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BENEMÉRITA UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE PUEBLA ia

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FACULTAD DE CULTURA FÍSICA

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MATERIA: SOCIOLOGIA DE LA CULTURA FISICA BUAP

CATEDRATICO: M.C. RODRIGO IVÁN AGUILAR ENRIQUEZ


ALUMNO: ROSALES CASTILLO RODOLFO AARÓN

ENSAYO, DEFINIENDO LA SOCIOLOGIA

“Si se quiere entender de qué trata la sociología hay que ponerse previamente en
situación de interpelarse mentalmente a si mismo y de hacerse cargo de uno
como una persona entre otras.
La sociología se ocupa de los problemas de la sociedad y no cabe duda de que
todo aquél que reflexione acerca de la sociedad y la estudie forma parte de ella.
Pero con mucha frecuencia en la reflexión sobre uno mismo se suele permanecer
en un estadio en el que se es consciente de uno sólo como alguien situado frente
a otros entendidos como objetos. A menudo se siente que nos separa de ellas un
abismo insalvable. La percepción de una separación de este género, propia de
esta fase del proceso de autoconsciencia, encuentra su expresión en muchas
conceptualizaciones y muchos giros lingüísticos que contribuyen a hacer de ella
algo completamente obvio y a reproducirla y reforzarla sin tregua. Así, por
ejemplo, se habla de la persona y su medio, del niño y su familia, del individuo y la
sociedad, del sujeto y los objetos sin apercibirse siempre de que la persona forma
parte también de su medio, el niño de su familia, el individuo de la sociedad, el
sujeto de los objetos.
Si se analiza más de cerca se comprueba, por ejemplo, que el llamado medio de
un niño está constituido en primer término por otras personas, como el padre, la
madre y sus hermanos. Lo que conceptualmente establecemos como familia, no
sería tal familia sin los hijos. La sociedad, que con tanta frecuencia se opone
mentalmente al individuo, está integrada totalmente por individuos y uno de esos
individuos es uno mismo. Pero nuestro lenguaje y nuestros conceptos están
configurados en gran medida como si todo lo que queda fuera de la persona
individual tuviese carácter de objetos estáticos.
Conceptos como familia o escuela se refieren evidentemente a conjuntos de
personas. Pero el tipo habitual de nuestras configuraciones terminológicas y
conceptuales las hace aparecer como si se tratase de objetos de la misma índole
que las rocas, los árboles o las casas. Este carácter codificador del lenguaje
tradicional y, consiguientemente, también de nuestras operaciones mentales
referidas a grupos de personas interdependientes, a los que posiblemente
pertenece uno mismo, se pone también y muy especialmente de manifiesto en el
propio concepto de sociedad y en la manera como se reflexiona sobre ella. Se
dice que la sociedad es el objeto en cuya investigación se esfuerzan los
sociólogos. En realidad, este modo de expresarse contribuye, y no poco, a
dificultar el acceso a la comprensión del campo de tareas de la sociología”

(Elias, N.,1982: 13-14)


No se puede soslayar, como advierte N. Elias en el texto seleccionado en
la
primera página, la dificultad de estudiar la sociedad desde dentro, dado
que el
investigador forma, así mismo, parte de la sociedad que intenta
comprender. La
sociología trata de ordenar toda una serie de datos y conocimientos en
torno a la realidad
social, es decir, determinados sucesos y acontecimientos que pueden
ayudar a explicar
tanto el orden como la dinámica social.
La sociedad puede entenderse desde una perspectiva generalista, ya
que en estricto
sentido, se comporta como un todo complejo y ordenado, lo que T.
Parsons denominó
sistema social, y es desde esta perspectiva que la sociología puede
estudiar y deducir
3
tanto las tendencias que facilitan el orden y equilibrio social, como
aquellas otras que
propician sus cambios. En ambos casos se trata de un análisis profundo,
más allá de las
apariencias, que puede explicar las relaciones sociales que son el
germen que propicia
los cambios o por el contrario, el refuerzo del orden interno del sistema,
es decir, la
sociología aspira a conocer la estructura social. Sin embargo puede
hacerlo, y de hecho
lo hace, siguiendo diferentes métodos o procedimientos, pues ante todo
es una disciplina
pragmática, y no le importa tanto el modo de hacerlo sino el objeto de
su estudio.
E.Durkheim en Las reglas del método sociológico, proponía a finales del
siglo
XIX, estudiar los fenómenos sociales como si se tratara de cosas con el
fin de estudiar a
la sociedad de la misma forma (método) en que se estudiaban los
fenómenos naturales.
Este planteamiento pretendía eliminar la subjetividad del investigador
implicado en la
misma sociedad que estudia. Actualmente, un sector destacado de la
sociología sigue
este principio para actuar metodológicamente en la resolución de
problemas, dado que la
denominada sociología cuantitativa maneja postulados matemáticos en
el tratamiento de
los datos (estadística), que se obtienen con los métodos que investigan
algunos aspectos
de la realidad social.
Este planteamiento pretende generar en la sociología un tipo de
conocimiento
predictivo, es decir, manejando los datos estadísticos llegar a ser
capaces de analizar e
interpretar las tendencias en la dinámica social (consumo, hábitos, tipo
de relaciones...)
y poder vislumbrar de manera anticipada estos cambios, lo que se
denomina prospectiva
social. Pero existen otros puntos de vista en sociología.
A comienzos del siglo XX, el sociólogo alemán Max Weber diferenció de
manera
clarividente las ciencias de la naturaleza, en las que para su estudio era
factible operar
4
metodológicamente con planteamientos formales (abstracciones lógico
matemáticas,
definiciones, leyes...), de las ciencias que estudian al hombre, que
requieren de un punto
de vista comprensivo, dado que la singularidad de los fenómenos
sociales imposibilitan
su definición, por lo que la aspiración del conocimiento social es la de
describir,
explicar y comprender la realidad social.
