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DEMOCRÁTICO
Desde luego que se puede pedir sensatez y equilibrio para establecer un balance de los
resultados obtenidos en la votación del pasado 4 de abril, pero existen tantos intereses
en juego que puede ser verdaderamente inocente esperar que la invocación tenga, así
sea un discreto éxito. Sobran las demostraciones de la falta de objetividad en la mayoría
de los comentarios post electorales, pero, por si acaso, baste referirse a la enconada
discusión sobre si las fuerzas del oficialismo triunfaron o fueron derrotadas en las
elecciones. Las apuestas son igualmente altas y nadie se inclina a dar el brazo a torcer.
Con un ambiente tan caldeado, toda aseveración puede ser temeraria, pero se impone
dejar sentada una definición. Aquí va la de este trabajo:
La falta de equidad que reprocha a los juicios de sus oponentes, se origina en su propio
triunfalismo que esperaba y pronosticaba un calco exacto de los votos que obtuvo en
diciembre. Fue esa una meta irreal e irrealizable, por la naturaleza y calidad de cada una
de las votaciones y el encontrón con los hechos fue tanto más penoso, porque el triste
desempeño en ciertos lugares que ajenos y extraños imaginaban como incuestionables
fortalezas masistas.
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Pese a eso y a la radical renovación del personal ejecutivo de los aparatos estatales, siguen pendientes
avances sustanciales en la resolución de la prolongada crisis de representación, atacada hasta ahora casi
exclusivamente en el espacio político-estatal, pero aún pendiente en todo lo que tiene que ver con la
reforma de los sindicatos y las organizaciones sociales.
A falta de una cita electoral idéntica a la del primer domingo de abril, la referencia más
ecuánime que puede encontrase no es una, sino dos elecciones: la municipal de 2004 y
la nacional/prefectural de 2005. Ambas nos permiten verificar un avance nítido e
incuestionable del IPSP, duplicando prácticamente el número de gobiernos municipales
(no solo de alcaldes) elegidos bajo su sigla y consiguiendo, en cuanto a las asambleas
departamentales y gobernadores, votaciones que superan holgadamente las
conseguidas hace un lustro, amén de seis gobernaciones y vigorosa presencia en casi
todas las nuevas instancias legislativas.
Ocurre que esta variable lúdica del análisis sirve con mucha facilidad para omitir
cuestiones medulares, expresadas a través del voto, pero que van más lejos que una
redistribución de espacios institucionales o de la emergencia, caducidad o reafirmación
de organizaciones de mediación política.
Estas últimas elecciones son un gran ajuste de tuerca en lo que hace a la definición de
los proyectos político-sociales que se han estado enfrentando, abiertamente, a lo largo
de la última década y, soterradamente, en los más de treinta años que dura el ciclo
constitutivo en curso.
Es en ese espacio geográfico donde puede vislumbrarse con más claridad que la
decisión departamental del elector está mucho más ideologizada que la del ámbito
municipal, donde prima un enfoque primordialmente práctico.
Por más de un trimestre los medios de difusión social estuvieron canalizando la
atención pública hacia los personajes, sus dichos, reacciones, estallidos o extravagancias
y ahora se vuelcan con idéntico entusiasmo a crear índices aritméticos de
“gobernabilidad”, recontando con fruición asambleístas y concejales y corriendo
apuestas sobre alianzas exóticas e inesperadas.
Lo real es que hemos hecho mucho más que elegir gobernadores y alcaldes: nos hemos
introducido en el centro de la construcción de una renovada administración territorial del
estado, con tres nuevas instancias legislativas equipotentes (y una cuarta que se perfila
en un horizonte próximo), en medio de la pluralidad económica, política, cultural y
jurídica reconocida por la Constitución. Este es el primer paso para definir si las cúpulas
políticas alentarán la visión abierta y pluralista contenida en CPE, o si será constreñida a
un plano eminentemente formal y ceremonialista.
Fases lunares.
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Las campañas del IPSP y sus adversarios lo mismo que los pocos debates electorales, minimizaron e
incluso soslayaron el significado y la importancia de las elecciones, respecto a proyectos autonómicos y de
ampliación de espacios democráticos participativos y prefirieron refugiarse en nimiedades o reiteración
forzada de los tópicos propios de la pugna política nacional.
