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sí se denomina a un peculiar evento deportivo, considerado de los más
universales, y en consecuencia, uno de los que arrastra tras de sí al mayor
número de aficionados de toda la confederación. No obstante, aquí en la Tierra
aún se trata de una celebración inédita en la práctica, salvo por unos pocos ejemplos
puntuales. Pueden contarse con los dedos de las manos a esas personas que se
consideran leales aficionados y que están puestos al tanto de su historia y su particular
desarrollo.
Desde que en esta redacción supimos de él y sus anhelos, hemos tenido una
creciente curiosidad por saber de su historia. Fue él mismo quien nos puso en
antecedentes, y a partir de entonces no hemos dejado de sentir interés tanto por sus
progresos y evoluciones, como por la futura consecución de su sueño.
Tal vez de éste acuerdo como dijimos anteriormente, surja la semilla que de pie
al nacimiento de una afición equivalente a la que puede encontrarse en otras partes de la
galaxia. Lo cierto es, que los pocos aficionados que hoy por hoy nos encontramos, están
más que encantados con la proeza de Eliseo Nogueira. Según ellos mismos nos relatan
ufanos, el mero hecho de haber obtenido un dorsal ocupa tras de sí una notable historia
de sacrificios que merecería ser relatada.
Para explicar lo que allí acontece, emplearemos los textos que Eliseo que nos
cedió antes de su partida, contrastados y comentados después por Peter Berry-Paxton,
nuestro sacrificado enviado especial, al que solemos embarcar en aventuras
complicadas, pero que ni por asomo tienen comparación con éste nuevo encargo de la
editorial. Al él le acompaña la eficiente coordinadora y realizadora Johanna
MacFarlane. Ambos dos, junto al operador de camarografía Scott Wilson, ya deben
estar a medio camino de su largo viaje de regreso a casa.
Para no alargar demasiado este prefacio, sólo decir que tenemos fe en el trabajo
bien hecho y en el deber cumplido. Por tanto, desde el espíritu que promueve este
proyecto editorial, recalcamos nuestro sentir con orgullo y sabiéndonos completamente
satisfechos de apoyar al máximo toda manifestación deportiva que implique al menos
valores tales como esfuerzo, dedicación, emoción y/o pasión implícita.
—Eso fue a través de un buen amigo, hombre que trabaja como representante de
una cohorte de consorcios para el comercio interplanetario. En uno de sus relativamente
frecuentes viajes al sistema Delta Pavonis, y estando alojado en un complejo
orbihotelero, vio por casualidad un programa de tele-satélite en que retransmitían un
resumen del último evento acontecido en Dubrakhen. Le impresionó mucho, y lo grabó.
Ya de vuelta durante unas vacaciones, me lo mostró. Lo estuvimos viendo y
comentando juntos. La tremenda curiosidad que suscitó en mí, me hizo más tarde
informarme a fondo en foros de hipranet, porque en internet no pude encontrar
absolutamente nada al respecto.
—La principal diferencia que tengo con respecto a estos amigos aficionados, es
que existen ciertas similitudes entre lo que yo hacía normalmente, y lo que exige ese
deporte. Además…bueno, me cuesta un poco decir esto… tengo la gran suerte de poder
contar con un respaldo económico suficiente como para afrontar el reto. Digamos que
hace falta gastar una “pequeña” gran fortuna para poder competir, y afortunadamente sí
disponía de ese dinero para empezar.
Antes de todo quiero hacer una breve introducción con el fin de favorecer la
comprensión de lo que prosigue:
Con todo, están bien reconocidas las hazañas de este remoto pueblo de
cazadores, y las Tandas no dejan de ser una evocación (al menos en el espíritu de sus
creadores así estaba dispuesto) conmemorativa a esa historia. Hay antecedentes
referidos a gestas pasadas que a menudo cuesta creer, pero lo que las crónicas dictan se
acepta generalmente, comprendida verdad y leyenda, con vistas a encomiar la
proverbial historia de este pueblo y la misma celebración que se sucede desde hace
muchos siglos derivada de ella.
Esto trasciende a otras circunstancias que afectan directamente a las Tandas. Por
ejemplo: el idioma elegido para unificar toda la amalgama de lenguas distintas que aquí
se dan cita, no es sino un sucedáneo del dialecto original que hablaban aquellos
cazadores de las primeras edades. Se trata del “kellej”, cuyas formas nominales, más o
menos distorsionadas por el tiempo, aún se hallan íntegras. Para comunicarse, se debe
disponer de un indispensable “trans-slot kellej” que insertar a la memoria de nuestro
transductor de voz. Artefacto caro, no duplicable, y además con fecha de auto-caducado
(política de ingresos conceptuales), lo que obligará a adquirir uno nuevo si se tercia un
regreso a Dubrakhen.
Aclaro esto, porque prefiero hacer uso ciertos vocablos en el idioma original,
siempre para referirme a diversos elementos que cuentan con una definición poco
aproximada o inexacta una vez transportado el concepto a nuestro idioma; y dado que
forman parte del argot universal en las Tandas que todo el mundo utiliza normalmente.
