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Raúl Fradkin y Jorge Gelman

RECORRIDOS Y DESAFIOS DE UNA HISTORIOGRAFÍA. ESCALAS DE


OBSERVACIÓN Y FUENTES EN LA HISTORIA RURAL RIOPLATENSE.

La historia agraria rioplatense, en especial la referida al período colonial tardío y la primera mitad del
siglo XIX se ha renovado sustancialmente desde la recuperación de la democracia en Argentina.
Artículo que trata de discutir cuáles fueron los instrumentos conceptuales y metodológicos que estuvieron
en su base y la relación con el estudio de cierto tipo de fuentes, a la vez que plantear algunos de los
nuevos desafios que esa renovación ha planteado.

De las grandes estructuras a los agentes y a la historia regional. Cambios de


paradigma y reducción de la escala de observación.

Carlos Sempat Assadourian: planteos que obligaron a prestar atención a los mercados interiores y al
papel que ciertos polos económicos habían jugado en la conformación de las economías regionales,
relativizando el peso que la oferta y la demanda externas tuvieron. Esta atención a los mercados locales
permitió poner en cuestión una visión que prestaba únicamente importancia a las exportaciones de bienes
pecuarios. Y con ello apareció no sólo la producción de cereales, hortalizas, carne o forraje, sino también
un mundo de productores muy heterogéneo, que cuestionó la imagen del predominio exclusivo de los
grandes estancieros ganaderos y su contracara, el gaucho.
El cambio de paradigma para analizar el funcionamiento de la economía colonial, también obligaba a
buscar fuentes que permitieran estudiar y medir fenómenos antes descuidados. De esta manera se abordó
el estudio de los diezmos que se cobraban sobre la producción agraria, y rápidamente se pudo demostrar
que a fines de la colonia había una importantísima actividad ganadera y agrícola, que se vinculaba con las
demandas locales y regionales que con el tráfico portuario.
En esta primera etapa también hubo otra discusión que partió del viejo paradigma, el estudio sobre el
carácter de la mano de obra en las estancias. Si la pregunta inicial era por qué se produjo un tipo de
poblador rural identificado con la figura del gaucho, ese mismo estudio sistemático de las fuentes de las
estancias puso rápidamente en acción otros fenómenos y otros actores.
El análisis de las contabilidades de algunas estancias también puso en evidencia otras dos cuestiones
centrales que discutían las interpretaciones más tradicionales: por un lado se notaba una cierta regularidad
en los movimientos e ingresos y egresos de trabajadores en las estancias, lo que no se corresponde con
esa imagen del gaucho que abandona el empleo cuando quiere. En este caso parece evidente que hubo una
idea y vuelta entre planteos conceptuales metodológicos y el uso de las mismas fuentes que obligaron a
modificar puntos de vista, alimentaron la discusión historiográfica y llevaron a buscar nuevas fuentes para
responder a las nuevas inquietudes.
De todas formas el modelo centrado en el Mercado Interno Colonial también tenía sus problemas.
Modelo que tampoco permitía dar cuenta totalmente de las realidades regionales y de la complejidad
social que se constataba en cada caso. Para Assadourian el eje del funcionamiento de la economía
colonial estaba en los Polos de Crecimiento o de Arrastre, que en el caso del “espacio peruano” era la
minería de plata de Potosí. Los estudios de las economías regionales revelaban comportamientos muy
dispares frente a los estímulos del Cerro Rico, que por lo tanto no se podían subsumir a ese
comportamiento y no limitarse a describir la relación externa con el Polo. Esta regionalización se
acompañó con un cambio de paradigma sociológico, que abandonaba las visiones demasiado
estructuralistas o deterministas del comportamiento social e individual y empezaba a otorgarle más
importancia a la acción y las prácticas individuales y colectivas, otorgándoles mayores márgenes de
acción y libertad y también mayor capacidad de influir en el decurso general de la historia. Sólo este
nuevo paradigma podía dar cuenta de la extrema diversidad de situaciones que los estudios regionales
ponían cada vez más de relieve y que criticaban la exactitud de aquellos modelos que pretendían explicar
el funcionamiento del conjunto. En el caso concreto de la historia rural rioplatense, si bien ciertos factores
actuaban de manera general en todo su territorio, también los estudios micro ponían de relieve que las
respuestas eran muy diversas, a veces en espacios que distaban unas pocas leguas entre si. La perspectiva
regional o microrregional se acompañó con otro cambio de perspectiva, que fue el pasaje desde una
visión estructural de la historia o del funcionamiento de la sociedad, a otra que comenzó a poner de
relieve una cierta libertad de acción de los actores colectivos e individuales que podían incidir en la
conformación general de la sociedad.
Recorrida por los estudios sobre la mano de obra y la esclavitud rural rioplatense, para ver como operaron
estos cambios. Los primeros estudios de “empresas” agrarias se realizaron sobre aquellas más

