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“Las Tandas de Dubrakhen”

A
sí se denomina a un peculiar evento deportivo, considerado de los más
universales, y en consecuencia, uno de los que arrastra tras de sí al mayor
número de aficionados de toda la confederación. No obstante, aquí en la Tierra
aún se trata de una celebración inédita en la práctica, salvo por unos pocos ejemplos
puntuales. Pueden contarse con los dedos de las manos a esas personas que se
consideran leales aficionados y que están puestos al tanto de su historia y su particular
desarrollo.

Esta tendencia pudiera cambiar radicalmente en el futuro, porque quizás, quien


sabe, descubramos una nueva afición que compartir con otros cientos de millones de
seres de toda la galaxia. Y todo gracias a que entre esos pocos prosélitos de nuestro
planeta encontramos a una persona que desde que descubrió esta curiosa modalidad, no
ha hecho otra cosa más que dedicar su vida a prepararse intensamente para poder
participar en ella. Su nombre es Eliseo Nogueira Díez, natural de Antofagasta (Chile),
aunque por razones familiares siempre ha repartido sus estancias entre su país natal, y
su vecino Argentina.

Desde que en esta redacción supimos de él y sus anhelos, hemos tenido una
creciente curiosidad por saber de su historia. Fue él mismo quien nos puso en
antecedentes, y a partir de entonces no hemos dejado de sentir interés tanto por sus
progresos y evoluciones, como por la futura consecución de su sueño.

Eliseo se ha encargado de guiarnos con ilusión a través de los vericuetos de ésta


práctica deportiva, descubriéndonos una disciplina en la que éramos completamente
profanos. Tuvimos no pocas reticencias en un principio debido a que nos expuso
determinadas singularidades ligadas a las Tandas que, a priori, parecían incluir algunos
aspectos controvertidos. Parecida disyuntiva ocupó buena parte del tiempo de debate en
la redacción cuando se discutió incluir o no en TIS, crónicas alusivas a esos “nuevos”
deportes de alto riesgo tal que las carreras de “rocket-men”, las corridas de toros
españolas, o la caza mayor por equipos. Y pasado ese tiempo de porfía entre partidarios
y detractores, las diversas propuestas fueron aceptadas por mayorías más o menos
holgadas. Por ello decidimos aceptar las Tandas como tal, con sus innegables atractivos
deportivos y sus partes discordantes, ya que en buena medida se encuentran bien
normadas y reglamentadas, y en conjunto son excepciones puntuales que pueden
encuadrarse como parte específica e inseparable de la práctica. Además, no podemos
obviar el hecho de que este deporte se erige de forma indiscutible como uno de los
preferidos de los aficionados fuera de nuestras fronteras solares. Desde esta tribuna
informativa nos planteamos entonces averiguar esos porqués y sopesarlos con el nivel
de acogida que presten nuestros lectores.

A pesar del enorme esfuerzo humano y económico que supuso, la dirección de la


editorial convino que la singular historia de Eliseo merecía el traslado y
acompañamiento de una unidad móvil ligera para realizar un seguimiento de su
participación, una vez que él mismo nos confirmó que había conseguido una licencia
para participar en la CDLIV edición de la prueba. Será el nuestro, el único medio de
comunicación terrestre que hará eco de sus evoluciones, y esperemos que a través del
espejo de nuestro trabajo seamos capaces de sacar del inmerecido anonimato a éste
singular deportista.

Tal vez de éste acuerdo como dijimos anteriormente, surja la semilla que de pie
al nacimiento de una afición equivalente a la que puede encontrarse en otras partes de la
galaxia. Lo cierto es, que los pocos aficionados que hoy por hoy nos encontramos, están
más que encantados con la proeza de Eliseo Nogueira. Según ellos mismos nos relatan
ufanos, el mero hecho de haber obtenido un dorsal ocupa tras de sí una notable historia
de sacrificios que merecería ser relatada.

Aparte de correr la prueba e intentar finalizarla, Eliseo nos comentó que en el


futuro piensa confeccionar un libro que acapare sus recuerdos y vivencias, antes,
durante, y después de la prueba, y con el cual ilustrar la primera participación humana
en las Tandas de Dubrakhen. No obstante, y mientras todo ello se vaya fraguando, ha
accedido amablemente a instruirnos con sus conocimientos deportivos para ponernos en
antecedentes.

Nos comprometemos entonces a ofrecer una crónica que venga a resumir lo


acontecido cada jornada durante la larga prueba que llevará a cabo.

Naturalmente desde este espacio es imposible relatar en tiempo real lo que


suceda durante la participación de Eliseo. Recordaremos que la enorme distancia que
separa los sistemas estelares carentes de puentes intermedios, requiere que la
información se traslade con tecnología RWPiCP (regular waves package into likeable
parity of chain pulses). Con todo, es imposible lograr la primera actualización en un
tiempo menor a diez meses, a partir del cual, se espera que la comunicación sea normal
y fluida. Y para sincronizar el origen de emisión y la recepción en destino, hemos
debido adelantar todo ese tiempo necesario para que las ondas radioeléctricas nos
llegasen, a lo que debemos sumar los tres meses de duración del viaje hasta el primer
puerto de lanzaderas que tiene enlaces con Dubrakhen, y los ocho meses (nada menos)
necesarios para cubrir ese último trayecto. Es decir, que si todo sale como está previsto,
y para que esta crónica se suceda con normalidad en las próximas fechas, deberemos
referirnos a un presente que en realidad no es tal, pues habrá pasado un año y diez
meses desde la conclusión de la aventura.

Las comunicaciones de proceso anacrónico son absolutamente normales cuando


se trata de vadear las enormes distancias estelares, aunque quizás, la nula inmediatez
que ofrecen sea óbice para que el aficionado al deporte no muestre interés por otros
eventos que se desarrollen fuera de nuestras fronteras planetarias. Pese a todo, nos
reafirmamos en lo anteriormente dicho, y pensamos que la historia de Eliseo Nogueira
debería ser hecha pública mientras esperamos que concluya el libro que promete. Y
quizás, en estos precisos momentos, ya esté enzarzado en su confección, o tal vez,
meditando su próxima participación para una futura edición de las Tandas; quién sabe.
De momento nos conformaremos con saber de él, de su deporte favorito, y de su propia
aventura; no refiriéndonos en pasado, sino en presente, con el objeto de facilitar la
comunicación entre la revista y el lector.

Para explicar lo que allí acontece, emplearemos los textos que Eliseo que nos
cedió antes de su partida, contrastados y comentados después por Peter Berry-Paxton,
nuestro sacrificado enviado especial, al que solemos embarcar en aventuras
complicadas, pero que ni por asomo tienen comparación con éste nuevo encargo de la
editorial. Al él le acompaña la eficiente coordinadora y realizadora Johanna
MacFarlane. Ambos dos, junto al operador de camarografía Scott Wilson, ya deben
estar a medio camino de su largo viaje de regreso a casa.

Para no alargar demasiado este prefacio, sólo decir que tenemos fe en el trabajo
bien hecho y en el deber cumplido. Por tanto, desde el espíritu que promueve este
proyecto editorial, recalcamos nuestro sentir con orgullo y sabiéndonos completamente
satisfechos de apoyar al máximo toda manifestación deportiva que implique al menos
valores tales como esfuerzo, dedicación, emoción y/o pasión implícita.

Esperamos seguir trasladando todo ello al aficionado con el rigor y


profesionalidad que nos retrata y nos avala a lo largo de los años, y que se traduce en el
constante apoyo de los lectores y aficionados al deporte en general; haciéndonos
merecedores mes tras mes (dicho sea de paso) de obtener el liderato en ventas de @-
publicaciones deportivas en todo el mundo y en parte de nuestras colonias.

Gracias a todos vosotros, como siempre.

Esperamos que lo disfrutéis tanto como sin duda haremos nosotros.

Aaron Lee Powa, director adjunto.


TOTAL INSIDE SPORTS

TIS: ¿Quién es Eliseo Nogueira Díez?

—Nací en Chile hace 32 años, un 29 de Agosto de 2059. Soy hijo único. Mi


padre es un industrial chileno descendiente de una familia de empresarios dedicados al
negocio del cuero y el calzado. Mi madre reside en Argentina y es heredera sucesora de
una familia de grandes ganaderos y también poseedores de una renombrada yeguada de
caballos purasangre. El divorcio de mis padres cuando yo aún era un chiquillo, dividió
mi infancia y adolescencia entre uno y otro domicilio; entre uno y otro país.

TIS: ¿Cómo se gestó su afición a los deportes?

—Lógicamente a través de los caballos que posee mi madre y su familia. Todo


el tiempo que pasaba en su hacienda fuera de los estudios, lo empleaba en pasar horas y
horas en las cuadras, aprendiendo a montar, o participando en tareas concernientes al
cuidado de los caballos. Desde niño siempre fantaseaba con hacerme jockey y montar
algún día mis propios caballos. Pero ya en la adolescencia me di cuenta de que ese
sueño, no podría ser nunca. Con trece años ya medía un metro setenta y pesaba 52
kilos*.

*(T.I.S: Comprobamos que Eliseo es una persona muy corpulenta; mantiene un


físico imponente).

Jugué unos años al balompié —aunque no demasiados—, víctima de la fiebre


futbolera surgida a posteriori de la nueva copa del mundo conquistada por Argentina en
esa época. Pero finalmente lo dejé. Lo mío, de una u otra forma, eran los animales: los
caballos y la monta. Participé en pruebas de obstáculos, aunque esta disciplina tampoco
llegó a conquistar mi corazón. Y jugué al polo en el club “La Esperanza” durante una
temporada, no más.

Actividades siempre relacionadas con el caballo y la monta, y con la preparación


y entrenamiento de éstos de cara a las carreras, que por otra parte siempre fue mi gran
pasión.

TIS: ¿Cómo tuvo conocimiento de las “’Tandas de Dubrakhen?

