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La mirada de Marx:

el pensamiento como crítica

Introducción
El puesto del conocimiento en el mundo actual es fácilmente reconocible. El cono
cimiento debe acumular hechos y nexos funcionales de fenómenos en la mayor canti
dad posible. El ordenamiento debe ser claro y evidente a modo de que los comerci
os puedan encontrar sin demora alguna de la mercancía intelectual deseada. La re
colección misma se produce en gran medida teniendo en cuenta órdenes industrial
es precisas. El conocimiento que se produce a modo de una mercancía en su propio
origen, encuentra su muerte. Parece que fue la perspectiva que el pensamiento d
e Karl Heinrich Marx legó a la humanidad. Un pensamiento que se ejerce compromet
ido con la realidad. Esta forma de ejercer el pensamiento en las distintas áreas
del saber sea de carácter político, económico, sociológico o filosófico más que
reducir los resultados ensancha las miradas por el posicionamiento privilegiado
que da pie, desde la conjunción entre pensamiento y condiciones materiales de l
a historia, a la producción del pensamiento mismo como un producto cultural que
se caracteriza por su dimensión crítica a la misma cultura que lo genera. Además
, por otro lado, obliga al mismo pensamiento a sumir un discernimiento de los el
ementos que la configuran que no puede evitar y, que si lo hace, se hace cómplic
e de las condiciones inhumanas que produce.
Cabe decir, sin duda, que el pensamiento como ejercicio crítico de la cultura su
pone la para la reflexión la asunción de un ineludible compromiso intelectual. E
s decir, la existencia de una cultura de la injusticia implica a la reflexión,
al pensamiento, en tanto que éste no se realiza en un clima aséptico, en una ais
lada burbuja de cristal que impide el paso de las minucias que impiden un conoci
miento límpido y transparente, aseado del grito silenciado de quienes han sido p
rivados de las condiciones materiales de desarrollo y plenitud humana; por el co
ntrario, el pensamiento se ejerce en medio de unas condiciones culturales determ
inadas, no puede marginarse olímpicamente de ellas, sino que ha de afrontar su c
oncreta ubicación y hacerse cargo de la problemática humana que desde su entorno
emerge.
Por ello, para el presente trabajo se tiene como objetivo principal resaltar el
compromiso intelectual del pensamiento de Karl Heinrich Marx, debido al carácter
mismo de sus trabajos su pensamiento se traduce como crítica, como desmantelami
ento de los mecanismos que los procesos de desarrollo histórico establece para n
aturalizar la injustica, opresión y alienación humana. Asimismo, su legado intel
ectual no se basa únicamente en los contenidos específicos elaborados por él en
un marco histórico concreto, sino que establecen una metodología, una mirada pri
vilegiada que manifiesta el lado ocultado en el tren del progreso que, en su pre
tensión de incluir a todos, excluye a la gran mayoría, dejándolos únicamente con
el deseo de haber disfrutado de su viaje.
a) De la forma a la materia
A lo largo de la historia el pensamiento ha tenido la inclinación de establecer
maneras correctas de expresión. En este sentido, las pretensiones de establecer
cuáles son las condiciones que permiten generar un pensamiento correcto, verdade
ro son constantes en las universidades y en los esfuerzos individuales por conoc
er la realidad. Más aún, se ha considerado a la misma realidad como problema. Lo
anterior no se dice porque no lo sea, sino porque las respuestas han redundado
en establecer como lo real a algo que se encuentra en un marco externo al mundo
común compartido.
Así, las distintas tesis o teorías que establecen las bases normativas y/o forma
les para formular la respuesta sobre la realidad conllevan el peligro de abandon
ar inadvertidamente un modo de pensamiento histórico e historizador que deja fue
ra, en la periferia de la atención teórica, a dimensiones de la misma realidad,
como es el caso del conflicto socio-histórico que la mayoría de los habitantes d
e la tierra llevan en su cuerpo. En este sentido, la fuerza del pensamiento de M
arx establece como punto de partida que el pensamiento, el esfuerzo reflexivo po
r dar cuenta de la realidad no debe buscar sus parámetros normativos en alguna d
imensión ideal por encima de la historia, sino que los encuentra ya actuantes de
ntro del propio proceso histórico, como lo muestran las percepciones, valoracion
es y acciones que realizan los sujetos históricos reales.