Tanto la sociología cuantitativa como la sociología comprensiva han
dado muy
buenos resultados para aumentar el acervo del conocimiento
sociológico. Ahora mismo,
la utilización de encuestas de opinión, sobre hábitos de consumo o de
actitudes sociales
muy diversas, son profusamente utilizadas, tanto por la administración
pública, como
por las empresas privadas. Pero también, y debido a la creciente
complejidad de la
sociedad, los métodos comprensivos o cualitativos (entrevistas,
biografías, discusiones
en pequeños grupos...) han ofrecido datos e interpretaciones relevantes
para conocer la
sociedad.
No obstante, el estado actual del desarrollo científico ha relativizado en
gran
medida esta polaridad entre sociología cuantitativa y sociología
cualitativa
(comprensiva), dado que lo que suponía un problema epistemológico de
importancia, es
decir, la necesidad de diferenciar con claridad entre el sujeto que
investiga y el objeto de
la investigación, está hoy perfectamente asumido por todas las
disciplinas científicas.
Distinguir objetivamente entre lo observado y el ojo del observador, es
una aspiración
loable pero imposible en el ámbito de cualquier disciplina científica, de
ahí que sea
necesario dotarse de criterios y principios metodológicos que controlen y
disminuyan
esta implicación inevitable.
Así pues, puede entenderse la sociología como “una lectura científica de
5
determinados aspectos de la sociedad en vistas a saciar una necesidad
básica del
hombre, que quiere conocer cómo es el medio en que vive” (Briongos,
Hernández,
Mercadé, 1982). Dadas las limitaciones de la ciencia en general y de la
sociología en
particular, si que se puede llegar a apreciar y valorar la perspectiva
científica que ofrece
la sociología de la realidad social, con el fin de comprender mucho mejor
la vida
cotidiana, incluso de llegar a detectar o a inferir tendencias en su
dinámica. No se trata
de adivinar el futuro, sino de detectar los indicios necesarios que
permitan descubrir una
determinada tendencia. Esto lo saben muy bien los políticos y las
empresas, por esto
encargan cada vez con más insistencia estudios de tendencias políticas
y comerciales.
2.1. Individuo, cultura y sociedad
Que sepamos actualmente, hace al menos cuatro millones de años que
la especie
humana evoluciona de modo colectivo, constituyendo agrupaciones más
o menos
grandes y con mayor o menor estabilidad.
La noción de individuo es relativamente reciente. De hecho es un valor
que surge
con la modernidad y que adquiere carta de naturaleza con el
movimiento ilustrado
europeo del siglo XVII, siendo las revoluciones burguesas del XVIII las
que asumieron
esta idea como un principio básico del nuevo estado. La evolución
progresiva de la
noción de individualidad en los estados constituidos como democracias
parlamentarias,
ha consagrado los derechos de ciudadanía recogida en la mayoría de
constituciones y en
multitud de foros e instituciones internacionales creadas a lo largo del
siglo XX.
En las sociedades premodernas no existía la noción de individuo. La
familia, el
clan o la estirpe, eran la referencia que galvanizaba las relaciones
sociales. Es decir, era
6
el grupo en definitiva quien gobernaba los destinos de las personas
(individuos). La vida
individual tenía poco sentido y ésta se ofrecía, e incluso inmolaba,
frecuentemente en
defensa del grupo o de ideales que supuestamente asumía el grupo. Los
individuos
tenían muy pocas opciones para dirigir los destinos de sus vidas. La
familia o el clan los
casaba, los mandaba a la guerra, los destinaba a la agricultura o los
hacía eclesiásticos.
Esta dependencia del grupo aún era mucho más acusada en el caso de
las mujeres.
Las sociedades modernas se distinguen por el alto grado de complejidad
que han
adquirido las relaciones sociales. A mayor complejidad las opciones para
que cada
persona pueda elegir cómo y con quién establecer relaciones sociales
aumentan. El
Estado moderno se encarga de garantizar la seguridad y protección de
las personas, y en
la medida que aumenta la complejidad social también lo hacen las
garantías y
protecciones sociales (sanidad, escolaridad, leyes, protección policial...),
aspectos de la
vida cotidiana que antes de la modernidad dependían de la familia o el
clan.
La noción de individualidad está adquiriendo cada vez más fuerza y más
sentido,
puesto que las opciones de elegir cómo y con quién vivir a comienzos
del siglo XXI son
muy superiores, al menos en las naciones más desarrolladas
económicamente, a las de
hace cien años. Por ejemplo, a comienzos del siglo XX no existía en
España el descanso
dominical, las jornadas de trabajo en las fábricas eran de doce y hasta
de catorce horas
diarias, y las opciones que tenía una mujer para independizarse de su
familia se
reducían a sus posibilidades de contraer matrimonio y dedicarse a
cuidar al esposo e
hijos.
Actualmente se está negociando la posibilidad de reducir la dedicación
laboral
máxima de 40 a 35 horas semanales (el Estado francés ya lo ha asumido
y aplicado) y
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las estudiantes españolas superan ya a los varones en el censo
universitario, teniendo
además el Estado español el ratio de natalidad más bajo del mundo. Las
opciones de las
mujeres españolas de elegir estudios y modos de vida han aumentado
significativamente
en los últimos treinta años. La sociedad española ha incrementado su
complejidad, lo
que permite a las personas más y mejores opciones para elegir cómo
proyectar su
individualidad, pero paradójicamente, lo que implica esta ganancia de
complejidad es un
incremento sustancial de instituciones y organizaciones sociales que
facilitan y
garantizan estos derechos.
