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La vida comunitaria constituye uno de los ámbitos donde más se detecta el malestar en la vida consagrada posterior al Concilio Vaticano II. Según datos de la década de 1980, el motivo más frecuente para abandonar la vida religiosa era el cansancio de la vida comunitaria, más que otros problemas. Además, la tradición indica que los demonios atacan por los flancos más vulnerables, y el malestar actual sobre la vida comunitaria muestra que este es un área débil. Finalmente, el modelo de vida comunitaria ha cambi
La vida comunitaria constituye uno de los ámbitos donde más se detecta el malestar en la vida consagrada posterior al Concilio Vaticano II. Según datos de la década de 1980, el motivo más frecuente para abandonar la vida religiosa era el cansancio de la vida comunitaria, más que otros problemas. Además, la tradición indica que los demonios atacan por los flancos más vulnerables, y el malestar actual sobre la vida comunitaria muestra que este es un área débil. Finalmente, el modelo de vida comunitaria ha cambi
La vida comunitaria constituye uno de los ámbitos donde más se detecta el malestar en la vida consagrada posterior al Concilio Vaticano II. Según datos de la década de 1980, el motivo más frecuente para abandonar la vida religiosa era el cansancio de la vida comunitaria, más que otros problemas. Además, la tradición indica que los demonios atacan por los flancos más vulnerables, y el malestar actual sobre la vida comunitaria muestra que este es un área débil. Finalmente, el modelo de vida comunitaria ha cambi
Gabino Uribarri, sj - Revista Vida Religiosa - Jueves, 22 de junio de
2006 La comunidad religiosa, como expresin de Iglesia, es fruto del Espritu y participacin en la comunin trinitaria. (...) Se trata de retomar con fe la reflexin sobre el sentido teologal de la vida fraterna en comn, convencerse de que a travs de ella pasa el testimonio de la consagracin. Pertenecen estas palabras al documento La vida fraterna en comunidad. La vida comunitaria es hoy, en la vida consagrada, un lugar donde crecen los demonios. Evidentemente, ni es el nico lugar donde crecen los demonios ni siempre sucede as. Sin embargo, en muchos ambientes y situaciones se respira una cierta desazn con el elemento comunitario. Baste el testimonio de dos buenos conocedores de la vida consagrada contempornea para ilustrarlo. Desde su propia experiencia, de contacto cercano con muchas personas y comunidades de la vida consagrada, Toni Catal (Seguir a Jess en pobreza, castidad y obediencia desde los excluidos -Frontera Hegian 18, Vitoria, Instituto Teolgico de Vida Religiosa, 1997), atisba que hay algo desordenado en nuestra modo de vivir la comunidad y en el modo como estamos enfocando la dimensin comunitaria de nuestra consagracin. Segn su fino olfato, algo andara mal en muchos ambientes, como si sobre el aspecto comunitario se hubieran concentrado una serie de exigencias y proyecciones desmesuradas, con races no propiamente evanglicas o no purificadas o ajenas a lo propiamente especfico de la vida consagrada, de tal manera que la vida comunitaria constituye hoy uno de los mayores captulos de malestar, de sufrimiento y de desorientacin en la vida consagrada. Este elemento tiene una especial incidencia en los jvenes, ms sensibles a toda esta problemtica. Si a la percepcin de Toni Catal se le podra achacar una cierta parcialidad, es su punto de vista, en el que influyen su manera de ser, sus personales opiniones teolgicas y, sobre todo y a pesar su nmero, el elenco necesariamente restringido y posiblemente afn a sus planteamientos de personas y
comunidades con las que l contacta, no se puede decir lo