Desearía no obstante, no abusar mucho de tecnicismos de extraña o difícil
pronunciación que hagan más confusa la lectura. Espero sepan perdonar mi celo en este
aspecto si me excedo demasiado en la inclusión de nuevos palabros.
El tiempo intermedio entre unas Tandas y otras, se podría tomar como los
intervalos que se suceden en nuestro planeta entre unos juegos olímpicos y los
siguientes. Un tiempo de preparación y puesta a punto para la próxima competición.
Lógicamente, debido a la gran tradición existente en otros planetas, se celebran
competiciones locales que llenan estos lapsos y permiten el desarrollo de los deportistas
para la consiguiente celebración de las Tandas. Y aunque haya eventos notables en
ciertos lugares de nuestra galaxia, nada se asemeja a lo que uno se encuentra en
Dubraken. El profano no puede hacerse una idea de la repercusión mediática que suscita
la celebración de esta cita en toda la confederación. De hecho, está considerado como el
cuarto evento deportivo que acapara más audiencia de toda la galaxia conocida.
Allí se concentran del orden de mil quinientos jyffa (jinetes) venidos de todas las
partes y todos los rincones. Si bien la presencia de público es anecdótica (salvando la
comparación), dado que son muy pocos los que cuentan con medios suficientes para
pagar un desplazamiento a ese lejano planeta y permanecer todo el pejeel sólo por ser
partícipes de esta experiencia (no existen los viajes regulares. Todos los transportes se
resuelven los días previos al pejeel, y cuando éste termina, sin que haya viajes
intermedios de no ser flotillas privadas). De todos modos, en los planes de cada
aficionado está el visitar Dubraken al menos una vez en la vida, para poder contemplar
ese espectáculo en directo. Con todo, cuando llegan las Tandas no se esperan menos de
un millón de entidades llegadas desde muchos puntos distintos, algunos muy, muy
alejados. A menudo se celebran sorteos y concursos en todas partes, cuyos premios
consisten en boletos, viajes y estancias para asistir al evento.
Todo ello arrastra tras de sí otra horda de gentes del comercio que buscan hacer
buen negocio dando servicio a los asistentes y ofreciendo respuesta a sus necesidades
diarias; bien sea vendiendo mil y un variedades de comida en sus tenderetes, bien
alquilando plaza en sus tiendas y toldos (yfaras, hayiidas...) de múltiples facturas y
disposiciones diferentes. Aquí todo el mundo se aloja o bien en su propio talji, o en esa
especie de “jaimas” comunitarias, pues Dubraken carece de estructuras y alojamientos
perennes, y todo lo que se observa en la inmensa planicie multicolor es de estructura
portátil.
Para cubrir la teletransmisión de las Tandas, se calcula que se dan cita alrededor
de quinientos medios de teledifusión, abarcando así un enorme espectro de emisión y
una audiencia descomunal casi imposible de computar.
Aparte de todo lo dicho, existe otro concepto que tiene suma importancia en lo
que respecta al enaltecimiento de la prueba un año tras otro. Sin duda es una de las caras
menos agradecidas de las Tandas y la que discurre paralela e inherente al evento
deportivo.
Es habitual que cada cual haga varias apuestas diferentes; ganando en algunas
y/o perdiendo en otras. Es una manera importante de financiar el espectáculo (otra más),
puesto que se recauda un pequeño porcentaje en impuestos de cada una de las apuestas
gestionadas por la organización. Las apuestas no oficiales también están permitidas,
pero no aportan seguridad al cobro y dependen sólo de la honestidad de sus jugadores.
Las medidas de seguridad son extremas en los infinitos recintos habilitados para los
corros de apuestas, aunque es imposible evitar que muy a menudo sucedan riñas y
disputas que alteren gravemente el orden. Por ello, deben extremar la vigilancia y los
controles en las aduanas de la plataforma aeroportuaria, e impedir el pase de cualquier
clase o tipo de arma con automatismo. Pero esto no impide ni impedirá que siempre
haya muchas muertes violentas. Estos riesgos se asumen con resignación por la
organización, que a veces parece dar la sensación de implicarse demasiado poco. De la
tarea de mantener la seguridad se encarga un numeroso cuerpo parapolicial organizado
ex profeso para el evento (los Tadús, o Tadusai), que no dejan de ser apenas meros
vigilantes de seguridad contratados temporalmente, y a todas luces, con insuficiente
preparación para regular y contener tamaño gentío. Para algunos de los que se plantean
un viaje hasta allí, la posibilidad de verse envuelto en trifulcas es un potente revulsivo, y
para otros, un irresistible aliciente. La única forma de evitar jaleos es mantenerse todo
lo apartado que se pueda del bullicio y de las altas concentraciones de gente (algunas
muy violentas y peligrosas, según su origen), cosa casi imposible en no pocos
momentos del día. Por supuesto también se dan cita los grandes apostadores (a menudo
de dudosa reputación, pero siempre con muchos recursos), que se juegan millones de
astrodólares contra otros de su misma condición. De ello se deduce que hay entidades
que se arruinan por completo, o bien hipotecan dramáticamente su existencia; y otros,
que hacen el negocio de su vida a costa de todos los anteriormente citados.