La sociedad actual está altamente organizada. Se nace y se muere en
los
hospitales, se forma y se educa en las escuelas, institutos y
universidades, existen
lugares y organizaciones para el recreo y el tiempo libre, otros para
celebrar los
cumpleaños y festividades familiares, emergen organizaciones y
servicios para despedir
a los difuntos, para cuidar a los ancianos, para guiar a los turistas o para
proteger el cada
día más escaso medio natural. Proliferan día a día profesiones, empresas
y estudios que
tratan de aumentar y mejorar los servicios de todo tipo que se ofrecen a
los ciudadanos.
La sociedad organizacional es altamente compleja, y precisamente por
esto es por
lo que posibilita un aumento progresivo en la diversidad de las
relaciones
interpersonales, lo que se traduce en mejorar y aumentar las
posibilidades individuales
de tomar decisiones sobre la propia vida dentro del marco global de la
sociedad. Es
precisamente la complejidad organizacional de la sociedad actual la que
está
permitiendo hacer cada vez más viable las opciones de vida
individuales. Los ideales de
la Ilustración se ven cada vez más y mejor plasmados en la vida
cotidiana trescientos
años después.
8
Esta aparente contradicción entre individuo y sociedad no es tal, lo que
ya
afirmaba N.Elias, puesto que la existencia de la persona, como sujeto
orgánico, y de la
noción de individuo, como idea o valor a la que aspirar, tan solo
adquieren sentido y
carta de naturaleza real y positiva en el marco y en el seno de la
sociedad, que es la que
protege y garantiza los derechos de las personas, como individuos y
ciudadanos.
La sociedad es el marco en el que adquiere pleno sentido tanto la vida
de las
personas como la propia noción de individualidad. La sociedad no es
pues la resultante
de un sumatorio de individuos, sino el modo habitual en el que conviven
las personas, el
contexto normativizado y cotidiano en el que discurre la vida humana.
Si la sociedad es el marco en el que adquiere sentido la vida humana, la
cultura es
el modo concreto en el que la vida adquiere determinados rasgos. Se
puede establecer
una correspondencia metafórica, por la que si entendemos a la sociedad
como el cuenco
en el que se cuece la vida humana, la cultura representaría el caldo que
hierve en ese
mismo cuenco.
En las sociedades premodernas resultaba frecuente encontrar a
colectividades muy
homogéneas culturalmente, en las que a determinada sociedad le
correspondía una
cultura específica, aunque ya en la edad media, incluso en la
antigüedad, se podían
hallar sociedades con diversidad cultural e incluso con procesos de
mestizaje cultural.
En Al-Andalus y en los Reinos cristianos de la península Ibérica
coexistieron en una
misma sociedad musulmanes, judíos y cristianos. Sin embargo, los
procesos de
diversidad cultural se han generalizado con la emergencia del Estado
moderno, proceso
que ha adquirido una velocidad de vértigo a partir de la segunda mitad
del siglo XX con
la irrupción masiva de las comunicaciones y telecomunicaciones, y en la
última década
9
con la revolucionaria transformación de la información telemática.
Kroeber y Kluchohn (Aguirre,A., 1988) recogieron más de quinientas
definiciones
de cultura, las cuales agruparon en seis categorías distintas, y
finalmente hicieron una
síntesis final que describieron así: “La cultura consiste en patrones de
comportamiento,
explícitos e implícitos; adquiridos y transmitidos mediante símbolos, que
constituyen
los distintos logros de los grupos humanos, incluyendo su plasmación en
utensilios; el
núcleo esencial de la cultura se compone de ideas tradicionales (es
decir,
históricamente obtenidas y seleccionadas) y, sobre todo, de sus valores
asociados; los
sistemas culturales pueden, por un lado, ser considerados como
productos de la
actuación y, por otro lado, como elementos condicionantes de las
actuaciones
sucesivas” . Pero existen también explicaciones comprensivas y muy
sintéticas de este
controvertido fenómeno humano: “cultura es la porción aprendida de la
vida humana”
(Herskovits, M.J., 1973).
En síntesis, se puede concluir que la cultura supone un complejo y
controvertido
proceso a través del cual las personas adquirimos determinados
patrones de conducta, de
pensamiento e incluso de sentimiento. La cultura constituye la
atmósfera en la cual
hemos aprendido a vivir, es por esto que nos sentimos protegidos e
identificados con sus
rasgos básicos: lengua, sistema de creencias, emociones, sentimientos y
arquetipos
mentales.
Desde que tenemos constancia histórica se han dado procesos de
hegemonía y de
dependencia cultural, dado que los procesos culturales como los sociales
no son
estáticos. Los procesos mediante los cuales una determinada cultura se
ha impuesto a
otras absorbiéndolas e incluyo disolviéndolas, no siempre de modo
pacífico, se conoce
10
como aculturación, y en este sentido cabe afirmar, que el deporte
constituye uno de los
fenómenos acultirizadores más potentes que han existido en la historia
humana, pero en
este caso obrando de modo pacífico, o cuanto menos no impuesto.
2.2.- Sistema social, estructura social y dinámica social
El objeto de la Sociología como disciplina es el conocimiento de la
sociedad, pero
¿Por dónde empezar a estudiarla? ¿Qué aspectos de la sociedad son más
relevantes? ¿Se
estudia un tipo de sociedad estándar o existe una diversidad de
sociedades?
Actualmente las sociedades constituyen fenómenos altamente
complejos, pero en
la medida que su complejidad aumenta también parece acrecentarse el
orden interno de
la misma, su construcción organizacional, como se ha afirmado en líneas
anteriores.