mismo de Amadeo Cencini. No porque Cencini posea mejor olfato o est mejor relacionado que Catal, sino porque fundamenta su postura en el estudio de la documentacin que ha llegado en la dcada de los ochenta a la Congregacin para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida apostlica en Roma. As, pues, el dato que sigue est recogido con informacin proveniente de todas las partes del mundo y, cuando menos, de la gran mayora de las congregaciones religiosas existentes. Dice textualmente Cencini: Un dato significativo y realmente preocupante es el que nos dan las estadsticas sobre los abandonos de religiosas (de vida activa y contemplativa), de religiosos (sacerdotes o no) y de miembros de institutos laicales. Analizando los datos sobre la dcada de los ochenta se observa no sin cierta sorpresa y en todos los grupos que el motivo ms frecuente, a la hora de pedir dispensa de votos, la secularizacin (para los religiosos sacerdotes) o el abandono es con mucho el cansancio de la vida comunitaria, mucho ms que los problemas de celibato, que las crisis de fe, que las relaciones problemticas con las estructuras y que la falta de vocaciones u otras (A. CENCINI, La vida fraterna: comunin de santos y de pecadores, Salamanca, Sgueme, 21999, 16). El dato apenas si merece comentario. Simplemente subrayo que se refiere a todos los grupos con los que la Congregacin est en contacto, sin excepcin, y que en ellos las dificultades comunitarias suponen el motivo aducido ms frecuentemente para las salidas. No cabe duda, pues, del carcter generalizado y universal del malestar con la vida comunitaria en la vida consagrada postconciliar. (Como corroboracin poco significativa estadsticamente, pero importante a nivel personal, yo mismo comprob recientemente en unos ejercicios espirituales a junioras de diversas congregaciones que las dificultades comunitarias suficientemente serias acaparaban la atencin de cerca de la mitad del grupo). Uno de los campos donde este malestar y su repercusin se detecta con especial nfasis es en los primeros destinos al fin de la formacin. No es raro que la salida de las casas de formacin, donde el elemento comunitario se suele cuidar, vaya acompaado de un shock comunitario y de una aguda experiencia de soledad. Se ha de considerar y meditar mucho a
qu tipo de comunidades se enva a los jvenes al terminar la
formacin para evitar obligarles a cargar con situaciones que les superen en exceso y ante las cuales se encuentren sin recursos y sin apoyos. No pocas defecciones tienen aqu una de sus races, no la nica. Si quiz en otros momentos el voto pobreza puede haber sido el caballo de batalla por antonomasia dentro de la vida consagrada, parece que hoy en da, sin haber eliminado radicalmente todos los problemas con la pobreza, la vida comunitaria estara siendo hoy una fuente mayor de desasosiego, de frustracin y de sufrimiento. A qu se puede deber esta situacin? Ensayar una respuesta somera e incompleta, que se enriquecer y ampliar a lo largo del resto de la exposicin. POR QU ACUDEN LOS DEMONIOS AL MBITO DE LA VIDA COMUNITARIA? Segn la tradicin eclesial, extrada de una larga y probada experiencia, los demonios buscan atacar por el flanco ms vulnerable y ms dbil, como buenos estrategas que son (vase, a modo de ejemplo, GREGORIO DE NISA, Enseanza sobre la vida cristiana, 76-79 - recogido en ID., Sobre la vocacin cristiana, Madrid, Ciudad Nueva, 1992; SAN IGNACIO DE LOYOLA, Ejercicios espirituales, esp. 327.. ). Esta observacin no ha aadido nada sustancialmente a lo que ya sabamos. Nos sirve, eso s, como confirmacin de lo indicado. El malestar actualmente tan extendido sobre el elemento comunitario pone de manifiesto que nos encontramos en un mbito en el que somos vulnerables, nos encontramos dbiles y ms fciles para dejarnos engatusar. Segn dice la tradicin, los demonios siempre buscan atacar por el flanco ms vulnerable y dbil como buenos estrategas que son por las tentaciones, las medias verdades y las razones aparentes. Este aviso nos indica, a su vez, la conveniencia de ponernos en guardia, de ser cautos, transparentes, sinceros, honrados, de examinar con detenimiento y con sospecha nuestras inclinaciones, tomas de postura y exigencias. La vida comunitaria constituye, sin duda, uno de los mbitos privilegiados para detectar los enormes cambios que ha supuesto el concilio Vaticano II para la vida consagrada. El modelo general de vida comunitaria ha cambiado de una manera clara y