II. Descripción.
El pejeel se divide en diferentes octenios, fases o etapas: los cinco primeros días
se destinan a las clasificatorias de ratio o tabras. Durante estas fechas, una multitud de
comisarios se dedican a validar las listas de inscritos haciendo un repaso a jyffa,
equipamientos, armas y animales para ver que todo coincide con el reglamento y se
enmarca perfectamente dentro de sus normas. Es habitual que entre todo el cúmulo de
participantes haya descalificaciones, o incluso retiradas voluntarias por motivos
cualesquiera. En este punto previo, los mostradores de las hayiidas de apuestas y los
“corros de postas” ya “echan humo” ofertando infinidad de combinaciones a donde las
entidades ya pueden prestar sus dineros al azar. Estas apuestas previas se denominan
“hekka”; tal vez menos interesantes, puesto que los boletos admiten un menor montante
económico. Pero por ello mismo son muy populares y sirven para caldear el ambiente
permitiendo además la participación de los que menos recursos poseen, y ofertando
además un buen entretenimiento para los más impacientes.
III. La salida.
*(T.I.S: Preguntado al respecto, Eliseo nos comenta que Dubraken —como otros
tantos planetas hechos colonia de otro por conquista—, sufrió una sobreexplotación de
sus recursos durante siglos que le dejó exhausto e inservible, y de paso acabó con el
80% de sus especies animales y vegetales arrastrando consigo a los Hélodos a la
extinción. Hoy es colonia declarada “reserva natural” Lotrícega. Como suele suceder,
siempre demasiado tarde —apostilla de Eliseo.)
La lanza del Oyiiba es uno de los instrumentos más importantes tanto en cuanto
se trata del enlace más sólido entre la tradición helódica y las prueba deportiva en sí,
pues el término de la carrera sólo se determinará cuando uno de los participantes
complete el recorrido alrededor de Lalen y recoja la lanza sagrada (karneji). Antaño,
este objeto de caza era cedido por el jefe de la tribu, y concedía el rango de jefe maestro
de cazadores. Hoy es un trofeo codiciado por el que se otorgan la gloria y el
reconocimiento, más la bonita suma de seis millones y medio de ykkas (1.250.000 ð).
Tomar una posición favorable para contemplar la salida entre tanta gente, es un
reto harto difícil. Las maraña de unidades móviles de todos los medios audiovisuales, se
preparan sobre unos parapetos elevados, sustentados por altos postes metálicos
dispuestos a todo lo largo de la recta. Éstos mismos postes hacen la función de
balizamiento que demarca la cancha de salida, y forman un embudo desde los domos,
que se estrecha a lo largo de un myojk (1 mk= 6001 yd= 5400 m). La mayoría de los
asistentes se reparte por los flancos de ese embudo, aunque algunos prefieren observar
la salida desde las laderas de la meseta. Para ello parten en procesión por el valle la
noche anterior, y toman un sendero que los aúpa al primer promontorio. Allí vuela una
gran lastra que les sirve de aseladero. Desde ese lugar, obtendrán una privilegiada vista
desde el frente, asistidos por los imprescindibles teleprismas y sin que el polvo pueda
enturbiar la visión.
Las dos últimas balizas abren a territorio libre, lo que significa que cada uno
puede tomar la ruta que crea más conveniente para empezar a bordear Lalen. Esto se
hace de sur a sur y comenzando por el este, en sentido inverso a las agujas del reloj.
A partir de ahora, cada cual es libre de correr el tiempo que precise necesario,
por el día o por la noche. Es libre de descansar tantas jornadas necesite. Es libre para
buscarse su sustento y proveerse de agua como buenamente pueda. Sólo debe tener en
cuenta llegar a tiempo a los controles de etapa. Como dije anteriormente, las Tandas se
segmentan en octenios (yboras). El primer octenio se consume en las pruebas de
aceleración y velocidad de las primeras jornadas. Ahora les quedarán por delante siete
yboras más. No son homogéneas; es decir, los controles que delimitan las etapas no son
equidistantes entre sí, y el “largo” de ybora obedece a “criterios de juicio de etapa”.
Cuando un recorrido es extremadamente duro, o cuando apenas hay agua, se acorta la
distancia entre un control y el siguiente, pero por defecto, significará que la siguiente
ybora deberá prolongarse para sumar esa diferencia. Se suele buscar un emplazamiento
fijo para cada uno de los controles, pero a menudo, dependiendo si el pejeel de las
Tandas coincide con la estación seca, bien con la estación de las lluvias, o quizás
durante el invierno, se modifica su emplazamiento tantos myojk consideren que sea
necesario. Por este motivo, en los pejeel invernales, las yboras se concentran más en el
norte y se “estiran” a medida que llegan al sur; todo lo contrario que sucede en la
estación seca.