En este sentido, el legado crítico de Marx abre, a partir de la propia realidad
histórica dada, una dimensión de trascendencia intrahistórica desde la cual se d
isuelve la apariencia naturalizada de la misma realidad histórica. Tal trascende
ncia está representada por todo aquello que, siendo parte de la realidad históri
ca, se vuelve perenne, e inclusive estas condiciones de continuidad son discern
idas. En este sentido, si el ejercicio del pensamiento “tiene que investigar nec
esariamente si los objetos del conocimiento son realmente lo que según su propio
concepto pretender ser. De lo contrario sería una crítica meramente formalista.
La crítica inmanente no es jamás una crítica puramente lógica, sino también una
crítica del contenido, una confrontación del concepto con la cosa” .
El peligro que se corre constantemente ante esta situación es la inclinación hac
ia un retorno a los planteamientos básicos del pensamiento de Marx, lo que puede
dar lugar a una nueva ortodoxia que poco tiene que ver con el pensamiento críti
co. Para sortear este peligro es recomendable abrir el marco de interlocutores q
ue permita un diálogo productivo de cara a la articulación del pensamiento en ta
nto crítica de la cultura actual, más allá del círculo de los denominados marxis
tas, orientándose hacia su círculo exterior o periferia.
Tradicionalmente el conocimiento se establece como válido en tanto que se basa e
n teorías, conceptos y significados universalmente válidos, esta validez univers
al es válida en tanto tiene coherencia entre los contenidos que el sujeto piensa
y el sujeto pensante. Por ello, en su expresión más elevada hay una identificac
ión absoluta entre la idea y la realidad, más aún la idea es la norma de la real
idad histórica. Las ideas modernas de progreso, libertad e igualdad se establece
n como marcos de referencia ideales que van orientando a la realidad a aparejars
e con los elementos pensados. Idealismo y formalismo socavan la realidad históri
ca de la cual se desprenden. Así, desde Platón, Aristóteles, Descartes y Hegel e
l concepto establece los marcos de lo definido. La misma fenomenología establece
como límite del pensamiento los fenómenos mismos. Donde la reducción eidética h
usserliana establece una equivalencia a la dialéctica tradicional que se estable
ce como un movimiento de resolución de los momentos abstractos contradictorios d
el entendimiento por retorno al sujeto, propio de la razón. Así, el mundo, la vi
da y la realidad histórica son de las que se dicen formalmente; es decir, no es
el mundo, la vida o la realidad histórica sino la idea que el ser humano formalm
ente genera de éstos.
La formalidad del pensamiento es lo a priori, es la forma anterior a la materia,
la eternidad anterior al tiempo, el Estado anterior al individuo, la totalidad
anterior al fragmento. Por ello, se puede concluir la validez de las posturas qu
e sostienen que el Estado es la totalidad de todos los derechos y deberes de los
ciudadanos, el contenido final de la historia y de la subjetividad. Por ello, l
os deberes para con el prójimo constituyen lo universal, la comunidad y la inter
subjetividad. Así, por naturaleza el ser humano no es humano, sino que deviene d
e la sociedad, de un reino abstracto y formal que se establece en lo espiritual.
Desde la perspectiva del formalismo ideal se puede afirmar que todo el mundo de
la cultura, de los productos humanos que tiene por origen al miso ser humano se
a el horizonte filosófico, el científico, las instituciones sociales, políticas,
religiosas, entre otras, tienen a la racionalidad teórica o práctica como su fu
ente originaria. Como la estructura de la obra del arquitecto es su realidad lóg
ica, estructura formal, la cual debe identificar a la realidad histórica de acue
rdo al plano diseñado como la manera real de la obra producida o a producirse.
