricta disciplina.

Por sus características sui generis y por su disciplina y


efectividad en el combate y la protección de peregrinos, por
su relación con el Templo de Salomón; su fama empezó a
crecer en la región y a trascender en los países europeos, y

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se les empezó a idealizar como la esencia del verdadero
espíritu de los caballeros cruzados, poco a poco se fueron
convirtiendo en un mito, y desde el principio fueron
surgiendo descripciones increíbles de sus hazañas, mas
que nada producto de los devaneos de mentes febriles que
los presentaban como seres portentosos, llegándose a
afirmar que habían descubierto importantes tesoros en
excavaciones en el Templo de Salomón y en algunas
cuevas de Jerusalén, convirtiéndose en sus guardianes.
Inventándose cuentos come el del santo grial y de la lanza
con que fue herido Cristo en el costado, (que no sabemos
si existieran en ese entonces, pero en caso de que así
fuera ¿porque tenían que estar ahí después de más de 11
siglos?). Lo cierto es que en un principio los Templarios
fueron gentes honestas, esforzadas, muy disciplinados, y
no tenían más tiempo que para cumplir con la misión
encomendada por Balduino por lo que no podían, ni se
iban a dedicar a otras actividades como las que les
atribuyan de “buscadores de tesoros”.

Precedidos los caballeros Templarios de toda esta fama,


ganada con base real pero más ficticia, y ante su
reconocimiento por la iglesia católica al mas alto nivel; se
inició una demanda creciente de caballeros o aspirantes a
serlo, de entre lo mejor de los guerreros y entre la misma
nobleza y realeza europea; quienes estaban dispuestos
tanto a pertenecer a ellos como a patrocinarlos
entregándoles, en muchos casos, su hacienda o valiosas
posesiones como las iniciales que les había entregado
Balduino. Pronto adquirieron hábitos característicos y
establecieron reglas para la aceptación de novicios.
Liga indisoluble de los Templarios con el Papa
La Orden obtuvo la aprobación del Papa Honorio II quien
en 1128 convocó ex professo al Concilio eclesiástico de
Troyes en Francia, para considerar su aceptación. Ya
existía una Bula anterior que en 1114 (curiosamente 200
años antes de que quemaran en la hoguera al ultimo de

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sus grandes maestres) (doscientos años de duración son
muchos años, México todavía no cumple 200 años de
independencia) en esta Bula llamada Milities Templi se
ordenaba al clero la protección de los Templarios. Con la
aprobación de la Orden recibió ésta unos preceptos
austeros que seguían estrechamente las pautas de la
orden monástica de los cistercienses, parece ser que
Bernardo de Claraval, uno de los iniciadores de los
monasterios cistercienses, era amigo de Hugo de Payns e
influyó positivamente. Recibió también la Orden en 1128 su
denominación oficial que le dio el Concilio, siendo la misma
de la Bula de 1114: Milities Templi, textualmente “soldados
del Templo”, mencionándose esta denominación también
en francés como “Ordre des soldat Templiers o du Temple”
de esta ultima palabra que en francés significa Templo,
viene la confusión al mencionársele en español como “La
Orden del Temple”, (un vicio de traducción muy común
entre los españoles como decir: los caballeros de la “tabla”
redonda, the knights of the round “table”), en el caso de los
Templarios debió haberse dicho “La Orden del Templo” no
del Temple.

La Orden Templaria estaba encabezada por un Gran


Maestre (con rango de príncipe), por debajo del cual
existían tres rangos: Caballeros, Capellanes y Sargentos.
Los del primer rango eran los miembros preponderantes y
los únicos a los que se les permitía llevar la característica
vestimenta de la Orden, formada por un manto blanco con
una gran cruz latina de color rojo en su espalda. Ahora solo
dependerían del Papa, estaban exentos del pago de
impuesto y en una Bula posterior se les liberaba de
cualquier sometimiento a leyes y poderes tanto seculares
como eclesiásticos. De esta manera no solo serian
económicamente autosuficientes, como lo habían sido
desde un principio, sino también políticamente
independientes, debiendo rendir cuentas exclusivamente al
Papa. El cuartel general de los Caballeros Templarios
permaneció en Jerusalén hasta la caída de la ciudad en