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importantes, por ser las que más fuentes documentales han dejado. Estudios que pusieron de relieve que
una parte significativa del trabajo recaía en una población esclava. A su vez, se fue haciendo evidente que
no todas las respuestas podían provenir del funcionamiento interno de los establecimientos productivos y
que sólo podían ser comprendidos si se los situaba en el contexto en que operaban; por ello, la
investigación comenzó a orientarse hacia las diferentes estructuras agrarias que configuraban la región.
La presencia abultada de trabajadores esclavos ponía en evidencia la existencia de una actividad
agrícola/ganadera capitalizada por un lado, y a la vez las dificultades que tenían estos sectores
empresarios para obtener mano de obra barata entre la población local. Los diferentes estudios pusieron
de relieve que la mayoría de la población rural podía subsistir al margen del empleo permanente en la
estancia.
Estos estudios mostraron también los procesos de movilidad geográfica y social, de pobladores que
podían iniciarse como migrantes que se contrataban en estancias, que circulaban y podían discutir las
condiciones de trabajo con sus empleadores, que podían desplegar estrategias matrimoniales e insertarse
en redes de relaciones, etc.
La constatación de una intensa movilidad espacial, inter e intrarregional, corroía la imagen fuertemente
estática y rígida de esta sociedad y derivó también en el análisis de algunos procesos de movilidad social.
Luego, lo que se puso en evidencia es la articulación entre las diferentes regiones y en especial el intenso
proceso migratorio que las unía. Se hizo evidente la dificultad de pensar la historia del campesinado del
“interior” sin esa relación con el litoral, que a veces permitía estrategias reproductivas que incluían las
migraciones temporarias o permanentes de una parte de la familia.
Los estudios que pusieron de relieve la movilidad geográfica y social de los sectores subalternos los
mostraba cuestionando el lugar que se les tenía reservado de origen. Ese tipo de aproximación permitió
revisar también la posición de los esclavos en esta sociedad. La importancia que tuvieron para estabilizar
la mano de obra les llevó a ocupar un lugar que a veces ponía en discusión el estatus mismo de la
esclavitud. Muchos conseguían incentivos más propios de trabajadores libres (salarios, acceso a parcelas
de tierra para uso propio, etc.), así como forzar lo que algunos llamaron las “líneas de color” y de la
esclavitud.
Una aproximación menos determinista y más atenta a la acción de las personas y grupos permitió revisar
temas como el de la mano de obra y aún en el caso de la esclavitud, verificar los espacios de negociación
y resistencia que ellos utilizaron para discutir sus condiciones de vida y la rigidez de un status jurídico
que los condenaba a ser considerados como objetos.
Algo parecido se pudo observar sobre la evolución de los sistemas de trabajo coercitivo después de la
revolución. Los modelos macroeconómicos hacían prever un reforzamiento de los sistemas de trabajo
coactivo, los intentos para ello fracasan con gran rapidez, en parte por el accionar de los propios sujetos
coaccionados que supieron aprovechar las brechas que las propias crisis políticas provocaban y les
permitieron eludir esa situación y asimilarse al conjunto de la población de trabajadores libres.
Otro ejemplo, es el de las formas complejas y diversas de establecerse las relaciones sociales en los pagos
de la campaña. Uno de los aportes más interesantes comenzó como un trabajo microrregional sobre el
partido de Lobos por parte de José Mateo. De ese estudio surgió una imagen de la sociedad local que está
muy lejos de organizarse en conjuntos que abarcan a sectores sociales diferenciados, en solidaridades más
o menos horizontales por el contrario, Mateo descubrió densas redes organizadas alrededor de algunos
nudos que agregaban o articulaban a personas de manera vertical, a su vez enfrentados a otras redes de
similares características.