—Eso fue a través de un buen amigo, hombre que trabaja como representante de
una cohorte de consorcios para el comercio interplanetario. En uno de sus relativamente
frecuentes viajes al sistema Delta Pavonis, y estando alojado en un complejo
orbihotelero, vio por casualidad un programa de tele-satélite en que retransmitían un
resumen del último evento acontecido en Dubrakhen. Le impresionó mucho, y lo grabó.
Ya de vuelta durante unas vacaciones, me lo mostró. Lo estuvimos viendo y
comentando juntos. La tremenda curiosidad que suscitó en mí, me hizo más tarde
informarme a fondo en foros de hipranet, porque en internet no pude encontrar
absolutamente nada al respecto.

Allí continué empapándome de todo lo concerniente a este deporte, aunque la


verdad, al principio me fue complicado, pues la mayoría de navegadores extraterrestres
no soportan nuestro sistema Hilmix. Pero lo cierto es que al fin, encontré un dominio en
el cual participaban activamente una docena de personas aficionadas a las Tandas. Y fue
allí donde trabé amistad con todos ellos, y en consecuencia, donde obtuve mis primeras
nociones profundas del desarrollo de esta prueba.

TIS: De ser un simple aficionado, a querer competir activamente, hay una


diferencia abismal… ¿Qué le impulsó a intentarlo?

—La principal diferencia que tengo con respecto a estos amigos aficionados, es
que existen ciertas similitudes entre lo que yo hacía normalmente, y lo que exige ese
deporte. Además…bueno, me cuesta un poco decir esto… tengo la gran suerte de poder
contar con un respaldo económico suficiente como para afrontar el reto. Digamos que
hace falta gastar una “pequeña” gran fortuna para poder competir, y afortunadamente sí
disponía de ese dinero para empezar.

TIS: Para adentrarnos en el meollo de la cuestión sin extendernos en más


preámbulos, te cedemos toda la cancha que necesites para que nos cuentes, aunque sea a
grandes rasgos, en qué consiste realmente este deporte y qué es lo que acontece a su
alrededor en aquel planeta.

—De acuerdo. Comencemos pues:

Antes de todo quiero hacer una breve introducción con el fin de favorecer la
comprensión de lo que prosigue:

Las Tandas derivan de hábitos ancestrales que propiciaban los extintos


moradores de Dubrakhen. Los Hélodos era un primitivo pueblo de recios cazadores que
se asentaba en este mismo valle, y cuyas costumbres obligaban a los jóvenes aspirantes,
a pasar unas durísimas pruebas para poder convertirse en miembro de élite de un selecto
grupo de cazadores de primera línea. Dicen los historiadores que incluía la doma de un
animal, para luego recorrer montado en su lomo toda la distancia que abarca el
perímetro de la montaña sagrada, hasta regresar de nuevo al poblado. La intención era
forjar (a través de las peripecias de ese largo recorrido), un tándem hombre-animal
perfectamente compenetrado, equilibrado, entrenado y listo para cualquier evento, que
no debería disolverse hasta la muerte de cualquiera de los dos integrantes.

En este apartado, como en otros muchos aspectos, la realidad se entremezcla con


la leyenda. Me explico: durante ese severo entrenamiento, además de hacer frente a las
numerosas circunstancias adversas (hambre, sed, frío y calor que deberían sortear con
ingenio), se dice incluso que se daban enfrentamientos con criaturas ya extintas (o
simplemente legendarias) a lo largo de toda la travesía. Cuentan las crónicas entre otros,
de los nanthaal y los blaziobeos (colosales reptiloides cuya existencia está
perfectamente documentada), pero también hablan de los terribles colobisi (pretendido
mamuterio carnívoro del que aún no se han hallado restos) y de los aterradores
hyogenos (supuestos seres-lobo de la montaña).

Con todo, están bien reconocidas las hazañas de este remoto pueblo de
cazadores, y las Tandas no dejan de ser una evocación (al menos en el espíritu de sus
creadores así estaba dispuesto) conmemorativa a esa historia. Hay antecedentes
referidos a gestas pasadas que a menudo cuesta creer, pero lo que las crónicas dictan se
acepta generalmente, comprendida verdad y leyenda, con vistas a encomiar la
proverbial historia de este pueblo y la misma celebración que se sucede desde hace
muchos siglos derivada de ella.

Esto trasciende a otras circunstancias que afectan directamente a las Tandas. Por
ejemplo: el idioma elegido para unificar toda la amalgama de lenguas distintas que aquí
se dan cita, no es sino un sucedáneo del dialecto original que hablaban aquellos
cazadores de las primeras edades. Se trata del “kellej”, cuyas formas nominales, más o
menos distorsionadas por el tiempo, aún se hallan íntegras. Para comunicarse, se debe
disponer de un indispensable “trans-slot kellej” que insertar a la memoria de nuestro
transductor de voz. Artefacto caro, no duplicable, y además con fecha de auto-caducado
(política de ingresos conceptuales), lo que obligará a adquirir uno nuevo si se tercia un
regreso a Dubrakhen.

Aclaro esto, porque prefiero hacer uso ciertos vocablos en el idioma original,
siempre para referirme a diversos elementos que cuentan con una definición poco
aproximada o inexacta una vez transportado el concepto a nuestro idioma; y dado que
forman parte del argot universal en las Tandas que todo el mundo utiliza normalmente.
Desearía no obstante, no abusar mucho de tecnicismos de extraña o difícil
pronunciación que hagan más confusa la lectura. Espero sepan perdonar mi celo en este
aspecto si me excedo demasiado en la inclusión de nuevos palabros.

Bien, vamos entonces con el meollo de la cuestión. Dado que empezamos de


cero, distribuiré las explicaciones en pequeños apartados para ordenarnos mejor:

I. Introducción a las Tandas.

Más que un simple deporte o especialidad, yo lo definiría como un reto, una


aventura que se desarrolla por espacio de un jeel (mes Dubrakiano), y cuya
participación está abierta a todo aquel que desee inscribirse, sea cual sea su procedencia,
siempre y cuando reúna los requisitos exigidos por la organización. Las fechas
escogidas para su celebración vienen dadas por el complicado calendario Dubrakiano,
en el cual se toma el último “mes de deriva” correspondiente, como período definido
para las competiciones. Para aclarar este concepto brevemente, diremos que Dubrakhen
(también están consentidas en nuestras lenguas las acepciones “Dubraken” o
“Dubrachen”) posee un calendario cuyo paulatino desfase de horas y minutos por días y
meses, no se regula mediante años bisiestos, sino por medio de los anteriormente
citados “meses de deriva”. Vendrían a corresponder a un mes de cuarenta días terrestres
(como cualquier otro jeel) y que no se fijan siempre en el mismo mes (como se ha fijado
febrero para tal propósito en nuestro calendario Gregoriano), sino que se suceden
consecutivamente a lo largo de los años. La particularidad es que, el día del pejeel (mes
de deriva) no se fracciona en dieciocho horas (segmentando su tiempo en horas
terrestres), sino en diecinueve, y el año Dubrakiano cuenta con dieciocho jeel. Es decir:
transportando su calendario al nuestro, la coincidencia del pejeel con su dieciochoavo
mes como fechas elegidas para la celebración de las Tandas, correspondería a un
periodo aproximado de tres años de la Tierra.

El tiempo intermedio entre unas Tandas y otras, se podría tomar como los
intervalos que se suceden en nuestro planeta entre unos juegos olímpicos y los
siguientes. Un tiempo de preparación y puesta a punto para la próxima competición.
Lógicamente, debido a la gran tradición existente en otros planetas, se celebran
competiciones locales que llenan estos lapsos y permiten el desarrollo de los deportistas
para la consiguiente celebración de las Tandas. Y aunque haya eventos notables en
ciertos lugares de nuestra galaxia, nada se asemeja a lo que uno se encuentra en
Dubraken. El profano no puede hacerse una idea de la repercusión mediática que suscita
la celebración de esta cita en toda la confederación. De hecho, está considerado como el
cuarto evento deportivo que acapara más audiencia de toda la galaxia conocida.

Allí se concentran del orden de mil quinientos jyffa (jinetes) venidos de todas las
partes y todos los rincones. Si bien la presencia de público es anecdótica (salvando la
comparación), dado que son muy pocos los que cuentan con medios suficientes para
pagar un desplazamiento a ese lejano planeta y permanecer todo el pejeel sólo por ser
partícipes de esta experiencia (no existen los viajes regulares. Todos los transportes se
resuelven los días previos al pejeel, y cuando éste termina, sin que haya viajes
intermedios de no ser flotillas privadas). De todos modos, en los planes de cada
aficionado está el visitar Dubraken al menos una vez en la vida, para poder contemplar
ese espectáculo en directo. Con todo, cuando llegan las Tandas no se esperan menos de
un millón de entidades llegadas desde muchos puntos distintos, algunos muy, muy
alejados. A menudo se celebran sorteos y concursos en todas partes, cuyos premios
consisten en boletos, viajes y estancias para asistir al evento.

Todo ello arrastra tras de sí otra horda de gentes del comercio que buscan hacer
buen negocio dando servicio a los asistentes y ofreciendo respuesta a sus necesidades
diarias; bien sea vendiendo mil y un variedades de comida en sus tenderetes, bien
alquilando plaza en sus tiendas y toldos (yfaras, hayiidas...) de múltiples facturas y
disposiciones diferentes. Aquí todo el mundo se aloja o bien en su propio talji, o en esa
especie de “jaimas” comunitarias, pues Dubraken carece de estructuras y alojamientos
perennes, y todo lo que se observa en la inmensa planicie multicolor es de estructura
portátil.
Para cubrir la teletransmisión de las Tandas, se calcula que se dan cita alrededor
de quinientos medios de teledifusión, abarcando así un enorme espectro de emisión y
una audiencia descomunal casi imposible de computar.

Aparte de todo lo dicho, existe otro concepto que tiene suma importancia en lo
que respecta al enaltecimiento de la prueba un año tras otro. Sin duda es una de las caras
menos agradecidas de las Tandas y la que discurre paralela e inherente al evento
deportivo.