Este rasgo de las sociedades contemporáneas ha estimulado la
concepción de la
sociedad como un fenómeno complejo y ordenado en el que sus
componentes
interactúan constantemente. Fue el americano Talcott Parsons quien
acuñó este
apelativo que actualmente se utiliza de modo genérico, sin que
necesariamente quienes
lo utilizan se identifiquen con la concepción funcionalista que sustentaba
este autor.
Así pues, se entiende por sistema social al conjunto de relaciones y
disposiciones
que ordenan y aglutinan a la sociedad en un determinado orden, a las
diferentes fuerzas
que generan el equilibrio social, pero también aquellos impulsos que
pretenden
modificar el orden social establecido y que son capaces, de muy
diversos modos, de
provocar algún tipo de cambio, constituyendo así la dinámica social
necesaria para que
las sociedades evolucionen en una u otra dirección.
11
Las sociedades son organismos vivos, conjunto de personas que tienen
características, intereses y prioridades concretos, pero además
diferenciados. Las
diferencias entre personas y grupos de personas generan corrientes de
atracción o de
repulsión y en función de estos flujos se producen los cambios sociales,
es decir, la
dinámica social adquiere un tono u otro. Hay fuerzas que se imponen a
otras, pero
también existen fuerzas que se alían unas con otras, que se superponen,
yuxtaponen, se
coordinan o incluso se fusionan.
La naturaleza de estos flujos de energía social, que en sociología se
denomina
poder social, parece encontrarse en las relaciones profundas en como
las sociedades han
ido lentamente construyendo el orden social. Pero la sociología no es
una ciencia
exacta, sino una disciplina humanística y como tal, sometida a la
percepción que en un
determinado momento tienen los eruditos y científicos más cualificados.
De este modo se pueden distinguir muy diferentes corrientes de
pensamiento en
sociología, diferenciadas muy profundamente a partir de divergencias
originadas en
torno al concepto de estructura social, dado que esta noción resulta
trascendente para
concebir la sociedad y justificar o interpretar su dinámica.
Un clásico de la sociología europea como R.Dahrendorf (1970) distinguía
entre la
sociología del orden (funcionalismo) y la sociología del conflicto
(marxismo),
precisamente a raíz de la diferente concepción que de la estructura
social tienen estas
dos importantes corrientes de pensamiento, al menos durante buena
parte de la segunda
mitad del siglo XX.
Para los marxistas, aquellos sociólogos que utilizan el materialismo
histórico
como método para estudiar la dinámica social, ésta se distingue por
estar en conflicto
12
permanente entre aquellos grupos enfrentados por la estructura social,
los poseedores de
los bienes de producción (capitalistas) y aquellos otros que no disponen
de otra cosa que
su fuerza de trabajo para ser alquilada a cambio de un salario (obreros).
La coerción
ejercida por los asentados en posiciones dominantes en la estructura
social sobre el resto
genera un conflicto permanente que es, precisamente, el motor que
impulsa el cambio
social. La dialéctica entre dominadores y dominados es el eje en torno al
cual las
sociedades se transforman.
Para los funcionalistas, sin embargo, la propia definición de sistema
social infiere
la necesidad de la existencia de orden para que la propia sociedad se
mantenga. La
sociedad está formada por una estructura relativamente estable, que
permite que sus
componentes interactúen constantemente, pero siempre hacia la
integración, pues
aunque sea cumpliendo muy diversas funciones, el consenso en torno a
valores y
preceptos comunes constituye precisamente la estabilidad o equilibrio
del sistema.
En el último cuarto del pasado siglo XX se consolidó otra corriente de
pensamiento social, la considerada como sociología de los modelos o
estructuralista.
Originada a partir del estructuralismo lingüístico que distinguía entre la
lengua
(estructura profunda) y el habla (modismos cambiantes), cuyos
conceptos pasaron a ser
utilizados por el antropólogo C.Levi-Strauss y los sociólogos L.Althusser y
M.Foucault,
entre otros, que fueron haciendo aportaciones originales en torno a la
noción de
estructura como modelo de organización social, que constituye una
construcción
abstracta del investigador que le permite interpretar los hechos sociales.
La derivación del estructuralismo sociológico hacía posiciones científicas
cada
vez más interpretativas (hermeneúticas) y como tales, dependientes de
la minuciosa
13
elaboración de cada investigador para construir su propio modelo de
observación, ha
hecho que esta corriente haya perdido buena parte del crédito que
obtuvo en los años
ochenta, habida cuenta de la diversidad de métodos y de conclusiones
que se pueden
generar para el estudio de un mismo hecho social.
A mediados del siglo XX surgió en Norteamérica una corriente de
pensamiento
que pretendió contrarrestar el carácter eminentemente empírico que
adquirió el
funcionalismo como método científico social, utilización de la encuesta
como
herramienta básica. Esta alternativa teórica al funcionalismo más
cuantitativo se
caracteriza por la utilización de métodos de investigación cualitativos
(entrevista en
profundidad, discusión en grupos, historias de vida.., ) y se aplicó muy
especialmente en
el estudio de conductas desviadas, es decir, un campo de estudio que
era típico de la
psicología social. Según Blumer (1982) el interaccionismo simbólico
considera que las
personas actúan en función del significado que adquieren para ellos las
cosas; estos
significados se construyen en una enmarañada tela de interacciones
sociales, pero cada
persona interpreta a su modo estos significados cuando se enfrenta a
cada una de las
diversas circunstancias que configuran su biografía, de ahí la necesidad
fenomenológica
de preguntarles para reconstruir este proceso singular.
La sociología figuracional o figurativa se fue consolidando lentamente a
partir de
la docencia ejercida en la universidad de Leicester por el sociólogo
alemán N.Elias, que
formó a intelectuales de gran relevancia como E.Dunning y A.Giddens.