Nuevos temas, nuevos problemas


Uno de los temas que inmediatamente se discutió tiene que ver con el establecimiento de los liderazgos
sociales y políticos en ese mundo rural, lo cual tiene relación directa con uno de los temas claves de la
historia de la primera mitad del siglo XIX, la cuestión de los caudillos y el caudillismo como forma de
relación social.
Se ha podido constatar no sólo la perdurabilidad de la pequeña producción familiar que se había
“descubierto” para las últimas décadas coloniales sino que se puso de manifiesto su capacidad de
adaptación en un contexto agrario sustancialmente diferente frente a la imagen rígida y arcaica que se le
había asignado tradicionalmente a esa sociedad rural, el rasgo básico que se revela es que estaba dotado
de la suficiente movilidad y flexibilidad como para hacer posible la “gran transformación” de la segunda
mitad del siglo XIX.
Por otro lado se han ido revisando los marcos espaciales de análisis, mientras se ha ido adoptando una
visión más abierta del espacio atendiendo a los circuitos de circulación de cosas y personas, también se
fue imponiendo la necesidad de reconocer la variedad y la heterogeneidad constitutiva de los espacios
estudiados. De esta forma, el postulado de una serie de diferentes ecosistemas sociales agrarios abrió la

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posibilidad de pensar al variedad de contextos locales. Como resultado de ello la visión del espacio ha
ganado en riqueza y complejidad. Sin embargo, estos estudios espacialmente muy acotados resultan
insuficientes para comprender las lógicas articuladoras del espacio y para ello se han introducido
regionalizaciones que permite inscribir las evidencias locales en contextos que les otorgan sentido y
permiten realizar ejercicios comparativos. Sobre esta base, luego de una fase de acumulación de trabajos
sobre espacios y momentos muy acotados y circunscriptos, se han producido estudios minuciosos de
largo plazo que dan cuenta de una serie de procesos de duraciones seculares. Entre ellos, estudios de largo
aliento de la historia de la propiedad de la tierra, como por ejemplo el de Mariana Canedo sobre San
Nicolas, en el que ofreció una cuidada presentación de la evolución efectiva de la propiedad de la tierra
desde el siglo XVII hasta mediados del siglo XIX. Canedo precedió a reconstruir parcela a parcela la
historia de la tenencia legal de la tierra, un modo de aproximación que sólo era posible en esta escala de
observación y mediante el uso combinado de diferentes fuentes. Este enfoque le permitió ante todo
observar los procesos de ocupación y usufructo diferente de la propiedad y la lenta transformación de una
zona de la campaña bonaerense de receptora de migrantes a colonizadora de otras áreas cercanas. Aunque
menos completos o para períodos más acotados, los estudios de Guillermo Banzato (Chascomús) y
Alejandra Mascioli (Dolores) están permitiendo útiles comparaciones de algunos de estos procesos en
contextos bien diferentes ¿Dónde reside la fertilidad de este tipo de trabajos? Ante todo en el registro de
la diversidad constitutiva del espacio rural especialmente importante para una historia como la pampeana
que había sido vista como extremadamente homogénea. Historia agraria que se fue transformando poco a
poco en una historia más abarcativa interesada en indagar las múltiples facetas del mundo rural.