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manos de los musulmanes de Saladino en el año 1189, el
líder que unió a los musulmanes y que siempre luchó, él sí,
motivado verdaderamente por un ideal religioso, y fue quien
los expulsó de la ciudad santa. Más tarde se localizó la
sede de los Templarios, sucesivamente, en Antioquia, Acre,
Cesárea y Chipre.
El poderío templario
Sus miembros se multiplicaron en progresión geométrica,
así como sus dominios y posesiones, llegaron a tener
castillos y templos, tanto adquiridos por donaciones como
construidos por la Orden en toda Europa; armada naval y
flota mercante para transporte de todo: bastimentos,
personas, productos y mercancías; poseían ejércitos y
grupos armados en diversas regiones de Europa y
principalmente en Asia menor; así como tierras de cultivo
agrícola y sistemas de intercambio comercial y producción
de instrumentos agrícolas y armamento; incluyendo
muchas veces bajo su jurisdicción y dominio: aldeas y
pueblos completos. Principalmente tuvieron múltiples
deudores; dentro de los cuales se contaban nobles,
aristócratas, miembros de la realeza, reyes y mas tarde a
miembros de la burguesía; de esta nueva clase naciente,
de personas muy hábiles para los negocios y para generar
riqueza, muchas veces sin importar los medios, salieron
también muchos de sus asociados con quienes se ligaron
económica, comercial y administrativamente.

Como los Caballeros Templarios tenían que enviar


regularmente dinero y suministros desde Europa a
Palestina, desarrollaron un eficiente y seguro sistema de
transporte de mercancías y principalmente monetario y de
valores, complementándolo con el establecimiento de
lugares estratégicos para el resguardo de las monedas y
los valores. En esta forma fueron estableciendo, un
sistema bancario en el que los gobernantes y la nobleza de
Europa acabaron por confiar plenamente, convirtiéndose
así gradualmente, en los banqueros de gran parte de

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Europa, lo que les permitió consolidar una considerable
fortuna y sobre todo un gran poder. Desarrollaron una
verdadera corporación trasnacional para el manejo de tan
basto emporio, asociándose en muchos casos con grupos
especializados en las diferentes actividades.

En muchas ocasiones llegaron a dominar y en cierta forma


controlar la actividad de las cruzadas, porque no era casual
ni raro que en muchas oportunidades se les solicitara
además del apoyo de fuerzas guerreras para la
participación en éstas, también del financiamiento de las
mismas y el apoyo e instrumentación de la logística de
guerra. Poco a poco por su gran poder y la seguridad que
ofrecían y porque en esto no tenían competencia, todo
aquel que recurría a ellos quedaba estrechamente ligado y
comprometido con ellos. En esta forma extendieron sus
dominios y aprovecharon sus relaciones por toda Europa y
oriente medio, especialmente en Francia, España, Portugal
(desde 1130), Inglaterra y Escocia. En 1192 Ricardo
Corazón de León intentó regresar a Inglaterra disfrazado de
Templario. Poco a poco y durante su apogeo la
organización y actividad corporativa de los Templarios,
asociados a diversos grupos económicos; fue teniendo una
influencia determinante en el desarrollo y florecimiento de
diversos campos de la economía de Europa y
probablemente un influjo inicial determinante en el éxito de
la burguesía misma.
Ocaso y fin de la Orden
Después de muchos años, tal vez demasiados, todo llega
a su fin, (habían transcurrido casi dos siglos) y muchas
generaciones de Templarios. Y cuando las últimas
cruzadas degeneraron y fracasaron, y las motivaciones
iniciales que les dieron vida, primero fueron abandonadas y
luego desaparecieron, y el interés en una política agresiva
contra los musulmanes también desapareció, porque entre
otras cosas resultaba contraproducente económicamente,
ya que, además de las ya existentes, se fueron creando