En cada control nos espera un comité de recepción de ybora compuesto por una
treintena o más de personas, cada cual con una función bien determinada. Existen varios
jueces de paso, jueces de registros, jueces de de nulos, operarios de radiofrecuencia que
codifican y transmiten todos los datos a la base central, paramédicos, veterinarios,
varios sanitarios, y diez o más agentes Tadusai. Todo el entramado se organiza y se
concentra entorno a una gran hayiida, que dispone además de una rápida planeadora de
enlace y rescate.
El paso es custodiado por dos postes muy altos que portan una baliza luminosa e
intermitente en su extremo. Una barrera de zigzag corta el camino. Allí nos recibe el
primer juez de paso, que entrega a cada jyffa un boleto de verificación electrónico,
numerado y duplicado, llamado ybora-teura. El juez guarda una de las mitades
idénticas, y la otra la debe portar el deportista hasta el final de la prueba. A medida que
se vaya avanzando y ganando yboras, en los respectivos controles deberán presentarse
las y-teuras pretéritas antes de solicitar la siguiente. Sólo entregando los ocho
resguardos (tanto por parte del deportista, como por los jueces), se dará por válida y
legal la finalización de la prueba. Si se diera el caso de que, llegada la hora límite se
presentaran muchos thab a la vez, y el trámite de paso se excediera de tiempo, hasta el
último de la cola (que se puede incrementar paulatinamente) debe obtener su y-teura.
Para evitar este contratiempo, se suele hacer la segunda ybora (la primera en Tandas de
carrera propiamente dichas) bastante más larga que el resto, para dar tiempo a que el
tremendo pelotón de thab se vaya estirando y dispersando. Además, ejerce de criba
natural, en la que los más débiles pronto se retiran debido a la dureza de esta particular
primera etapa, y permite que el número de participantes disminuya en porcentaje. Oí
que el 10% de jyffas abandonan en éste primer tramo. Para compensar el tremendo
esfuerzo, la tercera ybora es más benévola con la distancia a emplear entre un control y
el siguiente.
V. Equipamiento.
En uno y otro caso se dan innumerables abandonos, y como es difícil saber las
circunstancias reales que nos encontraremos en carrera, lo mejor entonces es establecer
una media de planificación entre éstas dos filosofías, para lo cual se acude a susodicha
regla y que por otra parte atiende sólo a la lógica racional que aporta la experiencia.
Para los bípedos (siempre más castigados por el peso), se aconseja una carga
total no superior al 20% del peso del animal, teniendo en cuenta que de ese porcentaje la
mitad corresponderá al jyffa. Los trípodos pueden aumentar ese porcentaje un 5%,
destinando entonces ¼ del peso del thab a la carga suspendida. Y los cuadrúpedos están
capacitados para dedicar un 30% del thab a ese propósito.
Puestos a pormenorizar lo que debe llevarse o no, también se sujeta a
variaciones según lo que cada cual requiera, pero es obvio que hay elementos que no
admiten dudas. La orientación es importante, aunque tampoco es especialmente
complicado si se tiene en cuenta que la montaña estará siempre ahí, a nuestra izquierda,
mientras se avanza bordeando su perímetro. Sin embargo, no está de más portar una
brújula que poco ocupa y menos pesa, por si tenemos que “abrir” nuestra carrera
vadeando obstáculos o buscando recursos. Dubraken no posee satélites artificiales, y
obviamente no admite sistemas de posicionamiento global. Sin embargo, hay dispuestas
antenas repetidoras en los cuatro puntos cardinales de Lalen que permiten tener
localizados a todos sus participantes conectándose por radiofrecuencia a sus bionits
(artefacto de localización con tele-chequeo cardíaco, botón de S.O.S y alarma de
pánico; en una configuración muy parecida a la que usan nuestros ejércitos). Aunque es
un aparato bastante básico y si me apuran rudimentario, es sólido y fiable, cualidad
inestimable para esta dura prueba. Mediante este aparato es posible saber algunos datos
muy útiles, tales como la distancia recorrida, y sobre todo, la distancia que resta hasta el
siguiente control de ybora.
Muy importante es el arma o los armas a portar consigo, dado que por muy
buenas previsiones que hagamos, por muy poca comida que consumamos, más tarde o
más temprano nos veremos obligados a cazar para obtenerla. Están terminantemente
prohibidas las armas fulminantes o de proyectil, no tanto por respetar el espíritu de la
tradición helódica como para evitar accidentes o salvar suspicacias. Las armas y
trampas pueden ser de infinidad de tipos distintos dependiendo de los usos y costumbres
primitivos de cada raza, pero siempre encuadradas dentro del grupo de armas de filo
cortante, punzantes, golpeadoras, etc., y siempre basadas en un diseño artesanal.
Aunque aún genera cierto tipo de controversia entre los más puristas, se permite el
empleo de cebos envenenados en las trampas. Imprescindible es portar algún tipo de
cuchillo o puñal con qué rematar y desollar la pieza cobrada, acompañado de algún tipo
de cepo, red o aparejo para confeccionar las trampas, más un arma principal, tal que
espada, espadeta, arco y flecha, ballesta, cerbatana, hacha, bardiche, labrys, pollax,
mangual, o cualesquier tipo que se elija (dispongo estos modelos porque se adapta muy
bien su diseño a la universalización de una herramienta básica. Por supuesto a partir de
estos modelos, existen numerosísimas variantes por cada entidad hasaze).