La noción de
figuración social viene a constituir una brillante síntesis entre los
conceptos de función y
de interacción., ya que en la vida social se está constantemente
construyendo y
transformando diversidad de figuraciones, que constituyen la célula
básica de toda
sociedad.
14
Una figuración social constituye una situación social en la que dos o más
personas
interactúan de tal modo que establecen funciones de dependencia de
unos respecto de
los otros para que esta figuración se cree. De este modo, para que se
constituya una
figuración social tal como una entrevista, se requiere de un entrevistado
y de un en
trevistador, pues sin la función de cada uno y su interacción este hecho
social,
denominado figuración, no se constituiría como tal.
2.3. El deporte a la luz de la teoría sociológica.
La complejidad de los fenómenos sociales y la dificultad para poder
explicarlos
con elevadas dosis de certidumbre ha provocado la apertura de la
sociología a nuevas
corrientes de pensamiento y a renovadas propuestas metodológicas, lo
que ha
enriquecido notablemente la teoría sociológica en los últimos cincuenta
años. En este
sentido la disciplina sociológica resulta eminentemente pragmática.
Pero el deporte como fenómeno social emergente, a pesar del carácter
heteróclito
de la sociología, ha sido considerado un objeto de estudio sociológico
marginal hasta
bien entrada la década de los setenta. Sin embargo, a pesar de que la
sociología del
deporte ha avanzado espectacularmente en las últimas dos décadas y el
fenómeno
deportivo se ha convertido en una costumbre dominante en nuestra
sociedad, los
estudios sociológicos en torno al deporte aún detentan un cierto
glamour menor,
académica y científicamente considerado, error que en algunos sectores
de la sociología
se tiende a corregir. Puesto que de error habrá que considerar a aquellas
explicaciones
globalistas de nuestra sociedad que no tengan en cuenta el papel
civilizador y el poder
aculturizador de esta costumbre tan genérica y firmemente arraigada.
15
Pero aún siendo contados los estudios que se han propuesto
desentrañar el papel
desempeñado por el deporte en la construcción y desarrollo de la
sociedad
contemporánea, a excepción de N.Elias, si han sido prolíficas las
investigaciones y
aproximaciones teóricas que se han propuesto, a la luz de muy diversas
corrientes de
pensamiento, explicar la función social o el protagonismo de este
pasatiempo cotidiano
en el mundo moderno. En este sentido, cabe llevar a cabo, aunque de
modo sintético,
una revisión de estas concepciones del deporte, aunque en estricto
sentido no
representan el estado actual de la cuestión en sociología del deporte.
2.3.1. El deporte desde la perspectiva funcionalista.
Desde esta perspectiva Loy, J.W. (1978) concibe el deporte como un
juego
institucionalizado característico de un modelo cultural y de una
estructura social hecho
fuerte en la sociedad contemporánea, cuyos elementos incluyen valores,
normas,
sanciones, conocimientos y posiciones sociales (roles y estatus). El
deporte constituye
así una de las manifestaciones más genuinas del sistema social
imperante, cuya función
reside en su capacidad para integrar en él a multitud de personas que a
través de su
práctica son socializados.
El deporte, entre otras cosas, ayuda a la formación de identidades
nacionales y
personales, otorga la oportunidad para proyectar tensiones y canalizar la
agresividad
(McPherson,B. 1978) y adopta diferentes grados de complejidad en su
proceso de
socialización, tanto desde una perspectiva institucional como individual,
hasta conseguir
armonizar las perturbadoras divisiones del sistema social (Kenyon,G.
1986), es decir,
haciendo efectivos los procesos de integración y socialización.
16
Figura 2.1
Para G.Lüschen (1982) el deporte constituye un subsistema del sistema
social
imperante, en donde los conflictos y las diferencias de estatus vienen
determinados por
la propia estructura interna de este subsistema, por lo que ni el
deportista profesional
puede considerarse un trabajador asalariado ni el conflicto es tal o el
sistema de rangos y
jerarquías no puede homologarse al sistema de clases sociales.
W.M.Leonard (1984), establece un correlato entre el sistema social
imperante y el
sistema deportivo. El deporte implica así un ejemplo vivo y edificante de
organización
social, cumpliendo una clara función integradora y socializadora.
Esta orientación sociológica otorga al deporte una función claramente
benévola,
como actividad que refuerza y desarrolla el sistema social vigente. Sus
conceptualizaciones tienden a ser necesariamente prescriptivas, lo cual
infiere con
relativa claridad que el equilibrio social existente es el único posible en
la sociedad
contemporánea
2.3.2. El deporte desde la óptica marxista.
17
Las interpretaciones marxistas hacen hincapié en que el deporte es un
producto
genuino de la revolución industrial y del nuevo orden social establecido
por la
burguesía. Se trata de análisis que tienen en el materialismo histórico su
fundamentación
metodológica. Para la sociología marxista el deporte constituye el
refuerzo positivo e
ideológico del que se vale el sistema capitalista para conseguir en la
masa social una
aquiescencia moral y fáctica que hace posible que las relaciones de
dominio y poder
sigan inalterables.
La obra clásica del alemán Bero Rigauer, Sport und Arbeit, publicada en
1934,
constituye el primer precedente que instaura una interpretación del
deporte como
fenómeno social desde la perspectiva marxista. Traducida por el
norteamericano
A.Guttmann, fue publicada por vez primera en inglés en 1981. El influjo
de esta obra ha
sido de gran importancia para que se consolidase en Francia, Canadá y
el Reino Unido
una sociología del deporte fundamentada en el materialismo histórico.
El autor más prolífico desde esta perspectiva es sin duda el francés
J.M.Brohm,
fundador y director de la revista Quel corps?. En una de sus obras más
polémicas (1976)
subraya la acción represiva que instaura el modelo deportivo, mediante
los mecanismos
de sublimación y desublimación represiva, con clara influencia
freudomarxista, en
especial de H.Marcuse, mediante los cuales se transmiten valores
ideológicamente
positivos asociados al deporte.
