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La presente clase ha sido elaborada por Plinio Arruda de Sampaio exclusivamente para ser dictada en el Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales (PLED), en la sexta clase: “Caio Prado Júnior y las raíces
históricas de la inestabilidad estructural de las economías subdesarrolladas.”, Marzo 2009.
Cómo citar:
ARRUDA de SAMPAIO, Plinio. ‘’Caio Prado Júnior y las raíces históricas de la inestabilidad
estructural de las economías subdesarrolladas’’. [CLASE]. En: Curso virtual “Actualidad del
pensamiento crítico latinoamericano sobre la problemática del desarrollo nacional.” (Programa
Latinoamericano de Educación a Distancia, Centro Cultural de la Cooperación, Buenos Aires, Marzo
de 2009).
I. Introducción
1
“Como se observa (sin los anteojos deformadores del “economicismo”) en los hechos concretos, esto es, la historia en su
real y verdadera especificidad, no cabe en un análisis de este tipo sino subsidiariamente y como simple ilustración, o mejor
dicho, como elementos a ser “encajados” dentro del modelo propuesto. Esta expresión “encajar” es de Rostow, el tan
prestigioso economista del campo de la ortodoxia que más lejos llevó y más se destacó en esta tarea de señalar a la historia
como un análisis económico formal. Y que pretendió expresamente con sus conocidas “etapas del desarrollo económico”,
sustituir al marxismo con una nueva interpretación de la evolución del capitalismo. En aquél análisis, sirven los hechos
históricos, para ser confrontados, a posteriori, con el comportamiento del modelo. Así queda claro que en el caso que la
confrontación muestre una discrepancia entre la realidad histórica y el modelo, no será culpado dicho modelo, y sí
eventuales obstáculos, que se intentarán de descubrir, y que habrían perturbado el “normal” comportamiento, lógicamente
previsto, del mismo modelo” (Historia del desarrollo, p.21-22)
No tiene sentido repetir una explicación que considero bastante clara en los
textos para la lectura, por lo que intentaré enfatizar apenas seis aspectos del
problema:
1. Caio Prado atribuyó el subdesarrollo a la presencia de un tipo de relación de
producción que impide la consolidación de una economía que posea
“existencia autónoma” -proceso de mercantilización dirigido hacia el mercado
interno y teniendo en cuenta las necesidades del conjunto de la población- y
“fuerza propia” –fuerzas productivas dirigidas hacia la atención de las
necesidades económicas internas y control nacional sobre ellas. La esencia del
problema reside en:
- la existencia de fuertes desequilibrios en la correlación de fuerzas
entre el capital y el trabajo resultante de la presencia de un ejército
industrial de reserva permanentemente marginalizado del mercado de
trabajo;
- el control del parque productivo por el capital internacional, esto es,
por una base empresarial que tiene como base de la reproducción
ampliada del capital al horizonte mercantil mundial, o sea, por un
capital que no está anclado en el espacio económico nacional.
2. En el plano mercantil, el subdesarrollo se caracteriza por la “precariedad de la
coyuntura mercantil”. En esta situación, las expectativas de los inversores se
tornan ultrasensibles a cualquier tipo de turbulencia de la economía mundial. El
estado de incertidumbre estructural compromete la calidad de los vínculos del
capital con el espacio económico nacional, convirtiéndolos en
extraordinariamente volátiles;
3. En el plano de las fuerzas productivas, el subdesarrollo se caracteriza por el
“dualismo” de su economía, que se consustancia en la cristalización de fuerzas
productivas rígidamente segmentadas entre un sector de alta productividad
dirigido hacia el mercado externo y un sector de bajísima productividad dirigido
hacia el mercado interno que satisface las necesidades de la mayoría de la
población;
4. La precaria condición de las economías subdesarrolladas hace prevalecer una
relación oportunista del capital con el espacio económico nacional,
cristalizando una lógica de valorización del capital, de carácter mercantil, basada
en la extorsión y en el pillaje económico.
2
“Todo pueblo tiene una evolución, vista a distancia, un cierto sentido. Esto no se percibe en los pormenores de su historia,
sino en el conjunto de los hechos y acontecimientos esenciales que la constituyen en un largo período de tiempo. Quien
observa aquel conjunto, puliéndolo de su berenjenal de incidentes secundarios que lo acompañan siempre y lo hacen
muchas veces confuso e incomprensible, no dejará de percibir que él se forma de una línea maestra e ininterrumpida de
acontecimientos que se suceden en un orden riguroso, y dirigida siempre en una determinada orientación. Esto es lo que se
debe intentar, antes que nada, cuando se aborda al análisis de la historia de un pueblo; además, sea cual fuere el momento
o el aspecto de ella que interesa, porque todos los momentos y aspectos no son sino partes, por si solas incompletas, de un
todo que debe ser siempre el objetivo último del historiador, por más particularista que sea. Tal indagación es claramente
más importante y esencial que es por ella que se define, tanto en el tiempo como en el espacio, la individualidad de la
fracción de humanidad que le interesa al investigador: pueblo, país, nación, sociedad, sea cual fuera la designación
apropiada para el caso. Es solamente allí que él encontrará aquella unidad que le permite destacar una determinada
fracción humana para estudiarla aparte”, (Formación del Brasil Contemporáneo, p.13).
3
Es lo que, en el análisis de Caio Prado, habría ocurrido en Brasil de manera ineludible a partir de la posguerra. “El objetivo
en él (el título de su libro La Revolución Brasilera) es esencialmente mostrar que Brasil se encuentra en la actualidad (a
partir de los años cincuenta) en la faz o la inminencia de uno de aquellos momentos arriba señalados (coyuntura histórica
revolucionaria) en que se imponen súbitamente reformas y transformaciones capaces de reestructurar la vida del país de
manera apropiada con sus necesidades más generales y profundas, y las aspiraciones de la gran masa de población que,
en el estado actual, no son debidamente atendidas. Para muchos –pero sin embargo, en el conjunto del país, minoría
insignificante, aunque se hace oír más porque detenta en sus manos las palancas del poder y de la dominación económica,
social y política- todo va, en lo fundamental, muy bien, faltando apenas (…) algunos retoques y perfeccionamientos de las
actuales instituciones, a veces no más que un simple cambio de hombres en las posiciones políticas y administrativas, para
que el país encuentre una situación y un equilibrio satisfactorios. Para la gran mayoría restante, no obstante -y aún cuando
ella no se dé siempre cuenta de la realidad en la que es incapaz de proyectar en el plano general y de conjunto sus
insatisfacciones, sus deseos y sus aspiraciones personales, o lo que sea menester, que le permitan darle condiciones
satisfactorias y seguras de existencia-, es mucho más que aquello. Y sobretodo algo más profundo y que lleve hacia un
nuevo rumbo a la vida del país” (p.3).
4
Sobre la noción de que, después de las inversiones del Plan de Metas, en la segundad mitad de los años cincuenta, el
capitalismo brasilero habría adquirido una dinámica autodeterminada, ver los trabajos de João Manuel Cardoso de Mello, O
capitalismo tardio, e Maria da Conceição Tavares, Acumulação de capital e industrialização no Brasil – fundadores de la
llamada Escuela de Campinas
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