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En rigor, se trata más bien de nociones confederalistas, desde el momento en que se reconocen a
diversas naciones y se consagran sus derechos de libre determinación y autogobierno.
prefectos de Santa Cruz, Beni y Tarija equivale al resurgimiento y relanzamiento de la
“media luna”.
El primer olvido necesario para potabilizar esa figuración es que la “media luna” fue la
marca oficial del bloque social y político empeñado en obturar el proceso constituyente
(y la modificación del tipo y contenido social y cultural del estado), o reducirlo a una
exclusivamente a una reforma de la administración territorial.
Ese bloque social, expresándose a través de la concurrencia del uso del aparato
organizativo de las prefecturas, con las cámaras empresariales y comités cívicos, tuvo su
mayor falla al ceder la conducción del movimiento opositor a las fracciones
terratenientes, quienes le imprimieron su sello de radicalidad y propensión a la
confrontación violenta4.
Otro tanto puede decirse del resquebrajamiento de la unidad del bloque en el poder
regional de Santa Cruz, con su acompañamiento de fractura de la hegemonía
prevaleciente en ese distrito, o la gran insubordinación que se manifiesta en el Beni
contra la pervivencia de una democracia señorializada. El empate tarijeño revela
idénticos cambios sustantivos y por ello es muy difícil explicar como puede
caracterizarse de tendencia predominante la vivificación de una propuesta derrotada en
tantos espacios.
De llena (entre 2007 a 2008) ha pasado a su fase menguante, sin garantía alguna de
reactivación de un nuevo ciclo, porque la nueva estatalidad y el funcionamiento de
órganos deliberantes y legislativos de representación paritaria de los bloques
contrapuestos, más el desarrollo de autonomías indígenas y regionales, muy difícilmente
puede reproducir las condiciones y sentido que prevalecieron durante la prolongada
vigencia del equilibrio paralizante de fuerzas.
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Como es bien sabido, ese predominio clasista terminó por fracturar cualquier posibilidad de unidad
opositora y facilitó que su ala parlamentaria tuviese una actuación clave en la aprobación de los cambios al
texto constitucional de la Asamblea. Ese nuevo texto, aprobado por el Parlamento, cuando este se erigió
como nuevo órgano constituyente, es el que aprobó el referendo popular de enero de 2009 y el que se ha
impuesto pese a todos los esfuerzos “medialuneros”, cuya identidad y proyección se definieron en torno a
este tema. La reivindicación campesino indígena de tierra y territorio, fundamento básico del proceso
constituyente, chocó frontalmente con la fracción terrateniente y esa dinámica impregnó todos los conflictos
en Santa Cruz, Pando y Beni, “contaminando” a Tarija, por su alianza con los otros.
Esa tendencia terminará por dejar en claro lo artificial que resultó el esfuerzo por
departamentalizar el monopolio de las reivindicaciones descentralizadoras y
autonomistas. Tal operación de opinión pública surtió efecto por los graves yerros
gubernamentales. La exigencia de ampliación rápida y sostenida de la descentralización,
incluyendo sus formas autonómicas, es parte sustancial del proceso constituyente y del
sentimiento de sectores masivos de la población, comenzando con el campesino-
indígena.
En el nuevo escenario institucional se podrá ver como esa tendencia genera fricciones
entre los hábitos e idisosincracia centralizante del gobierno y las exigencias y
expectativas, generalizadas y no regionalmente focalizadas, de transferencia de poder a
centros regionales y sociales nuevos. También habrá la oportunidad de que se aprecie
que la gobernabilidad no puede ser administrada mediante el control de sumas simples
de adherentes y militantes, ya que la nueva dinámica puede alterar las líneas
tradicionales de mando y adopción de decisiones, tensionando la disciplina orgánica de
las organizaciones políticas y también de las representaciones sociales por demanda y
exigencias de grupos de base y de electorado.
La tensión entre la tónica centralizante del Órgano Ejecutivo y la demanda del ejercicio y
la ampliación de competencias por parte de casi todas las nuevas instancias
descentralizadas tiende a ser el elemento dominante de las próximas coyunturas5 .