Una de las problemáticas que más esfuerzos ha concentrado es el estudio sistemático del ejercicio de la
justicia en el mundo rural. Ello ha significado el abordaje sistemático de un conjunto de fuentes
documentales que hasta ahora sólo habían sido interrogadas de modo fragmentario. Entre los resultados
se han podido obtener las primeras series sobre criminalidad rural y sobre la composición del personal
judicial rural. Las primeras han afirmado la impresión de que un eje central de los conflictos era el que se
fue estructurando entre el estado en formación y la sociedad rural, especialmente por la demanda
creciente de hombres y recursos que dicho estado consumía. Las segundas han permitido corregir
imágenes rígidas sobre las bases sociales de sustentación de dicho estado en el mundo rural y revelar el
rol central de los sectores sociales intermedios.
Así se abrieron a la indagación otras dimensiones y problemas referidos a la configuración de la cultura
política y jurídica rural. Esta historia rural ha comenzado a poner en el centro de sus preocupaciones un
estudio sistemático de la construcción del poder estatal en el mundo rural y apeló para ello a formas de
hacer historia que provienen de distintos momentos de desarrollo de la historiografía, ensayando
combinaciones metodológicas alternativas. Esta mirada sobre las formas estatales realmente existentes
está teniendo otra derivación: el intento de aproximarse a develar las formas de la vida política en los
pueblos rurales. Esta ampliación del campo de indagación de la historia política tiende a devolver una
imagen mucho menos simple del comportamiento político de la sociedad rural y busca encontrar los
puntos de anclaje más firmes de la acción política en la vida social. Una peculiar notabilidad pueblerina,
así como las redes sociales en que se apoya han podido, en el trabajo de José Mateo sobre Lobos, ser
observados en un contexto microrregional fronterizo. Posteriormente J. C. Garavaglia pudo poner en
evidencia las formas específicas de la lucha política en este pueblo. De esta forma las contribuciones de
ambos autores nos ayudan a enfocar las bases y los mecanismos empleados para la construcción de ese
orden postrevolucionario.

La dinámica fronteriza ha sido otro tema que no sólo ha crecido en consistencia sino que va integrándose
cada vez más al análisis de la sociedad rural quebrado el paradigma de la pampa exclusivamente
ganadera, los estudios localmente focalizados han permitido comenzar a reconstruir los movimientos de
la frontera agrícola y el activo protagonismo de los labradores en la expansión fronteriza. De modo
complementario esta historiografía rural tiende a comunicarse y converger con otra línea de investigación
que ha crecido sustancialmente: los estudios sobre las sociedades indígenas. Con un enfoque que combina
la lectura de fuentes históricas con una inspiración antropológica, estos estudios han develado un
protagonismo impensado de estas comunidades en la vida de las sociedades criollas, que no se limitaba
sólo al enfrentamiento sino que habilitaba una densa trama de interacciones.

Si se mira en conjunto la producción reciente sobre estos desarrollos temáticos, pueden identificarse
también algunas limitaciones:
1- todavía la mayor parte de la producción sigue concentrada sobre la campaña bonaerense, aunque
se han dado pasos decisivos para revisar las formas de la vida rural en las campañas litorales. De

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la misma manera es fundamental establecer un diálogo más sistemático con los estudios del agro
de las regiones anteriores.
2- Es cada vez más evidente que el desplazamiento de la historia rural rioplatense de su matriz
colonial a la primera mitad del siglo XIX, debería permitir el replanteo de temas y problemas en
una perspectiva temporal más amplia y articularse mejor con la historia de la gran
transformación pampeana posterior a 1860/70.
3- Se ha operado un desgajamiento no buscado ni deseado pero evidente con la historia urbana,
cuyo conocimiento es hoy mucho menos abundante y sofisticado. De la misma manera los
estudios sobre las elites del siglo XIX obligan a ampliar esa mirada más allá del mundo rural, ya
que sus intereses, siendo más rurales que antes, nunca dejaron de ser urbanos.
4- Una historia más atenta a la diversidad de los comportamientos sociales y a su incidencia en la
configuración de las estructuras sociales rurales debe aún afrontar un estudio más pormenorizado
de la cultura popular.