El pensamiento en tanto formal trata de un ser humano consciente, autoconsciente
s, libres, en acto cognoscentes intersubjetivamente como humanidad, en el presen
te de la historia mundial; es decir, como concepto cuyas consecuencias son un es
píritu sin materia, más allá de la vida física, un subjetivismo sin historia, un
racionalismo antiepistémico, un psiquismo dualista, un formalismo político, don
de la política se reduce sólo a deberes y derechos establecidos, nuevamente, de
manera formal.
En este sentido, la verdad de lo real consiste en el conocer el concepto, en la
contemplación lógica del concepto, estas realidades que no son reales ni científ
icas, sino que su consistencia se adquiere en virtud de su vinculación con el es
píritu. Así la verdad objetiva es la Idea misma como saber donde lo objetivo est
á puesto como subjetivo, donde el sujeto conoce y se conoce por medio de la auto
consciencia y se hace objeto de sí mismo en una reflexión absoluta. Esa idea hay
que desplegarla y sería entonces el concepto desarrollado.
Marx va más allá del nivel del formalismo y abstracción que la facticidad hegeli
ana, actualmente heideggeriana, establecen como categorías ontológicas constitut
ivas de la realidad, del ser y permite entender, por su legado, esta dimensión d
e lo real en términos radicalmente históricos y geopolíticos . Pues si la el pen
sar está constituido por una facticidad histórica, geográfica y socio-política,
entonces resultan engañosas o quiméricas las propuestas de un pensamiento purame
nte formal, teórico o trascendente en cualesquiera de sus formas, sea como fenom
enología, metafísica o reflexión trascendental.
Se acepte o no, se quiera o no, todo pensamiento está ya siempre ubicado en una
determinada posición definida por un entramado de intereses, entre kos que ocupa
n un lugar privilegiado los ético-políticos y los económico-sociales. Esta situa
ción obliga al pensamiento a reflexionar sobre el contenido del pensamiento mism
o, así como el origen histórico de su propia estructura, de los intereses ye def
inen su posición y apertura al mundo, no para extirparla sino para asumirla y ha
cerla refleja en la manera de una opción explícita y reflexiva, de una toma de p
artido en el mundo dividido por los conflictos entre los cuales se vive .
Este paso metodológico del pensamiento formal al material implica una opción que
elige ese lugar que da verdad , esa posición en la estructura mental del ser hu
mano es la que hace realizable la clara aprehensión del escándalo moral implicad
o en el sostenimiento y reproducción de una estructura opresora, excluyente e in
humana. Este acto de optar reflexivamente por el lugar que da verdad se va a con
cretar como opción por los condenados de la tierra, por los sin historia, por aq
uellos que se encuentran fuera del régimen de la propiedad vigente con mayor rig
or en las formas de relación y convivencia contemporáneas.
Es en la realidad de la población excluida, paradigmáticamente establecida en la
clase obrera marxista, donde se pone de manifiesto la verdad del sistema vigent
e y del tipo de relaciones que instaura la economía del mundo. Así, la conscienc
ia de todo pensar está constituido por una toma de posición a favor de una de la
s partes en conflicto en el desgarro del mundo. Es un modo de arraigarse en el m
undo. Esto permite realizar una aportación valiosa al proceso del diálogo entre
las diferentes voces críticas de los distintos rincones del mundo, orientando la
comprensión crítica de la realidad y las transformaciones que la hacen posible.
La concepción del pensar crítico también implica una práctica intercultural .
b) La crítica como acción
El pensar sólo tiene sentido cuando está vinculado a una praxis a la que debe da
r luz y alimento. En este sentido, el pensamiento crítico, si esto no es ya cons
iderado como tautológico, es un momento de la acción que puede realizar el indiv
iduo. Es decir, el pensar es acción, y la acción es ejercicio del poder, por lo
que el poder tiene un impacto eminentemente de carácter político. Pues, toda pos
ición intelectual implica ya siempre una toma de postura en el escindido campo d
e lo social.