bastante radical. En lneas generales, y a pesar de la
generalizacin que implica, se ha pasado de un modelo en el que las reglas, las normas y los horarios constituan una pieza clave para sostener el alma de la vida comn (Este espritu de observancia se percibe en el siguiente canon del Cdigo anterior: Todos y cada uno de los religiosos, lo mismo superiores que sbditos, deben no slo cumplir ntegra y fielmente los votos que han hecho, sino tambin ordenar su vida en conformidad con las reglas y constituciones de la propia religin, y de esta manera tender a la perfeccin de su estado CIC 593), a un estilo ms espontneo y menos regulado. Como dato que lo avala, se ha pasado de la antigua vida comn, de la que todava hablan Perfectae caritatis (La vida comn a ejemplo de la Iglesia primitiva... PC 15. Este documento insiste con fuerza en el elemento fraternal: Los religiosos hnrense a porfa unos a otros con trato fraternal, cf. Rom 12,10, ayudndose mutuamente a llevar sus cargas, cf. Gal 6,2. La comunidad, como una verdadera familia... PC 15) y el antiguo Cdigo de Derecho Cannico (En todas las religiones se ha de observar diligentemente por todos la vida comn, aun en aquellas cosas que pertenecen a la comida, vestido y ajuar c. 594,1), a la vida fraterna en el nuevo Cdigo de Derecho Cannico (Aspecto recogido por VFC 3). En una de sus definiciones de la vida religiosa este ltimo dice: Un instituto religioso es una sociedad en la que los miembros, segn el derecho propio, emiten votos pblicos perpetuos o temporales que han de renovarse, sin embargo, al vencer el plazo, y viven vida fraterna en comn (c. 607,2). El canon 602, por su parte, subraya el aspecto fraterno de la vida en comn. Las palabras arrastran concepciones de fondo y no son inocuas. Detrs de esta pequea variacin est la hecatombe de los antiguos costumbreros, de estilo monacal en las congregaciones apostlicas, y la desaparicin en muchas congregaciones de las antiguas reglas o normas, evidentemente preadas de una teologa, de una espiritualidad y de un alma, que ordenaban y definan la vida comunitaria. Ahora la vida fraterna en comunidad no se orienta primariamente hacia el cumplimiento de una serie de normas, sino por otros derroteros (1 VFC 5d lo recoge as: Una nueva concepcin de la persona ha surgido en el inmediato post-concilio, con una fuerte recuperacin del valor de cada individuo particular y de sus iniciativas. Inmediatamente despus
se ha acentuado un agudo sentido de la comunidad entendida
como vida fraterna, que se construye ms sobre la calidad de las relaciones interpersonales que sobre aspectos formales de la observancia regular -Cursivas en el original-). El peligro hoy en da puede ser el opuesto: abandonar a la espontaneidad carismtica, y slo a la espontaneidad carismtica, el crecimiento y todo el cultivo de la vida fraterna. En todo caso, hoy se aspira a una vida fraterna idealmente marcada por el intercambio espiritual; que exige un clima de acogida, de respeto, de aceptacin, de libertad y de amistad espiritual, que no se da de antemano, y que no siempre es fcil de alcanzar. Se quieren comunidades en las que los unos nos sostengamos a los otros fraternalmente, con el apoyo mutuo el inters, la oracin, la comprensin y la amistad. Se pretende alcanzar un ritmo comunitario en el que sea posible compartir la misin y el discernimiento apostlico, con todo lo que implica de capacidad de transparencia, de apertura, de honestidad, de libertad interior, de desapego, de confianza en los dems, de intercambio espiritual rico y profundo, el exponer la propia vulnerabilidad, de bsqueda conjunta y abierta de la voluntad de Dios, de implicacin personal y el riesgo. No creo que las anteriores