Entre sus tendencias más recientes, puede observarse cómo los enfoques tienden a privilegiar la
reconstrucción y la indagación de los entramados sociales a nivel local, a partir de un sólido conocimiento
de sus dimensiones demográficas y económicas. En cierto sentido, el desafío abierto pareciera ser el de
recuperar para el análisis histórico político y cultural toda la complejidad y variedad que se ha reconocido
para la economía y la sociedad.
También se observa que comienza a precisarse una suerte de geografía histórica y de la conflictividad
social y política. Se ha hecho evidente que ya no alcanza con referirse a la ruralización de las bases del
poder sino que es preciso interrogarla con profundidad y atender al fenómeno complejo de la
construcción y ejercicio del poder en el medio rural. Cabe interrogarse si no estamos asistiendo a la
configuración de una nueva forma de historia política o a una nueva historia del poder en el ámbito rural.
Ello implica abordar central y crucialmente las bases mismas de construcción de poder y las modalidades
específicas de conflictividad social.
Una historia agraria – menos o más precisamente rural- desbordado de sus límites y demarcaciones de
origen parece estar en condiciones ahora de plantear mejor un tema clásico: las relaciones entre la
estructura agraria y el caudillismo. Es evidente que éste no puede ya derivarse directa y simplemente de
las estructuras económicas y menos aún del funcionamiento de interno de la gran propiedad agraria. Los
estudios efectuados sobre los problemas que el propio Rosas debía enfrentar en sus estancias para
asegurar la mano de obra y el control de los recursos han puesto en evidencia el conjunto de transacciones
y negociaciones que la administración de una gran propiedad debía afrontar con sus trabajadores y sus
pobladores. Es interesante plantear y comparar cómo se han efectuado: se trata de un análisis minucioso
de las estrategias enfrentadas y las condiciones imperantes en el funcionamiento interno de la gran
propiedad. La novedad reside en que ahora estos análisis no se circunscriben a analizar las condiciones
de producción, el trabajo y la rentabilidad de la empresa agraria, sino que también se intenta dar cuenta de
los comportamientos y la conflictivita social, y con ello pensar facetas opacas de la vida política, sus
implicancias no son menores: sugieren que el liderazgo político debía ser construido y estaba lejos de ser
una consecuencia automática de relaciones de lealtad y obediencia derivadas directamente de la
relaciones de producción. Lo que hasta ahora ha podido observarse es convergente con otras líneas de
indagación abiertas; ante todo, la existencia de una cultura política rural que entre sus componentes
contiene el firme rechazo a las autoridades y los notables de los pueblos. Lealtades y disidencias parecen
reconocer una suerte de geografía y es evidente que no parecen indiferentes a los rasgos diferenciales de
las estructuras sociales agrarias locales. Se trata de un complejo fenómeno político, pero que todavía
espera una explicación más enraizada en los entramados sociales y sus conflictividades. En estas
condiciones, la conflictividad social y política se ha ido abriendo como problema central de indagación.
Es evidente que este intento de analizar situaciones conflictivas apelando a un conjunto diverso de fuentes
y escalas de observación puede contribuir a indagar mejor las complejas relaciones entre economía,
sociedad, cultura y política. Relación que evidentemente no puede pensarse más en términos de
dependencia o de manera determinista, pero que tampoco deberían analizarse separadamente, como
pertenecientes a universos que no se tocan.

[Raúl Fradkin y Jorge Gelman “Recorridos y desafíos de una historiografía. Escalas de observación
y fuentes en la historia rural rioplatense” en Beatriz Bragoni (editora) Microanálisis: ensayos de
historiografía argentina; Prometeo; Buenos Aires; 2004; pp. 31-54]

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