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nuevas ligas comerciales entre Asia menor y Europa, (los
de Venecia nunca dejaron de ejercerlas). Entonces los
esfuerzos que en forma desesperada, entendibles más no
justificables, que hiciera el líder de los Templarios en ese
tiempo, el Gran Maestre Jacques de Molay, para mantener
viva la necesidad de la continuación de las cruzadas;
también fracasaron como consecuencia lógica de todo este
eclipse de intereses, voluntades, y causas. Y como las
cruzadas habían sido precisamente la causa que les
habían dado vida a los Templarios y constituían su
justificación misma. Entonces ya no existía más la razón de
ser de la vieja y obsoleta Orden. Y ahora, su inmensa
riqueza y su enorme poder que probablemente los habían
corrompido, porque el poder suele corromper; se volverían
en contra de ellos al despertar la envidia y la codicia tanto
del poder secular como del eclesiástico. Y esto dio pauta
para que en el año 1307 el económicamente arruinado
Felipe IV el Hermoso, Rey de Francia; con la anuencia, por
no decir complicidad, de su protegido el Papa Clemente V,
quien llevaría mas tarde en 1309 la sede del papado a la
ciudad francesa de Aviñón, iniciando uno de sus periodos
mas corruptos; ideó un plan para acabar con los
Templarios y no solo librarse, el hermoso, de la enorme
deuda que tenia con ellos, sino para también pretender
quedarse él y sus cómplices con sus riquezas, como si
estas estuviesen solo al alcance de la mano. Por razones
similares Felipe IV había decretado la expulsión masiva de
los judíos, “confiscándoles” sus bienes.

Los Templarios habían sido convocados con engaños ante


el Rey en Paris y un viernes 13 (desde entonces fecha de
mal agüero) en octubre de 1307; aprovechándose de su
indefensión, se ordenó el arresto del Gran Maestre de la
Orden y de los principales responsables de la organización
corporativa Templaria: el francés Jaques de Molay y la
plana mayor de los lideres Templarios, y al mismo tiempo a
más de 140 de ellos en toda Francia. Para el resto el Papa
emitió una Bula el 22 de noviembre en donde convocaba a

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los reyes europeos a realizar una especie de embargo
preventivo o precautorio, deteniendo a los templarios y
confiscando sus bienes con el carácter mencionado. A los
detenidos en Francia e Inglaterra los acusaron de
sacrilegio, de actividades y dichos heréticos, de prácticas
satánicas, de ser sodomitas, de blasfemos etc., etc. Y los
hicieron confesar su supuesta culpabilidad por medios que
los franceses conocían a la perfección, ya que ellos fueron
los iniciadores de la Inquisitio Haereticae Pravitatis
Sanctum Officium y aunque podían ser culpables de
muchas faltas, ciertamente no lo eran de estas que
falsamente les atribuyan. Sin embargo por sus exquisitas
artes, como he dicho, los hicieron confesar todos los
cargos, por supuesto esto fue bajo tortura o por temor a
ésta. Todos ellos fueron posteriormente quemados en la
hoguera acusado de sacrilegio y de prácticas satánicas.
Aunque existen versiones de que muchos de ellos en el
año siguiente a su detención habían sido juzgados y
exculpados en la prisión de Chinon Francia, incluyendo al
gran Maestre Jaques de Molay, esta sentencia por alguna
razón nunca fue ejecutada.

La Orden fue disuelta en 1312, mediante la Bula: Vox


Clamantis, sin una condena expresa hacia los Templarios
por el Papa Clemente V, quien al final se arrepentiría de su
oprobiosa acción. En 1313 las propiedades patrimoniales
legales, visibles y cuantificables, de los Templarios; fueron
asignadas ad providam, a los Caballeros Hospitalarios.
Aunque la mayor parte de aquéllas, en realidad se las
apropiaron Felipe IV el hermoso, Rey de Francia y el rey
Eduardo II de Inglaterra, el cual acabó con la Orden en su
país. El 18 de marzo de 1314, el Gran Maestre de los
templarios, Jacques de Molay, después de desmentir y
maldecir a sus verdugos fue quemado en Paris frente a la
catedral de Notre Dame.