Así, pensar en los acontecimientos que se han recrudecido en las últimas décadas
, como la extrapolación social, la marginación política y el despotismo económic
o son posicionamientos de carácter político-social frente a las circunstancias q
ue vienen de lejos y que se han exaltado por las maneras contemporáneas de compr
ender y organizar, tanto al mundo como a las relaciones interpersonales. La situ
ación se agrava cuando, en los distintos ámbitos de relación y cotidianidad huma
na, se establecen formas de comprensión estandarizadas, homologadas e inclusive
orientas por el uso de afirmaciones estereotipadas.
La atenuación del pensamiento deshabilita el potencial crítico y denunciante que
tiene, sin embargo, parece que muestra una resistencia entumida en el adormecim
iento crítico, pues la aparente indiferencia y apatía política se entiende en ta
nto una suerte de malestar frente al ámbito mismo de la política. Por ejemplo, c
uando el término aparece en algunos ámbitos de relación social, se experimenta u
na suerte de desconfianza y ansiedad, pero también surge un anhelo desconcertant
e de lo que podría provocar su ejercicio. Esta consideración ambivalente se ha e
xtendido debido a la constatación dolorosa de los espacios públicos reducidos a
una elite burocrática y cínica que se ha adueñado de su regulación; más aún, la
sospecha continua de los ciudadanos hacia sus gobernantes, representantes y dive
rsas instituciones de participación pública, ha acrisolado una actitud de suspic
acia e indiferencia en la mayoría de los seres humanos que reducen su participac
ión pública a las esporádicas votaciones democráticas.
Tal situación empeora cuando, a través de los diversos medios de comunicación, s
e evidencia una futilidad y banalidad de la política, especialmente cuando ésta
se presenta como una más de las ofertas de entretenimiento. Más aún, la falta de
crecimiento económico, la inestabilidad social, la creciente inseguridad, la so
specha constante hacia los significativamente distintos, entre otros elementos h
an conducido al ser humano a pensar sin contenido, a radicalizar la indiferencia
y mostrarla como una resistencia, a utilizar la ausencia de pensamiento tradici
onalmente crítico como una forma de evidenciar la inconformidad frente a las pro
puestas surgidas desde el pensamiento crítico tradicional. Este pensamiento sin
contenido es una forma de ejercicio del poder, del uso público de la razón.
Esta forma del ejercicio crítico del pensamiento es un proceso de capacitación y
factibilidad que no se da sólo en el marco de la relación entre el individuo y
el mundo circundante son también, y sobre todo, en el seno de una intersubjetivi
dad problemática por su carácter fracturado y conflictivo. Por ello tal ejercici
o pasivo y aparentemente acrítico es concebido como poseyendo una importante dim
ensión social y moral en la que el conflicto social juegan un papel claramente r
elevante. Además, estos procesos de capacitación y factibilidad son considerados
no sólo en términos individuales sino colectivos. Lo que ilumina nuevas posibil
idades históricas a partir de las capacidades adquiridas como actividades colect
ivas cuyo agente es toda una generación, y más aún, una generación perdida. Esto
permite sostener que cada época va a estar caracterizada por una iluminación es
pecífica de posibilidades por parte del colectivo social, la cual es vinculante
para las decisiones u orientaciones políticas de la formación social. Asumiendo
lo anterior, el proceso de capacitación realizado incoadamente por Marx puede se
r concebido como un proceso complejo que abarca las dimensiones práctica, cognit
iva, social y moral, que se traduce en un proceso de participación, aún en sus v
ertientes poco ortodoxas y tradicionales, pues las nuevas capacidades adquiridas
por los individuos y las colectividades constituyen el factor de apertura de nu
evas alternativas históricas a partir de la crítica de las condiciones vigentes
en el mundo social crcundante.