En mi caso particular, he optado por llevar una fina, equilibrada y ligera daga de
Abdyanti; difícil de conseguir y por tanto muy cara, pero cuya afiladísima hoja está
hecha de una aleación de zelestrón (no se borra jamás), y muy adecuada tanto para ser
lanzada contra un objetivo potencial, como para abrir duros caparazones. Bien es verdad
que hay instrumentos de corte incluso mejores, pero éste instrumento me será muy útil.
Dado que en nuestra Tierra ni se comercializan, ni están permitidas (el zelestrón es
tóxico si no está muy bien pulido), he debido agenciármela en el mercado clandestino.
Y como arma principal, he preferido un arco plexado de la marca Vryk∞ (made in
Tilturan), muy liviano y estrecho, de doble disparo, y cuyo par de sagitas giran a mucha
velocidad consiguiendo una óptima penetración. Hacerse a él requiere bastante práctica,
y adquirir precisión suficiente no es fácil. Sin embargo, cuenta con la ventaja indudable
de que el carcaj, que es su mismo soporte, se dispone bajo la axila sin que estorbe
demasiado, y así puede ser cargado y disparado con un solo brazo, por ejemplo,
mientras se monta. De esta forma, cualquier animal que se cruce en el camino se puede
convertir en un objetivo inminente y el disparo se sucede inmediato a nuestros reflejos.
Cuenta con un “moja-flecha” automático que embadurna las finas puntas con una
minúscula gotita de ámbar de Upoy, y que asegura la fulminante caída de la presa
aunque la flecha apenas le produzca un rasguño.
Otros útiles van añadiéndose al equipo por deducción: para las pernoctas, se
carga un talji plegable, un saco de dormir isotérmico y una esterilla. También es
indispensable un botiquín de primeros auxilios bien surtido y un kit veterinario. Se van
añadiendo desde toallitas húmedas en abundancia para la higiene personal, una hornilla
de gas con varios cartuchos, varios mecheros, una navaja multiusos, cuerdas de nylon
(nunca están de más), pico y pala plegables, carbón artificial concentrado, unas gafas
con filtros sobre el cristal, por supuesto un buen reloj, etc. etc.
Y así nos vamos dando cuenta que el peso se incrementa dramáticamente, pues
aunque la mayoría de los objetos son ligeros, van sumando un número considerable
amén de que muchos deben duplicar sus existencias.
Nuestra ropa debe ser cómoda, ligera y resistente. Y aunque no hay una
normativa específica sobre seguridad, se sobrentiende que debe protegernos no sólo del
frío y del calor, sino también de posibles impactos. A lo largo de la carrera se sufrirán
las inevitables caídas, y sin un buen equipo de protección, la carrera se puede ir al traste
de la manera más fácil. Aún así, otro buen porcentaje de retirados se dan siempre por
éste motivo. Yo llevaré un buzo de la marca Malpina® confeccionado en pergore-tex®,
con costuras termo-selladas, recubrimiento de micro-fibra en plata antibacteriana, y
refuerzos de composite y grafeno en las articulaciones. Mi casco es un Gallet® hecho
de este mismo material, modelo integral VSA, con ventilación asistida, HANaS (head
and neck articulated support), sensor de orientación de caída y disparo de airbags de gel.
Un equipo bastante caro, por cierto. Pero no debe escatimarse en estas cosas si se quiere
competir con un mínimo de garantías.
Mi montura es un bípedo de Sateroin con cinco años de edad, que adquirí de una
camada en el mercado de animales de deporte de Mnemou Atou, por la nada
despreciable cifra de dieciocho mil ykkas. Le he criado, entrenado y moldeado a mí
hasta conseguir de él un estupendo ejemplar de competición. Es cierto que hay
numerosísimas especies de bípedos aptos para correr, y casi todas descienden del mismo
orden. Mi animal es una hembra de arcatea (de nombre Rita) del clado familiar de los
Pelebritios (emparentados con los remotos dromaeosauridae, extintos en nuestro
planeta hace millones de años, pero cuyos lejanos parientes, en el tiempo y en la
distancia, están totalmente vigentes en numerosos mundos repartidos por la galaxia. De
éstos, unos evolucionaron hacia la reproducción por ovoviviparidad —como es el caso
de Rita y su familia—, y otros (Ursupinos) forman un extenso grupo de marsupiales
también muy bien representados en las Tandas). Son animales dóciles y obedientes, y
bastante inteligentes. Cuentan con una notable resistencia física, y además son
herbívoros. Lamentablemente no todas las escasas especies vegetales de Dubraken son
muy del agrado de éstos animales, puesto que la mayoría son ácidas y espinosas. Sin
embargo las arcateas digieren bien las hojas de una especie de acacia enana que, o bien
crece a las faldas de Lalen, o bien en grupos boscosos compactos, aunque alejados en la
llanura. Pero hay varios inconvenientes. Las hojas de la acacia de roca son menos
nutritivas y por tanto necesita aumentar su ración diaria, pudiendo dedicar de tres a
cuatro horas diarias sólo en su ingesta. Además, su accesibilidad es bastante limitada y
el animal precisa a menudo encaramarse entre los peñascos dificultándole la obtención
de su comida. La acacia de la llanura es más sabrosa y rica en vitaminas y nutrientes,
pero precisa alejarse bastante para llevar al animal a pastar efectuando largos
“recorridos neutros” que hacen perder mucho tiempo. Y por si esto fuera poco, a
medida que avancemos por el oeste, el árbol escaseará cada vez más. Otro problema es
la exigencia de agua. Necesitan beber al menos dos veces al día, y si no es posible
encontrar agua cuando lo precisa, su rendimiento decae enormemente. Si en un día, o
como mucho día y medio, no logra tomar su ración de agua, el animal fenecerá al fin de
sed y de agotamiento. Pero si somos capaces de guiarle puntualmente a donde pueda
obtener su agua, se recuperan rápido y muy bien del tremendo esfuerzo físico a que son
sometidos.