Los espacios donde el IPSP (MAS) ha obtenido mejores resultados electorales es en los
que ensanchó el arco de alianzas y abandonó las rutinas sectarias que tienden a
caracterizarlo. En cambio, en lugares como La Paz, Oruro, El Alto y, en general, en todos
aquellos donde desarrolló prácticas intimidatorias, abusivas y de agresividad ascendente
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Seguramente con excepciones notables como la gobernación de La Paz que de acuerdo a sus mensajes
iniciales no ha comprendido el mandato descentralizador del Departamento. La Asamblea Legislativa
también parece padecer igual tendencia, por su falta de autonomía y criterio propio en episodios como el de
los expedientes secretos militares y la ley anticorrupción.
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EL IPSP, como coalición de organizaciones sociales, aliadas con células y círculos de militantes, tiene una
superioridad enorme para captar las devanadas, propuestas y elaboraciones de los movimientos masivos y
especialmente las de sus franjas más organizadas y activas.
obtuvo resultados adversos, ostensiblemente guiados por un rechazo de muchos de sus
electores a prácticas reiteradamente rechazadas en todos estos años de lucha y que han
sido una de las principales causas del derrumbe del viejo sistema de partidos.
El avance hegemónico7 del IPSP parece haber acelerado las tendencias de algunos de
sus componentes a precipitar artificial y burocráticamente la decantación de un núcleo
central del nuevo bloque en el poder. La concentración de conductas verticales,
intimidatorias y de fagocitación de parcelas administrativas para usufructo político
tradicional crearon evidentes brechas y posiciones críticas de su base social.
Estaba claro por demás que la confrontación del IPSP con el Movimiento sin Miedo
(MSM) obedeció a la presión interna del MAS por conseguir un mayor número de plazas
para ubicar a cuadros y dirigentes en la administración estatal. El empeño puesto por los
más importantes dirigentes oficialistas para justificar esa conducta plantea serios
interrogantes sobre las tendencias ideológicas y políticas que gana espacio en su seno.
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En sentido de la definición que da A. Gramsci al término y no en el de imposición.
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Es necesario recordar la manifiesta volatilidad electoral de El Alto y la fugacidad que tuvo allála
popularidad del partido dirigido por el Mallku, hace pocos años.
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Y esto debería facilitar la comprensión de por qué el gobierno y el IPSP cometieron tantos y tan reiterados
errores respecto a las demandas autonómicas.
que subestimó y trató de instrumentalizarse y, además, deja planteados temas centrales
para el avance del proceso constituyente.
Si se recogieran estas indicaciones podría quedar claro que el más profundo y verdadero
sentido de la descolonización pasa precisamente por favorecer la autodeterminación
política de las masas, antes que reproducir el patriarcalismo vertical que pretende
manjarlas funcionalmente a la consolidación de nuevos grupos dominantes, antes que
sevirlas en sus aspiraciones de crear un orden civilizatorio más cercano a sus
necesidades y aspiraciones.
La nueva gobernabilidad.
Los nuevos términos en que se irá forjando la gobernabilidad del nuevo estado tendrían
que ponderarse con base a la realización de los objetivos del proceso constituyente que
son de igualdad y justicia, a través de la transformación productiva, la nueva estatalidad
autogestionaria, participativa y a la renovación intelectual y ética de la sociedad.
Mientras no se entienda aquello y se la confunda con la búsqueda de “marionetizar” a
los nuevos órganos legislativos es altamente factible que se riteren las fallas que
condujeron primero a la insatisfacción y después a la insubordinación social.
Los problemas de relación entre base y dirigencia manifestados a través del voto pueden
enredarse y reforzarse recíprocamente con otros problemas como son el alza sostenida
– y hasta ahora esencialmente selectiva- de precios, la excesiva tardanza para ventilar y
resolver problemas de corrupción estatal y la ya mencionada predisposición
gubernamental a ralentizar una efectiva, sostenida y acelerada descentralización, todo lo
que mantendría las formas de “ingobernabilidad” que tanto conocemos.