Por ello, el criterio normativo de la crítica no es formal, ni universal, ni abs
tracto sino eminentemente intrahistórico, donde las posibilidades de realización
personal y colectivas iluminadas por una construcción de la subjetividad histór
ica; es decir, se le exige críticamente a la época, al momento histórico vigente
lo que puede dar de sí de cara a una gratificación y autorrealización colectiva
, la cual es alumbrado desde el nivel de desarrollo de las subjetividades. Todo
aquello que no contribuye con lo anterior, es susceptible de ser considerado sus
picazmente.
c) Frente a la cultura de la explotación : la suspicacia como método
El pensamiento de Marxes el primero que destaca en realizar una guía para la crí
tica de las ideologías, pues traza un nuevo abordaje que permite el discernimien
to de las mismas desde bases histórico-materiales, generando una mirada crítica
de la sociedad, y que luego, mano de sus herederos, se ve trocada en ideología,
en un saber esclerotizado convertido en doctrina oficial de un régimen totalitar
io, pero eso no es motivo de las presentes reflexiones.
La odisea de la mirada de Marx, sumida en un conflicto de interpretaciones entre
las corrientes comunistas, socialdemócratas y otras, obliga a tener que barajar
la distinción entre el pensamiento de Marx y los marxismos, a sabiendas de que
en cualquier caso, el esfuerzo crítico e interpretativo, no supone ningún acces
o neutro o privilegiado, sino una toma de postura en el debate, que tampoco tien
e que identificarse con ninguno de los marxismos existentes o que han existido.
Pues muerto el marxismo como doctrina, se tiene un acceso de nuevo a Marx sin pr
esiones distorsionantes, siendo posible un diálogo con la mirada y la palabra pr
opia de Marx.
En este sentido, el pensamiento de Marx puede ser considerado como una mirada an
tropológica de la historia en la que viven los hombres concretos. Su presupuesto
antropológico fundamental es la consideración del ser humano en tanto un ser de
la praxis, posibilitado para ella por u libertad y urgido por las carencias que
implican las necesidades. A partir de ahí, podemos pensar junto con Marx, que e
l hombre es hacedor de su historia y negar la existencia de una fuerza sobrenatu
ral, que hace él mismo a lo largo de la historia, condicionado en todo caso por
la historia que el mismo ser humano ha ido construyendo.
Por ello, en la crítica a las ideología de Marx supone una alienación, pues ésta
corresponde a lo que Marx denomina “falsa conciencia”. Por ello, lo que trata e
s de llegar a las raíces de la existencia alienada del hombre. A ese respecto co
nsidera la alienación religiosa y política como derivada del trabajo mismo, dada
s las condiciones de explotación que realiza y encubre ideológicamente el capita
lismo bajo la ficción jurídica-legal de un contrato entre iguales. Es esa aliena
ción, del trabajo, del producto, del trabajador mismo, alienación respecto del o
tro en unas relaciones humanas cosificadas y también alienación respecto de la n
aturaleza, la que se constituye partiendo de la existencia real de los individuo
s concretos, en fenómeno social, que, como tal, marca el tono de la cultura. Con
cretamente, la ambigüedad de la cultura, el fenómeno de la alienación pone de re
lieve el carácter deshumanizante de la cultura capitalista, que queda enmascarad
a entre la explotación económica y el encubrimiento ideológico de la misma, y la
justificación del sistema que sobre ella se asienta. Por ello, la dinámica de l
as ideologías se desencadena imparable hasta extenderse por todos los extremos
de la superestructura, dado que lo ideológico no es algo fijo sino que lo que fu
nciona como tal, y el mecanismo encubridor y distorsionante que supone, opera en
los distintos ámbitos de la vida. Ante la sutileza de la ideología la crítica e
s necesaria parece insuficiente, pues de lo que se trata es de transformar la re
alidad social existente; pues no basta con desmantelar las ilusiones existentes,
sin que lo importante es cambiar la situación que hace posible y necesarias tal
es ilusiones para poderse sobrellevar.