“Rita” tiene una altura de 175 centímetros hasta la cruz, y pesa 385 Kg. Su piel
forma una nebulosa de manchas rosáceas y violáceas que la confieren un aspecto muy
atractivo. Su cabeza (más ancha y corta que los ursupinos) muestra unas pupilas de un
vivo tono anaranjado que le aportan una visión extraordinaria, aunque sus ojos son
bastante sensibles al sol y necesitan unas “aletas” protectoras en ambos lados de su
cabeza para darle una sombra adecuada. Sus patas traseras son muy robustas y
tremendamente poderosas. Posee una zancada de 180 cm. al paso, y hasta 230 cm. al
trote. Por el contrario, sus patas delanteras son muy pequeñas en comparación y apenas
le prestan alguna utilidad que no sea la de rascarse. Su cola tiene 250 cm. de largo, muy
ancha en el maslo, y prácticamente es una prolongación recta de su espinazo.
Conforman dos familias diferentes y con poco que ver entre sí, salvo en el
número de sus extremidades. Por un lado están los escasos prosilinos (balabut), con dos
patas delanteras fuertes y altas, y un solo apoyo o pié trasero (pernacua). A menudo se
piensa que fueron bípedos primitivos que desarrollaron articulaciones en su cola, que de
hecho les serviría para apoyarse y mantener mejor su equilibrio. Con el tiempo, este
nuevo apéndice modificaría su costumbre de caminar, dejando de alternar el paso con
las patas delanteras para entonces, moverlas al unísono y en paralelo e impulsarse a
saltos, mientras la pernacua sustentara el peso del cuerpo. Una mayor especialización de
este miembro, habría permitido durante una evolución de millones de años la
transformación de bípedo a trípodo. De todas formas, he leído que ésta teoría aún está
discutida por los biólogos (si descienden de bípedo o no) tanto en cuanto poseen sus
genitales al frente (de otro modo hubiese sido difícil conseguir el acople sexual), siendo
de éste modo los balabut, los únicos animales que yo sepa que se aparean enfrentados al
igual que nosotros.
En sí el animal es muy extraño, aunque no más que sus extraños jyffas venidos
de mundos muy dispares. Su lomo es muy corto, no poseen cola, y carecen por supuesto
de grupa y nalga, con lo que la pernacua nace del mismo lomo. Toda la parte del vientre
y el pecho es fuerte y voluminosa, y mantiene una prominente separación entre las patas
delanteras, a su vez muy potentes. El cuello es muy grueso y se afina mucho en la nuca,
sosteniendo un cráneo de pómulos achatados. De su cara pende una prominente nariz, y
su aspecto me recuerda mucho a la cabeza del extinto tapir, del que pareciera pariente,
aunque muy, muy lejano.
Otra cosa es su tamaño. Ronda los 185-190 cm. hasta la cruz, y su peso debe
oscilar por los 450 Kg. Aunque su particular disposición podría indicar lo contrario, lo
cierto es que vistos en acción resultan ser sorprendentemente ágiles, desmereciendo a su
aspecto desgarbado. La pernacua se adentra por el interior de las patas delanteras y
sobresale por delante de ellas asentándose así adelantada al cuerpo. Y sobre este fuerte
apoyo, el animal se impulsa rápidamente echando lo más adelante las patas. De modo
que, al contrario que los bípedos, existe un breve lapso en que no hay contacto con el
suelo, por lo que ese salto mejora la zancada de unos exiguos 150 cm. al paso, hasta
rebasar los 300 cm. al trote. Por supuesto, saltan. No son saltos espectaculares ni mucho
menos, pero les permiten vadear y rebasar alturas que los bípedos se conforman con
rodear. Por lo visto gustan de alimentarse tanto de pastos como de bayas, y dada su
particular dentadura, con anchos molares y finos y afilados incisivos, no desprecian
alimentarse de pequeños animalillos tales como caracoles, babosas, pequeños lagartos,
serpientes y anfibios, e incluso insectos. Esta capacidad omnívora supone una indudable
ventaja, a la que se suma el hecho de que se muestran parcos en el consumo de agua. He
observado en su forma de desplazamiento, que se las arreglan para apenas ejercer
vaivén en la cruz, donde se aposenta su jyffa. Así que, a pesar de parecer desairado, no
parece incómodo de montar. También me he fijado que para beber o pastar adoptan una
curiosísima postura: se apoyan en las patas delanteras y hacen descansar la pernacua en
el aire, como si hiciesen equilibrios. Esta observación me sugiere que quizás sean
costumbres reminiscentes de su pasado bípedo. Quien sabe.