Muchas entidades hasaze (exogénidas, xenogénidas, alienígenas… como quiera


llamarse), son extremadamente aficionadas al juego de las apuestas, y aquí se
encuentran en el paraíso de sus aspiraciones ludópatas. Ceñidos habitualmente a
socialdemocracias proletario-dictatoriales (sociedades excesivamente estructuradas, o
tremendamente reguladas que apenas dan libertad de pautas al individuo fuera de las
leyes y normas establecidas), ellos gustan de entregar por unos días sus destinos y los de
sus ahorros sólo a la suerte del azar, e incluso al desenfreno. Hay miles de formas de
apostar y miles de apuestas diferentes (oficiales y no oficiales) que abarcan todas las
posibilidades que se dan en las Tandas. El juego está licitado en el planeta y no cuenta
con estrictos mecanismos de regulación. Dubraken es colonia conquistada de la
federación Lotrícega (Pi Mensae), y por tanto sólo depende de sus particulares leyes y
su gobierno.

Es habitual que cada cual haga varias apuestas diferentes; ganando en algunas
y/o perdiendo en otras. Es una manera importante de financiar el espectáculo (otra más),
puesto que se recauda un pequeño porcentaje en impuestos de cada una de las apuestas
gestionadas por la organización. Las apuestas no oficiales también están permitidas,
pero no aportan seguridad al cobro y dependen sólo de la honestidad de sus jugadores.
Las medidas de seguridad son extremas en los infinitos recintos habilitados para los
corros de apuestas, aunque es imposible evitar que muy a menudo sucedan riñas y
disputas que alteren gravemente el orden. Por ello, deben extremar la vigilancia y los
controles en las aduanas de la plataforma aeroportuaria, e impedir el pase de cualquier
clase o tipo de arma con automatismo. Pero esto no impide ni impedirá que siempre
haya muchas muertes violentas. Estos riesgos se asumen con resignación por la
organización, que a veces parece dar la sensación de implicarse demasiado poco. De la
tarea de mantener la seguridad se encarga un numeroso cuerpo parapolicial organizado
ex profeso para el evento (los Tadús, o Tadusai), que no dejan de ser apenas meros
vigilantes de seguridad contratados temporalmente, y a todas luces, con insuficiente
preparación para regular y contener tamaño gentío. Para algunos de los que se plantean
un viaje hasta allí, la posibilidad de verse envuelto en trifulcas es un potente revulsivo, y
para otros, un irresistible aliciente. La única forma de evitar jaleos es mantenerse todo
lo apartado que se pueda del bullicio y de las altas concentraciones de gente (algunas
muy violentas y peligrosas, según su origen), cosa casi imposible en no pocos
momentos del día. Por supuesto también se dan cita los grandes apostadores (a menudo
de dudosa reputación, pero siempre con muchos recursos), que se juegan millones de
astrodólares contra otros de su misma condición. De ello se deduce que hay entidades
que se arruinan por completo, o bien hipotecan dramáticamente su existencia; y otros,
que hacen el negocio de su vida a costa de todos los anteriormente citados.

Pero volviendo al terreno estrictamente deportivo, ahora pasaré a explicar los


pormenores de la competición:

II. Descripción.

La prueba consiste en un largo rally-raid montando sobre animales. Éste discurre


rodeando un gigantesco accidente topográfico del planeta. Se trata de una vasta meseta
(montañas sagradas del Lalen) cuya planicie forma una especie de disco ovalado más o
menos regular. Su diámetro menor tiene una longitud de 320 millas terrestres, y el
diámetro mayor alcanza nada menos que 545 millas, que se traducen en un perímetro de
1150 Mi, ó 1850 kilómetros (cifras aproximadas). Su altura varía desde un máximo de
doscientos metros al sur, a un kilómetro y medio en el norte. Y el cañón que forma la
base (según la orientación por la que discurramos), muestra numerosas disposiciones
orográficas diferentes y gran variedad de microclimas, cubriendo un amplio abanico de
superficies de muy distinta naturaleza.

El pejeel se divide en diferentes octenios, fases o etapas: los cinco primeros días
se destinan a las clasificatorias de ratio o tabras. Durante estas fechas, una multitud de
comisarios se dedican a validar las listas de inscritos haciendo un repaso a jyffa,
equipamientos, armas y animales para ver que todo coincide con el reglamento y se
enmarca perfectamente dentro de sus normas. Es habitual que entre todo el cúmulo de
participantes haya descalificaciones, o incluso retiradas voluntarias por motivos
cualesquiera. En este punto previo, los mostradores de las hayiidas de apuestas y los
“corros de postas” ya “echan humo” ofertando infinidad de combinaciones a donde las
entidades ya pueden prestar sus dineros al azar. Estas apuestas previas se denominan
“hekka”; tal vez menos interesantes, puesto que los boletos admiten un menor montante
económico. Pero por ello mismo son muy populares y sirven para caldear el ambiente
permitiendo además la participación de los que menos recursos poseen, y ofertando
además un buen entretenimiento para los más impacientes.

Tanto el jinete, como su equipaje y el animal, son considerados como un equipo


conjunto (thab). Para cada thab se establecerá un hándicap pre-salida conforme al ratio
de cada categoría. Su cálculo se establece haciendo una división entre el peso
combinado, y el tiempo obtenido en las previas de aceleración y velocidad que se
disputarán los tres días siguientes. Para el paso por las básculas de espectrometría se
elaboran tres pasillos por los cuales deben circular todos y cada uno de los jyffa en sus
monturas correspondientes, y con el equipaje completo. A continuación se grabará un
dorsal distintivo en caracteres kellej, indicativo del peso equivalente en magras (1
magra= 2´75 Lbs.= 1´250 Kg.). Ese número se compone de un binomio de seis cifras:
tres enteros y tres decimales.
Conforme se haga público el peso de cada thab, ya se establecerán hekkas
mucho más interesantes.

Por cada pasillo discurren respectivamente los thab bípedos, trípodos y


cuadrúpedos (únicas categorías admitidas), y se distribuyen en trece gigantescos
corrales de exhibición o domos, por entre los que discurren infinitas riadas de entidades
hasaze dispuestas a encontrar sus favoritos entre la inmensa y variopinta amalgama de
participantes. Es un caos y una fiesta, o mejor, una fiesta caótica que nadie quiere
perderse.

El tercer, cuarto y quinto día se desarrollan las pruebas de aceleración y


velocidad, que se elaboran conjuntas y consecutivas en unos circuitos con forma de “D”
a recorrer una única vez. Se establece una distancia de tres sesgos (1 sesgo= 0.75 Mi =
1.2 Km.) cuyo primer tercio cronometrado discurre por suelo plano, recto, y partiendo
desde parado; y pasada la referencia, al final de la recta y sin detener la carrera, se vira
bruscamente y se continúa por el trazado semicircular hasta llegar de nuevo al punto de
partida. Las dos medias obtenidas se suman o restan conforme a un índice
preestablecido que se establece así:

Bípedos: un máximo de 4 minutos (tiempo terrestre) para completar el circuito


(dyegra), y que corresponden, para hacernos una idea, a una velocidad media de 28
Mph o 45 Km/h. Trípodos: un tiempo de 3´20´´ que equivale, más o menos, a 34 Mph o
55 Km/h. Cuadrúpedos: 2´10´´ a una velocidad aproximada de 79 Mph o 79 Km/h.

No son valores demasiado ajustados, porque en el primer parcial o sesgo de


aceleración, los animales superan holgadamente esa velocidad; aunque por lógica se va
reduciendo a medida que se completa el recorrido y se agotan los animales. Es decir,
que los mejores thab pueden reducir ese tiempo hasta en cinco o diez segundos, e
incluso más. Pero al contar con una sola oportunidad, puede ocurrir que el animal no
esté “hecho” a la pista y su jyffa se encuentre con dificultades en carrera que le retrasen
considerablemente. Las pruebas se prolongarán hasta bien entrada la tarde, y el quinto
día excepcionalmente, pueden alargarse durante la noche para compensar los retrasos
organizativos.

III. La salida.

En la amanaura del sexto día (amanecer Dubrakiano, que más o menos


correspondería a las tres de la madrugada hora terrestre), todos los participantes deben
estar perfectamente registrados con los hándicap pre-salida. De no ser así por cualquier
circunstancia, el participante quedará automáticamente descalificado; aunque bien es
cierto que se redoblan esfuerzos por agilizar las pruebas y evitar este contratiempo.
Todo con el fin de comenzar la prueba en el momento convenido y sin demoras de
ningún tipo. La sincronización del comienzo de éste espectáculo deportivo es un aspecto
que se mima en particular por dos motivos fundamentales: respetar la tradición y
costumbre recogida en las crónicas helódicas, y a su vez, favorecer la retransmisión del
evento conforme a la ocultación del satélite natural de Dubraken (Qoyb), que deja
limpio el orbe y espectro para emitir sin interferencias magnéticas a los tele-satélites
amplificadores de señal.

Es el juez sacerdote (Oyiiba) quien determina el solemne comienzo de las


Tandas de carrera, que, por supuesto, conforman el grueso de la prueba. Sólo él tendrá
potestad para dictaminar la salida. Y para ello, siguiendo la tradición, se coloca de
espaldas a la meseta de Lalen y empuña enhiesta una lanza que clavará verticalmente en
el suelo cuando el primer rayo de sol haga brillar el metal de la punta.