En su obra más conocida en el ámbito español desarrolla este caracter
aparentemente positivo del deporte: “el deporte constituye la
reproducción de los
valores de la sociedad capitalista funcionando como una
superestructura ideológica
positiva (es la institución del reino de la positividad), neutra (nunca llega
a cuestionar
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el orden establecido), integradora (es un modo de comportamiento, un
modelo social
ideológicamente valorizado), y ritual (se ha convertido en el ámbito de
la mitología
profana auspiciado por los mass media), objeto de un gran consumo que
hace que éste
sea vivido como una cultura cotidiana” (1982).
En Le mythe olympique (1981) trata de mostrar el caracter
marcadamente
ideológico de los valores deportivos difundidos universalmente por el
movimiento
olímpico. La idea de que el cosmopolitismo olímpico se convierte en la
religión atlética
universal, oculta en un mundo laico, sienta las bases que explican que el
olimpismo
funcione como un mito contemporáneo. “La trascendencia
suprahistórica de una idea
noble y generosa, que, en tanto que conjunto de representaciones
milenarias, juega un
rol catalizador de una sociedad y de una cultura identificadas con la
cultura occidental,
amenazada continuamente de decadencia”.
Figura 2.2.
En la década de los ochenta se consolidó una corriente marxista en
sociología del
deporte claramente decantada por la influencia de A.Gramsci. Su
análisis de las
relaciones sociales y el poder ejercido por el Estado les indujo a
prescribir la ideología
19
como un sistema operante detentado por las clases sociales poderosas
con el fin de
mantener su hegemonía y dominio. En este sentido, el inglés
J.Hargreaves (1982)
mantiene que: “la ideología tiene una base material en la práctica social
y no es
precisamente la antítesis de la ciencia”, y la cultura “un programa
entero de vida” y
como tal instalado dentro de la cultura popular, en cuyo seno se
encuentra el deporte.
El deporte forma parte de la cultura, al igual que otras manifestaciones
como el
cine, el teatro o la danza y esta peculiaridad popular le otorga un
caracter de fácil
penetración en el tejido social. La evolución de la estructura social, es
decir, su
constante modificación y desarollo, debe ser entendida dialécticamente,
como proceso
dinámico, y en éste se inscribe el deporte como poderoso vehículo para
integrar a la
cultura obrera dentro de las relaciones sociales cuyo poder hegemónico
ejerce la
burguesía. Es por lo que este proceso debe ser necesariamente
estudiado desde una
perspectiva histórica, dedicando a este fin su obra Sport, Power and
Culture (1986), en
la que ofrece una sugestiva visión histórica que va desde los orígenes
del deporte
contemporáneo hasta la consumación de la hegemonía burguesa
después de la segunda
guerra mundial, cuando se produce la definitiva integración de la fuerza
obrera en la
cultura deportiva.
Por su parte, R.Gruneau enfatiza en sus análisis que el poder se ejerce
básicamente
a través de los mecanismos del Estado. En su constitución la sociedad y
fundamentalmente la cultura, juegan un papel especialmente
significativo. La cultura
deportiva encierra en sí misma un modelo acabado que está en perfecta
armonía con la
estructura básica del Estado contemporáneo. El deporte ofrece así, a
través de sus
estructuras simbólicas, una posibilidad real de integrar a grandes masas
de población
dentro del aparato estatal, manteniendo de esta forma la hegemonía de
los grupos
20
dirigentes y dominadores del mismo. “El deporte como proceso cultural
tiene dos
momentos: el primero está en relación con el trabajo específico del
atleta y el segundo
representa el contexto social en el que se da el hecho deportivo; la
cultura pues, no es
un hecho autónomo de la realidad social y está basada en la actividad
humana,
significando su existencia un producto concreto de las relaciones de
dominio, en las
que el Estado moderno es su mejor baluarte” (1983).
2.3.3. El deporte desde la sociología figurativa.
Denominada así esta corriente por sus propios inspiradores, N.Elias y su
discípulo
más aventajado E.Dunning, porque para comprender los procesos
sociales, y el deporte
lo es sin duda ninguna, utilizan el concepto de figuración sociológica,
mediante el cual
N.Elias (1982), en una de sus obras básicas, pretende superar la
arbitrariedad de
distinguir entre individuo y sociedad.
La aportación central de esta corriente se expresa en la teoría de los
procesos de la
civilización, que intenta desvelar, desde una perspectiva histórica de
larga duración, los
cambios en los usos sociales que han ido construyendo la modernidad.
Lo que Elias
(1987) muestra en su análisis histórico es que junto al refinamiento de
las formas de
vestir, comportamiento en la mesa, ademanes o expresión del gesto,
que se produce a
partir del siglo XV en la sociedad cortesana, se fue instaurando también
un nuevo
código moral entre la aristocracia, puesto que ya no era su aguerrido
valor y agresividad
lo que de ellos se esperaba, produciéndose así un control paulatino de la
violencia en las
relaciones sociales.
La compleja red de interdependencias a que se vio sometida la sociedad
cortesana
21
es una clave decisiva para comprender el advenimiento del Estado
moderno, y en este
proceso civilizador los cruentos pasatiempos medievales se fueron
regulando hasta
originar el deporte contemporáneo. “El nacimiento del gobierno
parlamentario, parte
del proceso de formación del Estado en Inglaterra, y sobre todo, el
desequilibrio en la
balanza de poder entre el rey y las clases altas con grandes extensiones
de tierra,
desempeñaron un papel activo y no sólo pasivo en el desarrollo de la
sociedad inglesa.