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Los Templarios después de la desaparición de la Orden
Curiosamente y por una casualidad que abría la
especulación en el campo de lo sobrenatural; los dos
monarcas culpables del desmantelamiento de la Orden de
los Templarios, y el Papa ejecutor Clemente V; por
extrañas circunstancias sufrieron daños personales el
mismo año en que quemaron en la hoguera al gran
Maestre Jaques de Molay. Felipe IV el Hermoso, de
Francia ya no pudo disfrutar de sus fechorías porque murió
en octubre 29 de 1314. Y Eduardo II de Inglaterra es
derrotado por Robert I (Bruce) Rey de Escocia,
simpatízante de los Templarios, en el asedio al Castillo
Stirling, Bannockburn en 1314 y es substituido de inmediato
en el gobierno de Inglaterra por el conde de Lancaster,
muriendo mas tarde en 1327 cuando fue obligado a abdicar
siendo asesinado por sus captores. El Papa Clemente V
perdió la vida también en el funesto 1314, en abril 20, un
mes después que Jaques de Molay.

Como prueba de que los Templarios nunca recibieron


condena alguna; para agrupar a los que ya no tenían
Orden se fundaron algunas ordenes monásticas nuevas,
como ejemplo mencionaré a dos: en España se funda la
Orden Montesa en 1317; en 1319 se establece la Orden
de Cristo en Portugal, y en 1331 Juan XXII, permite a los
Templarios ingresar en otras órdenes, (la que mas le
conviniere a cada quien en lo personal). En Escocia
también los acoge el Clan Sinclaire. Lo cierto es que no
todos los Templarios tenían vocación monástica y muchos
de ellos, la gran mayoría, estaban abocados a las
actividades económicas de la gran corporación que habían
formado los Templarios y seguramente se las arreglaron
para seguir operando, ahora en lo particular o agrupados
pero en forma independiente, sin ostentarse como
Templarios, ya que la Orden sí desapareció definitivamente
y con ésta, legalmente también los Caballeros Templarios,
pero no sus actividades que eran muchas, muy variadas y

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complejas, con infinidad de intereses creados; los que
previendo que se acercaba el fin, y tratándose de gente
pensante como lo eran, seguramente ya habían tomado las
debidas precauciones. Sin embargo lo que nunca previeron
ni los Templarios ni sus socios fue un final tan vil, como el
que tuvieron sus principales dirigentes de manos del Rey
de Francia, con la complicidad del propio padre putativo de
los Templarios, en ese tiempo, el Papa Clemente V.

Los Templarios después de la abolición de la Orden,


se pueden dividir en dos grandes grupos: los primeros, la
minoría, que eran aquellos con verdadera convicción y
vocación religiosa y fueron los que ingresaron en las
ordenes nuevas que hemos señalado, y en las otras
existentes pero ya alejados totalmente de la actividad de
guerreros, concentrados únicamente en el ejercicio de su
vocación religiosa y su actividad monacal. Los segundos, la
gran mayoría, fueron los operadores de la gran corporación
ahora desarticulada, pero en plena actividad en muchas de
sus áreas, con suficiente conocimiento y experiencia en las
diferentes especialidades y ligados a los socios externos de
la Orden, muchos de los cuales habían salvado la mayor
parte de los activos, y no se resignaban a abandonar tan
productivo quehacer y “tirar por la borda” un crédito
comercial que les había costado mucho tiempo y esfuerzo
construir. Probablemente existieran también algunos
idealistas todavía inspirados, aunque ahora sin causa; en la
filosofía de la Orden. Pero todos absolutamente todos
coincidían en que los Templarios habían terminado
definitivamente, que esto era lo mejor para todos. Y que
nadie, menos ellos; dado el fin que habían tenido sus
compañeros y las bárbaras acusaciones que se les
imputaban; querían arriesgarse a ser identificados con la
antigua Orden. Tanto en el inicio como en el fin, esta Orden
de Caballeros Templarios fue sujeto de la mitomanía, que
seguiría trascendiéndolos en el futuro con todo género de
historias esotéricas y fantasiosas.
San Pedro Garza García Nuevo León, México 7 de enero de 2008.

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