El Oyiiba no se repite de unas Tandas a otras, y para ejercer este importante


cometido suele invitarse a algún jyffa veterano que ganase la prueba en alguna ocasión
durante su época de corredor. Éste es elegido por el consejo organizativo entre los
numerosos y posibles candidatos, argumentando para ello una participación destacada
por el tiempo empleado en ganar su carrera, o bien por haber realizado alguna hazaña
remarcable dentro de ella antes de proclamarse vencedor. Por supuesto se considera
todo un honor, y si ganar las Tandas es pasar automáticamente a formar parte de la
leyenda, ser elegido como Oyiiba transformará al conmemorado en un verdadero mito
viviente de éste deporte. A todos los jueces sacerdotes se les confecciona un busto de
mármol de diamante que pasará a engrosar la impresionante colección de ellos que se
guarda en el templo subterráneo de Glytos (según las crónicas documentadas, primer
vencedor oficial de las Tandas), lugar de culto y peregrinación para forofos que puedan
costearse éste nuevo viaje, ya que por razones de administración y vigilancia (y para
desgracia de casi todos), hubo de ubicarse en Lotrícega y no en Dubraken, ya que éste
planeta, excepto en las Tandas, permanece deshabitado*.

*(T.I.S: Preguntado al respecto, Eliseo nos comenta que Dubraken —como otros
tantos planetas hechos colonia de otro por conquista—, sufrió una sobreexplotación de
sus recursos durante siglos que le dejó exhausto e inservible, y de paso acabó con el
80% de sus especies animales y vegetales arrastrando consigo a los Hélodos a la
extinción. Hoy es colonia declarada “reserva natural” Lotrícega. Como suele suceder,
siempre demasiado tarde —apostilla de Eliseo.)

La lanza del Oyiiba es uno de los instrumentos más importantes tanto en cuanto
se trata del enlace más sólido entre la tradición helódica y las prueba deportiva en sí,
pues el término de la carrera sólo se determinará cuando uno de los participantes
complete el recorrido alrededor de Lalen y recoja la lanza sagrada (karneji). Antaño,
este objeto de caza era cedido por el jefe de la tribu, y concedía el rango de jefe maestro
de cazadores. Hoy es un trofeo codiciado por el que se otorgan la gloria y el
reconocimiento, más la bonita suma de seis millones y medio de ykkas (1.250.000 ð).

En los prolegómenos de la salida, ovaciones y gritos de júbilo resuenan por el


inmenso valle formando un eco ensordecedor en que se entremezclan infinidad de voces
y matices distintos. Absolutamente todos han madrugado para seguir este
acontecimiento, que virtualmente emociona a todo el mundo mientras observan al
Oyiiba empuñando en alto el codiciado karneji, y esperando impacientes que lo hinque
de una vez en el suelo.

La salida en tropel desde los trece domos de millar y medio de jyffas, es el


culmen del espectáculo de las Tandas. El suelo retumba bajo los pies como si se tratase
de un seísmo que abriera la tierra. Una enorme polvareda se levanta tras de todos ellos
envolviendo el cielo con una enorme nube amarillenta. La árida superficie del suelo es
arrancada con estrépito por las pezuñas de miles de animales en estampida, que de
grandes zancadas se pierden por el este del valle para enfrentarse a Lalen por ese flanco.

Tomar una posición favorable para contemplar la salida entre tanta gente, es un
reto harto difícil. Las maraña de unidades móviles de todos los medios audiovisuales, se
preparan sobre unos parapetos elevados, sustentados por altos postes metálicos
dispuestos a todo lo largo de la recta. Éstos mismos postes hacen la función de
balizamiento que demarca la cancha de salida, y forman un embudo desde los domos,
que se estrecha a lo largo de un myojk (1 mk= 6001 yd= 5400 m). La mayoría de los
asistentes se reparte por los flancos de ese embudo, aunque algunos prefieren observar
la salida desde las laderas de la meseta. Para ello parten en procesión por el valle la
noche anterior, y toman un sendero que los aúpa al primer promontorio. Allí vuela una
gran lastra que les sirve de aseladero. Desde ese lugar, obtendrán una privilegiada vista
desde el frente, asistidos por los imprescindibles teleprismas y sin que el polvo pueda
enturbiar la visión.

Las dos últimas balizas abren a territorio libre, lo que significa que cada uno
puede tomar la ruta que crea más conveniente para empezar a bordear Lalen. Esto se
hace de sur a sur y comenzando por el este, en sentido inverso a las agujas del reloj.

IV. Controles de paso.

A partir de ahora, cada cual es libre de correr el tiempo que precise necesario,
por el día o por la noche. Es libre de descansar tantas jornadas necesite. Es libre para
buscarse su sustento y proveerse de agua como buenamente pueda. Sólo debe tener en
cuenta llegar a tiempo a los controles de etapa. Como dije anteriormente, las Tandas se
segmentan en octenios (yboras). El primer octenio se consume en las pruebas de
aceleración y velocidad de las primeras jornadas. Ahora les quedarán por delante siete
yboras más. No son homogéneas; es decir, los controles que delimitan las etapas no son
equidistantes entre sí, y el “largo” de ybora obedece a “criterios de juicio de etapa”.
Cuando un recorrido es extremadamente duro, o cuando apenas hay agua, se acorta la
distancia entre un control y el siguiente, pero por defecto, significará que la siguiente
ybora deberá prolongarse para sumar esa diferencia. Se suele buscar un emplazamiento
fijo para cada uno de los controles, pero a menudo, dependiendo si el pejeel de las
Tandas coincide con la estación seca, bien con la estación de las lluvias, o quizás
durante el invierno, se modifica su emplazamiento tantos myojk consideren que sea
necesario. Por este motivo, en los pejeel invernales, las yboras se concentran más en el
norte y se “estiran” a medida que llegan al sur; todo lo contrario que sucede en la
estación seca.

Cada ybora suele situarse de la siguiente entre 45 y 50 myojk, que corresponden


a una distancia media de 160 y 165 Mi, ó 260 Km. Haciendo unos cálculos sencillos,
puede deducirse lo siguiente: siendo el día del pejeel de 19 horas, y contando que el
tiempo destinado exclusivamente a correr acapare un tercio del día (es decir, de seis a
siete horas), debería salir una media de distancia recorrida a la hora de 8 ó 9 Km, si se
quiere optar a cumplir con los plazos de tiempo entre control y control. Si pensamos que
el recorrido presenta diferentes fases de dureza de muy distinta naturaleza, sumado al
cansancio acumulado a través de las horas y las sucesivas jornadas, veremos que no es
cifra baladí correr al pie de sesenta kilómetros positivos cada día. Digo positivos,
porque una cosa es la distancia efectiva recortada del total, y otra los desplazamientos
laterales (neutros) que deben realizarse por el exterior del perímetro de Lalen para
buscar mejores pasos, rectificar rumbos, encontrar comida o pastos, y
fundamentalmente, agua. Estos trechos, si se tiene la mala fortuna de no atinar con el
plan de ruta preestablecido de antemano, pueden alargarse dramáticamente y sumar
muchos más kilómetros para completar la ybora correspondiente. En resumidas cuentas,
tendremos al pie de siete días máximo para recorrer cada ybora, que se cierran justo a la
plébora (ocaso del día, que se hace coincidir en invierno o verano con las ocho de la
tarde.), con un margen de cortesía para la repesca, de sólo diez minutos.

En cada control nos espera un comité de recepción de ybora compuesto por una
treintena o más de personas, cada cual con una función bien determinada. Existen varios
jueces de paso, jueces de registros, jueces de de nulos, operarios de radiofrecuencia que
codifican y transmiten todos los datos a la base central, paramédicos, veterinarios,
varios sanitarios, y diez o más agentes Tadusai. Todo el entramado se organiza y se
concentra entorno a una gran hayiida, que dispone además de una rápida planeadora de
enlace y rescate.

El paso es custodiado por dos postes muy altos que portan una baliza luminosa e
intermitente en su extremo. Una barrera de zigzag corta el camino. Allí nos recibe el
primer juez de paso, que entrega a cada jyffa un boleto de verificación electrónico,
numerado y duplicado, llamado ybora-teura. El juez guarda una de las mitades
idénticas, y la otra la debe portar el deportista hasta el final de la prueba. A medida que
se vaya avanzando y ganando yboras, en los respectivos controles deberán presentarse
las y-teuras pretéritas antes de solicitar la siguiente. Sólo entregando los ocho
resguardos (tanto por parte del deportista, como por los jueces), se dará por válida y
legal la finalización de la prueba. Si se diera el caso de que, llegada la hora límite se
presentaran muchos thab a la vez, y el trámite de paso se excediera de tiempo, hasta el
último de la cola (que se puede incrementar paulatinamente) debe obtener su y-teura.
Para evitar este contratiempo, se suele hacer la segunda ybora (la primera en Tandas de
carrera propiamente dichas) bastante más larga que el resto, para dar tiempo a que el
tremendo pelotón de thab se vaya estirando y dispersando. Además, ejerce de criba
natural, en la que los más débiles pronto se retiran debido a la dureza de esta particular
primera etapa, y permite que el número de participantes disminuya en porcentaje. Oí
que el 10% de jyffas abandonan en éste primer tramo. Para compensar el tremendo
esfuerzo, la tercera ybora es más benévola con la distancia a emplear entre un control y
el siguiente.

V. Equipamiento.

El jyffa es libre de cargar con cuanto equipo considere necesario. Obviamente, el


peso es un factor muy a tener en cuenta en carrera, y con el paso de los myojk, cada
magra de más lastra al animal y acelera su desgaste físico. Es determinante calcular muy
bien los recursos planificando a conciencia todo lo que se va a portar finalmente en las
alforjas. Se empieza confeccionando una lista de objetos imprescindibles y se termina
preparando una reserva de consumibles cuya cantidad vendrá condicionada por el peso
total que adquieran dichos útiles.