Si preguntamos por qué los pasatiempos se convirtieron en deportes en
Inglaterra, no
podemos dejar de decir que el desarrollo del gobierno parlamentario y
por tanto de una
aristocracia y una gentry más o menos independientes, desempeñó un
papel decisivo en
el desarrollo del deporte” (N.Elias, 1992).
Paulatinamente a este refinamiento del estamento noble se fue
consolidando un
nuevo orden social auspiciado por la burguesía, surgiendo el Estado
moderno,
capitalista y parlamentario, que sancionará su derecho al ejercicio
monopolístico de la
violencia. Es en este contexto sociohistórico que emerge el deporte
moderno, como
acomodación de los otrora violentos sports populares ingleses al nuevo
ordenamiento
jurídico, político y moral.
Además de constatar que el deporte contemporáneo es una trama más
de la
extensa madeja de interrelaciones que confluyen en el desarrollo del
proceso de
civilización europeo, del que emerge la sociedad actual, la aportación
sustancial de
N.Elias radica en la consideración de que el deporte, lejos de significar
un pasatiempo
inocuo e intrascendente, es una más de las claves sociales que nos
permiten comprender
el origen y evolución de los tiempos modernos: “la deportivización fue
como un empuje
civilizador comparable por su dirección global a la cortesanización de los
guerreros,
proceso en el que las opresivas reglas de la etiqueta desempeñaron un
papel
22
significativo... Es posible pensar que las sociedades europeas, desde el
siglo XV en
adelante para hablar de una manera general, sufrieran una
transformación que
imponía a sus miembros una reglamentación cada vez mayor de su
conducta y sus
sentimientos... el progresivo reforzamiento de los controles reguladores
sobre las
conductas de las personas y la correspondiente formación de la
conciencia, la
interiorización de las normas que regulan más detalladamente todas las
esferas de la
vida, garantizaba a las personas mayor seguridad y estabilidad en sus
relaciones
recíprocas, pero también entrañaba una pérdida de las satisfacciones
agradables
asociadas con formas de conducta más sencillas y espontáneas. El
deporte fue una de
las soluciones a este problema” (Elias, N. 1992).
2.3.4. La perspectiva estructuralista.
Influenciado directamente por el estructuralismo lingüístico de F. de
Saussure y
R.Jakobson, el pensamiento antropológico desarrollado por C.Lévi-
Strauss trató de
reducir un tipo de realidad a otro, ya que la realidad verdadera no es
nunca la que mejor
se manifiesta a los ojos del observador. El método de investigación
basado en este
principio considera a los fenómenos socioculturales como signos, de tal
forma que
constituyendo sistemas son susceptibles de ser analizados para conocer
su estructura.
Una vez conocidas éstas pueden ser formuladas como modelos teóricos
que son capaces
de hacer inteligibles la realidad antroposocial.
En el campo de la sociología este método ha sido utilizado muy
especialmente por
P.Bourdieu, cuya abundante obra ha orientado muchos trabajos en el
ámbito de la
sociología del deporte francesa. Las investigaciones de C.Pociello (1981),
G.Vigarello
23
(1988) y P.Parlebas (1988) entre otras, se han visto de alguna forma
influenciadas por
P.Bourdieu, aunque no pueda decirse en estricto sentido que se trate de
estructuralistas.
Según Bourdieu “para que pueda constituirse una sociología del
deporte, es necesario
ante todo darse cuenta de que no se puede analizar un deporte
particular
independientemente del conjunto de las prácticas deportivas; es
necesario pensar el
espacio de las prácticas deportivas como un sistema del cual cada
elemento recibe su
valor distintivo”(1988).
La historia de las prácticas deportivas constituye una historia estructural
que tiene
en cuenta las transformaciones producidas a lo largo del tiempo. Sólo así
será posible
detectar propiedades socialmente pertinentes que hacen que
determinadas prácticas
estén en afinidad con los intereses y gustos de determinados grupos
sociales. Los
deportes no se inscriben en el marco de una sociedad aparte sino que es
necesario
estudiar el sistema deportivo en el conjunto del sistema social: “el
consumo deportivo
no puede ser estudiado independientemente del consumo alimentario o
de los consumos
del ocio en general” (Bourdieu, P. 1988).
Para Bourdieu (1988) los gustos por las distintas prácticas deportivas
vienen
determinados por la adscripción de clase, ya que los hábitos son
generados en el seno de
la familia, pues se trata de esquemas incorporados, mecanismos que
funcionan de forma
insconsciente y que van decantando la inclinación de las personas hacia
ciertos modelos
de prácticas: energético-estóicos (ciclismo, boxeo, lucha...), distinguidos
y no violentos
(tenis, esquí, esquash...) o elitistas (golf, polo, navegación...). C.Pociello
(1981)
también utiliza este esquema estructural para explicar la aparición de
las nuevas
modalidades deportivas como el surf, wind surf, parapente o ala delta,
estableciendo
diferentes modelos en los que en uno predomina la fuerza bruta, en
otros la utilización
24
de la energía del medio, la gracia y la estética o la prioridad de la
agilidad y los reflejos.
P.Parlebas (1985), también cree vislumbrar una clara relación entre el
modelo de
las prácticas y el modelo correspondiente a la adscripción de clase: “Se
podría, en
efecto, remarcar que el pugilato, los deportes de contacto, los deportes
brutales, han
sido practicados casi exclusivamente por las clases sociales más
desfavorecidas,
mientras que los deportes de distancia, en los que el contacto está
amortiguado e
incluso se realiza de manera indirecta por medio de un instrumento, han
estado
reservados a la aristocracia”.