Estos animales tienen la curiosa costumbre (como casi todas sus costumbres) de
auparse sobre sus cuartos traseros para alcanzar las hojas más altas de algunos árboles,
apoyando la prenacua en el tronco. Así logran tomar las hojas más tiernas y a las que
ningún otro competidor llega, y por lo que casi siempre tienen asegurado su sustento.
Lamentablemente en las Tandas, circular rezagado supone multiplicar los problemas de
subsistencia, pues podemos encontrarnos en medio de una ybora cuyos vegetales hayan
sido previamente arrasados al paso de centenares de thab que hayan desfilado delante
nuestro.
Otra circunstancia es que estos animales son muy robustos y más permisivos con
el maltrato diario, y a diferencia de los balabut, que siempre se agotan primero, los yauti
pueden hacer jornadas de hasta ocho horas sin parar. Sus riñones funcionan
extraordinariamente bien, y hacen recircular la orina por su interior de tres a cuatro
veces hasta reciclar toda gota de agua, y expeler entonces un pequeño “hilo de pis” de
fétidos y nauseabundos aromas.
Pero no todo es supuestas ventajas para los yauti. Los huesos de sus patas tra-
seras son más frágiles y se fatigan tras un castigo excesivo, pudiendo llegar a quebrarse.
Si esto sucede, la vida del animal tiene las horas contadas. Para evitar esta desgracia, su
jyffa cada noche le infiltra calcio directamente al hueso con una jeringa especial, pero
no siempre esto es suficiente.
Hay numerosísimas especies de cada cual, pero como es lógico, sólo se recurre a
las más aptas para las Tandas. Son muy apreciados los yrcomi, saurios carnívoros que
no se amedrentan ante ningún obstáculo. Ágiles, grandes y musculosos, aunque de
alzada más corta, que se traduce en una velocidad algo inferior a la de sus competidores.
Y aunque son muy voraces, logran subsistir en ausencia de piezas mayores devorando
pequeños roedores, moluscos, lagartos y demás representantes de la fauna local. Por el
contrario, un yrcomi especialmente hambriento no dudará un instante en abalanzarse
sobre pelebritios, ursupinos, balabut, yauti o lo que se le ponga por delante, por lo que
conviene mantenerse siempre bien alejado de ellos una vez se le retira el bozal tras la
salida. En medio de una larga ybora, muchas cosas pueden suceder sin que halla jueces
o testigos de por medio cuando a un jyffa de yrcomi le da por jugar sucio. Pero de éste
escabroso tema hablaré un poco más adelante.
Puede que dicho así suene muy duro, pero la verdad es que de un 20 a un 40%
de los animales que tomarán la salida (dependiendo de la época del año), morirán
extenuados en el transcurso de la prueba. Esto es así, y todos lo saben. Es parte
inherente de la competición. Con ello no quiero decir que sea justo, y acepto que hay
cierta crueldad implícita en llevar a un animal hasta el límite de sus fuerzas sólo por
deporte. Pero así se lleva haciendo durante siglos, y nadie objeta a ello. Que yo tenga
constancia, jamás, en los cerca de mil cuatrocientos años de historia de las Tandas
documentadas, se ha suspendido la prueba por cualquier circunstancia contraria. Esto
creo que dice mucho en favor de su razón de ser y existir. Sabemos que éste planeta
semi-desértico sostiene la escasez de vida que puede tolerar con grandes dificultades. El
tiempo entre unas Tandas y otras permite su regeneración vegetal y cinegética, y los
muchos cadáveres contribuyen directamente a ambas cosas. Esto no significa que cada
jyffa no atienda y cuide a su animal con todo mimo, y que le lleve innecesariamente a
soportar penurias injustificables en carrera. Pero como suele suceder en las últimas
yboras, los controles se hacen cada vez más largos y exige un sobreesfuerzo
suplementario alcanzarlos a tiempo y no caer descalificados. Es en estos tramos finales
donde se diezman los thab menos robustos y donde el animal puede encontrar su trágico
final.
Por fortuna, la selección genética ha conseguido crear animales cada vez más
robustos, capaces de afrontar la especial dureza de esta prueba. La mayoría de los se
presentan, lo hacen por primera y última vez. Si acaban la prueba satisfactoriamente, sus
jyffa los venden o los destinan a la reproducción para crear nuevas generaciones de
corredores de las Tandas. De hecho, muchos jyffa son además criadores profesionales.