La experiencia ganada por los numerosísimos jyffa que han concurrido en


alguna ocasión el las Tandas, y derivado del intercambio de impresiones entre
veteranos, ha permitido confeccionar una especie de “regla de oro” en este apartado que
es generalmente aceptada por la mayoría de los competidores y ayuda bastante en estos
menesteres. Evidentemente, luego es cuestión de cada cual ajustar esos parámetros a las
propias necesidades personales o a las de su animal, variando las cantidades finales con
el objeto de tener una determinada ventaja, bien sea por ligereza, o por resistencia.
Alguien que porte más peso en comida y agua, tendrá menos necesidad de salirse de la
ruta en busca de obtener estos recursos en la naturaleza, y a priori, alcanzará distancias
más largas en menos tiempo al menos en las primeras yboras. Pero su animal se cansará
antes portando ese extra de peso, y llegará más agotado a las últimas, y fundamentales
etapas. Otros, confían en sus propias capacidades para buscar estos recursos a lo largo
de la ruta y parten ligeros, pero a veces las etapas se complican y no en todas las yboras
es sencillo encontrar esos pequeños oasis donde abastecerse.

En uno y otro caso se dan innumerables abandonos, y como es difícil saber las
circunstancias reales que nos encontraremos en carrera, lo mejor entonces es establecer
una media de planificación entre éstas dos filosofías, para lo cual se acude a susodicha
regla y que por otra parte atiende sólo a la lógica racional que aporta la experiencia.

Más o menos se establece en éstos términos diferenciados para cada categoría:

Para los bípedos (siempre más castigados por el peso), se aconseja una carga
total no superior al 20% del peso del animal, teniendo en cuenta que de ese porcentaje la
mitad corresponderá al jyffa. Los trípodos pueden aumentar ese porcentaje un 5%,
destinando entonces ¼ del peso del thab a la carga suspendida. Y los cuadrúpedos están
capacitados para dedicar un 30% del thab a ese propósito.
Puestos a pormenorizar lo que debe llevarse o no, también se sujeta a
variaciones según lo que cada cual requiera, pero es obvio que hay elementos que no
admiten dudas. La orientación es importante, aunque tampoco es especialmente
complicado si se tiene en cuenta que la montaña estará siempre ahí, a nuestra izquierda,
mientras se avanza bordeando su perímetro. Sin embargo, no está de más portar una
brújula que poco ocupa y menos pesa, por si tenemos que “abrir” nuestra carrera
vadeando obstáculos o buscando recursos. Dubraken no posee satélites artificiales, y
obviamente no admite sistemas de posicionamiento global. Sin embargo, hay dispuestas
antenas repetidoras en los cuatro puntos cardinales de Lalen que permiten tener
localizados a todos sus participantes conectándose por radiofrecuencia a sus bionits
(artefacto de localización con tele-chequeo cardíaco, botón de S.O.S y alarma de
pánico; en una configuración muy parecida a la que usan nuestros ejércitos). Aunque es
un aparato bastante básico y si me apuran rudimentario, es sólido y fiable, cualidad
inestimable para esta dura prueba. Mediante este aparato es posible saber algunos datos
muy útiles, tales como la distancia recorrida, y sobre todo, la distancia que resta hasta el
siguiente control de ybora.

Muy importante es el arma o los armas a portar consigo, dado que por muy
buenas previsiones que hagamos, por muy poca comida que consumamos, más tarde o
más temprano nos veremos obligados a cazar para obtenerla. Están terminantemente
prohibidas las armas fulminantes o de proyectil, no tanto por respetar el espíritu de la
tradición helódica como para evitar accidentes o salvar suspicacias. Las armas y
trampas pueden ser de infinidad de tipos distintos dependiendo de los usos y costumbres
primitivos de cada raza, pero siempre encuadradas dentro del grupo de armas de filo
cortante, punzantes, golpeadoras, etc., y siempre basadas en un diseño artesanal.
Aunque aún genera cierto tipo de controversia entre los más puristas, se permite el
empleo de cebos envenenados en las trampas. Imprescindible es portar algún tipo de
cuchillo o puñal con qué rematar y desollar la pieza cobrada, acompañado de algún tipo
de cepo, red o aparejo para confeccionar las trampas, más un arma principal, tal que
espada, espadeta, arco y flecha, ballesta, cerbatana, hacha, bardiche, labrys, pollax,
mangual, o cualesquier tipo que se elija (dispongo estos modelos porque se adapta muy
bien su diseño a la universalización de una herramienta básica. Por supuesto a partir de
estos modelos, existen numerosísimas variantes por cada entidad hasaze).

En mi caso particular, he optado por llevar una fina, equilibrada y ligera daga de
Abdyanti; difícil de conseguir y por tanto muy cara, pero cuya afiladísima hoja está
hecha de una aleación de zelestrón (no se borra jamás), y muy adecuada tanto para ser
lanzada contra un objetivo potencial, como para abrir duros caparazones. Bien es verdad
que hay instrumentos de corte incluso mejores, pero éste instrumento me será muy útil.
Dado que en nuestra Tierra ni se comercializan, ni están permitidas (el zelestrón es
tóxico si no está muy bien pulido), he debido agenciármela en el mercado clandestino.
Y como arma principal, he preferido un arco plexado de la marca Vryk∞ (made in
Tilturan), muy liviano y estrecho, de doble disparo, y cuyo par de sagitas giran a mucha
velocidad consiguiendo una óptima penetración. Hacerse a él requiere bastante práctica,
y adquirir precisión suficiente no es fácil. Sin embargo, cuenta con la ventaja indudable
de que el carcaj, que es su mismo soporte, se dispone bajo la axila sin que estorbe
demasiado, y así puede ser cargado y disparado con un solo brazo, por ejemplo,
mientras se monta. De esta forma, cualquier animal que se cruce en el camino se puede
convertir en un objetivo inminente y el disparo se sucede inmediato a nuestros reflejos.
Cuenta con un “moja-flecha” automático que embadurna las finas puntas con una
minúscula gotita de ámbar de Upoy, y que asegura la fulminante caída de la presa
aunque la flecha apenas le produzca un rasguño.

Otros útiles van añadiéndose al equipo por deducción: para las pernoctas, se
carga un talji plegable, un saco de dormir isotérmico y una esterilla. También es
indispensable un botiquín de primeros auxilios bien surtido y un kit veterinario. Se van
añadiendo desde toallitas húmedas en abundancia para la higiene personal, una hornilla
de gas con varios cartuchos, varios mecheros, una navaja multiusos, cuerdas de nylon
(nunca están de más), pico y pala plegables, carbón artificial concentrado, unas gafas
con filtros sobre el cristal, por supuesto un buen reloj, etc. etc.

Y así nos vamos dando cuenta que el peso se incrementa dramáticamente, pues
aunque la mayoría de los objetos son ligeros, van sumando un número considerable
amén de que muchos deben duplicar sus existencias.

Nuestra ropa debe ser cómoda, ligera y resistente. Y aunque no hay una
normativa específica sobre seguridad, se sobrentiende que debe protegernos no sólo del
frío y del calor, sino también de posibles impactos. A lo largo de la carrera se sufrirán
las inevitables caídas, y sin un buen equipo de protección, la carrera se puede ir al traste
de la manera más fácil. Aún así, otro buen porcentaje de retirados se dan siempre por
éste motivo. Yo llevaré un buzo de la marca Malpina® confeccionado en pergore-tex®,
con costuras termo-selladas, recubrimiento de micro-fibra en plata antibacteriana, y
refuerzos de composite y grafeno en las articulaciones. Mi casco es un Gallet® hecho
de este mismo material, modelo integral VSA, con ventilación asistida, HANaS (head
and neck articulated support), sensor de orientación de caída y disparo de airbags de gel.
Un equipo bastante caro, por cierto. Pero no debe escatimarse en estas cosas si se quiere
competir con un mínimo de garantías.

VI. Los animales.

La parte primordial de las Tandas. Como ya he mencionado, sólo se permite la


participación de tres tipos morfológicos básicos. Cada cual ostenta unas características
determinadas y bastante diferenciadas entre sí, y cada jyffa se especializa en uno u otro
tipo según le convenga. Normalmente esta elección está supeditada al tipo de animales
que habiten en su entorno planetario, aunque, como es evidente, éste no será mi caso.
Sea como fuere, es indispensable una excelente forma física para soportar el ritmo de
carrera cabalgando durante interminables jornadas sin que se entumezcan los músculos
o se descoyunten los huesos.
Como es lógico, la diferencia principal es el andar y el trote del animal. Es
importante saber a qué estilo se adecúa mejor nuestro físico y nuestras aptitudes para la
monta. Los bípedos relevan sus patas al correr, de modo que siempre hay un apoyo
alternativo que sugiere un vaivén lateral pronunciado, pero que a la larga castiga mucho
menos al jyffa. No son dados a saltar obstáculos y se muestran reacios a ser entrenados
a tal efecto. Siempre prefieren sortearlos por los flancos y para ello se muestran mucho
más ágiles que otras especies. La velocidad también es menor, y debido a estas
circunstancias se llega más entero físicamente al final de cada jornada. Es el tipo más
dócil y recomendable sobre todo para los más inexpertos, y también el más común y
numeroso en las Tandas.