Para lograr ello es necesario mirar aquello que puede ser aplicable al tiempo ac
tual, o retomar el potencial creativo y crítico del pensamiento de Marx. Pues an
te la llamada muerte del hombre, el optimismo antropológico permite pensar una
total resolución de las contradicciones culturales de la modernidad, permite con
siderar la plena erradicación de la alienación, permite confiar excesivamente en
la razón y voluntad humanas y sobre todo en lo que se refiere al sujeto colecti
vo constituido principalmente por el proletariado, porque no tenía nada que perd
er más que su condición subordinada y oprimida. No obstante, a pesar de este opt
imismo y confianza al ser humano, lo cierto es que da pie para pensar de un modo
nuevo la realidad y la posibilidad del hombre y su cultura, la realidad de la a
lienación deshumanizante y la posibilidad de una cultura emancipadora. Ésta, de
todas formas, debe articularse sobre dos polos: del reino de la necesidad, que e
l hombre finito no puede abandonar; y el reino de la libertad, al que el hombre,
desde su finitud, debe aspirar.
Por tanto, la función de la crítica es abrir paso a una práctica transformadora,
más aún, la crítica ya es una práctica transformadora que permite la articulaci
ón de las dimensiones que integran al ser humano y los distintos ámbitos que lo
congregan y permiten la intersubjetividad. Por ello, el pensamiento es una activ
idad crítica consciente de las condiciones en las cuales el ser humano se desarr
olla de cara a relaciones intersubjetivas caracterizadas por la libertad y la ju
sticia. La tarea del pensamiento comienza en el desmontaje de los discursos inte
resados de una falsa conciencia que sucumbe al autoengaño en lo que a la inconta
minación de sus productos se refiere.
La mirada suspicaz que nos hereda Marx hace aflorar el efecto de los condicionam
ientos socioeconómicos que pesan sobre las espaldas de los seres humanos. Pero
de lo que se trata es de que se abra paso al pensamiento, a una mirada que permi
ta asumir prácticas autoliberadoras, una práctica fundida con la teoría, y una t
eoría hecha uno con la práctica. Donde el pensamiento se realice en la construcc
ión histórica de la realidad. Ese imperativo de congruencia, de una búsqueda de
la mayor aproximación entre lo que se piensa y lo que se hace para procurar mayo
res ámbitos de libertad personal y colectiva, pero dejando a salvo, por el bien
de ambas, la necesaria, y en definitiva insalvable distancia entre ellas. Es con
dición para la función emancipadora del pensamiento crítico una sana coherencia.
d) Conclusión (provisional)
A partir de lo expuesto se constante que puede tematizarse a partir de la produc
ción teórica de Marx la conversión entre pensamiento y crítica, la cual, indepen
dientemente de los discernimientos teóricos y ejemplos iluminadores que el mismo
Marx realiza, resulta productiva e iluminadora para la época contemporánea, con
distintos matices, pero cuya mirada profunda se caracteriza por una toma de pos
tura clara de frente a las exigencias de quienes se encuentran privados de las c
ondiciones materiales necesarias para su desarrollo pleno. Además, esta mirada o
rienta la crítica que también afecta a los planteamientos teóricos que defienden
a capa y espada la normatividad de una dimensión trascendental o cuasitrascende
ntal, a la que la crisis ha hecho perder su credibilidad y efectividad condenán
dolas a una impotencia estéril.
La mirada de Marx permite considerar adecuadamente la contingencia y facticidad
históricas y el perspectivismo político del pensamiento crítico. Así, la crítica
es realizada desde dentro , considera la misma subjetividad, la situación histó
rica específica, las condiciones materiales compartidas, los espacios de posibil
idad existencial y los proyectos que ni siquiera son considerados, esta mirada
considera hecha desde adentro de la indignación general la base normativa que co
nstituye la actividad del pensamiento.
La mirada de Marx, en última instancia, establece criterios metodológicos, persp
ectivas, establecen el aporte del esfuerzo reflexivo de quien no pasó indiferent
e ante el sufrimiento, marginación, rechazo y alienación de seres humanos cuya m
uerte pesa en las espaldas. A decir de Borge, “(…) el muerto ubicuamente ajeno n
o es sino la perdición y ausencia del mundo. Todo se lo robamos, no le dejamos n
i un color ni una sílaba: aquí está el patio que ya no comparten sus ojos, ahí l
a acera donde acechó la esperanza.”
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