exigencias de la vida comn, que yo no he conocido, fueran fciles de cumplir o que no reflejaran un autntico ideal de vida consagrada. A pesar de ello, el retrato tan somero que acabo de presentar de la vida fraterna en comunidad alude por s mismo a las dificultades y las altsimas exigencias con las que se encuentra nuestro actual modelo comunitario. Pues es mucho lo que se pide, a cada persona y a la comunidad en su conjunto, y el camino para alcanzarlo ni es fcil ni resulta automatizable ( Ciertamente la vida fraterna no se realiza automticamente con la observancia de las norma que regulan la vida en comn tiene la finalidad de favorecer intensamente la vida fraterna VFC 3) ni sabemos, con frecuencia cmo ponernos efectivamente en camino ni siempre estamos dispuestos a asumir la parte asctica (VFC no tiene remilgos en subrayar esta dimensin. Le dedica toda la segunda parte) y de riesgo que comporta. LAS POSIBLES RAZONES DE UNA DESAZN A partir de lo dicho se pueden empezar a comprender algo las razones de una desazn tan extendida. Por una parte, despus
del concilio a la vida fraterna en comn se le pide y se le exige
mucho. Las expectativas que volcamos sobre la misma son muy altas. De otro lado, no hemos articulado, por lo general, un camino suficientemente claro, accesible y compartido para lograr fines tan altos: el intercambio espiritual profundo, el discernimiento, el sostenimiento recproco, la acogida real y gratuita al hermano, etc. En definitiva, de un lado nos topamos con que la comunin al interior de las congregaciones y las comunidades habra de ser uno de los signos ms preclaros y gozosos de nuestra propia identidad, de los que ms anhelamos y que ms nos satisfacen cuando, por la gracia de Dios, se otea y experimenta. Pero, del otro lado, est a la orden del da la constatacin de que esta comunin est siempre amenazada, resulta difcil de alcanzar, es muy vulnerable y, sobre todo, ni est del todo en nuestras manos lograrla ni nos aclaramos del todo con el camino que nos conducira hacia la meta. Hoy en da hemos tomado conciencia con bastante claridad de que el elemento comunitario y fraterno pertenece a la esencia de la vida consagrada y al modo de cumplir la misin. Dicho en otros trminos, la vida comunitaria es un factor de credibilidad de nuestro mensaje sobre el Dios amor (cf. VFC 2d). De ah que pase a formar parte de nuestro testimonio, de lo que decimos y significamos con nuestra propia existencia, con mucha ms fuerza que nuestras palabras o, incluso, nuestras acciones. Entonces resulta claro que el sujeto apostlico primero y por antonomasia es la misma comunidad religiosa, mucho ms que los individuos aislados. Por lo tanto, como Juan Pablo II nos recuerda, la fecundidad de la misin pasa directamente por la comunidad, por la calidad de las relaciones fraternas: Toda la fecundidad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en comn. Ms an, toda la renovacin actual de la Iglesia y de la misma vida religiosa se caracteriza por una bsqueda de comunin y de comunidad (JUAN PABLO II, A la plenaria de la Congregacin para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida apostlica, 20 de noviembre de 1992 (Cf. L'Osservatore romano, 20-XI-1992,n. 3. Citado en VFC 71). En el campo de las vocaciones a la vida religiosa se percibe con mucha claridad la importancia de este factor. Uno de los elementos que intervienen de modo decisivo en la capacidad de
atraer y suscitar vocaciones a un instituto, de dar envidia a los