Mi montura es un bípedo de Sateroin con cinco años de edad, que adquirí de una
camada en el mercado de animales de deporte de Mnemou Atou, por la nada
despreciable cifra de dieciocho mil ykkas. Le he criado, entrenado y moldeado a mí
hasta conseguir de él un estupendo ejemplar de competición. Es cierto que hay
numerosísimas especies de bípedos aptos para correr, y casi todas descienden del mismo
orden. Mi animal es una hembra de arcatea (de nombre Rita) del clado familiar de los
Pelebritios (emparentados con los remotos dromaeosauridae, extintos en nuestro
planeta hace millones de años, pero cuyos lejanos parientes, en el tiempo y en la
distancia, están totalmente vigentes en numerosos mundos repartidos por la galaxia. De
éstos, unos evolucionaron hacia la reproducción por ovoviviparidad —como es el caso
de Rita y su familia—, y otros (Ursupinos) forman un extenso grupo de marsupiales
también muy bien representados en las Tandas). Son animales dóciles y obedientes, y
bastante inteligentes. Cuentan con una notable resistencia física, y además son
herbívoros. Lamentablemente no todas las escasas especies vegetales de Dubraken son
muy del agrado de éstos animales, puesto que la mayoría son ácidas y espinosas. Sin
embargo las arcateas digieren bien las hojas de una especie de acacia enana que, o bien
crece a las faldas de Lalen, o bien en grupos boscosos compactos, aunque alejados en la
llanura. Pero hay varios inconvenientes. Las hojas de la acacia de roca son menos
nutritivas y por tanto necesita aumentar su ración diaria, pudiendo dedicar de tres a
cuatro horas diarias sólo en su ingesta. Además, su accesibilidad es bastante limitada y
el animal precisa a menudo encaramarse entre los peñascos dificultándole la obtención
de su comida. La acacia de la llanura es más sabrosa y rica en vitaminas y nutrientes,
pero precisa alejarse bastante para llevar al animal a pastar efectuando largos
“recorridos neutros” que hacen perder mucho tiempo. Y por si esto fuera poco, a
medida que avancemos por el oeste, el árbol escaseará cada vez más. Otro problema es
la exigencia de agua. Necesitan beber al menos dos veces al día, y si no es posible
encontrar agua cuando lo precisa, su rendimiento decae enormemente. Si en un día, o
como mucho día y medio, no logra tomar su ración de agua, el animal fenecerá al fin de
sed y de agotamiento. Pero si somos capaces de guiarle puntualmente a donde pueda
obtener su agua, se recuperan rápido y muy bien del tremendo esfuerzo físico a que son
sometidos.

La diferencia más apreciable para la competición entre bípedos pelebritios y


ursupinos es que, ambos tipos poseen enormes y robustas patas traseras con que dar
grandes zancadas, pero el fémur de los pelebritios es más corto y tiene menos potencia y
alzada que sus parientes. La cola también es más corta, y por tanto, “timonea” peor
corriendo entre obstáculos. Es quizás, menos ágil. Por el contrario, tolera mejor la
escasez de comida que su rival, además de ser más dóciles y fáciles de amaestrar. Va en
cuestión de preferencias de cada cual, aunque el precio de los buenos ejemplares de
ursupinos es levemente superior.

“Rita” tiene una altura de 175 centímetros hasta la cruz, y pesa 385 Kg. Su piel
forma una nebulosa de manchas rosáceas y violáceas que la confieren un aspecto muy
atractivo. Su cabeza (más ancha y corta que los ursupinos) muestra unas pupilas de un
vivo tono anaranjado que le aportan una visión extraordinaria, aunque sus ojos son
bastante sensibles al sol y necesitan unas “aletas” protectoras en ambos lados de su
cabeza para darle una sombra adecuada. Sus patas traseras son muy robustas y
tremendamente poderosas. Posee una zancada de 180 cm. al paso, y hasta 230 cm. al
trote. Por el contrario, sus patas delanteras son muy pequeñas en comparación y apenas
le prestan alguna utilidad que no sea la de rascarse. Su cola tiene 250 cm. de largo, muy
ancha en el maslo, y prácticamente es una prolongación recta de su espinazo.

Todos los aparejos necesarios han sido confeccionados en mi tierra por un


artesano de confianza y siguiendo mis precisas instrucciones, basándome eso sí, en
diseños ya existentes, aunque adaptados a la fisionomía de un humano. La silla de
montar es anatómica, elástica y súper ligera; diseñada a partir de un “negativo” de mi
trasero y de un molde de escayola del lomo de Rita. Está confeccionada con varias
planchas de fibra de carbono que se unen entre sí formando una base laminada con
“efecto muelle”, trabajando de modo similar a como lo haría una ballesta de suspensión.
Se coloca sobre una albarda de cuero cuidadosamente trabajada, y los bocados, riendas,
estribos y demás aditamentos de talabartería ecuestre, han provocado bastante
curiosidad en otros rivales, pues su aspecto se les antoja bien diferente al suyo, o cuanto
menos peculiar comparado a lo que ellos gastan. Es a groso modo una adaptación del
conjunto de monta caballar acondicionado para ensillar a una arcatea. Felipe (nuestro
artesano marroquinero) no salía de su asombro cuando le presente el encargo y le cedí el
plano con mis especificaciones detalladas.

El caso de los trípodos es bien diferente, y el que más desconozco de todos.


Parto de la base de que son especies mucho más escasas y raras, de las que además,
jamás hubo precedentes en nuestro planeta. No obstante, he querido informarme un
poco mejor acerca de éstos curiosos animales para hacer más completa y exacta la
crónica, y teniendo en cuenta que tienen las preferencias de un amplio espectro de
jinetes y el favor de muchos aficionados y apostadores.

Conforman dos familias diferentes y con poco que ver entre sí, salvo en el
número de sus extremidades. Por un lado están los escasos prosilinos (balabut), con dos
patas delanteras fuertes y altas, y un solo apoyo o pié trasero (pernacua). A menudo se
piensa que fueron bípedos primitivos que desarrollaron articulaciones en su cola, que de
hecho les serviría para apoyarse y mantener mejor su equilibrio. Con el tiempo, este
nuevo apéndice modificaría su costumbre de caminar, dejando de alternar el paso con
las patas delanteras para entonces, moverlas al unísono y en paralelo e impulsarse a
saltos, mientras la pernacua sustentara el peso del cuerpo. Una mayor especialización de
este miembro, habría permitido durante una evolución de millones de años la
transformación de bípedo a trípodo. De todas formas, he leído que ésta teoría aún está
discutida por los biólogos (si descienden de bípedo o no) tanto en cuanto poseen sus
genitales al frente (de otro modo hubiese sido difícil conseguir el acople sexual), siendo
de éste modo los balabut, los únicos animales que yo sepa que se aparean enfrentados al
igual que nosotros.

En sí el animal es muy extraño, aunque no más que sus extraños jyffas venidos
de mundos muy dispares. Su lomo es muy corto, no poseen cola, y carecen por supuesto
de grupa y nalga, con lo que la pernacua nace del mismo lomo. Toda la parte del vientre
y el pecho es fuerte y voluminosa, y mantiene una prominente separación entre las patas
delanteras, a su vez muy potentes. El cuello es muy grueso y se afina mucho en la nuca,
sosteniendo un cráneo de pómulos achatados. De su cara pende una prominente nariz, y
su aspecto me recuerda mucho a la cabeza del extinto tapir, del que pareciera pariente,
aunque muy, muy lejano.

Otra cosa es su tamaño. Ronda los 185-190 cm. hasta la cruz, y su peso debe
oscilar por los 450 Kg. Aunque su particular disposición podría indicar lo contrario, lo
cierto es que vistos en acción resultan ser sorprendentemente ágiles, desmereciendo a su
aspecto desgarbado. La pernacua se adentra por el interior de las patas delanteras y
sobresale por delante de ellas asentándose así adelantada al cuerpo. Y sobre este fuerte
apoyo, el animal se impulsa rápidamente echando lo más adelante las patas. De modo
que, al contrario que los bípedos, existe un breve lapso en que no hay contacto con el
suelo, por lo que ese salto mejora la zancada de unos exiguos 150 cm. al paso, hasta
rebasar los 300 cm. al trote. Por supuesto, saltan. No son saltos espectaculares ni mucho
menos, pero les permiten vadear y rebasar alturas que los bípedos se conforman con
rodear. Por lo visto gustan de alimentarse tanto de pastos como de bayas, y dada su
particular dentadura, con anchos molares y finos y afilados incisivos, no desprecian
alimentarse de pequeños animalillos tales como caracoles, babosas, pequeños lagartos,
serpientes y anfibios, e incluso insectos. Esta capacidad omnívora supone una indudable
ventaja, a la que se suma el hecho de que se muestran parcos en el consumo de agua. He
observado en su forma de desplazamiento, que se las arreglan para apenas ejercer
vaivén en la cruz, donde se aposenta su jyffa. Así que, a pesar de parecer desairado, no
parece incómodo de montar. También me he fijado que para beber o pastar adoptan una
curiosísima postura: se apoyan en las patas delanteras y hacen descansar la pernacua en
el aire, como si hiciesen equilibrios. Esta observación me sugiere que quizás sean
costumbres reminiscentes de su pasado bípedo. Quien sabe.

Sólo sus particulares jyffas consiguen extraer en carrera la quintaesencia del


animal, pues parecen animales muy tercos y hoscos de comportamiento, poco
recomendables para alguien no avezado en su manejo.
El otro tipo de trípodo y que compite en su misma categoría, es el opuesto.
Mantiene el solitario apéndice en el frente, que en este caso lo denominan prenacua.
Quizá haya más de este tipo que el otro mencionado anteriormente, si bien entre ambos
apenas suman el 10% del total de la inscripción. Los hemiprópidos (yauti), aunque
suene extraño, son más convencionales empezando porque conservan los genitales en
los cuartos traseros. Las patas traseras son mucho más finas y menos musculadas, todo
lo contrario que la prenacua. También parecen menos corpulentos y su apariencia es
más ligera. El cuello es más delgado y su cabeza es totalmente diferente, más parecida a
un rumiante, aunque algo achatada. Su correr es distinto, quizás menos veloz que el
balabut, y también menos grácil y equilibrado. Su cruz oscila arriba y abajo como una
montaña rusa, por eso, sus jyffa se asientan en una postura a todas luces extraña. La
albarda se sitúa sobre la grupa con la particularidad de que el jyffa va sentado a un
costado de ella (derecha o izquierda según preferencias) y no “sobre” ella. Y su peso se
equilibra en el otro costado con unas alforjas que portan exactamente el mismo peso que
el jinete, aspecto éste que cuidan al detalle. Tanto la silla y la alforja única se sitúan lo
suficientemente separadas de las nalgas para no estorbar a sus movimientos. De este
modo, el jyffa no se sienta a horcajadas, y la silla se asemeja a una verdadera silla,
pareciendo además, más cómoda que las nuestras. Los entendidos dicen que el centro de
gravedad del thab se sitúa más bajo y el trote es más limpio, algo que yo no acabo de
apreciar. Sea cierto o no, el caso es que necesitan de un complicado aparejo para
sujetarlo todo bien y no entorpecer los movimientos del yauti. Lo seguro y comprobado
es que a pesar de que, es el animal que salta más alto y más lejos de todos los que se dan
cita en las Tandas, los abandonos por caída se reducen un 80% respecto al resto de
contendientes. Parece que salir descabalgado es menos frecuente y también menos
peligroso.