VII. Recursos:
Aquellos grandes animales que poblaron Dubraken, hace siglos que se hallan
completamente extinguidos, y no observaremos mamíferos mayores a un perro o
reptiles que superen el tamaño de una iguana. Otro cantar son los invertebrados, a
menudo de primitivo aspecto y bastante grandes en tamaño en comparación a los que
pueblan nuestro planeta. Muy apreciada es la lombriz de Dubraken, a la que se consigue
dar captura tras localizar la entrada de los túneles en el suelo. Con más de tres metros de
envergadura, y de cuatro a cinco centímetros de grosor, un solo ejemplar nos daría
alimento más que suficiente para varios días.
Este deporte es eminentemente individualista, y aquí uno se debe valer por sus
propios medios sin esperar cualquier tipo de colaboración con el contrario o competidor.
Se dan no obstante cierto tipo de asociaciones entre determinados thab pertenecientes a
un mismo clan planetario, que dan pie a grupos que parten compactos e intentan
mantenerse así en carrera el mayor tiempo posible para ayudarse mutuamente. Pero la
esencia de las Tandas dictamina que es a modo individual cuando se fragua el triunfo, y
estos equipos nunca parten como favoritos en las apuestas. A pesar que correr parejo a
otros tantos otorgue ventajas evidentes a la hora de obtener recursos (permitiendo por
ejemplo colaborar para las tareas de caza), lo cierto es que dentro de una prueba tan
larga, las desiguales fuerzas de los diferentes miembros van diferenciando de forma
cada vez más acusada a los dinámicos de los débiles. Estos últimos van retrasando a los
más capaces, casi siempre para al final, acabar retirándose. Luego, recuperar ese tiempo
perdido es tarea casi imposible. Los diferentes controles de ybora ponen temprano coto
a estas asociaciones, y sólo en ésas primeras yboras se mantienen funcionales.
Pero no ha de esperarse ayuda o auxilio para los que vayan quedando por el
camino con sus animales enfermos, exhaustos por el esfuerzo, a falta de agua, o
terriblemente hambrientos. Nadie perderá tiempo para detenerse y ver que te sucede o si
puede ayudarte en algo. Esta competición se basa en una aventura que se rige por la ley
de los más fuertes, y el abandono es el paso más lógico para el 80% de la totalidad de
participantes.
Hay ocasiones en que es necesario jugarse el todo a una carta. Quiero decir que,
dentro de los implacables plazos que hay que cumplir entre control y control, antes de
forzar una retirada inmediata por agotamiento, puede ser conveniente dedicar todo un
día al descanso y a la recuperación si se alcanza uno de ésos pequeños oasis que a veces
surgen en el paisaje del horizonte. Claro está, que ese día de pausa exige forzar el ritmo
de las jornadas posteriores, y ese retraso es muy posible que no se pueda recuperar a
tiempo quedando entonces fuera de la competición. De verse forzado a una retirada,
sólo es necesario pulsar el botón de S.O.S. de nuestra unidad bionit y esperar que
vengan a buscarnos en una planeadora, de las que recorren sin descanso las yboras
trasladando a los retirados. El traslado del jyffa y su material es gratuito, no así el del
animal. Y la tasa de transporte es tan elevada, que muchos optan por abandonarlo a su
suerte tras retirarle todos los aparejos.
Normalmente éstos animales acabarán muriendo allá donde han sido dejados,
pues no es su hábitat natural, y aunque pudiesen recuperarse de su mal, el hambre o la
sed, el calor o el frío los acabarían matando. Hay raras ocasiones, dependiendo de la
cercanía que halla de un lugar donde abastecerse de alimentos, que el animal sale
adelante e incluso puede encontrar otro de su especie deambulando cerca tal que él
mismo, pero su supervivencia estará condicionada por el tiempo que tarden las alimañas
en localizarlos.
Es lícito pensar que a las Tandas acuden tanto nobles corredores profesionales,
como entidades fraudulentas que deben apoyarse en cualquier circunstancia propicia
para salir adelante en carrera. Son tantos los participantes y de regiones tan dispares,
que es imposible determinar el carácter de cada cual al primer vistazo. Lo mejor
siempre es ser desconfiado, como lo serán muchos de ti mismo. Evitar que nadie se te
arrime o siga tu estela cuando va llegando la noche. Hay robos nocturnos de enseres, e
incluso asaltos flagrantes. La desesperación de algunos, se torna en desgracia para otros.
Y como cada cual porta armas, no es raro en cada edición comprobar que habrá al
menos una docena de crímenes habidos de disputas o peleas, y otros tantos homicidios.
Nada en absoluto tiene esto que ver con la práctica deportiva, pero es imposible
evitarlo por mucho que se intente seleccionar los aspirantes a participar. Y este negro
aspecto no debe desvirtuar la esencia y el espíritu de las Tandas. Podía haberme evitado
desvelar esta singularidad tan amarga, pero como todo lo aquí mostrado, aunque no nos
guste, tiene su apartado en lo más oscuro de las Tandas de Dubrakhen.
Un saludo especial para todos desde la lejanía de este mundo que me acogerá
por una buena temporada, y muy en especial a toda la gente que me ha apoyado, a toda
mi familia, y por supuesto a todo el equipo de T.I.S.