2.3.5. La perspectiva interaccionista.
El interaccionismo sociológico se ha consolidado como una corriente de
clara
influencia etnográfica, pues centra sus estudios en los actores directos
de los hechos
sociales. Desde una primera aproximación descriptiva, intentan situar
los fenómenos
sociales a partir de las percepciones y de las vivencias que sobre los
hechos que los
configuran manifiestan cada uno de los diferentes protagonistas que
constituyen sus
informantes.
El alemán K.Weis es uno de los pioneros de esta corriente dentro de la
sociologia
del deporte. Ha llevado a cabo estudios etnográficos sobre la
significación del deporte
en sociedades precapitalistas, y muy especialmente, estudios sobre
marginalidad social y
el papel que en la dinámica de estos grupos juega el deporte.
Weis distingue entre asociación e institución, ya que a la primera
podemos
pertenecer como miembros, mientras que a la segunda estamos
sometidos. Así mismo,
25
distingue entre institución y organización, designando a ésta última
como “el órgano
ejecutivo de la institución con sus modelos de conducta
institucionalizados” (1979).
Estas diferenciaciones son de gran importancia para poder comprender
la
significación social del deporte. Éste aparece como una institución
nueva, es decir, no es
una institución necesaria o de base, pero al constituirse como tal, no
sólo hace uso de
sus propias atribuciones sino que le son transferidas otras que
anteriormente
desempeñaban otras instituciones, de ahí que sea de especial relevancia
estudiar cada
uno de los contextos culturales en los que el deporte se instaura. “El
deporte ostenta
muy distinta significación según diferentes grupos de personas, en
especial, si éstas
responden a diferentes patrones culturales” (Weis, K. 1990).
Marsh, Rosser y Harré (1978) interpretaron la violencia en el fútbol a
modo de
batalla ritual sobre un determinado territorio. De esta forma, a partir de
interpretar el
significado que cada uno de las actores creen representar en el acto
deportivo, llegan a
definir la situación social en donde éste se desencadena. Tal
planteamiento les llevó a
entender la violencia como una especie de ritual en donde los actores
tienden a proyectar
su agresividad contenida. En España, J.Durán (1995) también ha
recurrido a este
planteamiento para estudiar a los hinchas futbolísticos, aunque sus
conclusiones difieren
sensiblemente.
En los últimos años, ha despertado un enorme interés sociológico el
estudio de las
emociones en el deporte, y en buena medida, ha existido una clara
tendencia a utilizar
trabajos de campo etnográficos que centran su atención en la
percepción y vivencia que
los protagonistas y espectadores tienen de la competición deportiva, en
donde se detecta
que la “emoción más que ser algo estático, es un itinerario emocional de
atribución de
26
significados que varía a lo largo del tiempo” (Puig, N. y Morell, S., 1996).
Recuerda que:
Lo que distingue a la sociología de otras ramas del saber social
es el hecho de
que se interesa por investigar la estructura, los procesos y la
naturaleza de la sociedad
humana en general.
Cabe diferenciar entre las ciencias de la naturaleza, en las que
para su estudio
es factible operar metodológicamente con planteamientos
formales (abstracciones
lógico matemáticas, definiciones, leyes...), de las ciencias que
estudian al hombre, que
requieren de un punto de vista comprensivo, dado que la
singularidad de los
fenómenos sociales imposibilitan su definición, por lo que la
aspiración del
conocimiento social es la de describir, explicar y comprender la
realidad social.
Las sociedades modernas han hecho posible que la noción de
individuo, como
aspiración al libre desarrollo de la singularidad de cada persona,
se haya hecho
realidad consolidándose como un derecho del ser humano,
apareciendo registrado en
las constituciones de los Estados democráticamente más
avanzados.
La sociedad es el marco en el que adquiere pleno sentido tanto
la vida de las
personas como la propia noción de individualidad. La sociedad
no es pues la
resultante de un sumatorio de individuos, sino el modo habitual
en el que conviven
las personas, el contexto normativizado y cotidiano en el que
discurre la vida
humana.
Se pueden distinguir muy diferentes corrientes de pensamiento
en sociología,
27
diferenciadas muy profundamente a partir de divergencias
originadas en torno al
concepto de estructura social, dado que esta noción resulta
trascendente para
concebir la sociedad y justificar o interpretar su dinámica.
Comentario de texto
El texto seleccionado de N.Elias corresponde a una de sus obras básicas,
sociología fundamental (Was ist soziologie?), en el que sienta las bases
de su
concepción sociológica impregnada de la tradición idealista alemana.
Estos párrafos corresponden a la introducción de la obra en la que se
aborda una
cuestión decisiva en la teoría del conocimiento, a saber, la de cuestionar
las débiles
certidumbres sobre las que construimos nuestros arquetipos mentales,
basados en
imágenes egocéntricas de la sociedad.
El sociólogo es a la vez actor y espectador de los acontecimientos que
estudia, por
lo que resulta imposible una aproximación abstracta a los problemas
sociales, por
muchas metáforas que deseen construirse. Los hechos sociales pueden
describirse,
explicarse e interpretarse, pero difícilmente pueden ser tratados como
fenómenos
naturales, a pesar de los esfuerzos cuantitativos de muchos y eminentes
sociólogos.
No obstante en el lenguaje coloquial tendemos a cosificar los fenómenos
sociales
como si se tratarán de hechos naturales. Lo mismo ocurre cuando se
trata de definir lo
que ocurre en la sociedad como si se tratara de definir una curva o una
recta, lo que
agudiza aún más si cabe la abusiva perspectiva antropocéntrica que
caracteriza a los
seres humanos.
Sin embargo, si podemos crear conceptos abstractos para tratar de
entender lo que
28
ocurre en el habitat humano, en la sociedad, pero a sabiendas de que
son constructos y
no realidades empíricas, caso de la noción de estructura, de sistema, de
rol o la
construida por N.Elias, la de figuración social.

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