Estos animales tienen la curiosa costumbre (como casi todas sus costumbres) de
auparse sobre sus cuartos traseros para alcanzar las hojas más altas de algunos árboles,
apoyando la prenacua en el tronco. Así logran tomar las hojas más tiernas y a las que
ningún otro competidor llega, y por lo que casi siempre tienen asegurado su sustento.
Lamentablemente en las Tandas, circular rezagado supone multiplicar los problemas de
subsistencia, pues podemos encontrarnos en medio de una ybora cuyos vegetales hayan
sido previamente arrasados al paso de centenares de thab que hayan desfilado delante
nuestro.

Otra circunstancia es que estos animales son muy robustos y más permisivos con
el maltrato diario, y a diferencia de los balabut, que siempre se agotan primero, los yauti
pueden hacer jornadas de hasta ocho horas sin parar. Sus riñones funcionan
extraordinariamente bien, y hacen recircular la orina por su interior de tres a cuatro
veces hasta reciclar toda gota de agua, y expeler entonces un pequeño “hilo de pis” de
fétidos y nauseabundos aromas.

Añadir además que son dóciles y nada nerviosos, y según cuentan,


extremadamente fieles a su jyffa. Una vez hecho a ése, su amo y jinete, no se dejará
guiar por ningún otro. En caso de que el jyffa salga descabalgado, no se moverá de su
lado. Por desgracia, si mi “Rita” me hiciese esto, tendría que andar tras de ella varios
centenares de metros hasta encontrarla de nuevo pastando arrimada a algún árbol. Sé de
lo que hablo.

Pero no todo es supuestas ventajas para los yauti. Los huesos de sus patas tra-
seras son más frágiles y se fatigan tras un castigo excesivo, pudiendo llegar a quebrarse.
Si esto sucede, la vida del animal tiene las horas contadas. Para evitar esta desgracia, su
jyffa cada noche le infiltra calcio directamente al hueso con una jeringa especial, pero
no siempre esto es suficiente.

Y vamos ya con el último grupo que concurre a las Tandas, el de los


cuadrúpedos. Aquí se distinguen dos y dos grupos; me explico: mamíferos y saurios, y
éstos, a su vez, divididos entre carnívoros y herbívoros. Poco más hay que advertir a
este respecto.

Hay numerosísimas especies de cada cual, pero como es lógico, sólo se recurre a
las más aptas para las Tandas. Son muy apreciados los yrcomi, saurios carnívoros que
no se amedrentan ante ningún obstáculo. Ágiles, grandes y musculosos, aunque de
alzada más corta, que se traduce en una velocidad algo inferior a la de sus competidores.
Y aunque son muy voraces, logran subsistir en ausencia de piezas mayores devorando
pequeños roedores, moluscos, lagartos y demás representantes de la fauna local. Por el
contrario, un yrcomi especialmente hambriento no dudará un instante en abalanzarse
sobre pelebritios, ursupinos, balabut, yauti o lo que se le ponga por delante, por lo que
conviene mantenerse siempre bien alejado de ellos una vez se le retira el bozal tras la
salida. En medio de una larga ybora, muchas cosas pueden suceder sin que halla jueces
o testigos de por medio cuando a un jyffa de yrcomi le da por jugar sucio. Pero de éste
escabroso tema hablaré un poco más adelante.

Su principal defecto es que, para rendir plenamente, necesitan de una buena


ración de alimentos que no siempre es posible proporcionarle. Si su estómago va vacío,
el rendimiento en carrera decae en proporción. En las Tandas que coinciden con un
pejeel de lluvias, o de invierno, suelen verse muchos menos por la sencilla razón de que
toleran mal el frío y la humedad. Por el contrario, se defienden estupendamente en
ambientes muy calurosos, allá donde sus competidores desfallecen.

También se dejan ver muchos geotráceos, saurios herbívoros veloces, ligeros, y


de estilizadas formas. Algunos de sus pilotos más diestros se muestran entre los más
rápidos de las Tandas, y siempre son favoritos para las apuestas en la primera ybora de
aceleración y velocidad. Pocas cosas negativas acarrean, salvo que son reacios a la
doma, y necesitan de un entrenamiento mucho más prolongado y paciente para que se
dejen guiar por su jyffa correspondiente. Debido a ello, el precio de un buen ejemplar
domesticado suele ser muy elevado, en contraposición a la breve vida útil que alcanzan.
De todos modos, la historia de las Tandas refleja un porcentaje superior de jyffas que
han triunfado a lomos de un geotráceo, por lo que no es de extrañar que, como dije,
muchos participantes lo elijan para correr. Por desgracia sus pieles son muy sensibles y
desarrollan alergias o reacciones cutáneas a determinadas picaduras de insectos, por lo
que no es raro ver (a pesar de las numerosas vacunas y antibióticos que se les
suministra) cómo hay muchos que caen enfermos y finalmente obligan a el abandono de
la carrera.

Poserteras, frélidos, autynas y demás géneros, pueblan y dan colorido a las


Tandas representando a los mamíferos herbívoros cuadrúpedos. Los hay de muchos
tipos y tamaños, pero en general son bastante grandes. Los hay esbeltos, altos,
alargados, carentes de osamenta o portando magníficos astados de elegante factura. El
autyna de Zudalai, es probablemente el animal más hermoso y elegante que yo haya
contemplado nunca a lo largo de mis numerosos viajes.

Siempre van bien en cualquier circunstancia, y tal vez es la opción más


recomendable para la categoría dada la homogeneidad de sus características. Tal vez no
destaquen por nada en particular del resto de contendientes, pero tampoco lo hacen por
defectos. Resulta que de entre éstos, está representado el mayor porcentaje de jyffas que
logran acabar con éxito la prueba. De hecho yo mismo estuve tentado de hacerme de
uno pese a su elevado precio. Sin embargo, tras un rápido “paseo” de prueba me di
cuenta que es necesaria una condición física superlativa para ser capaces de llevarlos a
ritmo de competición, y esa cualidad no me la oferta un gimnasio. Sé que es una
inmodestia, pero yo soy todo lo fuerte, ágil y diestro en la monta que puede llegar a ser
un humano. Sin embargo en este caso, mi constitución resulta insuficiente. Las
entidades hasaze que los montan, son considerablemente más corpulentas y fuertes que
yo, y están bien acostumbradas a manejarse con estos animales. De hecho, rara vez
cambian de espécimen y siguen fieles la tradición de sus antepasados.

Y por último, mencionaré a los carnívoros de cuatro patas. También


encontramos numerosos tipos distintos, a cual más extraño y amenazante. Son los más
difíciles de conducir y hay que ser un verdadero experto para “meterlos” por el sitio que
se quiere que vayan. El jyffa de gregolario es el tipo más curtido y aventurero, pues
afronta las Tandas a sabiendas de las dificultades que presenta su montura. Pero todos
coinciden en señalar que uno no se forma como “venerable” corredor de élite en las
Tandas hasta que no experimenta la sensación de volar a ras de tierra sobre uno de éstos
“bichos”. Todos apuntan a lo emocionante y divertido que resulta “manejar” un
gregolario circulando muy cerca de las faldas de Lalen, saltando, brincando, corriendo y
serpenteando entre las rocas a toda velocidad. Si un jyffa logra encontrar esa especie de
compenetración sobrenatural entre jinete y animal que hace falta para formar un buen
thab, no habrá rival que pueda detenerles. Absolutamente todos los récords de tiempo
existentes (excepto la primera ybora) marcados por vencedores de las Tandas en alguna
edición, están representados por thab basados en un gregolario.

Montados sobre su lomo, se saborean los placeres de una experiencia extrema


para ambos. La apuesta más cara que se oferta en las Tandas, viene a resolver si resulta
vencedor un thab de gregolario, y si éste además, logra recortar los tiempos precedentes
de otras ediciones. Por otra parte son, sin género de duda, los animales más robustos de
cuantos compiten. Se han dado casos en que el mismo thab ha repetido y completado
tres participaciones, todo un logro considerando la tremenda dureza de la prueba.

Puede que dicho así suene muy duro, pero la verdad es que de un 20 a un 40%
de los animales que tomarán la salida (dependiendo de la época del año), morirán
extenuados en el transcurso de la prueba. Esto es así, y todos lo saben. Es parte
inherente de la competición. Con ello no quiero decir que sea justo, y acepto que hay
cierta crueldad implícita en llevar a un animal hasta el límite de sus fuerzas sólo por
deporte. Pero así se lleva haciendo durante siglos, y nadie objeta a ello. Que yo tenga
constancia, jamás, en los cerca de mil cuatrocientos años de historia de las Tandas
documentadas, se ha suspendido la prueba por cualquier circunstancia contraria. Esto
creo que dice mucho en favor de su razón de ser y existir. Sabemos que éste planeta
semi-desértico sostiene la escasez de vida que puede tolerar con grandes dificultades. El
tiempo entre unas Tandas y otras permite su regeneración vegetal y cinegética, y los
muchos cadáveres contribuyen directamente a ambas cosas. Esto no significa que cada
jyffa no atienda y cuide a su animal con todo mimo, y que le lleve innecesariamente a
soportar penurias injustificables en carrera. Pero como suele suceder en las últimas
yboras, los controles se hacen cada vez más largos y exige un sobreesfuerzo
suplementario alcanzarlos a tiempo y no caer descalificados. Es en estos tramos finales
donde se diezman los thab menos robustos y donde el animal puede encontrar su trágico
final.