posibles candidatos potenciales o de suscitar la pregunta vocacional desde la felicidad que se percibe en los religiosos activos y realmente existentes es la calidad de la vida y el testimonio comunitario. Como las personas humanas y los grupos somos seres complejos, la toma de conciencia de la centralidad de la vida fraterna ha ido acompaada de otros elementos, que no la han favorecido. En particular, despus del Concilio hemos cado con relativa facilidad en muchos ambientes en el activismo (Trato el tema con ms detenimiento en: Los peligros de la sobrecarga de trabajo para el futuro de la Vida Religiosa: Sal Terrae 86,1 - enero 199857-66; Contra el prometesmo apostlico: Sal Terrae 87,6 - junio 1999. 505-513). Si en el modelo preconciliar de vida consagrada las normas y las reglas imponan un cierto ritmo, de oracin, de lectura, de recreacin, de retiros, este muro de contencin del frenes loco y que marcaba elementos diferenciales de la vida consagrada call al cambiar el modelo de vida comunitaria. Hoy resulta ms difcil defenderse de los ritmos frenticos y estresantes tpicos de la sociedad capitalista y de consumo, propiciados por las inmensas demandas y los miles de urgencias que recibe un corazn generoso y compasivo, en medio de una mayor escasez de fuerzas humanas en nuestras congregaciones (cf. VFC 5a y b). Como cualquiera sabe por propia experiencia el activismo, la sobrecarga excesiva de trabajo, la primaca del trabajo individual sobre la vida fraterna en comn, suponen un gran obstculo que llega a impedir lograr esas cotas de comunin y de bienestar comunitario que no obstante, anhelamos. Junto con el activismo, la vida consagrada del postconcilio ha de enfrentarse dosis mayores de individualismo (La afirmacin unilateral y exasperada 1a libertad ha contribuido a difundir en Occidente la cultura del individualismo, con el debilitamiento del ideal de la vida comn y del compromiso los proyectos comunitarios VFC 4b. Vr JUAN PABLO II, Vita consecrata 43), una cuestin de mucho calado, que ahora podemos afrontar en toda su complejidad ni en todas sus ramificaciones. Ciertamente el individualismo, en cuanto que refleja una valoracin positiva de la persona humana, de sus dones, de sus cualidades, contiene elementos positivos. Ahora bien, si cada uno se pone en centro y
se afirma a s mismo, no hay modo de construir algo conjunto,
comn, comunitario. Y aqu nos encontrara con un arte muy difcil de conjugar: respeto a las diferencias, la paciencia con los procesos personales y el hecho inapelable de la llamada comn, segn un carisma compartido, con una misin global nica, en un estilo y modo comn de seguimiento, que incluye entre sus componentes la vida fraterna y su cultivo. Evidentemente, no es lo mismo un conglomerado de magnficos apstoles, que una comunidad apostlica (S. Decloux). El sujeto de la misin y el agente misionero es la comunidad, mucho ms que el individuo aislado. Nuestra situacin actual se caracteriza, entonces, por la conviccin de la importancia de la vida fraterna en comn. Esta misma conviccin genera grandes demandas sobre la vida comunitaria, que, cuando no se alcanzan o, peor, nos situamos en su antpodas, propician decepciones fuertes, frustraciones, mucho sufrimiento y malestar. Adems, algunos elementos juegan fuertemente en contra de la construccin de la fraternidad: nuestro activismo, nuestro individualismo (Son dos elementos que tambin resalta P.G. CABRA en la introduccin a la edicin citada de VFC. Vase la p. 12 de la edicin citada en nota 1) y la carencia de un ter y unas formas comunitarias compartidas capaces de conducirnos al objetivo al que hemos sido llamados. Vista esta situacin, conviene precisar el marco teolgico en el que se asienta el nuevo modelo comunitario. Dada la enorme diversidad que comporta la vida consagrada no parece oportuno bajar a detalles demasiado concretos. Los diferentes carismas implican nfasis diversos y formas muy distintas de vida comunitaria, segn el peso que se le d y el modo en que se organice, por ejemplo, la oracin, el ejercicio de la autoridad; segn el tipo de misin habitual de la congregacin (enseanza, sanidad, trabajo parroquial, casa de oracin, etc.), la uniformidad o diversidad en los trabajos concretos, etc. Tambin la edad de los componentes de la comunidad, el nmero de sus miembros y el tipo de vivienda influyen mucho sobre el modo de concretar y practicar la vida fraterna en comunidad.