Por fortuna, la selección genética ha conseguido crear animales cada vez más
robustos, capaces de afrontar la especial dureza de esta prueba. La mayoría de los se
presentan, lo hacen por primera y última vez. Si acaban la prueba satisfactoriamente, sus
jyffa los venden o los destinan a la reproducción para crear nuevas generaciones de
corredores de las Tandas. De hecho, muchos jyffa son además criadores profesionales.

VII. Recursos:

En el apartado equipamiento hice mención a una parte proporcional dedicada a


los “consumibles”. La ración que puede llevarse es muy limitada en comparación a la
longitud y duración de la prueba. Siempre que sea posible, se aplazará su gasto
dejándolo para casos puntuales de mucha necesidad (que los habrá, y muchos),
procurando tomar lo necesario para subsistir de la misma naturaleza, aunque ésta sea
tan poco pródiga en dádivas. Esto obliga a entrenar un sentido especial que nos ayude a
prever los cursos de agua, o la presencia de presas a lo largo del camino.

Solamente en el norte los mapas atinan con la disposición de ríos y riachuelos,


pero aquí, no suele escasear el agua. Es por desgracia en todo el resto de nuestro
recorrido donde los cursos varían o desaparecen, pues el escaso agua que destila Lalen
se filtra a menudo entre la piedra arenisca desapareciendo en el subsuelo y apareciendo
después quién sabe donde. Al igual que en la Tierra, nos podemos apoyar en algunos
trucos y consejos de parecida lógica para poder encontrarla y abastecernos
oportunamente. Seguiremos atentamente los “puntos” verdes que destaquen aquí y allá,
y que son perfectamente distinguibles del paisaje desértico. Nos daremos cuenta que a
menudo aparecen en la lejana llanura, allá donde el agua emerge o circula más cerca de
la superficie. Eso implica realizar un desplazamiento neutro, indispensable si ya
andamos escasos. Pero a veces no compensa alejarse en demasía, pues podemos
llevarnos un buen chasco al llegar a ese objetivo. Cuanto más grandes sean los árboles
de estos oasis puntuales, más profundo socavarán sus raíces, y por tanto, más
improbable será obtener esa agua cerca de superficie, allá donde podamos recogerla.

La fauna local debe enfrentarse a periodos diurnos que soportan elevadas


temperaturas, especialmente a mediodía. Es al amanecer, o al atardecer, cuando hay
signos de cierta actividad, y por tanto, son los tramos del día especialmente indicados
para dedicarlos a la caza. Dependiendo de si el cariz nuestro rastreo o búsqueda es
profunda, o más bien superficial, podemos encontrarnos con una limitada selección de
seres vivos, o por el contrario, una variada colección de diversas especies que bien
podrían servirnos de alimento. No ha lugar a mostrar asco o repugnancia por cualquiera
de ellos, por extraño y desagradable que nos parezca su aspecto, salvo tener precaución
con los que puedan suponer un riesgo real a nuestra salud. Es por ello muy conveniente
tener nociones básicas acerca de la fauna que nos podemos tropezar. Salvo por algún
tipo muy determinado de arácnido que conviene evitar a toda costa, todo lo demás,
previamente cocinado, puede servirnos muy bien de alimento.

Aquellos grandes animales que poblaron Dubraken, hace siglos que se hallan
completamente extinguidos, y no observaremos mamíferos mayores a un perro o
reptiles que superen el tamaño de una iguana. Otro cantar son los invertebrados, a
menudo de primitivo aspecto y bastante grandes en tamaño en comparación a los que
pueblan nuestro planeta. Muy apreciada es la lombriz de Dubraken, a la que se consigue
dar captura tras localizar la entrada de los túneles en el suelo. Con más de tres metros de
envergadura, y de cuatro a cinco centímetros de grosor, un solo ejemplar nos daría
alimento más que suficiente para varios días.

Apenas hay aves en Dubraken, pero si tuviésemos la fortuna de encontrar un


nido de perdiz autóctona entre los peñascos, en sus huevos hallaríamos una estupenda
fuente de proteínas.

En definitiva, deberemos ocupar una buena parte de nuestro tiempo en


procurarnos el sustento y ahorrar en la medida de lo posible el gasto de lo que traemos
encima. Yo he de llevar dos garrafas isotérmicas de veinticinco litros de capacidad, que
han de servir en su mayor parte para calmar la sed de “Rita”. Además llevaré veinte
tabletas variadas de alimentos liofilizados para ella y para mí, a usar en momentos de
desesperada escasez de recursos. Varios compuestos proteínicos y suplementos
vitamínicos han de apoyar nuestra exigua dieta para evitar que la debilidad por
malnutrición nos pase factura.
VIII. Otras consideraciones.

Este deporte es eminentemente individualista, y aquí uno se debe valer por sus
propios medios sin esperar cualquier tipo de colaboración con el contrario o competidor.
Se dan no obstante cierto tipo de asociaciones entre determinados thab pertenecientes a
un mismo clan planetario, que dan pie a grupos que parten compactos e intentan
mantenerse así en carrera el mayor tiempo posible para ayudarse mutuamente. Pero la
esencia de las Tandas dictamina que es a modo individual cuando se fragua el triunfo, y
estos equipos nunca parten como favoritos en las apuestas. A pesar que correr parejo a
otros tantos otorgue ventajas evidentes a la hora de obtener recursos (permitiendo por
ejemplo colaborar para las tareas de caza), lo cierto es que dentro de una prueba tan
larga, las desiguales fuerzas de los diferentes miembros van diferenciando de forma
cada vez más acusada a los dinámicos de los débiles. Estos últimos van retrasando a los
más capaces, casi siempre para al final, acabar retirándose. Luego, recuperar ese tiempo
perdido es tarea casi imposible. Los diferentes controles de ybora ponen temprano coto
a estas asociaciones, y sólo en ésas primeras yboras se mantienen funcionales.

Pasando el ecuador de las Tandas, cuando el número de participantes decae cada


día minando a los menos preparados, se buscan parejas improvisadas para cubrir
determinada ybora que presente excepcionales dificultades, y así no es raro ver thab de
trípodos corriendo a la par, o pequeños grupos de cuadrúpedos cruzando el desierto
juntos. Es a la estela del que corre a buen ritmo, al que los demás desean engancharse,
procurando imitar sus movimientos a la hora de afrontar una ruta.

Pero no ha de esperarse ayuda o auxilio para los que vayan quedando por el
camino con sus animales enfermos, exhaustos por el esfuerzo, a falta de agua, o
terriblemente hambrientos. Nadie perderá tiempo para detenerse y ver que te sucede o si
puede ayudarte en algo. Esta competición se basa en una aventura que se rige por la ley
de los más fuertes, y el abandono es el paso más lógico para el 80% de la totalidad de
participantes.

Hay ocasiones en que es necesario jugarse el todo a una carta. Quiero decir que,
dentro de los implacables plazos que hay que cumplir entre control y control, antes de
forzar una retirada inmediata por agotamiento, puede ser conveniente dedicar todo un
día al descanso y a la recuperación si se alcanza uno de ésos pequeños oasis que a veces
surgen en el paisaje del horizonte. Claro está, que ese día de pausa exige forzar el ritmo
de las jornadas posteriores, y ese retraso es muy posible que no se pueda recuperar a
tiempo quedando entonces fuera de la competición. De verse forzado a una retirada,
sólo es necesario pulsar el botón de S.O.S. de nuestra unidad bionit y esperar que
vengan a buscarnos en una planeadora, de las que recorren sin descanso las yboras
trasladando a los retirados. El traslado del jyffa y su material es gratuito, no así el del
animal. Y la tasa de transporte es tan elevada, que muchos optan por abandonarlo a su
suerte tras retirarle todos los aparejos.

Normalmente éstos animales acabarán muriendo allá donde han sido dejados,
pues no es su hábitat natural, y aunque pudiesen recuperarse de su mal, el hambre o la
sed, el calor o el frío los acabarían matando. Hay raras ocasiones, dependiendo de la
cercanía que halla de un lugar donde abastecerse de alimentos, que el animal sale
adelante e incluso puede encontrar otro de su especie deambulando cerca tal que él
mismo, pero su supervivencia estará condicionada por el tiempo que tarden las alimañas
en localizarlos.

Es lícito pensar que a las Tandas acuden tanto nobles corredores profesionales,
como entidades fraudulentas que deben apoyarse en cualquier circunstancia propicia
para salir adelante en carrera. Son tantos los participantes y de regiones tan dispares,
que es imposible determinar el carácter de cada cual al primer vistazo. Lo mejor
siempre es ser desconfiado, como lo serán muchos de ti mismo. Evitar que nadie se te
arrime o siga tu estela cuando va llegando la noche. Hay robos nocturnos de enseres, e
incluso asaltos flagrantes. La desesperación de algunos, se torna en desgracia para otros.
Y como cada cual porta armas, no es raro en cada edición comprobar que habrá al
menos una docena de crímenes habidos de disputas o peleas, y otros tantos homicidios.

Nada en absoluto tiene esto que ver con la práctica deportiva, pero es imposible
evitarlo por mucho que se intente seleccionar los aspirantes a participar. Y este negro
aspecto no debe desvirtuar la esencia y el espíritu de las Tandas. Podía haberme evitado
desvelar esta singularidad tan amarga, pero como todo lo aquí mostrado, aunque no nos
guste, tiene su apartado en lo más oscuro de las Tandas de Dubrakhen.

Concluyo así la larga introducción a este deporte esperando no haberme dejado


ningún aspecto importante por el camino. Espero que sirva como referencia y guía de
mis evoluciones, que por otro lado, deseo que me permitan llegar lo más lejos posible.
Pensar en alcanzar la meta, en la posición que sea, puede parecer una quimera; empero
es un reto personal que me he marcado y para ello me he preparado a conciencia.

Un saludo especial para todos desde la lejanía de este mundo que me acogerá
por una buena temporada, y muy en especial a toda la gente que me ha apoyado, a toda
mi familia, y por supuesto a todo el equipo de T.I.S.

Nos vemos en la meta.

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